Perra - Marie-Pier Lafontaine - E-Book

Perra E-Book

Marie-Pier Lafontaine

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Beschreibung

Perra, ganadora del Premio Sade en 2020, es el primer libro de Marie-Pier Lafontaine. Con una crudeza que limita todo el tiempo con lo sórdido, Lafontaine se aferra a su experiencia personal para hablar de un tema que, aún hoy, sigue siendo tabú: el abuso intrafamiliar.

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Seitenzahl: 56

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Acerca de Marie-Pier LaFontaine

Marie-Pier Lafontaine nació en 1988 y vive en Montreal. En 2020, Su primer libro, Chienne, fue finalista en Canadá de los Premios literarios Gouverneur genéral y CALQ (Consejo de las artes y las letras de Quebec). En Francia, ganó el premio Sade 2020. Armas para la rabia y Perra son sus primeras traducciones al castellano.

Página de legales

Lafontaine, Marie-Pier Perra / Marie-Pier Lafontaine. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : EGodot Argentina, 2023. Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y onlineTraducción de: Agustina Blanco.ISBN 978-987-8928-63-0

1. Literatura Francesa. 2. Literatura Contemporánea. I. Blanco, Agustina, trad. II. Título. CDD 840

ISBN edición impresa: 978-987-8928-62-3

© Héliotrope, 2019 Edición publicada de acuerdo con Éditions Héliotrope y sus agentes designados Books and More Agency #BAM, París, Francia y la Agencia Ella Sher, Barcelona, España. Todos los derechos reservados.

Derechos mundiales en español.

Título original Chienne (2019)

Traducción Agustina BlancoCorrección Lorena VargasDiseño de tapa e interiores Víctor MalumiánIlustración de Marie-Pier Lafontaine Max Amici

© Ediciones Godotwww.edicionesgodot.com.ar [email protected]/EdicionesGodotTwitter.com/EdicionesGodotInstagram.com/EdicionesGodotYouTube.com/EdicionesGodot

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina, enero de 2024

Perra

Marie-Pier Lafontaine

TraducciónAgustina Blanco

Índice

Tapa

Copyright

Portada

Dedicatoria

Perra

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Landmarks

Tapa

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Portada

Índice

Dedicatoria

Contenido principal

Colofón

Notas al pie

Dedicatoria

A mi hermana,Nosotras dos contra el resto del mundo.

Entre todas las leyes del padre, había una de índole fundamental: no contar.

De niña, disimulaba mis deseos en textos de ficción. Dos hermanas en fuga. Perseguidas por un monstruo de dos cabezas. Huían por sombríos bosques. Se armaban con ramas, palos. Hoy ya no escondo mis deseos. Quisiera que este texto diezmara a mi familia toda.

Si papá dice ladrá. Yo ladro. Si papá dice traé. Yo traigo. Si papá dice lamete la pata. Yo me lamo la pata. Si papá dice olele el culo a tu hermana. Yo le huelo el culo a mi hermana. Si papá dice revolcate lomo contra el piso, perra mugrienta. Yo me revuelco lomo contra el piso y en perra mugrienta me convierto. Si papá dice mordisqueá el zapato. Yo mordisqueo el zapato. Si papá dice comé tus excrementos. Yo como mis excrementos. Si papá dice mordete la cola, conchuda. Yo me muerdo la cola y en conchuda me convierto. Si papá dice gruñí. Yo gruño y recibo una patada así aprendés perra mugrienta a gruñir después que yo, así aprendés. Papá también dice a los animales hay que tenerlos atados con una cadena. Si me niego a dar vueltas carnero, a comer galletas en forma de hueso, a obedecer a los dame la patita, él saca la correa.

Al padre le encanta jugar. Los juegos lo excitan. Las estratagemas elaboradas le agradan a más no poder. Le hacen doler los testículos. Estirar los límites de lo prohibido le demanda mucho ingenio. Cómo abusar de sus hijas sin penetrarlas.

Sacude un collar. Se golpea la pierna. Acá, acá. Me dice a menudo el padre. Demasiado a menudo. Si de ser perra mugrienta se trata, más vale serlo a morir. Una perra mugrienta camina en cuatro patas. Todo el día. Trae la pelota en el hocico. Le lame los pies. Una perra mugrienta. Las rodillas sangrando. Come debajo de la mesa en un bol. Sus sobras frías de la noche anterior. Una perra mugrienta no habla. Anda sin ropa. Se aguanta los golpes en las costillas. Una perra mugrienta orina en un rincón. Sobre el papel de diario. Una perra mugrienta apoya la cabeza entre los muslos de su amo y se deja acariciar.

Obligarme a jugar a la perra es la mejor manera que encontró para que yo me arrastrara desnuda a sus pies.

La madre participa en el incesto. Apoltronada delante del inmenso televisor del living. Le pide a mi hermana. Mejor dicho, le exige. En esta casa nadie pide. Es imposible negarse a lo que sea. La madre, rabiosa: andá a mi cuarto. En el ropero están mis camperas. Traeme una, traeme. Este rancho está helado. Mi hermana sube la escalera. Oye en sordina el ventilador del baño. El ruido del agua que corre. Abre la puerta del cuarto sin golpear porque cree que el padre está bajo la ducha. Camina hasta el fondo de la habitación. Desliza la puerta corrediza. Las camperas cuelgan de las perchas. A cada lado del cerdo. Desnudo. Pajeándose la excrecencia en el placar. Su verga húmeda escupe. En el momento exacto en que su hijita queda inmóvil de estupor. El padre gruñe. Gime. Se retuerce.

Mi hermana y yo éramos las víctimas perfectas para mi padre.

Ambas teníamos vagina.

La correa es de cuero marrón. Estropeada por las huellas de mis dientes. La guarda en el mismo cajón que sus cinturones y sus películas pornográficas. Le resulta más práctico almacenar todas sus fantasías en el mismo lugar. El padre se masturba pensando en las venas reventadas de mis ojos. Eyacula de solo pensar en las marcas rojas alrededor de mi garganta. Para qué otra cosa sirven las arterias carótidas sino para ser comprimidas hasta la asfixia. Hasta que las luces se difuminen. Mis desmayos saturan su sexo. Tira de la soga. Me estrangula. Me arrastra por el suelo. Todos los días, el padre palpita de semen bajo mis mudos sollozos. Me sofoco, pero no suplico. En mi lengua no hay más saliva.