Profesión: Sicario - Jason R. Forbus - E-Book

Profesión: Sicario E-Book

Jason R. Forbus

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Beschreibung

Desde sus orígenes míticos en el Antiguo Testamento, pasando por el Japón feudal y la Sicilia mafiosa para llegar en fin a los días de hoy: un fascinante viaje en el mundo secreto de los Sicarios Profesionales, recorrido en sus momentos claves, que acompañan al lector hasta el contradictorio presente. 

Pese a que estéis intrigados con esta perspectiva o aterrados solo en pensarlo, sepáis que el sicario profesional anda entre nosotros, en todas sus formas, algunas manifiestas, otras veladas. Y es en esta opacidad inquietante pero sugestiva que Forbus centra el foco del análisis. – David Inglis, Rector del Departamento de Sociología en la Universidad de Aberdeen, Reino Unido.

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Profesión: Sicario

de Jason R. Forbus

Universidad de Aberdeen, Gran Bretaña

Director Editorial: Jason R. Forbus

Traducción: Simone Corvatta

ISBN 978-88-3346-817-4

Publicado por Ali Ribelli Edizioni, Gaeta 2021©

Ensayo – Sociedad

www.aliribelli.com – [email protected]

Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión o digital, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma, sin autorización expresa de la editorial.

Jason R. Forbus

Profesión: Sicario

AliRibelli

Índice

Prólogo

Resumen

Capítulo I

Introducción

Capítulo II

El sicario en la historia

Capítulo III

Vida de un sicario

Capítulo IV

Rasgos de un sicario

Capítulo V

Postmodernidad

Capítulo VI

Conclusión

Prólogo

Un matón de calle y un asesino a sueldo son profesionales – una especie de depredadores, individuos que se han disociado del resto de la humanidad tanto como para ver a los seres humanos con los mismos ojos de un pescador que observa la forma en que unas truchas chapotean en un estanco.

Lo escribe el siquiatra estadounidense Willard Gaylin. Su visión parece confirmar uno entre los muchos mitos y leyendas que rodean la misteriosa figura que, según los casos, se hace llamar asesino a sueldo, matón o sicario. Normalmente, a este individuo se le considera como alguien que se sitúa por encima de la sociedad contemporánea y del flujo corriente de la humanidad, un observador frío y calculador que mira a sus semejantes como fueran animales para cazar o simples objetos para manipular a su antojo.

Esta es una idea constante en un sinfín de obras literarias y cinematográficas. Al día de hoy, la enorme base de datos de películas IMDB cuenta 1.729 películas con las que está asociada la palabra clave “sicario” (hit man).

Aún más, el término relacionado “asesino” (assassin) produce incluso 1.768 resultados. La mayoría de estas películas se remontan a los últimos veinte años: un dato que indica como el asesino a sueldo se ha convertido en uno de los personajes centrales de la cultura popular contemporánea, juntos a otros personajes siniestros pero intrigantes como los zombis o el vampiro.

En la cultura popular moderna, se encuentra algo en el sicario que lo convierte en una figura extremamente atractiva, en un personaje que se le hace revivir y que se le reinterpreta una y otra vez, empezando por aquellos solitarios y existencialistas de las películas “El silencio de un hombre” (Le Samourai) y “Ghost Dog: el camino de un samurái” (Ghost Dog), hasta llegar a los tipos “ordinarios” como en “Un asesino algo especial” (Grosse Pointe Blanck). Por no hablar de la versión femenina del sicario, representada en la película de culto “Nikita” (La femme Nikita).

La característica que acomuna a estos asesinos hollywoodianos es la fría determinación con la que logran cumplir con su contrato, eludir a la captura y cobrar la recompensa, sin hablar de la habilidad en manejar armas y dispositivos altamente tecnológico, con el mínimo esfuerzo y la máxima competencia y precisión.

Siempre según la cultura popular, también un loco cualquiera podría (mal) usar una pistola, sin embargo, solo un sicario profesional conoce y comprende la estética del cañón del fusil y del silenciador, la discreción en matar y la limpieza de un trabajo bien hecho. Si tuviésemos que creer a lo que vemos en las películas y a lo que leemos en las revistas, el asesino a sueldo es la frialdad hecha persona: su forma de andar y la forma en que dispara no dejan filtrar el más mínimo titubeo.

Este mito, en particular, se ha propuesto, reiterado y reelaborado desde los años 60, empezando por las dos principales obras de referencia.

En primer lugar, las películas de Jean-Pierre Melville (como el ya citado “El silencio de un hombre”), en que los asesinos con sombrero trilby y trench coat recorren, sigilosos, las calles de Paris, y son presentados como el emblema de las dificultades existenciales – la criatura humana completamente sola en un mundo que ella no ha creado, emarginada y en contraste con todos los demás seres humanos.

A Melville se le puede atribuir el mérito de haber transformado el individuo existencialista sartriano de los años ’50 en un asesino a sueldo, una persona cuya única conexión significativa con sus similares se produce a través del ejercicio de su profesión. Para el autor, a quien se le debe la moderna fetichización del sicario profesional como modelo de individuo frío y calculador, es Frederick Foryth, con su “Chacal” (The Day of the Jackal), traspuesto en una película muy influyente en los primeros años 70. Mientras el Chacal viaja a velocidad de locos en su descapotable blanco por las carreteras de una Italia atrapada por el calor estival, preparando los medios para un trabajo imposible – el asesinato de De Gaulle – anima al espectador a preguntarse: ¿Yo también podría hacerlo? ¿Podría yo matar a personas – personas ricas y poderosas, quizás también malvadas y depravadas – para vivir? También el hombre más manso podría ser tentado en entretenerse en semejantes pensamientos, aunque solo por un momento.

La cultura popular nos ha dado una figura del asesino rica de atractivo: el de un individuo – por lo menos en los casos mejores – realmente nietzscheano, porque proyectado más allá del bien y del mal. El asesino, como Dios, juzga las vidas de aquellos que están por debajo de él; mientras Dios ve todo desde el cielo o desde un punto de vista trascendental, el sicario profesional observa a través del objetivo de su rifle, quedándose encaramado sobre un techo. La mirada del sicario, como la de Dios, es panóptica y dirigida hacia abajo, además de ser capaz de entrar en los detalles más diminuto de su objetivo. Entonces hay resonancias teológicas en el modo en que representamos a quien mata por dinero.

Es digno de mención que al asesino se le otorgue una imagen tan positiva, aunque no es necesario ser un lacaniano convencido para darse cuenta que la cultura popular abunda de las perversidades más peculiares. Es suficiente pensar en aquellos sicarios que se nos presentan como si fueran individuos dotados de un cierto tipo de magnetismo, con una moralidad desviada de un Dexter hasta el atractivo incomparable de Hannibal Lecter. Pero la cosa que nos sorprende de verdad es que los mitos – generalmente positivos – con respecto a la figura del sicario, se desarrollaron en una época en que se demonizaban a los asesinos del mundo real.