Policarpo II -  - E-Book

Policarpo II E-Book

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Beschreibung

Los textos que conforman el presente volumen fueron publicados por la revista clandestina Policarpo, entre los meses de mayo de 1983 y diciembre de 1985. En sus páginas destacan las denuncias de las violaciones a los derechos humanos producidas en el marco de las protestas nacionales, las reflexiones críticas sobre los cambios estructurales creados e implementados por la Dictadura, los análisis sobre la crisis social producida como consecuencia de la crisis económica y, finalmente, una serie de artículos sobre la situación y los conflictos que emergen al interior de la Iglesia Católica chilena.

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POLICARPO II

Catolicismo, espacio público y oposición política. Chile 1983-1985

Martín Bernales Odino

Marcos Fernández Labbé

María Soledad Del Villar Tagle

Editores

Este libro es producto del Fondecyt Regular 1170613, “Catolicismo y política.

Vocabulario conceptual, opinión pública y acción política desde una perspectiva comparada”.

Ediciones Universidad Alberto Hurtado

Alameda 1869 · Santiago de Chile

[email protected] · 56-228897726

www.uahurtado.cl

Primera edición: julio 2023

El presente libro constituye el tercer volumen de un trabajo de investigación orientado a la recuperación de las revistas clandestinas No Podemos Callar y Policarpo, editadas por José Aldunate s.j.

Los libros de Ediciones UAH poseen tres instancias de evaluación: comité científico de la colección, comité editorial multidisciplinario y sistema de referato ciego.

Este libro fue sometido a las tres instancias de evaluación.

ISBN libro impreso: 978-956-357-419-7

ISBN libro digital: 978-956-357-420-3

Coordinador colección Historia

Daniel Palma Alvarado

Dirección editorial

Alejandra Stevenson Valdés

Editora ejecutiva

Beatriz García-Huidobro

Diagramación interior

Alejandra Norambuena

Diseño de portada

Francisca Toral

Imagen de portada

Manifestación por los derechos humanos. Fotografía de José Durán.

Se agradece la generosa donación.

Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

Diagramación digital: ebooks [email protected]

Índice

Prefacio

Estudio preliminar. Policarpo II.Desde las “Protestas Nacionales” al “Acuerdo Nacional”

Artículos

Cronología: 1983-1985

Bibliografía

Prefacio

Policarpo II. Catolicismo, espacio público y oposición política. Chile 1983-1985esel resultado del trabajo realizado durante el año 2021 por el Grupo de Estudios “Intervenciones Político-Religiosas en Dictadura” del Instituto de Teología y Estudios Religiosos (ITER) de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Alberto Hurtado. El volumen que hoy presentamos continúa una investigación del Grupo de Estudio sobre la revista clandestina Policarpo, cuyo objetivo es recuperar como fuente para la historia del Chile contemporáneo el trabajo y las reflexiones de un grupo de cristianas y cristianos que, desde 1975, intentaron no callar frente a una dictadura que parecía llevarse todo por delante1.

Este libroconsta de cuatro secciones. En la primera de ellas se presenta un estudio preliminar de Stephan Ruderer y Boris Hau que permite contextualizar históricamente los artículos seleccionados y que, además, propone algunas claves para su análisis. La segunda contiene una selección de textos publicados por Policarpo entre los años 1983 y 1985, acompañados de un aparato crítico que permite informar brevemente a lectores y lectoras sobre las personas, organizaciones y eventos a los que se hace referencia. Como en los volúmenes anteriores, el aparato crítico incluye un seguimiento de los resultados judiciales de los hechos denunciados en la revista. En esta segunda sección se encontrarán también algunos escritos breves que dan cuenta de preocupaciones puntuales de la revista y algunas portadas y caricaturas que permitirán visualizar tanto la materialidad como el humor presente en Policarpo. En la tercera sección se ofrece una cronología que proporciona información sobre los eventos más relevantes del período ordenados en cinco categorías: contexto nacional, contexto internacional, movimientos sociales y de protesta, Derechos Humanos, Iglesia Católica y otras Iglesias. Finalmente, se entrega la bibliografía secundaria que fue consultada para elaborar el estudio introductorio y el aparato crítico que acompaña a los artículos seleccionados.

La definición de la temporalidad, 1983-1985, dice relación, en lo fundamental, con el cambio de contexto que —para el país y el equipo redactor de la revista— supuso el inicio del ciclo de protestas en contra de la Dictadura, catalizado tanto por la profunda crisis económica como por la articulación político-social de distintas organizaciones opositoras al régimen, en muchas de las cuales el trabajo de cristianas y cristianos era muy notorio. Así, no es casual que a nivel popular las Comunidades Cristianas de Base y quienes participaban en iniciativas vinculadas a la Iglesia Liberadora —el mismo Policarpo, así como el Movimiento contra la tortura Sebastián Acevedo— tuviesen gran protagonismo en las páginas de la revista, al igual que la serie de iniciativas de conciliación política que derivaron en el fallido “Acuerdo Nacional”. Tal como en los volúmenes anteriores, la selección de los artículos de la revista estuvo guiada por tres criterios. El primero, basado en la extensión: nos impusimos el límite de no seleccionar más del veinticinco por ciento del total de los artículos. Los otros dos, se refieren al contenido de los textos: decidimos escoger los mejores artículos considerando su calidad analítica y su relevancia como fuentes para la historia de Chile.En cuanto al método, establecimos uno que combinó un momento individual, en el que cada integrante del grupo votaba por los artículos que le parecían más relevantes, con otro grupal, en el que se deliberaba sobre las selecciones individualmente realizadas. Este método se articuló a partir de reuniones mensuales sostenidas a lo largo del año. Al finalizar la revisión anual de las revistas englobadas en el período considerado para hacer la selección, sostuvimos una reunión final en la que evaluamos nuevamente la pertinencia y calidad de la recopilación realizada. Aunque la selección que contiene este manuscrito no pretende ser cuantitativamente representativa de los temas que se abordan en Policarpo, dicha representación ocurre en casi todos los casos. La única excepción es el caso de los temas eclesiales, que se encuentran sobrerrepresentados en nuestro libro. Hemos decidido mantener esta sobrerrepresentación porque nos ha parecido que los artículos eclesiales de Policarpo constituyen una fuente valiosa para comprender la situación de la Iglesia Católica de este período.

El Grupo de Estudios “Intervenciones Político-Religiosas en Dictadura” es una unidad de investigación asociativa compuesta por académicos y académicas de distintas disciplinas y universidades, así como por estudiantes de posgrado. Su trabajo ha sido posible gracias al generoso aporte del Instituto de Teología y Estudios Religiosos (ITER). Durante el año 2021, el Grupo de Estudios estuvo conformado por Stephan Ruderer, Enrique Rajevic, Boris Hau, Diego García, Raquel Fergnani, Marcos Fernández Labbé, Pedro Espinosa s.j., Soledad Del Villar, Martín Bernales Odino y Carlos Álvarez s.j.. Contó, además, con el indispensable trabajo de Mauricio Canals y Jituki Vilca, quienes realizaron las investigaciones que permitieron las notas al pie que conforman el aparato crítico del presente volumen, y de Alejandro Cisternas, quien transcribió minuciosamente los textos seleccionados. Marcos Fernández Labbé, Soledad Del Villar y Martín Bernales Odino fueron los coordinadores del Grupo de Estudios y son los editores del presente volumen.

Estudio preliminar. Policarpo II.Desde las “Protestas Nacionales”al “Acuerdo Nacional”

Boris Hau y Stephan Ruderer 2

Este segundo volumen del boletín clandestino Policarpo abarca la época que va desde mayo de 1983 hasta finales de 1985. Estos casi tres años fueron de mucha efervescencia en la historia de la Dictadura chilena y de grandes cambios en la Iglesia Católica nacional. Son los años del principio y del auge de las “Protestas Nacionales”, de comentario permanente en las páginas de Policarpo, y del cambio en la conducción de la Iglesia Católica, ya que en marzo de 1983 asume el arzobispado de Santiago Monseñor Francisco Fresno en reemplazo del cardenal Raúl Silva Henríquez. El significado de este cambio de liderazgo también será un tema recurrente en el boletín de estos años. En esta introducción a los artículos de Policarpo queremos ofrecer tanto un resumen básico de los principales acontecimientos históricos de la época como destacar algunas interpretaciones que se hacen en la revista. Por eso, en un primer paso se estudia el contexto histórico de los años 1983 a 1985 tanto a nivel nacional, —las protestas, el “Acuerdo Nacional” y las violaciones a los derechos humanos— como a nivel internacional —el ejemplo de la transición argentina—. En un segundo paso se relatan los cambios en la Iglesia, resaltando el alcance del nombramiento del nuevo arzobispo de Santiago, la condena por parte del Vaticano a la Teología de Liberación y la importancia de las Comunidades Eclesiásticas de Base. En ambos puntos analizamos la voz de Policarpo: con respecto a la política nacional, destacan su posición a favor del “pueblo” y su relación ambigua con la violencia, en tanto, con miras a los acontecimientos en la Iglesia, resalta la discusión de los conceptos reconciliación y liberación que se hace en la revista.

Durante este periodo hubo una pausa de cinco meses. Por ello, en el número 28, correspondiente a los meses de septiembre y octubre de 1984, se hizo una aclaración, ya que muchos de sus lectores pudieron pensar que la pausa se debió al ambiente de censura contra las revistas de oposición. En la declaración se señaló que la revista no fue censurada por la Dictadura, sino que fueron cinco meses de silencio en los cuales se reflexionó acerca del contenido de los artículos de la publicación. En esta nueva etapa, comenzada en 1984, el equipo de redactores de Policarpo indicó que sus objetivos se concentrarían en la reflexión sobre los hechos político-sociales más relevantes y que no informarían tanto sobre la contingencia, ya que se constataba que existían suficientes revistas de oposición que cumplían esa tarea. Los temas que concentrarán su atención serán la Iglesia en Latinoamérica en relación con el proceso de reflexión sobre la Teología de la Liberación y, por otra parte, las ideas emanadas desde las Comunidades Cristianas de Base en Chile, ya que “queremos acompañar más de cerca el crecimiento de una Iglesia que surge del pueblo y de su compromiso con el Dios liberador. Nos ofrecemos a los agentes pastorales para ser para ellos un órgano de expresión”3.

El contexto histórico nacional e internacional y la voz de Policarpo

Crisis económica

Para entender mejor la presente selección de los artículos de Policarpo se hace necesario describir y analizar algo más detalladamente el contexto histórico del país. En mayo de 1983, ya se habían terminado hace rato “los días más dulces”4 del régimen, cuando, después de la imposición de la Constitución de 1980, Pinochet había inaugurado la “etapa constitucional” de su Dictadura. El curso de la doctrina ortodoxa neoliberal condujo al país a su crisis económica más profunda desde 1930, lo que significó para la población chilena niveles de pobreza, hambre y cesantía inimaginables hoy en día. Como bien se describió ya en la introducción al primer tomo de la edición de Policarpo5, en 1983, el desempleo subió a más del 30 %, la inflación anual superaría el 20 % y el Estado debió intervenir algunos bancos para liquidarlos o salvarlos de la bancarrota, contradiciendo todos los principios del neoliberalismo profesados6. Las razones de esta profunda crisis, si bien se debieron en parte a una recesión mundial, se encuentran sobre todo en la fe ciega que se tuvo en las recetas ortodoxas neoliberales. La política económica del laissez-faire, las privatizaciones desreguladas y la prácticamente nula intervención del Estado en las transacciones económicas llevaron a un sobreendeudamiento del mercado chileno que finalmente condujo a la crisis7. La superación de esta se logró solamente con una fuerte intervención del Estado. Sin embargo, estos ajustes estructurales aumentaron la desigualdad en Chile, ya que perjudicaron a los sectores más pobres de la sociedad. De esta manera, en la segunda mitad de la década de los 80, mientras los diez mil deudores en dólares recibieron subsidios equivalentes al 3 % del PIB, el millón de desocupados y desempleados recibió menos del 1,5 % del PIB8. El costo social de la crisis fue pagado por la población más pobre de Chile y, como bien dice Policarpo, “la diferencia les aprovecha a los que se han enriquecido aún en estos tiempos: banqueros, militares, exportadores, especuladores…y también no pocos empresarios”9.

Estos hechos no desencadenaron la caída del régimen, probablemente, debido a la brutal represión ejercida por la Dictadura contra quienes se manifestaban en su contra. Como durante todo el gobierno de Pinochet, las políticas económicas no se entienden sin tomar en cuenta las graves violaciones a los derechos humanos. Ambos fenómenos están directamente entrelazados y se revelaron fuertemente en las protestas nacionales que empezaron el 11 de mayo de 1983. Estas se transformaron en una de las mayores preocupaciones para Policarpo, por lo que para entender mejor la posición de la revista, se analizarán brevemente los elementos centrales de estos acontecimientos.

Las protestas nacionales

El 11 de mayo de 1983, luego de casi diez años de Dictadura, la ciudadanía salió masivamente a las calles, inaugurando el ciclo de las “Protestas Nacionales”. Policarpo dedicó diversos artículos tanto para explicar el origen de este movimiento social, como para denunciar la represión de parte de agentes de la Dictadura contra los manifestantes. Para Policarpo ese día de la primera protesta nacional pasó a ser una fecha histórica porque, a su juicio, hubo un despertar de la población para exigir en las calles el fin de la Dictadura: “Los hechos, los porfiados hechos como siempre. Ahí está el cobre paralizado y conducido; ahí están los trabajadores de pie en sus fábricas y en las poblaciones; ahí están las barricadas y las fogatas que han sido capaces de convertir a Santiago en una ciudad vacía de banqueros y financistas y repleta de fervor popular, obrero, estudiantil y profesional”10. Para Policarpo la jornada del día 11 tuvo un ambiente de desahogo luego de diez años de Dictadura. Es por eso que se recordó que en las calles la gente se manifestaba diciendo: “Pinochet que se vaya, exigiéndole que se vaya. Ahí está aquello que para algunos no existía. Ahí están las mujeres del pueblo junto a sus hijos y a sus maridos: luchando de igual a igual sin necesidad de pasar por terapias de grupo para la liberación femenina. Ellas saben que la mujer se libera en la lucha y no en los círculos culturales”11.

La primera protesta nacional, convocada por la Confederación de los Trabajadores del Cobre (CTC), fue al mismo tiempo una sorpresa por la magnitud del evento y “el más serio desafío de los últimos diez años”12 para la Dictadura. Después de esta jornada, y como bien lo indicó Policarpo, “el país ya no es el mismo de antes”13. La participación de la población sobrepasó largamente las expectativas de los organizadores e incluyó a sectores de las clases medias, estudiantes, trabajadores y pobladores. En la noche, la protesta se transformó en barricadas, fogatas y lluvias de piedras sobre las fuerzas policiales que trataron de impedir las manifestaciones. Al final de la jornada de protesta se escuchó “el ruido de las cacerolas que al principio fue tímido, pero al poco rato aumentó considerablemente. Pobladores y dueñas de casa salieron a las calles y los automovilistas hicieron sonar sus bocinas”14.

Para el ministro del Interior, los responsables de los hechos de violencia que sucedieron en las jornadas de protesta fueron los dirigentes sindicales que las convocaron, no los uniformados. El ministro al día siguiente de la protesta manifestó molesto: “La ciudadanía ha comprobado el profundo fracaso de la instigación al paro y a las demostraciones de protesta”15, y amenazó a los dirigentes sindicales por su responsabilidad en lo que denominó una conducta delictual. La consecuencia de esa primera jornada fue que dos días después, la Dictadura se vengó contra los pobladores. Tropas militares rodearon las poblaciones de la zona sur de Santiago: La Victoria, Joao Goulart, La Castrina y Yungay. Los uniformados allanaron los hogares de los pobladores sin mostrar orden judicial. Fueron casa por casa sacando a los hombres mayores de 14 años, a quienes reunieron en canchas de fútbol. Un poblador relató que los uniformados les decían “ahora tiren piedras o hagan sonar las cacerolas”16. Se les mantuvo de pie durante horas en silencio. Finalmente, solo se detuvo a aquellas personas con antecedentes penales, mientras al resto se las devolvió a sus casas después de una humillación de horas.

Públicamente, Pinochet “denunció un plan soviético para dañar su imagen y fustigó a la dirigencia partidaria que se escondía tras los trabajadores para promover el desorden”17. El 20 de mayo, el dictador emitió un mensaje por cadena nacional, en el que confirmó sus sospechas de la supuesta orden externa desde la Unión Soviética: “Sin lugar a dudas, señores, aprovechándose de la situación que vive el país, aprovechándose de esta situación económica, aprovechándose de la ambición de algunos, aprovechándose de momentos internacionales difíciles, [Rusia] ha pretendido desarrollar una acción a nivel laboral y político para traer el derrocamiento del gobierno. Esos mismos que la noche del 11 tocaban la bocina, no saben lo que les espera si acaso volviera el marxismo a ocupar el gobierno”18.

Justificada con esta lectura de los hechos, la Dictadura reaccionó con la violencia ya acostumbrada. Por un lado, se generó una represión física hacia los pobladores que llevó, solamente para esta primera jornada de protesta, a dos muertos, masivos allanamientos en las poblaciones y más de 400 personas detenidas. Por otro lado, se aplicó la represión administrativa hacia los dirigentes sindicales y políticos, que eran encarcelados o relegados a zonas aisladas del país19. A pesar de esta represión, se llevaron a cabo, en los meses de junio y julio, una segunda y tercera protesta nacional que significaron la consolidación de esta forma de manifestación, que combinaba omisiones en el quehacer cotidiano, realizables también para la clase media, con barricadas y protestas en las noches, organizadas muchas veces en un ambiente de fiesta en las poblaciones de Santiago y del país. Para la tercera y cuarta jornada ya se sumaron actores políticos de oposición a la convocatoria de la protesta, que adquirió una dimensión nacional, provocando una violenta reacción del régimen de Pinochet. Así, para la protesta de agosto de 1983, la Dictadura ocupó la ciudad de Santiago con 18.000 militares, que llevaron a cabo una verdadera masacre contra la población, la que se repitió en la protesta de septiembre. Para las jornadas de agosto hubo 29 muertes y en las jornadas de septiembre 11 personas asesinadas20, por lo que Policarpo pudo hablar con cierta razón de la “normalización de las masacres”, preguntándose por los últimos vestigios de humanidad en el régimen: “¿Qué gobierno civilizado se podría mantener un día en el poder, si no diera cuenta no de decenas, sino de centenares de muertos (ocultados) como resultado de haber ejercido el derecho humano a la protesta?”21.

Sin embargo, esta estrategia represiva no consiguió los resultados esperados por la Dictadura. La situación desesperante de gran parte de la población chilena llevó a esta a seguir con las protestas, de tal manera que entre 1983 y 1986 hubo un total de 15 jornadas nacionales de protestas, incluyendo dos paros nacionales (en octubre de 1984 y julio de 1986), varias concentraciones políticas en el parque O’Higgins, tres “jornadas por el derecho a la vida” organizadas por organismos de la Iglesia y muchas manifestaciones en días emblemáticos como el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, o el 4 (día en que se conmemora la votación de Salvador Allende) y el 11 de septiembre22. Destacan, por su masividad, la octava protesta en marzo de 1984 y el paro nacional a fines de octubre del mismo año. Debido al aparentemente continuo estado de protesta y ebullición en la población y a los incipientes procesos democratizadores a nivel local (elecciones de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica FEUC, en sindicatos y en organizaciones de barrios), Pinochet declaró el estado de sitio en noviembre de 1984. Durante sus siete meses de vigencia fue prohibida la circulación de la prensa opositora y se aprovechó de controlar y disciplinar a los pobladores, que fueron sometidos a allanamientos permanentes. En el fondo, se implementó una militarización de la ciudad de Santiago que logró, aunque no terminar, bajar la intensidad de las protestas23.

En retrospectiva, una mezcla de factores llevó a que las protestas nacionales no lograran su meta final: la caída del régimen. Tanto las devastaciones del terremoto de marzo de 1985, sufridas sobre todo por los más pobres del país, como la represión brutal y las negociaciones políticas con el régimen por parte de actores de la oposición fueron claves en este sentido. Estos factores significaron que las esperanzas de un fin de la Dictadura —que expresó también Policarpo, cuando en septiembre de 1983 vio que “Chile ya se puso de pie”24— no se cumplieron. Sin embargo, estos años de las protestas nacionales no solamente mostraron el masivo descontento con la Dictadura, sino también la fuerza política y social de mujeres, estudiantes y pobladores, que lograron con sus protestas cambiar el clima político de Chile y allanar el camino hacia la democracia. En este sentido, es impresionante ver como Policarpo ya captó, durante los eventos, el protagonismo de las y los pobladores, poniéndose del lado de los más vulnerables, criticando tanto las violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos por parte de la Dictadura como las negociaciones cupulares por parte de la élite política cuando estas se llevaron a cabo sin considerar las necesidades de las y los pobladores25.

Para Policarpo, eran los ciudadanos que, en las calles, a través de consignas, lanzando panfletos, asumían un rol protagónico. No eran militantes de partidos políticos o miembros de movimientos sociales. Policarpo reconoce que son los pobladores, los trabajadores, los estudiantes quienes impulsan estas protestas, por lo que tomó nota que estos hechos relevan que el pueblo se está poniendo de pie y está levantando su propia voz. Para la revista, este movimiento popular debe mantenerse, debe ser capaz de influir en las organizaciones políticas, pensando en una futura democracia: “El protagonismo popular alcanzado en las calles hay que llevarlo a los niveles de conducción política. No solo hay que ganar la calle, seguirla ganando, sino que también hay que ganar nuestras propias organizaciones políticas y nuestras propias instancias de conducción. Democracia ahora significa, pues, dar forma al poder popular que ya se ha expresado”26. El temor de Policarpo es que este movimiento social quede solo en las calles, para que luego sean las élites las que conduzcan el proceso político a la democracia. Es por eso que convoca a que el pueblo sea protagonista no solo de las manifestaciones de protesta, sino del proceso del regreso de la democracia. Para Policarpo, el pueblo está presente en las poblaciones de Santiago; representa al proletariado, a los trabajadores, a las mujeres, a las pobladoras, a los estudiantes. A una comunidad con esperanzas, que anhela el fin de la Dictadura. A los que no tienen poder, pero cuando se unen en las calles, forman una sola voz poderosa, que protesta para exigir que se vaya Pinochet. Aquí se refleja este compromiso con el pueblo que se deja leer como una crítica anticipada al proceso chileno de transición27.

Violaciones a los derechos Humanos, violencia y el Movimiento Sebastián Acevedo

En el tema de las violaciones a los Derechos Humanos hay que subrayar dos factores: por un lado, la masividad de la represión hacia los pobladores, que fueron sujetos a permanentes allanamientos, apremios físicos, humillaciones y controles por parte de las fuerzas militares, todo llevado a cabo con una “extrema brutalidad”28, que impresiona incluso a Policarpo, que lleva una cuenta detallada de esta violencia del Estado. Por otro lado, estaba lo aleatorio de la muerte, que pudo tocar de igual manera a un poblador protestando como a una niña escondiéndose en su casa o a un anciano cenando en su hogar, ya que los militares dispararon de manera arbitraria hacia las poblaciones.

El Informe Rettig da cuenta de las graves violaciones a los derechos humanos, sucedidas durante esas jornadas, provocadas por agentes de la Dictadura. Enumera 131 casos de personas que fueron asesinadas: “Murieron niños y ancianos, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, partícipes en los actos de protesta y personas ajenas a los mismos. Solo tienen en común el estar inmersos en una realidad de confrontación política aguda. Resultaron especialmente afectados los sectores más pobres de las ciudades, particularmente los que habitan en las poblaciones periféricas de la capital. El mayor número de víctimas corresponde a varones y jóvenes”29. El informe señaló que las causas de muerte son variadas; la mayoría de las víctimas falleció por heridas a bala, balines o perdigones. Otros murieron por asfixia, por inhalación de gas lacrimógeno, por golpe de bomba lacrimógena, por quemaduras, por golpes, por pedradas, o por detonación de artefacto explosivo en la vía pública.

Durante el recrudecimiento de la represión en estos años ocurrieron casos de violaciones a los Derechos Humanos que devinieron emblemáticos y que tocaron muy de cerca a Policarpo. El 4 de septiembre de 1984 murió, asesinado por una bala “perdida”, el sacerdote francés André Jarlan cuando estaba leyendo la Biblia en su casa en la población La Victoria. Este caso provocó la indignación de los pobladores que veían tanto en Jarlan como en el sacerdote Pierre Dubois dos representantes de “la Iglesia al lado del pueblo”. La muerte de Jarlan no solamente llevó a una protesta masiva en su funeral, sino también a un aumento en las tensiones entre la Iglesia y el régimen30. En marzo de 1985 fueron perpetrados el asesinato de los militantes comunistas Santiago Nattino, Manuel Guerrero y José Manuel Parada (el último, sociólogo a cargo del centro de documentación de la Vicaría de la Solidaridad), y el de los hermanos Rafael y Eduardo Vergara Toledo. El fuerte aumento de las brutales violaciones a los derechos humanos durante los años de las protestas llevó a Policarpo a mantener su condena inequívoca al régimen de Pinochet, sobre el cual el juicio de la revista fue lapidario: “Este no es un Gobierno de autoridad, sino un Gobierno matón que impera por la fuerza”31.

Pero también en este tema tan doloroso Policarpo demuestra un camino “constructivo” de protesta frente a las violaciones de los derechos humanos por parte de la Dictadura. Así, el 14 de septiembre de 1983, un grupo de 70 personas se congregó en la dirección Borgoño 1470. Frente al portón los manifestantes mostraron un gran lienzo que decía “Aquí se Tortura”, para luego, levantando sus manos, señalar con el dedo índice que detrás de ese portón estaba un recinto de la CNI, Central Nacional de Informaciones, organismo creado por la Dictadura para reemplazar a la DINA, Dirección de Inteligencia Nacional. Esta siguió las mismas prácticas de represión hacia opositores al régimen. El inmueble fue identificado como el Cuartel Borgoño de la CNI, lugar donde se realizó la primera acción de denuncia contra la tortura de parte del Movimiento Sebastián Acevedo.

Esta agrupación fue conformada en su mayoría por mujeres, hombres no religiosos e incluso muchos de ellos no creyentes. Pero además participaban religiosas, pobladoras y sacerdotes; José Aldunate fue elegido para ser el coordinador del grupo. Este, al ser al mismo tiempo el editor de Policarpo, relatará en la revista las diversas acciones públicas de protesta del grupo. En sus memorias cuenta sobre el surgimiento de este colectivo, que, ante la realidad de la tortura, buscó “romper la barrera del silencio y ocultamiento levantada frente a esta práctica, denunciándola públicamente y sacudiendo la conciencia ciudadana. Haciendo valer la Satyagraha “fuerza de la verdad” a la que apelaba Gandhi”32.

Luego de esta primera acción el grupo apuntó a los cómplices del silencio de la situación de la tortura: la justicia y los medios de comunicación. El grupo se manifestó en el edificio de los Tribunales de Justicia con un lienzo que decía “Se tortura en Chile y la Justicia calla”. Aldunate recordó que, en una protesta frente al diario El Mercurio “recitamos una larga letanía de los sucesos de la represión, tortura y desaparecimiento que remecieron al mundo, mientras que, dentro de Chile, los medios de comunicación social los callaban”33.

El Movimiento Sebastián Acevedo no solo denunciaba y combatía la tortura, sino también realizaba encuentros en los que se oraba por aquellas personas víctimas de la tortura, y también por los represores. El artículo “‘Aquí se tortura’ Borgoño 1470” recordó esos momentos: “Hubo significativos gestos, del deseo y de la oración con que se acompañaba a los detenidos y torturados. Se los recordó con emoción, sumidos en la oscuridad e incomunicación, sometidos al dolor y humillación. La fuerza de la invocación llegó más lejos, llegó a los propios torturadores. Se pidió por su recuperación: que la verdad y la justicia los pudiesen reintegrar a una nueva sociedad”34.

Policarpo se transformó en un acompañante del Movimiento Sebastián Acevedo contra la Tortura. De esta manera, para conmemorar el segundo aniversario del movimiento, da cuenta de que se habían realizado 25 manifestaciones públicas en estos dos años y que el número de participantes en estas acciones había ido aumentando, ya que en una de sus acciones hubo cerca de 400 manifestantes. No solo en Santiago estaba presente este movimiento, sino también en Arica, Valparaíso y Concepción. Sus acciones han tenido consecuencias, ya que dos mujeres miembros del grupo fueron detenidas y relegadas por 90 días a la localidad de Putú, VII Región. La revista entregó su apoyo a este movimiento en su aniversario y “se hace un deber de felicitar muy cordialmente al Movimiento Sebastián Acevedo y agradecer a sus miembros su generosa y valiente tarea de querer poner fin a la tortura en Chile e ir formando conciencia pública sobre este vergonzoso flagelo, sub producto del régimen”35.

Al mismo tiempo, la tematización de este movimiento no violento de resistencia hace resaltar más todavía la ambigüedad con que Policarpo sigue tratando el tema de la violencia. Esta ambivalencia es un reflejo directo de la doctrina cristiana acerca de la violencia, que, desde la Biblia y los escritos de Tomás de Aquino, ofrece posibilidades cristianas de justificar cierta violencia36. En palabras de Policarpo, con respecto a la violencia “Cristo fue ‘piedra de contradicción’”37. De esta manera, por un lado, la revista condena la violencia surgida desde el pueblo, pero sobre todo aduciendo razones “tácticas” y políticas, en el sentido de que esta violencia le ofrece a Pinochet la legitimación para la represión. “Si [la violencia] proviniera de las filas de militancia ligadas a la lucha popular, hay que ser claro no solo en condenar el crimen, sino también la irresponsabilidad política, producto de un análisis irreal y de una pretendida voluntad política inconducente, porque precisamente le hace el juego al “enemigo” que pretende desgastar”38.

Por otro lado, Policarpo trata de explicar y, en cierto sentido, justificar la violencia de las protestas, resaltando su cercanía con algunos actores de esta resistencia violenta. Es así que el boletín puede celebrar en los funerales de los hermanos Vergara “un encuentro de la Iglesia con el MIR”39, que intenta legitimar frente a los cristianos los hechos violentos de las protestas con estas palabras: “Los cristianos somos a veces demasiado pacifistas y quitados de bulla […]. Tenemos que pensar que la violencia viene de la Dictadura, y que lo que nosotros hacemos es defendernos de esta violencia que se disfraza como ‘orden y seguridad’. Hay que quebrantar este ‘orden y seguridad’ para que la Dictadura comprenda que queremos otra cosa”40. La lógica de Policarpo parece evidente: la violencia viene de la Dictadura, por lo que parece justificado defenderse con violencia. Este razonamiento se basa en la doctrina católica de Tomás de Aquino que justifica la rebelión contra la tiranía como legítima para los cristianos. Al mismo tiempo, la inclusión de varios artículos sobre el movimiento Sebastián Acevedo (y la doble militancia de José Aldunate como líder del grupo y editor de Policarpo) refleja un desarrollo con respecto a la violencia hacia una posición de asumir una actitud de resistencia no violenta. Sin embargo, este desarrollo no lleva al abandono de una postura ambigua con respecto a la violencia, una ambigüedad que comparte la revista con la doctrina católica sobre la violencia.

La “apertura” política

Otra consecuencia de las protestas, acompañada de manera igualmente crítica por Policarpo, fue cierta “apertura” política, que se canalizó en negociaciones entre la oposición política y el régimen. Estas negociaciones respondieron en primer lugar a una táctica de la Dictadura que, para suprimir la masividad de las protestas y para dividir a la oposición, implementó la estrategia de combinar la represión ya descrita con una negociación selectiva con ciertos sectores de la oposición41. En agosto de 1983 asumió Sergio Onofre Jarpa como ministro del Interior con la tarea de iniciar un diálogo con los actores políticos de la oposición, excluyendo al Partido Comunista y a los sectores poblacionales. Esta tarea fue acompañada por medidas prácticas que permitieron el funcionamiento fáctico de los partidos opositores, la vuelta de muchos exiliados y la circulación de la prensa opositora42. Las negociaciones fueron fomentadas por la Iglesia Católica bajo la conducción del nuevo arzobispo de Santiago, Monseñor Francisco Fresno, quien prestó su casa para las conversaciones entre los políticos.

Mientras que en 1983 el diálogo iniciado por el ministro Jarpa tuvo como único efecto la división de la oposición, ya que Pinochet se negó a cualquier concesión que hubiera significado el fin adelantado de su gobierno; las negociaciones se retomaron a mitad de 1985. Auspiciadas de nuevo por monseñor Fresno, las discusiones entre los políticos opositores (sobre todo de la DC y parte de los socialistas) y cercanos al régimen (acudieron políticos de la futura Renovación Nacional) llevaron a la firma del “Acuerdo Nacional”, que trazaba el proyecto de una nueva democracia y un orden económico que mantenía gran parte de las recetas neoliberales43. Aunque Pinochet rechazó igualmente este acuerdo, las negociaciones de 1985 constituyeron el núcleo de lo que iba a ser la futura Concertación y de la idea de la política del consenso con parte de la derecha.

Es por esta razón que el “Acuerdo Nacional” fue criticado por Policarpo, porque “SE EXCLUYÓ de las conversaciones A LA IZQUIERDA en un primer momento, y en definitiva al MDP, el grupo principal de la izquierda”44. La revista lamenta desde el principio de las negociaciones porque “se excluye a los que han sufrido como nadie la persecución del régimen: desaparecimientos, exilio, relegación, tortura, cárceles y muerte; a aquellos cuyas familias están más destrozadas y cuyos hijos han sido tal vez irreparablemente dañados”45. Pero Policarpo no se quedó solamente en la crítica, también ofrece una solución alternativa: un artículo denominado “Comenzó en Calera de Tango ‘La historia la hacemos nosotros”’ describe de manera irónica y sorprendente una solución alternativa. El artículo hace un relato ficticio de los hechos, al reescribir las negociaciones tal como a Policarpo le hubiera gustado que se realizaran en este encuentro a instancias del arzobispo Fresno. Por lo que en este nuevo relato están todos en la mesa de diálogo, sin censurar a grupos políticos y con el único objetivo de un acuerdo que conduzca a la democracia. Policarpo hace notar que este “Acuerdo Nacional”, este consenso social y político obligará a Pinochet a pronunciarse sobre este emplazamiento de todos los sectores. Este encuentro cumplirá con lograr una salida negociada a la Dictadura.

En general, sorprende la clarividencia, que anticipa el diagnóstico realizado durante el estallido social de octubre de 2019 sobre la transición democrática, con la que Policarpo denuncia ya en septiembre de 1985 con respecto al “Acuerdo Nacional” que los “caminos emprendidos van torciendo las metas y con las mejores intenciones de terminar con la Dictadura se puede finalizar crucificando igualmente al pueblo”46.

Esta crítica de Policarpo marca un último punto por destacar aquí como consecuencia de las protestas y de la “apertura política”. La rebelión del pueblo consiguió que la Dictadura reconociese, a pesar de la represión y de sus tácticas políticas, a “una oposición legítima en las calles, en la sociedad civil y en el público”47. Las jornadas de protestas nacionales no solamente habían demostrado el protagonismo de pobladores, mujeres y estudiantes, sino también habían abierto la discusión política para avanzar hacia la transición a la democracia. La manera como estructurar esta democracia constituyó una tarea de los políticos, y el hecho de que finalmente, en la transición desde 1988, se excluyó en gran medida a este pueblo que luchó por la democracia en las protestas nacionales, no es responsabilidad de los pobladores, sino más bien de los actores políticos48. En los años 1983-1985, la esperanza de una caída inmediata del régimen y de una democracia popular estaba todavía intacta y esta esperanza se podía palpar también en las páginas de Policarpo49.

El panorama latinoamericano. El ejemplo de Argentina

Un último aspecto que recibe la atención de Policarpo es el panorama mundial. Sorprende lo bien informada que está la revista sobre los acontecimientos de estos años en América Latina, para lo que seguramente las redes internacionales de la Iglesia se constituyeron en la fuente de información más importante. Que la revista informe sobre los distintos países de la región era relevante, pensando en el público de Policarpo, sobre todo en los miembros de las Comunidades Cristianas de Base de Santiago, para quienes el acceso a las noticias era limitado, en tanto radios, periódicos y la televisión eran en su mayoría meros replicantes de las noticias oficiales de la Dictadura.

Tal como en la edición anterior, el foco de atención de Policarpo sigue dirigido hacia América Central y el rol de la Iglesia liberadora en la Revolución Sandinista en Nicaragua y en la guerra civil en El Salvador50. Sin embargo, en los años de esta edición, se nota una ampliación de la mirada latinoamericana, de tal manera que se incluyen artículos sobre Cuba, Perú o México. Con especial interés, la revista sigue los acontecimientos en Argentina, ya que lee en el fin de la Dictadura y la transición a la democracia en el país vecino un posible ejemplo para Chile, que agranda la esperanza de una caída de Pinochet.

Lo interesante del caso de Argentina es el hecho de que los militares, debido a la derrota en la guerra de las Malvinas, no estaban en condiciones de imponer una transición pactada. Es así que el nuevo gobierno democrático de Raúl Alfonsín, quien asumió en diciembre de 1983, anuló la ley de autoamnistía que se habían dado los militares en los últimos meses de su gobierno y que había suscitado la indignación de Policarpo51. En 1983, la revista había reflexionado sobre el intento de la Dictadura argentina de dejar una ley de amnistía, tal como lo hizo años antes la Dictadura de Chile52. La revista se preguntó, tomando el caso argentino también como ejemplo para Chile: “¿Se puede dejar pasar el terrorismo de Estado? ¿Se puede dejar sin sanción a los responsables de secuestros, asesinatos, como la tortura?”. Además, se cuestiona: “¿Construiremos acaso una patria sin odio si por obra y gracia de la autoamnistía, por citar solo un ejemplo, se prohíbe a los jueces la búsqueda de los desaparecidos y la audición de testigos, autores y cómplices que revelen el lugar donde se encuentran estos, vivos o muertos? ¿Construiremos acaso una patria sin odios si les decimos a los familiares de los desaparecidos que los consideren cadáveres, ya que no se les puede buscar más en virtud de que no se cometió el delito de secuestro?”53.

Ante estas preguntas, Policarpo subrayó la importancia de negar el olvido como una forma de impedir que hechos del pasado vuelvan a repetirse. Se propuso que, para no olvidar, debe realizarse un debate social de los hechos del pasado. Pero además se deben exigir cuentas del pasado, exigir justicia, y saber dónde están los desaparecidos. Se hace necesario además una reparación, “investigar dónde están nuestros muertos y nuestros secuestrados, restituirles a nuestros presos los años perdidos de su vida y a nuestros torturados repararles la humillación infligida”54. De esta manera, la revista logra relacionar el caso argentino con el concepto de la reconciliación, tan importante también para la Iglesia chilena55. Para Policarpo, buscar la reconciliación nacional implica no olvidar, no perder la memoria de los hechos del pasado, ya que la llamada reconciliación nacional solo se logrará cuando se haga justicia para todas las víctimas. El tratamiento del caso argentino, entonces, ya prefigura la crítica de la revista frente al concepto de la reconciliación tal como se entendió por los sectores más conservadores de la Iglesia.

Al lado de esta crítica, Argentina se convirtió, en los ojos de la revista, también en un posible ejemplo para Chile. De hecho, el gobierno argentino promovió la creación de una comisión de verdad que el 20 de septiembre de 1984 entregó su informe “Nunca Más”, que estableció la verdad sobre los crímenes atroces de la Dictadura. Este informe no solamente se convirtió en un best-seller, con lo que difundió el conocimiento de las violaciones a los Derechos Humanos en toda la población, sino también en un modelo por seguir por otros países, entre ellos Chile cuando en 1990 inauguró su transición a la democracia56. Por otro lado, la democracia argentina llevó a cabo, entre abril y diciembre de 1985, el juicio a las juntas, en el que se condenó a varios de los líderes militares de la Dictadura. Este juicio se convirtió en el ejemplo de la posibilidad de que los dictadores no estaban al margen de la ley y de que existía la esperanza de la justicia para las víctimas de la represión estatal. En los años siguientes, el proceso de transición argentino tuvo sus dificultades y encontró la resistencia de los militares, por lo que todavía en el gobierno de Alfonsín se decretó una ley de “obediencia debida” y una ley de “punto final”, que significaron el fin temporal de los juicios y una gran frustración para las agrupaciones de Derechos Humanos57. Sin embargo, los primeros años de la democracia argentina mostraron un camino de verdad y justicia, que podría, a ojos de Policarpo, figurar como modelo para Chile. Los acontecimientos en Argentina solamente aumentaron las esperanzas de un fin de la Dictadura, avivadas por las protestas nacionales.

El cambio en la Iglesia y la voz de Policarpo

El nuevo arzobispo y la reconciliación

Igualmente importante es la lectura de Policarpo de los acontecimientos en la Iglesia Católica de estos años. Para la Iglesia chilena, el año 1983 significó también “un año de cambios”58, que se manifestó sobre todo en el cambio de mando en las tres diócesis más importantes del país, Concepción, Valparaíso y Santiago, donde asumen respectivamente Monseñor José Manuel Santos, Monseñor Francisco de Borja Valenzuela y Monseñor Francisco Fresno. Estos nuevos obispos, sobre todo el cambio en Santiago de Raúl Silva Henríquez, que tuvo que renunciar debido a su edad, por Francisco Fresno, significaron un giro conservador en la Iglesia chilena59. Los nombramientos se debieron, en parte, a las negociaciones del gobierno militar con el Vaticano, ya que la Dictadura trató, con varios años de anticipación, de influir activamente en la decisión sobre estos nuevos obispos para “obtener” un episcopado más favorable hacia sus posiciones60.

En un principio, tanto por los actores políticos como por los personajes eclesiásticos, los cambios en la conducción de las diócesis fueron leídos como un triunfo del gobierno y un claro giro hacia posiciones más conservadoras de la Iglesia. Esto se refleja, por ejemplo, en la reacción del obispo Jorge Hourton, muy cercano a la Iglesia liberadora y a Policarpo, que describe en su autobiografía el momento en que se enteró del nombre de Fresno: “Me dijeron que había salido el nombramiento de monseñor Juan Francisco Fresno. ¡PLOP! No era ciertamente el que esperábamos”61. La designación de Fresno fue una sorpresa para los propios obispos chilenos, quienes acordaron, a través de cartas al nuncio, ofrecer al Vaticano “nombres” de prelados que pudieran asumir la iglesia de Santiago marcada por la impronta de 22 años de la línea pastoral de Raúl Silva Henríquez. El reemplazante debía reunir una serie de requisitos de liderazgo eclesial, pero, dada la situación del país, también político frente al régimen militar. Los obispos progresistas querían continuidad de este liderazgo que replicó la exigencia de cambios de la Iglesia Católica desde el Concilio Vaticano II, reafirmada por los obispos latinoamericanos en las conferencias de Puebla en 1979 y Medellín en 1968. La Conferencia Episcopal propuso tres nombres, que no fueron aceptados, saliendo finalmente el cuarto nombre en el listado, que era el de Juan Francisco Fresno62.

También Policarpo, en su primera reacción, hace un juicio político de los nuevos obispos: “Mons. Valenzuela es un amigo personal de Pinochet. Don Pancho es amigo de todo el mundo, incluso de Pinochet. El único distanciado del mundo es Mons. Santos”63. Sin embargo, la revista procuró mantener una posición de cautela optimista frente al liderazgo de Monseñor Fresno, apostando por la capacidad de diálogo y escucha del nuevo arzobispo de Santiago.

Con el liderazgo de Fresno, las relaciones Iglesia-Gobierno iban a tomar un camino intermedio, pero ciertamente no cumplieron con las expectativas de la Dictadura militar64. Por un lado, varios acontecimientos, como la muerte de André Jarlan, tensionaron fuertemente estas relaciones y la masiva represión durante las protestas hicieron ver también a monseñor Fresno que había que mantener el trabajo samaritano de la Vicaría de la Solidaridad, a pesar de las quejas del gobierno65. Por otro lado, Fresno trató de posicionarse como mediador entre el gobierno y la oposición política, fomentando los diálogos de 1983 y el “Acuerdo Nacional” de 1985, lo que significó también una actitud más cercana a la Dictadura. Este posicionamiento provocó también sentimientos de decepción y frustración en católicos comprometidos con la lucha contra la Dictadura, algo que se reflejó mucho en las páginas de Policarpo66.

A los pocos meses de instalado el nuevo prelado, Policarpo reflexionaba sobre el nuevo estilo del pastor a cargo de la Iglesia de Santiago. Sin rodeos criticaba los silencios, como su actuación frente a ciertos hechos. Esta crítica se reflejó en una carta que Policarpo reproduce que tiene como autor a un miembro de una comunidad de base. Reflexiona que han pasado meses desde la designación del arzobispo para darse cuenta que sus declaraciones apuntan siempre a la “Reconciliación” al “Diálogo”, solicitando “Paz”, pero frente a los hechos violentos que se estaban viviendo en las poblaciones producto de la represión a las protestas nacionales, el arzobispo guardaba silencio: “Ante la tragedia colectiva de un pueblo que ha sido víctima de la violencia desenfrenada de la Dictadura, la actitud del Arzobispo, tal como nos ha llegado, nos ha defraudado. No lo hemos sentido solidarizándose con ese pueblo ni le hemos escuchado una palabra clara que establezca dónde está la verdad y la justicia”67. En la respuesta a esta carta Policarpo le señaló al lector que los hechos demostraron que la elección de monseñor Fresno tuvo como objetivo el diálogo entre el régimen y la oposición.

El año 1985, Policarpo reflexionó sobre lo que habían sido los años de conducción del arzobispo Fresno al mando de la Iglesia de Santiago y comentó que se ha cumplido el objetivo de designar un prelado negociador, que tenga esa voluntad de poder dialogar con todos los sectores políticos, incluyendo la cúpula de la Dictadura. Nombrado para terminar con los conflictos entre la Iglesia y la Dictadura, “Don Pancho” fue designado para “negociar” con Pinochet no para “pelear”. Así, para Policarpo “más allá de conflictos puntuales, no podemos desconocer que, bajo la conducción de Fresno, la actitud de la Iglesia ha sido buscar rápidas conciliaciones y acuerdos con los gobernantes”68.

Es en este sentido que Policarpo reflexionó sobre el concepto de reconciliación, tomando como punto de partida la carta pastoral de la Conferencia Episcopal de Chile denominada “Reconciliación en la verdad” de mitad de 1985. Policarpo destaca que la reconciliación nacional era uno de los objetivos de Juan Francisco Fresno cuando fue investido cardenal en mayo de 1985, por lo que recuerda sus palabras sobre el “reencuentro y reconciliación profunda de los chilenos”69. Desde entonces, la “reconciliación” sería parte de su línea pastoral. Ahora, para Policarpo el concepto de reconciliación está unido a dos situaciones: por un lado, al encuentro del ofendido con el ofensor, pero en esta instancia se debe realizar tanto la conversión del ofensor como el perdón del ofendido. Policarpo agrega otra condición más para la reconciliación: esta debe darse “en la verdad, en la justicia, en el amor y la libertad”70. Por lo que para Policarpo este llamado a la reconciliación de parte de los obispos que se concretiza en misas por la unidad del país es una situación ficticia. No puede haber reconciliación sin la verdad, la justicia y la libertad. La revista acompaña, entonces, de manera crítica el cambio en la prioridad de los conceptos teológicos —alejándose de la idea de liberación y acercándose a un concepto bien vago de reconciliación— que significa el actuar del nuevo arzobispo71.

En la misma línea, la revista aprovechó la oportunidad del “Acuerdo Nacional” para volver a su crítica de la reconciliación propagada por Fresno. Es así que comentó sobre la prédica en el Te Deum del año 1985 en la que frente a la cúpula de la Dictadura encabezada por Pinochet, el cardenal Fresno sentó a los firmantes del “Acuerdo Nacional”. El artículo analizó la prédica del prelado. En ella el concepto de reconciliación estuvo presente, pero de manera muy particular, como un concepto religioso “de unidad y reconciliación”. Se trató “de una unidad que pone fin a todo conflicto, de una reconciliación que es ante todo el abrazo con el Padre de los Cielos”72. Para Policarpo, en esta prédica se perdió la oportunidad de referirse a temas contingentes, relevantes en relación con los presentes en el acto. Se optó por un discurso centrado en lo religioso, en la búsqueda de lo trascendental. Policarpo advierte que en la práctica “el Dios cristiano no es pura trascendencia. Se encarnó en Jesucristo y tiene un plan concreto para salvar la humanidad”73. Teniendo a esos asistentes en primera fila, hubiera sido relevante hablar de una reconciliación centrada en los temas contingentes. Pero la prédica no incomodó a los asistentes, no los cuestionó. En definitiva, esta reunión forzada no tuvo frutos, ya que no se puede sentar frente a frente a “torturadores y torturados, opresores y oprimidos y querer hacerles sentir que son hermanos sin mencionar la tortura y la opresión”74.

Ante el fracaso del “Acuerdo Nacional”, Policarpo aprovecha de recomendar al cardenal Fresno de nuevo un concepto de reconciliación que no solamente se queda en los acuerdos cupulares, sino que toma en cuenta al pueblo: “Toda reconciliación pasa por el pueblo. Primero que nada, debemos todos —y tú mismo— reconciliarnos con un pueblo cesante, hambreado, reprimido, explotado. Y apoyarlo cuando se levanta a defender sus derechos”75.

Teología de la Liberación y la Iglesia universal

El cambio conservador en la Iglesia chilena estuvo en sintonía con la tendencia general de la Iglesia universal, que durante el papado de Juan Pablo II fomentó posiciones más conservadoras en los episcopados nacionales. Esto llevó a una postura muy crítica de Policarpo hacia el Vaticano, sobre todo después del llamado de atención a la Teología de la Liberación por parte de la Congregación de la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal Ratzinger en 198476. Esta condena de la corriente liberadora de la Iglesia se discutió mucho en Policarpo, dando espacio en sus páginas a varios textos de Ronaldo Muñoz, que en estos años fue probablemente el teólogo de la liberación más destacado en Chile. Estos artículos figuran también entre los primeros en Policarpo firmados con el nombre de su autor, lo que refleja la importancia que tuvo el tema de la Teología de la Liberación para la revista. En general, los procesos dentro de la Iglesia en estos años significaron que Policarpo mantuviera una posición crítica frente a la jerarquía, en una condición de clandestinidad que le permitió hablar con más libertad sobre los conflictos intraeclesiásticos77.

En este sentido, la revista no es el único lugar donde se manifiesta una defensa de la Teología de Liberación. Así, por ejemplo, José Aldunate escribió una columna en Signos de los Tiempos, el Boletín de la Zona Oeste de la Iglesia de Santiago, en noviembre de 1985, con el título “La polémica sobre la Teología de la Liberación”, en la que reflexionó sobre lo que es la Teología de la Liberación: “Es un pensamiento, una reflexión que ha surgido en Latinoamérica y que mira el compromiso solidario y liberador que han tomado tantos cristianos y comunidades populares a favor de los oprimidos y marginados. Es una teología que explica y apoya esta liberación. Ve en ella la acción de un Dios liberador”78. Aldunate, tras vivir la experiencia en Calama de ser cura obrero, optó por la Teología de la Liberación como una interpretación de la fe, a la que él adhería: “Me hice teólogo de la liberación, convencido de que la Teología de la Liberación es la traducción del Concilio Vaticano II para Latinoamérica. Esa teología fue la que incluyó la opción por los pobres: para realizar el sueño de Dios, que es una humanidad fraternal, hay que comenzar por luchar contra la pobreza, crear equidad, crear justicia en este mundo”79.

Es justamente frente a la expansión de este sector marginado durante la década de los años 70 en los países de Latinoamérica que el Vaticano decide intervenir para frenar este movimiento a través de directrices desde la cúpula del papado. Policarpo se hará cargo de esta realidad, como de esta disputa desde el mismo Vaticano contra la Teología de la Liberación en el artículo “Polémica sobre Teología de la Liberación” en noviembre/diciembre de 1984. Ahí se denunció que desde el Vaticano, a través del Celam, se ha empezado una especie de “inquisición” contra los seguidores de esta corriente. Se da cuenta de una serie de presiones para que los obispos del Perú se manifestaran en contra de la Teología de la Liberación, censurando a su “padre”, Gustavo Gutiérrez.

Para Policarpo, que la Teología de la Liberación sea perseguida desde el Vaticano, utilizando al Celam como un vigilante de los obispos así como del comportamiento de la Iglesia de los países de Latinoamérica, no es una novedad. Según la revista, esta persecución surge desde el mismo germen de la Teología de la Liberación en los países americanos: “La Teología surgió como respuesta a la necesidad de discernir este hecho nuevo: discernir la presencia de Dios liberador en el movimiento de liberación asumido por los propios cristianos”80. La conferencia de Medellín en 1968 propició este movimiento de las comunidades populares, por lo que la clase social dominante vio en el surgimiento de esta nueva perspectiva de la teología un peligro que debía ser detenido.

Frente a estas críticas, tanto Policarpo como José Aldunate en otros escritos siguen defendiendo el concepto teológico de liberación, que significa luchar por el pueblo pobre del continente: “La Iglesia vive en la historia, y debe adaptarse y crecer. Los que están en el terreno deben responder a nuevas y urgentes situaciones. En Latinoamérica hay situaciones de miseria”81. La creciente brecha entre ricos y pobres hace necesaria esta lucha por la liberación de los pobres, por lo que se convoca, desde Policarpo, a la jerarquía a no quedarse inmóvil, sino a iniciar un diálogo con todos los miembros de la Iglesia, para que juntos puedan responder a estas nuevas situaciones de pobreza, de marginación de sectores de la población del desarrollo económico y social. En este sentido, la revista se posiciona claramente al lado de los marginados y de las y los pobladores.

Relevancia de las Comunidades Cristianas de Base

Siguiendo lo relatado durante los primeros años de Policarpo, las Comunidades Cristianas de Base (en adelante CCB) serán protagonistas de los artículos y reflexiones de la revista. Los sacerdotes obreros como José Aldunate sj, Ronaldo Muñoz sscc, Mariano Puga serán parte de estas comunidades, ya que desde su labor de sacerdotes inmersos en la realidad de los pobladores acompañarán y animarán a los miembros de estos grupos. Policarpo dará la oportunidad de compartir sus reflexiones y canalizar sus demandas a la jerarquía de la Iglesia. Las CCB no solo observaron la realidad, no solo reflexionaron, sino que fueron protagonistas de las exigencias de cambio social que demandaban luego de diez años de Dictadura. Sus demandas de justicia social y dignidad de las personas son parte permanente de sus reflexiones, exigencias que Policarpo va a compartir.

La revista intentó ofrecer un espacio para dar voz a las reflexiones teológicas emanadas desde las comunidades de base. En el número correspondiente a los meses de noviembre y diciembre de 1984 se publicó el artículo “Los pobres hacen Teología. Jornada anual de Comunidades Cristianas de Base en el medio popular”, en el que se relata el encuentro de CCB de distintas comunas de Santiago en una casa de retiros. En dos días de jornada participaron 302 representantes de 121 CCB. El lema del encuentro fue “Un Pueblo que Camina a la Liberación”. Estuvieron presentes en el encuentro el Vicario de la Pastoral Obrera y los vicarios de la Zona Sur, Zona Oriente y Zona Oeste de la Iglesia de Santiago. Después de relatar el desarrollo de las jornadas, Policarpo se pregunta: “El descubrimiento del Dios de los Pobres interpela, cuestiona e impulsa a la ACCIÓN. ¿Qué debemos hacer cuando descubrimos un Cristo mal pagado, mal tratado, cesante, perseguido, hambriento en el pueblo? La teología llama a la práctica de la fe; la práctica de la fe es la práctica del Evangelio”82.

Al referirse al compromiso del pueblo, Policarpo aludió directamente a la situación político social, a la contingencia. Frente a los hechos sociales, no cabe una respuesta neutra para Policarpo; se debe proceder, de múltiples formas, pero a través de la acción. Este compromiso no nació sin antes realizar un proceso de discernimiento, de reflexión que se hizo desde una doble lectura. Primero hay que conocer los documentos de la Iglesia y del Concilio Vaticano II, así como el magisterio de los obispos de América Latina en Medellín y Puebla. Pero además se debió escuchar, observar los hechos sociales, la realidad política y social. Para Policarpo, de esta deliberación surgió entonces una toma de posición, que no es otra que la opción preferencial por los pobres, la que puede concretizarse de variadas formas: como opción política, social o religiosa. Policarpo, cuando señaló los objetivos de la revista, se refirió a su compromiso: “Queremos acompañar más de cerca el crecimiento de una Iglesia que surge del pueblo y de su compromiso con el Dios liberador. Nos ofrecemos a los agentes pastorales para ser para ellos un órgano de expresión”83. Este compromiso se vio reflejado en los acuerdos y proclamas que los asistentes dieron cuenta al resto de la asamblea: “Cada uno de los 20 grupos debía precisar y concretar los desafíos y proposiciones que luego configurarían su COMPROMISO, expresándolos de modo bien particular”84.

Esta posición al lado de las CCB se subraya también cuando Policarpo se refiere al “Vía Crucis Popular” de 1985, que se hizo en un sector de la Zona Sur, culminando su recorrido en la población La Victoria junto a la casa en que vivió y murió asesinado el cura André Jarlan. El artículo relaciona la pasión de Jesús que se vive en el Vía Crucis con el presente del Chile de los años 80: “Este acto, cada vez, constituye un esfuerzo muy logrado por descubrir en la fe y por vivir actualizada la pasión de Jesús en la pasión presente del pueblo. Es un testimonio valioso de la posibilidad de vincular desde los pobres y masivamente historia y fe”85. Es ahí, donde los pobres y desde la fe de los pobres que se posiciona Policarpo.

Conclusión

Tenemos, entonces, para los años de la presente edición de Policarpo, un contexto dominado por un panorama complejo a nivel nacional con las protestas nacionales y las negociaciones políticas, cambios importantes en la conducción de la Iglesia nacional, que significaron un giro conservador acompañado por las tendencias en la Iglesia universal, y un ambiente internacional en el que el ejemplo de la transición en Argentina entregó nuevas esperanzas de una pronta caída de la Dictadura de Pinochet.

Por otro lado, Policarpo es una sonda para entender el estado de la Iglesia Católica en estos años, ya que la revista escribe desde la base, desde la posición de los católicos comprometidos con el pueblo, con una Iglesia liberadora, que se mete en la política y critica, con buenas razones, al régimen imperante. Al mismo tiempo sigue siendo católica en el sentido de mantener un respeto profundo por la jerarquía, por lo que se mezclan en sus páginas la crítica a las actuaciones de los obispos frente a la Dictadura, con los intentos de entender esta posición conciliadora. También en este ámbito, la lectura de Policarpo complementa bien la historiografía y las fuentes existentes sobre el proceso de la Iglesia nacional durante la década de los 80.

En general, Policarpo, muchas veces, sorprende al lector y a la lectora con su clarividencia, con sus conocimientos en el momento de los hechos (a pesar de la censura) y con su crítica certera, que, en muchos temas, mantiene una validez actual impresionante. En este sentido, queremos destacar dos puntos: por un lado, la relectura de los artículos de Policarpo demuestra que ya en los años 80 era posible “saber” (sobre las violaciones a los Derechos Humanos y sobre las cifras de la pobreza, ambos fenómenos muy bien documentados en la revista), lo que le quita validez a cualquier actitud de negacionismo. Por otro, esperamos que esta edición de Policarpo sirva no solamente para conocer y entender mejor una época histórica del país, sino también para dialogar, a partir de estos escritos, con el presente y reflexionar sobre los desafíos futuros de Chile.