Pasión a ciegas - Suzanne Brockmann - E-Book

Pasión a ciegas E-Book

Suzanne Brockmann

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Beschreibung

Cuando el amor llega es muy difícil escapar de él. Wes Skelly, jefe de las fuerzas especiales de la Marina estadounidense, se encontraba en Los Ángeles para cumplir una misión cuando aceptó una cita a ciegas con la preciosa Brittany Evans, cuñada de un amigo militar y madre soltera. A fin de cuentas, llevaba varios años enamorado en secreto de una mujer que pertenecía a otro hombre, de modo que no tenía nada que perder. Desgraciadamente, las cosas se complicaron cuando la mujer que nunca pensó que tendría se encontró, de repente, disponible. Pero Brittany estaba en la misma situación; y no sólo eso: estaba en peligro por su culpa. Wes sabía que podía mantenerla a salvo. Pero cada vez estaba más convencido de ser él quien estaba realmente en peligro.

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Editado por Harlequin Ibérica. Una división de HarperCollins Ibérica, S.A. Núñez de Balboa, 56 28001 Madrid

© 2003 Suzanne Brockmann © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A. Pasión a ciegas, n.º 25 - junio 2018 Título original: Night Watch Publicada originalmente por Silhouette® Books.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A. Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia. ® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited. ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

I.S.B.N.: 978-84-9188-697-6

SUZANNEBROCKMANN

Pasión a ciegas

Capítulo 1

Brittany Evans odiaba llegar tarde a la citas, pero se había demorado más de la cuenta en aparcar y había pasado demasiado tiempo intentando decidir lo que ponerse.

Cuando entró en el estadio de béisbol de la facultad, echó un vistazo al grupo de gente que se encontraba junto a un puesto de perritos calientes.

Entonces, lo vio.

Estaba de espaldas a ella, apoyado en una de las paredes, mientras contemplaba el partido. Se había situado bajo el voladizo, para guarecerse de la llovizna que caía.

En realidad no estaba totalmente segura de que fuera él. Nunca se habían visto más de un par de segundos, lo justo para saludarse y poco más, pero se dijo que debía de ser Wes Skelly y comenzó a pensar en lo que iba a decir cuando se acercara.

Justo en ese momento, el hombre comprobó la hora en su reloj de pulsera y miró hacia la entrada del estadio. Llevaba el pelo algo más largo que la última vez que lo había visto y le pareció que también lo tenía más claro, pero no habría podido asegurarlo: dos segundos no eran tiempo suficiente para recordar bien a nadie.

Poco después, él se giró levemente y ella pudo ver su cara. No se podía decir que fuera tan guapo en un sentido clásico como Harlan Jones, el marido de su hermana Mel, pero era muy atractivo.

Wes no sonreía; bien al contrario, parecía algo tenso y enfadado. Brittany esperó que no estuviera enojado por su culpa, puesto que a fin de cuentas había llegado tarde; pero pensó que seguramente estaba molesto por el simple hecho de tener que estar allí. Durante los últimos años había oído muchas cosas sobre Wes Skelly y en cierta forma creía conocerlo.

Lo miró de nuevo y se volvió a repetir que debía de ser él. Era la única persona con aspecto de pertenecer a las fuerzas especiales de la Marina. No era un hombre de gran tamaño; no poseía la fortaleza física de su cuñado ni la de su buen amigo Becker, pero parecía ser capaz de hacer cualquier cosa y sin duda resultaba peligroso.

Llevaba ropa de civil: pantalones de color caqui, chaqueta oscura y camisa y corbata. Al verlo de esa guisa, sintió lástima. Por lo que Mel le había comentado, Wes prefería nadar entre tiburones antes que vestirse de un modo tan formal.

Pero Brittany se dijo que no era la persona más adecuada para sentir lástima por cuestiones como aquélla. Al fin y al cabo había optado por ponerse unos zapatos de tacón alto en lugar de su habitual, y más cómodo, calzado plano. Y por supuesto, se había maquillado bastante más de lo normal en ella.

El plan consistía en encontrarse en el estadio y luego ir a cenar a algún lugar bonito, pero ninguno de los dos había previsto que la lluvia hiciera acto de presencia.

Wes volvió a mirar la hora y suspiró.

En ese momento, Brittany comprendió que el gesto aparentemente relajado del hombre, que seguía apoyado en la pared, era fingido. Aunque intentaba mantener una actitud serena, había cierto nerviosismo en su forma de mirar el reloj y de dar golpecitos en el suelo.

Pensó que su retraso, de apenas cinco minutos, no justificaba esa tensión. Pero enseguida consideró la posibilidad de que Wes Skelly fuera de la clase de hombres que nunca se podían estar quietos.

Maldijo a su hermana por haberle organizado una cita con un individuo hiperactivo y caminó hacia él con una sonrisa en los labios.

—Tienes aspecto de estar maldiciendo a tus amigos y familiares por dejarte enredar en una cita que no querías, así que supongo que tú debes de ser Wes Skelly —dijo, sin preámbulos.

El hombre rió y la risa transformó completamente su cara, suavizando sus duros rasgos y logrando que sus ojos azules brillaran con malicia.

—Y yo diría que, por tu forma de presentarte, debes de ser Brittany Evans —dijo él, mientras estrechaba la mano de la mujer—. Me alegra que hayas venido.

Brittany pensó que todo iba bien. Le gustaba el contacto de su mano, le gustaba su sonrisa, le gustaba su mirada directa a los ojos e incluso el evidente hecho de que fuera un mentiroso.

—Siento haber llegado tarde —se excusó ella—. Llevo un buen rato intentando encontrar un hueco donde aparcar.

—Sí, ya he notado que el tráfico estaba bastante mal —declaró él.

Wes estudió su cara como si no pudiera creer que fuera hermana de Melody Jones. Mel era una mujer impresionante, de rasgos delicados y angelicales, muy diferente a Brittany.

—Comprendo que me mires de ese modo. Sé que mi hermana y yo no nos parecemos demasiado.

—Qué tontería. Tus ojos tienen una tonalidad de azul distinta, pero al margen de eso, yo diría que eres... una variación de la misma belleza.

El comentario de Wes molestó a Brittany. Había sido tan directo que tuvo miedo de lo que le habría contado el marido de su hermana. Conociéndolo, tal vez le había dicho que era presa fácil, que estaba sola y que no se había acostado con un hombre en mucho tiempo. Pero en cualquier caso, sabía que la culpa era suya por haber aceptado una cita a ciegas.

De todas formas, Brittany no había tenido elección. Mel se lo había pedido como favor personal y no se había podido negar aunque conocía muy bien a su hermana y sabía que era una manipuladora.

—Será mejor que establezcamos algunas normas —declaró Brittany—. En primer lugar, no quiero mentiras ni juegos diplomáticos ni falsedades de ningún tipo. Mi hermana y tu amigo Harlan Jones nos han manipulado claramente para conseguir que saliéramos juntos, pero ahora estamos solos y podemos establecer nuestras propias normas. ¿De acuerdo?

—Sí, claro, pero...

—En segundo lugar, no tengo intención de acostarme contigo —lo interrumpió—. No estoy sola ni desesperada. Sé quién soy, sé lo que quiero hacer y soy feliz con mi vida. Estoy aquí porque quiero a mi hermana y me lo pidió como un favor, aunque ahora mismo me apetece torturarla por lo que nos ha hecho a ti y a mí.

Wes abrió la boca para decir algo, pero resultaba evidente que Brittany no había terminado, así que no dijo nada.

—Conozco a mi hermana y sé que ha pensado que nos enamoraríamos en cuanto nos viéramos, pero yo no me he enamorado. ¿Y tú?

Wes volvió a reír mientras ella escudriñaba sus ojos. Eran muy bonitos. Sin embargo, se dijo que los ojos del perro de su amiga Julia también eran bonitos.

—Lo siento, pero...

—No hace falta que busques excusas —volvió a interrumpirlo—. La gente cree que vivir solo es lo mismo que estar solo, y no es cierto.

Esta vez, Wes no dijo nada de inmediato. Esperó un par de segundos, hasta convencerse de que ella había terminado, y acto seguido comentó:

—Sí, tienes razón. Y cabe añadir que las personas que viven en pareja siempre se empeñan en buscar compañía a sus amigos solteros. Es algo irritante.

—Es verdad. Siento que te hayan presionado para salir conmigo.

—Bueno, no es tan importante. De todas formas tenía que venir a Los Ángeles. Además, nuestro querido teniente Jones me ha salvado el pellejo muchas veces y no suele pedirme favores. Es un excelente oficial y un gran amigo, y si quiere que cene contigo, ceno contigo. Y debo añadir que tenía razón...

Britt entrecerró los ojos con desconfianza.

—¿A qué te refieres?

—A que estaba demasiado centrado en el trabajo y necesitaba un descanso.

—¿Demasiado centrado en el trabajo? Es curioso, porque en la Marina no tienes fama de ser precisamente un hombre aburrido y taciturno.

—Sí, es curioso —dijo él con ironía—. Pero dime, ¿tienes alguna otra norma?

—¿Alguna otra norma?

Brittany lo miró con desconcierto. No había más normas que las que ya le había comentado.

—Sí. Si no lo he entendido mal, la primera consiste básicamente en que sea sincero y me porte bien. Y la segunda, en que no mantendremos ninguna relación sexual; lo que por cierto me parece perfecto, porque no estoy aquí por esa razón —explicó él—. Eres una mujer muy atractiva, pero no quiero mantener relaciones estables con nadie. Y en cuanto a las otras relaciones, no eres mi tipo.

—¿Tu tipo? ¿Y cuál es tu tipo de mujer?

Wes abrió la boca para contestar, pero no llegó a hacerlo porque Brittany lo golpeó levemente en el pecho con un dedo. Era un pecho enorme y sólido, que la dejó sin habla aunque, con los tacones que llevaba puestos, ella era casi tan alta como él.

—No, mejor no respondas a esa pregunta —añadió Britt—. Además, Andy está bateando y quiero verlo.

Wes obedeció y durante unos segundos no hicieron otra cosa que contemplar el partido.

Andy era el hijo de Brittany. De diecinueve años, era un chico fuerte y alto con un prometedor futuro en el béisbol; golpeaba tan fuerte la pelota que podía enviarla fácilmente fuera del estadio.

Por desgracia, el tiempo había empeorado y ahora llovía a cántaros. Andy dejó que pasara la primera bola y no hizo ademán de golpearla.

—¿Cómo puede ver con esta lluvia? —protestó Britt—. Llueve tanto que apenas se puede distinguir la bola... Además, se supone que en el sur de California nunca llueve tanto.

El enfado de Britt no se limitaba a la problemática situación de su hijo en el partido. Precisamente se habían marchado de Massachusetss y se habían ido a California para disfrutar del buen tiempo.

El lanzador se dispuso entonces a arrojar la segunda bola. Y cuando por fin lo hizo, todos los presentes pudieron oír el sonido seco del bate de su hijo. Brittany nunca habría podido creer que aquel sonido pudiera resultarle tan dulce, pero tras adoptar a Andy se había vuelto una fanática del béisbol; además, Andy jugaba con la misma energía y pasión que dedicaba a todo lo demás.

—¡Sí! —exclamó.

La bola salió disparada por encima de los límites del campo y Andy inició la carrera por las bases. Brittany estaba entusiasmada y no dejó de gritar y de animarlo.

—Jones dice que tu hijo es un gran jugador...

—Sí, yo diría que es muy bueno. Con ésta ya ha hecho treinta carreras completas este año.

—¿Y tiene posibilidades de hacerse profesional?

—Sí. De hecho, ya se han fijado en él. Varios representantes de la liga profesional vinieron a ver a un compañero suyo, Dustin Melero, que es un gran lanzador. Pero todavía está muy verde y tiene que madurar, así que a cambio de fijaron en Andy.

—¿Vas a dejar que juegue en la liga profesional antes de que termine sus estudios en la universidad?

—Ya tiene diecinueve años y no puedo decirle lo que tiene y lo que no tiene que hacer. Es su vida y son sus elecciones. Además, sabe que lo apoyaré decida lo que decida.

—Cuánto me habría gustado que mi madre fuera como tú...

—Pues si estás pensando en la posibilidad de que te adopte, olvídalo: eres demasiado viejo.

Brittany hizo el comentario a modo de broma, pero no lo llevó más lejos porque Wes era varios años más joven que ella.

—¿Cuántos años tenía Andy cuando lo adoptaste? ¿Once, doce?

—Trece —respondió.

Mientras charlaban, Brittany comenzó a comprender a qué venía el empeño de Melody en que saliera con Wes. Su hermana sabía que adoraba a los hombres con aquel brillo de malicia en los ojos y con aquella sonrisa, que parecía capaz de iluminar el mundo. Melody deseaba que pudiera llegar a ser tan feliz con alguien, como ella lo era con Harlan Jones. Y por si fuera poco, Britt había cometido el error de confesarle una noche, tras beber demasiado, que lo que más lamentaba de su fracasado matrimonio era no haber tenido un hijo. Pero un hijo biológico, no adoptado.

—Debes de ser una especie de santa —comentó Wes—. Adoptar a un niño de trece años es algo bastante arriesgado.

—No tanto. Andy sólo necesitaba un hogar y un medio más o menos estable...

—Insisto en lo dicho. O estás loca o eres la madre Teresa de Calcuta.

—No, no soy ninguna santa, créeme. Sencillamente lo quise en cuanto lo vi. Es un chico maravilloso —dijo ella—. Creció solo, completamente abandonado por su padre y por su madre, y pasando todo el tiempo de una casa de adopción a otra. En cuanto lo conocí, decidí que se quedara conmigo. Y ciertamente ha habido momentos duros, pero...

Brittany no terminó la frase porque la intensa mirada de aquellos ojos azules la estaba poniendo nerviosa. Aquél no era el hombre que había imaginado. En cuestión de minutos, había descubierto que Wes Skelly irradiaba energía. Además, aunque tuviera una sonrisa maravillosa y un sentido del humor más que evidente, había algo en él que resultaba definitivamente oscuro y peligroso; lo que, por supuesto, aumentó su interés por él.

—Antes ibas a hablarme de tu tipo de mujer —continuó ella, repentinamente interesada en el asunto—. Pero por favor, no me digas que te gustan las jovencitas dulces porque tendría que pegarte una patada. Aunque según mis pacientes, yo soy jovencita y dulce... Claro, que no tiene nada de extraño: todos pasan de los noventa y cinco años.

Wes sonrió.

—Mi tipo de mujer es alguien capaz de ir a una fiesta y acabar bailando encima de una mesa. Preferiblemente, medio desnuda.

Brittany comenzó a reír a carcajadas.

—Está bien, has ganado: no soy tu tipo. Pero debería habérmelo imaginado. Melody me ha comentado en alguna ocasión que te gustan los grandes peligros.

—No, no es para tanto —dijo con ironía—. ¿Y qué hay de ti? El teniente Jones me dijo que viniste a Los Ángeles para estudiar y convertirte en enfermera.

—Ya soy enfermera —puntualizó ella—. Ahora estoy haciendo un curso para ser enfermera jefe.

—Eso es magnífico...

Ella sonrió.

—Sí, lo es.

—Quién sabe, es posible que nos hayan organizado esta cita porque saben que necesito enfermeras con bastante frecuencia. A fin de cuentas prefiero no pisar las salas de urgencia cuando me tienen que coser alguna herida.

—Ya veo que estoy ante un hombre duro —comentó Brittany, moviendo la cabeza en gesto negativo—. Debería haberlo imaginado, porque los hombres de tamaño pequeño siempre sois... Oh, lo siento, no quería decir que...

—No te preocupes —la interrumpió él, sin muestra alguna del famoso mal genio de los Skelly—. Pero preferiría que dijeras que soy bajo, lo cual es cierto. Eso de hombres de tamaño pequeño suena a otra cosa...

Brittany rió.

—No estaba pensando en esa otra cosa. Y si lo hubiera dicho en ese sentido, ¿qué importaría? Ya hemos dejado bien claro que no habrá sexo entre nosotros.

—Tal vez deba recordarte la primera de tus normas; eso de ser sinceros y decir lo que realmente se piensa...

—Sí, bueno... Los hombres son idiotas, ¿no crees?

—Desde luego que lo son.

Resultaba evidente que Wes se sentía tan cómodo con ella y con su sentido del humor como Brittany con él. Sólo llevaban un rato juntos y Britt se sentía como si lo conociera desde hacía años.

—Cambiando de tema, creo que han suspendido el partido —continuó él.

Wes estaba en lo cierto. La lluvia caía ahora con más fuerza y los jugadores estaban abandonando el campo.

—Si es temporal, no me importa esperar —añadió—. Supongo que si Andy fuera hijo mío querría ver todos sus partidos, aunque no jugara especialmente bien. Debes de sentirte muy orgullosa de él...

A Britt le encantó el comentario. Era muy amable de su parte.

—Sí, lo estoy.

—¿Quieres que esperemos dentro?

—No, tengo entendido que esta tarde hay otro acto en el estadio, así que tendrán que dejar el partido para otro día. Si quieres, podemos marcharnos.

—¿Tienes hambre? Lo digo porque podríamos ir a cenar aunque todavía sea algo pronto.

Britt había pensado en mil y una razones por las que no debía ir a cenar con aquel hombre, pero en aquel momento no recordó ninguna.

—Me parece bien, ¿pero te importa que pasemos antes por los vestuarios? Quiero darle a Andy las llaves de mi coche.

—Vaya, supongo que eso quiere decir que he pasado tu primera prueba y que estás dispuesta a ir en mi coche. Me alegro.

Brittany comenzó a caminar en dirección a los vestuarios.

—Has hecho algo más que eso. No sólo voy a subir a tu coche sino que además voy a cenar contigo.

—¿Es que habrías sido capaz de no venir a cenar?

—Las citas a ciegas y yo no nos llevamos nada bien. Tanto es así que mi hermana tuvo que hacerme chantaje emocional para convencerme de que viniera.

—Pues si te interesa saberlo, te diré que tú también has pasado la primera de mis pruebas. Yo sólo salgo a cenar con mujeres que no quieren acostarse conmigo —bromeó él—. Mmm, maldita sea... Puede que ése haya sido mi problema todos estos años.

Brittany volvió a reír y clavó la mirada en los brillantes ojos de Wes mientras él le abría la puerta que llevaba a las escaleras.

—Supe que había pasado tu prueba cuando insinuaste que te adoptara, Wes.

—Y sin embargo, no has querido adoptarme. ¿Cómo debería tomarme eso?

—Como lo que es: que soy demasiado joven para ser tu madre —respondió ella, mientras bajaban hacia los vestuarios—. Sin embargo, puedes ser el hermano pequeño que nunca tuve.

—Bueno, no sé si me interesa...

El pasillo que daba a los vestuarios no estaba lleno de gente, como solía. A diferencia de otros días, sólo pudo ver a unos cuantos amigos y novias de jugadores; y Danielle, la novia de Andy, no se encontraba entre ellos. Pero a Brittany no le extrañó: su hijo le había comentado que Dani no se sentía bien, y su estado habría empeorado si hubiera visto el partido bajo la lluvia.

—Mi historial con hermanas no es del todo bueno —continuó Wes—. Suelo molestarlas tanto que al final se van y se casan con mi mejor amigo.

Britt se detuvo junto a la puerta entreabierta del vestuario del equipo local.

—Ya me lo han contado. Mel me dijo que Bobby Taylor se acaba de casar con tu hermana. Se llama Colleen, ¿verdad?

Wes se apoyó en la pared.

—¿Y no te ha contado lo del pequeño enfrentamiento que tuvimos?

Brittany no dijo nada. Se limitó a mirarlo.

—Sí, ya veo que sí te lo ha contado. Me sorprende que no saliera publicado en la prensa.

—Bah, seguro que no fue tan malo como ella....

—Lo fue, en serio. La verdad es que soy un idiota. No puedo creer que te prestaras a salir conmigo.

—Hicieras lo que hicieras, seguro que no fue tan grave. Al menos, mi hermana ya te ha perdonado.

—Ah, sí, claro... Melody me perdonó incluso antes que Colleen.

—Debe de ser bonito eso de tener tan buenos amigos.

Él asintió.

—Sí, lo es.

Wes la miró a los ojos y Brittany volvió a sentir un estremecimiento. El aspecto cariñoso e irónico de aquel hombre lo convertía en un tipo muy interesante, pero lo que lo hacía realmente irresistible era su fondo oscuro y desconocido.

Aunque no hubiera dicho nada al respecto, Wes sí era su tipo de hombre.

Justo entonces, Eddie Sunamura, el jugador de tercera base del equipo, asomó la cabeza por la puerta del vestuario. Su esposa, June, se encontraba en el pasillo y su rostro se iluminó al verlo. Eddie sólo tenía dos años más que Andy y ya estaba casado, algo que no dejaba de inquietar a Brittany; le parecía que era demasiado joven para atarse de ese modo.

—Estaré contigo en diez minutos —dijo Eddie a su esposa, antes de volverse hacia Brittany—. Ah, hola, Britt...

—¿Has visto a Andy? —preguntó Brittany.

Eddie hizo un gesto hacia el otro lado del pasillo y Brittany distinguió enseguida la figura de su hijo. Parecía enfrascado en una intensa discusión con Dustin Melero, el lanzador estrella del equipo.

Andy era algo, pero Dustin le sacaba un par de centímetros.

—Vaya, sí que ha crecido —comentó Wes—. Lo conocí hace cuatro años y entonces sólo era un...

Wes no tuvo ocasión de terminar la frase porque en aquel instante sucedió algo inesperado: Andy se encaró con Dustin y lo arrojó contra las taquillas del pasillo.

Brittany intentó avanzar hacia los dos jóvenes, pero Wes la detuvo.

—No, espera aquí y deja que me encargue yo. Y si es posible, date la vuelta y no mires.

Brittany se quedó allí, pero por supuesto no se dio la vuelta. Mientras tanto, Wes se dirigió hacia el lugar donde se encontraban los dos chicos, que parecían dispuestos a romper todas las normas de la facultad y del equipo por el procedimiento de pelearse.

Sin dudarlo ni un momento, Wes se interpuso entre Andy y Dustin. Estaban a cierta distancia y Brittany no pudo oír lo que decía, pero supuso que no se trataría de nada bueno. Aunque los dos chicos eran mucho más altos que Wes, el marino le pareció infinitamente más grande.

Wes comenzó a hablar. Andy parecía enfadado, pero se limitó a mover la cabeza en gesto negativo. Al cabo de unos segundos, Dustin rió y comentó algo. Wes se volvió entonces hacia él, lo apretó contra las taquillas y lo miró con cara de pocos amigos.

Brittany se habría reído por la expresión de sorpresa de Andy de no haber sabido que Wes era un marino de las fuerzas especiales y que podía hacer mucho daño a un jovencito de apenas veinte años.

La sonrisa de Dustin desapareció de inmediato, sustituida por una expresión de pavor.

El asunto se estaba poniendo tan feo que Brittany decidió intervenir y caminó hacia ellos.

—Si vuelve a suceder algo por el estilo, vendré a buscarte. ¿Comprendido? —dijo Wes en aquel momento.

Dustin y Andy miraron a Brittany, pero Wes no apartó la mirada del primero de los jóvenes. Y sus ojos brillaban con tal intensidad que la situación resultaba alarmante.

—¿Comprendido? —repitió.

—Sí —acertó a responder Dustin.

—Excelente.

Sólo entonces, Wes se apartó del joven y Dustin se marchó.

Brittany aprovechó la ocasión para intentar rebajar la tensión que se había generado.

—Bueno, creo que ya has tenido ocasión de conocer a Wes Skelly...

—Sí, creo que sí —dijo Andy—. Es evidente que hemos superado la etapa de las presentaciones.

Capítulo 2

Sorprendentemente, Brittany Evans consiguió controlarse y no se abalanzó al cuello de Wes.

Sorprendentemente, no le exigió que explicara lo que lo había llevado a amenazar a un joven doce años más joven que él, ni por qué lo había hecho delante de otro joven que pasaba por ser su hijo adoptivo.

De hecho, Britt no dijo nada al respecto. Pero tomó nota del asunto para recordárselo más tarde.

Durante el trayecto en coche, se limitó a hablar del embarazo de su hermana y de los amigos que tenían en común. Wes decidió llevarla a un restaurante de Santa Mónica, no muy lejos de la casa de Britt, y la mujer no mencionó lo sucedido en el estadio hasta que empezaron a cenar.

—Tu comportamiento con Dustin me ha sorprendido mucho —dijo ella.

Wes la miró. Sobre la mesa había una vela, cuya luz le daba un brillo cálido y exótico que su hermana Melody nunca habría podido tener. Siempre había pensado que Mel era la más guapa de todas sus hermanas, y posiblemente lo era en un sentido clásico. El rostro de Britt era más anguloso; además, su barbilla era demasiado afilada y su nariz, algo respingona. Pero resultaba muy atractiva.

Se recordó que Brittany había dejado bien claro que el sexo no era una opción posible entre ellos, y acto seguido, tuvo que hacer un esfuerzo para convencerse de que tampoco lo era para él. Por otra parte, resultaba evidente que aquella mujer no estaba buscando una relación divertida y pasajera, sino una relación en toda regla: algo que él no podía dar a nadie mientras no aclarara sus ideas.

La posibilidad de pasar una simple noche con ella parecía bastante remota, e incluso en el caso de que se equivocara, Wes era consciente de que su relación no podría ir más lejos: terminaría en el momento en que le confesara que estaba enamorado de otra persona, y no de cualquier otra persona, sino de Lana Quinn, la esposa de Matthew Quinn, un compañero de la Marina y uno de sus mejores amigos.

Brittany Evans lo miró con intensidad. Estaba sentada frente a él, observándolo de un modo que le pareció arrebatador. Sus ojos resultaban tan cálidos como inteligentes, y parecían decir que le gustaba, que lo respetaba y que esperaba lo mismo de él.

Lo estaba mirando tal y como lo miraba la propia Lana.

Pero era obvio que Brittany estaba esperando una respuesta al comentario que acababa de hacer, así que se la dio:

—Sí, es verdad, a mí también me ha sorprendido —confesó.

Ella echó un trago de cerveza y él intentó no mirar su boca. Deseaba besarla, y de haberse tratado de cualquier otra persona, tal vez de una mujer a quien acabara de conocer en un bar, habría intentado aproximarse a ella y comprobar si tenía alguna opción.

Al fin y al cabo habría sido preferible a la problemática relación que mantenía con Lana. Ella estaba casada, se encontraba fuera de su alcance, era territorio prohibido. No podía tenerla, y en consecuencia, buscaba el placer allá donde podía.

Lamentablemente, la situación con Brittany también tenía sus complicaciones. Era cuñada del teniente Jones, y aunque dudaba que hablara con él sobre sus relaciones sexuales con desconocidos, cabía la posibilidad de que lo hiciera con Melody, su hermana. En ese caso, más tarde o más temprano llegaría a oídos del propio Jones.

La idea le resultó tan enemiga que pensó que no se iba a acostar con Brittany ni aquella noche ni en ningún otro momento. Por mucho que le apeteciera verla desnuda y por mucho que la deseara, se mantendría alejado de ella.

—¿Qué te dijo? —preguntó entonces el objeto de sus pensamientos—. Me refiero a Melero...

—Nada, no importa. Ese chico es un... idiota.

—Sospecho que ibas a llamarlo algo más fuerte —comentó, con una sonrisa.

—Sí, pero estoy haciendo un esfuerzo por comportarme bien.

—Y yo te lo agradezco.

La sonrisa de Brittany le pareció tan arrebatadora que una vez más tuvo que concentrarse para recordar que no podía haber nada físico entre ellos.

—Si lo prefieres, digamos que Melero es un perfecto estúpido.

—Bueno, lo conozco desde hace tiempo y sé que puede llegar a ser muy irritante, pero Andy también lo sabe y no tiene sentido que reaccionara de ese modo. ¿Sabes qué le dijo para enfadarlo tanto?

—Algo sobre una chica.

Wes no dio más explicaciones porque no estaba seguro de que fuera una buena idea.

—¿Sobre Dani?

—Sí, en efecto.

—Es la novia de mi hijo...

—Ya lo había imaginado.

—¿Y qué dijo? —insistió.

Wes recordó las palabras del joven. Habían sido bastante desagradables y no quería repetirlas literalmente, de modo que eligió una fórmula más diplomática. Además, aquello no era asunto suyo.

—Digamos que le dijo a Andy que se había acostado con ella. Aunque lo dijo de forma mucho menos delicada.

Britt rió.

—Sí, ya lo imagino. ¿Y Andy no se marchó de inmediato? Qué tonto puede llegar a ser... Esa chica está localmente enamorada de él y dudo que le hiciera algo así —comentó—. Es buena persona y me cae bien, aunque no estoy segura de que sea adecuada para Andy. No me fío del todo de ella. Sólo espero que no se quede embarazada...

—Yo no me preocuparía mucho de eso, al menos por el momento —dijo él, mientras bebía un poco de cerveza—. Al parecer, tu hijo se está tomando el asunto con mucha calma... Con tanta calma, que su novia es virgen.

—¿Cómo? —preguntó Britt, muy sorprendida.

—Por lo que oí, es virgen y todo el mundo sabe que no tiene intención de acostarse con nadie hasta que esté preparada.

—Nunca lo habría imaginado...

—A pesar de eso, Melero anda diciendo que se ha acostado con ella. Y se expresó de un modo tan agresivo y desagradable al respecto que quise empujarlo contra las malditas taquillas.

—Te recuerdo que lo hiciste...

Brittany lo estaba mirando con tal intensidad que a Wes le recordó a la señora Bartlett, una profesora que había tenido en el colegio.

—Sí, lo hice. Pero antes hice otra cosa.

—¿Qué otra cosa?

—Empezar a comportarme como un troglodita. Lo siento mucho, en serio —se disculpó—. Siento haberme comportado de ese modo delante de tu hijo. Sé que estuvo mal, pero cuando empezó a reír y a decir que tú eres una cualquiera y que se acostaría contigo después de acostarse con esa chica...

Brittany lo miró con sorpresa, pero se recobró enseguida y rió.

—Sólo son cosas de niños. Por muy estúpido que pueda ser, no supone una amenaza para nadie. Y aunque me equivocara, puedes estar seguro de que sé cuidar de mí misma.

—Sí, de eso ya me he dado cuenta —observó—. De hecho, se lo dije.

—¿Y no le dijiste nada más? ¿No le dijiste que eres de las fuerzas especiales de la Marina, para asustarlo un poco?

Wes se frotó la mandíbula.

—Bueno, creo que mencioné algo sobre mi machete...

Brittany volvió a reír.

—Supongo que fue entonces cuando te miró como si se fuera a desmayar...

El camarero apareció en aquel momento y retiró las botellas de cerveza vacías.

—¿Quieren tomar algo más?

—Sí, yo quiero otra, por favor —respondió Brittany.

—Yo también —dijo Wes—. O no. Mejor, tráigame un refresco.

—De acuerdo.

Cuando se quedaron a solas, Wes se sintió obligado a explicarle por qué había cambiado de bebida:

—Me he prometido que sólo tomaría una cerveza por noche. Si tomo una segunda, terminó bebiéndome una caja entera.

—Entonces, me alegra que hayas tomado esa decisión. Sobre todo porque tienes que conducir.

—Sí, desde luego. Además, sé que me pongo pesado cuando bebo en exceso —explicó, sin saber muy bien por qué se lo estaba contando—. ¿Sabes que la velada está resultando de lo más interesante? Hemos hablado sobre la vida sexual de tu hijo y ahora te estoy hablando de mis problemas con el alcohol. ¿No sería mejor que habláramos de cine, o del tiempo?

—No, mejor hablamos de otra cosa. ¿Cuándo has dejado de fumar?

—¿Por qué preguntas eso? —dijo él, muy sorprendido—. ¿Tanto se nota que estoy deseando fumar?

—Sí. No dejas de llevarte la mano al bolsillo de la chaqueta, como si quisieras sacar un paquete. Y me extraña que no te hayas vuelto loco... eso de dejar de fumar e intentar controlar el consumo de alcohol al mismo tiempo es francamente difícil.

—Bueno, ya había intentado dejarlo antes, pero sin demasiada fe. Lo máximo que conseguí fue estar sin fumar durante seis semanas.

—¿Has probado con los parches de nicotina?

—No —admitió—, aunque tal vez debería probar. No sé, puede que la idea resultara más interesante si consiguiera que Julia Roberts me pegara los parches en cierta parte de mi anatomía.

Brittany rió.

—No lo dudo, pero puedes animarte pensando que tu aliento mejorará cuando dejes el tabaco.

Wes sonrió, aunque de un modo algo forzado. Aunque se estaba divirtiendo mucho con Brittany, no dejaba de dar vueltas al asunto que había transformado su vida en un pequeño infierno: haberse enamorado de una mujer casada. Y obviamente no podía contárselo. Se suponía que habían salido juntos para pasar un buen rato, no para convertir la velada en una terapia.

El camarero apareció con sus bebidas y se volvió a marchar. Wes se sirvió el refresco, bebió un poco y lamentó no haber pedido otra cerveza.

—Mi ex fumaba varios paquetes de tabaco al día —explicó Brittany—. Intenté convencerlo para que fumara menos con el argumento de que la boca le sabía tan mal que tendría que dejar de besarlo. ¿Y sabes lo que hizo?

—No. ¿Qué hizo?

—Dejó de besarme.

Wes dedicó varios calificativos poco amistosos al ex de Brittany, y a ella le pareció tan divertido que estalló en carcajadas. Pero a pesar su reacción, Wes se disculpó por el comentario.

—No te preocupes, no pasa nada —dijo ella—. Lo que pasó entre nosotros no fue sólo culpa suya. Y en cuanto al asunto del tabaco, ya fumaba demasiado antes de que me casara con él y entonces no me importó en absoluto. El asunto es bastante más sencillo: si quieres dejar de fumar, deja de fumar.

—Sí, claro. O eso, o consigo que Julia Roberts haga lo que he dicho antes...

—Exactamente —dijo Brittany, riendo.

—De todas formas, creo que tu marido se comportó como un idiota.

Brittany sonrió de un modo tan atractivo que él se quedó sin aliento.

—Sí. Yo opino lo mismo.

—Melody me comentó que tienes una semana de vacaciones —dijo Brittany, mientras tomaba un poco de café.

—Una, no. Tengo dos —puntualizó.

—¿Y es verdad que decidiste pasarlas en Los Ángeles para hacer un favor a un amigo?

—Sí.

Definitivamente, Wes era un hombre hiperactivo. Incluso sentado a la mesa, estaba constantemente en movimiento, como un depredador en tensión. Jugaba con la cucharilla de café, con el salero, con el mantel, con cualquier cosa que estuviera a su alcance. Pero cuando realmente se ponía nervioso, dejaba de moverse y se quedaba muy quieto.

Aquél fue uno de esos momentos y a Brittany no le pasó desapercibido. Sin embargo, duró muy poco; enseguida se puso a remover el hielo de su refresco.

Después, levantó la mirada y la miró con aparente naturalidad. Pero ella supo que estaba fingiendo.