Pleito matrimonial del Cuerpo y el Alma - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

Pleito matrimonial del Cuerpo y el Alma E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

Pleito matrimonial del Cuerpo y el Alma es un auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca. Es una obra puramente alegórico, es decir, sin referentes mitológicos, bíblicos o históricos, escrita en torno al año 1634. Calderón toma un tópico medieval y lo reescribe de acuerdo con las convenciones teatrales de la época y del género sacramental en concreto. Pleito matrimonial del Cuerpo y el Alma gira en torno al conflicto entre el pecado y la muerte, el cuerpo y el alma. Tras producirse la lucha entre lo espiritual y lo carnal, el cuerpo regresa a la sepultura y el alma sube al cielo. 

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Pedro Calderón de la Barca

Pleito matrimonial

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Pleito matrimonial.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica: 978-84-9816-828-0.

ISBN ebook: 978-84-9953-375-9.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Acto único 9

Libros a la carta 73

Brevísima presentación

La vida

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-Madrid, 1681). España.

Su padre era noble y escribano en el consejo de hacienda del rey. Se educó en el colegio imperial de los jesuitas y más tarde entró en las universidades de Alcalá y Salamanca, aunque no se sabe si llegó a graduarse.

Tuvo una juventud turbulenta. Incluso se le acusa de la Muerte de algunos de sus enemigos. En 1621 se negó a ser sacerdote, y poco después, en 1623, empezó a escribir y estrenar obras de teatro. Escribió más de ciento veinte, otra docena larga en colaboración y alrededor de setenta autos sacramentales. Sus primeros estrenos fueron en corrales.

Lope de Vega elogió sus obras, pero en 1629 dejaron de ser amigos tras un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope. Nadie sabe qué pasó.

Entre 1635 y 1637, Calderón de la Barca fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. Por entonces publicó veinticuatro comedias en dos volúmenes y La Vida es sueño (1636), su obra más célebre. En la década siguiente vivió en Cataluña y, entre 1640 y 1642, combatió con las tropas castellanas. Sin embargo, su salud se quebrantó y abandonó la Vida militar. Entre 1647 y 1649 la Muerte de la reina y después la del príncipe heredero provocaron el cierre de los teatros, por lo que Calderón tuvo que limitarse a escribir autos sacramentales.

Calderón murió mientras trabajaba en una comedia dedicada a la reina María Luisa, mujer de Carlos II el Hechizado. Su hermano José, hombre pendenciero, fue uno de sus editores más fieles.

Personajes

El Pecado

El Alma

El Alma

La Memoria

La Voluntad

El Entendimiento

La Muerte

La Vida

Un Niño que hace a Cristo

Músicos

Acto único

(Tocan cajas roncas y sale el Pecado, y abriéndose un tronco sale la Muerte con guadaña.)

Pecado Parasismo del mundo, a cuyo horror

la fábrica caduca universal.

Muerte Ojeriza del cielo, cuyo error

hizo al hombre saber el bien y el mal.

Pecado Ira común, pues yace a tu furor

vegetable, sensible y racional.

Muerte Saña común, pues yace a tu poder

lo que nació primero de nacer.

Pecado Basilisco del tiempo tan cruel,

que das mirando a cuanto vive fin.

Muerte Áspid del siglo, tan traidor e infiel

que muerdes entre flores de un jardín.

Pecado Introducido escándalo de Abel.

Muerte Heredada malicia de Caín.

Pecado Ministro del gran Dios de Sabaoth.

Muerte Caudillo de los bandos de Astaroth.

Pecado Pálida Muerte, porque solo así

todas tus señas pronunciar podré.

Muerte Príncipe del abismo, que de ti

noticia de otra suerte dar no sé.

Pecado ¿A un mundo yo no te introduje?

Muerte Si

de la Muerte el Pecado origen fue.

Pecado Pues si el ser me debiste y ser atroz,

desciende a los conjuros de mi voz.

Desciende de ese negro monte, que es

funesta patria de la noche vil;

el seno deja de sus troncos, pues

el valle nos conVida con su abril.

Víboras somos; ajen nuestros pies

sus flores ciento a ciento y mil a mil,

mientras no empaña, al ver nuestro arrebol,

su faz la Luna y su semblante el Sol.

Muerte Ya de aquel tronco que mi cuna fue,

de quien naciendo rama soy raíz,

rasgué el tronco y rasgándole dejé

yerta su pompa, mustio su matiz.

(Baja.)

Agora dime qué me quieres.

Pecado Que

en mi pena mayor, más infeliz,

me ayudes a vengar una pasión.

Muerte ¿Son envidias del hombre?

Pecado Celos son,

que son envidias una y otra vez.

Muerte ¿Celos tiene quien nunca tuvo amor?

Pecado Sí, porque hay celos de tal vil preñez

que son abortos hijos del rencor.

Muerte Pues ¿qué quieres? Que al cielo la azul tez

apagaré de un soplo, y su esplendor

de nubes vestirá negro capuz,

en funestas exequias de la luz.

Pecado Ya sabes que desterrado

salí de mi patria augusta

por aquel delito infame,

aquella ambiciosa culpa

en que mi soberbia entonces

me puso, por que se arguya

cuán antiguo es en el mundo

ser soberbia la hermosura.

Ya sabes también que luego,

mañosa serpiente astuta,

me introduje en un jardín,

donde sus vedadas frutas

inficioné con mi aliento

mortal, eterna cicuta

de los hombres. De esta ira,

de esta rabia, de esta furia,

fue la causa que entre sombras

de imágenes y figuras,

bien a mi ciencia distintas,

bien a mi dolor confusas,

en la soberana idea

de Dios mire la pintura

del Alma hermosa del hombre,

cuya gran belleza, cuya

perfección había de ser

al Alma mortal conjunta

humana naturaleza,

reina del mundo absoluta.

De suerte me arrebató

mis acciones todas juntas,

que de envidia, amor y celos,

sentí a tiempo tres injurias.

De envidia, por ver que había

de ser —la lengua me turba—

preferida —¡de ira rabio!—