Psicoterapia de grandes grupos - Reina Caridad Rodríguez Mesa - E-Book

Psicoterapia de grandes grupos E-Book

Reina Caridad Rodríguez Mesa

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Beschreibung

Catalogada como una "obra maestra" por el destacado psiquiatra cubano Dr. Ricardo Ángel González Menéndez, el presente libro devine valioso material de consulta para quienes incursionan en la psicoterapia de grupo. Su autora es considerada una de las figuras más prestigiosas de la psiquiatría a nivel continental y líder cubana indiscutible de la más relevante gestión en psicoterapia. En un lenguaje asequible para el gran público, Reina C. Rodríguez Mesa aborda la historia de esta modalidad psicoterapéutica y su desarrollo en Cuba.

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Seitenzahl: 353

Veröffentlichungsjahr: 2017

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Edición y conversión ebook: Ana Molina González

Edición base: Aldo Gutiérrez Rivera

Diseño de cubierta: Yuleidis Fernández Lago

Diseño interior: José Ernesto Pereira Gómez

Emplane digitalizado: Irina Borrero Kindelán

Corrección: Addis Lien Rivero Hernández

© Reina C. Rodríguez Mesa, 2016

© Sobre la presente edición:

Editorial Científico-Técnica, 2017

ISBN 978-959-05-0968-1

Instituto Cubano del Libro

Editorial Científico-Técnica

Calle 14, no. 4104, e/41 y 43, Playa,

La Habana, Cuba

[email protected]

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

Distribuidores para esta edición:

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Avda. Diagonal, 519-52 08029 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España

E-mail:[email protected]

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A mi hijo José Carlos, mi nieta María Karla y mis padres, Darío y Aracelis.

La realidad no se descubre, sino que en parte se crea mediante las teorías que elaboramos de ella. STEPHEN A. MITCHELL

El vínculo es siempre un vínculo social […] a través de la relación […] se repite una historia de vínculos determinados, en un tiempo y en un espacio […] no existen relaciones impersonales ya que el vínculo de dos se establece siempre en función de otros vínculos históricamente condicionados en el sujeto y que, acumulados en él, constituyen el inconsciente. ENRIQUE PICHÓN

Índice de contenido
Agradecimientos
Prólogo
Capítulo 1. A modo de introducción
Importancia de la psicoterapia con grupos grandes
Capítulo 2. Por qué un nuevo modelo de psicoterapia
Capítulo 3. Antecedentes históricos del surgimiento del modelo
Causas que determinaron la transformación de nuestro “hospital de día”en un departamento de tratamiento psicoterapéutico
Capítulo 4. Conceptos de neurosis (trastornos neuróticos) y Trastorno Básico de la Personalidad (TBP) de nivel neurótico, en que se fundamenta el modelo
Neurosis (trastornos neuróticos):origen y estructuración
Importancia de la necesidad de afecto en la etiología de la neurosis
La necesidad de afecto, seguridad y apoyo,en el nivel de la autoestima
Importancia de las motivaciones inconscientes
Proyección temporal
Importancia del aprendizaje
Papel de la relación interpersonal perturbada
Semejanzas y diferencias entre la neurosis (Trastornos Neuróticos) y los Trastornos Básicos de Personalidad (TBP) de nivel neurótico
Capítulo 5. Características técnicas del modelo I: ¿qué terapia para qué pacientes?
Selección de los miembros del grupo e indicaciones de la terapia
Diagnóstico
Edad
Inteligencia
Objetivos del paciente
Objetivos de la terapia
Parámetros psicológicos para conciliar los objetivos del paciente y de la terapia
Otros aspectos que se deben tener en cuenta para indicar la terapia y seleccionar al paciente
Capítulo 6. Características técnicas del modelo II: organización y funcionamiento del grupo
Tamaño del grupo
Heterogeneidad
Semiabierto
Hospitalización parcial
Tiempo de duración del tratamiento
Funcionamiento del grupo
Capítulo 7. Características técnicas del modelo III:procedimientos técnicos y sus objetivos
Procedimientos de enfoque psicodinámico y dinámico grupal
Procedimientos de enfoque psicodinámico
Procedimientos de enfoque dinámico grupal
Capítulo 8. Características técnicas del modelo IV: desarrollo del tratamiento
Frecuencia y duración de las sesiones
Dirección terapéutica
La personalidad del terapeuta
Manejo de la comunicación verbal y extraverbal
Estilo de dirección o conducción del grupo
El terapeuta en la conducción de la terapia
Comprensión de la dinámica grupal e individual
Capacidad para promover cambios de roles en los miembros del grupo
Creación del motivo guía o motivo fin
Dirección terapéutica compartida
Discusión de las sesiones
Psicodinamia
Análisis de la dinámica grupal
Conducción terapéutica
Capítulo 9. Características técnicas del modelo V: desarrollo del grupo
Etapas del grupo
Etapa de dependencia
Etapa de rebeldía
Etapa de comprensión del rol terapéutico del grupo
Etapa de desarrollo de las relaciones terapéuticas del grupo
Etapa de independencia
Tiempo de duración de las etapas y momento de transición de una a otra
Etapas de desarrollo del individuo dentro del grupo
La comunicación en el grupo
Procesos que se desarrollan en el grupo
Roles en el grupo
Normas del grupo
La curación en la terapia grupal
Capítulo 10. El modelo en acción.Transcripción y análisis de las sesiones
Narración de las sesiones
Sesión 1. Dinámica de grupo. Procedimiento.Análisis del aquí y ahora
Sesión 2. Psicodinamia individual. Procedimiento. Dramatización de un hecho
Sesión 3. Dinámica de grupo. Procedimiento.Sesión sociométrica
Sesión 4. Dinámica de grupo. Procedimiento.Sesión libre
Sesión 5. Psicodinamia. Procedimiento.Análisis histórico-genético
Sesión 6. Psicodinamia. Procedimiento.Análisis de un contenido literario
Sesión 7. Psicodinamia. Procedimiento.Análisis histórico genético
Sesión 8. Dinámica de grupo. Procedimiento.Terapia a través del movimiento
Sesión 9. Psicodinamia. Procedimiento.Proyección de una película denominada Los recuerdos nunca mueren
Sesión 10. Psicodinamia. Procedimiento.Dinámica familiar
Análisis de las sesiones
Sesión 1
Sesión 2
Sesión 3
Sesión 4
Sesión 5
Sesión 6
Sesión 7
Sección 8
Sesión 9
Sesión 10
Capítulo 11. La formación en psicoterapia
Actividades prácticas
Titulación y criterios de admisión y evaluación
Formación
Estándares de formación en Europa
Requisitos para la acreditación
Criterios en España
Criterios en Europa
Epílogo
Bibliografía
Datos de autora

Agradecimientos

A René Yodú, profesor exigente y guía en mi formación profesional y personal.

A mis familiares y amigos, por haber creído siempre en mí y por el apoyo y la ayuda que me han brindado a través de la vida.

A mis colegas del equipo de psicoterapia del Hospital Clínico-Quirúrgico Joaquín Albarrán: Mayra Pérez, Laura Schwartzmann, María Esther Castro, Isabel Caraballo, María Eugenia Lánigan y Vivian Pazos, así como a los profesionales que acudieron en diferentes ocasiones a los entrenamientos, por su aporte en los ricos intercambios que sosteníamos, antes y después de las sesiones de psicoterapia, y el fructífero y humano vínculo que establecimos. En especial a Laura Schwartzmann, psiquiatra uruguaya, por su constante revisión, consejos y estímulo para que se materializara este libro.

A todos mis compañeros del servicio de psiquiatría, por formar una gran familia.

A mis pacientes, a quienes debo la posibilidad de haber llegado hasta aquí.

A mi amiga argentino-española Alicia Álvarez, por su preocupación, ocupación y efectividad en la búsqueda realizada en Internet.

Al Profesor Sergio Arce, fundador del Instituto de Nefrología y de su laboratorio de Inmunología, y a Amparo Brito, jefa del laboratorio cuando fue necesario utilizar Internet en el hospital, por las posibilidades que me brindaron para acceder a este importante recurso en sus oficinas.

Al Profesor Ricardo González, por su generosidad hacia mi persona y trabajo, expresada a través de la vida, y en el aval y prólogo de este libro.

A María Rosa Moreno, por su disposición y amabilidad en la impresión de los materiales necesarios.

A Neyda Izquierdo, por la amistad y ayuda, que determinaron mi decisión de publicar este libro.

A Vivian Ravelo, por su revisión y aportes a este libro, y a su trabajo de observadora y coterapeuta del grupo, cuando acudía a los entrenamientos de psicoterapia, experiencias que llevó a su servicio de psiquiatría infantojuvenil, de donde surgió el modelo que utilizó y desarrolló con adolescentes, hasta que se dedicó a la terapia neurolingüística y después a la hipnosis ericsoniana, estudios que concluyó con una maestría en el Instituto Mexicano de Hipnosis Ericsoniana.

A Aldo R. Gutiérrez Rivera, por su dedicado y exelente trabajo de edición.

A Yolanda Martínez, por su apoyo y lectura crítica.

A Magalis Martínez y Elsa Gutiérrez, excelentes profesoras de Psiquiatría, por sus avales y aliento para publicar este libro.

Al Dr. Luis Gálvez, director del ICIDCA, por sus sabios consejos y colaboración.

A Enoísa Martínez, amable y atenta secretaria de la dirección del ICIDCA, por su apoyo.

A todo el que de una manera u otra ha contribuido a la realización de este libro.

Prólogo

Mi primer pensamiento cuando fui honrado con la petición de la autora, para que elaborara el prólogo a esta obra maestra —paradigma para quienes incursionamos en la psicoterapia de grupo—, fue la cita bíblica: “Por sus frutos conoceréis al árbol”, ya que en nuestro medio han sido muchos los trascendentes aportes científicos y humanos de la Profesora Titular y Dra. Cs. Reina C. Rodríguez Mesa, una de las más prestigiosas figuras continentales hoy de la psiquiatría y líder cubana indiscutible de la más relevante gestión en psicoterapia. El proceso asociativo que trajo a mi conciencia la referida cita sugirió que, en mi criterio, el contenido de este libro deviene, sin la autora proponérselo, formidable tarjeta de presentación para quienes en otras latitudes no hayan tenido todavía acceso a sus valiosas enseñanzas.

“Reinita”, como acostumbro a llamarle con perpetuo cariño y admiración, ha sido ejemplo de mujer capaz de enfrentar con rotundo éxito la dedicación simultánea a los deberes implícitos en su condición de puntal familiar y los derivados de su profunda vocación humanística de servicio, expresada profesionalmente en lo asistencial, docente, investigativo, organizativo, editorial y partidista.

Para entender la dinámica de su valiosa producción científica como psiquiatra integral y de su elevado espíritu de superación que trasciende los límites del yo, al ser trasmitido a colaboradores y discípulos, destacamos que estuvo entre los primeros científicos cubanos en alcanzar la categoría de Dra. C. y también entre los primeros en lograr su segundo doctorado, Dra. Cs.

Como psiquiatra asistencial y docente trabajó junto a su gran maestro, el profesor René Yodú, gloria de la psiquiatría cubana, y fue la primera de su generación en alcanzar la categoría de Profesora Titular. Desarrolló también una importante misión organizativa como vicedecana docente y vicerrectora de posgrado de la Universidad Médica de La Habana, y tanto durante su gestión en rectoría, como expresidenta y miembro actual del Consejo Asesor del Rector (CARE), y ex profesora principal de Psiquiatría de la referida universidad, nos legó un formidable trabajo en los programas de estudio de pre y posgrado en Psiquiatría. Ha sido, además, una consistente psicoterapeuta, tanto en la relación diádica como en la grupal; en esta última creó el método de los grupos numerosos, que brillantemente describe en este libro. Durante los últimos veintiocho años ha sido la responsable de la sección de psicoterapia de la Sociedad Cubana de Psiquiatría y motor impulsor del desarrollo de esa gestión, en el entrenamiento de psiquiatras y psicólogos cubanos y de otras nacionalidades.

El libro Psicoterapia de grandes grupos. Origen y desarrollo en Cuba, no es solo fuente de conocimientos inestimables para quienes se dediquen a la psicoterapia con grupos numerosos, sino que, como ocurre siempre con los grandes maestros —y la autora sin dudas lo es—, trasmite a nivel verbal, pero tocando simultáneamente con mucha experticia lo cognitivo y lo afectivo, conocimientos, actitudes y habilidades de alto significado para aquellos que se interesen por la relación de ayuda psicoterapéutica en todas sus modalidades individuales y de grupo, así como para los motivados en profundizar la calidad de la relación equipo de salud-paciente-familiar, cuyo establecimiento exitoso constituye la esencia de los colectivos morales y del substrato dinámico de lo que llamamos relación usuario-institución, de la que se derivan efectos placebo similares a los descritos a mediados del pasado siglo por Shapiro y Frank, como parte de la clásica relación médico-paciente.

Estos mensajes, que llegan también por lo afectivo gracias al desbordante humanismo de Reina —manifestado en el abordaje de conceptos y en la descripción de sesiones paradigmáticas—, cumplen con los postulados de ese gran maestro de la psiquiatría argentina y latinoamericana que fue Guillermo Vidal, cuando dijo que en psicoterapia lo “efectivo” es lo afectivo.

Otro aspecto medular en la proyección integral de la obra está en la coincidencia de criterios con Honorio Delgado, el gran psiquiatra peruano, que en el pasado siglo alertó a los “pinos nuevos” en el campo de la psicoterapia, a no convertirse en esclavos de los dogmas de algunas corrientes teóricas que propugnaban “despreciar” muchos recursos acuñados por otras corrientes de pensamiento y olvidar el sabio consejo de que la selección de los recursos psicoterapéuticos no depende del arbitrio del psiquiatra, sino de las necesidades específicas de los pacientes para su atención individualizada.

En psicoterapia deben distinguirse las pautas estratégicas, habitualmente vinculadas a la concepción filosófica del mundo abrazada por los terapeutas, de la selección de recursos que debe planificarse a partir del diagnóstico de los problemas en los pacientes y los objetivos terapéuticos trazados, ya sean supresivos, reeducativos o reconstructivos. En nuestro medio, las proyecciones estratégicas se garantizan mediante principios materialistas dialécticos, como objetividad, multifactorialidad, concepción sistémica, historicismo y práctica social transformadora, expresados en el pensamiento clínico de la profesora Rodríguez, de manera tan nítida, como los que fundamentan su selección abierta de recursos de distintas procedencias teóricas que, a través de la praxis psicoterapéutica en diferentes contextos socioeconómicos y culturales, han demostrado su utilidad.

Este libro fue parte de su tesis para optar por el segundo doctorado y se erige también como valiosa fuente de información histórica sobre el desarrollo en nuestro medio del “hospital de día”, además de abordar con asequibilidad ejemplar, conceptos fundamentales sobre la neurosis y los trastornos básicos de la personalidad. Comenta también su origen, patogenia y expresiones interpersonales, destacándolos como polos extremos de un espectro cuyas manifestaciones difieren en condición de estado habitual, aunque resultan menos fácilmente distinguibles en situaciones de crisis, para las que resultan muy valiosos los parámetros comparativos utilizados. Destaca, igualmente, la importancia de la necesidad de afecto en la etiología de la neurosis, su relación con el establecimiento de la autoestima y la importancia del aprendizaje basado en mecanismos gananciales patológicos.

Describe magistralmente características administrativas y operativas de los grandes grupos y expone con sólidos argumentos las ventajas inherentes a sus variantes cuantitativas, así como de los objetivos de la combinación de diferentes procedimientos, entre los que destacan aspectos dinámicos como la relevancia de superar comportamientos anómalos, mediante insights determinados por interpretaciones individuales y colectivas de sus frecuentes motivaciones inconscientes.

Para conciliar los objetivos del paciente y de la terapia en los grupos numerosos, la autora aborda seis parámetros psicológicos: la vivencia de conflictos, la conciencia de tener participación y responsabilidad en los problemas que se enfrentan, la presión del sufrimiento, la necesidad de cambio, el compromiso con la terapia e implicación en ellas y la capacidad de adaptación del yo. Finalmente transcribe, en forma textual, el desarrollo de diez sesiones con modalidades operativas y sus correspondientes análisis, lo que posibilita respectivamente la participación vicariante del lector y sus reflexiones sobre la dinámica individual y de grupo.

La obra, aunque está dirigida especialmente a los equipos de salud mental en etapas de pre y posgrado, puede también, gracias a su lenguaje asequible, resultar igualmente útil a otros profesionales, tecnólogos y técnicos de la salud, para quienes nada humano resulta ajeno.

Concluyo con la expectativa de que esta lectura determine, en otras personas, similares reflexiones ético-humanísticas y espirituales que las inducidas sobre mí, con la consideración plena de que tanto ellos como yo seremos en alguna medida, a partir de entonces, no solo mejores psicoterapeutas, sino también mejores seres humanos.

Dr. Cs. Ricardo Ángel González Menéndez

Profesor Titular Consultante

Hospital Psiquiátrico de La Habana Dr. Eduardo Ordaz

Facultad de Ciencias Médicas Dr. Enrique Cabrera

Capítulo 1. A modo de introducción

Por la necesidad de quedar bien conmigo misma y por la reiterada solicitud de muchos de mis colegas, para que deje constancia escrita del modelo de psicoterapia de grandes grupos, considerado uno de los modelos de psicoterapia surgido en nuestro país, es que acometo la empresa de publicar mis experiencias al respecto, mucho más ahora que ya no realizo este trabajo, y que por circunstancias ajenas a los intereses del servicio y los míos propios, no es posible mantenerlo, limitando la posibilidad de los entrenamientos que antes se realizaban.

Un elemento que resulta también de mucha importancia es que el “hospital de día”, del cual surgió este modelo de psicoterapia hoy, ya no se encuentran en activo en la mayoría de los servicios de psiquiatría, ya sea por causa del deterioro de los inmuebles y de los equipos multidisciplinarios e interdisciplinarios que laboraban en ellos o por los grupos de psicoterapia que han pasado a ser grupos ambulatorios. Adquiere así esta experiencia y constancia escrita mayor relevancia, sobre todo porque el Grupo Nacional de Psiquiatría se encuentra enfrascado en la recuperación y revitalización de esta forma tan necesaria e importante de tratamiento, a partir de la creación de un documento metodológico que sirva de guía en su implementación, para lo cual este libro puede servir de apoyo docente por los datos históricos y el desarrollo que recoge sobre todo en nuestro país, y la forma de trabajar con grupos grandes.

Dedicada a ello desde mis primeros años en la especialidad, viví el surgimiento de una nueva forma de hacer psicoterapia, gracias a las experiencias surgidas de la práctica, al intercambio obligado y constante con profesionales cubanos y extranjeros de esta rama, y por la lectura de materiales que me permitieron aclarar ideas, definir posiciones teórico-prácticas, y encontrar apoyo para aquellos puntos de vista que resultaron polémicos desde que los expusimos por primera vez en 1972, y que lo continuaron siendo hasta que conocimos experiencias similares y publicaciones internacionales, sobre todo de una corriente psicoterapéutica muy reconocida que sustentaba los mismos criterios y señalaba a la comunidad terapéutica como el origen de los grandes grupos en psicoterapia, coincidiendo exactamente con nuestro trabajo. Me refiero a los terapeutas de la Escuela Analítica de Grupo, con un trabajo muy sólido en países como Inglaterra y España, y especialmente en la Universidad de Deusto, Bilbao, México, Chile y Brasil. El contacto con la nueva bibliografía ocurrió solo durante nuestra estancia en la RDA, durante la realización de nuestro primer doctorado Ph.D, el cual defendí en 1982 en la Universidad de Humboldt, República Democrática de Alemania, trabajo que continué posteriormente con las investigaciones relacionadas con el desarrollo grupal. Estas investigaciones fueron objeto de tres tesis de grado para la obtención del título de especialistas en psiquiatría de tres residentes, tres tesis de diploma para la obtención del grado de licenciado de tres estudiantes de Psicología, de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, y varias investigaciones realizadas y publicadas en relación con el desarrollo grupal, grupos T y Dinámica de los grupos, con la participación de las doctoras Vivian Ravelo Pérez y Juana Velázquez Argota.

Este libro forma parte de lo que fuera mi tesis para obtener el segundo doctorado, en este caso Dr. Cs., que resultó además Premio Anual de la Comisión Nacional de Grados Científicos, por ser la más destacada de las presentadas en el sector de las ciencias biomédicas, en 1997. La tesis se basó en la historia y el desarrollo del tratamiento que comenzó en 1971, mediante los resultados de 26 trabajos científicos e investigaciones realizadas dentro del grupo y relacionadas con él; además, la descripción del modelo de grandes grupos, con todas sus particularidades, y la transcripción y análisis de diez sesiones diferentes, para las cuales se contó con el consentimiento de los miembros del grupo y donde por supuesto se cambiaron las iniciales de sus nombres y apellidos.

Aunque estos trabajos formaron parte de la tesis no aparecen en este libro, ya que mi interés es dejar constancia escrita solo del modelo de psicoterapia, en el cual se estuvo entrenando un considerable grupo de profesionales cubanos y extranjeros desde 1989 hasta el año 2004.

Este modelo de tratamiento surge en el Hospital Clínico-Quirúrgico Joaquín Albarrán, de La Habana, como resultado de las experiencias prácticas del trabajo con grupos en el “hospital de día”. O sea, su origen no estuvo determinado por la aplicación previa, consciente o planificada de una teoría, o de querer aportar a nuestra especialidad una nueva alternativa terapéutica, sino por las consecuencias que ocasionaron el interés de perfeccionar y hacer más eficiente el tratamiento en el “hospital de día”.

La acumulación de cambios cuantitativos determinó el salto cualitativo para pasar a otra terapia con rigor, exigencia y objetivos diferentes y más complejos, que los que perseguía la hospitalización parcial, confirmando que la teoría sin la práctica es manca y la práctica sin la teoría es ciega.

Después de producirse en la práctica los cambios mencionados se desarrolló toda la concepción del trabajo, tratando de teorizar y explicar los fenómenos que ocurrían en la terapia, permitiendo incorporar nuevos procedimientos que continuaron vinculando el conocimiento teórico con la práctica y a esta con la teoría.

Lo importante de este salto cualitativo fue que los tratamientos psicoterapéuticos de grupos, con objetivos profundos, se habían realizado hasta ese entonces de manera tradicional en grupos pequeños y, por lo general, con un enfoque psicológico y un solo procedimiento técnico, es decir, se analiza al grupo o se analiza al individuo en el grupo, y no a ambos, como hicimos en nuestro caso, lo que implica tener un enfoque integral de la psicología social, la psicología individual y la dinámica de grupo, así como la posibilidad de usar diferentes procedimientos como técnicas para iniciar las sesiones; estos son: verbales, de expresión corporal y dramáticos.

Esta integración permitió abordar los trastornos tomando en cuenta las relaciones interpersonales que se dan en el grupo y la dinámica que se crea a partir de estas interrelaciones, unidad de la cual surge el individuo en su desarrollo natural (familia, sociedad), determinando las necesidades y motivaciones particulares de cada ser humano y, por supuesto, reproducidas y actualizadas en el aquí y ahora grupal, en cada uno de sus miembros.

El terapeuta utiliza la fuerza e influencia de las relaciones grupales y la dinámica del grupo como un todo, sin obviar al individuo en su subjetividad, por lo que el tratamiento se desarrolla poniendo en práctica procedimientos de enfoque grupal, con vistas a interpretar el papel que estas relaciones tienen en la psicodinamia individual, explorándolo e interpretándolo, en el acontecer de la dinámica grupal. De este modo se asegura que la experiencia actual sea vivencial y correctiva, originándose intercambios auténticos, que se traducen en relaciones interpersonales y de cada uno consigo mismo, más satisfactorias.

Se vinculan así, de manera armónica y dialéctica, sesiones de dinámica grupal con sesiones de enfoque psicodinámico, en las que se utiliza material individual y grupal, propiciadores de insight y cambios. Se analiza al individuo y al grupo en toda su integridad, y las interpretaciones llegan al paciente desde lo verbal y lo vivencial, facilitando el conocimiento de lo que como consecuencia se expresa en la inter e intrasubjetividad. De hecho es una terapia dinámica que interpreta al individuo, al grupo y a la familia, que va de lo singular a lo general y de este nuevamente a lo singular.

Es justo reconocer que existen antecedentes de trabajo con grupos grandes, realizados por Moreno y Schilder; pero también es cierto que estas experiencias con grandes grupos no trascendieron, debido a las limitaciones y los prejuicios de la época, por el criterio de que en los grupos, la interacción cara a cara solo era posible si el número de participantes era pequeño (ideal entre cinco y seis miembros) y que es W. Bion, quien traslada la perspectiva del tratamiento psicoanalítico a los grupos Caparros (2010).

Como señalan Ernesto González y Estíbaliz Barrón, la psicoterapia fue concebida en el contexto de una relación bipersonal. Freud, pensando que el inconsciente era patógeno por estar reprimido, en particular con respecto a la sexualidad, desarrolló el método psicoanalítico, el cual, al permitir a una persona tener la experiencia de asociar libremente en presencia del otro, conducía a hacer consciente lo inconsciente y, en consecuencia, alcanzar la “curación”.

Una buena parte de las experiencias grupales tuvieron su origen en las limitaciones que tenía la relación bipersonal del psicoanálisis individual, incrementándose el número de miembros en la relación, lo que determinó la existencia del grupo; esto hacía posible el abordaje de las patologías mentales graves como lo demostró la terapia de familia, que constituyó una apertura importante en los tratamientos psicoterapéuticos.

Si bien muchos psicoanalistas intentaron hacer psicoterapia de grupo con un enfoque psicoanalítico, otros consideraron que se debía realizar un salto epistemológico para poder pensar en la terapia grupal renegando en cierto modo de sus orígenes psicoanalíticos (Lopez-Yarto, 2002). Entre ellos podemos destacar a Bion, Ezriel o al propio Pat de Maré quien, junto con S. H. Foulkes, fundó en 1952 la Asociación de Grupoanálisis en Londres.

Importancia de la psicoterapia con grupos grandes

La importancia que tenía y tiene la psicoterapia con grupos mayores que los aceptados hasta esa fecha, como nueva alternativa terapéutica para la psiquiatría en Cuba, no solo radicaba en que esa modalidad de tratamiento le podía brindar atención a un número mayor de pacientes, mediante un modelo terapéutico que cumplía con los objetivos de nuestro sistema social en torno a la salud (“la salud es un derecho de todos”), sino por las ventajas que tiene, por ser precisamente los grupos grandes donde se reproducen las experiencias sociales, de cuyo seno surgió filogenética y ontegenéticamente el ser humano. En coincidencia con este criterio Foulkes pensó en formar grupos no para aumentar su productividad y rendimiento como psicoanalista, ni tampoco para hacer asequible a grandes masas de población un psicoanálisis barato. El primer grupo analítico lo condujo Foulkes en la sala de espera de su consultorio en la pequeña ciudad de Exeter, condado de West Country, Inglaterra, en 1939, cuando practicaba como psicoterapeuta en el consultorio de un médico general, tal como lo contó él mismo en una grabación.

Con la guerra había tenido que interrumpir temporalmente su práctica psicoanalista en Londres y mientras esperaba incorporarse a las filas del ejército como psiquiatra militar voluntario, decidió instalarse en esa pequeña ciudad que se encontraba cerca del Hospital de Northfield a donde después le destinarían. En estas circunstancias no podía iniciar curas psicoanalíticas clásicas; se encontraba además relativamente aislado de la comunidad psicoanalítica y se dedicó a realizar psicoterapias de orientación psicoanalítica, una, dos o tres veces por semana, recobrando con ello su vocación de psicoterapeuta, que había sido distraída por su dedicación exclusiva al psicoanálisis y al análisis didáctico. Al mismo tiempo se percataba de que la actitud analítica desarrollada en los años de dedicación al psicoanálisis, había potenciado su eficacia como terapeuta y afinado su capacidad para entender procesos psicoterapéuticos.

Fue en esa época que se atrevió a explorar una idea que le venía intrigando desde hacía mucho tiempo. “¿Qué sucedería —se preguntaba él—, si juntara a todos estos pacientes que están en tratamiento conmigo y nos pusiéramos a discutir todos libre y francamente lo que allí sucedía?”. Así lo hizo. La experiencia fue un éxito. Cuando regresó a casa le dijo a su esposa: “Hoy ha tenido lugar un acontecimiento histórico en psiquiatría, pero nadie lo sabe”. La primera piedra de lo que sería el futuro Grupo-Análisis había sido asentada y las olas que levantaría no pararían en las orillas del grupo, grupo-terapéutico, sino que llegó hasta los grandes grupos.

Con relación a los grupos grandes, sus iniciadores en Inglaterra opinaban que la modalidad individual y de pequeños grupos no permitía enfrentar la atención de todos los pacientes que lo necesitaban, criterio que según L. Kreeger (1977) vino a resolver únicamente la psicoterapia en los grandes grupos; sin embargo, aún hoy, en el criterio de J. García Badaracco (citado por E. González y E. Barrón), y en el mío propio, la utilidad de los grupos grandes, modalidad con una historia relativamente corta, es poco utilizada o incluso desconocida por muchos psicoterapeutas y que crea, en ocasiones, demasiados recelos tanto en los participantes como en los profesionales.

De igual manera que el paso del psicoanálisis al grupoanálisis supuso la incorporación de una dimensión social en el análisis del individuo, no exento de controversia, el grupo mediano y el grande amplían el análisis a los fenómenos sociales.

Los grupos grandes son recientes. Fueron iniciados por Robin Piper y Patrick de Maré en la práctica grupoanalítica, a partir de 1975. Previamente, en 1972 y dentro del II Simposio Europeo de Grupoanálisis, celebrado en el Hospital Maudsley de Londres, Maré y Kreeger tuvieron la osadía, como ellos mismos reconocieron, de presentar un grupo grande ante el asombro de los participantes y el enfado de Foulkes.

Patrick de Maré fue el principal promotor de la conceptualización teórica y práctica del grupo grande, y junto a Lionel Kreeger la analizó desde las similitudes y diferencias que presenta respecto a los principios de Foulkes, aplicables al grupo pequeño.

Como señala Hanne Campos y ocurrió en nuestra experiencia, las raíces históricas del trabajo con grupos grandes se encuentran en el movimiento de las comunidades terapéuticas de las décadas de 1960 y 1970, liderado por Main y Jones.

Si bien, cuando inicié este trabajo, desconocía la existencia de experiencias similares en otras partes del mundo, sí se gestaba en Europa, en la década de 1960, un desarrollo similar al nuestro. Por ejemplo, cuando en 1972 expusimos por primera vez nuestra experiencia en relación con grandes grupos en el campo de la psicoterapia, durante la 1ra. Jornada Provincial de Psiquiatría de La Habana, tenía lugar en Londres el Simposio Internacional de Psicoterapia de Grupo. De este Simposio salió la idea de escribir un libro, cuya literatura fue puesta en mi conocimiento por el tutor de la tesis de mi primer doctorado, Dr. Helmun Kulawik, y facilitado por el Dr. Kurt Höck, presidente de la Sociedad de Psicoterapia de Grupo de la República Democrática de Alemania (RDA) y de los países socialistas en las décadas del 70 y 80 del pasado siglo.

Fue entonces que pudimos encontrar apoyo y comparación para nuestras experiencias de trabajo, pues como es de suponer, pasaron algunos años desde que nos iniciamos, hasta que nuestro modelo de terapia llegó a imponerse sin ser cuestionado en su validez científica.

Después, en 1982, en Cuba pudimos conocer la Revista Clínica y Análisis Grupal, editada por IMAGO, un instituto de formación de la Sociedad Española para el Desarrollo del Grupo, la Psicoterapia y el Psicoanálisis, SEGPA.

Surgido de la escisión del Grupo QUIPU, fundado y dirigido por Nicolás Caparrós en 1975, IMAGO es una institución dedicada a la clínica, la investigación y la formación de psicoterapeutas de orientación psicoanalítica, coordinada por los doctores Nicolás Caparrós e Isabel Sanfeliu. También tuve acceso a la divulgación de espacios experienciales del programa del Máster en Psicoterapia Analítica Grupal, que se imparte en la Universidad de Deusto, Bilbao, organizado por la Fundación OMIE (Fundación Vasca para la Investigación en Salud Mental), a través de la Revista Avances en Salud Mental, (psiquiatría.com) y la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo.

Una vez que conocí de la existencia en otras latitudes de la psicoterapia de grandes grupos, me preguntaba por qué en nuestro continente era desconocida, lo que pude responder recientemente al leer consideraciones expuestas por J. Campos Avillar, M. Pines y el mismo Foulkes, las cuales evidencian las dificultades que la psicoterapia grupoanalítica, creada por S. H. Foulkes, trajo inicialmente, en cuanto a su entendimiento y amplia divulgación en América y, por supuesto, al movimiento posterior de los grandes grupos, surgido en el seno de los terapeutas grupoanalíticos. Esto permite entender lo que ocurrió de manera semejante en Cuba, con el modelo que se expone en este libro, y por qué esta literatura no llegó a nuestras manos hasta que estuvimos en la RDA.

En los comentarios a un prólogo póstumo de S. H. Foulkes, para la publicación de la edición en español de su último texto, J. Campos Avillar señaló en 2001, que estaba proyectado hacerlo, coincidiendo con el VI Congreso Internacional de Psicoterapia de Madrid, en julio de 1976, y que tuvo lugar en Filadelfia un año después, pero dificultades editoriales y la desaparición del propio autor, hicieron que la publicación se pospusiera.

La importancia de la premura de su publicación fue que trataba de reparar el relativo vacío que había en los ambientes de habla hispana sobre la literatura grupoanalítica, y corregir en lo posible algunos de los malentendidos que por poca fidelidad en la traducción de la obra de S. H. Foulkes se habían difundido.

La traducción que J. Campos Avillar realizara sobre la obra de Foulkes hizo el libro asequible a Sudamérica, pues como dijera Foulkes, solo había un grupo de colegas en Perú, Feder y otros en México, Miller de Paiva en Argentina y B. Blay Neto en Brasil. El no entendimiento de los puntos de vista de Foulkes por Grimberg y otros psicoanalistas argentinos, se debió a la influencia Kleiniana de la Tavistock, pues pensaban que Foulkes solo hacía interpretaciones al grupo como un todo y enfatizaba únicamente en la comunicación verbal, mientras lo típico del grupo terapéutico grupoanalítico es tratar al individuo en el contexto de la situación global, representado por el grupo y sus fronteras.

Capítulo 2. Por qué un nuevo modelo de psicoterapia

Mucho se ha escrito sobre la psicoterapia, tanto individual como de grupo, desde su surgimiento; los modelos y las corrientes teóricas continúan apareciendo en el quehacer internacional a diario, unos totalmente nuevos, otros como corrientes más clásicas. La complejidad del tema y la imposibilidad hasta hoy de que se haya podido probar científicamente una teoría que deje claro los mecanismos que desempeñan un papel decisivo, lo mismo en el desarrollo de la personalidad normal, que en los trastornos neuróticos y su estructuración dinámica, hace comprensible que la psicoterapia como tratamiento de estos trastornos sea un tema tan polémico y diverso, como diversas son las teorías para explicar y comprender al sujeto sobre el cual ella debe actuar.

Sin embargo, las corrientes teóricas y prácticas sobre personalidad y psicoterapia coexisten en el mundo de la ciencia, con más o menos seguidores y tradición, desde Freud hasta nuestros días, y cada vez surgen más y nuevos modelos de tratamiento. Lo cierto es que estas enfermedades no son entidades fáciles de tratar, ni su curación se logra en el ciento por ciento de los casos; cuando así ocurre, no podemos corroborar siempre los mecanismos que se pusieron en juego en aquellos casos que lograron resultados cercanos a la cura o la cura misma.

Para todo el que trabaja en el campo de la psicoterapia, su forma de hacer constituye una verdad que defiende y que, aunque no pueda probar de manera irrefutable, alimenta su quehacer práctico, ya que además, surgen de ella datos y observaciones empíricas acumuladas durante años.

Muchas veces me he preguntado: ¿qué ocurre en este mundo caótico (en el mejor sentido de la palabra) de la psicoterapia y las enfermedades que trata?, ¿cómo es posible que tantos hombres de sólida formación profesional y científica defiendan criterios tan diversos a lo largo de tantos años y tantos países?, ¿cómo es posible que la situación se mantenga, sin que el transcurso del tiempo corrobore que la verdad de unos se impone sobre la verdad de otros? Al contrario, con el paso de los años surgen más y nuevas variantes, sin que por esto las corrientes modernas logren sustituir a las que abrieron el camino. Para mí hay una sola respuesta: probablemente los distintos planteamientos teóricos abordan aspectos diferentes de un mismo fenómeno, tratando de resolverlo con distintos estilos. Es posible que en la verdad del momento existencial del intercambio, entre los enfermos y los terapeutas, independientemente del ángulo de que partamos, estemos incidiendo consciente o inconscientemente en aquellos fenómenos y procesos que deben ser analizados. Solo así es posible que se puedan obtener mejorías frente a criterios técnicos y teóricos tan diferentes.

Por supuesto, si no hay una enfermedad diferente para cada teoría; entonces, por lógica, tienen que existir elementos de contacto entre criterios tan disímiles, cuando todos afirmamos contribuir en algo a la mejoría de estos trastornos. Tiene que haber alguna explicación al respecto, pues es indudablemente cierto que la realidad existe y no se comprende que siendo una realidad que existe independientemente de nuestra conciencia, todos la veamos diferente y, a la vez, todos podamos aproximarnos a ella.

En el criterio de V. Ravelo, algo común es que los buenos psicoterapeutas tienen mapas del mundo amplios, flexibles, con muchas alternativas; pueden adherirse rápidamente a los modelos del mundo de los otros y usan el lenguaje hablado. En buena medida, la magia que hacen se esconde tras la lengua que hablan. En el modelo que aquí expongo sería, en su criterio, la perspectiva de analizar a las personas desde lo individual y lo grupal, además de incorporar al grupo el análisis de la familia y diferentes procedimientos como el psicodrama y las técnicas participativas, literarias, musicales, corporales, etcétera.

Relataré algunas experiencias que para mí dejan muy claros los puntos de convergencia existentes entre diferentes enfoques psicoterapéuticos, desde las perspectivas del terapeuta que observa un modelo en la práctica y lo compara con su quehacer.

La primera vez tuvo lugar a mediados de la década de 1970, cuando nos visitó un grupo de psicoanalistas de diferentes países, quienes coincidieron con nuestra forma de trabajar. La segunda ocasión fue a finales de esa década, en que un grupo de uruguayos residentes en Cuba entraron en contacto con nosotros y satisfechos con nuestro trabajo acudían al hospital de manera asidua e interesada. La motivación e intercambio resultó tal, que decidimos formalizar algunos talleres o seminarios semanales, en los que se discutían sus concepciones psicoanalíticas, vistas a la luz de sus posiciones marxistas, y las de nosotros, que negábamos entonces esa posibilidad. El tercer momento se produjo con la visita por segunda vez de Sonia Da Silva, una psicoterapeuta brasileña que acudía a los encuentros sobre marxismo y psicoanálisis, organizados por la Facultad de Psicología. Después de participar en una sesión de psicoterapia ella me dijo: “Reina, pero lo que tú haces es psicoanálisis; tú haces lo mismo que yo”. Recuerdo haberle respondido: “Sonia, la que no hace psicoanálisis, entonces, si haces lo que yo hago, eres tú”. Creo que es necesario aclarar que nunca recibí formación práctica psicoanalítica, y que de lo que de ella tengo es la información teórica y la influencia que cualquier profesional de nuestra rama pueda tener.

Estas experiencias fueron vividas, en el intercambio con psicoanalistas que participaban en las sesiones de psicoterapia cuando visitaban nuestra institución, enviados para visitas oficiales por la dirección de Relaciones Internacionales del MINSAP, época en que los psiquiatras y psicólogos que nos visitaban, venían con el interés de conocer aspectos de la salud pública cubana en esta área, convencidos de que en Cuba no se hacía psicoterapia, por la historia vivida en torno al psicoanálisis.

Una vez que ellos mismos se convencían y lo expresaban, pasaban a la famosa pregunta: “¿sobre qué base teórica hacen la psicoterapia?”.

Estos no fueron los últimos criterios u observaciones; algunos semejantes fueron expuestos por otros terapeutas, a quienes no me he referido: psicoanalistas de formación o de otras corrientes y de diferentes países donde la influencia psicoanalítica era evidente.

Valga decir que fui considerada en Cuba como psicoanalista, criterio que a veces hoy se mantiene, cuando me ubican como psicoterapeuta en una determinada corriente psicoterapéutica. Esto ocurrió, sobre todo, en la época en que esta escuela psicológica había sido desechada de la práctica y formación psiquiátrica y psicoterapéutica en Cuba, aunque a pesar de que quedaron en nuestro país profesionales de alta calificación que, habiéndose formado y psicoanalizado en Cuba, Estados Unidos e Inglaterra, permanecieron junto a la Revolución cuando 50 % de los médicos existentes en el país emigraron.

Estos profesionales con formación analítica, aunque negaron entonces el psicoanálisis y asumieron posiciones marxistas creando modelos diferentes de psicoterapia (por ejemplo, José A. Bustamante O’Leary, padre de la psicoterapia en Cuba y cofundador de la APAL; Oscar Arés Feijó; Armando de Córdova Castro; René Yodú Prevéz; José A. Galigarcía y Humberto Suárez Ramos) podían ser calificados de psicoanalistas frente a cualquier intento de analizar a los pacientes, mucho más si los términos utilizados procedían del psicoanálisis, lo que por supuesto ocurría también con nosotros.

No son mencionados aquí Acosta Nodal y Pérez Villar, porque siempre se mantuvieron fieles al psicoanálisis ortodoxo, no así los que surgieron en la década del 70 del siglo pasado: Hirán Castro López-Ginar y Alberto Clavijo Portieles, que aparecen en la bibliografía, y la autora de este libro. Resulta imprescindible decir que de una u otra manera, consciente o inconscientemente, es imposible negar la influencia psicoanalista en los profesionales de la salud mental en cualquier país, posterior al nacimiento y la obra de Freud.

Capítulo 3. Antecedentes históricos del surgimiento del modelo

A finales de la década de 1960 se produjo en Cuba un intenso movimiento en la especialidad, con el objetivo de desarrollar los tratamientos psiquiátricos mediante la incorporación de la modalidad de la hospitalización parcial diurna, es decir, los hospitales de día. Con este propósito sucedieron doce encuentros regulares del colectivo de profesores y jefes de los servicios docentes de psiquiatría en La Habana donde se debatía todo lo concerniente a la organización y generalización de esta modalidad terapéutica a todas las instituciones psiquiátricas. Estas reuniones, celebradas desde 1969 hasta 1970, eran presididas por el Profesor Armando de Córdova, promotor de los “hospitales de día” en el país y fundador en 1962 del primero que existió, en el Hospital Comandante Manuel Fajardo, como ensayo inicial de las experiencias que él había visto en el Allan Memorial, de Montreal, Canadá, con D. E. Cameron. Cuando Cameron crea el “hospital de día”, lo hace pensando en que la hospitalización psiquiátrica no debe conceptualizarse en términos de camas, pues los pacientes psiquiátricos usan sus camas la mayor parte del tiempo como las personas sanas, es decir, para dormir. El área de tratamiento es mucho mayor que lo que significa el salón para el cirujano y la cama para el internista; el área para el psiquiatra se extiende hasta donde se extienden las interrelaciones personales: la oficina del psiquiatra, el área habitable donde se realiza la psicoterapia de grupo, la sección de terapia ocupacional y los cuartos dedicados a terapias especiales. Se pueden incluir también los medios o instalaciones fuera del hospital, como áreas de recreación, y llegar hasta el hogar del paciente.