Reír de reyes - Francisco Tita - E-Book

Reír de reyes E-Book

Francisco Tita

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Beschreibung

¿Qué pasaría si todo lo que creías saber sobre la vida y obra de Jesús estuviera equivocado? Reír de reyes es una obra de teatro que invierte por completo los contenidos y los personajes del Antiguo y Nuevo Testamento. En cuatro actos, se relatan los primeros siete días del reinado mesiánico de Jesús en la tierra de Israel después de la expulsión violenta de los romanos. Con un humor irreverente muy presente, encontramos la mayoría de los recursos de la comedia: la risa, la burla, el grotesco, la caricatura, el ridículo, el sarcasmo, el chiste, la ironía, la sátira y la parodia, con elementos psicoanalíticos. Esto se plantea desde su título: Reír de reyes es una caricaturización de la película Rey de reyes del año 1961. Esta obra, en definitiva, desafía nuestras expectativas y nos invita a reflexionar sobre el sentido de la misión de Jesús como salvador.

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Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Tita, Francisco Antonio

Reír de reyes : el revés de una trama mesiánica / Francisco Antonio Tita. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2023.

164 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-987-824-388-7

1. Teatro. 2. Teatro Argentino. 3. Dramaturgia. I. Título.

CDD A862

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2023. Tita, Francisco Antonio

© 2023. Tinta Libre Ediciones

Reír de reyes

Contenido

Primer acto

Escena 1: Cara o cruz Pág. 11

Escena 2: El Baile de los que sobran Pág. 13

Escena 3: El manto sacado Pág. 15

Escena 4: Uno u otro Pág. 17

Escena 5: El gallo de Mercurio Pág. 19

Escena 6: Sin palabras Pág. 21

Escena 7 : Mentir para vivir Pág. 22

Escena 8: Un héroe del vino Pág. 24

Escena 9: Cerdos y peces Pág. 25

Escena 10: Delincuentes comunes Pág. 27

Escena 11: El buen ladrón Pág. 28

Escena 12: Delatores traicionados Pág. 29

Escena 13: Preso político Pág. 33

Escena 14: El dilema del prisionero Pág. 34

Escena 15: Los rollos del Mar Muerto Pág. 36

Escena 16: La confesión Pág. 39

Escena 17: Muertos de risa Pág. 42

Escena 18: La intrusa Pág. 44

Escena 19: Conversiones Pág. 46

Escena 20: Perrotudeces Pág. 47

Escena 21: Santa corrupción Pág. 50

Escena 22: La colecta Pág. 53

Escena 23: Buenos muchachos Pág. 58

Segundo acto

Escena 1: Sin panes ni peces Pág. 61

Escena 2: La furia del rey Pág. 65

Escena 3: Pastores de Belén Pág. 68

Escena 4: Piel de corderos Pág. 68

Escena 5: El idiota Pág. 73

Escena 6: Las dos monedas Pág. 74

Tercer acto

Escena 1: Los amigos del comercio Pág. 81

Escena 2: El viejo mago Pág. 86

Escena 3: El retardo de los brujos Pág. 88

Escena 4: Los hechiceros y sus magias Pág. 88

Escena 5: Adivina, adivinador Pág. 91

Escena 6: Los falsos maestros Pág. 95

Escena 7: Tres falsos discípulos Pág. 97

Escena 8: Los que se fueron Pág. 99

Escena 9: Quema de libros Pág. 104

Escena 10: El guardián entre el centeno Pág. 108

Escena 11: La mujer siriofenicia Pág. 109

Escena 12: La oreja de Pedro Pág. 110

Cuarto Acto

Escena 1: El libertino Pág. 113

Escena 2: Acusado Pág. 113

Escena 3: Tirar la primera piedra Pág. 116

Escena 4: El plato medio lleno y medio vacío Pág. 120

Escena 5: Malos impuestos Pág. 120

Escena 6: Hijos de putas Pág. 121

Escena 7: El padre pródigo Pág. 124

Escena 8: Los obreros de la viña Pág. 125

Escena 9: Mi moral Pág. 129

Escena 10: Un caso especial Pág. 131

Escena 11: Amor a mí Pág. 133

Escena 12: La viuda negra Pág. 134

Escena 13: La secta del mesías Pág. 135

Escena 14: Los elegidos Pág. 135

Escena 15: Un Dios muy “vivo” Pág. 137

Escena 16: La farsa Pág. 138

Escena 17: En el cielo Pág. 138

Escena 18: La copa de la ira Pág. 142

Escena 19: El mesías debe morir Pág. 144

Escena 20: Un falso funeral Pág. 146

Epílogo Pág. 157

Personajes por orden de aparición

Acto 1 Pág. 157

Acto 2 Pág. 158

Acto 3 Pág. 158

Acto 4 Pág. 159

Primer acto

Escena 1: Cara o cruz

Jesús – Pilatos – Simón el Zelote – Apóstoles – Pueblo

Jesús, vestido con un costoso traje real, una corona de oro, anillos en los dedos y una espada en la cintura, entra impetuosamente en una sala de reuniones. Desde el interior se escucha a la multitud vociferante.

Pueblo: ¡Bienvenido el rey de los judíos ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡El mesías está con nosotros! ¡Dios ha escuchado nuestros ruegos!

Jesús y su comitiva, sin hacer caso a los vítores, se dirigen al procurador romano quien los espera de pie frente a un escritorio y con un pergamino enrollado. Con una reverencia saluda a Jesús.

Poncio Pilatos: La declaración de rendición incondicional está aquí firmada y lacrada por el emperador Tiberio. Todas las fuerzas de caballería e infantería romanas dejarán desde hoy Palestina, dirigiéndose al puerto de Cesárea.

Jesús:(Lee el pergamino). Aceptado, pero debe decir “Israel”. Tacho Palestina, este lugar ya no existe ni existirá. (Firma).

Poncio Pilatos: Muy bien, pero por último te pido, Señor, que dejes de usar tus poderes contra nosotros. Tenemos miles de soldados enceguecidos, sordos, paralíticos y apestados con lepra. Solo una palabra tuya bastará para detener este maleficio.

Jesús: Lo entiendo. Pero lo hecho, hecho está: no curaré a tus soldados. Ellos irán a Roma y le mostrarán a todos el escarmiento que reciben los que desafían la ira del pueblo de Dios y su rey. Vete rápido, Pilatos, yo no me responsabilizo de tu vida. Mi pueblo es muy vengativo con los vencidos, y más después de setenta años de opresión.

Simón el Zelote: No, no, mi rey. ¿Te olvidas de todas las crueldades que soportamos? Ellos colgaban sus estandartes paganos en nuestro templo. Tienes que matarlo como él hizo con miles de patriotas judíos que murieron para ser libres. Yo, si fuera tú, lo ajusticiaría sin miramientos.

Jesús: Yo también si fuera tú lo mataría.

Simón el Zelote: ¿Entonces?

Jesús: No, Simón. Ya sé que los zelotes como tú son extremistas que no dudan en usar la violencia, pero yo no quiero empezar mi reinado como un soberano vengativo, despótico y cruel.

Simón el Zelote: Pero también el pueblo puede verte como un rey débil. Los romanos… cuando se fortalezcan, podrían volver a conquistarnos.

Se escucha la multitud desde fuera del recinto.

Jesús: Ya que nombraste al pueblo, vamos a ver qué quiere. (Se acerca a un ventanal y exclama, grita). ¡Pueblo de Israel: ¿qué debo hacer con Pilatos?!

Pueblo: ¡Mátalo, mátalo! ¡Acaba con este y con todos los cerdos romanos! ¡A la cruz, a la cruz! ¡Qué su sangre impura caiga sobre nosotros y nuestros hijos!

Jesús: ¿Puedo darle unos azotes como escarmiento? ¿Y dejarlo volver a Roma junto a sus legiones derrotadas?

Pueblo: ¡Ni olvido ni perdón… crucifixión! ¡Ni olvido ni perdón… crucifixión!

Jesús: Está bien. Cumpliré la voluntad general, pero traedme una vasija de plata con agua para lavar mis manos de la sangre de este hombre. Esta ha sido la decisión del pueblo, no la mía. (Se lava las manos y las seca).

Pilatos: ¡Esto es toda una mentira!

Jesús: ¿Qué cosa no es una mentira? (Pilatos permanece callado).

Escena 2: El Baile de los que sobran

Jesús – Pilatos – Simón el Zelote – Herodes – Apóstoles

Inmediatamente, Herodes ha sido llevado a la presencia de Jesús; ha sido despojado de sus prendas reales para quedar casi desnudo y de rodillas, llora.

Herodes: ¡Perdón, perdón! Jesús, ¿te acuerdas de que hace un tiempo teníamos buenas relaciones? Yo…

Jesús: ¡Cállate! (Grita). Como no puede haber dos cabezas en un solo cuerpo, no pueden coexistir dos reyes en Israel. Cuando yo nací tu padre Herodes, mal llamado “el Grande”, me mandó matar y por eso asesinaron a miles de niños inocentes en Belén y sus alrededores. Ahora yo, si fuera un déspota sin sentimientos como tú, debería condenarte a morir crucificado por tus crímenes.

Herodes: No, no. (Llorando). Esto no era lo acordado.

Jesús: Para que veas que tengo conciencia, si bailas para nosotros y este público lo aprueba, te perdono la vida y te concedo la libertad para irte con los romanos.

Herodes: No sé bailar.

Jesús: Todo se aprende intentándolo. ¡Música! ¡Que empiece la música! (Empieza a sonar una música oriental).

Herodes: No me hagas esto…

Cuando comienza a escucharse la música, Herodes primero se queda quieto, luego comienza a dar pasos de baile muy torpes y descoordinados mientras el público acompaña la música con palmas. Después de unos momentos, en un giro sin gracia y arrebatado, cae Herodes al suelo y cesa la música. Herodes empieza a llorar y el público se ríe y lo abuchea.

Jesús: Herodes Antipas, tu torpeza sentenció tu muerte en la cruz, pero para que vean que no les guardo rencor les concedo el último deseo a los dos. (Habla mirando a Pilatos).

Herodes: Bueno, si voy a morir crucificado, quisiera hacerlo escuchando música hebrea con el shofar.

Jesús: Está bien: concedido. Tú qué pides, Pilatos.

Poncio Pilatos: Que me estrangulen con cera en los oídos antes de escuchar esa pésima música judía.

Jesús: Que así sea. Una cosa más. En la cruz de Herodes claven esta tabla en la cabecera, dice: “Herodes Antipas, reír de los judíos”. (Lee tomando la tabla).

Salen en silencio Herodes y Pilatos.

Juan: No escribas “judíos”. La familia de Herodes era de origen idumeo y se convirtieron en forma forzosa al judaísmo.

Jesús: Lo escrito, escrito está. Pero estén atentos, los herodianos no entregarán fácilmente el poder, quedan herederos y harán lo imposible para recuperar el reino que consideran una propiedad familiar.

Escena 3: El manto sacado

Jesús – Apóstoles – Judas – Juan – Simón el Zelote

Varios apóstoles se disputan el manto real de Herodes.

Jesús: ¿Qué hacen? Parecen niños. Van a romper el manto de Herodes. (Los apóstoles cesan la disputa). ¡Traedlo aquí!

Juan: (Mientras le entrega el manto a Jesús). Queremos de recuerdo el manto de Herodes. ¿Podemos echarlo a suerte para ver quién se lo lleva?

Jesús: ¿Y qué mérito tendría obtenerlo por azar? Yo, como sucesor de Herodes, soy su legítimo dueño y lo voy a subastar ahora mismo. ¿Quién ofrece por él? Vamos, ¿quién quiere el manto real? (Levanta el manto con una mano).

Simón el Zelote:(Levanta una espada en señal de la subasta). Yo ofrezco este gladio, el arma que tenía el procurador Poncio Pilatos.

Jesús: Bien, siempre quedándote con algo ajeno. ¿Otra oferta?

Juan: Ofrezco este collar antiguo con el símbolo de la tribu de Judá.

Jesús: ¿Quién da más?

Judas: Yo tengo en mi bolsa treinta denarios de plata. (Saca la bolsa).

Jesús: Si no hay más ofertas, el manto sale para Judas Iscariote a la una… a las dos y a las tres. (Se acerca a Judas y le da el manto en mano mientras este le entrega la bolsa de dinero).

Judas: Gracias, Señor.

Jesús:(Coloca el dinero en un cofre. Se da vuelta y dice en tono exclamativo). Todo se ha cumplido, quiero estar ahora con todos mis fieles discípulos. Traed agua: quiero primero que entre todos limpien, sequen y besen mis pies. Tengan cuidado: tengo muchas cosquillas. (Tiene lugar el lavatorio de los pies de Jesús en una palangana de agua con los apóstoles en silencio. Jesús ríe, luego cada uno se inclina y le besa los pies).

Jesús:(Después del lavatorio). Ahora quiero que mis discípulos se formen a mí alrededor para saludarlos. (Los abraza uno por uno. Se detiene ante el último, Judas Iscariote, y lo besa en la mejilla derecha. Esta parece ser una señal para que dos discípulos lo amarren por los brazos a sus espaldas. Le sacan el manto de Herodes y se lo entregan a Jesús que se lo coloca sobre los hombros).

Judas: ¿Qué hacen? ¿Qué broma es esta? ¡Suéltenme! Jesús, diles que me suelten. ¡Devuélvanme el manto de Herodes!

Jesús: No, Judas. Yo mismo ordené tu arresto.

Judas: ¿Por qué, maestro? ¿Acaso no fui tu más fiel discípulo desde el principio? ¿Aquel hasta el que le confiaste la bolsa del dinero recaudado?

Jesús: Por eso mismo, Judas. Sabes demasiado y eres el más inteligente de todos ellos, ya no me sirves.

Judas: No puedes hacerme esto.

Jesús: Los apóstoles y yo decidiremos tu destino a la usanza romana: los pulgares para arriba significa que vivirás; si están para abajo, mueres.

Judas: Amigos, tengan en cuenta los viejos tiempos. No pueden traicionarme así.

Jesús: El voto de ellos vale uno por uno y el mío, diez. A la una, a las dos y a las tres…

Los apóstolesprimero sostienen el pulgar hacia arriba, pero de a uno lo van bajando ante un gesto de Jesús que mueve la cabeza hacia abajo y guiña un ojo simultáneamente.

Jesús:(Es el único quesostiene el pulgar hacia arriba, se rasca la barba al momento que pronuncia). Once a Diez, resultado final. Perdimos los dos por un voto, Judas. Si al menos un apóstol hubiera dejado su dedo levantado, te hubieras salvado.

Judas: ¿Me exiliarás?

Jesús: No. Hemos descubierto tus traiciones. Llévenselo y crucifíquenlo en el monte Calvario en medio de las cruces de Poncio Pilatos y Herodes.

Judas: Traidor. Traidor, tú entregaste a Juan el Bautista a Herodes cuando revelaste su escondite en el desierto después de fingir que eras su discípulo para que te bautizara… impostooor… (Lo sacan amarrado por los dos brazos).

Escena 4: Uno u otro

Jesús – Apóstoles – Juan – Matías – José el Justo

Juan: Ya que Judas no será parte de los apóstoles, debemos buscar un reemplazante. Hay dos postulantes: Matías, el que nos alertó de algunas artimañas de Judas; y José Barsabás, que solicita estar entre nosotros.

Jesús: Déjalos entrar, yo los interrogaré.

Entran Matías y José y saludan con una reverencia.

Juan: ¿Dejaremos a suerte esta elección como es tradicional en nuestras costumbres?

Jesús: Esta vez no será el azar. Decidí que sea el mérito personal lo que determine quién se convertirá en mí apóstol. ¿Tú eres Matías, hijo de Samuel y Sara, nieto de Zacarías? ¿Has cuidado bien de ellos en su vejez?

Matías: Sí, señor, no los abandoné ni un día.

Jesús: ¿Tú eres José, llamado Barsabás, hijo de Sadoc y Miriam, nieto de Mana? ¿Cuidaste bien de ellos en su ancianidad?

José Barsabás: Sí, fui buen hijo y ayudé hasta a mis abuelos.

Jesús: Estas preguntas van para los dos: ¿son ladrones o son pendencieros?

Matías: Por supuesto… que ¡no!

José Barsabás: De ninguna manera.

Jesús: ¿Acaso son mujeriegos? ¿Se han echado con otros hombres? ¿Son lascivos o dados a la bebida?

Matías: (Con la voz aflautada). No, Señor.

José Barsabás: ¡No! Lo juro por mi esposa e hijos.

Jesús: ¿Reconocen tener alguna falta?

José Barsabás: No, por algo mi sobrenombre es “el Justo”.

Jesús: (Dirige la mirada a Matías). ¿Tú?

Matías: Solo una, mi Señor.

Jesús: ¿Cuál?

Matías: Soy muy mentiroso.

Jesús: Bueno, por lo menos eres sincero. (Fastidiado, mueve la cabeza). Debería elegir a José Barsabás.

Matías:(Con postura de súplica). Dame otra oportunidad.

Jesús: Bueno. ¿Tienes algún don en especial?

Matías: Sí, soy el más rápido en contestar cualquier cosa sobre nuestra sagrada Torá.

Jesús: Vamos a ver. ¿Cuál fue el número de varones israelitas censados por Moisés en el monte Sinaí, excluyendo a los levitas; y quién era el representante de la tribu de Judá?

Matías:(Se expresa con seguridad). Setenta y siete mil israelitas, y Aarón era su representante

Jesús:(Contono imperativo). ¡No! Estás totalmente equivocado. Fueron 603.550 y era Naasón.

Matías: Pero yo dije que podía contestar cualquier cosa rápido y lo hice.

Jesús: Debería echarte a patadas, pero no tengo más tiempo que perder… Queda aceptado José, pero tú, Matías, puedes quedarte como ayudante. Total, deben reemplazar a Judas.

José Barsabás: Gracias, gracias por aceptarme como apóstol. No te defraudaré.

Matías: Seré un gran ayudante.

Se retira Matías haciendo reverencias.

Escena 5: El gallo de Mercurio

Jesús – Apóstoles – Juan – José Barsabás

Juan: Debemos tener cuidado en elegir a los discípulos. ¿Te acuerdas cuando íbamos por Samaria, con Manasés, que decía ser descendiente de un rey de Judá? Uno de los primeros judíos fariseos ortodoxos que se unió a nosotros por esos días…

Jesús: Sí, recuerdo a Manasés. Soy muy amigo de los fariseos. Su hipocresía para guardar apariencias de moralidad, siendo tan corruptos como son… serán ahora muy útiles para el ejercicio del poder. Cómo olvidarme de él.

José Barsabás: Yo no estaba en ese momento. ¿Qué pasó con él?

Juan: Bueno, te cuento lo que ocurrió. Manasés era el más estricto en cumplir todos los preceptos de nuestra religión, hasta que, al pasar por un templo romano en homenaje a Mercurio, dios del comercio, leyó un cartel: “Entregamos mil monedas de oro al primer judío ortodoxo fariseo que se convierta al culto de Mercurio”. Indignado, pidió entrar solo al templo para que retiraran esa afrenta blasfema a nuestro pueblo. Pasaron las horas y vimos cómo sacaban y destruían el cartel. Y todos lo festejamos, pero al rato vimos salir una procesión en honor a Mercurio, o Hermes, según los griegos: Manasés iba primero. Encabezaba la marcha, totalmente afeitado, vestido con una toga romana, un monedero en el costado izquierdo y un gallo en la mano derecha. Nosotros lo reconocimos, lo detuvimos y lo increpamos: Manasés, ¿has renegado de tu fe y abandonado al mesías por dinero?

José Barsabás: Y él, ¿qué dijo? ¿Se avergonzó por lo hecho?

Juan: ¡No! ¡Qué más! Inmediatamente dijo que ahora se llamaba Rómulo y nos acusó a los sacerdotes romanos: “Hace una hora que soy pagano-romano y estos judíos piojosos ya me están molestando”.

Jesús: Sí. Casi nos arrestan ese día. Lo interesante es que recibí una carta de él, la semana pasada. Ahora que se fueron los romanos, quiere, arrepentido, volver a ser judío-cristiano. Recién ordené que le ayudara a llevar la cruz a Poncio Pilatos. El muy flojo se cayó tres veces con ella. Quiero que todo el pueblo vea cómo terminan los que sirven interesadamente a los extranjeros opresores. Dentro de un momento, traen a Manasés.

Escena 6: Sin palabras

Jesús – Apóstoles – Juan – Manasés

Entra Manasés arrestado y se arrodilla ante Jesús.

Manasés: Gracias, Jesús, por perdonarme la vida. Cuando ayudaba a llevar la cruz de Pilatos, pensé que también me crucificarían. Ahora estoy muy cansado, nunca pensé que serían tan pesadas las cruces. En este tiempo he reflexionado y quiero volver a la religión de Israel, ya no quiero ser Rómulo y quiero volver a ser Manasés, todo fue un malentendido… Ahora entendí que la verdad…

Jesús: (Interrumpiéndolo). La única verdad es que eres un ¡charlatán! Has contado mucho de nuestra organización a los romanos y pusiste en peligro nuestro movimiento. Por eso, a partir de ahora dejarás de oír y de hablar. (Se acerca en silencio a Manasés que permanece arrodillado).

Manasés: ¡No, no! ¡Pido perdón! ¡Tienes que hacer como Jehová, que perdonó a mi ancestro rey pese a que practicó la magia, la adivinación, sacrificó niños a los ídolos y descuartizó con una sierra al profeta Isaías! ¡Y luego de su cautiverio fue reinstalado como rey!

Jesús: Sí, después dejó su trono a su hijo Amón, que volvió a los delitos de su padre y tuvo que ser asesinado dos años después. Aparte ese “perdón” fue muy negativo, creó la idea de que los reyes, o cualquier gobernante, pueden hacer cualquier cosa y quedar impunes de culpa y cargo.

Manasés: ¡Perdóname! ¡No quiero ser sordomudo! Ten en cuenta, al menos, que tú y yo estamos emparentados como descendientes de los reyes de Judá.

Jesús: Eso debiste pensarlo antes de traicionarnosvoluntariamente y por dinero. Estas palabras serán lo último que oirás. (Se escupe su mano derecha y toca los oídos y luego la boca de Manasés). ¡Llévenselo!

Dos apóstoles levantan a Manasés de su posición arrodillada. Cuando se incorpora, se lleva los dedos a los oídos y señala que no puede escuchar, hace gestos obscenos y sonidos guturales ininteligibles de forma muy alterada, mientras los mismos dos apóstoles lo retiran de la escena.

Escena 7 : Mentir para vivir

Jesús – Juan – Apóstoles – Esteban

Juan: Tenemos otro caso: otro renegado. Traigan a Esteban

Entra Esteban atado, acompañado por dos discípulos.

Jesús: Sí, lo conozco. Fue uno de nuestros primeros diáconos. Cuéntame tu caso, ¿por qué te están acusando?

Esteban: Yo hacía proselitismo en tu nombre. Proclamaba que eras el mesías prometido, pero los miembros de la sinagoga me llevaron ante el Sanedrín y me amenazaron con apedrearme hasta morir por decir blasfemias. Me asusté y negué todo para que me liberaran, hasta maldije tu nombre. Cuando llegaste al poder, mis examigos cristianos me detuvieron para que tú me juzgues por apostasía.

Jesús: ¿Qué dijiste concretamente de mí?

Esteban: Entre otras cosas, que eras bebedor, mujeriego y mentiroso. Como dudaban de mi sinceridad, al final me puse de rodillas y lo juré por Dios, que todo era cierto. Recién allí se convencieron y me liberaron.

Juan: Fuiste un pusilánime, Esteban. Deberías haber mantenido tu fe con un extenso canto de alabanzas al Señor, aunque te lapidaran. Hoy te veríamos como el primer héroe de nuestro movimiento; en cambio, ahora los hermanos piden que te lapiden por cobardía. Así todos verán que nadie escapa a su destino.

Jesús:(Se acerca a Esteban