Noé y su insólita arca. Aguas de ruina y mitos de salvación - Alfonso Silva Lee - E-Book

Noé y su insólita arca. Aguas de ruina y mitos de salvación E-Book

Alfonso Silva Lee

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Beschreibung

Una disección del mito bíblico del diluvio universal, y la curiosa historia de la evolución de Noé, la inmensa arca, y el esfuerzo por salvar la fauna mundial. Se describen los intentos modernos de construir réplicas de la nao; los llevados a cabo para encontrar en las montañas restos del artefacto; y los que fueron destinados a engañar al público con «evidencias» meticulosamente preparadas y otros mitos, nacidos de eventos de exceso de agua ocurridos en los cinco continentes. Considera el origen y la importancia de los mitos, e invita a asimilar la idea de que la Tierra entera es un arca de enormes proporciones... y el mundo natural debería ser absolutamente sagrado...

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Alfonso Silva Lee. La Habana, 1945. Master of Sciences, biólogo-zoólogo (ictiología), 1970, Universidad Estatal de Moscú (Lomonosov). Autor o coautor delibros y numerosos artículos científicos, entre ellos, Chipojos, bayoyas y camaleones y Elacuario marino (1984), Cuba natural/Natural Cuba (1996), Coral Reefs of the Caribbean, theBahamas and Florida (1998), Mi mar y yo(2007), Soles, planetas y peces (2013),100 preguntas sobre los animales (2017), Historias de casi todo (2018). Sus fotografías han aparecido en libros, revistas y periódicos: Spirits of the Jaguar, The Natural History and Ancient Civilizations of the Caribbean and Central America, Audubon, National Geographic, Science,New York Times, Curator yNatural History. Ha participado en más de treinta expediciones de larga duración, tanto por las aguas cubanas (y pasó una semana bajo el agua en el laboratorio submarino Hydrolab), como por tierra, de un extremo a otro de la isla. Ha impartido charlas sobre temas relacionados con la fauna antillana en el American Museum of Natural History, de Nueva York; y en el Field Museum of Natural History, de Chicago.

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conli-cencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Composición interior, diseño de cubierta y Conversión a e-book: Jadier I. Martínez Rodríguez

Todos los derechos reservados

© Sobre la presente edición:

Ruth Casa Editorial,

Primera edición e-book, 2022

ISBN: 9789962703853

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin la autorización de Ruth Casa Editorial. Todos los derechos de autor reservados en todos los idiomas. Derechos reservados conforme a la ley.

Ruth Casa Editorial Calle 38 y Ave. Cuba,

Edif. Los Cristales, Oficina no. 6

Apdo. 2235, Zona 9A, Panamá

www.ruthtienda.com

www.ruthcasaeditorial.com

[email protected]

Para la sobrina

Agradecimientos

Ante todo, un reconocimiento al Sol, por el calor y la luz. Otras gratitudes van al vasto espectáculo del cielo nocturno y al impecable azul del diurno; al mar, cuyo horizonte invita a imaginar infinitudes, y cuya profundidad contiene agentes inaccesibles; a los múltiples paisajes, tanto ásperos como acogedores, que hacen reflexionar; y a los sorprendentes seres que los habitan. Coloma Araujo, Alfonso Carrero, María del Carmen Delgado, John Guarnaccia, Luis Arturo Silva y Rafael Villamil se tomaron el trabajo de leer alguno de los primeros borradores y de señalar diversas insuficiencias.

índice

Alfonso Silva Lee

Página legal

Agradecimientos

Introducción

Un arca inverosímil

Un zoo por entero irrealizable

El origen de Noé y su arca

¿Qué arca..., y qué diluvio?

Noés en canoa, en balsa y a pie

Lluvias y olas desmedidas

De lago Azul a mar Negro....

El Paraíso desarreglado

Disparates improvisados y embustes forjados

Encantos y horrores de Noé y su arca

Dos arcas heladas, y otra esférica....

Epílogo

Principales fuentes consultadas

Introducción

Al igual que los sueños, los mitos son un producto de la imaginación humana. Sus imágenes [...] son expresiones de las más profundas esperanzas, deseos y miedos, potencialidades y conflictos de la voluntad humana [...]. Cada mito es, desde el punto de vista psicológico, simbólico. Sus relatos e imágenes deben ser asimilados, en consecuencia, no de manera literal, sino como metáforas.

Joseph Campbell (1986)

De la misma manera que un viejo es, por definición, una persona que tiene muchos años, un mito es un relato que ha sobrevivido muchos siglos, y hasta milenios. Y como mismo los viejos siempre tienen arrugas y cierta sabiduría derivada de las experiencias vividas, los mitos son relatos plagados de encantos y, además, cargados de mensajes escondidos. El encanto y los mensajes son, precisamente, lo que los ha mantenido pasando de boca en boca a lo largo del tiempo. Vivos.

Los mitos son en extremo diversos, más aún que los viejos. Y no debe sorprender que algunos, gracias a los exagerados eventos que narran, se hayan vuelto,al igual que algunos viejos, muy famosos. Uno de los mitos más sobresalientes —y quizás el más conocido— es el del arca de Noé. Lo que narra —la aventura de un hombre que fue ordenado por un ser supremo a construir una embarcación inmensa para salvar a todos los animales de una fenomenal inundación— viene a ser, para el cerebro humano, algo así como una copa de excelente helado de chocolate.

El relato de ese héroe, su gigantesca embarcación y la fantástica multitud de animales (una pareja de cada especie) que escapan de la muerte y la extinción, le llega a los hebreos y católicos de Génesis, el primer libro de la Biblia y del Pentateuco, cuyas primeras versiones tienen unos 2.500 años de antigüedad; mientras que a los musulmanes les llega de su propio libro sagrado, el Corán —escrito hace unos 1.400 años—, en el que aparece el mismo héroe y una versión de los acontecimientos bastante similar.

La Biblia no dice la fecha en la que ocurrió el supuesto Diluvio (es costumbre, al referirse de manera específica a la superlluvia bíblica, poner la palabra con mayúscula), pero según los cálculos de algunos estudiosos, la hecatombe debió haber ocurrido —decenios más, decenios menos— hace unos 4.350 años. No obstante, hay evidencias claras de que los huesos de la crónica son considerablemente más antiguos, y muchas razones para suponer que su tuétano lo es aun más, y que deriva de algunas comunidades que vivieron en el Oriente Medio hace alrededor de 7.000 años.

Noé y su arca son archiconocidos, pues la epopeya aparece en los millones de copias de la Biblia y el Corán que han circulado por el planeta en más de dos mil idiomas, en innumerables juguetes y libros infantiles, y hasta en la bóveda de la famosa capilla Sixtina (en el Vaticano), pintada hace unos quinientos años, nada menos que por el italiano Miguel Ángel.

Hasta el siglo XIX, en Europa y el Oriente Medio la mayoría de las personas vivían convencidas de que las crónicas que aparecían en la Biblia y el Corán explicaban el origen exacto de la Tierra, el Sol, el cielo y las estrellas; así como el de cada planta y animal, incluidos los primeros humanos... Hasta esa época también se creyó, al pie de la letra, la historia de Noé. Todo eso, a pesar de que no existir evidencia alguna de que un ser supremo hubiera creado el universo y la esfera en que vivimos, de que haya habido inundación que inundara a todas las tierras..., ni de que cuanto palpita sobre el planeta —la inmensa multitud de seres vivientes— hubiera sido fabricado por una deidad. Tampoco hay evidencia de que cuanto podemos percibir con nuestros ojos tenga apenas unos pocos miles de años de antigüedad. Pero eso es lo que se afirma en estos libros sagrados.

En la actualidad, las ciencias nos ofrecen una visión muy distinta de cuanto nos rodea, y, vale subrayar, de muy sólida concordancia con la realidad. Los datos fundamentales han sido corroborados muchísimas veces, y por vías muy disímiles.

La inmensa mayoría de las personas ilustradas toma el relato de Noé como lo que es: un mito. Entre ellas, vale aclarar, no solo hay gente muy religiosa, sino incluso un enorme número de clérigos de las más diversas denominaciones. No obstante, en aquellas regiones del planeta donde muchos desconocen el plural de la palabra libro —y donde por el singular entienden solo la Biblia o el Corán— hay muchos que viven, intelectualmente, en el siglo XII. Algunos, hasta en el siglo VI anterior a nuestra era; o sea, en plena Edad de Bronce. Así es, sin importar que circulen en automóvil, se conecten con el mundo a diario a través de la Internet y manejen con suma destreza el más moderno dispositivo electrónico.

El relato que brindan las ciencias acerca de la estructura y antigüedad del universo, acerca del origen del sistema solar y de nuestro planeta, y acerca de cómo surgieron los seres vivientes es mil veces más maravilloso que la crónica que aparece en cualquiera de los mitos. Es la epopeya de las epopeyas.

La historia del origen del relato de Noé y su arca es más cautivante que el propio mito, al igual que lo es conocer las centenares de leyendas, parecidas a la de Noé, que han brotado en casi cada rincón del planeta de una manera por completo independiente..., y enterarte de los fenómenos que pudieron haber dado lugar a tantas anécdotas fascinantes.

Este libro trata acerca de estos tres temas.

Un arca inverosímil

...Muchos sistemas de pensamiento, y no solo los primitivos, poseen la propiedad de autoconfirmarse. Una vez que sus premisas iniciales han sido aceptadas, ningún descubrimiento ulterior sacudirá la fe del creyente, pues él sorteará el obstáculo usando los recursos del propio sistema... [Dichos] sistemas [son] virtualmente inmunes a cualesquiera argumentos externos.

Keith Thomas (1971)

El relato de Noé y su arca resulta tan imposible, que al considerar sus diferentes aspectos uno no puede evitar ridiculizarlo al menos un poco, ni ser algo sarcástico. Entre otras cosas, el mito dice que Noé tenía seiscientos años cuando empezó a construir el arca..., y que luego vivió trescientos cincuenta años adicionales.

Gracias a un sinnúmero de análisis muy meticulosos, se sabe que el texto del primer libro de la Biblia, Génesis, fue escrito por varios autores a lo largo de, nada menos, 450 años. Se piensa que la parte más vieja del relato debe tener unos 2.600 años de antigüedad, y en ella se narra cómo el personaje protagónico recibió la orden de construir la inmensa estructura de madera.

El motivo básico por el cual la divinidad encargó a Noé tan colosal proyecto fue la corrupción que había alcanzado la sociedad. Cuenta la historia que mientras Noé y su mínima brigada ejecutaban la obra, los ociosos se burlaban, pues no tenía sentido alguno dedicar tanto esfuerzo a la construcción de algo tan inmenso para protegerse de un infortunio —el Diluvio— del que no había la menor señal en el horizonte.

Según la Biblia, las instrucciones fueron breves. En síntesis, la deidad ordenó a Noé: 1) Fabricar un arca (en la que quizás sea la más fiel traducción de la versión original, en hebreo, la referencia era a «un cajón»; pero con el tiempo, por razones obvias, se ha preferido que quiera decir embarcación) de trescientos cúbitos de longitud (el cúbito es una medida de longitud antigua, que equivale al largo del antebrazo. La estructura, pues, debió tener unos 145 m de eslora: casi tan largo como los buques de carga que cada día entran y salen a los puertos del mundo entero), con tres niveles en su interior y una sola ventana, pequeña (los redactores del Corán no se calentaron la cabeza con este asunto. Su descripción del artefacto flotante se refiere, apenas, a «una cosa de madera y clavos»), 2) Meter dentro a su familia (esposa, hijos y las esposas de estos: un total de ocho personas), 3) Añadir, a manera de pasajeros, a dos animales (un macho y una hembra) de cada especie, y 4) Subir a bordo suficientes víveres para todos.

Según el relato de Génesis, luego de terminada la construcción del arca, llovió —lo que se dice, a cántaros— en el planeta entero, durante cuarenta días; y, además, manaron del suelo ingentes cantidades del líquido (los geólogos han dicho mucho al respecto, y han concluido que la inundación no pudo ocurrir, por razones de física elemental; y subrayan que no existe la menor evidencia de que el planeta entero —o algún continente— jamás haya sido inundado por completo). El fenomenal arribo de líquido se prolongó, supuestamente, por un total de ciento cincuenta días (unos cinco meses), después de lo cual el nivel de las aguas empezó a bajar muy lentamente. No fue sino hasta pasado más de un año, que las ocho personas y los animales pudieron salir de aquella caja-embarcación.

Fabricar un bote de remos o una canoa es ya un arte consumado, pues además de flotar, debe resistir las olas y mantener seco su interior. Construir una lancha como para que ocho personas vivan en ella durante un mes es una tarea muchísimo más delicada. Eso exige mayor pericia, pues las tablas que dan forma al casco deben contar con una suerte de esqueleto interno (quilla, cuadernas, baos) que las mantenga en su lugar y garantice la cohesión de la nave entera. Por otro lado, el mayor calado demanda cierto esmero al sellar las ranuras entre las tablas del casco (lo que se llama calafatear). Pero construir una embarcación de madera de ciento cuarenta y cinco metros de eslora es «harina de otro costal».

El ser humano es atrevido por naturaleza, y no han faltado intentos por construir barcos gigantescos de madera. El mayor navío de madera que con certeza sabemos que haya flotado y navegado fue la goleta de seis mástiles Wyoming, y su casco tenía apenas 100 m de longitud. O sea, un tercio más corto (y varias veces menos pesado) que la supuesta arca bíblica.

El Wyoming fue botado al agua en 1909, en la que podríamos llamar la época de oro de la construcción de embarcaciones de madera. Fue una obra muy atrevida, concebida por algunos de los mejores arquitectos navales del momento, y construido en uno de los astilleros de mayor experiencia, el de Nueva Inglaterra (EE.UU.).

Pero en comparación con el arca bíblica, en la construcción del Wyoming hubo trampa, pues no era ciento por ciento de madera. A fin de darle solidez al casco, se utilizaron vigas de acero. A pesar de esta precaución, su casco se tendía a torcer cuando enfrentaba marejadas fuertes, y en consecuencia hacía agua a raudales. Si la nave cumplió quince años de travesías, fue solo gracias a las múltiples bombas de achique que se le instalaron. Con todo y eso, en 1924 se hundió en medio de una tormenta —nadie sabe en qué punto del Atlántico—, pereciendo todos sus tripulantes.

La historia de otros barcos de madera de tallas algo menores ha sido igual de azarosa, y muy breve. El Rochambeau hizo un solo viaje, los buques de guerra británicos Orlando y Mersey presentaron enseguida deficiencias estructurales y fueron inmediatamente vendidos como chatarra, y el Baron of Renfrew y el Columbus se partieron en dos pedazos poco después de entrar en servicio.

Uno de los mayores barcos de guerra de madera jamás construido, el Santísima Trinidad, salió de un astillero de La Habana en 1769, e impresionó muchísimo a cuantos le vieron a lo largo de sus treinta y seis años de navegación. Las maderas para construirlo —caoba, júcaro y cagüeirán— fueron acarreadas desde Camagüey. En 1805 se hundió, aunque no por mala factura, sino por los cañonazos que recibió de la flota inglesa en la famosa batalla de Trafalgar. Eso sí, tenía solamente 63 m de eslora: era más de la mitad más corto que la mítica arca... y decenas de veces menos pesado.

Si nunca se han construido barcos de madera mayores que los mencionados es porque la tarea resulta entre imposible y absurda. Sin duda alguna, el Wyoming estuvo más allá del límite de la construcción naval con madera: el costo, los esfuerzos y los riesgos de navíos de madera tan monumentales exceden con mucho los de la fabricación de tres o cuatro unidades de mediano porte. A mediados del siglo XIX, estas dificultades fueron superadas con la fabricación de cascos de acero, los cuales, como bien sabemos, permiten la construcción de auténticos prodigios que superan los 400 m de longitud.

Con todo el interés que siempre tienen algunas personas e instituciones religiosas por demostrar que Noé, su arca y su aventura fueron ciento por ciento reales, nadie se ha puesto a la tarea de construir un artefacto flotante de madera con las dimensiones del arca bíblica..., y mucho menos acerca de la posibilidad de montar sobre la misma a una pareja de cada especie animal, a fin de que ocho personas los mantengan vivos y saludables durante varios meses.

Pero ha habido farsas...

Un intento por «replicar» la mítica hazaña de Noé fue el del holandés Johans Huibers, quien entre 2005 y 2007 construyó un arca tipo-embarcación..., pero dos veces más corta y cinco veces menos voluminosa que la bíblica. La «nave» costó algo más de un millón de dólares, pero fue un engaño: se trataba de un falso casco de madera montado sobre una patana de acero.

La «réplica» de Huibers presentaba, además, otras modificaciones de peso. La larguísima caseta, que está al mismo nivel de la cubierta, tiene no una, sino un centenar de ventanas por todo alrededor, hay mesas y asientos, y por ese espacio vuelan algunos pajaritos (las ventanas tenían rejilla). Por último, la fauna de a bordo se redujo a algunas parejas de ovejas, gallinas y conejos, y a maquetas de algún que otro gran mamífero africano. Huibers no se atrevió a subir a bordo ni siquiera a parejas de los diez mamíferos más emblemáticos de África.

La falsa arca de Huibers jamás navegó. Tuvo como única meta ganarse el corazón de los niños a fin de proselitizar en favor del cristianismo. A los tres años de terminada, el arca había recibido 600.000 visitantes; y gracias a los siete dólares que costaba la entrada, había producido más de un millón de dólares de ganancia...

Podemos suponer que a los pequeños no se les contó la historia de lo que, de acuerdo con el texto bíblico, había dado lugar a que el ser supremo decidiera inundar el planeta: matar por ahogo al resto de la humanidad, por considerarla violenta y corrupta..., sin siquiera tener en cuenta que con ello exterminaba también al resto de los animales, los que, claro está, no habían cometido pecado alguno.

El éxito de la primera «arca» estimuló a Huibers a dar otro paso. A finales de 2011, terminó de construir su arca número dos. Esta vez se lanzó a hacerla justo con las proporciones bíblicas... pero se trató de otro fraude: era una armazón de madera que desde lejos —o una vez dentro de ella— parecía una embarcación, pero era pura pantalla. El «casco» ni siquiera tocaba el agua: era hueco por debajo, y estaba encaramado sobre veintiuna patanas de acero que se mantenían unidas mediante una sólida estructura de acero. Bajo su techo había osos, elefantes, cebras y camellos..., pero de plástico. A más, Huibers no se atrevió.

Al parecer muchas personas aceptan estas perversiones del arca bíblica como mismo aceptan la veracidad del mito: sin importarles lo más mínimo las falsedades.Huibers remolcó el adefecio hasta Alemania y el Reino Unido; y tuvo la idea de halarlo a través del Atlántico, hasta la ciudad costera de Galveston, en el estado de Texas. Los inspectores portuarios británicos ni siquiera le dieron la autorización para que el trasto regresara a Holanda.

Otra versión del arca tipo-embarcación fue construida para la película El regreso del todopoderoso (que en España llevó por título Sigo como Dios), estrenada en 2007. En buena medida debido a los gastos por la construcción de la «embarcación», el filme rompió un récord: resultó la comedia más costosa de la historia del cine. Esta vez la nao se hizo casi con las medidas que aparecen en Génesis: unos 120 m de eslora, 24 m de manga (ancho) y 16 m de altura (mediante un programa de computación, a las imágenes filmadas se le añadió más tarde lo que le faltaba para alcanzar las dimensiones bíblicas). Eso sí, por motivos de seguridad estructural, el armatoste tuvo que ser fabricado sobre una enorme base de concreto..., y nunca pasó de ser un accesorio de la filmación. Jamás flotó.

Los maderos para construir el arca de Evan (así se llamaba el personaje principal de la cinta) se trajeron desde medio continente, trabajó en ella un enjambre de centenares de carpinteros, se utilizaron modernísimas grúas de todo tipo... Con todo y eso, solo para garantizar que la estructura mantuviera la forma necesitaron ponerle cuadernas de acero (que, por supuesto, no se ven en la cinta...). Además, la inmensa proa estaba hecha de pura poliespuma, recubiertas con delgadísimas planchas de madera.

Incluso a simple vista, la tarea de Evan-Noé resultaba tan monumental, que el director y el guionista se encargaron de hacer ver que los animales ayudaban en la construcción... Además, hicieron que el personaje que hacía el papel de Dios le entregara a Evan un aparato de aspecto antiquísimo —con aparejos, poleas y sogas— a fin de que pudiera izar los enormes maderos hasta alturas equivalentes a un quinto piso (tarea que le quedaba grande a la pareja de elefantes). Al parecer no tuvieron en cuenta —y se les perdona, pues, en fin, se trataba de una comedia— que el maravilloso artilugio que es la polea haya sido inventado por el matemático griego Arquímedes unos dos milenios después de la presunta construcción del arca bíblica.

Terminado el rodaje, el «arca» de Evan fue desmantelada donde mismo se construyó, sin jamás haber tocado agua.

Otras «arcas» tan ficticias (y varadas) como la de Evan, algunas de ellas con las pasmosas medidas bíblicas, han sido recién construidas en los últimos años. Una, de concreto y fibra de cristal, ya fue levantada sobre una islita cercana a Hong Kong. La ciudad de Los Ángeles (en el estado de California, EE.UU.) posee una versión infantil, y se dice que hay otra en Turquía. Otra más está en proyecto, en el estado de Kentucky (EE.UU.). Ninguna de estas estructuras será expuesta a la tarea de flotar. Constituirán, apenas, el principal centro de atracción de sendos parques de diversión. Y ni siquiera estando en tierra hay quien se atreva a llenarlas con parejas de animales; la presencia zoológica es suplida con maquetas, dioramas y vídeos de alta tecnología.

La parquedad de la descripción del arca que aparece en Génesis es tal, que el artefacto puede ser imaginado de maneras muy diversas, y lo ha sido. A lo largo de los últimos mil quinientos años, diferentes artistas han hecho uso de esa libertad, dándose a la tarea de pintar —sobre todo en el interior de las iglesias, o para ilustrar ediciones de lujo de la Biblia— artilugios muy disímiles.

La más antigua representación del arca conocida hasta la fecha data del siglo IV, y decoraba la cúpula de lo que fue una capilla, en medio del desierto egipcio. No se conoce el nombre del artista, pero podemos suponer, por los trazos, que debe haber completado la obra en unos pocos días. Su arca es en forma de canoa, y no aparenta tener más de cuatro o cinco metros de longitud. De proa a popa, eso sí, muestra una caseta bastante más alta que los tres personajes que aparecen a bordo, algo que, incluso con el mar en calma, la hubiera volteado y llevado a pique. En segundo plano hay varias sombras, pero el tiempo ha deteriorado a tal punto la pintura, que resulta imposible descifrar a qué criaturas pertenecían.

Para ilustrar una edición de la Biblia, Petrus Comestus figuró en 1372 un arca pequeña en forma de nuez; y en 1420, Lorenzo Ghiberti la imaginó piramidal y algo más espaciosa. Un contemporáneo de ellos, Hugh Thomson, la supuso cilíndrica. En 1493, justo un año después de llegar Colón a Las Antillas, el artista alemán Michael Wolgemut recreó un arca cuyo casco semejaba al de las carracas de la época, pero con el espacio interior ocupado por una estructura de tres niveles con toda la pinta de una granja.

El arca de Miguel Ángel (realizada a principios del siglo XVI) plasma con simpleza la parca descripción que aparece en la Biblia: es una estructura casi cuadrada, con el pasillo exterior casi a ras con el mar. Ni sombra hay de casco alguno, y es obvio que la capacidad de dicho artefacto para navegar es nula: el espectador está obligado a pensar que durante el Diluvio el mar estuvo todo el tiempo tan quieto como la superficie de una laguna.

En 1846, Edward Hicks representó una embarcación anchísima que contenía una residencia-granja enorme, con el techo a dos aguas. Por esa misma época, Nathaniel Currier pintó un arca que, en esencia, era un edificio de apartamentos altísimo, montado sobre un casco de tan escaso puntal, que el navío hubiera dado media vuelta y se hubiera hundido antes de zafar las amarras. El arca de Salvador Dalí —pintada en 1964— aparece en la distancia, sin detalles, y es una nave con un extremo mucho más elevado que el otro, a la manera de un sampán (el tipo de embarcación usado en el SE de Asia), pero sin mástil ni velas, con una caseta pequeña en el centro.

En los años ochenta del siglo pasado, Frank Wesley pintó un arca tipo-embarcación, parecida a los más modernos botes salvavidas: el techo, curvo, cubre al casco de lado a lado, como para que toda la lluvia se deslice directamente hacia el mar. La idea no era original: así aparece también en un arca imaginada, a mediados del siglo XIV, por un artista francés.

En una página de Internet aparece una de las más singulares pinturas recientes del arca, realizada por Elfred Lee. La nave tiene el aspecto de un ataúd, pero gigantesco y muy alargado; y a lo largo del centro hay, de proa a popa, una hilera de ventanas que apenas sobresalen de la cubierta. Y ya; más nada. Por todo aquello no hay persona o animal alguno: no se ve ni la punta de la trompa de un elefante. Ah, para añadir severidad al asunto, el artefacto da la impresión de haberse posado, minutos antes, sobre rocas nevadas, supuestamente en la cima de la montaña más alta del planeta. El portal en que aparece esta pintura pertenece, sin duda, a uno de los tantos grupos religiosos para los cuales la Biblia explica cuanto haya ocurrido en mundo.

Debajo de la ilustración de Lee están los pasajes de Génesis que contienen las exiguas instrucciones de la deidad, se mencionan las dificultades para construir barcos grandes de madera, y se «aclaran» los siguientes detalles: a) La misteriosa madera mencionada en la Biblia (en la actualidad nadie entiende a qué tipo de madera se refiere) pertenece a un tipo de árbol ya hoy extirpado, y era mucho más fuerte que cualquiera otra de las que conocemos en la actualidad, b) Noé quizás utilizó hierro para la quilla y las cuadernas... (la metalurgia del hierro se inició cinco siglos después de la época en que supuestamente vivió Noé, y continuó siendo una técnica primitivísima hasta la Edad Media. De los hornos de la época de Noé solo salían piezas pequeñas, de un hierro de pésima calidad y en extremo quebradizo. El Pentateuco y la Biblia ni siquiera mencionan este metal), c) El arca bíblica tuvo un desplazamiento de ¡14.000 toneladas métricas!, y d) Un modelo de dicha arca fue puesto a prueba en uno de los más importantes laboratorios oceanográficos, y el diseño de la nave resultó óptimo, siendo capaz de resistir las más violentas marejadas. Para darle peso a esto último, se presenta, al final, un par de diagramas de los que huelen a ciencia y computación... En el fondo, la pintura de Lee y las explicaciones acompañantes no son más que un intento burdo por meter a un elefante en una caja de zapatos.

Cosa curiosa, en los cuadros del arca realizados para las iglesias (o sea, para los adultos) solo de rareza aparecen primates, y en particular faltan aquellos que, como nosotros, no tienen cola: chimpancés, orangután, gorilas. Las tres grandes religiones del mundo que explican el universo mediante el texto de Génesis tienen siempre enormes dificultades para aceptar la existencia de nuestros más cercanos primos. A todas luces, su problema deriva de que estas criaturas se parecen demasiado a nosotros; su estampa y mirada es tan similar a la nuestra, que delatan, por las claras, un parentesco muy pero muy cercano.

Un zoo por entero irrealizable

...¿Cómo fue que Noé pudo reunirlos a todos tan rápidamente? ¿Cuánto tuvo que esperar para que el perezoso, con su lenta marcha, llegara desde la región amazónica? ¿Cómo logró salir el canguro de Australia, que es una isla? ¿Cómo supo el oso blanco llegar hasta donde estaba Noé? Como bien preguntó Robert Ingersoll, «¿Acaso puede haber algo más absurdo que esto?».

Ibn Warraq (1995)

Sin importar cómo una u otra persona hayan imaginado el arca, de acuerdo con los libros sagrados estaríamos ante un artefacto de proporciones gigantescas y con una sola ventana. Una ventana muy pequeña...