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"Es momento de reconocer el enojo como una fuerza saludable y poderosa en tu vida, un combustible que libera tu creatividad, te ayuda a resolver problemas y a enfrentar tus frustraciones. Así es la propuesta del Dr. Ryan Martin, quien tras más de 20 años de investigación y análisis te invita a adoptar una visión integral del enojo por medio de técnicas de control, cuestionarios, registros de emociones y muchas herramientas más. Es normal experimentar ira, pero no hay que confundirla con agresividad. Y este libro te hará comprender sus diferentes espectros para crear relaciones más sanas con la gente que quieres y, sobre todo, saber qué hacer con ella una vez que sale de ti."
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Seitenzahl: 294
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Es momento de reconocer el enojo como una fuerza saludable y poderosa en tu vida, un combustible que libera tu creatividad, te ayuda a resolver problemas y a enfrentar tus frustraciones.
Así es la propuesta del Dr. Ryan Martin, quien tras más de 20 años de investigación y análisis te invita a adoptar una visión integral del enojo por medio de técnicas de control, cuestionarios, registros de emociones y muchas herramientas más.
Es normal experimentar ira, pero no hay que confundirla con agresividad. Y este libro te hará comprender sus diferentes espectros para crear relaciones más sanas con la gente que quieres y, sobre todo, saber qué hacer con ella una vez que sale de ti.
El Dr. Ryan Martin, mejor conocido como el Profesor de la ira, es investigador y escribe sobre las diferentes manifestaciones de esta emoción, la cual comenzó a estudiarla tras obtener su título universitario en Psicología y Justicia Penal en la Universidad de St. Thomas. Es profesor de Psicología y decano asociado de la Facultad de Artes, Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad de Wisconsin-Green Bay, y ha trabajado con clientes, enojados o no, en distintos entornos, incluidos centros comunitarios de salud mental, centros de asesoramiento universitario y hospitales para veteranos de guerra.
Su trabajo ha aparecido en The New York Times, el podcast Invisibilia deNPR, Digital Human de BBC Radio, TED Talks y es presentador del prestigioso podcast de psicología Psychology and Stuff.
Cuando no está pensando en sentimientos, le gusta salir a correr y pasar tiempo con su familia.
Para mi esposa, Tina, y Sandy, mi madre, quienes me inspiran todos los días.
Aquellos que me conocen bien saben que me encanta hablar y escribir sobre la ira, en realidad, sobre todas las emociones: de la tristeza al miedo, o de la felicidad al enojo. Amo hablar con las personas sobre sus sentimientos, escuchar las historias de sus emociones y ayudarlas a tener una vida emocional más sana.
De hecho, lo disfruto tanto que creé una clase llamada Psicología de las Emociones hace más o menos diez años. En ella, los estudiantes y yo exploramos las complejas relaciones que existen entre nuestros sentimientos, pensamientos y conductas. Estudiamos la historia evolutiva de las emociones y trabajamos en entender mejor las diferencias y las similitudes entre las culturas relacionadas con este tema.
Hablamos de las ocasiones en las que nuestras emociones se convirtieron en un problema, ya sea por su fuerza e intensidad, por su poca e insuficiente frecuencia e intensidad o porque nos involucramos en comportamientos problemáticos. Considero que, principalmente, refutamos el mito de que las emociones son negativas, al explorar las formas en que nuestros sentimientos nos ayudan a mantenernos seguros, reparar relaciones, protegernos y corregir nuestros errores.
Hay tres semanas dentro del curso que destacan por ser particularmente divertidas para mí, me refiero a las tres semanas en las que abordamos en específico la ira. Durante este tiempo, hablamos sobre las situaciones que tienden a hacernos enojar, los pensamientos que tenemos cuando estamos molestos y cómo tendemos a actuar cuando nos sentimos así. Discutimos la biología del enojo, el papel que tienen la crianza y la cultura en la forma en que experimentamos y expresamos nuestra ira, los problemas que pueden surgir de un control pobre de esta emoción y los aspectos positivos que también pueden ocurrir si se lleva a cabo una buena gestión del enojo.
Este libro se sustenta, al igual que mi conferencia de 2019 en TED Talks ¿Por qué nos enojamos y por qué es saludable?, en lo que más amo. He investigado la ira por más de 20 años, desde que comencé a estudiar en la universidad en 1999. De hecho, asistí a la escuela superior específicamente para estudiarla. Como podrás ver, crecí rodeado de ira de tal forma que, constantemente, me encontraba pensando por qué la gente se enojaba y el daño que esta emoción le podía causar.
Más tarde, mientras aún estudiaba, empecé a trabajar en un albergue juvenil. Muchos de los niños con los que traté tenían problemas para controlar su ira, lo que con frecuencia los metía en problemas. Quería ayudar a aquellos chicos a aprender cómo lidiar con su enojo de manera más efectiva.
Me parece que fue también en la universidad donde aprendí que la ira era mucho más interesante y complicada de lo que creía en un inicio. Había crecido pensando que se trataba solo de una emoción mala y que debíamos intentar sentirla lo menos posible. Sin embargo, aquellos niños del albergue tenían muchas razones para estar enojados. La mayoría crecía en una pobreza abyecta. No tenían seguridad alimentaria, no era adecuado su acceso a oportunidades educativas y muchos habían sufrido abuso o abandono por parte de sus padres o cuidadores. El mundo había sido injusto con ellos y su enojo era comprensible.
Este libro trata sobre ayudar a las personas a desarrollar una relación más saludable con su ira. Yo veo la gestión de la ira de forma distinta a muchas personas. Para mí, la ira no es algo que debamos alejar. Nuestras metas para la gestión de la ira no deberían ser solo relajarnos y sentir menos enojo. Esta emoción tiene un propósito importante en nuestras vidas y, así como no es saludable perder el control, tampoco lo es ignorar nuestro enojo. En su lugar, pienso en el enojo como un combustible. Nos da energía para hacer todo lo que necesitamos. Sin embargo, al igual que cualquier combustible, necesitamos controlarlo y canalizarlo de formas particulares.
Para poder comunicar todo eso, he organizado este libro en tres secciones principales. La primera parte se titula “Fundamentos de la ira” y sirve como una introducción al tema. Los cinco capítulos que constituyen esta sección explican qué es la ira, por qué la gente se enoja, los tipos de pensamientos que tenemos que conllevan al enojo, los elementos biológicos que subyacen a esta emoción y cómo la percibimos diferente según la raza o el género.
La segunda parte, “Cuando la ira termina mal”, subraya algunas de las consecuencias primarias asociadas con la mala gestión de la ira. En cuatro capítulos, describo las relaciones complicadas que de alguna manera se generan entre esta y la violencia: cómo destruye las relaciones, sus consecuencias en la salud física y mental, y cómo es que el enojo puede llevarnos a tomar decisiones irracionales.
Por último, la tercera parte de este libro, “Ira saludable”, describe cómo se puede entender esta emoción, gestionarla y utilizarla de maneras positivas y en beneficio de la sociedad. Cada capítulo incluye estudios de caso, investigación relevante y actividades diseñadas para ayudarte en tu relación con el enojo de formas productivas.
Las actividades al final de cada capítulo incluyen todos los ejercicios que he hecho con mis estudiantes y clientes para ayudarlos a explorar por qué se enojan, cómo sienten su ira, qué les dice y cuál es la mejor forma de lidiar con ella. Las actividades incluyen breves ejercicios escritos, encuestas y formas de repensar la ira. Estas herramientas no solo te ayudarán a avanzar a través del libro sino que seguirán haciéndolo a lo largo del tiempo conforme continúes trabajando para experimentar un enojo saludable.
Con frecuencia me encuentro con personas que no saben o no entienden qué es la ira. Piensan en ella como si fuera lo mismo que los comportamientos hostiles y violentos que muchas veces se le asocian. Cuando leen sobre tiroteos masivos o disturbios, dicen cosas como: “¿Por qué existe tanto enojo en el mundo?”. Cuando escuchan sobre algún altercado físico, comentan: “Estas personas tiene problemas de ira”. Lo que puede ser cierto, pero me parece que en realidad se trata de ejemplos de violencia, la cual difiere fundamentalmente de la ira. Cuando leemos sobre peleas físicas, asesinatos, tiroteos masivos, es mejor preguntar: “¿Por qué hay tanta violencia en el mundo hoy en día?”.
Esta pregunta es más adecuada, puesto que los perpetradores de tiroteos en masa y la violencia doméstica no solo tienen problemas de ira. Probablemente, también tienen problemas para controlar sus impulsos, dificultades de poder y control, y quizás crean que la violencia es una solución razonable ante un desacuerdo. Existen numerosas explicaciones emocionales, de personalidad y ambientales detrás de la violencia que no necesariamente involucran la ira.
Ahora bien, no estoy diciendo que la ira sea irrelevante en estos ejemplos, por el contrario, probablemente lo es. Estas situaciones involucran mucho más que enojo y, cuando nos enfocamos solo en él, pasamos por alto otros serios problemas. En contraste, la ira comúnmente pasa desapercibida en una amplia variedad de circunstancias, puesto que provoca mucho más que violencia, hostilidad y agresión.
La ira es pura y simplemente una emoción. Es el estado de ánimo que surge dentro de nosotros cuando nuestras metas se ven bloqueadas o cuando experimentamos una injusticia. Las emociones están fundamentalmente separadas de las conductas. La tristeza, el miedo, la ira, la alegría son emociones. Existen comportamientos que se correlacionan a ellas, como el llanto a la tristeza, la evasión al miedo, la risa a la alegría, pero estas conductas no son lo mismo que el estado emocional. Las personas muchas veces lloran cuando están felices o se ríen cuando tienen miedo. De la misma manera, algunas veces la gente es agresiva sin estar precisamente enojada.
Como emoción, la ira no incluye un deseo de atacar física o verbalmente, está separada de aquellos comportamientos que sí generan golpes. En otras palabras, a pesar de que tal vez queramos expresar nuestro enojo físicamente, no tenemos que hacerlo. Podemos presentar una variedad de conductas cuando nos sentimos enojados sin que sean peligrosas ni malas para otros ni para nosotros mismos.
De hecho, para nosotros algunas de estas conductas son buenas. Hablo de esto porque considero que la ira tiene una mala reputación. La gente experimenta momentos muy complejos tratando de diferenciarla de la violencia, no reconoce que se trata de un estado de ánimo causado por los sentimientos, y que puede ser, por ejemplo, parecido a la tristeza, el miedo, la felicidad, la culpa y otros.
Cuando estamos asustados, es posible que queramos escapar o encontrar una vía para evitar aquello que nos da miedo. Sin embargo, algunas veces expresamos ese miedo de cualquier forma pues, a pesar de sentirlo, hacemos aquello que nos aterroriza.
Lo mismo puede pasar con la ira. Quizá queramos atacar, pero podemos hacer también otras cosas cuando estamos molestos.
En última instancia, la meta de este libro es ayudar a la gente a entender y alcanzar dos cosas:
La ira es una respuesta normal y a veces saludable frente a una variedad de situaciones.La ira puede ser entendida, controlada y empleada de maneras saludables, positivas y en pro de la sociedad.Dicho esto, quiero dejar en claro desde un inicio que soy consciente de que la ira puede ser mala para las personas y para quienes las rodean. No hay duda alguna. Cuando la ira es frecuente, intensa, duradera o se expresa de forma pobre, puede causar serios problemas físicos, psicológicos e interpersonales. Nada de esto me es ajeno. Por el contrario, me interesé en el estudio de la ira, en primer lugar, porque había visto sus consecuencias por su mal manejo tanto en mi vida personal como profesional.
Decidí comenzar el libro de esta forma porque no quiero que digan algo así: “Pero la gente puede resultar muy lastimada debido a su ira” u “obviamente nunca has vivido con alguien que está realmente enojado. Es horrible”. Si al ver la premisa de este libro, tu instinto te hizo pensar: Los verdaderos problemas de ira pueden ser terribles, debes saber, por favor, que estás enteramente en lo cierto. La ira puede causar un daño profundo como la destrucción de las relaciones, perjudicar propiedades, ocasionar problemas de salud mental y una gran variedad de consecuencias negativas. Hemos analizado durante décadas este tema y las investigaciones indican con frecuencia que la ira destruye vidas.
Ahora, quiero que notes que utilicé el verbo poder en los últimos dos párrafos. La ira puede destruir vidas, puede ser dañina, puede destruir las relaciones. Sin embargo, no tiene que ser así. De hecho, la ira puede usarse para bien, puede motivar a las personas a resolver problemas, a crear arte o escribir literatura. La ira puede ser el combustible que te inspire a enfrentar la injusticia y crear un cambio social significativo. Lo más importante no es necesariamente cuán enojado estás, sino lo que haces con tu ira.
Cuando era niño, llené la almohada de mi papá con pelotas de tenis. Era el Día de los Inocentes y pensé que sería gracioso. Cuando me fui a dormir, ya se me había olvidado mi broma. Tenía 5 o 6 años y me acostaba mucho antes que mi papá, por lo que en ese momento él no había descubierto aún mi chiste. Me quedé dormido. De pronto, me desperté cuando me vaciaban encima una funda de almohada llena de pelotas. No recuerdo que mi padre haya dicho nada mientras lo hacía. Solo dejó caer entre 20 y 30 pelotas sobre mí y salió de la habitación. Esto debió haber despertado a mi hermano mayor con el que compartía habitación, pues lo recuerdo diciéndome: “Creo que no le gustó tu broma”.
Me quedé acostado en silencio, asustado, triste y avergonzado. Pensé que sería gracioso, obviamente había cometido un grave error. Al poco rato, se abrió la puerta de forma abrupta. Me espanté con el ruido y, antes de que pudiera registrar qué estaba pasando, una pelota de tenis rebotó con fuerza contra mi cabecera. Aparentemente, mi padre había encontrado una más. Sospecho que no tenía intención de golpearme en realidad, pero sí quería asustarme. Después, azotó la puerta y nunca volvimos a hablar del asunto.
Lo extraño de esta historia es que, si bien, tengo varios recuerdos de mi padre actuando así, no era una persona que estuviera siempre enojada. Yo me asustaba cuando se enojaba mucho y actuaba de manera parecida a esta, pero la mayor parte del tiempo era un tipo relativamente feliz y divertido.
De hecho, si hubiera estado enojado siempre, probablemente no habría intentado hacerle una broma, habría sabido que no le parecería gracioso. Eso era, en parte, la dificultad de vivir con él. Estoy seguro de que en otras ocasiones mi papá se habría reído al descubrir mi broma y habría fingido estar molesto conmigo la mañana siguiente, pero fue una mala noche y se enojó. Se enojó mucho. La ira de mi padre causó un quiebre en nuestra relación que ha estado presente la mayor parte de mi vida. Convivimos, sin embargo, nunca me sentí tan cómodo cerca de él como se supone que debería estarlo. Yo estaba siempre preocupado porque se enojara conmigo.
Cuando crecí, me preocupé menos de que se molestara conmigo, pero me estresaba que se pudiese enojar con alguien de nuestro alrededor. Si un mesero se equivocaba, era muy probable que fuera brusco con él o, si otro conductor se le metía, tocaba el claxon y le echaba el auto, mientras yo permanecía asustado en el asiento de atrás. Una vez le gritó al dependiente de una gasolinera mientras yo pagaba, por lo que tuve que fingir que no lo conocía. “Hay gente así”, me dijo el empleado del lugar. “Sí, hay gente así”, le respondí, y después volví al auto esperando que su ira se hubiese disipado.
Algo que me conflictúa sobre esto es que yo notaba que él nunca supo realmente cómo me sentía al respecto. Recuerdo haberlo hablado en una ocasión, pero se trató de una conversación breve, como casi siempre que se conversaba de sentimientos con mi papá. Una noche él vino a verme después de un incidente aterrador en el auto. Tuvo una discusión que se subió de tono con un peatón y yo me había asustado mucho (diré más acerca de esto después).
–¿Te asusté cuando le grité a aquel tipo? –preguntó.
–Sí –le contesté.
–Lo lamento –me respondió.
Debí haberle dicho más sobre cómo me sentía, pero, como lo mencioné, nunca estuve lo suficientemente cómodo cerca de él. Esa era la naturaleza de nuestra relación, casi siempre reprimida por la forma en que él expresaba su ira.
La tendencia a dañar las relaciones, ya sea de forma consciente o inconsciente, es una de las muchas categorías generales de las consecuencias de la ira que voy a abordar en este libro. Es sabido que la ira se asocia con ciertas consecuencias obvias. La gente con enojo crónico tiende a involucrarse en peleas físicas o verbales, romper cosas, sufrir consecuencias en su salud y manejar peligrosamente. Este tipo de secuelas han sido identificadas por investigadores, terapeutas, medios de comunicación y una gran cantidad de otras personas.
De hecho, uno de mis primeros objetivos de investigación fue refinar una encuesta que se utilizaba sobre las consecuencias de la ira, llamada "Cuestionario de consecuencias de la ira" (ACQ, por sus siglas en inglés). Se trata de una escala que había sido utilizada hace cerca de diez años, cuando mi asesor, el Dr. Eric Dahlen, y yo creíamos que necesitaba una actualización.
El nuevo ACQ, como lo nombramos, mide cinco tipos principales de consecuencias de la ira: agresión, uso de alcohol o drogas, amistades destructivas, emociones negativas y lesiones autoinfligidas. Para ser sinceros, han pasado cerca de 15 años desde que la perfeccionamos y necesita otra actualización. Como lo discutiremos más tarde, las redes sociales y otras formas de comunicación en línea han cambiado por completo el juego en lo que a expresar y experimentar la ira se refiere.
Si bien, algunas consecuencias de la ira desadaptativa son obviamente bien conocidas (peleas, daño a propiedad, problemas de salud), otras no lo son tanto. Incluso las consecuencias recién mencionadas pueden ser más insidiosas de lo que la gente se da cuenta. Toma las relaciones dañadas como ejemplo, la mayoría de nosotros somos conscientes de cómo la ira lleva a las personas a hacer y decir cosas que lastiman a otros. Alguien se siente provocado y entonces dice o hace cosas que quizá no haría ni diría de otra forma y así daña la relación.
Al mismo tiempo, como mencioné con mi papá, existe otro tipo de consecuencias para las relaciones asociadas con la ira. Suele ser muy común y, con frecuencia, pasa desapercibida. Las personas enojadas tienden a alienar, molestar o incluso asustar a sus semejantes en sus vidas. Más adelante, hablaré mucho más sobre cómo la ira daña las relaciones.
Los psicólogos han desarrollado múltiples investigaciones sobre cómo esta emoción afecta las relaciones y, honestamente, gran parte de las terapias de pareja tratan sobre cómo pueden expresar mejor su ira y manejar el conflicto. También considero que las interacciones humanas se han vuelto más complicadas conforme la tecnología ha avanzado y nos comunicamos de nuevas formas. Los correos electrónicos, los mensajes de texto y las redes sociales nos han ofrecido nuevas oportunidades y espacios para expresar nuestra ira, pero han desembocado en diferentes tipos de relaciones destructivas.
Claramente, otra de las obvias consecuencias de la ira es la violencia. Recuerda, la ira puede definirse como el deseo emocional de atacar. Cuando la gente actúa bajo ese deseo, puede volverse violenta: puede empujar, golpear, patear, apuñalar o incluso dispararle a una persona con la que está enojada. Esto puede suceder entre parejas, amigos, conocidos o extraños.
Además, la relación entre la ira y la violencia es más tensa y complicada de lo que con frecuencia reconocemos. Como ya sabes, la ira no siempre lleva a la violencia (pocas veces lo hace), pero también el lado opuesto es verdad: la violencia no siempre es un problema que genera la ira. La gente es violenta por muchas razones. Algunas veces, está enraizada en sus emociones (como tristeza, miedo, celos y otras). Otras veces, su violencia no tiene un origen emocional, sino que es violenta por un propósito específico (tener control sobre otras personas, hacer dinero).
Cada semestre, le pregunto a mis estudiantes cuántos de ellos salen de caza. Al estar en el noreste de Wisconsin, aproximadamente, la mitad levanta la mano. Después, les preguntó: “Al cazar un venado, ¿están enojados con él?”. Generalmente se ríen, pero es precisamente a esto a lo que me refiero cuando digo que, en ocasiones, la agresión y la violencia no están relacionadas con la ira. Por definición, cazar es un acto de agresión o violencia (es una conducta con la intención de dañar algo o a alguien). Lo mismo pasa con el combate de guerra, la autodefensa e incluso algunos deportes. Todos estos son ejemplos de agresión o violencia donde es posible que la motivación no sea el enojo.
Al igual que la ira, la violencia es un fenómeno mucho más amplio de lo que la gente reconoce. En la segunda parte del libro, profundizaré con mayor detalle en algunos de los problemas comunes asociados a la ira. Vamos a desmenuzar las investigaciones en todo lo que abarque desde la hostilidad en la red, pasando por la ira al volante y las lesiones autoinfligidas intencionadamente, hasta problemas de salud cardiovasculares y de otros tipos.
Verás cómo los peligros que implica la ira al volante no se limitan únicamente a otros conductores, por qué las redes sociales pueden convertirse fácilmente en páramos virulentos y cómo evitar el amplio espectro de las consecuencias para la salud que pueden emerger de una mala gestión de la ira. De igual forma, te mostraré cómo es que las consecuencias reconocidas del enojo son solo la punta del iceberg. Hay muchas otras. Las personas dañan su propiedad de forma involuntaria (¿alguna vez han oído hablar de Steven Cowen, un hombre que le disparó a la televisión mientras veía Bailando con las estrellas?). O bien, utilizan drogas o alcohol, se deprimen, sufren ansiedad y más.
Las consecuencias de no gestionar bien esta emoción son muchas y muy importantes, por lo que la mayor parte de este libro está dedicada a describirlas como una forma de entender aquellas que necesitamos evitar y cuál es la mejor forma de hacerlo.
Muchos creen que la solución ante la ira desadaptativa o problemática es enojarse con menos frecuencia. Al ver las consecuencias, suelen decir cosas como: “Esas personas solo necesitan relajarse” o “la vida es muy corta como para estar disgustado siempre”. Puede que eso funcione para algunas personas que, tal vez, necesitan disgustarse con menos frecuencia. Sin embargo, para muchas otras, el problema no es la frecuencia con la que se enojan sino la forma en la que gestionan su ira una vez que la experimentan.
Una vez, asistí a un seminario sobre el uso de alcohol entre estudiantes (como terapeuta, no porque tuviera problemas con el alcohol). La audiencia estaba constituida principalmente por estudiantes de universidad que habían experimentado algún tipo de problema legal por su forma de beber. Tenía muy bajas expectativas de esa charla. Había sido muy poco participativo anteriormente en seminarios sobre el mismo tema, creía que se trataba de una plática sobre los peligros del abuso del alcohol y pensaba que todo caería en oídos sordos. Sin embargo, en lugar de ello, la presentadora comenzó explicando que la meta ese día no era precisamente conseguir que dejaran de tomar, sino que tomaran decisiones distintas en torno a la forma en la que lo hacían. Explicó que beber o no hacerlo es solo una de las muchas decisiones relacionadas en el acto de consumir alcohol (dónde, cuánto o con quién, por mencionar algunas otras).
Me sorprendí bastante. Había asistido a seminarios de este tipo y tomado cursos en la licenciatura y el posgrado sobre el uso de alcohol y drogas, pero ninguno me enseñó a pensar en el consumo de alcohol de esta forma. Mis clases se habían enfocado en lo que sucede en tu cerebro cuando bebes, qué consecuencias tiene en el resto del cuerpo y cómo ayudar a las personas que quieren dejar de hacerlo. Salvo por mi profesor universitario de alcohol y drogas, que nos dio un remedio respaldado científicamente para la resaca, nunca hablamos sobre cómo hacer un consumo responsable.
Quiero hacer lo mismo que ella, pero con la ira. Quiero revelar un manejo responsable de la ira. Hay decisiones que podemos tomar más allá de si nos enojamos o no, y podemos hacer más que solo buscar formas de relajarnos cuando estamos molestos. De hecho, cuánto te enojas ante una provocación es solo parte de una ecuación mucho más grande y complicada.
En este libro, exploraremos los detonantes que te conducen a la ira, los pensamientos que tienes cuando te sientes provocado y qué haces cuando te enfadas. Cuando pensamos en nuestro enojo de esta manera, podemos intervenir en cualquier punto del modelo y abordar estos sentimientos de manera más efectiva.
Quiero ayudarte a tener una vida emocional más sana y a asumir un papel más proactivo en cómo te preparas para enfrentar esos factores desencadenantes y en cómo configuras tus pensamientos. Quiero que pienses en el control de la ira como algo que va más allá de las formas que te ayudan a evitar enojarte y a relajarte cuando ya estás enojado. Quiero que entiendas los complicados patrones que existen entre tus pensamientos, tu estado de ánimo actual y las provocaciones que te conducen a la ira. Cómo puedes regular esa ira una vez que la sientes y cómo usarla de manera positiva, productiva y en beneficio de la sociedad.
Mi amigo Noah es un actor profesional. Cuando no está haciendo presentaciones en diferentes teatros por todo el medio oeste de Estados Unidos, imparte cursos de improvisación, introducción al teatro y voz actoral. Una de las primeras cosas que notas al conocerlo es que es un sujeto muy amable y que es muy fácil hablar con él. Habla de cosas interesantes, es bueno para escuchar y posee un excelente sentido del humor. Muestra un profundo interés y cuidado por las personas que lo rodean y las conversaciones con él derivan con frecuencia en temas políticos y de justicia y equidad.
Quería reunirme con él porque una semana antes me había contado una historia en la que se molestó con un colega durante una presentación. Me narro el suceso de forma relativamente breve y, aunque fue interesante, lo que más me impresionó fue cómo terminó. Noah le dijo al colega con toda la tranquilidad del mundo: “Si esto sucede de nuevo, mañana en la noche mientras duermes, te mataré”.
Quise saber más al respecto, así que le pedí que nos reuniéramos para que me contara a detalle y que me permitiera grabarlo. Él accedió con gusto (como ya dije, es una persona muy agradable y le gusta tener conversaciones interesantes). Nos reunimos en su oficina, que a su vez me sorprendió mucho. No era lo que esperaba. Era un gran espacio básicamente vacío. Las paredes estaban casi desnudas, salvo por algunos pósters que aparentaban haber estado ahí por mucho tiempo (quizá más del que él llevaba trabajando ahí).
–Así que esta es tu oficina –le dije.
–Sí –contestó vacilando.
Mientras, yo echaba una mirada alrededor de la habitación con cierto desencanto.
–Pero la comparto con algunas personas, así que no puedo tenerla a mi estilo.
Su respuesta explicaba mucho. Él me había contado que encuentra inspiración en su entorno, por ello esperaba una oficina un poquito más sugerente. Le pedí que me contara la historia a detalle. Le advertí que iba a diagramarla. Si bien, a las personas les gusta contarme sus historias de enojo, no siempre aceptan mis ideas al respecto. De ahí la necesidad de la advertencia.
Crear diagramas de los incidentes relacionados con la ira es algo que hago con frecuencia en mis cursos sobre emoción y en los talleres sobre control de la ira. Ahí descomponemos una situación de enojo en los diferentes factores que conducen a ella o que la exacerban. Es algo que quiero enseñarte a hacer, puesto que considero que es crítico para lograr una gestión saludable de la ira.
Me explicó que estaba en una obra llamada A Tuna Christmas. Su descripción de la obra parecía una pesadilla. No me refiero a verla, eso no estaría mal, sino de actuar en ella, eso era lo que me parecía horrible. El reparto lo conformaban solo dos actores y cada uno representaba entre ocho y diez papeles. Esto quiere decir que había muchos cambios rápidos a lo largo de la presentación en los que tenían que salir del escenario y cambiarse de ropa en menos de 30 segundos antes de volver a escena.
Se trataba de una obra de dos horas, en la que solo dos actores daban voz a todas las líneas. Tuvieron dos semanas y media para ensayar y, en palabras de mi amigo, “fue estresante desde el día uno”. Debían memorizar las líneas, descubrir cómo entrar en los disfraces y desarrollar los ocho o diez personajes que iban a representar. Nada más tenían unos cuantos accesorios para la producción, por lo que la mayoría de las acciones eran imitadas, por ejemplo, al tomar un café o abrir un horno imaginario, debían recordar dónde pusieron la taza o dónde debían cerrar ese horno. Todo demandaba una gran habilidad técnica, y como él bien dijo: “Es fácil ponerse nervioso cuando las cosas van mal”.
Creo que lo más relevante de esta historia eran los rápidos procesos de cambio. Estos sucedían fuera del escenario. Había tres áreas para cambiarse, así que debían recordar a cuál de las tres tenían que ir en cada ocasión. A veces, mudaban por completo sus atuendos y con frecuencia se ponían alas. Noah tenía tres tipos diferentes de alas, uno para cada uno de los tres personajes femeninos que representaba.
Había dos vestuaristas responsables de mantener los espacios bien organizados y asegurarse de que Noah tuviera todas las partes que necesitaba para su disfraz en turno. Cuando salía del escenario para cambiarse, se suponía que las cosas debían estar dispuestas como él las quería. Los asistentes estuvieron presentes durante todos los ensayos, puesto que para el éxito de esta obra era fundamental que estos cambios se hiciesen de forma correcta.
Al final del ensayo de vestuario, uno de los asistentes había cometido un error. No era la primera vez que este asistente cometía ese error en particular. Noah lo describe así: “La parte más difícil era cambiarme y convertirme en Pearl, la tía, porque tenía muchos elementos: guantes, gafas, sombrero y vestido. Yo contaba con que él tuviera el vestido listo tan pronto como necesitara dejar de representar a RR, que usaba overol, un abrigo deportivo, un sombrero y unos zapatos”.
Noah necesitaba regresar, quitarse todo eso y vestirse como Pearl. Se trataba de su cambio más exhaustivo en la menor cantidad de tiempo. Durante el ensayo, habían trabajado en ese cambio muchas veces. Cuando Noah giró, el asistente aún no había cambiado el área para él. “El vestido estaba sobre un montón en el suelo. No sabía dónde estaban los zapatos. El bastón estaba del lado opuesto de la pila de ropa en el que se suponía que debía estar. Los guantes estaban al revés de cuando me los había quitado la última vez”.
Tenía tanta prisa de ponerse el vestido que se lo puso al revés. El asistente trataba de ponerle los aretes mientras él se vestía. Entonces, Noah le dijo: “Vete de aquí”, y el vestuarista se alejó. Su ira empezó a aumentar conforme forcejeaba con el vestido. Había un collar de perlas unido a la prenda atascado en su cara. Arrancó el collar del vestido, en parte enojado y en parte para lograr vestirse.
Debido a que se trataba de un ensayo de vestuario, no había audiencia más que el director, un fotógrafo trabajando en las fotos de reproducción y algunas otras personas relacionadas con la producción. Noah hizo una llamada de espera, puesto que sentía que necesitaba tiempo para tener todo listo.
Después miró a su asistente y le repitió: “¡Vete de aquí!”. Respiró profundamente, se puso su disfraz y salió a hacer la escena, y concluyó el primer acto, por lo que tuvo tiempo de tranquilizarse antes de volver a comenzar.
Cuando terminó el primer acto, fue a su camerino. Se dio cuenta de que, entre más lo pensaba, cada vez estaba más y más molesto, y esto afectaba su concentración. Lo primero que hizo fue quejarse con el otro actor, pues comentó que al verbalizar lo sucedido se sentía bien. Después fue de nuevo a los vestidores para estar enteramente listo y no volver a sentirse presionado por el tiempo antes de salir. Luego se sentó e intentó relajarse. Tomó un poco de agua y procuró pensar en lo que realmente importaba: “La obra”, dijo. Quería dejar atrás ese incidente de ira y enfocarse en lo que estaba delante de él.
Terminó el ensayo, pero no se sentía cómodo con algunas cosas que surgieron en el resto de la obra porque estaba muy molesto. “Este sentimiento de ira se acentuó como una ola sobre mí y, aunque la ola retrocedió, yo estaba empapado. Podía sentir que había afectado mi concentración”, comentó.
Después de la presentación, Noah se quitó el atuendo y respiró profundo para relajarse. Antes de irse quería hablar con su vestuarista sobre lo sucedido. Los asistentes estaban reacomodando el teatro para la presentación de la noche siguiente, así que lo apartó del resto del grupo. El chico no dejaba de disculparse, pero ya lo había oído disculparse suficientes veces y no quería escucharlo más.
–Esto es lo que quería contarte –dijo Noah y luego comenzó a describirme–: En primer lugar, lamento haberme enojado tras bastidores. Debes reconocer lo difícil que es tener en la cabeza los diálogos de una obra de dos horas cuando solo actúan tú y otra persona. Debo hacer muchas cosas. La razón por la que tú y Dana (la otra vestuarista) son tan necesarios en este proceso, y por la que ambos salen y se inclinan al recibir ovaciones, es porque ustedes hacen que Allan (el coprotagonista) y yo no tengamos que pensar en los cambios de vestuario. Lo haces para que salgamos a un mundo organizado. Tomó aire y lo alenté a continuar.
–Por eso ensayamos y deberías tomar notas y pensar, siempre y en todo momento: ¿Qué sigue?