Operación Fall Blau - Juan Pastrana Piñero - E-Book

Operación Fall Blau E-Book

Juan Pastrana Piñero

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Beschreibung

Junio de 1942. Alemania lanza la ofensiva definitiva contra la Unión Soviética. El destino de la II Guerra Mundial se concentra en el Cáucaso, en una batalla apocalíptica que finalmente conduce a la derrota del Tercer Reich. En el verano de 1942, la Segunda Guerra Mundial se encontraba en su apogeo. La entrada en la guerra de los Estados Unidos había dado a la contienda una dimensión auténticamente mundial, pero en ese momento, el destino de todo el conflicto se centraba en las infinitas estepas del sur de la Unión Soviética. Enfrentada a la pesadilla de una guerra en dos frentes, Alemania intentó acabar con dicha situación concentrando la mayor parte de sus recursos militares disponibles para dar un golpe definitivo. Con la esperanza de aniquilar económicamente a la Unión Soviética e inducirla a firmar la paz, las fuerzas del Tercer Reich, junto con grandes contingentes de sus aliados italianos, rumanos y húngaros, se lanzaron a la conquista de todo el sur de la Unión Soviética, en una de las mayores operaciones militares de la historia. En esta obra, el historiador Juan Pastrana analiza el punto de partida de la ofensiva alemana, sus esperanzas y los errores que se cometieron, así como las repercusiones sobre el Cáucaso tras la retirada de las tropas del Eje. Conozca una ofensiva que podía haber cambiado el curso de la Segunda Guerra Mundial, y en cuyo desenlace podemos encontrar el germen tanto del nacionalismo checheno como de los deseos de independencia de los actuales Estados que conforman el Cáucaso.

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Operación Fall Blau

Operación Fall Blau

JUAN PASTRANA PIÑERO

Colección: Historia Incógnita

www.historiaincognita.com

Título:Operación Fall Blau

Autor: © Juan Pastrana Piñero

Copyright de la presente edición: © 2017 Ediciones Nowtilus, S.L.

Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid

www.nowtilus.com

Elaboración de textos:Santos Rodríguez

Diseño y realización de cubierta:eXpresio estudio creativo

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjasea CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com;91 702 19 70 / 93 272 04 47).

ISBN edición digital:978-84-9967-861-0

Fecha de edición: Abril 2017

Depósito legal: M-6573-2017

A Susana. Por tu infinita paciencia

y por estar a mi lado.

Índice
Agradecimientos
Prefacio
Capítulo 1. La planificación de la gran ofensiva de 1942
La génesis de Fall Blau y la oposición del Oberkommando des Heeres (OKH)
El petróleo y otras consideraciones económicas
La estructura final de Fall Blau
El ejército alemán en la primavera de 1942
La resurrección del gigante con los pies de barro
Capítulo 2. Operaciones preliminares
La conquista de Crimea: Operación Trappenjagd
La ofensiva de Kharkov
De nuevo Crimea: la caída de Sebastopol
Preparando el terreno: la Operación Wilhelm
El error de un hombre y la Operación Kreml
Fall Blau desencadenada: la Operación Friederichus II
Capítulo 3. Fall Blau, fase I: el avance sobre Voronezh
El asalto inicial
El ataque del VI Ejército
El contrataque soviético
El avance sobre Voronezh
Capítulo 4. Fall Blau, fase II: la batalla por el recodo del Don
La lucha por Voronezh y el lanzamiento de la fase II
La debacle del 5.º Ejército de Tanques
La Directriz 43 y la división del Grupo de Ejércitos Sur
La conquista del recodo del Don
La caída de Rostov
Capítulo 5. El momento decisivo
La Directriz número 45
El destino del XI Ejército
Pagar en sangre cada avance. La Orden 227
Capítulo 6. La conquista del Cáucaso. Operación Edelweiss
El inicio de Edelweiss
La reorganización soviética
El ataque sobre la costa del mar Negro
Triunfo y frustración: la captura de Maikop
Promesas incumplidas
El final de la fase de movimiento
Capítulo 7. El avance sobre Stalingrado
Capítulo 8. De vuelta al Cáucaso: el avance continúa
Redefiniendo objetivos
El final de la inmensidad de la estepa
El primer asalto a Tuapse
Novorossiisk y la península de Taman
La lucha por los pasos de montaña
La ira de un dictador
Capítulo 9. Hitler y el Grupo de Ejércitos A
El fracaso de la voluntad
La última ofensiva
Capítulo 10. Stalingrado y el repliegue del Grupo de Ejércitos A
El demoledor abrazo del oso ruso
La alargada sombra de Stalingrado
La carrera hacia Rostov del Don
Capítulo 11. Un sangriento epílogo: la Operación Lentil
El movimiento nacionalista en el Cáucaso
El nuevo campo de reclutamiento del OstFront
«¡Purgad a los traidores!» La gran deportación de 1944
Conclusiones
ANEXOS
I. Directriz n.º 41
II. Informe sobre el potencial de combate de la Wehrmacht
III. Orden de batalla en Trappenjagd
IV. Orden de batalla inicial en la ofensiva de Kharkov
V. Orden de batalla asalto Sebastopol
VI. Orden de batalla Operación Wilhelm
VII. Destituciones en el Grupo de Ejércitos Sur
VIII. Orden de batalla Operación Friederichus II
IX. Orden de batalla Blau fase I
X. Directriz n.º 43
XI. Directriz n.º 45 del 23 de julio de 1942
XII. Orden de batalla, 21 de julio de 1942
XIII. Orden 227
XIV. Orden n.º 270 del 16 de agosto de 1941
XV. Orden de batalla 27/VII/1942
XVI. Memorando de Stalin a Churchill. 12 de agosto de 1942
XVII. Telegrama del segundo secretario de la embajada en la Unión Soviética (Thompson) al Secretario de Estado [Extracto]
XVIII. Memorando de una conversación por el Secretario de Estado
XIX. Directriz del 13 de diciembre de 1942
XX. Anexo a la Directriz n.º 41
Índice de mapas y tablas
Fuentes primarias
Bibliografía

Prefacio

La invasión de la Unión Soviética (URSS) fue la mayor operación militar de la historia, enmarcada en un contexto de enfrentamiento ideológico que condujo a los mayores combates que se hayan dado en la historia militar.

Tras el colapso frente a Moscú de la hasta entonces invencible Wehrmacht, la idea alemana de otra Blitzkrieg que posibilitase el establecimiento del Reich de los Mil Años pasó a convertirse en una lucha de desgaste que Alemania no estaba preparada para librar. Así pues, en el verano de 1942, el régimen hitleriano se preparó para asestar el que creían sería un golpe decisivo a la capacidad soviética de sostener la guerra, acabando con una lucha que cada día se tornaba más desfavorable a sus intereses. Mediante una ofensiva en el sector sur del Frente del Este, el Führer esperaba llevar al colapso económico al gigante soviético, a la par que garantizaba para Alemania los recursos necesarios para el sustento de su esfuerzo militar y la derrota de Gran Bretaña y los Estados Unidos.

Tradicionalmente se ha centrado el análisis de esa ofensiva en el avance del Grupo de Ejércitos B bajo el mando del mariscal de campo Maximilian von Weichs y, particularmente, de su VI Ejército bajo el mando del general (más tarde mariscal de campo) Friedrich Paulus que concluyó en la apocalíptica batalla de Stalingrado. Pero hubo un segundo eje de avance, el del Grupo de Ejércitos A del mariscal de campo Wilhem von List al que, en la mayor parte de la literatura, apenas se le dedican unas pocas páginas.

Y, sin embargo, este ataque, que siempre ha vivido a la sombra de la debacle del VI Ejército, fue el ataque principal en la planificación del OberKommando der Wehrmacht o Alto Mando de las Fuerzas Armadas (OKW) para la campaña de verano de 1942. Únicamente tras las fases iniciales de la Operación Blau se alteró el esquema original, incrementando la importancia de la ciudad del Volga, aunque incluso en ese momento, Adolf Hitler lo único que hizo fue igualar la importancia de ambos ataques, sin convertir en secundaria la ofensiva sobre el Cáucaso.

Aunque resulta imposible desligar el destino del Grupo de Ejércitos A de la suerte sufrida por las armas del Eje en Stalingrado, he intentado reducir al mínimo los hechos acontecidos a orillas del Volga, intentando centrarme en el análisis de las operaciones militares en el Cáucaso. Además, he intentado aportar una visión sobre los acontecimientos posteriores a la retirada de las fuerzas del Eje de la zona, ya que, una vez más, fue la población civil la gran perdedora de la batalla que se libró en las estepas y montañas caucásicas en 1942.

Capítulo 1

La planificación de la gran ofensiva de 1942

LA GÉNESIS DE FALL BLAU Y LA OPOSICIÓN DEL OBERKOMMANDO DES HEERES (OKH)

El 1 de junio de 1942 Adolf Hitler aterrizó en Poltava para mantener una reunión al más alto nivel con la cúpula militar del Grupo de Ejércitos Sur. Entre los asistentes, se encontraban, además del propio Führer, el mariscal de campo Von Bock, comandante en jefe del Grupo de Ejércitos Sur, el general Von Kleist del 1.er Ejército Panzer, el general Hoth del 4.º Ejército Panzer, el general Von Paulus del VI Ejército y el capitán general Wolfram von Richthofen de la Luftwaffe. El tema único de dicho encuentro era la discusión final sobre la inminente ofensiva de verano del ejército alemán en la Unión Soviética, con la que se esperaba conseguir aniquilar la capacidad soviética de continuar la guerra.

A pesar de las esperanzas puestas en la ofensiva inicial de 1941, denominada Operación Barbarossa, la Unión Soviética no fue derrotada en una nueva Blitzkrieg, aunque el Ejército Rojo tampoco consiguió expulsar de la Unión Soviética a la Wehrmacht durante el invierno de 1941-1942. Agotado el impulso inicial por el tremendo desgaste sufrido, las tropas del Eje se encontraron librando una campaña de invierno para la que no estaban en absoluto preparadas, justo a las puertas de Moscú. El último intento por conquistar la capital soviética, la Operación Tifón, se estrelló ante la férrea resistencia de los defensores, que pasaron al contrataque y obligaron al repliegue enemigo frente a Moscú. En otros sectores del frente, sus ganancias fueron menores, pero demostraron a Alemania que la Unión Soviética distaba mucho de estar completamente derrotada.

La respuesta de Hitler ante el contrataque fue la orden de pegarse al terreno y resistir a toda costa; probablemente la imagen de la Grande Armée napoleónica en retirada le impulsó a adoptar esta medida, que permitió a las fuerzas del Eje sobrevivir al ataque enemigo y al invierno, aunque a un gran coste en hombres y material.

Aunque lograron superar el invierno sin sufrir una derrota decisiva, las fuerzas del Eje habían sufrido unas grandes pérdidas que impedían una renovación de la ofensiva en toda la extensión del Frente del Este. Por tanto, se decidió pasar a la defensiva en el sector central, concentrando el ataque principal en el sector del Grupo de Ejércitos Sur (Operación Blau) y realizar una ofensiva limitada por parte del Grupo de Ejércitos Norte para ocupar definitivamente Leningrado (Operación Nordlicht).

Situación del Frente del Este en abril de 1942.

La génesis de la Operación Blau se encontraba unos meses antes. El 8 de diciembre de 1941, se anunció la Directriz n.º 39, en la que se comunicaban las futuras líneas de actuación en el Frente del Este:

Sebastopol será capturado lo antes posible. El futuro empleo del grueso del XI Ejército (con la excepción de aquellas tropas necesarias para la defensa costera) será decidido al finalizar la lucha en dicho sector.

A pesar de todas las dificultades, el Grupo de Ejércitos Sur debe establecer las condiciones en las que, con un tiempo favorable, incluso durante el invierno, haga posible el ataque y la captura de la línea del bajo Don-Donets. Esto posibilitará condiciones favorables para las operaciones contra el Cáucaso en primavera.

Cuando, tras los trabajos del OKW, Hitler promulgó la Directriz n.º 41 del 5 de abril de 1942, se anunciaba que:

[…] la campaña de invierno en Rusia se está acercando a su final […]. El objetivo [de la nueva ofensiva] es eliminar completamente el restante potencial defensivo de los soviéticos y privarles de sus principales fuentes de suministro […]. De acuerdo con los planes originales para la campaña del este, se pretende mantener la parte central del frente, en el norte capturar la ciudad de Leningrado y realizar la unión con las fuerzas finlandesas por tierra, y en el ala sur del Ejército, forzar una ruptura hacia la zona del Cáucaso.

Dicha directriz, y los objetivos que establecía, había sido fuertemente discutida por gran parte del Alto Mando alemán, en especial por abandonar Moscú como objetivo primario e ignorar el impacto que tendría la caída de la capital sobre la capacidad de la Unión Soviética para continuar combatiendo. El Oberkommando des Heeres (Alto Mando del Ejército [OKH]) abogaba, dadas las pérdidas sufridas durante el invierno, por una defensa elástica apoyada por fuertes reservas y complementada por recortes del frente, o bien por una renovación de la ofensiva sobre Moscú partiendo desde el sector central:

La región petrolífera [del Cáucaso] no es esencial para la continuación de la guerra por parte soviética, así que adoptarán una estrategia de defensa pasiva, es decir, que intentarán negarnos el petróleo, no preservarlo para sí mismos.

Moscú es el punto central de toda la vida rusa. Asimismo, es el punto occidental donde termina la tierra europea y empieza la Rusia asiática, y tiene una importancia decisiva en los planes ofensivos soviéticos.

La mayor parte de los altos oficiales en el Frente del Este se opusieron incluso a la idea de una renovación de la ofensiva, abogando por el establecimiento de una defensa que:

[…] permitiese consolidar las ganancias territoriales logradas. Halder dudaba sobre la continuación de la ofensiva. Von Rundstedt era incluso más taxativo y opinaba que el Ejército alemán debía retirarse a la línea del frente original en Polonia. Von Leeb se mostraba de acuerdo con él. Mientras otros generales no iban tan lejos en sus opiniones, se mostraban preocupados hacia dónde les iba a dirigir la campaña.

La reacción del Führer fue tajante: Von Rundstedt y Von Bauchitsch fueron licenciados y se renovó la planificación para la nueva ofensiva, a la que ya prácticamente nadie se oponía.

Algunos autores han afirmado que existían objetivos adicionales en el plan de Hitler para la ofensiva de 1942, pero probablemente se tratase de quimeras que aparecieron posteriormente en conversaciones de Hitler, y no responden a los planteamientos iniciales de la Operación Blau. Entre dichas teorías, encontramos la idea de una prosecución de la ofensiva desde el Cáucaso sobre Irán e Irak, Oriente Medio y la India e incluso que la conquista de Stalingrado no era más que un ataque de flanqueo sobre Moscú.

Para Hitler, la estrategia propuesta por el generalato germano requería tiempo, a fin de permitir que la Wehrmacht reconstituyese su potencial ofensivo, algo que no podía permitirse dada la entrada en guerra de los Estados Unidos a finales de 1941. Además, criticaba que los planes del OKH no tenían en cuenta las consideraciones económicas y su cortedad de miras al centrarse únicamente en la conquista de Moscú como el objetivo principal para ganar la guerra. Las diferencias entre los altos mandos de la Wehrmacht y el dictador alemán empezaban a ser notorias, en especial con el mariscal Halder, mientras que otros, como el mariscal Jodl, se habían plegado ya a la voluntad de Hitler y no eran apenas capaces de discutir sus decisiones.

Asimismo, el Führer creía firmemente que una estrategia defensiva, lejos de permitir una recuperación de la Wehrmacht para relanzar el ataque en 1943, daría tiempo a los aliados occidentales para abrir un segundo frente, por lo que era vital eliminar a la Unión Soviética del tablero de juego para enfrentarse con mayores garantías al previsto ataque anglo-norteamericano.

Era necesario, por tanto, adoptar un plan ofensivo que permitiese al Reich de los Mil Años ganar la guerra en el este de forma inmediata, de manera que la práctica totalidad del potencial militar germano volviese a concentrarse contra los Aliados occidentales. Dada la imposibilidad de aniquilar militarmente al Ejército Rojo, debería eliminarse su capacidad de sostener una guerra mediante la conquista de sus principales recursos económicos. Porque, sobre todo, estaba la cuestión del petróleo.

EL PETRÓLEO Y OTRAS CONSIDERACIONES ECONÓMICAS

El petróleo siempre había sido el talón de Aquiles del esfuerzo bélico germano, aunque la rapidez de las campañas anteriores a 1941 hizo que no hubiese supuesto una excesiva preocupación. Sin embargo, la intensificación del conflicto terrestre y la campaña sostenida por la Kriegsmarine en el Atlántico hacían que fuese necesario contar con nuevas fuentes de petróleo que complementasen tanto la producción de los campos rumanos, los únicos yacimientos de importancia con que podía contar Alemania, como la producción de combustible sintético germano.

Reunión del Alto Mando alemán presidida por Hitler en la Guarida del Lobo. Las consideraciones económicas serían incluso más importantes que las estrictamente militares a la hora de decidir el movimiento ofensivo de 1942. Fuente: Bundesarchiv

A principios de 1942, la producción de los campos rumanos había alcanzado los veinticuatro millones de toneladas, que eran complementados por la creciente producción de petróleo sintético en Alemania (2,3 millones de toneladas en 1939, 2,73 millones en 1940). Sin embargo, la situación del petróleo empezaba a ser preocupante en 1942, ya que la reserva general había caído a 797.000 toneladas, es decir, la mitad del disponible en 1941. Esta caída se había traducido en una fuerte reducción de los stocks de la Luftwaffe (de 613.000 toneladas en 1941 a 254 en 1942), la interrupción del suministro a la Regia Marina italiana, lo que la obligó a permanecer en puerto, y la extinción de la reserva operativa de la Kriegsmarine, salvo por el diésel para los submarinos.

Gráfico que recoge la evaluación de producción, consumo y reservas de combustible en Alemania.

Por tanto, resulta completamente lógico que la preocupación por el petróleo influenciase la decisión de Hitler sobre dónde continuar la ofensiva contra la Unión Soviética en 1942. La conquista del Cáucaso era vista como la solución a los problemas de abastecimiento de crudo para Alemania, ya que los pozos de la zona suponían el 73,5 % de la producción total de la Unión Soviética, además del 56,5 % de la de manganeso y el 65 % de la de gas. De hecho, tan vital se veía dicha operación que Hitler declaró que debían capturar los campos petrolíferos antes de la llegada del otoño, porque Alemania no podía continuar la guerra sin ellos. Adicionalmente, la conquista del sur de la Unión Soviética permitiría proteger de posibles bombardeos por parte de la aviación soviética los pozos rumanos y proporcionaría el acceso a otros suministros para activar la guerra total por parte alemana, a la par que negaría a los soviéticos su uso para la industria bélica. En caso de conseguirse los objetivos, se esperaba el total colapso de la economía soviética y su rendición, dada la incapacidad de Moscú para obtener nuevas fuentes de suministro de crudo en cantidades suficientes para permitirle continuar abasteciendo su industria y sus unidades militares.

La preocupación por obtener fuentes alternativas de petróleo a los yacimientos rumanos ya era una de las motivaciones en la planificación de Barbarossa. En marzo de 1941, el responsable del Departamento de Economía de Guerra y Armamentos, el general Georg Thomas, había afirmado que, dados los niveles de reservas disponibles y el ritmo de consumo existente:

[…] Resulta absolutamente crucial capturar y explotar rápidamente los pozos petrolíferos del Cáucaso, como mínimo aquellos alrededor de Maikop y Grozny. Los pozos que no hayan sido completamente destruidos, podrán ser puestos en funcionamiento de nuevo en alrededor de un mes, y al cabo de otros treinta días estará disponible el transporte de su producción. Debemos alcanzar esas áreas no más tarde del segundo mes de operaciones […] si no se consiguiese, debemos esperar las más serias repercusiones, con unas consecuencias impredecibles para las operaciones militares posteriores al 1 de septiembre [de 1941] y para la supervivencia de la economía [de guerra alemana].

Se debe tener en cuenta que, en el momento de emitirse dicho informe, las Fuerzas Armadas alemanas no se encontraban especialmente presionadas. Con la campaña de Francia finalizada y con el norte de África como un único frente terrestre abierto, el consumo de combustible correspondía básicamente a la Kriegsmarine y la Luftwaffe en su campaña contra Gran Bretaña. Por tanto, si se consideraba una expansión de las actividades de la Wehrmacht, resultaba vital contar con nuevas fuentes de suministro.

La Operación Blau suscitaba dudas entre algunos altos oficiales germanos como Von Kleist, que no dudaron en señalar al dictador alemán los riesgos inherentes a una ofensiva con objetivos situados a tanta distancia de las líneas de partida alemanas:

Cuando le señalé [a Hitler] los riesgos de dejar un flanco tan extendido expuesto [a un contrataque soviético], dijo que iba a solicitar el concurso de tropas rumanas, húngaras e italianas para cubrirlo. Le advertí, tal y como hicieron otros, que era un gran riesgo confiar en esos contingentes de tropas, pero no hizo caso. Me dijo que esas tropas aliadas solamente serían empleadas para mantener el flanco a lo largo del Don desde Voronezh hasta el recodo sur, y desde Stalingrado hasta el mar Caspio, lo que eran, en su opinión, los sectores más fáciles de defender.

Así pues, las consideraciones económicas se impusieron a las estrictamente militares a la hora de determinar el punto donde Alemania renovaría su ofensiva en 1942. Por otro lado, y suponiendo que se lograra el objetivo de conquistar el Cáucaso, no se prestó excesiva atención al hecho de cómo ponerlo a disposición de las industrias alemanas, en un momento en que la capacidad de transporte naval estaba concentrada en su práctica totalidad en el Danubio con la producción rumana. La única acción en dicho sentido fue la creación de la Technische Brigade Mineralöl (Kaukasus), que se esperaba pudiese reparar cualquier daño que produjese la táctica soviética de tierra quemada a la capacidad petrolera del Cáucaso.

Por último, también se tuvieron en cuenta algunas consideraciones políticas, aunque más bien parecían los resultados oníricos de la fecunda imaginación del Führer que unos proyectos realistas habida cuenta de la evolución del conflicto. Entre dichos factores se encontrarían el de provocar la entrada en la guerra de Turquía o una invasión de Irán y Oriente Próximo a través de dichos territorios.

Entre todos los aspectos considerados, destaca la ausencia de un papel relevante de Stalingrado en la planificación. En la Directriz n.º 41 ni siquiera se menciona la ciudad en la descripción general del plan, y hay que esperar al apartado de la conducción de las operaciones para encontrar la primera referencia, mencionándose tan sólo que las unidades acorazadas avanzarían sobre la ciudad y que quedaría guarnecida con algunas divisiones alemanas, a diferencia del resto de la línea del Volga, que sería defendida por otras de los aliados del Eje. En aquel momento, la ciudad era únicamente un punto en el flanco defensivo del Grupo de Ejércitos Sur, y su importancia radicaba en la existencia de algunas fábricas de armamento que debían ser destruidas. Por tanto, la mayor parte de las fuerzas atacantes debían concentrarse en el ataque sobre el Cáucaso mientras que el grueso de las tropas aliadas se emplearía en la línea defensiva del Don, señal de la prioridad concedida a la conquista de los yacimientos petrolíferos del sur de la Unión Soviética. En palabras del general Von Kleist: «La captura de Stalingrado era subsidiaria al objetivo principal. Su única importancia era su ubicación, en el cuello de botella entre el Don y el Volga, donde era relativamente fácil contener un ataque desde el este de las fuerzas soviéticas sobre nuestro flanco. Al principio, Stalingrado tan sólo era un nombre en un mapa».

Sin embargo, parece ser que Hitler, enmascarando su idea para la ofensiva de 1942 incluso a sus mandos militares, comunicó al general Halder, jefe del OKH, que el objetivo principal era Stalingrado, y que el ataque al Cáucaso tan sólo era para asegurar el flanco. En concreto, y según las palabras del antiguo general alemán: «Hitler me dio una orden escrita mediante la cual me ordenaba la preparación de una ofensiva en el sur de Rusia para el verano de 1942. El objetivo principal era el río Volga en la ciudad de Stalingrado. Desde ese momento pusimos todo el énfasis en la conquista de dicho objetivo, dejando tan sólo una pantalla de tropas en el flanco sur del río Don».

Dicha afirmación bien podría ser un argumento a posteriori para justificar la absorción del esfuerzo militar del verano de 1942 por el frente establecido a orillas del Volga o, tal vez, no sea más que el reflejo de la política cambiante de Hitler al dar órdenes a sus subordinados. De una forma u otra, Fall Blau iba a dar comienzo sin tener claro cuál iba a ser el objetivo final de la operación.

LA ESTRUCTURA FINAL DE FALL BLAU

La estructura final para la gran ofensiva fue la de una operación en cuatro fases sucesivas. El primer paso lo darían el II Ejército y el IV Ejército Panzer al avanzar sobre Voronezh con el apoyo en segundo escalón del II Ejército húngaro. Tras capturar la ciudad, los blindados germanos girarían hacia el sur, coincidiendo con el avance del VI Ejército desde la zona de Kharkov y eliminarían la mayor parte de las fuerzas soviéticas al oeste del Don (Operación Clausewitz) mediante un gran cerco al estilo de las operaciones de 1941. Tras esta operación se llevaría a cabo un avance en dirección a Stalingrado, a fin de capturar o neutralizar la ciudad, cortando el tráfico naval por el Volga. Como se ha comentado anteriormente, en la planificación original no se hacía especial énfasis en la ciudad de Stalingrado, afirmándose tan sólo que se debía «tratar de alcanzar o, al menos, situarla bajo el fuego de la artillería pesada de tal manera que fuese eliminada como centro de producción de armamento y de tráfico en el futuro».

Tras alcanzar dicho punto, o bien conquistar la ciudad, se establecería una línea defensiva sobre el río Don, básicamente constituida por las fuerzas de los aliados del Eje (el VIII Ejército italiano, fuerzas rumanas y el II Ejército húngaro) reforzadas en algunos puntos por tropas germanas. Por último, se procedería a la conquista del Cáucaso, con el apoyo de fuerzas adicionales rumanas, hasta la línea Batum-Bakú, una vez se hubiese asegurado la zona de Stalingrado y el río Don. El apoyo aéreo correría a cargo de la totalidad de los Fliegerkorps IV y VIII; además, la Luftwaffe desplegaría su I Flak-Korps consistente en las reforzadas 9.ª y 10.ª Divisiones Antiaéreas.

La Directriz n.º 41 era un plan maestro que se basaba en una excesiva confianza por parte de Hitler, como demuestra el hecho de que se renunciase a utilizar la mayor parte del XI Ejército en el asalto al Cáucaso. Probablemente, el haber sobrevivido al invierno ruso, cuando anteriormente habían sucumbido a él tanto Napoleón como Carlos XII de Suecia, había enardecido los ánimos del Führer, además de llevarle a sobrestimar sus propias capacidades de mando militar.

Pero, por otro lado, dicha confianza también se basaba en asunciones que nada tenían que ver con la realidad, o que, directamente, negaban la evidencia tangible. Entre estas asunciones encontramos la subestimación de las fuerzas soviéticas, que se creían desgastadas por el invierno y las sucesivas contraofensivas rechazadas por las tropas germanas, o la capacidad productiva soviética. Así, cuando Hitler fue informado sobre los datos de producción de blindados de Moscú, que se estimaban entre seiscientas y setecientas unidades mensuales, perdió el control de sí mismo, exclamando que dicha cifra era imposible.

Tampoco se prestó demasiada atención a la escasa capacidad logística existente en el territorio, en el que únicamente existía una línea férrea capaz de reforzar a las unidades una vez iniciado el avance, lo que implicaba que, inevitablemente, el grueso del transporte debería efectuarse por vía aérea o mediante camiones. Dada la enorme distancia a cubrir por las fuerzas del Eje, así como la extensión del frente, solamente podía esperarse un gran retraso en la recepción de suministros una vez las fuerzas atacantes empezasen a distanciarse de sus puntos de partida. Si a este hecho añadimos el deplorable estado de las carreteras soviéticas, así como su escasez y el hecho de que la mayor parte del transporte germano era hipomóvil, el resultado solamente podía ser una pérdida de ímpetu, además de colapsos del avance por sectores, ya que resultaría imposible abastecer a la totalidad de las formaciones implicadas en el ataque. Así pues, aunque la defensa soviética se hundiese, las fuerzas atacantes no podrían explotar todas las oportunidades de persecución que se les ofreciesen, viéndose comprometidos los objetivos a alcanzar.

Pero el punto que mayor consternación causó entre los oficiales al mando del ataque fue el gran énfasis puesto en la contribución de los aliados del Eje para establecer la línea defensiva del Don y para apoyar el avance sobre el Cáucaso. Según el general (más tarde mariscal de campo) Paulus:

El Frente Sur en marzo de 1942.

Las tropas aliadas no estaban preparadas para tomar parte en una gran guerra moderna, y, en particular, en una como la que se desarrolló en las severas condiciones climatológicas del invierno ruso. Además, la opinión en los países aliados era contraria a enviar a sus tropas a luchar en el Volga y el Don. No resultaba fácil explicar, por ejemplo, a un soldado italiano por qué debía prestar servicio en la profundidad de la estepa rusa y bajo unas condiciones climáticas intolerables. Lo mismo se podía aplicar, generalmente, al resto de nuestros aliados. El II Ejército húngaro estaba compuesto de unidades transferidas sin ninguna consistencia desde otras formaciones del Ejército húngaro y con gran número de efectivos reclutados en regiones recientemente adquiridas por Hungría. La inevitable debilidad de una fuerza de dicha composición quedó de relieve de forma inmediata.

Esta necesidad también derivaba de la gran extensión del frente de avance, que hacía que los recursos alemanes fueran completamente insuficientes para mantener una cierta continuidad en el frente, siendo necesario rellenar los espacios entre formaciones de la Wehrmacht con unidades aliadas de menor poder combativo. Aunque Hitler confiase en que dichas formaciones de los satélites de Alemania tan sólo deberían hacer frente a unas fuerzas soviéticas debilitadas por el asalto germano, la respuesta de las mismas ante un contrataque soviético, especialmente si se utilizaban medios blindados de importancia, planteaba serios interrogantes a los altos mandos del ejército alemán.

Además de su menor poder combativo, algunas de las unidades enviadas por los aliados de Alemania presentaban otro problema, el de la manifiesta hostilidad entre ellas. Especialmente notorio era el caso de húngaros y rumanos, cuya tradicional animadversión se hizo patente desde el mismo momento en que Hitler requirió a sus aliados una aportación de tropas para el Frente del Este.

Eran, en definitiva, muchos puntos débiles en una ofensiva que debía cambiar el curso de la guerra en el Frente del Este y, por extensión, de toda la dimensión europea de la Segunda Guerra Mundial.

EL EJÉRCITO ALEMÁN EN LA PRIMAVERA DE 1942

A pesar de haber sobrevivido a la campaña invernal de 1941, la Wehrmacht había visto enormemente reducida su capacidad de combate. Entre el 22 de junio de 1941 y el 20 de enero de 1942, la Wehrmacht había sufrido 886.628 bajas como se ve en la Tabla I.

Tabla I

A estas pérdidas se debían añadir casi cien mil vehículos destruidos. Pero el mejor indicador de la importancia de dichas pérdidas era la imposibilidad de retomar la iniciativa en la totalidad del Frente del Este con una gran ofensiva al estilo de Barbarossa. En un esfuerzo por mantener la apariencia de los ejércitos germanos sobre el mapa, las unidades alemanas redujeron su fuerza nominal, reformando las divisiones según el esquema 1942. Esta restructuración implicaba que las divisiones de infantería pasaban a constar de siete batallones de infantería en lugar de los nueve anteriores, y las compañías de fusileros vieron reducida su fuerza de ciento ochenta a tan sólo ochenta efectivos.

Por el contrario, se decidió reforzar las fuerzas acorazadas, incrementando el número de carros de combate en varias divisiones. La reforma indicaba que las divisiones blindadas debían incorporar un tercer batallón acorazado, mientras que las divisiones de infantería motorizada añadirían un batallón blindado a su estructura orgánica. La cortapisa era que gran parte de dichos incrementos se producirían transfiriendo los nuevos batallones desde las unidades Panzer existentes en los Grupos de Ejército Centro y Norte, de manera que muchas de las divisiones blindadas en dichos Grupos quedaron reducidas a un único batallón de carros de combate.

A finales de abril de 1942, la Wehrmacht había conseguido solucionar, en gran parte, el problema numérico de los blindados. En febrero de 1942 tan sólo había 340 carros de combate operativos en todo el Frente del Este, a los que había que añadir otros 1.139 en reparación y 582 en tránsito como refuerzo; tan sólo tres meses después, el Heer disponía de 1.751 carros de combate en primera línea, con otros 1.161 en reparación y 536 en tránsito como refuerzo.

A tenor de las experiencias obtenidas contra los carros soviéticos KV-1 y T-34/76, se incrementó la producción de nuevos carros de combate armados con cañones capaces de superar el blindaje enemigo. Así, las formaciones acorazadas alemanas desplegaban en mayo de 1942, en el conjunto de todos los frentes, 2.068 tanques modelo Panzer III equipados con cañones de 50 y 75 milímetros y 609 Panzer IV con cañón de 75 milímetros. Pero, junto a ellos, seguían existiendo grandes cantidades de Panzer I y II (708 y 907 unidades respectivamente), completamente inútiles frente a los carros soviéticos. También se seguían empleando algunos Panzer III equipados con el prácticamente inútil cañón de 37 milímetros (125 unidades) y Panzer 38(t) (513 unidades).

A pesar de todos los esfuerzos, y según un informe emitido por el OKW el 6 de junio de 1942, la situación era crítica en varios aspectos generales de la Wehrmacht:

El déficit de personal del ejército de tierra en el Frente del Este el 1 de mayo ascendía a 625.000 efectivos, ya que no se han podido reponer las pérdidas de la campaña de invierno.

Las divisiones blindadas en los Grupos de Ejército Centro y Norte solamente disponen de un batallón de carros de combate cada una (aproximadamente entre 40 y 50 tanques)

[…]

Nuestro potencial de combate es menor del que disponíamos en 1941. Deberá ser compensado infligiendo al enemigo pérdidas aún más severas, un liderazgo superior y mayores esfuerzos por nuestras tropas, una mayor calidad de nuestras armas y un mayor énfasis en la defensa antitanque. Por estos medios podremos asegurar nuestra superioridad en los puntos decisivos donde decidamos concentrarlos.

Además, no se trataba tan sólo de un problema de cantidades, sino que la calidad del componente humano también había disminuido. A fin de cubrir los huecos dejados en las formaciones germanas, se habían incorporado a filas un gran número de reclutas de dieciocho o diecinueve años con apenas unas pocas semanas de entrenamiento básico, por lo que el propio OKW concluía que «debido a su diversa composición, falta parcial de experiencia de combate y carencias en su equipación, las unidades disponibles para la campaña de verano de 1942 no tendrán la efectividad en combate de la que se disponía al comienzo de la campaña del este».

Por otro lado, las fuerzas del Eje debían afrontar el nunca definitivamente resuelto tema de las deficiencias en los suministros. Las diferencias de ancho de vía y la enorme distancia hasta Alemania, hacían que las fuerzas del Eje fuesen extremadamente dependientes del suministro aéreo para complementar los transportes terrestres. En ausencia de una oposición aérea decidida, era una situación que, aunque presentaba algunas deficiencias, podía ser sobrellevada. Ahora bien, en el momento en que aumentasen las necesidades de suministro en otros frentes, como ocurrió en el momento en que se estableció el puente aéreo para reforzar y suministrar al Armée Afrika en Túnez, o se necesitase incrementar dicha capacidad, como ocurrió en Stalingrado a finales de 1942, todo el sistema se derrumbaría.

Como ponían de manifiesto los informes del OKW, el trazado ferroviario en el sur de la Unión Soviética era escaso, con apenas dos líneas de ferrocarriles principales con conexión a Alemania, vía Kiev y Varsovia. Esto hacía que cualquier acumulación de suministros para una nueva ofensiva en la zona fuese una tarea que requiriese tiempo y esfuerzos suplementarios por parte de la Luftwaffe, además de la necesidad de utilizar vías alternativas como cursos fluviales o carreteras, siempre muy alejadas de los estándares europeos y que provocaban un enorme desgaste de equipos y consumos adicionales de combustible. Pero el mayor problema se produciría una vez iniciado el ataque, puesto que a la escasez de infraestructuras se unirían, con toda probabilidad, las destrucciones soviéticas por la táctica de tierra quemada y la acción de los guerrilleros. Era una situación que ya se había producido con anterioridad, pero se descartó como un tema principal en la planificación, y, de hecho, en la Directriz n.º 41 ni siquiera se menciona, a pesar de que muchos de los altos mandos ya habían sufrido la falta de suministros, como el mariscal de campo Fedor von Bock escribía en su diario el 18 de febrero de 1942: «La situación del tráfico ferroviario continúa siendo tan mala, que cualquier acumulación de suministros para la estación de lluvias está fuera de lugar. He informado de ello al Alto Mando».

De hecho, en la víspera del desencadenamiento de Fall Blau, y a pesar de las promesas a los generales de que la situación mejoraría con la llegada de la primavera, el mariscal de campo Franz Halder anotaba en su diario: «Informe del general Wagner: Problema de combustible. Las estimaciones indican que la reserva de combustible para Blau solamente cubrirá hasta mediados de septiembre».

El sistema de transporte ferroviario de la Unión Soviética en 1942.

Otro punto que preocupaba enormemente a los generales alemanes eran los extremadamente ambiciosos objetivos para Fall Blau, habida cuenta de las fuerzas disponibles. De hecho, la mención en la Directriz n.º 41 del concurso de sustanciales fuerzas italianas, húngaras y rumanas provocó un rechazo entre el generalato alemán, consciente del limitado valor combativo de dichas unidades. Aunque se les asignase un papel meramente defensivo y tras la barrera natural que suponía el río Don, su carencia de equipos antitanque modernos hacía poco probable que pudiesen resistir un ataque soviético de cierta entidad. Cabe decir que se prometió a los aliados de Alemania reequipar parcialmente a estas divisiones con material más moderno, procedente en buena parte de los stocks capturados a franceses y soviéticos, algo que nunca sucedió.

Por otro lado, la existencia de dos ejes divergentes hacía que la fuerza del ataque se fuese diluyendo cuanto mayor fuese el avance, creándose un vacío entre ambas puntas de ataque que no era posible rellenar con ningún tipo de fuerzas.

Respecto a las fuerzas aliadas del Eje comprometidas para la ofensiva de 1942, eran, fundamentalmente, las provenientes de Hungría, Italia y Rumanía, aunque también se incorporó al ataque la 1.ª División de Infantería (Móvil) eslovaca, integrada en el 1.er Ejército Panzer. Todas ellas tenían asignados papeles secundarios, al menos inicialmente, limitándose a mantener la unión entre las principales formaciones germanas.

Las fuerzas aliadas de Alemania se convirtieron, pues, en parte central de la planificación de Fall Blau, tanto por su número como por su posterior papel en el cerco y destrucción del VI Ejército en Stalingrado. Además de la ya comentada presencia de la división eslovaca, se produjeron las siguientes aportaciones:

II Ejército húngaro, bajo el mando del general Gustáv Jány. Situado en segundo escalón para el avance sobre Voronezh y después como fuerza de enlace entre los VI y II Ejércitos alemanes. Fuerza de diez divisiones, unos 209.000 efectivos. Nueve divisiones de infantería, distribuidas en los Cuerpos de Ejército III (6.ª, 7.ª y 9.ª), IV (10.ª, 12.ª y 13.ª) y VII (19.ª, 20.ª y 23.ª), con la 1.ª División Blindada como reserva.VIII Ejército italiano bajo el mando del general Gariboldi. Fuerza de diez divisiones. 229.000 efectivos. Dividido en cuatro cuerpos principales: Grupo de Caballería (Regimientos Savoia y Lancieri di Novara), II Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 2.ª Sforcesca, 3.ª Ravenna y 5.ª Cosseria), XXXV Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 9.ª Pasubio, 52.ª Torino y 3.ª (Celere) Principe Amedeo Duca d’Aosta) y Corpo Alpino (Divisiones Alpinas 3.ª Julia y 4.ª Cuneense y División de Infantería 156.ª Vicenza).III Ejército rumano bajo el mando del general Dumitrescu. Subordinado al XVII Ejército alemán. 110.000 efectivos. Diez divisiones, dos de caballería y ocho de infantería, organizadas en cuatro cuerpos de ejército: I Cuerpo de Ejército (7.ª y 11.ª Divisiones de Infantería), II Cuerpo de Ejército (9.ª y 14.ª Divisiones de Infantería), IV Cuerpo de Ejército (1.ª División de Caballería y 13.ª División de Infantería) y V Cuerpo de Ejército (5.ª y 6.ª Divisiones de Infantería). Reserva: 7.ª División de Caballería y 15.ª División de Infantería.IV Ejército rumano bajo el mando del general Constantinescu. 88.000 efectivos. Siete divisiones, incluyendo cuatro de infantería, una blindada y dos de caballería. Dividido en VI Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 1.ª, 2.ª, 4.ª y 18.ª) y VII Cuerpo de Ejército (Divisiones de Caballería 5.ª y 8.ª). Reserva: 1.ª División Acorazada Gran Rumanía. Control nominal de la 20.ª División de Infantería, asignada al IV Cuerpo de Ejército alemán.Otras fuerzas rumanas: 90.000 efectivos, distribuidos en ocho divisiones, incluyendo cuatro divisiones de montaña, dos de caballería y dos de infantería. Cuerpo de Montaña en Crimea (10.ª División de Infantería, 1.ª y 4.ª Divisiones de Montaña), 2.ª División de Montaña (asignada al 1.er Ejército Panzer alemán), Cuerpo de Caballería, asignado al XVII Ejército alemán (6.ª y 9.ª Divisiones de Caballería y 19.ª División de Infantería) y 3.ª División de Montaña, asignada al V Cuerpo de Ejército alemán.369.º Regimiento de Infantería croata (reforzado). Unos 5.000 efectivos, asignado a la 100.ª División de Infantería (ligera) alemana.

A pesar de su significativa aportación numérica, la calidad no iba pareja. La opinión general entre los oficiales alemanes era que se trataba de tropas con graves déficits de equipo, entrenamiento y moral en las que no se podía confiar en exceso ni otorgarles papeles relevantes en la conducción de ofensivas. Por ejemplo, el VIII Ejército italiano era visto como «mal pertrechado y poco habituado a luchar en un terreno como el ruso, soportando temperaturas bajísimas», y en el que, sobre todo, «resultaba muy difícil hacerle comprender a un soldado italiano por qué motivo se le destinaba precisamente a él a luchar en la inmensidad de la estepa rusa». Especialmente difícil debía resultar la campaña para unos soldados que calzaban zapatos de cartón mientras en Italia se podían adquirir artículos de cuero.

Tampoco el ejército húngaro escapaba a la visión peyorativa de los mandos alemanes, para los cuales se trataba de «una unidad heterogénea compuesta por las más diversas unidades del Ejército húngaro. En su mayor parte, los soldados habían sido reclutados en los territorios anexionados recientemente por Hungría». Y, por si fuera poco, debía evitarse que las fuerzas rumanas entrasen en contacto con las húngaras, dado que las animadversiones nacionales entre ambos países hacían factible el estallido de un enfrentamiento armado entre ambos contingentes.

Sin embargo, y para ser justos, la visión tradicional siempre ha tendido a minusvalorar la aportación de dichos contingentes. Influenciada en su mayor parte por las memorias de altos mandos de la Wehrmacht, ha centrado en rumanos, italianos y húngaros la responsabilidad de la derrota de Stalingrado, muchas veces sin realizar un análisis objetivo de la actuación de dichas tropas. Desde mi punto de vista, y dado su equipo, moral y fuerzas a las que se enfrentaron, la actuación de los aliados del Eje no fue brillante, es cierto, pero tampoco el absoluto desastre que muchos han querido transmitir. Por ejemplo, el III Ejército rumano resistió durante más de veinticuatro horas el asalto soviético a finales de noviembre de 1942, a pesar de no poseer prácticamente ni un solo cañón antitanque (ATG) capaz de lidiar con los T-34 soviéticos y encontrarse en una abrumadora inferioridad numérica, además de no poder contar tampoco con apoyo aéreo alguno. Si la propia Wehrmacht, infinitamente mejor equipada y entrenada, no pudo rechazar el asalto soviético, ¿qué podía esperarse de las fuerzas aliadas, básicamente de infantería con carros de combate (cuando los había) completamente obsoletos y cañones que no podían penetrar el blindaje de los blindados soviéticos? Y aun así, en muchos casos, aguantaron firmes en sus posiciones y murieron a millares intentando contener la avalancha soviética.

Dejando de lado los contingentes aliados, las fuerzas germanas destinadas a Fall Blau debían estar listas a finales de junio de 1942 para lanzarse a la ofensiva. En concreto se trataba de:

II Ejército bajo el mando del general Von Weichs. LV Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 45.ª, 95.ª y 299.ª); control nominal de la 387.ª División de Infantería, subordinada al II Ejército húngaro como refuerzo. Su reserva estaba formada por la 88.ª División de Infantería, más tarde complementada por las Divisiones de Infantería 323.ª, 340.ª y 383.ª, enviadas desde la reserva general del OKH.VI Ejército bajo el mando del general Von Paulus. LI Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 44.ª, 62.ª, 71.ª y 297.ª), XVII Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 294.ª, 376.ª y 389.ª), VIII Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 79.ª, 113.ª, 305.ª y 336.ª), XXIX Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 57.ª, 75.ª y 168.ª).XVII Ejército bajo el mando del general Von Salmuth. XIV Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 76.ª y 298.ª), IV Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 9.ª, 94.ª, 111.ª y 295.ª) y XLIX Cuerpo de Montaña (198.ª División de Infantería, 1.ª y 4.ª Divisiones de Infantería de Montaña). A principios de julio recibió el LII Cuerpo de Ejército, consistente en una única división de infantería, la 370.ª.1.er Ejército Panzer bajo el mando del general Von Kleist. XLIV Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 73.ª, 257.ª y 384.ª) y III Cuerpo Panzer (Divisiones Blindadas 3.ª, 13.ª y 23.ª, 1.ª División Panzer de las Waffen-SS Leibstandarte Adolf Hitler). Como reserva, disponía de la 68.ª División de Infantería. En agosto, la Leibstandarte fue transferida a Francia, siendo remplazada por la 5.ª División Panzer de las Waffen-SS Wiking.4.º Ejército Panzer bajo el mando del general Hoth. XXIV Cuerpo Panzer (9.ª División Blindada, 377.ª División de Infantería y 3.ª División Motorizada), XLVIII Cuerpo Panzer (14.ª, 16.ª y 24.ª Divisiones Blindadas) y XIII Cuerpo Panzer (11.ª División Blindada, 82.ª División de Infantería). En reserva la 385.ª División de Infantería, a la que se uniría en agosto la 371.ª División de Infantería.XI Ejército (parte) bajo el mando del general Von Manstein. LIV Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 22.ª, 24.ª, 50.ª y 132.ª), XLII Cuerpo de Ejército (46.ª División de Infantería), XXX Cuerpo de Ejército (Divisiones de Infantería 72.ª y 170.ª). De las anteriores formaciones, desplegadas en Crimea, las Divisiones 22.ª y 170.ª fueron transferidas en agosto al sector de Leningrado, uniéndose a ellas en octubre la 24.ª División.

Las fuerzas del Eje se aproximaban al millón de efectivos, de los que casi tres cuartas partes eran fuerzas aliadas no germanas; el número de blindados sobrepasaba los mil novecientos y se contaba con el concurso de la Luftflotte 4 al completo, unos mil seiscientos aparatos.

De hecho, la Luftwaffe había concentrado el 61 % de su fuerza total en el Frente del Este en apoyo de la ofensiva, pero numéricamente apenas podía igualar a las fuerzas de la aviación soviética presentes en la zona. Para obtener la supremacía aérea sobre el frente, la Luftflotte 4 contaba, como puede apreciarse en la tabla anterior, con un total de 393 aparatos de caza, al menos sobre el papel (v. Tabla II). Sin embargo, y al igual que sucedía con las fuerzas de tierra, la realidad era muy diferente, ya que apenas algo más de la mitad de dicha cifra eran aparatos que podían levantar el vuelo; el resto se encontraban en reparación o bien en tránsito desde las fábricas.

Tabla II

Además de las fuerzas de caza, la Luftflotte 4 desplegó un gran número de escuadrones de bombardeo, destinados tanto al apoyo táctico como al bombardeo estratégico como se puede observar en la Tabla III:

Tabla III

Idéntica situación a las fuerzas de caza se presentaba con el orden de batalla para las fuerzas de ataque aéreo. De los 450 bombarderos horizontales y los 298 aparatos de apoyo cercano, tan sólo estaban operativos 214 horizontales y 190 en picado. Dada la dependencia de las fuerzas de tierra del apoyo aéreo cercano, poco se podía confiar en desafiar la superioridad numérica blindada soviética mediante el concurso de la Luftwaffe en la totalidad del frente. Solamente la menor experiencia de combate de los pilotos soviéticos y la inferioridad tecnológica de sus aparatos de primera línea, aunque esta era cada vez menor, podían ser factores que desequilibrasen la balanza a favor de la fuerza aérea germana.

Similar situación se presentaba a la hora de contar con el concurso del transporte aéreo, con apenas 156 aparatos disponibles. Tal y como hemos comentado anteriormente, dadas las enormes distancias a cubrir y las carencias ferroviarias y viarias de la zona, el transporte aéreo debía ser clave, pero la Luftwaffe no podía cubrir todas las demandas existentes de aprovisionamiento mediante el venerable transporte Junkers 52, un modelo cuyo primer vuelo se produjo ya en 1931.

Tabla IV

Otra fuerte dependencia de las fuerzas terrestres de la aviación era en el aspecto del reconocimiento (v. Tabla V), especialmente importante en el Frente del Este dadas las enormes distancias a cubrir. Para Fall Blau, la Luftwaffe desplegó 191 aparatos de los siguientes escuadrones de reconocimiento (103 operativos):

Tabla V

A nivel terrestre, de las fuerzas originales, quince divisiones estaban consideradas como de primera clase, con el cien por cien de sus efectivos y equipos, incluyendo seis divisiones Panzer y motorizadas; diecisiete divisiones de infantería y diez blindadas o motorizadas estaban consideradas de segunda categoría, unidades que no habían podido remplazar totalmente tropas y equipos perdidos durante el invierno y que no habían podido ser retiradas del frente para descansar y reconstituirse. Por último, otras diecisiete divisiones de infantería estaban consideradas de tercera clase, con fuerzas reales por debajo de las especificadas en las tablas de organización, llegando incluso a un cincuenta por ciento de la fuerza teórica nominal de que debían disponer. El déficit de efectivos en vísperas del asalto alcanzaba la sorprendente cifra de seiscientos veinticinco mil hombres, mostrando claramente que la reconstitución de las fuerzas del Heer era una realidad a medias.

Respecto al resto de equipos, el Grupo de Ejércitos Sur vio reconstituida al completo su dotación de artillería, aunque al coste de reducir las baterías del resto de fuerzas germanas de cinco piezas a cuatro y utilizar gran parte de los stocks de cañones capturados, en especial piezas ATG de 76 milímetros soviéticas recalibradas para aceptar los proyectiles alemanes de 75 milímetros. En carros blindados, se disponía en total de trescientos sesenta menos que en 1941, pero los modelos eran más modernos (básicamente Panzer III y IV con cañón largo de 75 mm, mientras se retiraron gran parte de los obsoletos Panzer I y II).

Sin embargo, el gran talón de Aquiles de la Wehrmacht continuaba siendo el transporte, con 37.500 vehículos a motor menos y con graves déficits en el transporte hipomóvil, a pesar de la requisa de 250.000 animales de tiro. No cabe duda que, para una operación tan ambiciosa como era Fall Blau, estas carencias ponían en entredicho, desde el mismo momento de su concepción operativa, la posibilidad de alcanzar los objetivos planteados.

LA RESURRECCIÓN DEL GIGANTE CON LOS PIES DE BARRO

El ejército soviético había conseguido sobrevivir al ataque inicial de la Wehrmacht y sus aliados en 1941, aunque el precio pagado había sido extraordinariamente elevado. A pesar de haber conseguido evitar su aniquilación, los números continuaban estando en contra de la Unión Soviética.

Tabla VI

Sin embargo, las anteriores cifras, que se suelen hallar con frecuencia en la historiografía de la Segunda Guerra Mundial, han de tratarse con precauciones. En el ánimo de las publicaciones soviéticas a partir de 1945 estaba la necesidad de demostrar el terrible precio pagado por la Unión Soviética a partir de 1941 y hasta el final de la Gran Guerra Patriótica. La siguiente tabla se ha elaborado, de forma comparativa, entre diferentes fuentes, y ofrece una visión completamente diferente de los datos aportados por G. K. Zhukov:

Tabla VII

El mayor problema para las fuerzas soviéticas no era ya la inferioridad numérica, ni la calidad de sus equipos, en muchos casos superiores a los alemanes, sino la inexperiencia de sus tropas y sus mandos, incapaces de contrarrestar la flexibilidad táctica germana. A nivel estratégico, el Stavka o Alto Estado Mayor soviético, presidido por Stalin, continuaba creyendo que una renovación de la ofensiva alemana en 1942 volvería a tener por objetivo la captura de Moscú. Por tanto, la mayor parte de las reservas soviéticas se concentraron frente a la capital, en la zona de Smolensko, y la propia capital.

Mientras los alemanes desarrollaban sus planes para Fall Blau, también prestaban atención a la concentración de fuerzas soviéticas frente a Moscú, en especial el Frente de Bryansk. Al estar situado frente al punto de unión entre los Grupos de Ejército Centro y Sur, las fuerzas del Frente de Bryansk podían amenazar el avance del Grupo de Ejércitos Sur acudiendo en apoyo de los otros frentes soviéticos en el momento de iniciarse la ofensiva. Por tanto, constituía una fuerza que Alemania debía vigilar atentamente en su planificación del ataque.

La suma de los efectivos de los Frentes del Sur, Suroeste y Bryansk ascendía a 81 divisiones de infantería, 12 divisiones de caballería, 38 brigadas de infantería y 62 brigadas de tanques. Además, el Frente del Cáucaso aportaba otras 17 divisiones de infantería, tres divisiones de caballería, tres brigadas de infantería y otras tres de tanques. La reserva de la Stavka se calculaba en otros cuatro ejércitos completos.

Se estimaba que dicha acumulación de efectivos podía responder a una continuación de la ofensiva invernal soviética con dos posibles objetivos:

Un ataque desde la zona de Smolensko hacia el oeste con el objetivo de alejar la línea del frente de Moscú y, posteriormente, amenazar la retaguardia del Grupo de Ejércitos Sur.Ataque desde la zona centro hacia el sur, para aislar y aniquilar el Grupo de Ejércitos Sur.

Sin embargo, las fuerzas soviéticas, impresionantes sobre el papel, presentaban toda una serie de problemas que limitaban en gran medida su operatividad. A la escasa habilidad de gran parte de los mandos superiores en la táctica de armas combinadas se unía la falta de personal y de armas automáticas en gran parte de las unidades. Para el Alto Mando germano, la combinación de dichos déficits con las pérdidas sufridas en 1941 dejaba al ejército soviético en un estado muy inferior al de las fuerzas alemanas, que afrontaban Blau, en opinión del OKW, con suficientes garantías de éxito.

Curiosamente, el Stavka pensaba lo mismo sobre las fuerzas del Eje, por lo que se decidió a lanzar una ofensiva esperando desarticular cualquier posible movimiento ofensivo germano antes de que se llegase a producir. La adopción de una postura ofensiva por parte del Ejército Rojo, defendida principalmente por el mariscal Timoshenko, encontró una seria oposición por parte de algunos altos mandos soviéticos, como el mariscal Shaposhnikov, que defendían la necesidad de seguir manteniendo una postura defensiva. Sin embargo, Stalin pensaba aún en términos de una campaña rápida que expulsase a los alemanes de los territorios que seguían ocupando en la Unión Soviética, por lo que se inclinó por las tesis defendidas por Timoshenko. Esta actitud preocupó en extremo a un Shaposhnikov que opinaba posteriormente que dicha postura:

[…] resultó en un gasto intolerable de fuerzas. Los sucesos a los que dio lugar en el verano de 1942 demostraron claramente que, si solamente se hubiera pasado temporalmente a una política de defensa estratégica a lo largo del frente germano-soviético y si se hubiese rechazado emprender acciones ofensivas [como por ejemplo la ofensiva de Kharkov], el país y sus fuerzas armadas se habrían ahorrado serias derrotas, podríamos haber tomado de nuevo la ofensiva mucho antes y, tal vez, recuperar la iniciativa.

Para el oficial soviético, la postura defensiva a adoptar durante la primavera y el verano de 1942 estaría destinada a «la creación de poderosas, entrenadas reservas y la acumulación de armamento, munición, carros de combate, aviones y otros equipos de combate, así como el necesario material con el que suministrar a las tropas en las subsiguientes ofensivas».

Resulta irónico comprobar cómo, tanto en el bando soviético como en el germano, los estados mayores abogaban por mantener una postura defensiva, mientras que eran Hitler y Stalin los que presionaban por actitudes ofensivas. Para los militares profesionales, sus ejércitos se encontraban poco preparados para llevar a cabo los deseos de los máximos mandatarios, por lo que afrontaban las órdenes con extrema cautela y enormes reservas en cuanto a su resultado final.

Las órdenes de Stalin constituían una apuesta extremadamente arriesgada, basada, sobre todo, en la asunción que el ejército germano aún no se había recuperado de los efectos del invierno de 1941-1942. Como pronto se comprobaría, esa hipótesis se iba a revelar trágicamente errónea para los soldados del Ejército Rojo.

Capítulo 2

Operaciones preliminares

Antes de que diera comienzo Fall Blau, la Directriz 41 establecía la necesidad de llevar a cabo una serie de operaciones preliminares destinadas a mejorar la posición de partida de las fuerzas del Eje a la hora de acometer sus objetivos.

En primer lugar, se debía completar la captura de la península de Kerch (Operación Trappenjagd) y la ciudad de Sebastopol (Operación Störfang), con el objetivo de disponer de otra base de lanzamiento de la invasión del Cáucaso con parte del XI Ejército del general (más tarde mariscal de campo) Erich von Manstein, al mismo tiempo que se protegía el avance del Grupo de Ejércitos Sur de un hipotético ataque por la retaguardia proveniente de Crimea. Adicionalmente, la caída de la fortaleza del mar Negro permitiría a la Luftwaffe atacar tanto la Flota Soviética del mar Negro como el tráfico mercante de la zona, además de alejar las bases de bombarderos soviéticos de los campos petrolíferos de Rumanía. El inicio de la ofensiva se dispuso para el 8 de mayo, con una duración estimada de doce días.

Mientras aún se encontrase en desarrollo Trappenjagd, se procedería al lanzamiento de la Operación Friederichus I, que debía dar comienzo el 17 de mayo, estimándose en once días su duración. El objetivo era la eliminación del saliente de Izyum, permitiendo así recortar el frente y eliminar algunas divisiones del orden de batalla soviético. Dicha operación correría a cargo de las fuerzas combinadas del VI Ejército del general Von Paulus y el 4.º Ejército Panzer del general Ruoff (remplazado a finales de mayo por el general Hermann Hoth).

Operaciones preliminares para Fall Blau.

Concluidas las dos operaciones anteriores, el VI Ejército lanzaría una nueva ofensiva (Operación Wilhelm) para capturar una cabeza de puente sobre el Donets en la zona de Wolchansk. La operación daría comienzo el 10 de junio, y sería de corta duración, apenas cinco días.

Por último, se procedería a un ataque conjunto del 1.er Ejército Panzer y el VI Ejército en la zona de Kupiansk (Operación Friederichus II), entre el 22 y el 26 de junio, llevando a cabo la última rectificación de líneas antes del inicio de Fall Blau. Una vez finalizadas todas estas operaciones bélicas, solamente quedaría llevar a cabo la limpieza de la península de Kerch para tener dispuesto el tablero de la gran partida estratégica que iba a ser la ofensiva de verano de 1942.

LA CONQUISTA DE CRIMEA: OPERACIÓN TRAPPENJAGD

La conquista de Crimea era una operación que se planificó para ser de corta duración, puesto que debía estar resuelta en menos de dos semanas. Para completar la conquista, las fuerzas germano-rumanas debían, en primer lugar, acabar la limpieza de la península de Kerch, para, posteriormente, volver sus fuerzas contra la ciudad-fortaleza de Sebastopol.

Las fuerzas del Eje encargadas de llevar a cabo la operación estaban compuestas por el XI Ejército del general Erich von Manstein, en el que figuraban importantes contingentes rumanos de apoyo. Frente a ellos, se desplegaban los ejércitos soviéticos 44.º del general Cherniak, el 47.º del general Kolganov y el 51.º del general Lvov. En total, 260.000 efectivos, apoyados por 347 carros de combate, 3.500 piezas de artillería y 400 aviones.

La razón subyacente a la decisión de ocupar en su totalidad la península de Crimea era, una vez más, la preocupación por el petróleo. Crimea era vista por Hitler como una especie de portaaviones que habilitaba a la fuerza aérea soviética para atacar los vitales campos de petróleo rumanos. De hecho, la Fuerza Aérea Soviética (Voyenno-Vozdushnye Sily [VVS]) ya había realizado algunos ataques sobre Rumanía partiendo de las bases aéreas de Crimea. Dichos bombardeos resultaron completamente inefectivos tanto por la potencia de las defensas terrestres y aéreas como por el escaso volumen de aparatos empleados y su obsolescencia, pero alertaron a Hitler sobre la vulnerabilidad de su fuente principal de combustible.