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Primero y segundo Isaac es un auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca, género en el que llegó a alcanzar la plenitud, al combinar a la perfección con su talento natural, amante de la pintura y de las sutilezas y complejidades teológicas.
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Seitenzahl: 55
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Pedro Calderón de la Barca
Saga
Primero y Segundo IsaacCover image: Shutterstock Copyright © 1650, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726496857
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
PERSONAS
Sale la DUDA, como trayendo por fuerza tras sí al LUCERO.
LUCERO ¿Adónde, Duda, me llevas?
DUDA No me admiro que te turbe,
siendo plenitud de ciencias
(que es lo mismo que querube)
en quien todavía es fuerza duren 5
reliquias de aquellas altas plenitudes,
ver que la duda te arrastre.
LUCERO Es verdad, porque yo pude
en aquella primer lid
en que comunero puse 10
los ejércitos en arma
de vicios y de virtudes,
perder gracia y hermosura;
la ciencia no, que la tuve
como dote natural 15
y así tras mí me la truje.
Conque, como has dicho, es fuerza que dude
ver que tú lugar en mi pecho ocupes,
siendo tú la Duda.
DUDA Pues
ya que una vez me introduje 20
en él, arrójame dél,
si de tan sabio presumes,
con responderme.
LUCERO Sí haré.
¿Qué me quieres?
DUDA Que me escuches.
¿Conoces aqueste monte 25
a cuya eminente cumbre
listada a volantes de sombras y luces,
de hebreo tocado se sirven las nubes?
LUCERO De siete montes en quien
quiso Jebús que se funde 30
la Salén, ciudad de Dios,
porque de dos nombres use
-Salén y Jebús- el que
Jebusalén la pronuncie,
éste es Calvario, a quien 35
en tradiciones comunes
dio este blasón del cadáver
de Adán la parte que ilustre
cupo, como a mayorazgo,
a Set; de donde se arguye 40
(por ser de su calavera
la tumba que le sepulte),
el ser Calvario su nombre.
DUDA Pues ése que a escalar sube
estrechando el viento con la pesadumbre 45
de sus verdes pompas los campos azules,
teatro hoy del mayor, más grave
espectáculo que esculpe
en los cuadernos del tiempo
del tiempo el veloz volumen, 50
de mi razón de dudar
motivó las inquietudes
tanto que aun cuando no fuera
yo aquella pasión que infunde
en los ánimos discordias 55
siempre que a elegir acude,
pues a dos partes afecta
a ninguna se reduce,
sino la tranquila paz
del ánimo, que no sufre 60
cuestiones en la elección,
dudara el pavor que incluye.
Mira cuál será para que la apures,
duda, que aun certeza te hiciera que dudes.
Abrán (que «padre excelso» 65
la frase hebrea traduce;
y si pronuncia Abrahán
«padre de la muchedumbre»),
después que por obediencia
de su Dios se destituye 70
de casa y patria y saliendo
de Ur, ciudad de Caldea huya
a tierra de Canán, donde
tan peregrino discurre
que el vulgo de sus ganados, 75
que valles y montes cubre,
en ajenos lindes es fuerza que busque
prado que la paste, redil que la oculte;
en Sara, su anciana esposa
(de cuyo nombre se induce 80
misterio también, pues Sara
sin más letra se construye
«dominatriz» o «señora»;
y como Sarra articulen
se añade al «señora» ser 85
«señora de los perfumes»,
siendo el buen olor la fama
que al cielo en aromas sube),
tuvo un hijo, a quien, temiendo
que su deseo la burle, 90
llamó Isaac, que decir quiere
«risa», como que la anuncie
ser risa del siglo que en sus senectudes
conciba cuando era tiempo que caduque.
Este, pues, hermoso infante 95
en sus jóvenes costumbres,
ejemplo creció de todas
sus iguales juventudes
tanto, que al culto de Dios
atento, sin que disculpe 100
que en sus juegos Ismael
de unos idolillos use,
no lo recató de Sara.
Y viendo cuánto deslustre
la esclava sangre de Agar 105
la noble que en su hijo luce,
le delató ante su padre,
que oyó apenas que le acuse
de idólatra cuando al punto
de sí y de su casa lo excluye, 110
porque aun en los padres, como Dios se injurie,
no ha de haber amor que la fe no frustre.
Dejemos que, desterrado
Ismael, hacer procure
en los montes de Farán 115
bando aparte, donde usurpen
en sucesivas edades
-que aun el tiempo no destruye-,
su culto a Dios, agarenas
y ismaelitas inquietudes; 120
y vamos a que creciendo
Isaac manso, afable y dulce
hasta cinco lustros casi
-pues veinte y cuatro años cumple-,
le manda Dios a Abrahán 125
que en ese seno lugubre
del Monte de la Visión
(nombre que se le atribuye
por una señal del fuego
con que el sitio le descubre), 130
se le sacrifique, siendo
cuando él mismo lo ejecute
su mano la misma que el acero empuñe,
encienda la arista y la leña junte.
Bien presumirás tú agora 135
que solamente se funde
mi duda -como primera
razón que al discurso ocurre-
en que cómo puede ser
que a Abrahán Dios asegure 140
que tanto su descendencia
se propague y se fecunde
que de estrellas y de arena
exceda las multitudes,
por una parte; y por otra 145
la sentencia le promulgue
de que muera el hijo, en quien
esta esperanza se anule,
siendo así que a Dios nada hay que le inmute
y siempre infalible su palabra cumple. 150
Pues no, no es esta la duda
que en mí dominante influye,
pues podrá con otros hijos
ver que esta falta le suple,
y aun con el mismo, que bien 155
cabe en su fe, cuando juzgue
aunque a una vida anochezca
el que a otra vida madrugue.
Tampoco es que, como padre,
ni replique ni se excuse 160
de ser él mismo el que haya
de cortar el disoluble
lazo de una vida que
tanto a la suya se une,
obligándose, después 165
que el monte de sangre inunde,
a asistir al holocausto
hasta que el fuego supure
el tierno cadáver que voraz consume
dejando que arda hasta que no ahúme. 170
Tampoco es que, caminando
tres días, no le pregunte
Isaac dónde va, hasta que
viendo el cuchillo y la lumbre:
«¿Qué es de la víctima -dice- 175
que sacrificar presumes?»
A que sólo le responde
(procurando disimulen
las canas el llanto, si es
que hay nieve que nieve enjugue): 180
«Dios proveerá». No es tampoco
que cuando claro le escuche
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