Poeta en Nueva York - Federico García Lorca - E-Book

Poeta en Nueva York E-Book

Federico García Lorca

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Beschreibung

Una dura crítica al capitalismo en la obra más surrealista de Federico García Lorca. Considerada por la mayoría de críticos como la mejor obra del autor, en Poeta en Nueva York llegan a su punto culminante los procedimientos formales lorquianos, que sirven de base a una radical protesta social y a una penetrante indagación metafísica.
Estos poemas son el testamento poético del genio que quiso romper los límites de su voz y su sexualidad, una ametralladora de imágenes surrealistas, un grito contra el poder y el capitalismo salvaje. La mirada de Federico empatiza con los oprimidos, con los animales, con la tierra. Testigo de excepción del Crack del 29 y el hundimiento de la Bolsa de Wall Street, el duende del poeta se rebela contra la ciudad desmedida y le canta a una época que, en definitiva, sigue siendo la nuestra.

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Veröffentlichungsjahr: 2019

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Federico García Lorca

POETA EN NUEVA YORK

© 2019 Ediciones Sinapsis

A BEBÉ Y CARLOS MORLA

Los poemas de este libro están escritos en la ciudad de Nueva York el año 1929 1930, en que el poeta vivió como estudiante en Columbia University.

F. G. L.

POEMAS DE LA SOLEDAD EN COLUMBIA UNIVERSITY

 

Furia color de amor

amor color de olvido.

LUIS CERNUDA.

 

VUELTA DE PASEO

 

Asesinado por el cielo,

entre las formas que van hacia la sierpe

y las formas que buscan el cristal,

dejaré crecer mis cabellos.

 

Con el árbol de muñones que no canta

y el niño con el blanco rostro de huevo.

 

Con los animalitos de cabeza rota

y el agua harapienta de los pies secos.

 

Con todo lo que tiene cansancio sordomudo

y mariposa ahogada en el tintero.

 

Tropezando con mi rostro distinto de cada día.

¡Asesinado por el cielo!

 

1910

 

(INTERMEDIO)

 

Aquellos ojos míos de mil novecientos diez

no vieron enterrar a los muertos,

ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,

ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar.

 

Aquellos ojos míos de mil novecientos diez

vieron la blanca pared donde orinaban las niñas,

el hocico del toro, la seta venenosa

y una luna incomprensible que iluminaba por los rincones

los pedazos de limón seco bajo el negro duro de las botellas.

 

Aquellos ojos míos en el cuello de la jaca,

en el seno traspasado de Santa Rosa dormida,

en los tejados del amor, con gemidos y frescas manos,

en un jardín donde los gatos se comían a las ranas.

 

 

Desván donde el polvo viejo congrega estatuas y musgos,

cajas que guardan silencio de cangrejos devorados

en el sitio donde el sueño tropezaba con su realidad.

Allí mis pequeños ojos.

 

No preguntarme nada. He visto que las cosas

cuando buscan su curso encuentran su vacío.

Hay un dolor de huecos por el aire sin gente

y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!

Nueva York, agosto 1929

 

 

 

FÁBULA Y RUEDA DE LOS TRES AMIGOS

 

Enrique,

Emilio,

Lorenzo,

 

Estaban los tres helados:

Enrique por el mundo de las camas;

Emilio por el mundo de los ojos y las heridas de las manos,

Lorenzo por el mundo de las universidades sin tejados.

 

Lorenzo,

Emilio,

Enrique,

 

Estaban los tres quemados:

Lorenzo por el mundo de las hojas y las bolas de billar;

Emilio por el mundo de la sangre y los alfileres blancos,

Enrique por el mundo de los muertos y los periódicos abandonados.

 

Lorenzo,

 

Emilio, Enrique, Estaban los tres enterrados:

Lorenzo en un seno de Flora;

Emilio en la, yerta ginebra que se olvida en el vaso,

Enrique en la hormiga, en el mar y en los ojos vacíos de los pájaros.

 

Lorenzo,

 

Emilio,

Enrique,

Fueron los tres en mis manos

tres montañas chinas,

tres sombras de caballo,

tres paisajes de nieve y una cabaña de azucenas

por los palomares donde la luna se pone plana bajo el gallo.

 

Uno

 

y uno

y uno,

 

Estaban los tres momificados,

con las moscas del invierno,

con los tinteros que orina el perro y desprecia el vilano,

con la brisa que hiela el corazón de todas las madres,

por los blancos derribos de Júpiter donde meriendan muerte los borrachos.

 

Tres

 

y dos

y uno,

Los vi perderse llorando y cantando

por un huevo de gallina,

por la noche que enseñaba su esqueleto de tabaco,

por mi dolor lleno de rostros y punzantes esquirlas de luna,

por mi alegría de ruedas dentadas y látigos,

por mi pecho turbado por las palomas,

por mi muerte desierta con un solo paseante equivocado.

 

Yo había matado la quinta luna

y bebían agua por las fuentes los abanicos y los aplausos.

Tibia leche encerrada de las recién paridas

agitaba las rosas con un largo dolor blanco.

Enrique,

Emilio,

Lorenzo.

Diana es dura,

pero a veces tiene los pechos nublados.

Puede la piedra blanca latir en la sangre del ciervo

y el ciervo puede soñar por los ojos de un caballo.

 

Cuando se hundieron las formas puras

bajo el cri cri de las margaritas,

comprendí que me habían asesinado.

Recorrieron los cafés y los cementerios y las iglesias,

abrieron los toneles y los armarios,

destrozaron tres esqueletos para arrancar sus dientes de oro.

Ya no me encontraron.

¿No me encontraron?

No. No me encontraron.

Pero se supo que la sexta luna huyó torrente arriba,

y que el mar recordó ¡de pronto!

los nombres de todos sus ahogados.