Personalizar el vínculo con la tecnología - Francisco Albarello - E-Book

Personalizar el vínculo con la tecnología E-Book

Francisco Albarello

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Beschreibung

La fuerte innovación tecnológica que vivimos en la actualidad –las redes sociales, los celulares inteligentes, la multitarea, entre otras– no nos da tiempo para pensar en cómo utilizamos estos medios para comunicarnos. Se impone la necesidad de hacer un discernimiento sobre cómo nos vinculamos con ellos y cómo influyen en el vínculo que establecemos con los demás. Estas páginas ofrecen un enfoque original; en ellas se establece un diálogo entre autores e investigadores contemporáneos que indagan los cambios culturales y psicológicos que introducen las tecnologías de la información y la comunicación, y los planteos que realiza al respecto la Doctrina Social de la Iglesia. Como resultado de esta confluencia, se propone personalizar el vínculo con la tecnología, es decir, dotarla de sentido humano poniéndola al servicio de una comunicación que restituya la centralidad de la persona. Un libro de fácil lectura dirigido a educadores, agentes de pastoral, y a la creciente cantidad de usuarios de redes sociales y de los nuevos medios.

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Albarello, Francisco

Personalizar el vínculo con la tecnología : hacia un discernimiento de la cultura digital . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : De la Palabra de Dios, 2014.

E-Book.

ISBN 978-950-9473-65-2

1. Nuevas Tecnologías. 2. Espiritualidad Cristiana. 3. Internet. I. Título

CDD 248.5

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Diseño de tapa e interior: Cristian Chaives

Coordinación general: Federico Boccacci

© Editorial de la Palabra de Dios

24 de Noviembre 1212 - C1242AAB – Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Tel/Fax: (5411) – 49318388 / Email: [email protected]

www.cristovive.org.ar

Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723. Todos los derechos reservados. Editado en Argentina en Marzo de 2015.

Prólogo

La complejidad de nuestro presente histórico, con sus diversificaciones en el saber y en la multiplicidad de interpretaciones de la realidad, requiere una gran capacidad de integración.

A su vez, para que haya auténtica integración es necesario el diálogo de ciencias y prácticas posibles que, respetando las diferencias y sin contradicciones, logren la integración de las partes.

Integrar es lograr asumir lo diverso como parte de la unidad, del todo, de la totalidad de la realidad. La parte que no es integrada no queda “afuera” sino más bien, lo que ocurre es que perdemos la posibilidad de comprender el todo, perdemos los contornos ya que faltan las partes o por lo menos alguna de ellas.

Esta integración, en el caso de los saberes y de las prácticas culturales y pastorales responsables, supone un diálogo abierto y sincero que busca la mayor y mejor personalización de todas las manifestaciones humanas. El trabajo de Francisco Albarello camina por esta vía, la vía del diálogo para la integración.

“Personalizar el vínculo con la tecnología. Hacia un discernimiento de la cultura digital” ofrece un diálogo entre saberes específicos de la comunicación social y las nuevas tecnologías, el magisterio eclesial sobre la comunicación social y el discernimiento pastoral desde una espiritualidad particular; permitiéndole integrar en una propuesta clara y precisa de formación, de análisis de las prácticas comunicacionales mediadas por las nuevas tecnologías y la apertura al horizonte más trascendente de la comunicación; horizonte en el cual la persona humana se comunica para vivir en comunión con los demás.

Esta integración tiene la capacidad de ser técnica sin perder lo propio del discernimiento y acción pastoral que se caracteriza por ser también artesanal.

El discernimiento no solo es una parte integrante el diálogo sino a su vez es el principio hermenéutico desde el cual se logra el diálogo posible y fecundo entre comunicación social como saber específico y magisterio eclesial sobre la persona, la cultura y la comunicación social.

Más aún, las propuestas de trabajo en torno al uso de las nuevas tecnologías, desde una antropología y espiritualidad particular, son justamente el fruto de ese discernimiento y praxis pastoral que moviliza los aportes teóricos permitiéndoles tener un “aterrizaje” en las prácticas cotidianas de comunicación mediadas por el uso de las nuevas tecnologías para una mejor convivencia humana y con sentido de responsabilidad.

Comunicar es comunicar-nos y esto requiere mucho más que medios y tecnología, más bien lo primero necesario es comprender quién se comunica y para qué se comunica; solo desde allí es posible comprender el lugar de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías en las relaciones entre personas llamadas por su propia dignidad a la comunión de vida y de hechos.

A los miembros del Movimiento de la Palabra de Dios, en los cuales Francisco pensaba particularmente durante la realización de este trabajo, la presente publicación nos permite visualizar y valorar la fecundidad del carisma y su espiritualidad puestos al servicio de la comunicación para que ella pueda vivirse desde y para la comunión entre las personas que se comunican.

Muchas veces escuchamos a Padre Ricardo, nuestro fundador, mencionar la necesidad de “aprender a vivir”, aprender a vivir según la propia dignidad. Este trabajo es una herramienta concreta y precisa, una “guía pastoral” que nos ayuda y “enseña a vivir” en el ámbito de la comunicación, personalizando el uso de las nuevas tecnologías para que nuestra vocación comunitaria se manifieste en toda su riqueza, también, en la cultura digital.

P. Melchor López, MPD Sacerdote nazareno

Presentación

Este libro nació como una necesidad propia de reflexionar sobre el uso que hacemos de la tecnología en la actualidad.

La lectura crítica de los medios de comunicación masiva es un camino muy transitado por diversidad de autores y escuelas de pensamiento, pero no así el discernimiento espiritual sobre la utilización de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. En este volumen se cruzan los planteos de la Doctrina Social de la Iglesia con estudios e investigaciones de autores contemporáneos que indagan sobre los efectos sociales y psicológicos de estas nuevas tecnologías. Al confrontar ambas posiciones nos encontramos con que son más las coincidencias que las diferencias, a la hora de pensar en el modo en que estos medios están modificando la forma de comunicarnos unos con otros, y también aparecen similares preocupaciones, aunque abordadas desde enfoques distintos.

Las reflexiones aquí expresadas son resultado de mi formación académica en la temática de la comunicación social, la experiencia de enseñanza en los niveles secundario y universitario y el camino de fe que intento desarrollar como miembro activo del Movimiento de la Palabra de Dios, al que ingresé desde mi juventud. Allí también desarrollo tareas pastorales de servicio eclesial.

Este enfoque múltiple permite cruzar la investigación con la reflexión y el discernimiento, desde una perspectiva particular que es la del carisma del Movimiento, perspectiva expresada en el libro Yo Soy. Meditaciones pastorales sobre la identidad humana, cuyo autor es su fundador, el Padre Ricardo. Personalizar el vínculo con las tecnologías se postula aquí como una extensión de la antropología ofrecida por el autor, quien propone integrar las dimensiones física, psíquica y espiritual en la conformación de una identidad humana madura en el vínculo con Dios y con los otros. Asimismo, el recorrido por los documentos de la Iglesia sobre estos temas permite recuperar una voz siempre atenta a la evolución de los medios y la tecnología en orden al bienestar de las personas y la hermandad de los pueblos.

En cuanto a los contenidos, en el capítulo primero se reflexiona sobre la relación entre el hombre y la tecnología y se propone la personalización en el vínculo con ésta. Sobre esa base, en el capítulo segundo se analiza el paso de los viejos a los nuevos medios con sus rasgos centrales de ubicuidad, movilidad y multitarea, y se propone discernir la cultura que promueven en el uso cotidiano. El capítulo tercero se introduce de lleno en las redes sociales, específicamente en Facebook y Twitter para analizar el modo en que se proponen como ejes de la sociabilidad contemporánea, y a través de preguntas se intenta reflexionar sobre el modo en que las utilizamos. Finalmente, en el capítulo cuarto, a modo de conclusión, se propone la tríada contacto/comunicación/comunión para preguntarnos acerca de la calidad de los vínculos que gestamos a través de estos nuevos medios. Cada capítulo se cierra con un listado de preguntas, las mismas que se irán incluyendo en cada apartado, con el objeto de realizar una reflexión personal sobre nuestra relación con estas tecnologías digitales que usamos para comunicarnos. Las preguntas, además, pueden servir para realizar trabajos grupales, para establecer diálogos, debates e intercambios que pueden enriquecer mucho la reflexión.

Estas páginas están dirigidas a educadores, agentes de pastoral, sacerdotes, consagrados y laicos, y también a hombres y mujeres de buena voluntad, usuarios de redes sociales y de los nuevos medios que se preguntaron alguna vez acerca de cómo están utilizando estas tecnologías. Aquí se propone ofrecer un poco de luz sobre los problemas que nos generan los dispositivos tecnológicos cuando queremos comunicarnos verdaderamente.

En cuanto a su estilo, con un lenguaje no académico y cercano al público no especializado, este libro propone dos recorridos de lectura: el tradicional, que consiste en leer el texto principal en forma lineal, y otro recorrido “paratextual” a través de las generosas notas y citas al pie. Allí se brindan no solamente las fuentes utilizadas sino también comentarios ampliatorios, conceptos, autores, películas y material en Internet que pueden profundizar y abrir los temas tratados hacia otras cuestiones relacionadas y relevantes para los lectores interesados.

Finalmente, es el turno de los agradecimientos y dedicatorias. En primer lugar quiero agradecer al P. Ricardo Mártensen, porque desde el carisma fecundado por su entrega de la vida Dios puso en mí esta necesidad de integrar mi vida de fe con mi vocación profesional. En segundo lugar, a quienes oficiaron de primeros correctores: a mi esposa, Jimena, quien pacientemente leyó, criticó y sugirió mejoras y al Pbro. Melchor López, quien con mucho interés no sólo leyó minuciosamente el borrador sino que también acercó valiosísimos aportes, sugerencias y reflexiones, en el marco de un diálogo fecundo y fraterno, a través de correos electrónicos y encuentros cara a cara. Por último, quiero dedicar estas líneas a mis hijos, Ezequiel y Camila, y a los miembros del Movimiento de la Palabra de Dios, en quienes estuve pensando mientras escribía.

Francisco “Paco” Albarello

Capítulo 1

La relación entre el hombre y la tecnología

1.1. La tecnología como creación del hombre

Desde los tiempos primitivos, el hombre ha creado tecnología para suplir sus déficits frente al medio ambiente. Desde una lanza para cazar, hasta una piel para abrigarse, o el fuego para cocinar sus alimentos, se valió del ingenio para asegurar su supervivencia. Pero al utilizar tecnología, el hombre ha visto modificada su relación con el medio ambiente, ya que el uso de determinada tecnología no es inocua: provoca trasformaciones en el entorno y en el modo de verlo por parte del hombre. Los medios de comunicación son extensiones de capacidades humanas1, es decir, extienden o prolongan capacidades ya existentes en el hombre: por ejemplo, el automóvil puede ser concebido como una extensión del pie, los anteojos como una extensión de los ojos, y así con todos los medios o tecnologías. Entonces, una definición de tecnología que puede sintetizar estos planteos sería la siguiente: “La tecnología es la aplicación del conocimiento científico para la resolución de problemas y para la ampliación de las capacidades humanas”2. En otras palabras lo decía Benedicto XVI: “La técnica atrae fuertemente al hombre, porque lo rescata de las limitaciones físicas y le amplía el horizonte” (Caritas in Veritate, 70).

Ahora bien, para comprender más profundamente las implicancias de la relación del hombre con la tecnología tenemos que recurrir a su raíz etimológica. El concepto “tecnología” deriva de techné, que para los griegos significa “el arte del hacer”, mientras que logos significa “estudio”. Entonces, tecnología es “el estudio del arte del hacer”. Para los griegos, la techné tiene un sentido amplio: comprende no sólo a las materias primas, herramientas y productos, sino también al productor; y no es un mero instrumento, sino que existe en un contexto social y ético en el cual se indica cómo y por qué se producía un valor de uso, es decir, incluye un juicio metafísico3. En cambio, en la Modernidad, y puntualmente a partir de la revolución industrial, se vuelve más importante el producto que el productor o sus patrones éticos, y el eje pasa del sujeto al objeto, del productor al producto4. Esto se puede comprobar fácilmente si pensamos qué significa para nosotros el concepto “tecnología”. Con seguridad, lo primero que se nos viene a la mente es algún producto tecnológico, y sobre todo, algún producto de “última tecnología” (un celular inteligente, una computadora portátil, una tablet). Se pone en evidencia entonces, que nos concentramos en los aparatos y soslayamos todo el proceso de producción y el ingenio que el hombre puso a disposición para producir ese aparato. En otras palabras, se desdibuja la mano del creador.

La Doctrina Social de la Iglesia ha manifestado recurrentemente su parecer sobre estos temas. Juan Pablo II, en su Discurso a los obreros en las oficinas de Olivetti en Ivrea, afirmó: “Como creyentes en Dios, que ha juzgado ‘buena’ la naturaleza creada por Él, nosotros gozamos de los progresos técnicos y económicos que el hombre con su inteligencia logra realizar” (8/04/1990). Mucho antes, los Padres del Concilio Vaticano II, reconocían estos progresos: “El hombre en nuestros días, gracias a la ciencia y la técnica, ha logrado dilatar y sigue dilatando el campo de su dominio sobre casi toda la naturaleza” (Gaudium et spes, 33). Este dominio sobre la naturaleza es un mandato de Dios (Cf. Gn 1, 28) mediante el cual “el hombre será un pequeño creador que volcará sobre la tierra creada por el poder de Dios, su propia imagen humana”5, y en la medida en que esto logra mejores condiciones de vida, es considerado voluntad de Dios (GS, 34), ya que, según el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, “en el fondo, es Dios mismo quien ofrece al hombre el honor de cooperar con todas las fuerzas de su inteligencia en la obra de la creación”. Es más, “La creación que Dios hace del hombre, potencialmente incluye la creación que el hombre puede hacer sobre la tierra”6.

Si bien a los medios de comunicación social se los cuenta entre los “maravillosos inventos de la técnica”7, “cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplía su responsabilidad individual y colectiva” (GS, 33). Este “juicio metafísico” al que aludíamos antes adquiere, en perspectiva cristiana, una dimensión mucho mayor: “toda la actividad humana debe encaminarse, según el designio de Dios y su voluntad, al bien de la humanidad” (GS, 35). En el documento del Consejo Pontificio para la Cultura esto aparece expresado más explícitamente: “la ciencia y la técnica han demostrado ser medios maravillosos para aumentar el saber, el poder y el bienestar de los hombres, pero su utilización responsable implica la dimensión ética de las cuestiones científicas”8. La ética cristiana, entonces, propone encauzar el desarrollo de la tecnología por parte del hombre, quien “no debe disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad, como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar” (Centesimus annus, 37). Al hacerlo, “en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él” (Ib., 37).

1.2. Las posiciones sobre la tecnología

Siempre ha habido posturas contrapuestas en torno a toda innovación tecnológica. Desde la creación de la escritura hasta Internet podemos encontrar evidencias de personas que se han opuesto a estos avances. Movidas tal vez por el miedo a que el nuevo medio provocara un desequilibrio en el orden de cosas, le adjudicaron rasgos negativos, peligrosos y hasta amenazantes, y lo señalaron como el culpable de todos los males de la sociedad. Esta posición negativa se identifica con el calificativo “apocalíptico”. Por el contrario, los “integrados” son quienes apoyan incondicionalmente los avances que provocan los nuevos medios, y los consideran un factor decisivo en la diseminación de esos avances y sus efectos en la sociedad9. Otro modo de denominar a la primera posición es “tecnofóbicos”, y a la segunda “tecnofílicos”. Estos últimos adscriben a un “imperativo tecnológico”, definido como el “estado en el cual la sociedad se somete humildemente a cada nueva exigencia de la tecnología y utiliza, sin cuestionar, todo nuevo producto sea portador o no de una mejora real”10. Este imperativo tecnológico consiste en una visión particular de la tecnología en la que “se sobredimensionan sus posibilidades y sus características; se le atribuyen rasgos mágicos que proponen un tipo de relación particular: se endiosan las tecnologías, como si fueran los nuevos “becerros de oro” (Cf. Éx 32) que se construyeron los hombres para reemplazar a Dios y hacerlo a su medida, y pareciera que el único garante del progreso social es el avance técnico”11. La tecnología ocupa, entonces, el lugar de Dios, lo que se corresponde con un racionalismo tecnológico o una “ideología tecnocrática” que fuera denunciada por Pablo VI en su Carta Encíclica Populorum progressio, 34 y retomada por Benedicto XVI en