Pasolini, masacre de un poeta - Simona Zecchi - E-Book

Pasolini, masacre de un poeta E-Book

Simona Zecchi

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Beschreibung

Madrugada del 1 al 2 de noviembre de 1975. En un inhóspito descampado rodeado de chabolas cercano al puerto de Ostia aparece el cuerpo masacrado de uno de los más lúcidos intelectuales del siglo xx. Con el telón de fondo político de «la estrategia de la tensión» de los años 1960-1970, los «años de plomo», Pasolini exhumaba, como un arqueólogo, verdades enterradas, verdades duras, verdades peligrosas. Consciente de ese peligro, dejaba pistas: cartas, llamadas, artículos, y se aislaba para proteger a sus amigos. Simona Zecchi investiga y demuestra que su asesinato fue «tribal», pactado, y ejecutado por jóvenes delincuentes manipulados.

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De madrugada, en un descampado rodeado de chabolas cerca del puerto de Ostia, aparece el cuerpo masacrado de Pier Paolo Pasolini, uno de los más lúcidos intelectuales del siglo XX. Con el telón de fondo político de la «estrategia de tensión», Pasolini exhumaba, como un arqueólogo, verdades duras, amenazadoras. Consciente del peligro, dejaba pistas: cartas, llamadas, artículos y se aislaba para proteger a sus amigos. Simona Zecchi vuelve a aquella desafortunada noche. Con la ayuda de fotografías que hasta ahora nunca han salido a la luz, documentos inéditos, entrevistas y testimonios exclusivos realiza una exhaustiva pesquisa, trabajo por el cual mereció el Premio Marco Nozza de Periodismo de Investigación e Información Crítica, y demuestra que su asesinato fue «tribal», pactado y ejecutado por neo-fascistas y jóvenes criminales manipulados.

Simona Zecchi vive y trabaja entre Roma y Lyon, donde colabora con la emisora Euronews. Es autora de Pasolini, masacre de un poeta (2015), ganador de la décima edición del Premio Marco Nozza 2016 -Periodismo de investigación e información crítica. Entre los años 2014-2017 se centró en el caso de Aldo Moro y algunos de sus trabajos han sido incluidos en la Comisión Parlamentaria de Investigación sobre el caso, desde 2014. Escribe para varios medios italianos e internacionales.

 

 

 

© Malpaso Holdings, S.L., 2023

C/ Diputació, 327, pral. 1.ª

08010 Barcelona

www.malpasoycia.com

Pubicado en acuerdo con la Agencia Literaria Edelweiss.

Título original: Pasolini, massacro di un poeta

© Simona Zecchi, 2023

© Traducción: Adrià Edo

ISBN: 978-84-18236-62-4

Diseño de interiores: Sergi Gòdia

Maquetación: Palabra de apache

Imagen de cubierta: Ezequiel Cafaro Estudio

Bajo las sanciones establecidas por las leyes, quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización por escrito de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico, actual o futuro (incluyendo las fotocopias y la difusión a través de Internet), y la distribución de ejemplares de esta edición mediante alquiler o préstamo, salvo en las excepciones que determine la ley.

«La memoria (el acto deliberado de recordar) es un acto de creación consciente. Redescubrir qué sucedió realmente no es un esfuerzo, es una búsqueda. El sentio es reflexionar sobre cómo algo aparecía y sobre por qué aparecía de esa forma en particular»

TONI MORRISON

ADVERTENCIA

Las personas citadas en esta investigación han sido absueltas, o bien han sido solo imputadas. Por tanto, todas deben ser consideradas legalmente inocentes. En el caso de otras personas se ha recogido el resultado del juicio. Esta investigación, desarrollada mediante autos de la investigación judicial, elementos que escaparon a las reconstrucciones anteriores y pesquisas e indagaciones personales, no pretende representar una acusación contra nadie. La labor de un periodista de investigación consiste en enlazar los hechos, asegurándose de que se hayan producido o de que tengan, en sus vinculaciones, un alto grado de veracidad, con la esperanza de que dicho trabajo pueda servir de apoyo al proceso policial y judicial.

PREFACIO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL

VIVIR PARA TESTIFICAR:EL EJEMPLO DEL PERIODISTA PIER PAOLO PASOLINI

A Pier Paolo Pasolini lo asesinaron una noche lluviosa entre el 1 y el 2 de noviembre de 1975: esa terrible noche, hace cuarenta y ocho años, no solo a nuestro país sino al mundo entero le arrebataron su inteligencia, su cultura y su poesía. En el año 2022 se celebró el centenario de su nacimiento, y, por tanto, consideramos que ha llegado el momento de dar a conocer fuera de Italia el cómo y el porqué de su asesinato. Este es un libro de investigación que hace tabula rasa con el relato de la verdad oficial y que continúa vigente desde 2015, cuando se publicó por primera vez y se reeditó en diversas ocasiones.

En un único juicio, celebrado entre los años 1976 y 1979, tan solo se señaló a un culpable: Giuseppe Pelosi. Fallecido en 2017 y por aquel entonces menor de edad, fue condenado a nueve años y siete meses de prisión. A partir de su liberación, el antiguo chapero entrará en una espiral de la que nunca podrá salir, con la comisión de varios delitos, acabará cumpliendo un total de más de veinte años de cárcel. A lo largo de los años, desde 2005, momento en el que empezó a cuestionar la versión oficial, Pelosi ha ofrecido distintas versiones de los hechos. En esta publicación comprobaremos cómo ha sido su trayectoria y aislaremos las verdades de las mentiras, en un trabajo de deconstrucción de los hechos que ayudará a reconstruir la verdad.

Han sido muchos los motivos por los que, cuarenta años después de aquella terrible masacre, sentí la necesidad de recomponer todas las piezas y tratar de hallar la verdad sobre aquel asesinato.Como periodista de investigación y escritora, además del «asunto Pasolini», he investigado e investigo otros casos italianos sin resolver, incluidos asesinatos y masacres, y, sin embargo, cada cierto tiempo encuentro un «fragmento» del caso Pasolini por reconstruir: es como si su historia nunca me abandonara, como si investigar sobre él mientras sigo leyendo su obra fuera el punto de referencia de toda una vida profesional, intelectual y personal. De hecho, a finales de 2020, durante la cuarentena impuesta en Italia a causa de la pandemia, entregué la segunda parte de esta investigación sobre el caso, en la que explico y revelo detalladamente el motivo del asesinato en un libro con el clarificador título: L’inchiesta spezzata di Pier Paolo Pasolini (Ponte alle Grazie).1 Un trabajo de investigación, el de Pasolini, que he querido reconstruir como un deber y un homenaje al Poeta con mayúsculas.

EL INICIO DE LA INVESTIGACIÓN DEL ASESINATO: UNA MASACRETRIBAL

Para mí, esta historia comienza en el Lungotevere de Roma, la larga avenida junto al río atraviesa el centro de la ciudad, donde pulula y fluye una humanidad heterogénea, a menudo en conflicto con los muros de la propia capital: con sus límites, sus virtudes. Las voces del pueblo y de la burguesía se mezclan pero no se integran, comparten vicios quizá, pero sus virtudes, reales o imaginarias, permanecen como una cuestión de clase y de estatus económico. Una Roma que, en un primer momento, acogió al Pier Paolo Pasolini que huía de su Casarsa natal (en el norte de Italia) en 1950, y que luego lo engulló. Así que esta historia comienza el día en el que decidí que tenía que sumergirme en la maraña de hechos sin esclarecer, y averiguar quién, cómo y por qué asesinó al mayor intelectual del siglo XX. Desde el momento en el que encuentran su cuerpo con evidentes signos de tortura (tal y como muestran las duras imágenes de este libro) en un descampado al borde del mar, en el Idroscalo de esa Ostia que es hija bastarda de la capital, a treinta y cinco kilómetros de Roma, el estudio de Pasolini en las escuelas y las universidades italianas se convierte en un tabú durante los siguientes veinte años. El contexto en el que fue hallado el cadáver y las declaraciones de su aparentemente único verdugo (un joven que se prostituía habitualmente en aquellos años) también propiciaron que su figura y su obra se hundieran en el fango. Solo a principios de los años noventa se retomó la conversación sobre el artista y se plantearon nuevas formas de estudiar su obra. Ciertamente, en los círculos literarios y en la industria cinematográfica, los intelectuales situaron su obra en el centro del debate académico. Sin embargo, para la opinión pública, su imagen quedó atrapada en la única verdad oficial reconocida, aquella emitida en el juicio que identifica a Pelosi como su asesino y que afirma que el escritor intentó aprovecharse de él empleando la violencia. Esta es la «verdad» que se ha inoculado, la narración de lo sucedido que nos ha acompañado hasta el presente. A lo sumo, la gente se plantea ciertas dudas: «vete a saber qué pasó, vete a saber por qué motivo, puede que fuera por lo que iba a escribir en Petrolio» (la novela inacabada que solo llegó a publicarse diecisiete años después de su muerte, en 1992, y de la que, hasta la fecha, existen cuatro versiones actualizadas a través de los apuntes del poeta). No hay ni una sola prueba al respecto, tan solo rumores: «puede que aquí, puede que allá».

En Italia, tratar de entender las causas y la manera en que se desarrollan realmente los acontecimientos suele colocarte frente a dos grandes obstáculos: la verdad oficial de la noticia y la conspiración sin evidencias, dos aspectos opuestos pero especulares. En cambio, desentrañar estos dos aspectos opuestos es la labor del periodismo de investigación y este trabajo responde a dicha labor.

Es conveniente aclarar una cosa, de hecho: a Pasolini lo torturaron entre varias personas y en tres fases, primero, lo apalearon, después lo golpearon con violencia y, por último, fue atropellado por diferentes vehículos (como veremos). Una matanza tribal por el tipo de violencia y el número de personas implicadas, pero también por la omertà que se fraguó de inmediato, y por la reacción de algunos intelectuales, no exclusivamente de derechas, que afirmaban que, en el fondo, «se lo había buscado».

La Italia que se presenta ante el resto del mundo, pues, desde el escaparate de las instituciones de Bruselas o de Estrasburgo, mientras ve pasar a primeros ministros y a Gobiernos como si fueran modelos de pasarela, es una Italia que sigue envuelta en sus secretos, en sus atajos de la memoria que aseguran conducir a ciertas verdades y arrojar plena luz sobre ellas, pero que en realidad sirven solo para alejarlas. Hay siempre unos cuantos miles de papeles por desenterrar o desclasificar (como se define técnicamente a la apertura de cajas con papeles que siguen envueltos en el secreto), verdades que es necesario conocer y que, si salieran a la luz, podrían incluso causar problemas con otras potencias extranjeras, aun con países aliados de toda la vida. El problema es que, muy a menudo, estos secretos, o al menos buena parte de ellos, ya se encuentran a la vista en documentos que, aun siendo accesibles, están tan dispersos, simulando estar disponibles, que pocos tienen la curiosidad o el valor de desenterrarlos.

En Italia, el asesinato sin resolver del intelectual más lúcido del siglo XX es como una espina clavada en el flanco de largos años de verdades oficiales, mal envasadas en el país, y en la construcción de una república a menudo maltrecha a causa de los muchos secretos que luego devienen en misterios.

De hecho, esta obra atesora no solo los papeles del juicio de la época que he mencionado antes, sino también los que han conformado, a lo largo de los años, los documentos de las posteriores investigaciones abiertas por la Fiscalía de Roma y que se cerraron inmediatamente o —como en el caso de la última investigación que duró cinco largos años— se archivaron sin llegar a juicio.

Al reunir estos documentos y rastrear testimonios que habían permanecido durante mucho tiempo enterrados en las crónicas, han surgido de la oscuridad una serie de elementos importantes que han ayudado a reconstruir lo que realmente sucedió.

Entre tanto, basta con saber que esa noche el escritor no fue a la estación Termini (la principal estación de trenes de Roma, en aquella época y hoy en día) para recoger a un chapero. Pasolini tenía una cita con Pelosi, a quien conocía desde hacía unos meses, porque unos días antes le había puesto en contacto con quien debía devolverle los negativos de Saló o los 120 días de Sodoma, pues el verano anterior le habían robado las últimas escenas de la película. En cualquier caso, la productora había decidido montar la película utilizando material descartado y no la primera opción del director. Sin embargo, Pasolini había buscado esos negativos desde el robo, con la ayuda de los bajos fondos o de los chavales del barrio con los que se reunía para encontrar información. Estos chicos formaban parte del entorno fronterizo de la época, entre la pequeña delincuencia y la vida de la calle, pero Pasolini los entrevistaba para sus novelas, sus artículos y su obra: la vida de la calle al servicio de la literatura y el arte, una poética de la precisión. El robo de los negativos era, por tanto, el cebo perfecto para atraerlo a una trampa despiadada. Y lo consiguieron. Más adelante descubriremos mucho más sobre el tipo de agresión que sufrió el poeta, pero de momento basta con saber, por ejemplo, que su Alfa GT 2000 nunca llegó a ser desguazado, como afirmaba el mito popular de la época. Lo encontré en diciembre de 2020 en manos de un aficionado a los automóviles clásicos. El coche debía haberse desguazado muchos años después del cierre de las primeras investigaciones, pero, al seguir el rastro de los hechos, descubrí que seguía de una pieza, aunque ya no servía para ulteriores investigaciones. Una suerte de prolongación de su cuerpo, el último testimonio carnal de aquella desgracia. En enero de 2021 reconstruí sus vicisitudes y fotografié su estado actual en un periódico nacional. El coche está siendo restaurado, pero ya es un artefacto inservible, como también ocurrió, por ejemplo, con el resto de las pruebas: la ropa, los zapatos, los accesorios que se encontraron en el coche en su momento. El magistrado de las últimas investigaciones señala este motivo como un obstáculo más en el avance de la investigación.

Mientras tanto, en marzo de 2022, otro testigo de la época (un expolicía y exagente de los servicios secretos italianos y americanos), como publiqué en un semanario italiano, me reveló que había recuperado los negativos de la película en 1976, de manos de un importante jefe de la criminalidad de la época. De modo que los elementos de siempre de aquel entonces confluyen de nuevo: criminalidad, sectores subversivos de la derecha, servicios secretos, etcétera. Este último descubrimiento fue considerado también por algunas autoridades en la investigación.

ITALIA Y SU ENFOQUE UNILATERAL EN LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD

Lo que los lectores de habla hispana van a leer son, por tanto, los cimientos de una construcción, de un trabajo fundamental de investigación en curso, sin el cual no sería posible entender ni la Italia de aquellos años ni lo que le ocurrió al hoy tan aclamado poeta y director. También me gustaría añadir algunas novedades que han tenido lugar en Italia desde la publicación de Pasolini, massacro di un poeta (2015).

La Italia en la que Pier Paolo Pasolini vivió con pasión y valentía era un país complejo y sometido por grupos de imponentes poderes financieros, políticos y subversivos, mientras en las plazas y en las universidades desfilaba el descontento de los estudiantes, de los trabajadores y del resto de los ciudadanos, que exigían justicia, derechos civiles y laborales. Un descontento que a menudo utilizaban los que podían canalizarlo hacia formas violentas de protesta o simplemente permitían que esa violencia se manifestara sin tratar de hacer nada para evitarla: hablamos de los servicios de seguridad y de las estructuras gubernamentales responsables de la seguridad del país. Este fue el punto de partida de la lucha armada de la extrema izquierda, del terror de la extrema derecha y de la labor de una parte del Estado, que a veces apoyaba a uno u otro bando para someterlo a la lógica del restablecimiento del orden mediante intentos de golpes de Estado y atentados. El punto de partida de este estado de cosas fue la masacre de Piazza Fontana, en Milán, el 12 de diciembre de 1969, la madre de todas las masacres, como se la ha llamado a menudo; aunque para delinear un origen preciso en este sentido habría que partir de la masacre de Portella della Ginestra, en Sicilia, el 1 de mayo de 1947. Y es precisamente en el atentado de Piazza Fontana donde Pier Paolo Pasolini centró sus investigaciones como intelectual y periodista, como podemos leer en documentos inéditos relativos a un intercambio epistolar entre el escritor y un antiguo neofascista implicado en dichas masacres. Se trata de una nueva pista que ya señalé en la primera edición y que pretendo delimitar aquí con precisión en letras de molde tras otros cinco años de trabajo: Pasolini fue asesinado a causa de un dosier que recibió dos semanas antes de su homicidio de parte del exterrorista que estaba en prisión preventiva por el atentado de Piazza Fontana. Este es el motivo que desarrollé posteriormente en L’Inchiesta spezzata… de 2020. El dosier, enviado a mediados de octubre de 1975, contenía información sobre la financiación de las masacres perpetradas por sectores de las finanzas, la economía, la política y las estructuras gubernamentales, así como subversivas, del país.

Es la Italia de la P2, la logia Propaganda 2, nacida de una estructura a su vez oculta dentro de la masonería, llamada logia de la Propaganda, que, al entregar el poder a Licio Gelli a principios de los años sesenta, se convirtió en una logia secreta que, a través de sus miembros, procedentes del mundo militar, político, judicial, profesional e institucional, se convirtió en una estructura que gestionaba el poder y las carreras políticas e intentaba manipular la vida democrática del país. La P2 también extendió sus tentáculos a países de América Latina (como Chile, Argentina, Brasil y Uruguay, donde los servicios secretos todavía tienen bajo llave algunos documentos importantes del «venerable» Gelli, como también llamaban al subversivo masón).

La logia se mantuvo en la sombra hasta 1981, mucho después de la muerte del poeta, cuando la justicia, con un gran despliegue, reveló sus ramificaciones y efectos criminales. Aunque, en realidad, nunca hubo una condena penal de sus miembros, ni de Gelli, al que se condenó, absolvió e investigó en otros juicios cuyos hechos, sin embargo, están indudablemente vinculados a esta logia secreta. Tampoco se publicaron nunca en su totalidad los papeles que plasmaban la carga operativa de esos poderes, bajo la sombra de la P2. Gelli murió de viejo en 2015 y se llevó los secretos a la tumba. Mientras todo esto ocurría, las masacres, los atentados terroristas y los asesinatos políticos causaban estragos: el país estaba alterado y en llamas. En un juicio en curso, Gelli figura todavía como uno de los instigadores de la masacre de la estación de Bolonia en agosto de 1980.

Mientras tanto, aunque la judicatura en Italia suele reabrir las investigaciones de viejos casos sin resolver, incluso los de la época del asesinato de Pasolini, la historia de su masacre sigue suspendida entre la verdad y la mentira, al menos desde el punto de vista judicial. A pesar de que los sucesos de la actualidad parezcan más acuciantes, el periodismo de investigación es más necesario que nunca para desvelar hechos como estos, y no puede cejar en su empeño de generar dudas y escarbar, aunque solo sea porque en Italia los asesinatos de este tipo y las masacres no prescriben: el caso Pasolini es, por tanto, un caso abierto.

1 La investigación truncada de Pier Paolo Pasolini. (N. del T.)

INTRODUCCIÓN DE LA PRIMERA EDICIÓNEL PORQUÉ DE UNA NUEVA INVESTIGACIÓN

Investigar la muerte de Pier Paolo Pasolini en los últimos veinticinco años ha adquirido un cariz inesperado y turbulento. No ha sido una excepción la tercera y última serie de pesquisas preliminares iniciadas en marzo de 2010 por la Fiscalía de Roma que, aunque ha dedicado más tiempo del habitual al análisis de los hechos, no ha logrado esclarecer uno de los casos más turbios de la historia de Italia. Un caso que siempre se ha querido confinar dentro de las convenientes murallas del «misterio» y que corre el riesgo de permanecer en esta situación para siempre. Estos cinco años de investigación parecían presagiar una conclusión diferente, pero no ha sido así. En mayo de 2015, el caso fue archivado, y de este modo, se mantiene la frustración de aquellos que todavía sienten la necesidad de entender lo que realmente ocurrió esa madrugada entre el 1 y el 2 de noviembre de 1975 en el Idroscalo de Ostia.

Las premisas de las últimas investigaciones eran numerosas. A las pruebas científicas, que constituyeron el principal elemento novedoso, se sumaron una abundante serie de exhaustivas indagaciones, impensables hace cuarenta y siete años. Del análisis de la ropa de Pasolini y de Pino Pelosi (el único condenado por la muerte del poeta) y de algunos objetos surgieron cinco nuevos perfiles genéticos que se sumaron a los de los dos históricos protagonistas: un enorme paso adelante en la búsqueda de la verdad. Con el paso del tiempo, sin embargo, esta novedad resultó tener un «recorrido limitado». No solo porque no se ha podido determinar la fecha de los rastros identificados en los hallazgos, sino también porque fue imposible enlazar los cinco perfiles encontrados con los de los sospechosos presentes en las bases de datos.

Han sido varios los escollos: el uso exclusivo de las pruebas de ADN, sin la contraparte de otras técnicas probatorias; vías de investigación erróneas recorridas sin tener en cuenta el contexto en el que se sucedieron los hechos, y, por último, el injustificado abandono de nuevas pistas que habrían resultado fundamentales para la investigación.

A estas verdades cercenadas responde la necesidad de esclarecer esta historia y tratar de restablecer las evidencias incómodas investigadas en vano, tanto dentro como fuera de los tribunales.

Todo vuelve a empezar aquel amanecer somnoliento, ventoso y fresco por las intensas lluvias del 2 de noviembre de 1975. Un día en el que, con el hallazgo del cuerpo destrozado de Pier Paolo Pasolini, el paso del tiempo se detiene. La policía, alertada en primera instancia por los habitantes ilegales de la zona, toma las huellas dactilares, todavía sin saber a quién pertenecen esos dedos que ya no escribirán más, que no incendiarán páginas, salas de cine y polémicas. El cuerpo lo identifica más tarde, alrededor de las diez de la mañana, Giovanni Davoli, alias Ninetto. El reconocimiento oficial lo hará Nico Naldini, primo del escritor y también poeta.

Un suceso de crónica negra que los italianos han llegado a conocer con los años. Años plagados de reconstrucciones a menudo demasiado semejantes. De hecho, este asesinato se tratará de inmediato como una «fechoría», madurado en el ambiente de la homosexualidad y la prostitución masculina. Todo había sido elaborado previamente. Todo, por tanto, tiene un origen que precede al relato de esa noche: el culpable, el móvil y el modus operandi, e incluso el arresto. Los hábitos sexuales y privados del escritor serán los elementos a partir de los cuales el hombre y el intelectual serán juzgados y puestos en la picota, gracias a la primera confesión cuidadosamente hilvanada con la hipótesis del culpable único. Ya desde el principio de la investigación judicial un dato está destinado a disolverse: la evidente presencia de otros agresores, además de Giuseppe Pelosi, el único imputado en todos los juicios celebrados, desde el primero hasta el del Tribunal de Casación del 26 de abril de 1979, que confirmará la sentencia de nueve años y siete meses de prisión, sin la fórmula de «en compañía de desconocidos», desaparecida ya desde el segundo juicio. Un caso extraordinario en el que la víctima aparece como verdugo en el mismo juicio que debía identificar a sus múltiples asesinos. Comprobaremos cuántos fueron.

No se tomaron en consideración otras pistas, excepto una, rápidamente excluida, en la que aparecían implicados los hermanos Giuseppe y Franco Borsellino (dos jóvenes delincuentes que crecieron en la barriada romana de San Basilio). Esta pista, descubierta a raíz de una investigación periodística paralela a la judicial que llevó a cabo L’Europeo, resultaba irritante por su tono inoportuno.

Para relatar esta historia desde un punto de vista diferente y tratar de colmar las excesivas lagunas, tanto las de la investigación como las judiciales, conviene precisar buena parte de lo definido hasta ahora y plantearse de entrada una pregunta: ¿es importante determinar si la noche del delito Pasolini y Pelosi mantuvieron relaciones sexuales en el Idroscalo? Sí, lo es. Y lo es porque permite arrojar luz, a través del análisis de los documentos judiciales, de las opiniones de los expertos y de los testimonios, sobre el único motivo que desde siempre lo ha guiado todo: el sexo. Lo es también porque sobre su figura se vertió un exceso de «tinta» (como el mismo Pasolini definía esos prejuicios) desde diferentes sectores y sin razón alguna; prejuicios contra todos los que, como él, se etiquetaban en aquella época de «invertidos». La «duda» es el principal elemento que ha guiado este proceso de investigación, que también ha sido en parte una indagación filológica, especialmente tras el descubrimiento de algunos documentos. Es la misma duda que Pasolini recomendaba que estuviera siempre presente en la mente y en el corazón de los jóvenes del PCI; llamamiento que estos jóvenes, luego adultos, no recogerían en ningún momento; es la misma duda que se inserta en las inquietantes notas de la «trama». No creo que el escritor, poeta, director y ensayista —en la famosa entrevista de Furio Colombo el último día de la vida de Pasolini y publicada póstumamente en un suplemento de La Stampa, el 8 de noviembre de 1975— se refiriera a la «trama». Y no porque en Italia no haya conspiraciones, que las hay, sino porque entre estas y los hechos están las evidencias, las únicas que pueden conducirnos a la verdad al eliminar multitud de historias que, incluso sin pretenderlo, contribuyen a confundirlo todo. Pasolini, en la entrevista en cuestión, aconsejaba desconfiar de la «crónica corregida, editada y paginada» y de la conspiración que se retroalimenta. Así que, al emprender este proyecto, he tratado de hacer tabula rasa de todo aquello que pudiera parecer más atractivo: las hipótesis no apoyadas por el análisis de los datos de las crónicas; las conjeturas que no han sido cotejadas con documentación y testimonios; las pistas más cercanas a la ficción que a la realidad y, evidentemente, la versión oficial, que señalaba el origen del asesinato en el «mundo del vicio».

Partí de los eventos anteriores y posteriores a aquella madrugada entre el 1 y el 2 de noviembre de 1975, y más allá; he recorrido caminos que parecían clausurados, me he cruzado con gente desaparecida del circo mediático y sepultada por las zonas oscuras de aquella época. La febril actividad profesional de Pasolini lo empuja, en aquellos días convulsos e intensos, a estar presente en multitud de lugares: Estocolmo, París, Roma. La producción de la película Saló o los 120 días de Sodoma acaba de terminar y en los intervalos entre una toma y la otra, entre una polémica y la siguiente, Pasolini no deja de escribir en ningún momento. Entrega a este o a aquel mensajero del periódico su último artículo para a continuación partir a toda prisa hacia una nueva cita o a cumplir un nuevo encargo. Escribe ensayos, novelas —incluida Petrolio, una obra inacabada iniciada en 1972 y cuya publicación en 1992 provocará escándalo y controversia—, pero también cartas. Es el suyo un empeño epistolar desarrollado sin interrupción.1 Una carta en particular, publicada bastante tiempo atrás y que ofrecemos aquí en su versión original junto con otras inéditas, me llamó especialmente la atención en un cierto momento de la investigación: está fechada el 24 de septiembre de 1975 y, leída con atención, nos aclara cómo, al igual que el crimen, tuvo un «antes» y un «después». Al seguir la estela temporal de esa carta, me topé con un intercambio de misivas, que fue interrumpido, entre el escritor y un joven de ambigua filiación política, con un pasado derechista y una «repentina» vocación socialista y maoísta. Una transición que le valió la acreditación del mundo cultural y político de la izquierda: se trata de Giovanni Ventura, involucrado en los ataques que habían iniciado la llamada «estrategia de la tensión». Una carta, sí, pero también un documento judicial inédito, que apareció entre las actas relativas al atentado de Piazza Fontana.

Surgieron numerosas preguntas a raíz de esta revelación.

¿La ejecución tribal de Pasolini podía haber sido provocada por la peligrosa información confidencial que poseía y que podía salir a la luz? Tal como sucedió en el caso de la desaparición de Mauro De Mauro o, muchos años más tarde, en la ejecución de Ilaria Alpi y Miran Hrovatin. ¿Era esa información completamente nueva y desconocida? ¿El misterio de la «anotación 21» y la muerte de Enrico Mattei, que dieron el impulso político y mediático necesario para la reapertura, en 2010, de la investigación sobre la muerte del poeta, han podido ser precisamente el obstáculo en el que ha encallado, debido a la imposibilidad de analizar a fondo todos los episodios inciertos de esta historia? Además, ¿es correcto atribuir, como parece que se sugiere últimamente, algún tipo de papel a la banda de la Magliana2 en el asesinato del escritor, teniendo en cuenta que esa «banda» no había nacido aún (comenzó a actuar en 1977)?

Ahora bien, una investigación minuciosa revela que un miembro del clan de Marsella, que operaba en Roma antes del nacimiento de la banda de la Magliana, conocía a Pier Paolo Pasolini. De hecho, era una de sus fuentes de información sobre las conexiones entre el mundo criminal y el de la extrema derecha. Más aún, la producción de una cinta muy controvertida, Saló, estuvo rodeada de un clima tenso y amenazador. ¿Por qué? Más aún: ¿quién orquestó el robo de las bobinas de la película en la fábrica de Technicolor de Vía Tiburtina en agosto de 1975? ¿Quién, dentro del mundillo del cine, tenía acceso a la ubicación exacta de los negativos desaparecidos? ¿Fue el robo la causa, que no el móvil, de la emboscada en el Idroscalo de Ostia? ¿Y cuáles fueron las coordenadas políticas de la operación, si de una operación se trataba? En el círculo más cercano de Pasolini, había alguien que lo sabía todo desde el principio y ha permanecido en silencio durante treinta años. ¿Por qué? Este libro aborda, sobre todo, la dinámica de la muerte y de la agresión que la causó. Lo hace mediante un ejercicio de cotejo entre los testimonios diseminados a lo largo del tiempo, muchos de los cuales estaban enterrados entre pilas de crónicas: entre los primeros documentos judiciales, en su mayoría desconocidos, y los documentos gráficos que allí aparecen, que por sí solos ya revelan la verdad de los hechos. Es una labor que pone de manifiesto las manipulaciones y negligencias en las investigaciones de aquella época, pero también en las investigaciones que en los años posteriores trataron de arrojar luz sobre esa masacre. No faltarán, aunque solo como corolario, los testimonios de las fuentes que confirman todo lo recopilado.

Los nuevos documentos judiciales, que constituyen el último trabajo de investigación sobre esa noche de noviembre, nos han servido como hito divisorio entre las piezas descartadas y, al mismo tiempo, como pegamento para su recomposición, además de ayudarnos a identificar las filtraciones y las omisiones incomprensibles. Nos adentraremos en la exposición de algunos aspectos técnicos relacionados con la dinámica de la masacre, término que no se ha elegido al azar. Pues de eso se trató, dado que fue ejecutada por varias personas que actuaron desde diferentes frentes, y con mecanismos puestos en marcha por distintos implicados. Veremos cómo y por quién.

Por último, el libro recorrerá el contexto político subversivo y criminal de aquellos años, cuyo peso se percibe aún hoy en Italia y de cuyas cenizas, gracias a los documentos inéditos vinculados al caso, podría emerger una primera explicación del verdadero motivo que condujo al poeta al Idroscalo aquella madrugada del 1 al 2 de noviembre de 1975.

Como escribe el propio Pasolini en sus Escritos corsarios, será el lector, en su «reconstrucción de este libro», el que «junte los fragmentos de una obra dispersa e incompleta. Es él quien debe unir elementos aislados que, sin embargo, se entrelazan. Es él quien debe organizar los momentos contradictorios en busca de la unidad sustancial». Desde luego, no estará solo en este viaje. Será un esfuerzo compartido. Provechosa lectura.

1 El epistolario de Pasolini está recopilado en dos volúmenes editados por Nico Naldini: Pier Paolo Pasolini, Lettere (1955-1975), de 1988, y Vita attraverso le lettere (1940-75), de 1994, ambos de Einaudi, Turín. A finales del 2021 se publicó un epistolario actualizado, Pasolini le lettere. Nuova edizione, editado por Antonella Giordano y Nico Naldini, en Garzanti, 1469 páginas. En esta edición faltan las cartas de Ventura.

2 Banda criminal que debe su nombre al barrio romano de Magliana. Además de en sus actividades delictivas habituales, como el tráfico de drogas, se especializaron en la extorsión y el asesinato. Muy vinculada a la extrema derecha, y con algún papel también en el intento de liberar a Aldo Moro, secuestrado el 16 de marzo de 1978 por las Brigadas Rojas. (N. del T.)

Primera parte

BOSQUEJO DE LA MUERTE

«No es cierto, sino qualunquisticamente,1 que un navajazo valga lo mismo que otro navajazo. Los navajazos del hampa napolitana de la posguerra no se tratan igual que los de los neofascistas pariolini o los de los nuevos subproletarios romanos […] si te apuñalara un neofascista pariolino o un teppista de Tor Pignattara el caso tendría menor consideración»

«Non solo a Roma ma solo in Italia»[No solo en Roma, pero solo en Italia]entrevista a PIER PAOLO PASOLINI en Epoca,19 de octubre de 1975

1 Con una actitud de indiferencia y escepticismo. (N. del E.)

1

«QUIEREN MATARME»

LAS AMENAZAS TELEFÓNICAS

«Estoy recibiendo llamadas amenazadoras, estoy preparado… por si quieren agredirme. Pero lo importante es que no hablen con mi madre».1 Estas son las palabras de Pier Paolo Pasolini confiadas a ANSA en abril de 2010 por la exactriz italiana de origen eritreo Ines Pellegrini, que interpretó el papel de esclava sabia y culta en la película Las mil y una noches. «Pasolini estaba asustado y, unos meses antes de morir, le cambiaron el número de teléfono porque recibía llamadas amenazadoras. Intenté llamarle durante varios días —recuerda la mujer en una entrevista—, pero la línea ya no daba señal. Fue entonces cuando empecé a preocuparme. Más adelante, el mismo Pier Paolo me llamó y me explicó que había cambiado de número. Repito: tenía miedo, y yo era incapaz de entender por qué y a quién se refería». Ines Pellegrini señala también, en un documental de 2012 realizado por el periodista de la Stampa Carlo Grande, que Pasolini «tuvo una mala muerte; si hubiera sido un perro, habrían tenido más piedad».

De ahí partimos, de estas palabras, y solo al final del libro entenderemos por qué. Sabemos que unas semanas antes de su muerte el escritor pide a la operadora telefónica que reemplace el número de su domicilio debido a las amenazas que recibe. Amenazas que se repiten a cualquier hora del día y de la noche. Amenazas graves y explícitas. Amenazas de muerte que saltan de un extremo a otro de la línea. Pero ¿quién es el autor de dichas amenazas? ¿Y por qué lo hace?

Nadie ha tratado de interpretar minuciosamente la crónica de aquellos días convulsos. Pasolini está alarmado, tiene miedo, y debe y quiere expresarlo de alguna forma; desea que se sepa la verdad. Así que Pasolini esparce por doquier fragmentos de respuestas. Esos fragmentos estaban a la vista para reunirlos y analizarlos como lo que eran si alguien se hubiera decidido a hacerlo. El escenario de esas semanas se completa además con un episodio realmente extraño: el atentado contra la central telefónica SIP en la avenida Shakespeare del barrio del Eur, el 13 de octubre de 1975,2 a escasos pasos de la casa del director, hecho que obliga a Pasolini a cambiar de nuevo de número.

Sé que me habéis estado buscando. Os llamo yo porque mi teléfono no funciona. Mi aparato es uno de los que han dejado de funcionar por el atentado en el Eur de hace tres semanas. Me interesa vuestra mesa redonda sobre la censura en la televisión. Quiero ir, además, para responder a los insultos de tanta gente. Por ahora la SIP me ha proporcionado un número provisional y me voy apañando […]. He vuelto a Roma porque me he enterado de que hay dos copias terminadas de mi película Saló y tenía prisa por verlas y comentarlas con los amigos.3

No se sabe mucho acerca de este atentado, incluso demasiado poco si se tienen en cuenta las profundamente complejas y perturbadoras tramas de la época.

Pero he aquí que aparece, entre los archivos de la secretaría política de la Democracia Cristiana, un valioso documento incluido en un informe sobre el PCI, cuya información, tal como se indica en los márgenes del propio documento, proviene de fuentes confidenciales.4

Es la estrategia de la confrontación entre rojos y fascistas, confrontación que a menudo, en aquellos años, a instancias de sectores del Estado, se canaliza desde fuera; en cambio, en otros casos, es el propio Estado el que permite que se produzcan ciertos acontecimientos. Son siempre atentados terribles, que, en el caso de los fascistas, asistidos por hábiles manos externas, resultan más precisos y sofisticados. Para el sabotaje se emplearon tres dispositivos incendiarios y dos explosivos plásticos, con mechas de combustión lenta. En resumen, los «años del plomo» se asomaban inexorables, y la «estrategia de la tensión» se encontraba en su apogeo.

Atentados SIP

Es un hecho que origina mucha preocupación y en la cúpula del PCI no existe una idea muy clara acerca de sus orígenes. En principio, se considera que la autoría puede atribuirse a movimientos extraparlamentarios internos de la izquierda mediante numerosas pequeñas acciones iniciales, con una sucesiva infiltración de elementos de la extrema derecha en el episodio del EUR, que ha requerido de medios más técnicos y sofisticados.

¿Qué relación guarda este atentado con la muerte de Pasolini? Aparentemente ninguna. Esa relación se evidenciaría con el paso del tiempo. El aspecto que más sospechas despierta es que, en el período anterior a su muerte, consciente del peligro que corría, dadas las constantes amenazas, el poeta abandonó su entorno, se alejó de sus más cercanos y queridos amigos y viajó con asiduidad fuera de Roma. Veremos con detalle a dónde. Sus amigos tratarán en vano de contactar con él. Un hecho inusual que Oriana Fallaci recordará tras la masacre del Idroscalo en su «Carta a Pier Paolo Pasolini»5 y que atraviesa la contrainvestigación conducida por la periodista sobre la muerte del poeta de manera paralela a la iniciada por los investigadores.

La vida privada de Pasolini en las semanas previas a su asesinato permanece, pues, en la sombra, si bien él siguió enviando mensajes muy explícitos.

LAS AGRESIONES FASCISTAS Y EL FOCO DE ATENCIÓN EN TORNO ASALÓ

En el mismo período en que se produce el atentado a la SIP, Pasolini concede una entrevista en Suecia al periodista Francesco Saverio Alonzo, antes de volver a Roma para visionar las copias del montaje final de Saló o los 120 días de Sodoma. A la pregunta de si temía algún tipo de represalia por parte de los fascistas, Pasolini respondió: «Me asombra que no lo hayan intentado todavía, de una vez por todas».

De hecho, a lo largo de su vida, Pasolini sufre numerosas agresiones fascistas, tanto en Italia como fuera de ella. Por ejemplo, en París, en noviembre de 1974, durante un seminario sobre el fascismo europeo dirigido por Maria Antonietta Macciocchi,6 autora, entre otras obras, de un libro titulado Pasolini, publicado por la editorial francesa Grasset.

Macciocchi, militante del PCI y posteriormente del Partido Radical, reside desde 1972 en la capital francesa y desde 1979 es miembro de la Comisión de Justicia del Parlamento Europeo. La autora cuenta que su ensayo sobre Pasolini nunca se ha traducido al italiano por las continuas negativas de los editores y de otros sectores. En una entrevista con la agencia de noticias Adnkronos, Macciocchi argumentaba: «¿Sigue dando miedo Pier Paolo Pasolini? Sí, él y su muerte aún generan escándalo, tengo pruebas de que es así». Y continúa: «Tras el lanzamiento en Francia, propuse la traducción al italiano del libro, encargándome yo misma de la edición, pero incluso entonces solo recibí embarazosos silencios. Pensé en proponerlo de nuevo a algunos editores con motivo del aniversario de la muerte de Pier Paolo [2 de noviembre de 1995]. Todos me respondieron que era una obra interesante pero que no creían que fuera el momento adecuado para publicarla». Sin embargo, este no es el único suceso desagradable al que Macciocchi tuvo que hacer frente. Cuando dirigía el semanario Vie Nuove, Togliatti le pidió que suprimiera una columna de Pasolini, solicitada por la propia Macciocchi, a pesar de que el escritor no recibía ninguna compensación económica. Macciocchi se negó y, a raíz de eso, Togliatti la relevó de su cargo.

En diciembre de 1974, con motivo de un seminario en la universidad de Vincennes, se proyecta la película Fascista, de Nico Naldini, producida por Pasolini y Alberto Grimaldi. La película, realizada con extractos de documentales del Instituto Luce, archivo histórico cinematográfico italiano, recibe aplausos e insultos a partes iguales. Parte del público, formado por una masa indistinguible de izquierdistas y fascistas, tanto italianos como franceses, tacha al escritor de «asesino». El episodio confirmará una convicción cada vez más arraigada en Pasolini: que el nuevo fascismo es un fenómeno cultural que ha penetrado profundamente en la mente y la cultura de los italianos, tal y como él mismo había advertido desde su primer artículo en el Corriere della Sera.7

En 2005, ante los primeros indicios de la apertura de una nueva investigación, el abogado Nino Marazzita, que había presentado la solicitud para la reapertura del caso, afirma en L’Unità que, unos meses antes de ser asesinado, Pasolini fue atacado por un grupo de fascistas: «Querían arrojarlo desde el puente Garibaldi, pero un coche se detuvo y algunas personas acudieron en su ayuda». Se trata de un suceso poco conocido y bastante significativo debido a la proximidad temporal con el asesinato. Hay otro episodio relevante para el desarrollo de esta investigación anterior al descrito. El 23 de septiembre de 1962, tras la proyección del estreno de Mamma Roma en el cine Quattro Fontane, Pasolini sufre una agresión. El primero en lanzarse sobre el director es Flavio Campo, uno de los jóvenes más cercanos al fascista Stefano delle Chiaie. Lo acompaña en el asalto Serafino di Luia, uno de los fundadores de la organización nazi-maoísta Lotta di Popolo,8 que más adelante fundó el movimiento juvenil Avanguardia Nazionale junto con su hermano Bruno, actor y figurante de Cinecittà en muchas películas de los años setenta. El periodista Adalberto Baldoni, admirador de Pasolini y autor, junto con Gianni Borgna, del magnífico libro Una lunga incomprensione. Pasolini fra destra e sinistra,9 rememora ese episodio, pero lo relaciona con las típicas acciones dictadas por la ferocidad de la época. Tal como se menciona en una entrevista para Secolo d’Italia, en memoria de Antonio Fiore, uno de los cabecillas y militante histórico de Avanguardia Nazionale (protagonista además de las revueltas de Valle Giulia en marzo de 1968 junto con Mario Merlino y los movimientos estudiantiles de izquierda y derecha): «No íbamos escasos de coraje, y con Bruno de Luia nos contrataron como extras y especialistas en las películas que se rodaban en Cinecittà […]. Incluso actué, también como extra, en una película de Pier Paolo Pasolini, Saló o los 120 días Sodoma».10 Algunos de estos personajes reaparecerán en diversos episodios vinculados a la «estrategia de la tensión», como la masacre de Piazza Fontana, aunque nunca fueron declarados culpables.11 Pasolini denunciará las falsedades publicadas en la prensa, tanto desde la derecha como desde la izquierda, sobre el asalto padecido en el cine Quattro Fontane en la colección de artículos Empirismo eretico:12

Durante el estreno de una de mis películas, un fascista, un joven más bien demacrado, me insultó a gritos en público en nombre de toda su bella juventud,13 y yo perdí la paciencia (de lo que me arrepiento), lo abofeteé y lo arrojé al suelo. […] No sé por qué razón, los periódicos que relataron el suceso lo tergiversaron, con ayuda de fotografías falseadas, para que yo pareciera el agresor.

El semanario Lo Specchio aprovechará el incidente para definir al director como «poeta del fango».

Pero las agresiones, como hemos dicho, son numerosas. Entre estos dos episodios tiene lugar otro más, que será útil para el devenir de esta investigación. En el libro de Maccioni, Rizzo y Ruffini Nessuna pietà per Pasolini,14 uno de los autores relata la participación del poeta en un premio literario en Catania:

En 1969 [Pasolini] forma parte del jurado del Premio Brancati, junto con Alberto Moravia. En la Sala di Zafferana, donde se celebra el acto, irrumpe una panda de descerebrados. Son jóvenes del FUAN, el grupo universitario del MSI. Quieren enfrentarse a los intelectuales comunistas. Empujones, insultos y al final algún que otro «maricón». «¡Maricón comunista!», le gritan a la cara. Entre esos jóvenes squadristi all’ortofrutta,15 hay un joven alto y delgado que dará que hablar en el futuro. Se llama Checco Rovella [Francesco]. No pasarán muchos años antes de que su nombre provoque pavor en Catania. El joven que gritaba «maricón» se contará entre los primeros militantes de Ordine Nuovo y acabará en prisión por haber ayudado a Pierluigi Concutelli a fugarse a España a raíz de la orden de arresto por el asesinato del juez Vittorio Occorsio.16

Volvamos al día previo a la muerte de Pasolini. El 31 de octubre de 1975, durante otra entrevista televisada sobre la película Saló se produce un intercambio de bromas con numerosos sobrentendidos entre el entrevistador y el director:

—¿Por qué se ha rodeado de tanto misterio el rodaje de Saló?

—Se ha rodado así porque es como trabajo mejor, en el misterio. He tratado de defenderla más que a otras porque existían peligros inmediatos, inminentes, nada del otro mundo…

—¿A qué se refiere con peligros inmediatos?

—A la presencia de algún moralista que rechaza el placer de escandalizarse.17

Una respuesta comedida, pero caracterizada por una elección precisa de las palabras, además de por la clara referencia a los «peligros inmediatos». El clima de protección generado por Pasolini alrededor de la película no parece, de hecho, un mero truco publicitario para aumentar las expectativas de cara a su estreno.

Testigo directo de ese ambiente es la actriz Laura Betti, muy cercana a Pasolini incluso fuera de los platós de rodaje:

Me mantuvo alejada de él. En Saló no quiso contar ni con Ninetto [Ninetto Davoli] ni conmigo. Es cierto que yo estaba trabajando en otra película, pero ese no era el motivo. Me dijo que quería protegerme. Los fascistas, el servicio secreto… Un día todo saldrá a la luz. Cuando todos hayan muerto. Podrás leer la historia en los periódicos, en los libros. Pero incluso entonces… no se podrá contar todo.18

Pero hay más. Para un escritor y un periodista la elección de palabras no puede ser —no es— nunca accidental y la palabra peligro reaparece en el texto, además de en el título, de la última entrevista publicada en La Stampa y entregada a Furio Colombo unas horas antes de su muerte, entre las 16:00 y las 18:00 del 1 de noviembre de 1975: «La raíz, el significado de todo. Ni siquiera sabes quién está pensando en matarte ahora mismo. “Porque todos corremos peligro” podría ser un buen título, si te parece». Se trata del diálogo que tal vez ha consagrado profesionalmente a Furio Colombo, que posteriormente intentará investigar, con Alberto Moravia, lo que ocurrió aquella noche, tras escuchar las palabras recogidas en caliente, el mismo amanecer del asesinato, a un testigo del Idroscalo, el pescador Ennio Salvitti,19 de las que recogemos este significativo pasaje:

—Mi apellido se escribe con dos tes: Salvitti Ennio. ¿Y usted (seamos educados) quién es?

—Trabajo para La Stampa, me llamo Furio Colombo.

—La Stampa; ah, Agnelli.

—Sí, Agnelli.

—Escriba que es todo una mierda, que eran un montón, que lo han masacrado, pobre hombre. Ha estado media hora gritando: «Mamá, mamá, mamá». Fueron cuatro, cinco.

—¿Usted le ha contado todo esto a la policía?

—Pero ¿se ha creído que soy idiota?

Colombo, sin embargo, no logra descubrir gran cosa durante esa «pequeña investigación», tal y como revelará al cabo de unos años.20 La familia Salvitti será de nuevo protagonista en los documentos de la investigación reabierta oficialmente en 2010 por la Fiscalía de Roma, como testigos que aportaron nuevos detalles, y que trataremos más adelante.

En el diálogo entre el periodista y el escritor, el peligro de la violencia se denuncia en un sentido más genérico, menos personalizado, pero consciente: «Todos saben que abordo mis experiencias personalmente […] sigo diciendo que estamos todos en peligro». A lo largo de la entrevista, además, Pasolini advierte a sus amigos más cercanos —empezando por Moravia—, y a la prensa en su conjunto, señalando incluso al mismo Colombo, de la importancia de pasar por alto lo que queda más allá de la superficie de los acontecimientos que preocupan al país: «Para vosotros, algo sucede cuando es noticia, clara, bien editada, paginada, ajustada y con sus titulares. Pero ¿qué hay en el fondo?».

El periodista inglés Peter Dragadze, que sigue a Pasolini como una sombra desde 1967, recopila toda esa vida de artículos y entrevistas en una obra colectiva póstuma, publicada en el semanario Gente el 17 de noviembre de 1975.21 Dragadze relata que, en la última de sus entrevistas, el escritor se ocupó de reordenar y reescribir sus artículos a fondo: «Esto es casi un testamento espiritual-intelectual. Si algo sucediera, lo publicas, Dragadze. Creo que podría llegar a interesar a alguien». Dragadze evoca algunos de los gestos de Pasolini: «En nuestro último encuentro, le entregué todos los artículos que había reunido y que quería utilizar para un estudio dedicado a su vida y a su obra. Pues bien, Pasolini cogió los artículos, los reordenó, los mecanografió y añadió aquí y allá correcciones de su puño y letra». Testimonios que añaden un rastro adicional y relevante de ese «peligro inmediato», subrayado repetidamente en la entrevista de Colombo. En las reuniones con Dragadze el escritor reflexiona someramente sobre todos los temas que son importantes para él y para su época, característicos de los años corsarios22, y más concretamente los temas abordados en la colección póstuma Cartas luteranas. Entre tanto material destaca lo siguiente:

Tanto la intentona de golpe de Estado en Italia en 1964 como el logrado golpe de Estado en Grecia tuvieron lugar bajo el ámbito de la OTAN. En Italia hubo un proceso judicial contra los periodistas de L’Espresso que denunciaron ante la opinión pública a algunos de los responsables del intento de golpe de Estado. Sin embargo, la investigación parlamentaria ha sido bloqueada por el partido católico (los democristianos) con el apoyo de los socialistas. Es evidente que no quieren ver las responsabilidades internacionales de esta situación.23

EL TESTIMONIO DE DARIO BELLEZZA

Dario Bellezza, un poeta que murió de sida en 1996, y que fue durante un tiempo secretario del escritor, recuperará el coraje perdido cuando escribió Muerte de Pasolini24 con otro libro, casi una negación del primero, El poeta asesinado.25

Lo repito hasta la saciedad: cuando hace muchos años escribí, para exorcizar su final, Muerte de Pasolini