Nómada de Épocas - José Eduardo - E-Book

Nómada de Épocas E-Book

José Eduardo

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Beschreibung

¿TE IMAGINAS VIVIR EN LA ÉPOCA DEL ANTIGUO EGIPTO Y UNAS HORAS DESPUÉS SALTAR A LA HERMOSA DÉCADA DE LOS AÑOS 50´s?    Y no, no es otra historia sobre viajes en el tiempo. Mathías y sus compañeros, Grace una joven que no se equivoca nunca, Luna, una señora mayor y Víctor eléctrico y espontáneo como nadie, ayudarán a Mathías a entender el extraño mundo en el que habitan, que parece perfecto, pero que no está ni cerca de serlo… ¡El peligro aumenta con el pasar de los minutos!   «De las mejores obras de ciencia ficción juvenil de los últimos años». New York Times no lo dijo, mi mejor amigo sí.

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Nomada

de epocas

Eduardo José

´

´

Nómada de épocas

Primera edición: Octubre 2021

©De esta edición, Luna Nueva Ediciones. S.L

© Del texto 2020, Eduardo José

©Edición: Genessis García

©Diseño: Vanessa Reyes

©Ilustración y portada: Edimundo Balzan @edimundobp

©Maquetación: Gabriel Solorzano

Todos los derechos reservados.

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra,

el almacenamiento o transmisión por medios electrónicos o

mecánicos, las fotocopias o cualquier otra forma de cesión de la misma,

sin previa autorización escrita del autor.

Luna Nueva Ediciones apoya la protección del copyright y

está en contra las copias ilegales realizadas sin permisos expreso

del autor o del sello editorial Luna Nueva S.L

El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad

en el ámbito de las ideas y el conocimiento,

promueve la libre expresión y favorece una cultura libre.

[email protected]

Luna Nueva Ediciones.

Guayas, Durán MZ G2 SL.13

Para Jully por inspirarme y apoyarme en todo momento.

Johe por su amor incondicional.

Tita por ser un ejemplo a seguir.

Va para ustedes con todo mi corazón.

Capitulo 1

Suspicious minds con toda la coloratura de Presley, sonaba en la radio esa mañana en la que Mathías se preparaba para su primer día en la vida universitaria. Como cualquier joven de su edad, el primer día de clases representaba demasiadas emociones: nervios, expectativas, felicidad, ansiedad y hasta un ligero temor por lo que estuviera por enfrentar en esa nueva etapa. Al tomarse el pelo para peinarse notaba que cada cabello estaba en su lugar, rizos intactos y camisa que parecía recién planchada, aunque sin tener plancha, su corbata lucía un impecable nudo tipo Winsor que era uno de sus favoritos, incluso por encima del Triniti que dejaba para ocasiones especiales, pero algo en su arreglo no lo dejaba tranquilo.

El hecho de que un poco de crema dental cayera sobre su bermuda y el gris se viera opacado por una macha beige no era lo que lo perturbaba, ni lo era la ansiedad de iniciar la universidad, lo que estaba molestándolo pasaba porque no tenía una forma de afrontar el día que le esperaba pues, pese a no haberle parecido antes extraño, él no recordaba nada sobre cómo había sido su primer día en el colegio, apenas poco más de un par de meses atrás, divagaba algunos recuerdos escolares, pero sobre materias, no momentos. ¿No era eso algo bastante peculiar? Con mayor razón para él, un joven de 18 años con una memoria fresca, creía que eso de olvidar las cosas solo le ocurría a las personas mayores.

Al abrir el armario, en la puerta izquierda clavada en la parte superior estaban las correas, al probarse la negra con hebilla gruesa, se dio cuenta que estaba más delgado. Supo con más convicción cuando apagó la radio y se dirigió a la cocina para desayunar, que no tenía un plan de acción a seguir ni para el día de hoy ni para un futuro cercano. ¿Cómo podría saber qué hacer el primer día de universidad si no recordaba cómo había sido su primer día en el colegio? O lo que era aún más inquietante ¿por qué no recordaba? Sacando su personalidad, Mathías que era más un chico de acción que de planeación, se dijo que lo que en realidad importaba en ese momento era el desayuno y no su memoria. Así que continúo como si nada.

Antes de salir de su cuarto, cargado de nostalgia por cierto, había un afiche metálico alusivo a Coca-Cola, que acompañaba los posters de Elvis y Mick Jagger, así como un sugestivo retrato de la rubia Bardot que servía de cabecera para su cama; contrario a todo eso, se podían apreciar también bastante desgastados por tantas consultas, un par de libros sobre rituales mayas entre los discos de vinil de Mathías, así como pequeños cuchillos de obsidiana, navajas de pedernal, dientes de tiburón, y espinas de maguey, todo meticulosamente colocado sobre repisas y dentro de cajitas de cristal; finalmente y como el objeto invaluable que era, en su habitación, en un lugar privilegiado, se encontraba un bate de baseball.

Tras llegar a la cocina y dejar todo su espacio rockstar atrás, Mathías puso un par de rebanadas de pan dentro de la tostadora, se sirvió un vaso de jugo de naranja y sobre un gran tazón se sirvió un abundante plato de cereal al que agregó leche fría. Con recuerdos o no, el día pintaba de maravilla, y estaba por mejorar.

Tres golpes se escucharon sobre la puerta, firmes y fuertes, Mathías podía identificarlos porque tanta precisión era sólo propia de Grace, quien seguro esperaba frente a la puerta erguida y con una pulcritud precisa; Mathías no estaba equivocado, frente a su puerta estaba una chica delgada, con brillante cabello castaño y suelto así como luciendo un uniforme escolar que pese a ser una época universitaria, en el instituto era una exigencia que vistieran de esa manera. 18 años, pero que aparentaban un poco más. Como Grace no era una persona que gustara de esperar y para quien la puntualidad era una forma de educación, el chico se apresuró a abrirle.

—Toc, toc, toc —dijo Mathías a modo de saludo—. Un cuarto toc de vez en cuando no estaría mal para salir de la rutina.

—¿Un cuarto toc? —Respondió la chica confundida.

—Toc, Grace, toc, toc —repitió Mathías tocando él mismo la puerta y haciéndola sonar.

—¡Ah, toc! —siguió su amiga comprendiendo todo y colocando su dedo índice sobre la puerta por un segundo—. No veo el caso, ya contamos con un sistema establecido y a no ser que este cuente con fallas, no veo el motivo para cambiar mi típico saludo.

—¿Sistema? A veces creo que te tomas muy en serio las conversaciones...

Sugirió el chico mientras se dirigía a la cocina junto con su amiga. La cara de Grace fue elocuente, como si un olor putrefacto hubiera llegado a ella de forma repentina. Siempre que recibía un mal olor, sus ojos se ponían en blanco durante unos 3 segundos.

—Ya, bueno, sé que huele mal, pero tampoco es para que te quedes con los ojos volteados, deja el drama — echó a reír Mathías a quien su amiga lo sacaba de quicio casi tanto como lo divertía—. ¿Ya desayunaste? Sírvete, anda.

—No, gracias Mathías. He comido en casa y no debemos retrasarnos o llegaremos tarde.

—En eso querida amiga, como siempre, tienes toda la razón.

Mathías dio los últimos bocados apresurado y notando que su amiga se mantenía en tranquila contemplación hacia él, rápidamente levantó su plato, lo llevó al fregadero y lo limpió para dejarlo escurriendo; lo mismo hizo con todo lo demás. El chico estaba acostumbrado a ser ordenado por su carácter diligente pero además, porque no tenía más remedio pues vivía solo. Parte de la calma es el orden, respirar sin obstáculos es mejor que el ruido visual de una casa desordenada. El pequeño Mathías había quedado huérfano y tras varias casas de acogida —según podía recordar pues, ese era otra de sus memorias difusas—, él había decidido vivir solo y tras el duro pero formativo golpe de adaptación, llevó con éxito aquella labor. En todo eso, Grace había estado con él apoyándolo en su aventura de autosuficiencia e independencia, por lo que estaba agradecido así como acostumbrado a tener con él a su amiga.

Al salir de casa, Mathías pudo sentir el sol brillar sobre su rostro y se juzgó vigorizado en ese nuevo día que tanto prometía, aunque no precisamente pudo percibir el calor de los rayos que llegaban a él. Grace por su parte, no se vio en la necesidad de tomarse un segundo para respirar la mañana como sí lo hizo su amigo, para ella que era práctica y enfocada por naturaleza, ese pequeño acto que la conectaba con el mundo natural, era innecesario.

La primera parada de autobús no estaba lejos de su casa, y aunque a Mathías y a Grace les esperaba un viaje relativamente largo a pesar de tener la sensación de que su ciudad no era tan grande. Estando en la parada vieron que había varias personas esperando el bus, el día soleado y la carretera en perfecto estado hicieron pensar a Mathías que el viaje sería súper rápido, al llegar el bus y entregar su ticket al chofer, se dio vuelta para ver cuánta gente faltaba por subirse, y notó el cambio del día.

La plana carretera se convirtió en arena desértica, los faros de luces que se ubicaban cada 5 metros se transformaron en cactus secos. La parada de bus ahora estaba compuesta por bloques de inmenso tamaño y peso y atrás, donde anteriormente debía estar la urbanización en la que vivía, había quedado una densa área verde formada por inmensas palmeras. Cuando Mathías vuelve a mirar al frente, lo que debía ser una estructura universitaria cualquiera ahora era una gran pirámide. El cambio había ocurrido.

En el bus mientras Mathías se dirigía a su puesto junto con Grace vio como su mano blanca y un poco pálida rozaba con otras manos de personas al borde de sus asientos unas eran morenas, otras un poco ocres y unas contaban con pulseras doradas relucientes sobre sus manos, la diversidad del cambio de ciudad siempre lo fascinaba, no importa cuantas veces viviera la transformación, su admiración por esta permanecía intacta. Aunque para muchos, por no decir todos, esa cotidianeidad era normal y hasta dejaban de notarla, para él, un poco detallista en su facultad de distraído, nunca pasaba inadvertido dicho momento. Grace por su parte gustaba de viajar en silencio y sin la necesidad de charlar con Mathías durante el trayecto.

El momento de cambiar de bus y adentrarse al Metrobús había llegado, era algo frenético pero que le gustaba a Mathías porque tenía que salir junto a un pequeño mar de personas y retomar un nuevo rumbo recorriendo pasillos y de vez en vez, correr un poco, cosa que le venía como anillo al dedo ya que, sentía que la inmovilidad del viaje, aunque entretenida, lo llenaba un poco de ansiedad, además le encantaba ver el cambio de ambiente desde la ventana de su asiento. Cuando por fin llegaron a su destino, salir de la estación del metro le dio al chico la oportunidad de sentir de nuevo el sol sobre su cara y la sensación de emoción volvió a él como esa misma mañana lo había abordado, por fin podría dar el primer paso dentro de aquella universidad como un estudiante más, y por fin podría entrar a esa pirámide de 135 metros de altura.

—Adiós radio y Elvis, hola desierto —dijo en voz baja Mathías que continúo pero ahora sí en voz de charla mientras entraban en la universidad—. La pirámide se ve hoy mejor que nunca.

—Es la misma que ya hemos visto antes —hizo notar Grace para después añadir—, pero comprendo tu comentario, hoy existe un factor distinto en ella.

—Sabía que no te emocionaría

—¿Qué pasa? Te he dicho que comprendo.

—Sí, pero podrías también estar alegre o algo sonriente, que se yo. No lo ves Grace —dijo Mathías dando unos pequeños saltos y a punto de abrazar a su amiga que se hizo a un lado de forma cortés; no gustaba mucho de las demostraciones de afecto, menos en público—. ¡Hoy empieza una nueva etapa de nuestras vidas y una de las mejores!

Al pasar por una roca de granodiorita inscrita con jeroglíficos, Grace tomó a su amigo del brazo y le hizo notar lo que en ella vivía.

—Creo que es recomendable menos emoción y más pensamiento lógico Mathías. Acá nos señalan que nuestra primera clase está en la otra dirección.

—Oh bueno, parte de la diversión está en perdernos un poco por el campus como cualquier chico de primer ingreso.

—Y así llegar tarde como cualquier chico a punto de graduarse —señaló Grace a quien lo emocional no se le daba bien, pero el sarcasmo lo dominaba como el fino arte que es.

Pasando por un conjunto de vasijas de cerámica que a la vez eran objetos de recolección de basura, los chicos pudieron notar cómo la diversidad que antes habían apreciado en el bus era también el común en aquel campus donde, jóvenes, adultos e incluso personas bastante mayores compartían las áreas comunes amenamente y distraídos.

—Mira —señaló el joven—, no vamos tarde, todo el mundo está afuera de las pirámides. Oh, la chica del turbante blanco se parece a ti, pero con buena onda. No quiero decir que tú no tengas esa buena onda, por supuesto…

—La mayoría llevamos turbantes color ivory, es el color natural del lino —corrigió de nuevo Grace a su amigo.

Grace no necesitaba de halagos o de comentarios sobre su “onda”, sino de ser puntual para llegar a clases.

—Sí, sí, pero mira a aquellos chicos junto a la carpa y la columna esa, todos están fuera de clase.

—Palmiforme.

—Sí Grace, sé que la columna es palmiforme, pero el punto es que —dijo Mathías que conocía muy bien la forma de ser tan precisa de su amiga y hallaba gracia en ello más que fastidio—, esos podríamos ser tú, yo, y nuestro nuevo grupo de amigos próximamente.

Grace notó que el tema era importante para Mathías, hacer nuevos amigos, gozar de nuevas experiencias y empaparse del ambiente universitario, no sería ella quien aguaría la fiesta, por lo que tomó una pequeña nota mental y sonrió luego de 2 segundos.

—Tienes razón, vamos a buen tiempo y quién sabe, quizá estemos por hacer nuestros primeros amigos acá.

—Como siempre mi querida amiga —dijo Mathías haciendo una caravana que marcó el rumbo de ambos y que los dirigía hacia un grupo de personas que consultaban una nueva roca de granodiorita—, usted tiene toda la razón.

Mientras miran lo curioso que es, que haya personas que comienzan la universidad y aparentan no menos de 70 años, Mathías se vuelve a dirigir a Grace para contarle lo “nuevo” que había visto.

—Grace, Grace —dijo Mathías susurrando— ahí viene un ejército egipcio, mira esas lanzas, mira ese cuchillo de marfil…

—Sí sí, lo estoy viendo… Creo que son los guardias de la universidad, afirmó Grace.

—Amo cuando pasamos de los 50´s al antiguo Egipto. Sentenció Mathías.

Capitulo 2

“Instituto Universitario Casa de Luna, relación de horario de clase y aulas para alumnos de nuevo ingreso”, se podía leer sobre una gran roca de granodiorita gris humo perfectamente pulida salvo, por los jeroglíficos que contrastaban en una interesante oposición entre brillo y opacidad, producto del relieve en cada grafía que tanto Mathías como Grace conocían y leían a la perfección. Cuando los chicos se acercaron a la piedra, un ligero nervio invadió a Mathías que aunque entusiasmado apenas un segundo atrás, se sintió algo nervioso. El chico sabía perfectamente que querer hacer nuevos amigos no era su mejor cualidad, por ese pequeño pero significativo detalle que en más de una ocasión había frustrado sus planes de socializar, Mathías se decidió por echar un vistazo alrededor detenidamente para tratar de localizar a cualquier conocido, guardando la esperanza de evitar el incómodo proceso de iniciar una conversación. Para infortunio de Mathías, en ese grupo de personas consultando su horario, él no conocía a nadie. Plan de socialización 1.1 de Mathías ¡cancelado!

Mathías se acercó junto con Grace a consultar lo que se leía en la roca.

—Mmm, Escritura jeroglífica 1 —leyó en voz alta el chico—, tengo el presentimiento que ya habíamos visto algo sobre el egipcio demótico anteriormente será que este tratará del jeroglífico y la hierática… no estaría nada mal, me vendría de perlas repasar un par de temas.

—¿Solo un par? —Preguntó Grace seria.

Mathías tomó con humor la incisiva pregunta de su amiga, ya que su uso de la ironía jamás pretendía ser hiriente, sino atinada y hasta como bien lo mencionaba su nombre, llena de gracia.

—Bueno, vaya, quizá más de dos. Pero tengo algo a mi favor, porque Grace, pasa que me quieres comparar contigo y tú jamás te equivocas en ninguna lectura y es ahí donde la cosa se pone fea. Pero recuerda lo que decía nuestro director, el señor Hassam, yo tengo un nivel de lectura bastante destacado —dijo fingiendo arrogancia.

—Eso es cierto. Y no puedo refutar tu alegato porque el señor Hassam es un excelente maestro y director. Creo que fue mi preferido en el colegio.

Mathías solo recordaba a Hassam, así que no podría decir si era su favorito.

Grace podía ser una chica fría en ocasiones, así como exigente con el perfeccionismo y la autoexigencia, pero después de notar que un tema era sensible para Mathías, rectificaba su conducta a fin de no herir la autoestima de su amigo. En ese sentido, se podía decir que Grace era una chica sensible y perceptiva, aunque solo en ese sentido.

—Esoterismo latinoamericano 1 —leyó de nuevo en voz alta Mathías—. ¿Será similar a la clase que tomamos sobre curanderos Grace? Espero que sí, porque esa clase me encantó.

—Supongo que sí, pero quizá por tratarse de la universidad, la abordaremos de manera más amplia —respondió la chica—. Oye Mathías ¿no te parece que la carga académica es muy parecida a la que llevamos en el colegio?

—Siendo honesto no recuerdo tanto, se me vienen a la mente alguna que otra materia...

—Bueno, pero recuerdo cómo el maestro de curandería nos respondió que “ese era un tema de universidad” cuando le preguntamos sobre cuál era la diferencia entre un chamán y un curandero.

—¡Sí, también lo recuerdo porque nos dio una respuesta general, pero cuando quisimos saber más, salió con eso! —dijo Mathías a quien el tema lo apasionaba y había quedado un tanto frustrado por aquella respuesta tan escueta de su instructor—. Por esa respuesta me decidí.

—¿A qué Mathías?

—A estudiar acá —respondió el chico muy seguro—, tienen un programa sobre historia de la curandería muy interesante al que le pude echar un ojo antes de los exámenes de admisión, ya desde ese momento estaba emocionado por ser parte de esta universidad.

—Eso no me lo habías contado —replicó su amiga—. Pensé que se debía a los estudios que se llevan a cabo sobre astrología maya.

—Ah claro, también por eso, pero ese tema me interesa más para desarrollarlo en mi tesis de maestría o quién sabe

—La vida académica requiere de mucha disciplina y constancia —hizo notar Grace amablemente.

—Lo sé, lo sé, y te lo juro —dijo Mathías tomando de los hombros a Grace y mirándola a los ojos—, desde hoy seré el alumno más puntual que conocerás en esta universidad.

Grace sonrió satisfecha, pues aun sabiendo que muchas veces las palabras se las lleva el viento, conocía también cómo su amigo era alguien a quien, cuando una cosa se le metía en la cabeza, no podía estar tranquilo hasta obtenerla y lograrla.

El chico volvió a la roca para seguir echándole un ojo a las materias por cursar y dio con una que aunque interesante, no era su preferida, pero estaba seguro que su amiga sí disfrutaría más que cualquier otro alumno.

—Uh Grace esta tiene todo tu nombre escrito sobre ella “Conociendo la tecnología del 50”.

—Tengo grandes expectativas para esa clase —dijo Grace con un aire discreto pues, fallaba un poco en expresar emociones fuertes—, espero cumpla con lo prometido.

Grace era una gran fanática de todo lo que representara la tecnología de los años cincuenta, pero no solo eso, sino que esa inclinación se veía en su gusto por la música, el arte, la cultura y todo lo que encarnara ese periodo. Esa preferencia se podía notar en su forma de vestir en la cual, los vestidos, la silueta en forma de reloj de arena, y el gusto por lo femenino se impregnaba en ella y su estética que pese a ser ella tan joven, irradiaba un toque de elegancia muy a lo Audrey Hepburn o lo Grace Kelly.

—Y si no lo hiciera, tú te asegurarías de que lo haga. Pero por favor —imploró el chico—, en la universidad si el maestro no deja tarea u olvida revisarla, no le recuerdes nada por lo que más quieras.

—La educación tiene un objetivo Mathías, si un maestro deja tarea cumple una finalidad dentro de un cumplimiento mayor. Si ambos objetivos no se cumplen, estamos ahí solo para pasar el tiempo, no para invertirlo en nuestra formación para el futuro ¿en verdad quieres una educación así?

—Eres incorregible —respondió Mathías resignado—. Ven, vamos a la primera clase.

Los chicos tomaron un camino estrecho que los llevó a uno de los parques del campus, en él se podía apreciar una impresionante piscina cuadrada y rodeada por palmeras, frente a ella, estaba el edificio principal, una pirámide que servía de área de estudio y en la cual, había paredes con escritos tallados que servían como biblioteca, cestas con pescados que representaban la cafetería, pasadizos y puertas falsas que llevaban a un aula o a otro extremo de la pirámide.

—Todo esto es muy bello —dijo Grace de la nada.

Mathías se sorprendió un poco y sonrió complacido, Grace no era una chica fácilmente impresionable.

—Es que la pirámide es linda pero, esa piscina le va perfecto.

—Es la arquitectura del paisaje egipcio —quiso intervenir Grace—, la estética favorecía la fauna nativa pero además, sirve para resguardar el clima y optimizar el uso de los recursos naturales como el sol e incluso, el barro como materia prima para la construcción menos formal.

—Y además de todo eso, algo se traían con los gatos —hizo notar Mathías señalando un par de figurillas y pinturas alusivas a los felinos.

—¡Ah!, eran más que simples motivos de arte Mathías, los gatos eran venerados.

—Eso no ha cambiado mucho —bromeó el chico.

—Comprendo tu ironía pero, sí ha cambiado. Los gatos Mathías, no simplemente eran queridos como lo son hoy en día, sino que los felinos en general eran tratados como deidades dignas de ser reverenciadas; eso por asociación a Ra, el dios egipcio del sol y de la creación de la vida misma. Este dios se llegó a representar como un león, y por consorcio, los gatos eran solo uno de los varios animales que solían venerarse en el antiguo Egipto —mencionó la chica que gustaba mucho de las charlas didácticas.

—¡Venerados!

—Así es, así como también rendían pleitesía a las serpientes, los escarabajos, los toros y algunos animales más.

—¿Pero por qué animales Grace? Nosotros los comemos o son nuestras mascotas…

—Porque se asociaban con deidades; aunque también algunos eran usados como ganados al igual que nosotros lo hacemos. Vacas, ovejas, cabras, cerdos y perros eran alimento y para ello se criaban. Pero no todos los animales sufrían el mismo destino, por ejemplo, los escarabajos eran venerados por el dios Jepri.

—Comer perro.

—Sí, pero era algo común.

—Pero bueno, solo viéndolo como una deidad tiene sentido que uno se arrodille frente a un escarabajo, son tan chiquititos… —dijo Mathías prestando atención a un par de sarcófagos que adornaban el lugar, para después hacerlos notar a su amiga—. Oye Grace, la decoración un tanto mórbida ¿no te parece?

—Encuentro belleza en ellos sabes. Una pieza tallada como esa estaba destinada a ser vista ya que, como se sigue haciendo hasta la fecha, los mausoleos eran lugares para visitar.

—Sí, son bonitos ¡pero tenerlos acá en la universidad espanta!

—La universidad nos traerá experiencias bonitas y otras no tan gratas —dijo con tino la chica.

—Por ejemplo, si llegamos tarde a nuestra primera clase no será nada grato.

—Así es, aunque seguimos con buen tiempo a nuestro favor —respondió Grace sonriente.

Frente al salón de clases, una imponente aula redonda dentro de la pirámide y al final de uno de sus múltiples pasillos, un pequeño grupo de jóvenes conversaba amenamente. Grace reconoció a uno de ellos.

—Mira Mathías, ahí está Félix.

—Félix, Félix —repitió para sí el chico como tratando de hacer memoria.

—Sí, te hablé de él, lo conocí en los cursos pre-universitarios.

—¡Ah ya, ese Félix!

Mathías fingió un poco esa mala memoria pues, si bien su amiga era solo eso, una amiga, Grace era una de esas camaradas entrañables que se llegan a asemejar demasiado a una hermana, y por ello, guardar un poco de recelo frente a todo nuevo amigo de su mejor amiga era la norma para Mathías, quien solo después de conocer y aprobar la rectitud del sujeto en cuestión, lograba incluirlo en su estrecho grupo de amigos. Para Félix no habría excepción pues, cuidar de Grace era una de las prioridades de Mathías, aunque ella pudiera hacerlo perfectamente por sí misma.

—Y bueno, vamos a conocer a ese Félix —invitó muy seguro el chico.

Capitulo 3

Félix no era distinto de los chicos que se veían a su alrededor, así como no lo eran Grace o Mathías salvo por pequeños detalles que los hacían destacar del montón. En el caso de Mathías, su piel pálida, complexión bastante delgada y cabello castaño oscuro que peinaba descuidadamente hacia arriba le daban un interesante aire a lo Sid Vicious, aunque él vistiera formal y no tuviera ninguna inclinación hacia lo punk sino más bien al rock and roll, la astrología, los rituales mayas y pasar el tiempo con Grace. La chica por su parte, no resaltaba tampoco del todo pues su piel blanca melocotón era típica a su pelo castaño claro, pero lo que sí hacía que uno se fijara en ella y lo hiciera detenidamente, eran sus transparentes ojos grises que atrapaban el color y lo hacían suyo, una característica hermosa pero que solo podía ser apreciada por los más observadores o por quien tuviera a la chica frente a frente. Félix aunque quisiera no podría resaltar entre la multitud pues era un joven común, pero muy amable y educado, por lo que había agradado bastante a Grace.