Orgasmo mágico - Jorge Pareta Fernández - E-Book

Orgasmo mágico E-Book

Jorge Pareta Fernández

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Beschreibung

El libro Orgasmo Mágico (Eva descubre el más poderoso de los secretos del sexo y la vida) cuenta la historia de una adolescente que busca en el sexo el secreto del amor, pero tiene problemas con el orgasmo. Sueña con tener éxito en la vida, construir una familia, sentirse comprendida, segura, amada y feliz, pero le falta información y comete graves errores, dejándose perseguir por el pasado... Al leerlo, el lector descubrirá «la increíble y única cuestión que no puede dejar de tener en cuenta para el éxito en el sexo y en la vida». La obra está dirigida a lectores de ambos sexos, madres, padres y maestros. Aunque es una obra de ficción, está inspirada en hechos y personas reales. La información contenida en la misma puede servir de autoayuda, de superación personal, de sanación emocional, así como contribuir a desarrollar el poder de la mente en el amor, a la supervivencia de la relación de pareja, a mejorar la autosugestión, el amor propio, la espiritualidad, los valores en la pareja, y el conocimiento del orgasmo femenino; no obstante, su contenido no debe considerarse como sustituto de las recomendaciones de los profesionales de la salud, sino como un complemento.

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Seitenzahl: 311

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Edición: Raysa Martínez Ladrón de Guevara

Diagramación: Rafael Lago Sarichev

Cubierta: Jorge Pareta Fernández

© Jorge Pareta Fernández, 2022

© Sobre la presente edición: Ediciones Cubanas Artex, 2022

ISBN E-book versión ePub: 9789593141796

Queda prohibido todo tipo de reproducción o distribución

del contenido sin la autorización de la Editorial. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Ediciones Cubanas, ARTEX SA

5ta. Ave., esq. a 94, Miramar, Playa, Cuba

E-mail: [email protected]

Telf: (53-7) 204 5492, 204 3586, 204 4132

Sinopsis

El libro Orgasmo Mágico (Eva descubre el más poderoso de los secretos del sexo y la vida) cuenta la historia de una adolescente que busca en el sexo el secreto del amor, pero tiene problemas con el orgasmo. Sueña con tener éxito en la vida, construir una familia, sentirse comprendida, segura, amada y feliz, pero le falta información y comete graves errores, dejándose perseguir por el pasado... Al leerlo, el lector descubrirá «la increíble y única cuestión que no puede dejar de tener en cuenta para el éxito en el sexo y en la vida». La obra está dirigida a lectores de ambos sexos, madres, padres y maestros. Aunque es una obra de ficción, está inspirada en hechos y personas reales. La información contenida en la misma puede servir de autoayuda, de superación personal, de sanación emocional, así como contribuir a desarrollar el poder de la mente en el amor, a la supervivencia de la relación de pareja, a mejorar la autosugestión, el amor propio, la espiritualidad, los valores en la pareja, y el conocimiento del orgasmo femenino; no obstante, su contenido no debe considerarse como sustituto de las recomendaciones de los profesionales de la salud, sino como un complemento.

Índice

Sinopsis

Agradecimientos

Prefacio

Capítulo 1. ¿Qué me sucede?

Capítulo 2. ¿Es el sexo tan importante?

Capítulo 3. ¿Llegó el amor?

Capítulo 4. El poder de la mente

Capítulo 5. Las apariencias engañan

Capítulo 6. Hay piedras en el camino

Capítulo 7. Amarse a sí misma

Capítulo 8. La despedida

Testimonios

Sobre el autor

Agradecimientos

Mi dedicatoria y agradecimiento a ti, que estás leyendo. Sin tus ojos recorriendo estas líneas nada tendría sentido. Espero que te lleves a cambio algo de valor. Me siento afortunado porque estoy compartiendo contigo lo que me apasiona. A quienes me confiaron sus vivencias personales. A los «lectores cero», que me brindaron valiosas opiniones.

A mi esposa María Bedelia Romero Franco, a mis hijos Jorge y Carlos y a mi nuera Zaira Armas. A los nietos Adriana y Fabio, y también a Diego Reuel Domínguez, hermanito de Adriana y su mamá Roxana Hernández. A mi cuñado Felipe Bedevia, a todos los que de alguna manera me apoyaron. A mi familia y amigos de todas las épocas.

A la poetisa y escritora Juanita Conejero y a la comunicadora social y periodista colombiana Noris Quinto.

A los psicoterapeutas que relaciono a continuación: Beatriz Torres, presidenta, y Ada Alfonso, vicepresidenta de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria de Estudios de la Sexualidad (SOCUMES); Ana M. Cano y Elvia de Dios, del Centro Nacional de Estudios de la Sexualidad (CENESEX); Liliana Rosado, del hospital Borrás-Marfan de La Habana; así como a Sabino Delgado y Marilady Pulido, de España, y Cecilia Peregrina Bancalari, de México.

Al jurista Dayron R. Domínguez, la socióloga Iyamira Hernández, la doctora Mayra Pérez y al poeta mexicano Ernesto Rubiel.

A continuación, nombro a algunos de mis amigos, a quienes agradezco su constante apoyo. Son muchísimos más: Roberto Acuña, Milagros Bizet, Alejandro Cabo, Frank Campos, Francesco Fontana, Julio García, Gerardo Gavidia, Guicela Gavidia, Yury Gutiérrez, Abraham Herrera, Ramón Horta, Brian Kerr, Sonia Laíño, Raúl de León, Daniela Osorio, Carlos Peniche, Myrka Quintans, Giraldo Uffo y Carmen Yáñez.

A la editorial Ediciones Cubanas de Artex SA.

Prefacio

Déjame contarte algo… Nunca había pensado tanto en la importancia de la novela Orgasmo Mágico que estaba escribiendo, hasta que mi nieta Adriana, cuando contaba con seis años y ocho meses me preguntó: «Abuelo, ¿tú y abuela se casaron y fueron muy felices por siempre?».

Esa simple pregunta me hizo viajar por el tiempo y luego de responderle: «Sí, así ha sido», mi mente recorrió los cuarenta y nueve años de unión con Bede, cargados de amor, pasión, ilusiones, sueños, emociones, besos, abrazos, «te amo», «yo también», errores, disgustos, reconciliaciones, perdones, tolerancia, más besos, más abrazos, más «te amo», más «yo también», «te cuido», «yo cocino hoy», los obstáculos que sorteamos tomados de las manos, los hermosos recuerdos, los hijos y nueras estupendos, una nieta y un nieto maravillosos…

En la adolescencia me preguntaba: ¿Será normal masturbarse?, ¿cómo enamorar a una muchacha?, ¿cómo se hace el amor?, ¿es el sexo la vía para demostrar amor a la pareja?, ¿cómo funciona el orgasmo? Esos temas no se conversaban con los padres ni con los maestros; había que aprenderlos mediante la observación silenciosa de lo que hacían los amigos «más exitosos».

Luego llegaron las relaciones sexuales. No me daba cuenta de lo importante de conocer: ¿Cómo cuidarme de una infección de transmisión sexual?, ¿cómo cuidar a mi pareja de un embarazo no deseado?, ¿en qué consiste el abuso sexual?, ¿qué son los valores en una relación de pareja?, ¿cómo satisfacer a una mujer?...

Años después, conocí a Bede y nunca me separé de ella, porque «supe» que había encontrado a la mujer de mi vida. Por suerte, a ella también le sucedió algo parecido. Tuvimos que adaptarnos para la vida en pareja. Me propuse rectificar mi pensamiento machista. ¡Trabajo me costó!, ¡paciencia la de ella!

Por largo tiempo ambos sentimos algo comparable a estar a bordo de un frágil bote. Nos adentrábamos en el océano sin saber a dónde nos dirigíamos. En altamar tuvimos que enfrentar tormentas. A veces el bote se dañaba, pero tratábamos de no perder el rumbo. Con pena nos cruzábamos con muchos botes hundidos.

Desde temprano estábamos conscientes de que teníamos mucho por aprender acerca de las relaciones de pareja, pues el destino se construye, no llega «de arriba». Si no te esfuerzas por aprender, ¡prepárate para sufrir, sin saber hacia dónde ir!

Nos resultó muy interesante leer una buena cantidad de publicaciones y participar en conferencias y cursos sobre temas diversos, destacándose los relacionados con psicología, psicoanálisis, el poder de la mente, las emociones, sanación energética, los valores en las relaciones de pareja, sexo, feng-shui y medicina alternativa.

A pesar de nuestro esfuerzo, no podíamos evitar algunos golpes que nos daba la vida. Un día descubrimos lo que nos pareció ser «el más importante de los secretos del sexo y la vida».

Opino que para analizar las relaciones de pareja no se debe dejar fuera los aspectos energéticos. Quizás mis estudios de Ingeniería en Telecomunicaciones y el tema de las señales y las antenas influyeron en mi manera de ver todo. Al mirarnos por dentro con un microscopio muy potente descubrimos átomos, partículas sub-atómicas y campos de energía, que cumplen las leyes del Universo. Todo está interconectado en la Naturaleza.

A veces piensas en alguien que no ves desde hace años y de momento esa persona te está llamando al móvil. O como me sucedió años atrás: iba en mi auto con mi esposa y de pronto le dije: «tengo que llamar a alguien». Me dirigí a un teléfono público y marqué el primer número que me vino a la mente. Era el de una amiga que vivía a pocas cuadras de allí. Me respondió llorando desesperada porque su hija había recibido una pedrada en un ojo y necesitaba llevarla de urgencia al hospital…

Cuando fui a cursar un doctorado en Budapest, Hungría, necesitaba información para discutir un tema de Filosofía ante un tribunal. En esa época no existía internet. Salí a recorrer librerías. De momento me vi frente a una, era majestuosa, me paré en la puerta y observé hacia su interior. Mi vista, en vez de deslumbrarse con hermosos libros ubicados a la entrada, se dirigió hacia el piso inferior de un estante a unos pocos metros donde había un solo libro, cubierto de polvo. Me dirigí allí y cuando lo tomé estaba en español y contenía todo lo que necesitaba saber para prepararme. ¡Obtuve nota de excelente!

A mi criterio, las religiones tienen su trasfondo energético asociado al Universo.

En determinado momento me propuse divulgar mis puntos de vista acerca de lo que habíamos aprendido. Eso me permitía ayudar a quienes deseaban ser felices con su pareja y mantener una relación estable y duradera.

En 2008 publiqué por Internet Cómo Amarla y Satisfacerla y en 2009 Más Allá del Sexo. Muchos lectores me comentaron sus problemas, y me enviaron opiniones…

En 2011, con las ideas mejor organizadas y enriquecidas, publiqué, también en Internet Cómo se Hace el Amor con Amor (Los 7 secretos de las parejas felices). Allí explico la importancia de la espiritualidad en una relación, cómo encontrar pareja, cómo satisfacer a una mujer, qué hacer cuando la relación no funciona bien y cómo tener salud sexual... ¡Qué aceptación tuvo!

La publicación del libro en Cuba por Ediciones Cubanas de Artex SA en 2015 también resultó exitosa y se reimprimió en 2018.

En 2020 escribí Esta Vez Seré Feliz (Haz Mágica tu relación), que va ganando popularidad. Esta obra te sugiere cómo aprovechar el poder de tu mente para mejorar la relación de pareja.

A finales del mismo año surge la idea de Orgasmo Mágico. Mi reto era transmitir a través de una amena historia, aspectos básicos y valores de la vida en pareja. Espero que te guste. Léela más de una vez y utilízala como regalo a tus seres queridos, porque les sorprenderá y te lo agradecerán.

Aquí te cuento la historia de una adolescente, que busca en el sexo el secreto del amor, pero tiene problemas con el orgasmo. Sueña con tener éxito en la vida, construir una familia, sentirse comprendida, segura, amada y feliz. Le falta información, comete graves errores y el pasado la persigue... Al leerlo, descubrirás «la increíble y única cuestión que no puedes dejar de tener en cuenta para el éxito en el sexo y en la vida». La obra está dirigida a lectores de ambos sexos, madres, padres y maestros.

¡Gracias por tu lectura!

Escríbeme a [email protected]

Jorge Pareta Fernández

http://www.jpareta.nat.cu/

Capítulo 1

¿Qué me sucede?

Son las 10 de una noche del verano de 2013 en el barrio chino de La Habana. Un cosquilleo incitó a Eva Wong a masturbarse. Recostada en su cama desabotonó su bata de casa, acarició sus pechos y masajeó suavemente su vientre. Su mano descendió hasta llegar, sin apuro, a la vulva. El placer se intensificaba por momentos. Percibió cómo se le aceleraba el ritmo cardiaco y la respiración. Todo yendo de maravilla… Le corría abundante sudor por las sienes. Un ventilador hacía lo imposible por refrescar algo la cerrada habitación.

Mientras eso sucedía, un auto Ford 51 Custom, de dos puertas, pintado de verde con techo blanco y con un motor de Volga 24 ruso, era uno de los tantos «almendrones», como se conocían popularmente los viejos carros americanos. Proveniente del Malecón se incorporó al relajante Paseo del Prado. Mirta y Enrique comentaban acerca del encantador faro del Morro y sus destellos de luz. En el trayecto por Prado, de casi un kilómetro, el auto estuvo custodiado por ocho leones de bronce que nunca dormían. Se detuvieron en el semáforo de Prado y Neptuno. Dos turistas que iban a cruzar la avenida rumbo al Hotel Manzana sonrieron al observar cómo los pasajeros tarareaban un fragmento de la canción La engañadora, de la orquesta de Enrique Jorrín. El Parque Central estaba repleto a su alrededor de viejos autos convertibles que invitaban al paseo. Había parejas por doquier y turistas deseando conocer la ciudad de noche. Choferes de taxis legales y algunos piratas pregonaban al oído «¿A dónde los llevo?». Enrique manejaba con cuidado, pues había transeúntes cruzando la calle por donde menos lo pensaba. La música en el portal del Hotel Inglaterra hacía que el caminante disfrutara un instante y hasta le sugería dar un pasillito en la amplia acera mientras escuchaba la canción de turno.

Eva continuaba con sus caricias. La excitación disminuía y luego reaparecía… «Falta poco para llegar al clímax», pensaba, aunque un poco desanimada.

Enrique hizo avanzar el auto poco más de doscientos metros y casi lo detiene para contemplar al imponente Capitolio. En la siguiente esquina, el almendrón dobló a la derecha y en breve pasó por debajo de la Puerta de los Dragones, que indica la llegada al barrio chino. En el semáforo de la calle Galiano, sus ocupantes aprovecharon los segundos de luz roja para intercambiar un beso apasionado.

—Tengo deseos de hacerte el amor —susurró él.

—Y yo de disfrutarlo. Deseo aprender mucho de este libro —respondió ella. A pesar de la oscuridad se podía leer en la carátula: Orgasmo Mágico.

Eva, en su habitación, continuaba tratando de prolongar su disfrute mientras traía a su mente diversas fantasías sexuales… Ahora aparecía Julián, el joven mulato, mensajero de la bodega del barrio, que mes tras mes trae los víveres a su casa. Ella imaginaba cómo él tiraba al suelo el saco en que traía esa carga y con mucha pasión comenzaba a acariciarla.

Al cambiar a verde, el auto avanzó unos metros y cruzó frente a la entrada de la cuchilla de Zanja. La pareja divisó numerosas personas frente a los restaurantes. Percibieron una mezcla de notas musicales y agradables aromas de pescado, mariscos y carnes. Algunos vecinos de la zona estaban sentados en banquitos frente a las puertas de sus casas, al parecer para entretenerse observando el bullicio y disfrutar la fresca brisa nocturna. Al que parqueaba su auto le decían: «Te lo cuido». Pocas cuadras más adelante la calle pasaba a ser solitaria y oscura. El auto dobló a la derecha en la esquina de Escobar, se detuvo frente a un viejo edificio de apartamentos con el número 317 y apagó las luces. «Caramela», la perrita callejera, que dormía sobre un cartón en los bajos de la escalera del edificio, ladró al escuchar a la pareja cuando subía. Era evidente que traían unos tragos de más.

Las caricias de Julián eran cada vez más íntimas. En el rostro de Eva se percibía rubor y su vulva estaba a punto de estallar. De pronto escuchó la chillona voz de Mirta en el pasillo y el sonido cuando Enrique intentaba colocar la llave en la cerradura de la puerta de entrada.

—¡En qué momento se aparecen aquí! —pensó Eva y trató de apurarse.

—¡Llegamos!… ¿cómo te ha ido? —dijo Mirta.

—¡Coño!, me pasmaron… —pensó Eva.

—Eva, ¿estás ahí?

—Sí… mamá —dijo con voz baja y entrecortada, tragando saliva.

Su excitación desapareció por completo, dejando una sensación de ligero calambre en su mano derecha. Se abotonó la bata porque quizás su madre entraría a la habitación. Pero Mirta no dijo más y se tiró en picada a su cama. Enrique puso en marcha el equipo de aire acondicionado que instaló meses atrás y es capaz de enfriar ambas habitaciones, porque la pared que las separa termina a veinticinco centímetros del techo. También conectó la reproductora de música a un volumen bajo, con una selección de reguetones que nada le gustaban a Eva. Ella disfrutaba cuando escuchaba a Eros Ramazzotti o a Joaquín Sabina y hasta tenía fantasías con ellos. Enrique y Mirta comenzaron casi de inmediato sus juegos sexuales. Los susurros de ambos, el más leve gemido o algún sonido de la cama llegaban a oídos de Eva. Ella no conocía el detalle de lo que estaba sucediendo al otro lado de la pared, pero trataba de imaginarlo.

—¡Increíble!, ellos gozando y yo me volví a quedar en eso…

Todavía le temblaban las piernas y se sentó en el borde de la cama. Mirta disfrutaba, sin percatarse de lo que le sucedía a su hija.

—Hoy no pude terminar por la llegada de ellos, pero, ¿por qué tampoco puedo cuando estoy sola? —analizó Eva cuando recuperó la tranquilidad—. Al parecer, me estoy apurando demasiado pensando en sexo, con sólo catorce años, sin estar preparada para esto. ¿Tendré que esperar a tener dieciocho, como dicen por ahí?

Se levantó, dio unos pasos dentro de la habitación y se sentó en una silla.

—¿Me hará daño tanta masturbación? —se dijo—. Quizás por eso dejo de sentir placer. Bueno… Yanet me advirtió acerca de masturbarme mucho, pues es malísimo y salen granos en la cara. Y Albita me regañó, en su religión es un pecado estar en eso…

Apagó el ventilador. Ya no era necesario.

—No me voy a desesperar. Daré tiempo al tiempo —sonrió—. Eso lo digo ahora, pero en unos días vuelvo a lo mismo. Las sensaciones brotan de mi cuerpo, no puedo reprimirlas. Me siento algo confusa entre mis deseos de sexo y sentimientos de vergüenza. La tristeza me está invadiendo… ¿Qué me está pasando?

La pareja quedó dormida y Eva todavía no podía cerrar los ojos. Se paró frente al espejo para observarse a cuerpo completo. Desabotonó su bata de casa y comenzó a pensar.

—Espejo mágico: estoy flaca, es mi físico. A veces creo que no soy hermosa… ¿Irradiaré algo de sensualidad? Algunos muchachos me miran, pero casi ninguno me celebra. Eso me hace sentir insegura y sola. Es verdad que a veces no tengo deseos de pintarme o de arreglarme.

Se puso de perfil y se revisó minuciosamente.

—A ver, estas tetas no son grandes… —sonrió moviéndolas frente al espejo—. ¿Le gustarán a alguien?... Bueno, mi amigo Leandro las vio por un descuido mío y se quedó embobecido. Pero si fueran como las de Yanet… ¡No!, tan grandes no me quedarían bien. A ella sí, porque su cuerpo le es más apropiado.

Volvió a mirarlas y sonrió con malicia al recordar los comentarios de Leandro.

—Quizás me crezcan un poquito más. Siempre escuché: «Una mujer nunca está conforme con lo que tiene». Marcos, el único novio que tuve, me dijo «Tu piel trigueña combina con esos ojazos verdes, pelo largo y la hermosa sonrisa». Le gustaba que yo tuviera cara de chica inteligente y que fuera buena persona.

Miró su cuerpo de arriba hacia abajo.

—Ahora recuerdo… en el programa «Oasis de domingo» de Radio Taíno la doctora Mayra Pérez indicó: «Todo está en tu mente». Si pienso que no sirvo, no serviré… De ahora en adelante siempre debo decir: «estoy buenísima».

Volvió a sonreír, y sintió cómo su cara se iluminó. Luego se mostró seria.

—Si alguien se entera de lo que hago de vez en cuando, me puede tildar de maniática sexual o algo así. Por suerte yo soy una muchacha con muchos deseos de aprender lo que nadie enseña. Pronto podré tener sexo como mis amigas.

Dirigió la mirada hacia la otra habitación.

—¡Si pudiera conversar de estos temas con mi mamá! Pero eso ni soñarlo. O si al menos hubiera un libro sobre este asunto en la biblioteca de la escuela… Voy a indagar.

Se viró un poco más, separó la bata y observó:

—Las nalgas, aunque escasas, al parecer inspiran algo. Un muchacho de mi aula no les quita la vista de encima.

Luego miró para su vulva y dijo:

—¡Tú, trabaja como se debe! Bueno, la culpa no es tuya, realmente es de tu dueña, porque el sexo está aquí arriba —Se colocó la mano derecha en la cabeza—. Lo dijeron por la TV el otro día. Al parecer me apresuro y lo echo todo a perder.

Levantó la mirada y meditó unos instantes.

—Por lo demás, soy alegre, sencilla, honesta y positiva. Y hasta tonta, pues a veces me quito cosas que no me sobran para dárselas a cualquiera. Debo prepararme como pueda en esto del sexo, pues nadie va a escribir el futuro por mí.

En eso, su cara expresó tristeza…

—En la escuela, cuando escucho a mis amigas relatar acerca de sus novios y sus orgasmos, quiero que me trague la tierra y me separo del grupo para eludir cualquier pregunta. Me gustaría tener sexo con un hombre monumental, a ver si así logro alcanzar la excitación necesaria. Pero en mi escuela, los varones son alardosos y sólo les interesa «ellos». Albita me dice que espere a casarme… eso no va conmigo. En casi todas las películas las parejas están en la cama casi recién conocerse.

Salió de su habitación cerrándose la bata de casa y se dirigió al refrigerador, ubicado en la cocina. Al pasar frente al cuarto de sus padres miró a la puerta y sintió cierta sensación de envidia.

—Coño, ellos satisfechos durmiendo plácidamente y yo dando vueltas como una loca sin saber qué hacer —pensó, con ganas de decirlo en voz alta.

Sacó del congelador un refresco «TuKola».

—A tiempo me acordé, se hubiera explotado la lata, estaba casi congelada.

Lo sirvió en un vaso y luego del primer sorbo pensó:

—Está bastante bueno, ¡qué Coca-Cola ni un carajo!

Encendió la luz de la sala-comedor y se dirigió a la mesa de comer.

—Hay una oscuridad en esta sala… valga que está pintada de marfil claro. Esa lamparita de veinte no alumbra nada.

Se sentó con los codos sobre la mesa y apoyó el mentón en sus manos. Tomaba el refresco a cuentagotas mientras pensaba.

—Vamos a ver… las relaciones sexuales no pueden ser tan complicadas. En las películas, el galán coloca a la chica sobre un mueble, casi le arranca el blúmer y al instante la está penetrando.

Miró hacia la primera habitación.

—Enrique no lo hace así con mi mamá, me parece que ellos van despacio.

—Tendría que encaramarme en algún mueble de mi cuarto para observar desde arriba cómo es la cosa. Pero ellos lo hacen a oscuras. Si dejaran alguna luz encendida…

Tomó un trago y continuó.

—Estoy notando que mi problema comenzó un año atrás y se ha venido acentuando a medida que transcurre el tiempo. Eso me aterroriza.

Al finalizar su refresco, se levantó.

—Al paso que voy no sentiré nada. ¡Dios mío, ayúdame a resolver esto cuanto antes!

Al siguiente día, Enrique se levantó cerca de las siete. Mirta se despertó, se sentó en la cama y lo observó vistiéndose.

—¿No tienes sueño?, es temprano —dijo ella.

—No, debo salir a resolver unos asuntos.

—¿Como los de la semana pasada?... ¡mira, todavía me acuerdo!

—No, no… —dijo, con una mirada penetrante— debo resolver un negocio.

—Mira Enrique, tú no eres un niño, ya vas por 54 años, yo 37 y llevamos 15 juntos, nos conocemos bien.

—Es que…

—Hoy es domingo. ¿Qué negocio es ese?, ¿vas a encontrarte con «un cliente» del sexo femenino?

—Pues Mirta… yo soy el hombre de esta casa, ¡grábatelo en la cabeza!; no te debo explicaciones sobre mis asuntos.

Mirta no le hace resistencia y él lo sabe.

—¡Machista de mierda!, ¡eso eres tú! —dijo Mirta.

—No digas eso…

—Siempre estás justificando tus salidas y muchas veces te quedas a dormir fuera o llegas borracho.

—Mi amor, yo te amo. Además, yo soy quien trae el dinero fuerte aquí… Y ninguna mujer va a tener unos ojos tan verdes como los tuyos o un cuerpo tan sensual.

—¡Siempre dices lo mismo! —dijo Mirta. Cuando escuchaba un mínimo elogio se aflojaba.

—En eso saliste a Rosario, que tiene más de sesenta años, y los hombres todavía la vacilan.

—Ya estás desviando la conversación, ¡deja tranquila a mi madre!, ella no se ha metido contigo.

—Al menos ha sido inteligente —agregó Enrique con una sonrisa sarcástica—, en la década de los noventa, con su cuerpo, logró cobrar una carretilla de dólares a los turistas.

— ¡Qué canalla eres! No respetas ni a tu suegra.

—Tú sabes que así compró su casa en la mejor zona de Cojímar.

—¡No sabes qué decir para cambiar el tema de conversación! Le tienes odio porque ella sabe lo basura que eres.

—Mira Mirta, vamos a dejar eso ahí.

Eva, que estaba escuchando todo, se levantó y se dirigió a la otra habitación.

—¡Alto!... ¡basta ya! Ustedes son problemáticos los dos. Tú siempre inventando salidas a cualquier hora — expresó, mirando a Enrique a los ojos—, y tú — dirigiéndose a su madre—, sumisa como siempre, aguantas sus insultos.

—Hija, no te metas… —dijo Mirta.

—Mamá, tú terminaste la universidad. No te hace falta mendingarle. Si él te deja ya tendrás otro marido.

—Eva, haz como Marisol, que no se entromete en nuestros asuntos — expresó Enrique.

—¡No sirves para nada! —dijo Eva.

—Aprende de ella, que es más despierta. Con 19 años vive muy bien, siguiendo los pasos de Rosario —agregó él.

—¡Falta de respeto! —dijo Eva.

—Y en cuanto a tu madre, ella tuvo éxito con el padre de Marisol porque era joven. Pero ahora es una vieja —mostró una sonrisa irónica.

—¡Me voy, porque esta vez no se te va a ir la mano conmigo o con mami! —dijo Eva.

—Y fíjate: No quiero llegar otra vez a mi casa y encontrar a esa perra callejera garrapatosa, ¡estoy al botarla bien lejos!

—¡No Enrique! No hagas eso… ¡pobrecita! —suplicó Eva.

Un rato después, en su habitación, con los ojos repletos de lágrimas y una sensación de calor en la cabeza, Eva analizaba:

—Enrique no se interesa por conocer nuestras necesidades, sólo sabe tratarnos con imposiciones y violencia. Y él sabe que Marisol es la hija preferida de mamá, pues cuando viene por aquí le trae regalos caros.

Se secó la cara y miró hacia la pared que separa las habitaciones.

—Y como mamá no quiere perderlo… ¿le hará tan bien el sexo?, creo que él se aprovecha de ello.

Entonces en su mente se le presentó algo desagradable:

—Él nunca menciona a su «buen» amigo Juan, el proxeneta de mi hermana. Cuando Marisol va a salir con él a buscar extranjeros, mi abuela le recuerda: «Cuidado con ese tipo».

Pasaron unos segundos y volvió a pensar:

—Enrique no parece ser mi papá. Nunca me mimó y su trato es cada vez más despreciable. Lleva más de un año intentando tocarme o hacerme algo asqueroso. Me tiene amenazada… Creo que esto va a acabar mal en cualquier momento. Voy a escribir una declaración, por si necesitara entregarla a la policía. Si nos sucediera algo a mamá o a mí estará esa evidencia.

Se sentó en su buró y escribió:

«A quien pueda interesar:

No puedo olvidar la tarde aquella en que Enrique llegó temprano del trabajo y yo estaba bañándome. El muy hijo de puta, cuando calculó que estaba secándome entró al baño, semidesnudo con aquello erecto, me abrazó con fuerza y agarrándome las manos comenzó a intentar violarme. Yo me defendí como pude, logré zafarme una mano y le empujé la cara alejándolo de mí. El luchó por inmovilizarme y en poco tiempo lo logró, su fortaleza era muy superior a la mía. No logro olvidar lo que hizo, a pesar de que todo fue muy rápido. Recuerdo que intenté gritar. Me tapó la boca y me dijo que si levantaba la voz me mataba. Comenzó a tocarme. Mi cuerpo temblaba y a la vez me defendía como gato boca arriba. Con la cabeza le di en la nariz y me dijo horrores. Se recuperó rápido y varias veces intentó penetrarme. Hubo un momento en que pensé que lo lograría. En eso, ambos escuchamos los tacones de Mirta por el pasillo, a punto de abrir la puerta del apartamento. Me empujó y antes de dirigirse a su habitación me clavó la mirada cargada de odio y dijo que si decía algo de esto me enviaba al más allá. Quedé traumatizada. Todavía siento la peste a sudor, ron y cigarro que traía encima el muy degenerado. Salió apurado para su habitación y yo corrí a cerrar la puerta del baño para que mi mamá no me viera así. Él era capaz de matarnos a las dos. Mi mamá me saludó mientras cerraba la puerta de la casa y le dije que saldría pronto del baño. No notó mi voz llorosa y titubeante. Me lavé la cara para borrar vestigios de llanto y salí apurada para mi habitación. Enrique le hablaba como si nada hubiera ocurrido. Desde ese día, coloco el cerrojo del baño por si acaso. De sólo escucharlo hablar siento pánico».

Firmó el papel, le puso la fecha y lo colocó en el fondo de la gaveta inferior derecha de su buró. Luego se puso un pullover y un short nuevo que le regalaron por su cumpleaños.

—Mamá, voy a salir a refrescar…

Caminó hacia el parquecito ubicado en la esquina de Zanja. Se sentó en un banco.

—No logro desprenderme del recuerdo de Enrique intentando violarme. Por su culpa he sollozado en cada esquina de mi habitación. Debo mantenerlo a raya. A las cinco y media, la hora a la que suele regresar del trabajo, ya estoy nerviosa, temiendo escuchar el sonido de su llave en la cerradura. Mi mamá acostumbra a llegar más tarde.

Eva se percataba de que Enrique y Mirta mostraban una sonrisa forzada, como escondiendo problemas en su relación. También sospechaba que Enrique, con sus negocios turbios iba a tener graves dificultades.

—Mi mamá, lo único que logra de él son sus orgasmos, pues por lo demás, ni amor…

De regreso, subía las escaleras cuando pensó:

—Yo nunca podría vivir con alguien así, sólo por tener buenos orgasmos. ¿Qué estoy pensando?, ¡yo no tengo idea aún de lo que es un orgasmo!

El sábado siguiente, Eva no durmió la mañana, se levantó a las 7 y 30 y tomó una taza de café acompañada de un pan del día anterior. Sentada en su buró echó un vistazo al poemario Destellos de amor habanero, escrito por Juanita, la profesora del preuniversitario de abuela Rosario por los años sesenta del pasado siglo. Los poemas recogen momentos de amor y desamor en diferentes sitios de La Habana. Casi se los sabe de memoria.

Se colocó el pantalón rasgado y un pullover rosado de algodón. Salió rumbo a la iglesia de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba, ubicada en la esquina de las calles Manrique y Salud, a cuatro cuadras de su casa. Al acercarse contempló su fachada, que irradia un clima de austera majestuosidad.

—Es ecléctica, porque mezcla elementos de diferentes estilos y épocas de la historia del arte y la arquitectura —dijo una señora que desde su ventana casi frente al templo observaba los movimientos de Eva.

—¡Gracias! —dijo Eva, sonriente y la saludó con la mano derecha.

—Eres muy joven. Tienes mucho por aprender. Te sería útil venir a alguna misa a escuchar al sacerdote, que transmite importantes enseñanzas en sus sermones. Podrás conocer acerca de algunos valores importantes para tu vida —dijo la señora.

—Gracias de nuevo —dijo Eva y se acercó a la entrada del templo.

Los vendedores, sentados en banquetas cerca de la puerta, pregonaban sus productos. Escogió unos girasoles medianos y una vela morada. Entró y se dirigió al sitio donde se colocan las flores, bien cerca de la calle. Los depositó en un recipiente grande que servía de florero. Al encender la vela, guardó unos segundos de silencio. Le costaba trabajo concentrarse, porque varias personas a su alrededor hablaban entre sí como si estuvieran en la calle.

—Abuela me cuenta que años atrás la gente guardaba silencio o hablaba en voz baja dentro de una iglesia —pensó.

También le molestaba escuchar los pregones de los vendedores y el ruido de los autos que pasaban frente a la iglesia. Trató de concentrarse mientras observaba una imagen de la virgen a su frente y dijo en voz baja:

—Virgencita de la Caridad, tú me puedes ayudar, me cuesta trabajo confiar en otros. Aunque no practico ninguna religión, siempre te tengo presente. Una amiga de mi abuela me contó que te le apareciste a ella y a su nieta y que las dos te contemplaron. Yo nunca te he visto así, pero sé todo lo que haces por el que te necesita…

Al observar la llegada de más personas, decidió caminar rumbo al altar principal. Se sentó en el banco de la primera fila donde, por suerte, había silencio. Miró hacia arriba y se deleitó contemplando los cuatro vitrales, que de buen tamaño terminan en arcos. Otros vitrales más pequeños se encuentran en las capillas a los lados del templo, sobre una puerta y cinco ventanas. La vecina de los bajos del edificio en que vive le dijo que el sacerdote tiene una voz y un espíritu maravillosos, que invita a todos a quedarse a escucharlo. También le contó que la imagen de la virgen es una réplica exacta de la que se encuentra en el santuario del Cobre. Eva continuó su petición.

—Virgencita, cuando me masturbo quedo insatisfecha y desconcertada. Me tiene aterrada pensar que cada día vaya a ser peor. También necesito encontrar a alguien… sentirme comprendida, segura, amada y feliz.

Hizo un alto, volvió a disfrutar la belleza del altar y de los vitrales cercanos al recibir la luz solar. Respiró profundo y dirigió su vista a la virgen, como esperando su respuesta.

—Pero… ¿dónde encontrar a esa persona? Y virgencita, lo más complicado: Si estuviera delante de mí, ¿cómo puedo saber que es la persona «indicada»?

Miró a su alrededor y continuó su petición:

—Mi otro problema: soy medio ingenua. En medio de mi soledad, cuando conozco a alguien y me dice algo bonito, pienso: «llegó la felicidad» y corro peligro de ser engatusada… Hay gente mala en la calle que se hace pasar por buena y están a la cacería de muchachitas tontas como yo. Abuela me dice: «Mi niña, debes tener cuidado»…

Eva se aseguró de que nadie a su alrededor la escuchaba y continuó:

—¿Con quién pudiera hablar de mis problemas? ¿Con mis amigas?, ni soñarlo. ¿Con Marisol?, ella no se interesa por mí… apenas viene a verme. No me siento cómoda para contarle mis asuntos íntimos. Las pocas veces que lo he hecho, se ha burlado de mí. Y en mi secundaria, más bien prefiero estar lejos del grupo. Si alguien se enterara de mi problema al momento lo sabría la escuela completa.

Se levantó, caminó unos pasos para acercarse al altar y terminó diciendo:

—Me faltó pedirte que me ayudes para que Enrique me deje tranquila. Vivo en un estrés constante y no me atrevo a contarle todo a mi mamá, pues puedo poner en peligro su vida...

Hizo un alto y observó que encima de la virgen se encuentra el escudo nacional y debajo los símbolos regionales de las antiguas provincias de la república.

—Virgencita, me comprometo ante ti que me esforzaré para mejorar, ya veré cómo… ¡Ayúdame a salir adelante y tener una vida feliz! Algún día iré a darte las gracias a tu santuario en El Cobre.

Eva salió de la iglesia con una buena carga de energías positivas.

Cada día, al regreso de la escuela, Eva se cambiaba de ropa, merendaba, y bajaba algo de comer y agua para Caramela, que recibía poca atención de los vecinos. Enrique le tenía prohibido llevarla a su apartamento. En una ocasión la curó y vendó cuando un carretón le lastimó la pata delantera derecha.

Al menos una vez por semana, Eva subía al piso 3 a visitar a Lucila, una profesora de Diseño Gráfico jubilada, que le transmitía conocimientos esenciales de esa materia. En especial, le gustaba lo aprendido acerca de la regla de oro del Diseño y cómo aplicarla. Eva quería a Lucila como si fuera su abuela y la ayudaba en lo que podía. La acompañaba a visitar al médico y a diversas gestiones, porque a su edad no debería andar sola. Pero nunca se atrevió a revelarle sus problemas.

Capítulo 2

¿Es el sexo tan importante?

Llegaron febrero y el Día de los Enamorados de 2014. Eva sufría por no tener un novio que la besara y le regalara una flor. Prefería mantenerse en la casa.

—Otro 14 de febrero y lo pasaré sola —dijo—. Ya veré cómo salgo adelante. Debo vestirme, se me hace tarde para ir a la escuela.

El año transcurrió sin grandes acontecimientos. Eva obtuvo muy buenos resultados en sus estudios. Los meses pasaron, hasta llegar al 21 de junio…

—¡Al fin cumplí quince! Hoy es un día especial —pensó Eva al abrir los ojos.

Cerró los puños y estiró los brazos mientras bostezaba. Se apartó el pelo de la cara, miró a su alrededor y sonrió. El sol se las arreglaba para penetrar por los espacios libres entre las persianas de la ventana que da a la parte trasera del edificio. Sentía calor. Mirta y Enrique habían salido temprano y dejaron apagado el aire acondicionado.

—No habrá fiesta, nunca lo quise, pues se gasta mucho dinero para disfrutar un rato. Me bastará con la felicitación de mi madre y de mis amigas de la escuela.

Se colocó unas sandalias mete-dedo algo gastadas y se levantó.