¿Por qué a mí? - Jacqueline Gil - E-Book

¿Por qué a mí? E-Book

Jacqueline Gil

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Beschreibung

En su obra ¿Por qué a mí?, Jacqueline Gil narra la travesía de una mujer cuya infancia y adolescencia han sido marcadas por la adversidad de pertenecer a un grupo familiar disfuncional, por una constante lucha ante la inminente amenaza de la pérdida total de la visión y el desenlace de un matrimonio fallido. La historia se traduce en el deseo por alcanzar sus metas a través de un desafío a los convencionalismos familiares y sociales. A través de su narrativa, el lector será testigo de la resiliencia y una marcada determinación que la conducirá a superar tales adversidades. En síntesis, se trata de una lectura conmovedora y motivadora que destaca la capacidad humana de luchar por un mejor destino ante cualquier situación por difícil que ésta se presente.

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Seitenzahl: 221

Veröffentlichungsjahr: 2024

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JACQUELINE GIL

¿Por qué a mí?

Breve historia del triunfo de la voluntad y el esfuerzo sobre la discapacidad física y los prejuicios de una sociedad decadente

Gil, Jacqueline ¿Por qué a mí? : breve historia del triunfo de la voluntad y el esfuerzo sobre la discapacidad física y los prejuicios de una sociedad decadente / Jacqueline Gil. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4837-5

1. Biografías. I. Título. CDD 808.883

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

DEDICATORIA

AGRADECIMIENTOS

PREFACIO

ANTINOMIAS VOCACIONALES

ENTRE EL EFÍMERO AMOR PATERNOY EL ABANDONO MATERNO

LA PRIMERA EXPERIENCIA LABORAL

EL DESPERTAR EN EL CAMPUS

MANUEL Y EL FIN DE LA LIBERTAD

RETINOSIS PIGMENTARIAO LA INMERSIÓN EN LAS TINIEBLAS

VIAJES, FRUSTRACIÓN Y DESESPERANZA

ADIÓS UNIVERSIDAD; HOLA MOSCÚ

DE VUELTA A CARACAS O EL RETORNO A LA DURA REALIDAD

LA BODA DE KATIE: ¿MARCHA NUPCIAL O FÚNEBRE?

MARIETTA: SUEGRA Y BRUJA MALVADA

LA SENDA DE LA OSCURIDAD

DE VUELTA AL CAMPUS A PESARDE MANUEL

UN EMBARAZOSO EMBARAZO

GISELLE

CUBA: MISERIA, ENGAÑO Y DECEPCIÓN

LUNA

DE VUELTA A LA UNIVERSIDADY AL CAOS MARITAL

FESTIVIDAD CON DECEPCIÓN

GRADUACIÓN Y GLORIA

ABOGADO Y CON POST GRADO

PROFESORA UNIVERSITARIA:EL TRIUNFO SOBRE LAS TINIEBLAS

KATIE: LA PROFESORA SORPRESA

PASO A PASO POR LA ESCALERADEL TRIUNFO

MANUEL: DESIDIA Y DECADENCIA

EL TAXI DRIVER

UNOS PASOS MÁS ARRIBAEN LA ESCALERA DEL TRIUNFO

TIBISAY

NAVIDADES CON MANUEL;TAMBIÉN REYES, CARNAVAL....

¡A POR LA MAESTRÍA! ...¿O POR UN AMOR?

AGRIDULCES LABORALES

LAS DESVENTURAS DE ENRIQUE

KATIE, ENRIQUE Y EL TRAVIESO CUPIDO

MANUEL SE FUE A LA PORRA Y EMAA LA CAMORRA

EL COMIENZO DE UNA NUEVA VIDA

LA VENGANZA DE EMA

KATIE Y EL CAMINO HACIAEL DOCTORADO

LE BATEAU DE L’AMOUR

DE VUELTA AL MUNDO REAL

PANAMÁ: UNA AVENTURA DESVENTURADA

VUELTA A LA PATRIA

DEDICATORIA

A todos aquellos a quienes el destino les ha cambiado la vida de manera abrupta por diversos motivos, y que en ese difícil momento sólo atinaron a preguntarse “¿Por qué a mí?”

AGRADECIMIENTOS

En primer término, agradezco a Dios por permitirme presentar este trabajo.

Asimismo, le agradezco al Dr. Manuel Antonio Ponce Carreño por su revisión desinteresada y sus diferentes observaciones las cuales fueron tomadas en consideración.

A mis hijas y a mis nietos por ser motivo de inspiración y particularmente a mi hija Natasha Medina por su gran apoyo técnico, siempre solidaria y a mi querido yerno, Ernesto Antonio, por su confianza en el producto de mi trabajo y a mi dedicado esposo, Carlos Crespo Hidalgo, por su constante apoyo y compañía en el desarrollo de esta obra.

PREFACIO

La historia de la humanidad en cada una de sus etapas, es la suma de numerosas historias individuales. A su vez, las historias individuales, normalmente denominadas biografías, constituyen el reflejo, en escala, como si se tratara de un fractal, de lo que fue esa etapa en que a las personas les tocó nacer, desarrollarse e incluso morir. Es, en síntesis, el compendio de una época, de un momento, de un intervalo del espacio tiempo en el cual los humanos tuvimos una estructura social, generalmente definida por la acumulación selectiva de los logros del pasado y la actualidad de sus adelantos tecnológicos, pero también por sus poco flexibles parámetros culturales, dogmas, creencias religiosas y prejuicios sociales que, para algunos, fueron causa de profunda reflexión, rebeldía y revolución. Para otros, simplemente aceptación y sumisión dentro de un marco de imposiciones subjetivamente consideradas absurdas, injustas y traumáticas.

Si nos preguntáramos cómo ha sido el devenir de nuestra existencia hasta los momentos actuales, podríamos detallar la manera como se nos ha modelado la vida y, si acaso, hemos optado por doblar la cerviz y vivir de manera resignada y sumisa o, por el contrario, luego de traumáticas experiencias, tomar la determinación de levantarnos contra el establishment y marcar personalmente el rumbo de nuestro futuro.

Es por esta segunda opción que surgió el relato que usted, estimada lectora, estimado lector, tendrá la oportunidad de conocer en su más cruda realidad, dentro de un contexto existencial marcado por un período de transición entre la sociedad latinoamericana signada por la pacatería de raigambre cristiana, la discriminación social y sexual, el autoritarismo familiar, la misoginia y una de las versiones más retrógradas e irracionales del machismo decimonónico, y otro modelo social más liberal, sexualmente igualitario, racional y seglar, creado, precisamente, por la suma de los aportes individuales de quienes decidieron no solo rebelarse, sino también, dejar a su descendencia la pautas de una nueva forma de adueñarse de su propio devenir, independizándose gradualmente aunque no sin profundos sufrimientos, de las ataduras impuestas por quienes se creen con el conocimiento y el derecho de indicarnos el camino que ellos consideren convenientemente correcto: el camino de la esclavitud dictado por quienes son esclavos del sistema y no lo saben.

ANTINOMIAS VOCACIONALES

Los avatares de la vida son impredecibles; en ocasiones se nos presentan claros, abiertos y manejables; otras veces contradicen nuestros propios criterios y principios, lo que nos lleva a enfrentarnos a los embates del azar para, finalmente, decidir nuestro camino con las armas del conocimiento y la razón o ceder con mansedumbre ante la inercia de las circunstancias. Optar por la primera alternativa en un mar turbulento de contrariedades, fue la lucha existencial y constante de Katie, una joven inexperta, quien no tenía idea de lo que la vida le depararía.

La mañana del inicio de su vida universitaria Katie no se notaba muy contenta; su rostro era un mar de confusión, realmente no sabía por qué se encontraba allí ocupando un puesto más en la universidad en la Escuela de Derecho y se preguntaba en silencio si el destino de cada uno era inexorable o simplemente la teoría del libre albedrío era otro cuento más, pregunta que se repetiría constantemente en su futuro.

En lugar de prestar atención al insigne profesor quien trataba de impresionar a su audiencia en la clase de apertura, ella estaba ahí, como quien se sube a un avión sin estar seguro de cuál sería su destino, su cuerpo estaba allí mientras su mente volaba alrededor de los versos del poema “El Camino no Tomado” del gran poeta americano Robert Frost. Realmente estaba al frente de un dilema para ella vital ¿estudiaría ingeniería tal como se lo había propuesto a los inicios del bachillerato motivada por su facilidad para las matemáticas o continuaría estudiando leyes cediendo a los constantes caprichos del azar? Realmente sentía terror de dejarse llevar por las circunstancias y muy probablemente esa era la razón por la cual ocupaba ese puesto, completamente artificial para ella.

Así transcurrieron las horas esa mañana del inicio de actividades, durante ese día no pensó en otra cosa que tomar una decisión definitiva: permanecer en la facultad, cuestión que ella nunca eligió puesto que fue seleccionada al azar o retirarse definitivamente y esperar una nueva oportunidad para ingresar a la escuela de ingeniería, tal como ella deseaba.

Repentinamente surgió un asomo de decisión en su mente y en la mañana al despertar permaneció inmutable en su cama. La joven insegura y temerosa no apareció en el aula; su puesto permaneció vacío. Su decisión era incuestionable: no estaba dispuesta a estudiar derecho por nada del mundo pues no se veía como abogado y pensaba que hacerlo sería traicionarse a sí misma.

Aunque las dudas le asaltaban; sentía que por vez primera había tomado una decisión categórica y definitiva y eso le proporcionaba una ligera satisfacción. En fin, no sería la primera persona que abandonara una aventura antes de iniciarla y ello la descargaba de una responsabilidad que en lo personal no había asumido. Esta decisión se basaba en hechos reales, seguramente motivada por la situación que estaba viviendo, pero la falta de seguridad para tomarla se afianzaba en su frágil personalidad producto de experiencias del pasado, del desafecto maternal y de una crianza mal concebida en la cual su madre usualmente solía decir la última palabra sin reconocer el derecho a disentir.

Pasó el tiempo y las cosas no mejoraron; ella continuaba pensando en su primera decisión personal y las dudas la volvían a asaltar

“¿Me habré equivocado? Me sentiría más tranquila si hubiese continuado en la facultad o si al menos lo hubiese intentado, pero...siempre en estas situaciones hay un pero que pesa demasiado, ¿Qué sería de mi vida si tuviera que estudiar algo que por naturaleza rechazo?, ¿Será qué estas cosas solo me pasan a mi o que todos debemos escoger nuestro camino a pesar de las consecuencias que en este caso no son pocas? Bueno, lo hecho, hecho está”, –pensó– “No hay marcha atrás; he decidido que este no es mi camino y no lo asumiré. Decreto que estudiaré ingeniería tal como me lo he propuesto desde niña y eso es lo que voy a hacer. Punto, Jamás volveré a hacer lo que no quiero; probablemente no sepa que es lo que realmente quiero, pero estoy segura de lo que no quiero, no deseo ni acepto ser abogado”.

Su vida era y había sido un mar de contradicciones; en ella se conjugaban dos elementos que comparados resultaban disímiles y en ocasiones contrarios o excluyentes: Por una parte, a lo largo de su vida había adquirido una férrea disposición para actuar tal como le dictaba su conciencia obviando cualquier contrariedad al tomar cualquier decisión que le pareciese acertada pero simultáneamente, requería de la aprobación de terceros para asumir una posición determinada ante la vida y, por supuesto, esto le impedía llevar a cabo hoy las decisiones que había tomado la noche anterior. La causa fundamental era el temor de contradecir a su madre quien manejaba los asuntos familiares a su antojo y siempre encontraba diferentes argumentos para rebatir a sus opositores. Siempre fue así y nada había cambiado hasta entonces. Katie estaba al tanto de ello y por tal razón a veces prefería la inercia a iniciar una empresa que le diera un vuelco a su vida.

ENTRE EL EFÍMERO AMOR PATERNOY EL ABANDONO MATERNO

El nacimiento de Katie fue todo un acontecimiento; era la primogénita y por tanto la consentida de su padre; rodeada del afecto de sus familiares con la excepción de su madre, quien se dedicaba casi completamente a su actividad laboral, lo que constituía más un vicio que un deber pues su propósito consistía en amasar fortuna, obviando una serie de obligaciones y responsabilidades maternales. Claro está, de niña jamás tuvo carencias materiales y eso se agradece, pero en cambio jamás disfrutó de una muestra de cariño, de un buen consejo o de una palabra de aliento.

De pequeña solía pasar la mayor parte del tiempo en casa de algunos familiares cercanos pues no había quien se encargará de ella. Así transcurrieron sus primeros años de vida hasta que un día a la tierna edad de nueve años, su madre apresurada por llegar a tiempo a su trabajo la dejó con unos vecinos quienes tenían una hija de su misma edad sin considerar el hecho de que la vecina no estaba presente y su esposo aceptó amablemente que la niña permaneciera en casa acompañando a su pequeña hija “pues ahí estaba a buen resguardo”. Allí ocurrió una situación que dejaría hondas huellas en la vida de Katie.

El vecino sugirió a las niñas jugar a las escondidas y éstas aceptaron el juego al unísono. Y como sucede en estos casos, ocurrió lo peor pues durante el juego el vecino abusó sexualmente de la niña bajo la amenaza de que si lo denunciaba ante su madre, éste tomaría revancha y las mataría. Fue el comienzo de las pesadillas de Katie, quien se debatía entre contar lo ocurrido o callar ante esa fuerte amenaza y decidió por lo segundo. Desde aquel momento surgió una situación muy confusa dominada por la desconfianza y el temor hacia todos los que estuvieran en su entorno; sus familiares, sus vecinos, sus maestros, inclusive de sus propios amigos lo que limitó su capacidad de comunicarse y acentuó una timidez que más que innata había sido adquirida como consecuencia de ese y otros penosos hechos. Tales fueron las implicaciones de ese suceso que en su mente surgió un sinfín de sentimientos encontrados: observar a jóvenes del sexo opuesto le producía, vértigo, ira, dolor y resentimiento entre otras emociones lo que la llevó a pensar que jamás compartiría su vida con un hombre pues todos eran iguales y en ellos prevalecía la maldad.

Katie crecía y con ella su imposibilidad de comunicarse de manera efectiva; es cierto, las relaciones con su padre eran muy fluidas, prácticamente al borde de la sobreprotección pero esto generó un desequilibrio emocional en la niña pues en el trato materno siempre prevaleció la indiferencia, el castigo y el desamor; situación potenciada por el hecho de que en secreto Katie culpaba a su madre por lo acaecido en la casa de los vecinos pues sobreponía su deseo de ganar dinero a cualquier hecho incluso a la propia seguridad de su hija.

Así continuó su vida por un largo tiempo pero la situación tendía a empeorar día a día pues siendo casi una adolescente se vio obligada a asumir una responsabilidad que no le correspondía y para la cual no estaba preparada, ésta consistía en primer término en cuidar, asistir y trasladar al colegio a su hermana menor y al cabo de algunos años al hijo menor de la familia; asimismo, debía dedicarse a tareas domésticas como preparar la comida diaria, dedicarse a la limpieza del hogar y hacer todas las diligencias necesarias para el cabal funcionamiento de la casa; actividades que la hacían sentirse como una madre adolescente. Esas absorbentes actividades domésticas eran compartidas con sus estudios de bachillerato los cuales desatendía por el excesivo cansancio que le producía el diario quehacer.

Este trabajo lo cumplía sin ningún apoyo y sin estímulos o alicientes de alguna naturaleza por lo que llegó a pensar con resignación que esto era una obligación que le correspondía por su condición natural de ser la hermana mayor. No obstante, no dejaba de pensar con lágrimas en los ojos el momento en que su madre decidió vacacionar con sus pequeños hijos menores a Disneyworld y dejarla en casa pues consideraba que Katie estaba “muy vieja” para disfrutar de ese tipo de actividades. El dolor era muy grande y desde su interior sentía que aquello era una injusticia pues apenas alcanzaba una edad de 17 años, muy apropiada para disfrutar de ese parque de diversiones.

Por ello no dejaba de preguntarse “¿Vieja yo? Si apenas tengo 17 año; pero cuando deseo salir con mis dos únicas amigas a divertirme soy muy joven para eso”. ¡Qué contradicción!

Para entonces ella se cuestionaba constantemente por que tenía que vivir una vida tan complicada. “¿Cuál es la causa de esta situación?” Ni siquiera su padre estaba allí para consolarla pues hacía dos años que había abandonado el hogar por desavenencias conyugales y pensar que aún no había llegado lo peor. La ausencia de su padre desarticuló su vida; desde entonces no podía ser la misma pues no había en casa alguien con quien discutir los problemas cotidianos, alguien que pudiera aconsejarla e imprimirle algo de seguridad al momento de tomar una decisión ni tan siquiera alguien quien le ofreciera un abrazo, un presente o cualquier expresión de afecto en su retorno al hogar.

La vida para entonces había perdido mucho sentido pues se sentía sola desde muchos puntos de vista: sola en una casa en la que no había quien la recibiera o a quien recibir con el afecto y cariño que siempre es necesario pero su mayor soledad consistía en el hecho de carecer de alguien quien la consolara en sus angustias, alguien quien le ofreciera una palabra afectuosa o un gesto cariñoso, un consejero quien le pudiera comentar lo errado o acertado de sus decisiones; alguien quien le hablara de los misterios y secretos de ese mundo que ella desconocía casi completamente o un confidente a quien contar un secreto cuando aparecía la necesidad de hacerlo.

No obstante, al paso del tiempo llegó a apreciar esta soledad hasta cierto punto pues en los pocos momentos que podía compartir con su madre sólo recibía críticas, reclamos y regaños. Por ello sentía que simplemente se encontraba sola en este mundo y se consideraba incapaz de enfrentarlo por si misma pues sentía que estaba atada de pies y manos en un contexto tan complejo como un laberinto. Por ello se movía a la manera de un barco de velas, siempre dispuesta a ir donde la llevara el viento a pesar de que en algunos momentos aparecía una fuerza desconocida para ella que le permitía tomar una que otra tímida decisión.

LA PRIMERA EXPERIENCIA LABORAL

Y ese momento llegó: Repentinamente pensó que era necesario independizarse; salir de ese círculo vicioso en el cual se encontraba y allí apareció su segunda gran decisión: comenzar a trabajar. Esto le permitiría librarse de “esas obligaciones impuestas” y tener la oportunidad de conocer más de la vida y mejor aún, alcanzar algo de independencia personal.

Obtener su primer empleo no resultó una tarea difícil; a través de una vecina, Mery, conoció a un abuelo muy amable, dueño de una óptica en el centro de la ciudad, quien la contrató de manera ilegal pues aún no alcanzaba la mayoría de edad ofreciéndole el cargo de recepcionista que recientemente había quedado vacante. Allí sintió que podía hacer una muy buena labor y no sólo se dedicó a llamar y responder el teléfono sino a múltiples actividades como organizar y limpiar los estantes y anaqueles, ordenar los lentes, preparar los sobres del pago a los empleados y cualquier actividad que no hubiese sido planificada con antelación.

Allí conoció a varios empleados entre ellos el repartidor de material, un motorizado de nombre Tarcisio; el cortador y montador de cristales, Julio y el más serio de todos, un optometrista a quien no se le podía acercar mucho debido a su mal carácter. En esa empresa se sentía libre pues no tenía limitaciones al momento de cumplir sus obligaciones. En ocasiones cuando el día de cobro coincidía con un viernes salían en grupo y solían ir a una discoteca barata con el fin de disfrutar de unas cervezas y echar un pie de vez en cuando. Allí se sentía en familia pues sus dos compañeros asumían su representación a manera de hermanos mayores, situación inédita y satisfactoria para ella pues se sentía protegida y segura como nunca antes había sucedido. Eso le permitió ahorrar algún dinero para comprar su propia ropa y adquirir lentes de diferentes formas y colores cortesía del jefe y obtener algunos ingresos para sus futuros estudios de ingeniería en una universidad privada, su próxima decisión. Si, realmente sentía que por primera vez era libre y probablemente feliz pero como lo bueno dura poco antes de haber cumplido un año en la óptica quedó cesante pues ésta se fue a la bancarrota y ella por primera vez quedó desempleada perdiendo su puesto de trabajo y con él, sus sueños de libertad.

El período laboral culminó y Katie no tuvo más remedio que regresar a sus actividades habituales. Volvió a asumir el rol de madre adolescente que ya casi había olvidado. A pesar de ello lo hacía con mayor soltura, en parte, porque con el empleo en la óptica había adquirido más confianza en sí misma además ya se sentía otra pues en dos meses alcanzaría la mayoría de edad.

EL DESPERTAR EN EL CAMPUS

Con el paso del tiempo inició una nueva etapa en su ciclo vital: los estudios universitarios; este hecho la llenaba de ilusiones y nuevas esperanzas. Había escuchado de su amiga Maritza que en la universidad conocería gente diferente quienes seguramente compartirían muchos de sus intereses necesidades y problemas; que el solo hecho de estar matriculada en la uní le concedería un aire de importancia que hasta entonces no había conocido y que allí también aprendería muchas cosas no sólo en lo relativo a su carrera sino en lo atinente a la cotidianidad.

Era, pues, un cúmulo de esperanzas que le producía una sensación de mariposas en el estómago pues para ella todo estaba por descubrirse. Simultáneamente, sentía un gran temor por el inicio de esta nueva actividad en su vida pues pensaba que aún no estaba del todo preparada para enfrentar esta nueva tarea y continuamente soñaba casi sueños, casi pesadillas cómo iba a enfrentar el regodearse con chicos y chicas que si estaban seguros de su misión en la vida. Y también pensaba que muy probablemente no tendría éxito en superar aquellas lecciones cuya dificultad, –suponía ella– era tarea de intelectuales consumados. Como de costumbre su vida era una total confusión y no se cansaba de rogar a la Providencia para que esta aventura no resultara un gran chasco para ella como en la primera ocasión. Por otra parte, a veces pensaba con preocupación en la posibilidad de que sus clases en la nueva carrera fuesen tan tediosas e inútiles como cuando estudiaba derecho. En el caso de una posible deserción, “¿De dónde obtendría una buena excusa?” Esto la llevó a recordar al poeta de la generación beat Charles Buckoski quien señalaba que “El problema del mundo es que la gente inteligente está llena de dudas mientras que los estúpidos están llenos de certezas”.

Realmente, no había transcurrido mucho tiempo desde que perdió su empleo, pero ella lo consideraba una eternidad pues a pesar de sus miedos, de hecho, muy razonables, realmente sentía como una necesidad el experimentar esta nueva aventura. Aún recuerda que la noche antes del comienzo del curso no pudo pegar un ojo y lo que lamentaba era no estar lo suficientemente despierta para acceder a la nueva actividad.

Llegó el tan esperado día y probablemente debido al cúmulo de emociones que abrigaba no sintió ni un ápice de cansancio durante su primera mañana de actividad universitaria. Le preocupaba sobremanera que tendría que compartir su tiempo de estudiante con algunas tareas del hogar que ya no suponían el transporte de sus hermanos menores al colegio ni su cuidado personal, no obstante, si debía estar al tanto de la limpieza y el orden de la casa y de otras obligaciones como comprar los alimentos, prepara la comida y cuidar de que todos los servicios marchasen correctamente.

Comenzó sus actividades en la universidad y con ellas una serie de nuevas expectativas; realmente estaba encantada pues se sentía otra, realizada; por primera desde que dejó de trabajar en la óptica pensó que su actividad tenía una gran significación para ella; desde los primeros días conoció a una chica de ascendencia italiana Filomena Mazzone, con quien compartía algunas aficiones y quien vivía muy cerca de su casa. Pensó que ambas podían ser buenas amigas y se sintió confortada.

Por otra parte, Katie se sentía atraída por toda la novedad de lo que estaba experimentando y ¿por qué no decirlo? Se sentía como pez en el agua en la universidad salvo por una razón: el tiempo sin estudiar había dejado sus huellas y con ellas la pérdida de sus hábitos de estudio.

Añoraba su capacidad de concentrarse en los libros y por ello pasaba mayor tiempo tratando de ponerse al día en la organización de sus actividades diarias que en lo que realmente estudiaba. No se trataba de que no estuviera en capacidad de aprender pues tenía la inteligencia, la motivación y el deseo de salir adelante pero no hallaba la forma de concentrarse en lo que hacía pues aún no lograba organizarse y esto por supuesto era motivo de gran preocupación para ella.

Con el paso del tiempo las cosas fueron mejorando; la ayuda de su amiga, la italiana, fue providencial y poco a poco se adaptó sus diferentes cursos, al estilo de sus profesores y los semestres fueron pasando y con ellos iba adquiriendo mayor experticia tanto en lo teórico como en lo práctico, lo que le permitió ser una de las estudiantes más aventajadas de su curso.

Por otra parte, logró superar una serie de trabas mentales que traía consigo desde su tierna infancia. En cuanto a eso hizo grandes esfuerzos para superar la timidez que la venía acosando desde hacía mucho tiempo y esto le permitió comunicarse con cierta asertividad ante grupos de compañeros que por su condición de adolescentes o de adultos jóvenes solían actuar con cierta arrogancia y aires de autosuficiencia que para ella eran al menos actitudes desagradables y en algunos casos repulsivas.

Definitivamente había algo que le preocupaba y era el hecho de que aún no podía superar la necesidad de la aprobación de terceros para tomar sus propias decisiones y por ello prefería la condición de espectadora a la de protagonista por lo que siempre se mantenía a la saga de su compañera y se conformaba con saber que era aceptada por sus pares aunque no estuviera en capacidad de liderizar al grupo. Éste resultó un hecho muy negativo pues le había hecho perder infinidad de oportunidades de generar una respuesta acertada, opinar convincentemente o de ser la protagonista de algún acontecimiento dentro o fuera del aula.

MANUEL Y EL FIN DE LA LIBERTAD

La universidad había cambiado considerablemente la vida de Katie: sintió que en ese preciso momento ocupaba un auténtico lugar en el mundo y la vida había adquirido un sentido diferente para ella. Su autoestima se había elevado y aunque no estaba del todo satisfecha con su desempeño, la universidad la había ayudado a dominar una serie de escollos que antes de su ingreso al campus habría considerado insuperables. Esto sucedía en su mundo emocional pues hasta cierto punto había logrado mejorar su capacidad para comunicarse con desconocidos, había perdido el miedo a terceros adquirido en su niñez y hasta había tenido la oportunidad de asistir a eventos, salir a fiestas con sus compañeros, ampliar su círculo de amistades y hasta flirtear con dos o tres jóvenes sin apelar al miedo o a la culpa o a la vergüenza como excusas para no hacerlo.