Que besa su mano... - María Pilar Gutiérrez Lorenzo - E-Book

Que besa su mano... E-Book

María Pilar Gutiérrez Lorenzo

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La primera tarea acometida por la autora fue la de acudir con una regularidad encomiable cada semana al archivo franciscano en Zapopan a leer y tomar notas, apoyada por Darío Armando Flores Soria, quien colaboró en este proyecto. Estas constantes idas de trabajo al archivo y la plena confianza en la importancia de la correspondencia femenina para proseguir en la brecha de la cultura y religión desde la perspectiva de género, línea de investigación en la que trabaja la autora y desarrolla sus investigaciones, empezó casi desde los inicios a dar frutos. A la fecha son importantes las aportaciones realizadas y que anteceden a esta nueva entrega. Y hay más productos; este material documental resguardado por años, descubierto por fray Leonardo y puesto en manos de la Dra. Lourdes Celina Vázquez para su catalogación y uso, es tan vasto y rico en escrituras cotidianas de mujeres mexicanas del siglo xix, que da para muchas investigaciones. Así por ejemplo, y gracias a la generosidad y entrega hacia sus alumnos, este acervo ha servido, tal y como lo relata la autora en el texto, de fuente para que estudiantes de la Universidad de Guadalajara emprendieran sus tesis de maestría y licenciatura en Historia y obtuvieran sus respectivos títulos universitarios. Pero esto no es todo, con la publicación ahora de este libro se brinda la oportunidad a que nuevos investigadores accedan a unos documentos ya transcritos desde la comodidad del texto impreso y se entrega un campo totalmente fértil para analizar nuevas problemáticas en torno del género y la cultura escrita.

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Índice

Prólogo

Introducción

Capítulo 1

Las cartas del convento

Capítulo 2

El Colegio Apostólico de Guadalupe Zacatecas y la vida religiosa durante el siglo xix

Capítulo 3

La representación femenina a través de su correspondencia

Capítulo 4

Correspondencia a fray José Romualdo Gutiérrez (1822-1835)

Capítulo 5

Correspondencia a otros religiosos (1838-1876)

Correspondencia dirigida a fray Francisco Frejes

Correspondencia a fray Antonio (del) Castillo

Correspondencia a fray José María Guzmán

Correspondencia a fray Diego de la Concepción Palomar

Correspondencia a fray José María de Jesús Sánchez

Anexo

Índice de cartas

Bibliografía

Prólogo

María Pilar Gutiérrez Lorenzo

I

Hace más de cuarenta años —en 1975— el historiador Ignacio del Río, reconocido autor por su interés en estudiar el régimen misional de la antigua California y la aplicación en la zona de las reformas borbónicas, publicaba bajo los auspicios del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México un trabajo de gran valía que daba a conocer por primera vez el importante acervo franciscano resguardado en la Biblioteca Nacional de México. Esta guía era un primer volumen —tan sólo describía 50 de las 150 cajas que constituían el acervo— del llamado Fondo de Origen de la Biblioteca Nacional de México, conformado principalmente por la documentación generada por el Convento de San Francisco de la Ciudad México a lo largo de su proceso histórico.

Para tan importante ocasión, como lo era dar a conocer más allá del reducido círculo de expertos la información sobre el rico y valioso material documental acumulado durante siglos por esta orden religiosa en la Nueva España, el historiador y bibliógrafo Lino Gómez Canedo —gran conocedor de los repositorios archivísticos y bibliográficos eclesiásticos para la historia de América, y en particular los de la orden franciscana por vestir él este hábito—, realizó un exhaustivo estudio introductorio sobre la organización franciscana en la Nueva España, al tiempo que hacía un diagnóstico de la situación en la que se encontraban en aquel momento los acervos documentales franciscanos de México y cuál era en ese momento su paradero. La conclusión era entonces alentadora, pues dejó ver que, más o menos incompletos, mutilados, reducidos en ciertos casos a meros fragmentos, todavía existían en México varios archivos franciscanos de considerable importancia; también dejó ver que algunos de estos repositorios formaban parte de bibliotecas, museos o archivos públicos y que eran considerables en número los que permanecían bajo la custodia de la Orden.1

Cabe señalar que este diagnóstico pudo ser realizado gracias al empeño llevado a cabo durante años por Lino Canedo para localizar el legado documental de la orden franciscana en México y darlo a conocer; también hay que celebrar que fue éste un primer e importante paso para preservar el rico acervo documental franciscano en México que puso freno a las irreparables pérdidas documentales inciadas en el siglo xix a raíz de las Leyes de Reforma y las exclaustraciones religiosas.

Por otro lado, no debe dejar de mencionarse que el gran corpus documental franciscano resguardado en México, sumado a otros muchos manuscritos e impresos localizados en diferentes bibliotecas y repositorios de fuera del país, es resultado de la intensa acción misional llevada a cabo por esta orden religiosa y de su activa expansión a lo largo del territorio de la Nueva España, donde fundaron un gran número de conventos y establecimientos religiosos. Así, es de señalar que desde fecha muy temprana la labor franciscana destacó en el terreno educativo y la catequización, lo que conllevó el priorizar el aprendizaje y dominio de un gran número de lenguas indígenas y la publicación de textos para la enseñanza del castellano, como lo fueron los vocabularios o las cartillas. En este sentido, cabe mencionar nombres como los de fray Pedro de Gante (1479?-1572), fray Bernardino de Sahagún (1499-1590), fray Andrés de Olmos (1485-1571), fray Matutino Gilberti (1507-1585) o fray Alonso de Molina (1513-1579); también se empeñaron los frailes en documentar la gesta americana, como lo hizo fray Gerónimo de Mendieta (1525-1604), autor de la Historia eclesiástica indiana, unacrónica sobre la evangelización de la Nueva España. Otros franciscanos destacados fueron fray Toribio de Benavente, más conocido como Motolinia (1482-1568) quien nos dejó la Historia de los indios de la Nueva España, una crónica espiritual sobre la historia y costumbres de los pueblos mesoamericanos, y fray Juan de Zumárraga (1468-1548), nombrado en 1528 primer obispo de la diócesis de México. Para el siglo xviii es notoria la labor evangelizadora de fray Junípero Serra (1713-1784), el llamado apóstol de Sierra Gorda y California, quien dejó una gran cantidad de testimonios escritos. Así pues, y a tenor de lo anteriormente mencionado, no hay que dejar pasar por alto el vínculo establecido entre los franciscanos y la cultura escrita en la historia de la Nueva España.

Por otra parte, también es necesario hacer mención a la temprana presencia franciscana en tierras de la Nueva España, pues debido a su cercanía con el Cardenal Cisneros ya en 1493, los primeros frailes habían arribado a las Antillas, y para 1524 quedaba debidamente formalizado su establecimiento en la Nueva España. Apenas transcurridos cien años desde su llegada, a principios del siglo xvii, la orden había alcanzado su máximo grado de desarrollo, quedando el territorio de la Nueva España dividido en cinco provincias que permanecerían durante toda la época colonial. A estas provincias franciscanas se sumaría una sexta, que fue la de San Diego de México, una rama de la orden con cierta autonomía interna establecida en 1599; su presencia se localizaba en el centro de México, y llegaba hasta Aguascalientes por el norte y hasta Oaxaca por el sur.

II

De las empresas desarrolladas por los franciscanos en Nueva España destaca el establecimiento y proyección social de Colegios apostólicos de Propaganda Fide, cuyo objetivo era la formación de misioneros para emprender con renovado vigor la evangelización de las regiones situadas al Norte de México y sur de EEUU, como Nuevo León, Coahuila, Texas, Tamaulipas, Nuevo México o Alta California. La primera fundación se realizó en Querétaro (San de la Santa Cruz) en 1683 y más tarde se fueron estableciendo el Colegio de Guadalupe (Zacatecas), el de Guatemala (Colegio de Cristo Crucificado) y México (Colegio de San Fernando). Más tarde se erigiría el Colegio de Propaganda Fide San José de Gracia de Orizaba, a fines del siglo xvii. El último en fundarse sería el Colegio de Nuestra Señora de Zapopan en 1816.2

Es a partir de toda esta estructura organizativa que se formó la muy variada y abundante documentación de la orden franciscana en México, y que hoy se conserva en los archivos y bibliotecas conventuales de la orden, pero también en otros archivos y bibliotecas de la república mexicana así como del extranjero. Ha sido en los últimos años que hemos visto cómo estos fondos han ido saliendo a la luz tras un proceso intenso de ordenación y clasificación documental.3

En el caso de Jalisco, la documentación de lo que fue la Provincia Franciscana se conserva en su mayor parte en la Biblioteca Pública del Estado ya que en 1861 el entonces gobernador del estado, don Pedro Ogazón, decretó la expropiación de las órdenes religiosas, por lo que parte del fondo documental del Colegio Apostólico de Nuestra Señora de Zapopan, así como del convento de San Francisco, junto con otros fondos conventuales e institucionales igualmente expropiados ese mismo año, pasaron a conformar el acervo fundacional de la Biblioteca del Estado de Jalisco “Juan José Arreola” y actualmente se pueden consultar en Sección Manuscritos Franciscanos dentro de los Fondos Especiales.4

Además de la documentación anterior, otra parte importante del antiguo Archivo de la Provincia de Jalisco quedó a resguardo de la propia orden y se anexó a la Basílica de Zapopan conservando, hasta hace pocos años, cierto desorden por no contar con una guía o catálogo para su identificación.5 Uno de los primeros interesados en este archivo fue el franciscano tapatío fray Luis del Refugio de Palacio y Basave (1869-1941), quien asumió su gestión y resguardo. Consagrado en estudiar la acción franciscana en México, realizó conexiones entre este archivo y otros acervos franciscanos. Gracias al conocimiento y el acceso que tuvo a estos fondos pudo escribir un gran número de obras históricas sobre la orden que a la fecha dan cuenta de la información resguardada en este acervo al tiempo que son fuentes primarias imprescindibles para estudiar la acción franciscana en el occidente.6

Más tarde fue fray Leonardo Sánchez Zamarripa (1933-2008) quien asumió la tarea de cuidar y catalogar el Archivo de la Provincia de Jalisco que, entre otros fondos institucionales o administrativos, se integró con la documentación correspondiente a los siglos xviii y xix procedente del Colegio de Guadalupe, debido a que, a partir del 1908, por decreto de la curia general, se suprimieron los Colegios de Propaganda Fide. Desde entonces el convento de Guadalupe —al igual que otros colegios— se integró a la jurisdicción de la Provincia de Jalisco.7

Fue en este último fondo documental sin catalogar procedente del Colegio Apostólico de Guadalupe donde el padre fray Leonardo Sánchez Zamarripa localizó, a fines de la década de los noventa del siglo pasado, unas cajas que contenían un importante conjunto de cartas escritas entre 1825 y 1876 por mujeres, un verdadero tesoro documental oculto durante años entre un montón de escrituras administrativas e institucionales. Este corpus documental del que fray Leonardo quedó asombrado, trataba de “cosas de mujeres” pues era la correspondencia mantenida por jóvenes y esposas, hermanas, sobrinas o familiares de los padres guardianes del convento de Guadalupe, Zacatecas que aquellas enviaron a éstos desde distintas partes de la república mexicana. Un verdadero tesoro documental; oro molido, como advirtió el franciscano a la Dra. Lourdes Celina Vázquez Parada cuando le ofreció la posibilidad de trabajar los documentos para su publicación. Y es así como en el año 2000, como señala la autora en la introducción del texto, empezó un largo proceso de trabajo que todavía hoy continúa para dar a conocer este material y mostrar a los estudiosos de las ciencias sociales la riqueza que contiene la comunicación epistolar femenina para emprender distintos estudios.

La primera tarea acometida por la autora fue la de acudir con una regularidad encomiable cada semana al archivo franciscano en Zapopan a leer y tomar notas, apoyada por Darío Armando Flores Soria, quien colaboró en este proyecto. Estas constantes idas de trabajo al archivo y la plena confianza en la importancia de la correspondencia femenina para proseguir en la brecha de la cultura y religión desde la perspectiva de género, línea de investigación en la que trabaja la autora y desarrolla sus investigaciones, empezó casi desde los inicios a dar frutos. A la fecha son importantes las aportaciones realizadas y que anteceden a esta nueva entrega.8

Y hay más productos; este material documental resguardado por años, descubierto por fray Leonardo y puesto en manos de la Dra. Lourdes Celina Vázquez para su catalogación y uso, es tan vasto y rico en escrituras cotidianas de mujeres mexicanas del siglo xix, que da para muchas investigaciones. Así por ejemplo, y gracias a la generosidad y entrega hacia sus alumnos, este acervo ha servido, tal y como lo relata la autora en el texto, de fuente para que estudiantes de la Universidad de Guadalajara emprendieran sus tesis de maestría y licenciatura en Historia y obtuvieran sus respectivos títulos universitarios. Pero esto no es todo, con la publicación ahora de este libro se brinda la oportunidad a que nuevos investigadores accedan a unos documentos ya transcritos desde la comodidad del texto impreso y se entrega un campo totalmente fértil para analizar nuevas problemáticas en torno del género y la cultura escrita.

Nuevas investigaciones se abrirán a partir de ahora, de la reunión en este libro, de más de un centenar de cartas privadas escritas entre 1822 y 1859 por un grupo heterogéneo de 58 mujeres que viven en un México que despierta como nación. Una correspondencia que permite a partir de ahora oír las voces silenciadas de las mujeres a través de la correspondencia mantenida con los frailes guardines, quienes al frente del colegio zacatecano atendían las solicitudes de los novicios y tenían la misión de despachar a los misioneros a predicar o convertir a los indios gentiles. Hombres en su totalidad con quienes las mujeres establecieron relaciones epistolares y compartieron grados de introspección.

Además de acercarnos una fuente documental de gran valor histórico, la autora no desaprovecha en su libro la oportunidad de reflexionar sobre el contexto social y cultural en el que se movieron estas mujeres, y advertirnos que queda pendiente de publicación, un segundo volumen —que complementaría a éste— con correspondencia de monjas a los frailes religiosos franciscanos del mismo convento.

III

Abordar el tema de la cultura escrita es internarse en un campo de investigación multidisciplinar que muestra una gran relevancia para el avance de las ciencias sociales. Para el caso de México, aunque el panorama que presentan los estudios relativos a este campo no es comparable con lo producido en otras latitudes —como es el caso de Italia, España, Francia o Inglaterra—, contamos con destacadas aportaciones que ponen de relieve cómo la historia, la archivística, la lingüística, la antropología o la literatura lo han ido abonando con base en diferentes intereses y al descubrimiento de nuevas fuentes de análisis. La introducción del género como categoría de análisis muestra cómo en los últimos años se han abierto nuevas miradas y señalado problemáticas antes no atendidas.

Según las investigaciones a nuestro alcance, se puede sostener que en México uno de los campos más estudiados de aplicación y uso de la cultura escrita desde la perspectiva de género es la escuela, escenario donde a partir del siglo xix la mujer, en su gran mayoría analfabeta, accede a la cultura de manera intensa, aunque con una fuerza más limitada que el hombre y con una marcada diferenciación a tenor de su clase social.

Ya sea por la accesibilidad y resguardo de algunas fuentes de primera mano como diarios espirituales, epistolarios o autografías, otras investigaciones se han dirigido a rescatar la escritura conventual y, echando mano de la historia de las mentalidades y la historia cultural, rescatan modelos de espiritualidad femenina, formas de vida de las mujeres al interior de los conventos o los modos de construcción de una notoriedad femenil a través de la escritura.9

Desde el análisis literario otro contexto nutrido de contribuciones para el abordaje de la cultura escrita y el género es el de la composición literaria que rescata el protagonismo femenino en la construcción de las letras mexicanas —el caso de sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) es el más paradigmático—; esta vía también examina la notoriedad pública que la escritura otorga a las mujeres. Son trabajos que otorgan a las mujeres identidades sobrepuestas como poeta, ensayista, creadora, escritora,entre otras, y las construye en un contexto de ennoblecimiento gracias a su faceta de creadoras literarias.

Frente a estos enfoques que fijan su mirada en mujeres ilustradas y hacen evidentes las diferencias sociales en el acceso a la escritura, otra vía abierta para el estudio de la cultura escrita y el género es la que lleva a rastrear las prácticas cotidianas de escritura en mujeres “comunes y corrientes”, aquellas que integran las llamadas clases subalternas.10 Aunque hasta el momento no son muchas las huellas de escritura que han llegado hasta nosotros, tal vez porque no hemos sabido mirar con claridad los testimonios o porque todavía no han sido encontrados en los repositorios mexicanos y están a la espera de ser rescatados, es notorio que cuando salen a la luz —como es el caso presente— reluzcan como oro molido, pues como fuente de estudio manifiestan una contundente validez para estudiar la función ejercida por las mujeres “de a pie” en contextos urbanos que van más allá del estereotipo de domesticidad que la historiografía les impone. Por otra parte, es en el género epistolar donde encontramos una de las manifestaciones más representativas de la extensión social de las prácticas de escritura a partir del siglo xix, donde las mujeres plasman —más que en cualquier otro soporte textual— su pensamiento y conductas sociales. La escritura epistolar, como nos hace ver la autora en el análisis que presenta, es un ejercicio de introspección que revela un alto grado de intimismo que sirve para mantener las relaciones sociales, los vínculos familiares y acortar distancias.

En cuanto a la variedad de temas desgranados en las cartas, en su conjunto revelan espacios de participación femenina y hacen frente a las ideas que defienden la existencia de mundos meramente masculinos. Por otra parte, atendiendo a su textualidad, esas mismas cartas presentan un hilo de unión en el destinatario, quien encarna la imagen del padre protector, del benefactor, de la autoridad a la que se supeditan las mujeres como se muestra en la totalidad de los escritos con la presencia de fórmulas de estilo tanto en las cabezas de correspondencia como en las despedidas: “Muy reverendo padre...”, “Su hija que en Dios lo ama” o “que besa su mano...” expresión seleccionada por la autora para dar título a su libro.

Vistas en su totalidad, estas muestras epistolares que dan cuerpo al libro de la Dra. Lourdes Celina Vázquez Parada bajo el título Que besa su mano… correspondencia de mujeres a religiosos franciscanos en el siglo xix, responde a algunas de las inquietudes manifiestas de la cultura escrita y el género en México, pero también abre otras. Sin duda será necesario seguir la estela dibujada por este trabajo para entrar con más detalle en el análisis de los testimonios cotidianos de la escritura femenina en México y así identificar los rasgos diferenciados de participación en la historia de la cultura escrita.

Notas

1Lino Gómez Canedo, “Archivos Franciscanos en México”, estudio preliminar Guía del Archivo Franciscano de la Biblioteca Nacional de México, México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, unam, 1975, p. xiii.

2Sobre el papel de los colegios apostólicos de propaganda véase: José Román Gutiérrez, Leticia Ivonne del Río y Alberto Carrillo Cázares (coords.), Los colegios apostólicos de Propaganda Fide, su historia y su legado, Zamora, El Colegio de Michoacán/Gobierno del Estado de Zacatecas/Universidad Autónoma de Zacatecas/H. Ayuntamiento de Guadalupe, 2008.

3Entre otros cabe destacar el Archivo Franciscano que se conserva en la Biblioteca Nacional de México, proveniente del Convento Grande de San Francisco de la Ciudad de México; la biblioteca Franciscana de la Universidad de las Américas Puebla. El Archivo Histórico de La Provincia Franciscana de Michoacán tiene su sede en el Convento de la Purísima Concepción (Templo de S. Francisco) en la ciudad de Celaya, Guanajuato.

4Este Fondo se encuentra integrado en la Colección Manuscritos del Tesoro (1531-1950), y corresponde a los primeros 49 de los 340 manuscritos que conforman la colección. Véase: http://www.bpej.udg.mx/manuscritos.

5Lino Gómez Canedo, “Archivos Franciscanos en México”, op. cit., p. xxvii.

6Entre sus obras se encuentran: Historia breve y compendiada del Colegio Apostólico de Propaganda Fide de Ntra. Sra. De Zapopan...(1925); la Historia del convento de Santa Anita (Atlixtac), titulado Atlixtac: Nuestra Señora de Santa Anita. Su hospital. Su santuario, Su recolección (1917); Breve historia de Nuestra Señora de Zapopan. Guadalajara (1914); Visita de curiosos al Convento de Guexotzingo-Cholula-Parangón (1937); Joyas franciscanas en Puebla y Tlaxcala (1944) y otras más. Estudios sobre él han sido realizados por Cornejo Franco, Figura y Genio de Fray Luis del Refugio de Palacio y Basave. Dos discursos en su elogio. Guadalajara, Instituto Jalisciense de Antropología e Historia, 1964 y Ernesto de la Torre Villar “Fray Luis del Refugio de Palacio y Basave, O.F.M, publicado en Lecturas históricas Mexicanas, México, unam, 1994, pp. 153-160.

7El Archivo Histórico de la Provincia Franciscana está clasificado en cuatro fondos que son: Fondo Colegio de Guadalupe, Zacatecas (siglos xviii-xix), es el más completo sobre la labor de los franciscanos en el noreste y noroeste de la Nueva España (Texas, Alta California, Zona Tarahumara, San Luis Potosí, Monterrey, Durango y Zacatecas), así como los libros de gobierno de las parroquias de esa zona (1800-1850); Fondo Provincia de Santiago de Xalisco; Fondo Provincia de los Zacatecos; y el Fondo Papeles del Convento Dieguino de Aguascalientes.

8Véase: Lourdes Celina Vázquez Parada, “La vida privada en el occidente de México en el siglo xix. Correspondencia de mujeres”, Argos/ Ensayo, 19, julio-septiembre de 2001. Disponible en http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/argos/index.htm Lourdes Celina Vázquez Parada y Darío Armando Flores Soria (coord.), Mujeres jaliscienses del siglo xix. Cultura, religión y vida privada, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 2008.

9Sobre esta temática véase: Asunción Lavrin, “De su puño y letra: epístolas conventuales”, en Memoria del ii Congreso Internacional El Monacato Femenino en el Imperio español. Monasterios, beaterios, recogimientos y colegios, México, Centro de Estudios de Historia de México, condumex, 1995, pp. 43-61; Asunción Lavrín y Rosalva Loreto Pérez, Diálogos espirituales. Manuscritos femeninos hispanoamericanos. Siglos xvi-xix, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Universidad de las Américas, 2006.

10Véase Antonio Castillo Gómez (coord.), Cultura escrita y clases subalternas: una mirada española, Guipuzkoa, Sendoa, 2001.

A fray Leonardo Sánchez Zamarripa, ofm

In memoriam

La carta agoniza, tal vez muera…

será difícil en el futuro contar la historia

a partir de testimonios personales tan directos

como los epistolares.

Tereixa Constenla,

“Un último hurra por las misivas”,

Madrid, El País, 27 de marzo de 2012, p. 32.

Introducción

¡Tienes oro molido en tus manos!

En enero del año 2000, fray Leonardo Sánchez Zamarripa me invitó al Archivo Histórico del Convento Franciscano de Zapopan para revisar y trabajar el acervo de manuscritos del siglo xix que tenía aún sin clasificar. Se trata de correspondencia dirigida a los padres Guardianes del convento de Guadalupe, Zacatecas, que les fue remitida a lo largo del siglo xix desde diferentes puntos del territorio nacional, y de las misiones encomendadas a ellos en la actual California. Estos manuscritos, agrupados en decenas de cajas, no habían sidoaún leídos detalladamente por fray Leonardo, de manera que sólo tenía una idea general de su contenido, pero suficiente para darse cuenta de su importancia. Fue así como, durante más de cuatro años asistí con regularidad al archivo a leer, tomar notas y fotocopiar una cantidad importante de textos, apoyada por Darío Armando Flores Soria, quien colaboró en este proyecto de investigación.

Una primera selección de estos manuscritos, referentes a la correspondencia de misiones, fue publicada en el año 2001 en el suplemento cultural de El Informador, por aquel entonces considerado un medio importante de difusión de la cultura en el occidente de México. Al publicarse la sexta entrega recibí la llamada de fray Leonardo para presentarme en su oficina. Cuando acudí, me dijo muy seriamente: “¡Tienes oro molido en tus manos!, ¿por qué publicas en un periódico? ¡Es para que escribas un libro!”.

Suspendí la publicación y me comprometí con él a trabajar estos documentos de manera más profunda, para que este oro molido empezara a tomar forma a través de la lectura de más ojos atentos y mentes interesadas. Este libro es la primera publicación del conjunto de manuscritos del convento que se entrega a los lectores como parte de un proyecto de investigación que tiene como objetivo difundir una pequeña parte del acervo cultural de una orden religiosa que ha sido fundamental en la historia de nuestro país y nuestra región. Presentamos la correspondencia de mujeres laicas a religiosos franciscanos del convento de Guadalupe, Zacatecas, escrita a lo largo del siglo xix, enmarcada en su contexto histórico y cultural. Presento también algunos análisis que nos permiten conocer la imagen que las mujeres de la época se construyeron de sí mismas, a partir de su propia escritura. Queda pendiente para un segundo volumen la correspondencia de monjas a los religiosos franciscanos del mismo convento.

Un vocho rojo y muchas cajas que se estaban destruyendo

Si esta publicación ha tardado muchos años, en los cuales nos hemos dedicado a leer, releer, transcribir (en algunos casos paleografiar), clasificar, ordenar y dar forma; además de realizar un número importante de lecturas que nos permitan ubicar en su contexto y ayudar a interpretar las ideas religiosas y la vida cotidiana en la época, otros diez años le llevó a fray Leonardo Sánchez Zamarripa recorrer con sus escasos recursos todos los conventos del occidente de México para recoger estos archivos y concentrarlos en el convento de Zapopan. Luego de llevarlos, y de manera solitaria, fue tomando minuciosamente cada hoja escrita, las limpió, extendió, secó, desdobló con mucho cuidado para evitar que se rompieran, tratando de quitar todo el polvo posible y el moho, sin dañar el documento, y poniendo encima libros para que permanecieran extendidas. Posteriormente las agrupó en carpetas de acuerdo con los destinatarios, y las integró al archivo del convento.

Es gracias a fray Leonardo que se conservan en este archivo documentos incunables que narran no sólo la historia de la Orden de Frailes Menores, sino por medio de ella, la del occidente de México y de nuestro país. Documentos tanto más apreciados, cuanto que las ciencias sociales, hasta muy recientemente, han mostrado interés y valorado el estudio de la vida privada y los documentos personales, que contienen la versión de la vida cotidiana y de la historia desde la mirada de los protagonistas y testigos de la época.

Fueron contados los investigadores a quienes fray Leonardo permitió el ingreso a este archivo; y en todos los casos les ofreció el documento puntual que solicitaban. Por el contrario, yo tuve la excepcional oportunidad de revisar todas y cada una de las cajas y leer detenidamente cada manuscrito. Fue ésta la manera como también él se enteraba de su contenido. El orden que había dispuesto no se alteró, porque la manera más sencilla y lógica de clasificar documentos tan diversos era a través del destinatario; todos ellos religiosos que ocuparon cargos importantes en la Orden.

Con este importante acervo presenté a la Universidad de Guadalajara el proyecto de investigación “Ideas religiosas y vida privada en el occidente de México en el siglo xix: correspondencia de conventos y sermones franciscanos”, en el que han colaborado varios investigadores y estudiantes de ciencias sociales. Resultado de esta colaboración son varias tesis de maestría y licenciatura, así como la publicación de varios capítulos de libros.11 Pero en todo este esfuerzo colectivo hemos coincidido en la importancia de publicar los documentos completos para que sirvan de referente a nuevos proyectos de investigación, y sean incorporados sus contenidos a nuestra memoria histórica. Este es el objetivo del presente libro.

¿Trascripción literal o literaria?

Una disyuntiva siempre presente cuando se trabaja con documentos personales, al igual que sucede con la historia oral, es la de presentarlos en su versión literal o adecuar la ortografía y la sintaxis a los parámetros actuales. En este caso, la primera opción nos permitiría apreciar la escritura de la época, pero dificultaría la comprensión de los mensajes, haciendo de la publicación un texto especialmente interesante a los estudiosos del lenguaje pero no a un público más amplio. Todavía en el siglo xix encontramos de manera frecuente el uso de abreviaturas procedentes del lenguaje escrito colonial, las cuales van desapareciendo de la correspondencia de mujeres muy lentamente, hasta fines del siglo.

Por esta razón opté por presentar la versión actualizada de las cartas, para hacer comprensible su significado a los lectores actuales. Ésta es también la decisión que han tomado quienes han publicado manuscritos de mujeres del siglo xix, básicamente con los mismos criterios. Entre ellos se deben considerar, por la complementariedad de las investigaciones, las de María Cristina Arambel-Guiñazú y Claire Emile Martin: Las mujeres toman la palabra. Escritura femenina del siglo xix. (2t), quienes señalan:

Las escasas voces femeninas que anteriormente habían accedido a la letra impresa —casos realmente excepcionales— eran las de monjas más o menos letradas, que se habían convertido en escritoras bajo la vigilancia inquisitorial. Estudios recientes documentan la existencia de cartas personales escritas, sobre todo, por algunas de las emigrantes españolas que vinieron a América acompañando a sus esposos o familiares y que mantuvieron una correspondencia esporádica con parientes en Europa. En la época revolucionaria, las nuevas voces que intervienen en las discusiones públicas pertenecen a damas que, dedicadas a actividades mundanas, ejercen las libertades recientemente adquiridas.12

Subrayan además la importancia del género epistolar, ya que constituye una de las primeras formas de autorrepresentación de las mujeres; y observa una coincidencia de ideas y de costumbres en los diferentes centros urbanos en el contexto revolucionario que agita a la América hispana.

La correspondencia de mujeres del siglo xix en que basan su estudio estas autoras corresponde a mujeres ilustradas de la clase alta de las nacientes sociedades latinoamericanas, quienes convivieron con personajes decisivos de la política y la economía, tuvieron oportunidad de vivir en Europa, o fueron anfitrionas de las tertulias de la época, donde se relacionaban las clases influyentes para presentar a sus hijos casaderos, concretar negocios o discutir el rumbo de la política.

En la Guadalajara decimonónica “escribir no era cosa de mujeres”, señala Pilar Gutiérrez Lorenzo, ya que durante la primera mitad “tan solo encontramos una carta de autoría femenina”, una monja del convento de Santa Mónica. De las décadas posteriores existen algunas más, escritas por religiosas cuyas congregaciones atendían este apostolado13. Esta autora conoce a fondo el acervo de documentos del Hospicio Cabañas, entonces conocido como Casa de Misericordia, fundado por fray Antonio Alcalde para atender a los niños pobres y huérfanos.

Las mujeres que escriben las cartas que a continuación presento son laicas, en su mayoría pertenecientes a los estratos medio y bajo de la sociedad, que tienen en común ser católicas y mantener una relación con la Orden de Frailes Menores. Ambos aspectos son particularmente relevantes para la época, ya que la Iglesia católica conservaba su hegemonía, y los religiosos franciscanos eran singularmente apreciados en los territorios donde desarrollaban trabajo misionero.

Fue durante la segunda mitad del siglo xixcuando estos dos aspectos de nuestra historia y nuestra cultura nacional empiezan a sufrir embates: primero con la implementación de las Leyes de Reforma del presidente Juárez, que tenía entre sus objetivos desamortizar los bienes de manos muertas (la mayor parte propiedad de la Iglesia católica) para impulsar la economía y generar el desarrollo de nuevas clases sociales en nuestro país, y en segundo lugar la exclaustración de las comunidades conventuales en todo el territorio nacional, que afectó profundamente la vida religiosa.

Sin embargo, la herencia cultural transmitida por la Iglesia católica, en particular a través de las enseñanzas de los frailes franciscanos, quedó asimilada en la visión del mundo y en la mentalidad de nuestra sociedad. Muestra de ello es el contenido de la correspondencia que se presenta en este libro, y que puede servir de base para investigaciones más detalladas acerca de la vida cotidiana en un siglo de permanentes guerras, o para el estudio de la percepción femenina de los hechos históricos, las visiones del mundo, la vida cotidiana, su relación con los frailes, la percepción de sí mismas y su autorreconocimiento, entre otros, procesos que se van construyendo lentamente a lo largo del siglo xix.

En los casos de las mujeres letradas, de quienes logró conservarse un número importante de cartas, memorias o autobiografías, es posible presentar un retrato personal a través de sus escritos. En nuestro caso es difícil reconstruir las vidas personales, ya que sólo de algunas pocas se conserva un número significativo de textos manuscritos; tampoco encontramos diarios o autobiografías porque, a excepción de las religiosas, no era práctica común de las mujeres de la época. Lo que presentamos a continuación son en su mayoría cartas aisladas cuya relevancia estriba en su contenido, su lenguaje y su percepción de la época; piezas de un rompecabezas que en su conjunto muestran un paisaje maravilloso. Es, sin más ni más, lo que hay.