Quinta esencia - Mathias Rapisarda - E-Book

Quinta esencia E-Book

Mathias Rapisarda

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"Hacemos muchas cosas para intentar encontrar sentido a lo que vivimos, a lo que tememos, a lo que deseamos, a lo que perdemos. Una de esas cosas que hacemos es el arte. Todas las formas del arte: la pintura, la música, la danza, el teatro, la literatura. De eso, me parece, trata Quinta esencia. Es un libro y, por lo tanto, se sirve de las palabras. Las encadena, pero no las aprisiona. Las hilvana y las multiplica hacia esas otras dimensiones del arte. Son palabras llenas de color y de sonido. Son palabras que danzan. Por eso es un libro que indaga sobre los seres humanos y sus creaciones, esas creaciones que indagan alrededor, en busca de un sentido" (Eduardo Sacheri, del prólogo).

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Seitenzahl: 147

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Quinta esencia

Mathias Rapisarda

BÚSQUEDAS

Rapisarda, Mathias

Quinta esencia / Mathias Rapisarda. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Metrópolis Libros, 2025.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-631-6635-68-6

1. Espiritualidad. 2. Naturaleza. 3. Crecimiento Personal. I. Título.

CDD A860

© 2025, Mathias Rapisarda

© 2025, Alejandro Pasquale, de la obra de tapa

Primera edición, abril 2025

Dirección comercial Sol Echegoyen

Dirección editorial Julieta Mortati

Asistencia editorialEleonora Centelles

Coordinadora de ediciones Jacqueline Golbert

Jefa de corrección María Nochteff Avendaño

Corrección Mariana Gómez Masía

Diseño y diagramaciónLara Melamet

Obra de tapa Alejandro Pasquale, Puente, óleo sobre lino, 140 x 110 cm, 2021 [fragmento]

Conversión a formato digital Estudio eBook

Hecho el depósito que establece la ley 11.723. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la autorización por escrito de los titulares del copyright.

Editorial PAM! Publicaciones SRL, Ciudad de Buenos Aires, Argentina

[email protected]

www.pampublicaciones.com.ar

Índice

PortadaCréditosEpígrafePrólogoIntroducciónAireOda al DetallistaLa importancia de ser un ladrilloEl vientoLuna ocreLa luna es ese tren que nunca llegaPapaver rhoeasLa distancia que nos separa SoploTierraLa vida es una máquina de GoldbergInstinto de defensaPoesía para un LuthierVivir en presenteLos puentes son promesasPor qué Diego y Messi no nacieron en FinlandiaOtoño pendienteTodavía soy GranoAguaBreve historia de un destino (y la lluvia)Agua de mi sed, oído de mi almaJamás pudimos enojarnos con el mar. Parte IJamás pudimos enojarnos con el mar. Parte IISolo en SolEl portal del mar GotaFuegoEl cuentistaIdentidad¿Los elefantes pueden volar?Finestra apertaSexyEl águila y el nidoSexo y MagiaReceta orientalLa semilla es sueño ChispaÉterMicBoicotPreámbulo para dormirAsí fue. Parte IAsí fue. Parte IILugares en comúnHydrargyrumEl sueño de Catalina PartículaAgradecimientosSobre este libroSobre el autorTienda PAM

“El que mira hacia afuera sueña; el que mira hacia dentro despierta”.

CARL JUNG

Quiero dedicar este libro, en primer lugar, a mi papá, Enzo, quien, entre tantas cosas preciadas, fue un escritor de poesías en italiano que nunca encontró el tiempo para publicar sus libros. Pero parte de su sensibilidad viaja conmigo, junto con esa faceta científica suya que en mí continúa en forma de pregunta, cuestiona, duda e investiga.

Quiero dedicárselo también a mi mamá, Bea, que siempre me alentó y me llenó de historias desde pequeño, aun sin saberlo, cuando me contaba las anécdotas de su infancia y de la familia, pintándome un mundo que encontraba apoyo en la felicidad, con realidades tan sencillas como maravillosas, al igual que sus personajes.

También va dedicado a esos amores, a las mujeres que amé, a cada una de manera única, y que sin duda me inspiraron algo hermoso, lo suficiente como para perder el sueño y necesitar sublimar un poco ese deseo escribiendo.

Y quiero agradecer a todas esas almas que suman a mi vida nada menos que su amistad y maestría.

Por último, no escribí mis textos solo para mí, ni para que quienes los lean intenten descifrarme, sino para que cada lector pueda encontrar en ellos una forma de descifrarse a sí mismo.

Gracias… y bienvenid@. Espero que disfrutes conmigo.

 

MATHI RAPISARDA

Prólogo

Nacemos y, alrededor, está el mundo. Establecemos con él una relación ambigua, ardua y necesaria. Confusa. Necesitamos el mundo y a quienes lo habitan. Sabemos, oscuramente, que el mundo y sus seres son el ámbito en el que nos toca vivir. Pero que lo sepamos no significa que sepamos también las formas, los procedimientos, los mejores modos de hacerlo. Los seres humanos cargamos con la necesidad de vincularnos con el mundo y con la conciencia de que no va a ser fácil establecer un sentido.

Hacemos muchas cosas para intentar encontrar sentido a lo que vivimos, a lo que tememos, a lo que deseamos, a lo que perdemos. Una de esas cosas que hacemos es el arte. Todas las formas del arte: la pintura, la música, la danza, el teatro, la literatura. De eso, me parece, trata Quinta esencia.

Es un libro y, por lo tanto, se sirve de las palabras. Las encadena, pero no las aprisiona. Las hilvana y las multiplica hacia esas otras dimensiones del arte. Son palabras llenas de color y de sonido. Son palabras que danzan. Por eso es un libro que indaga sobre los seres humanos y sus creaciones, esas creaciones que indagan alrededor, en busca de un sentido.

Mathias busca y sabe, como buen explorador, que cuando uno busca tesoros difíciles no puede limitar sus estrategias. Al contrario: debe multiplicarlas. Por eso Quinta esencia es un mapa diverso y potenciado. Hay cuentos, pero también poemas, pero también mitos, pero también reflexiones, pero también… Y habla de arte, pero también de vínculos, y también de pérdidas, y también de resignificaciones, y también de la naturaleza, y también…

“También”. Creo que es una palabra que describe bien este libro, que se multiplica en sus formas, se multiplica en sus estilos, se multiplica en sus personajes y se multiplica en las conversaciones que Mathias entabla con sus lectores. Pero, sobre todo, en las que invita al lector a establecer consigo mismo.

 

EDUARDO SACHERI

Introducción

Sería muy fácil buscar quintaesencia en Google y encontrar en una frase lo que significa este concepto ancestral. Pero acá te voy a contar lo que nadie más te va a saber decir: por qué este compendio lleva ese nombre y cómo surgieron las piezas de un rompecabezas que, sin dudas, fueron reunidas por la mística de la quintaesencia.

Una energía creativa, quizás desde otro plano, también llamada akasha (de la que hablaré más adelante), intervino en mi vida sugiriéndome escuchar las voces que guían al deseo, y que hablaban de escribir. Y antes de que te sumerjas en la lectura, quiero contarte de dónde surge el sentido conceptual de este orden en medio del caos, para que puedas comprender por qué cada texto está ubicado donde está en este libro. Tal vez de manera paradójica —o no—, este proceso de creación fue paulatino y acompañó mi búsqueda personal de equilibrio.

Después de años en los que todo parecía ser luz, la vida comenzó a quebrarme sin previo aviso. Las pérdidas se convirtieron en una bisectriz que atravesó mi camino: la pérdida de la madre tierra cuando mis padres decidieron irse de Italia, dejando atrás a una gran parte de la familia, que no volví a ver por mucho tiempo. Años más tarde, la repentina pérdida de mi padre, de varios amores de pareja y de otras tantas cosas me llevaron a un desequilibrio que tuvo como resultado la pérdida de mi propia salud. Me sentía como una vasija agrietada que parecía no poder retener toda la riqueza que contenía. En medio de todo eso, comprendí que a veces es mejor romperse en muchas partes para luego reconstruirse, y así conservar los elementos dentro. Este concepto lo incorporé después de entender el simbolismo de Shiva, una de las principales deidades del hinduismo.

En 2017 viajé a la India acompañado y guiado por mis tíos Salvatore y Alain, que conocen muy bien esa cultura y ese país, que han atravesado en más de cincuenta viajes. Cuando era niño, me enviaban postales e historias de cada uno de sus viajes, y yo, fascinado por la fantasía que me generaba la mitología india, coleccionaba paisajes e imágenes de dioses como si fueran figuritas de superhéroes. Ya de adulto, leí sobre su cultura y me preparé para entrar en un mundo muy distinto del occidental, que me obligó a despojarme de varias estructuras para apreciarlo y comprenderlo. Y fue así como durante ese viaje entendí su filosofía de vida, en la que existe un dios creativo, otro que preserva y otro que destruye. Aprendí a valorar la función de la “destrucción” no como algo negativo, sino como un proceso necesario para dar paso a la nueva creación.

Hace más de dos mil quinientos años, en Oriente, se concluyó que los elementos indispensables para la vida son el aire para respirar, el agua para beber, el fuego para calentarse y la tierra para sembrar y comer. Si faltaba alguno de esos cuatro elementos, el equilibrio y el ciclo se rompían, dando lugar a la muerte.

En lo personal, encontré ese equilibrio en la sublimación de la escritura y en las enseñanzas que la naturaleza nos ofrece, si hacemos silencio un rato y le prestamos atención. La medicina oriental me enseñó a observar cómo nuestro sistema (cuerpo, mente, espíritu) funciona en armonía dentro del contexto natural del cual venimos. Hay una conexión entre todos los textos que aquí se presentan: elegí los cuatro elementos (más uno) no solo porque son un símbolo que siempre nos convoca, inherente a la vida y al ser humano, sino también porque, como significantes de la naturaleza, de la Madre Naturaleza, son un puente directo hacia la metáfora. Son la llave que abre la puerta entre lo real y lo mágico, una cerradura que nunca se cierra, sino que siempre se abre y facilita el nacimiento de una idea literaria. En palabras más simples, cuando quieras escribir algo poético, descubrirás en la naturaleza una gran aliada.

El orden que sugiere la naturaleza nos acompaña desde que llegamos a este mundo e incluso se oculta en las cosas más simples. Ha sido estudiado por la ciencia y la filosofía; se manifiesta en el número áureo de todo lo biológico, como apunta El hombre de Vitruvio, de Leonardo Da Vinci, o en la misteriosa geometría sagrada. Es aquí donde vos, lector, podrías pensar: “Oiga, más despacio, es demasiada información”. Vamos al punto: a pesar de ser parte de todo esto, como humanos seguimos buscando nuestro propio equilibrio interno como individuos. Un desafío que parece ser el puente hacia lo que llamamos felicidad, o al menos… un atajo.

Además, estos cuatro elementos reflejan los cuatro estados fundamentales de toda la materia existente: gaseoso, líquido, plasma y sólido. En la Edad Media, fueron reinterpretados a través de la alquimia, el pensamiento aristotélico y la astrología, y se les otorgó un simbolismo que refleja las cualidades psicológicas del ser humano y de nuestro mundo interior. Por otra parte, dentro de lo poco o mucho que logramos explicar, nosotros mismos estamos compuestos por estos elementos, y así es como se manifiestan:

Somos Aire en cada respiración, y no podemos vivir más de algunos minutos sin un nuevo recambio. En ese fluir involucramos las ideas, el intelecto y la comunicación. El Aire es el canal de la intuición, la creatividad y la sabiduría; nos conecta con los demás a través de visiones compartidas, creencias, proyectos, y con el pulso de la vida.

Está relacionado con el chakra Corazón, donde se halla la sede del equilibrio entre el mundo físico y el emocional, y donde se ubican las emociones del amor, el apego y la compasión.

Somos Tierra desde el concepto más químico de nuestro cuerpo, nuestra materia. Nuestros pies están en contacto con ella y nuestros huesos, carbono y sal volverán a ella algún día. La Tierra se ocupa de nuestro cuerpo físico, la parte más densa del ser humano. Nos conecta con lo más primario de nuestro ser: el instinto de supervivencia, y con satisfacer las necesidades para mantener nuestros cuerpos en funcionamiento, como la comida, el refugio, la reproducción. Se asocia al chakra Raíz, que comparte todas estas características. Nuestra conciencia se vuelve hacia la Tierra cada vez que anhela seguridad, estabilidad y consistencia.

Somos Agua en un 70 %, empujada por la presión del aire, que es sangre y plasma transportando lo necesario a todo nuestro organismo. El agua conecta, transporta e involucra emociones y deseos. Es movimiento. Por eso las emociones son flexibles y fluidas. Se vincula al chakra Sacro. Aprendí que el agua merece un profundo respeto y que siempre hay que obrar por su flujo. Puede estar muy quieta y llegar a estancarse, vibrar en señal de alerta o correr salvaje y llegar a inundarnos, así como nuestras emociones o deseos pueden abrumarnos o ser un remanso de aguas calmas.

Somos Fuego, Energía, Prana, Chi, esa llama que late desde que nacemos, que irradia y se comunica, que se apasiona y está viva. Combinado con el chakra Plexo solar, manifiesta la voluntad, y esa voluntad no siempre es sencilla de notar, ya que es plasma y no tiene forma establecida. El fuego es amigo, siempre que logremos controlarlo. Puede crecer a sus anchas y alertarnos cuando nos quema la piel. Puede subir alto, como nuestros anhelos, o puede moderarse con los años, convirtiéndose en una tibia y homogénea energía… que es luz para los demás.

Los cuatro elementos se conjugan y se relacionan entre sí, pero esto no es más que un acercamiento al concepto del nombre del libro:

El Éter, el quinto elemento, es conocido en sánscrito como akasha. Es la esencia primordial, o Quinta essentia, de la cual surgen los cuatro elementos anteriores, y es el espacio que también contiene a estos elementos. Es el más expansivo de ellos, sin forma ni fronteras: el Éter no tiene límites. Se relaciona con el quinto chakra, la Garganta, y la expresión. A través de la metáfora, es ese espacio que existe entre vos y yo, por donde viajan mis palabras. Estas poesías, la música que escuches mientras las leas, e incluso todo lo que imagines y proyectes al hacerlo se reflejarán en algún rincón infinito del Éter. El Éter o “espacio” hace posible todo lo demás. Es nada y todo al mismo tiempo. Es la quietud que, precisamente, hace posible todo movimiento y vida. No es casual que me refiera a él como el responsable de este libro. Fue, sin dudas, a través de una lectura del akasha que se hizo posible concretar el deseo de hacer esta publicación. Si no estás familiarizado con los registros akáshicos, queda planteada la inquietud y te invito a descubrir esta puerta siempre abierta. No se trata de una religión, sino de un tránsito por el camino espiritual, con la meta, siempre inconclusa, de elevar la conciencia del alma. Digo “inconclusa” porque siempre hay más por aprender, enseñar, sanar o brindar.

Finalmente, según estos principios, dentro de nosotros coexisten los cuatro elementos, y tratar de equilibrarlos es clave para alcanzar la evolución, la paz, la salud, la estabilidad y la comprensión de nuestro ser. Así vuelvo a otro de los propósitos de este libro, que trasciende el espacio literario e intenta aplicarse a la vida: el equilibrio.

En la escritura, al igual que en otras actividades artísticas o incluso deportivas, algunos encontramos un recurso que sublima, aclara y ordena. Al escribir, algo se aquieta en nuestra mente para dar lugar a otra cosa, quizás preguntas que de otro modo no nos haríamos. Esas voces interiores son un llamado a ser coherentes con lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. A fin de cuentas, nadie nos enseña cómo vivir ni cuál es la forma “correcta” de comprender el mundo y la vida. Pero hubo quienes vivieron de tal modo que fueron considerados maestros.

Cuenta la historia que, al terminar su vida terrenal, a uno de los muchos hombres que guiaron a otros le escribieron en su cruz las iniciales: I.N.R.I. De niño, me dijeron que en latín esta sigla significa Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum, que se traduce al español como ‘Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos’. Según el catolicismo, Poncio Pilatos, el representante del Imperio romano que gobernaba en Judea, mandó escribir esta insignia de forma sarcástica, burlándose de cómo apreciaba el pueblo hebreo a Jesús, y de su condición de líder.

Sin embargo, por pura casualidad, o quizás no, investigando sobre los elementos encontré una versión que le quita ironía a la sorna de Pilatos, y vuelve aún más enigmática la leyenda. Cuando mencioné que esto no tiene que ver con lo religioso, era cierto. Tal vez cabe dejar abierta la pregunta acerca de si esta interpretación religiosa sea solo una versión que desconoce adrede los símbolos sacros ancestrales o de deidades anteriores. Solo hay que conocer la traducción de los elementos al hebreo: Iam, que significa Agua; Noor, que es la Luz, el símbolo del Fuego; Ruach, que es Aire (o aliento, espíritu), e Iabeshad, que es la Tierra. Al unir las cuatro iniciales de estos símbolos, obtenemos I.N.R.I. En la Antigüedad, este símbolo se usaba para reconocer a los grandes maestros, e indicaba: “El que había equilibrado los cuatro elementos”.

AIRE

En esta primera parte del libro se organizan reflexiones sobre la vida, en torno a miradas posibles, siguiendo la lógica del viento.

Oda al Detallista

Suenan parecidas cuando se las nombra, pero son diferentes cuando salen de la boca: la “sonrisa” suele ser muda y solo en su extremo puede llegar a oírse; la “risa” suele oírse casi siempre, y solo en su extremo puede llegar a ahogarse.