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Yunkaporta amplía sus exploraciones sobre el modo en que los occidentales podemos aprender del pensamiento indígena, esbozados ya en «Escrito en la aren». «Relato correcto, relato incorrecto» es un estimulante viaje en canoa. También es un descenso a los infiernos de la desinformación y la comunicación contaminada por intereses económicos. En esta expedición, Tyson Yunkaporta nos invita a desplegar hilos de conversación para comprender cómo enseñamos y aprendemos, y cómo podemos hablar entre nosotros. A través del diálogo con economistas liberales, ecologistas, matemáticos, ancianos talladores de madera y narradores de historias, Yunkaporta amplía sus exploraciones sobre la importancia de aprender del pensamiento indígena, que ya había esbozado en su libro Escrito en la arena. Con una originalidad sorprendente, da forma a un tipo de pensamiento colectivo alineado con la tierra y la creación.
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Seitenzahl: 417
Veröffentlichungsjahr: 2025
Thomas Bauer · La pérdida de la ambigüedad
Heike Behrend · La humanización de un mono
Moritz Rudolph · El espíritu universal como salmón
Carrie Jenkins · Amor triste
Svenja Flasspöhler · Sensible
Éric Sadin · Hacer disidencia
Tyson Yunkaporta · Escrito en la arena
Valeria Campos Salvaterra · pensar/comer
Francisco Villar Cabeza · Cómo las pantallas devoran a nuestros hijos
Daniel Gamper · De qué te ríes
Jens Balzer · Ética de la apropiación cultural
Tristan Garcia · La vida intensa
Laurent de Sutter · Elogio del peligro
Gilles Fumey · Geopolítica de la alimentación
Tyson Yunkaporta
Una travesía por el pensamiento indígena
Traducción de Ricardo García Pérez
Herder
Cubierta
Portada
Sinopsis
Sobre el autor
La canoa incorrecta
Pertenencias: ¿puedo conservar todas mis cosas en el antropoceno?
Rito de retorno
El árbol que te mata en venganza
Cultura con motosierra
La gran rana loca maníaca
Sé la abeja del cambio
El enigma del acero
¡Pillado!
Líneas incorrectas
Doce reglas para evitar las listas de reglas en el antropoceno
Pajarillos
Si te gustó, también te puede gustar...
Nota
Cover
Title-Page
Frontmatter
Start of Content
Backmatter
Table of Contents
This project has been assisted by the Australian Government through Creative Australia, its principal arts investment and advisory body.
Este proyecto ha contado con el apoyo del Gobierno de Australia a través de Creative Australia, su principal organismo de inversión y asesoramiento en materia de arte.
Título original: Right Story, Wrong Story: Adventures in Indigenous Thinking Traducción: Ricardo García Pérez Diseño de portada: Herder
© 2023, Tyson Yunkaporta. Publicado en inglés por Text Publishing Company Australia© 2025, Herder Editorial, S.L., Barcelona
ISBN: 978-84-254-5183-6
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a cedro(Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com).
Edición digital:www.voringran.com
Herderwww.herdereditorial.com
Relato correcto, relato incorrecto es un estimulante viaje en canoa. También es un descenso a los infiernos de la desinformación y la comunicación contaminada por intereses económicos. En esta expedición, Tyson Yunkaporta nos invita a desplegar hilos de conversación para comprender cómo enseñamos y aprendemos, y cómo podemos hablar entre nosotros.
A través del diálogo con economistas liberales, ecologistas, matemáticos, ancianos talladores de madera y narradores de historias, Yunkaporta amplía sus exploraciones sobre la importancia de aprender del pensamiento indígena, que ya había esbozado en su libro Escrito en la arena. Con una originalidad sorprendente, da forma a un tipo de pensamiento colectivo alineado con la tierra y la creación.
Tyson Yunkaporta pertenece al clan de los Apalech, arraigado en la península de Cape York, en el extremo noreste de Australia. Leemos en su libro que es miembro del clan por adopción, acto que puso fin a un camino de búsqueda de sus origines indígenas, después de una juventud confusa y violenta. Desde entonces viaja por Australia y profundiza su conocimiento del pensamiento y la cultura de los pueblos indígenas de Australia. Es artista y poeta y, además, docente de pensamiento indígena en Deakin University Melbourne.
Hola, hermano mío.
¿Sabía usted que los equidnas macho tienen cuatro penes? Si yo fuera tan inteligente como un equidna, podría utilizar esa media verdad para presentar una teoría evolutiva sobre el dominio masculino y proyectarla sobre mi propia especie para, a continuación, vender libros a espuertas. De todas formas, esto, en realidad, no es del todo verdad: solo tiene un miembro grotesco con cuatro cabezas y su compañera seguramente tampoco quiere que esa cosa horrible se acerque en modo alguno a ninguna de sus vaginas.
Yo no podría desinformarle deliberadamente de este modo para obtener alguna clase de ventaja. Usted y yo tenemos la misma madre (usted está ahora mismo de pie sobre ella), así que sería impensable que yo hiciera uso de algún tipo de engaño pseudocientífico más propio de un influencer para confundirle y arruinarle la vida, simplemente para tratar de ganar algún dinero. ¡Dos-nosotros estamos emparentados!
Tenemos infinidad de cosas en común en las que podemos apoyarnos para fortalecer nuestra relación aquí, mientras pasamos revista a una serie de patologías que requieren cierta atención antes de que destruyamos el mundo con nuestra disfunción. Aun cuando usted no tenga los mismos trastornos que yo, seguramente pertenece a una cultura que sí los tiene; a menos, claro está, que pertenezca usted a una cultura saludable (en cuyo caso, casi con total seguridad, la tierra en la que vive habrá sido invadida por otra cultura insana que, de todas formas, arruinará y destruirá la suya muy pronto). Sea como fuere, a los dos nos hace falta trabajar sobre nuestras cuestiones comunes, pues ningún árbol arde en solitario.
Mi hermano dice que la culpa de que el mundo esté agonizando es nuestra, como pueblo indígena, porque no hemos conseguido situar a los colonos en una relación adecuada. Muchos de nosotros lo odiaríamos por decir una cosa así (que es la razón por la que no quiere que se cite su nombre aquí). A mí mismo tampoco me gusta demasiado escuchar ese tipo de cosas porque soy acreedor de deudas históricas que quisiera cobrar enseguida, ahora que el barman avisa de que es el momento de pedir las últimas bebidas. Pero, aun así, lo escucho porque estamos emparentados.
Este libro no contiene nada que vaya a salvar al mundo. Básicamente, es una lista de doce formas de evitar las listas de tareas en el Antropoceno, algunos chistes y relatos de terror. También hay unos cuantos intentos de sentido común de que unos futuros arqueólogos alienígenas puedan excavar y descubrir que la mayoría de los homo sapiens no eran unos malnacidos codiciosos y estúpidos, sino que simplemente tuvimos muy malos líderes.
Siempre resulta reconfortante saber que nuestro engreído fantasma podrá andar vagando eternamente por un paisaje marchito resollando «¡Os lo diiijeeeee!». Sin embargo, este tipo de instinto suicida no es la mejor mentalidad para tratar de encontrar sentido juntos. Vamos a tener que hacer algo más que limitarnos a preguntarnos unos a otros «¿Tas bien?», simplemente porque en el cuarto de baño para empleados hay un cartel que nos dice que debemos hacerlo. Tenemos que curarnos un poco y tenemos que hacerlo juntos porque nos va a doler del demonio.
Dos-nosotros mantendremos hilos de conversación con muchas otras personas mientras transitamos por el fuego, el agua y las rocas. En mi comunidad, un hilo de conversación es algo así como una charla, pero de la que se han eliminado las partes inútiles y pasivo-agresivas. El equivalente más próximo que soy capaz de encontrar en la cultura occidental es el del experimento mental, que es una narración ritualizada y abierta a la participación de todos en la que cada cual aporta sus ideas al relato y donde se incluyen y se respetan las aportaciones de todo el mundo, con independencia de lo contradictorios que puedan parecer los diferentes puntos de vista.
Este capítulo y el último serán como las bambalinas de un gran evento: un lugar donde pasar un rato con pensadores enigmáticos como Hobbes o Rousseau y tratar de decidir qué es lo que queremos creer acerca de la condición humana. Las ideas discordantes nos aguijonearán como avispones y habrá realidades espantosas que nos arrebatarán la esperanza como sanguijuelas. Entonces, daremos un paseo por un bosque de acacias negras lleno de árboles vengativos, al que seguirá un descenso a los nueve círculos del infierno en la Tierra. Si conseguimos recorrer todo el camino, dos-nosotros podremos comparar nuestras notas aquí, entre las bambalinas, antes de comenzar y, de nuevo, al final, para ver si nos hemos curado o, siquiera, si hemos crecido algo durante la travesía. Para esta absurda narración del viaje del héroe no dispongo de ningún mapa (solo unas cuantas notas de mi amigo Dante), ni de ningún relato, y no sé qué tipo de persona es usted… De modo que aquí estamos, dirigiéndonos hacia una tormenta como un par de borrachos que se hubieran conocido en una taberna y hubieran robado juntos una barca.
Tal vez usted sea una de esas personas que disfruta con la autoayuda edificante, con las supersticiones irracionales al estilo new age o con la sabiduría indígena. ¡Dios mío! Va usted a llevarse una decepción. El desarrollo personal (igual que el desarrollo, en general) es una combinación de las partes más estúpidas de la ciencia y las partes más estúpidas de la espiritualidad, y creo que a lo largo del último siglo ha ido acelerando la muerte del planeta. Pero esa opinión es solo parte de mi relato; el suyo es igualmente importante, de modo que me alegro de tenerle por aquí. De todas formas, no voy a dedicarme a hacer con usted ese tipo de ejercicios consistentes en dejarse caer de espaldas para que otras personas nos sostengan y que sirven para fortalecer la confianza de un grupo; ni tampoco búsquedas para obtener una nueva visión, ni medita-ción, ni ejercicios de respiración. Lo siento.
Venga a sentarse y tómese un kapati (una taza de té) porque vamos a emplear toda la ciencia del mundo, y con toda la energía posible, para tratar de salir ahora mismo de este desquiciado mundo; y como mejor se empieza con esa tarea, como con todas las tareas, es con un hilo de conversación en torno al fuego del hogar. Los datos no dicen nada sin análisis y el análisis siempre está orientado por las narraciones. Siempre. Así que traiga sus relatos aquí, en torno al fuego, porque para conseguir que este análisis funcione nos hacen falta todos los relatos, incluidos los suyos.
Bienvenido. Aun cuando sea usted un pedazo de mierda manipulador, tóxico, malintencionado y criminal, es usted necesario y se le quiere. Aquí estamos todos en un terreno absolutamente igualado, sin que sea posible conquistar ninguna autoridad moral superior. Y no tendrá que preocuparse por sentirse incompetente en compañía de algún modelo de sabiduría antigua. Y todo esto no significa que yo tenga baja autoestima: pertenezco a una cultura en la que se cuida a todo el mundo y donde nadie está por encima de nadie. Me siento bastante cómodo con mis defectos y con mi limitado papel cultural. Sé que, pase lo que pase, se me amará, se me respetará y se me cuidará, y esta certidumbre me permite cumplir con todas mis obligaciones… e incluso, de vez en cuando, sobrepasar mis límites y escribir algo interesante.
Me gustaría ofrecerle el mismo tipo de relación, aun cuando seguramente no seré capaz de hacerlo en persona. Si pudiera, lo haría. Yo sería su hermano y lo amaría y hay muchas personas que harían lo mismo, así que búsquelos a su alrededor antes de hacer algo que sea irreversible. A usted se lo cuida potencialmente, así que venga a vernos cuidar a las personas. Una buena pista: el mejor modo de hacerlo es empezar por ser una persona que se preocupa por los demás.
Aquí todos mis amigos lo son y yo los respeto a todos y cada uno de ellos, estén vivos o no. Mis compadres Hobbes y Rousseau también están aquí. ¿Los conoce usted también? Hobbes dijo que nuestros antepasados tenían una vida breve de burdas miserias y de ignorancia primitiva, y Rousseau, que eran nobles salvajes que vivían en el paraíso. Pero están aquí los dos, sentados alrededor del fuego, asustados, confusos; llorando mientras torpemente empiezan a repartir besos. Estarán bien. Todos vamos a estar bien, ¿de acuerdo?
Me han dicho que la gente se interesa por lo que escribo simplemente por las cosas que puedo decir impunemente debido solo al exotismo de mi identidad. Tengo amigos que me dicen que yo disfruto de libertad de expresión y que ellos no porque yo pertenezco al clan Apalech, del remoto extremo septentrional de Australia, y ellos no. Y porque sus antepasados fueron expulsados de su tierra natal en algún momento de hace varios siglos y los míos fueron desposeídos de sus tierras hace menos tiempo. Y yo tengo una conexión «especial» con la tierra y ellos no.
Bueno, yo nunca he dicho nada que se le parezca, pero no puedo hacer que dejen de proyectarlo sobre mí. Amo nuestra cultura aborigen y creo que es el mejor modo de vivir que ha existido sobre la Tierra, pero no estoy aquí para promocionar ese punto de vista, ni para defenderlo.
Lo único que sé es que todos estamos asustados y cansados y que necesitamos desesperadamente hacer una pausa (además de tomar alguna medida urgente). Así que haga una pausa activa y urgente y disfrute de esta experiencia edificada sobre los cadáveres recientes de algunos árboles, o alimentada por los cadáveres no tan recientes de árboles que llevan mucho tiempo muertos (según esté leyendo un ejemplar en papel o en un archivo digital). Si vendo suficientes ejemplares, recuperaré un pequeño pedazo de tierra aborigen; solo el suficiente para que correteen los niños y unas cuantas gallinas mientras esperamos a que lleguen los drones, los buldóceres y las tormentas arrasadoras.
Esta experiencia es una clase magistral de una especie de ciencia popular hipster e indigenizada. En los últimos años me he caído de culo varias veces delante de todo esto no porque esté muy justificado o sea riguroso, sino porque a la gente le gusta y es divertido. Convierte el sarcasmo en una forma de arte dialéctica que practicamos juntos como lector y autor, según la cual actuamos con escepticismo para subrayar nuestra fe, interpretamos el papel del embaucador alborotador para promover la estabilidad y lloramos el final para celebrar el comienzo. Y mezclamos aleatoriamente ideas contrapuestas con el fin de cultivar la ilusión de la sabiduría antigua… Pero, ahora en serio: juntos descubriremos que no es el contenido lo que importa, sino el proceso y la relación. Para eso tenemos que reunir todos nuestros relatos. Tómese un minuto para recuperar uno de sus relatos y, luego, si quiere continuar, permita que se entreteja con un relato de la red de relaciones que soy yo.
Aquí está mi relato de kinuw. Solo tenga en cuenta que la traducción al inglés de los pronombres de la lengua aborigen puede resultar extraña, pero que en algunos lugares el relato no va a funcionar sin «dos-nosotros», «nosotros-pero-no-otros», «nosotros-todos» y algunas variantes más. Que no le dé un ataque al corazón: no voy a obligarle a utilizar mis pronombres indígenas. En nuestra cultura no se puede obligar a nadie a hacer nada.
Ahora tal vez se encuentre usted en un lugar-relato, en el emplazamiento de una relación totémica con los lirios de agua que crecen cerca de un río. Desde hace dece-nas de miles de años, las semillas de ese lirio se han molido para hacer pan. Usted y esa especie vegetal son parientes y dos-ustedes están siendo trasladados a una estación de abundancia tras un periodo de lluvias torrenciales. La tierra está desplazándolos con sus ciclos anuales, llevándolos a consumir una dieta y a realizar unas actividades que necesitan para sentirse saludables y plenos. Pero aquí también intervienen ciclos más largos.
Cerca hay un árbol en particular que solo florece una o dos veces cada cien años y que ahora mismo está totalmente en flor. Usted no lo ha visto nunca, pero los más mayores que están con usted lo recuerdan. Bajo ese árbol hay un cocodrilo que está construyendo su nido, así que hoy nosotros-todos evitamos esa parte del río y una docena de sus sobrinos y sobrinas están salpicándose de agua en las aguas someras de otra orilla, donde los mayores dicen que es seguro hacerlo esta mañana (pero no mañana por la mañana). Usted no tiene que seguir sus instrucciones porque aquí no hay jefes, pero escucha a esos mayores porque no quiere que le muerdan los cocodrilos. Nosotros-todos vivimos los viejos relatos que nos orientan cuando escuchamos respetuosamente, así que no tenemos que preocuparnos por los predadores. Aquí está ausente el curioso relato nuevo de la lucha o la huida que está asociada con la vida en el Paleolítico, porque vosotros-todos sabéis dónde están los predadores, siempre. Ellos son vuestras relaciones.
La última vez que los mayores vieron florecer ese árbol junto al nido del cocodrilo fue también la última vez que se hizo una canoa en este lugar. Quieren asegurarse de que todo el mundo recuerda cómo hacerla, así que esa es la razón por la que vosotros-todos estáis aquí hoy. Mientras los niños juegan, algunos están lanzando redes para atrapar peces, mientras que otros están cargando una barcaza herrumbrosa con agua, herramientas y cañas de pescar. Muy pronto, todo el mundo se habrá amontonado a bordo y vosotros-todos iréis tierra adentro hasta el árbol para fabricar la canoa que los mayores han seleccionado cuidadosamente para este día.
De camino, vosotros-todos os detenéis para recoger a algunas tías carnales que han estado recolectando marisco y cangrejos en los manglares. Indican dónde hay que detenerse allí y la autoridad del grupo se vuelve hacia una abuela que os aconseja a vosotros-todos durante este tramo del viaje, porque esta parte del río es el lugar de ella. Se sienta con vosotros un rato y dos-vosotros contempláis a un delfín jugando mientras ella cuenta el relato del delfín.Se llama otamat, que ella os dice que es una palabra antigua que procedía de una relación comercial internacional con Indonesia, hace mucho tiempo. También os cuenta que esta relación comercial histórica con Nueva Guinea e Indonesia influyó en el diseño de la canoa que vosotros-todos vais a fabricar hoy.
Pasan unos cuantos recodos del río y la autoridad vuelve a dirigirse al hombre que habla del lugar donde vive el árbol de la canoa. Pero el grupo no sigue sus instrucciones inmediatamente porque cerca de la otra orilla hay unas aves blancas zambulléndose en el río, así que vosotros-todos sabéis que en ese lugar también hay pescado blanco y graso alimentándose. Todo el mundo decide ir a pescar allí un rato para conseguir más comida para después. Algunos se separan del grupo y van a la orilla del río para encender una fogata y cocinar un poco de ese pescado blanco. Finalmente, regresan y el río os lleva a vosotros-todos tierra adentro.
En el último tramo del viaje, se sienta usted con su sobrino y le enseña los nombres de docenas de orquídeas que crecen en los manglares. Es la primera vez que él se ha fijado en estas plantas, pero ahora que conoce su nombre enseguida las verá todas las veces. Una de esas orquídeas contiene una sustancia que convierte el agua salada en dulce y, seguramente, si usted fuera una especie de diablo podría patentar la secuencia genética de esa planta y ganar mil millones de dólares. Hay personas que pagarían una fortuna simplemente para mantener algo en secreto. O que matarían por ello. Tal vez sea mejor guardarnos ese secreto para nosotros.
Enseguida, la barca atraca en el lugar donde está el árbol de la canoa y todo el mundo se dispersa para hacer cada cual lo que le apetezca. Su primo pequeño persigue a un cachorro con un palo y, después, se acobarda al máximo cuando le gruñe. Vosotros-todos os ponéis a pescar sargos y dejáis el sedal demasiado largo, así que una serpiente de agua con quilla agarra el sargo que habéis enganchado y conseguís un dos por uno para comer. Para decorar artefactos culturales, las tías carnales empiezan a recolectar brillantes semillas rojas, unas semillas que se llevan usando miles de años para controlar la natalidad. Eso no concuerda con lo que los profesores nos han contado en la escuela acerca de que hace muy poco, y por primera vez en la historia de la humanidad, la medicina moderna ha liberado a las mujeres gracias a la invención de la píldora anticonceptiva. Tal vez piense cuánto cambiarían las cosas si todo el mundo comprendiera las implicaciones de todo eso, salvo que es un día maravilloso y, aunque solo sea por una vez, está usted experimentando alegría en estado puro manteniéndose apartado de todas las instituciones y funcionarios que gobiernan su vida. Así que deja de pensar tanto y, simplemente, siente… y está en relación con la familia y el lugar.
Vosotros-todos os turnáis con el hacha para derribar el árbol de la canoa. Cada uno da unos cuantos hachazos y, después, la pasa. Se le van quitando las ramas, se corta a la medida y, a continuación, se ata a la barca mientras os coméis la serpiente de agua y escucháis el relato de cuál fue su participación en el cuento de la serpiente taipán y del tiliqua. Los lugares de ese relato se abren paso en su mapa mental de esa tierra mientras vosotros-todos recogéis las cosas y os dirigís a casa arrastrando el árbol de la canoa.
De regreso en el lugar de los lirios, come usted cangrejos para cenar y siente una palmada en el hombro y se vuelve, pero no ve que haya nadie. El hombro es la parte del cuerpo correspondiente a la relación padre-hijo, así que se preocupa usted por su papá. Alguien llega en coche desde la ciudad y se entera usted de la noticia de que su padre está bien, pero que no se alegra de que esta mañana tomara su lanza sin habérsela pedido. Mira usted a su alrededor para buscar la lanza, pero alguien la cogió a la hora de comer y, después de aquello, ha perdido la pista de adónde fue a parar. La economía del compartir no es garantía de armonía y después tendrá usted problemas con su papá. Graves problemas. Pero eso será después, así que olvídese de eso por el momento y disfrute de la puesta de sol y de los cangrejos.
A la mañana siguiente, los mayores empiezan a dar forma a la canoa con sus hachas, vaciándola y quemándola con fuego. Observa usted durante mucho tiempo hasta saber definitivamente cómo se hace y, después, colabora. Aquí no hay ensayo y error: nada de «aprender de los errores». O una persona sabe hacer algo, o no sabe; y se aprende escuchando y observando. El vínculo yo-otros entre vosotros-todos y los talladores expertos de la canoa es tan dinámico que vosotros-todos no solo estáis observándolos a ellos-todos, sino también siendo ellos-todos, y así aprendéis y demostráis maestría en el primer intento.
Es el mismo proceso de aprendizaje cuando vas con un grupo reducido de parientes (nosotros-solo) para cortar los remos y avanzar entre los mangles con el portarremos. El mangle tiene una forma natural perfecta para un remo y no es necesario hacer muchos cortes para terminarlo. Mangle y remo tienen el mismo nombre, una palabra con un sonido extraño que no parece que encaje con su lenguaje, y entonces usted se pregunta si también es una palabra que viene del comercio extranjero de hace muchos años.
El día siguiente, la canoa está terminada y es el momento para los niños. Ahora hay varias docenas paleando sobre la canoa en las aguas poco profundas y tirándose de espaldas de ella, riendo y gritando. Esta es la mejor parte.
La familia emplea la canoa durante los meses siguientes, pero después pasan a recogerla y se coloca en exposición en una institución a la que ahora pertenece. Los insectos empiezan a comérsela por dentro y sus nuevos propietarios la fumigan con productos químicos para conservarla, pero es demasiado tarde. Los huevos de los insectos han llegado a lo más profundo de la madera como uno de esos mensajes que se autodestruyen en las películas de espías. Nuestra embarcación necesita estar viviendo y usándose con frecuencia en agua dulce y salada para evitar que los insectos la devoren. Enseguida se desmenuza hasta convertirse en serrín y alguien escribe un artículo lamentando la desaparición de «la última canoa».
No lo entienden. La canoa no es una pertenencia. La pertenencia está en las relaciones que se fortalecieron con su construcción y en los procesos de conocimiento de un millar de actividades que se manifestaron y, al mismo tiempo, se transmitieron a la generación siguiente. Mientras las relaciones duren, los mapas y los planos de la canoa permanecerán como un conocimiento vivo que sobrevivirá a todos los libros y a todos los servidores que pudieran tratar de recoger este relato. Las relaciones son el único modo de almacenar datos a largo plazo de forma segura.
En mi cultura, raras veces escuchamos un relato empaquetado de esta forma, con un principio, una secuencia intermedia y un final y con un mensaje temático y moral claro. Si pescamos en el lugar donde murió un antepasado aviar, escuchamos esa parte del relato y cualquier información relevante para la pesca en ese lugar y esa estación. Tal vez nos den también un mensaje sobre los celos, si últimamente eso hubiera sido un pro-blema para nosotros. Tal vez no nos enteremos de la parte del relato referente a los huevos hasta varios años después, cuando sea pertinente para alguna otra acción o transgresión en un lugar y un momento concretos.
Este relato de kinuw que acabo de referir quizá tenga sentido para usted, pero no para mí. Los sucesos reales tuvieron lugar en una secuencia distinta, en diferentes estaciones y a lo largo de un periodo más largo. Ahora leo ese relato y veo algunas relaciones de lugar y personas que no encajan entre sí y resulta confusa del demonio. Pero yo la escribí para usted adaptando el conjunto de mi mundo con la intención de demostrar comprensión y respeto por unas secuencias lógicas culturales que son diferentes de las mías.
No puedo pedirle que se lea todo un libro entero de lo que parecen fragmentos narrativos desconectados y un collage caótico de conversaciones segmentadas y contradictorias sin mostrar primero ese mismo respeto. Hay provocaciones que surcaremos juntos y que resultan peligrosas e incómodas, pero no podemos hacerlo a menos que antes entablemos una relación en un espacio de traducción que no es mío, ni suyo, sino que dos-nosotros vamos construyendo juntos a medida que vamos poniéndonos de acuerdo. Porque esa relación es lo único que tenemos y algún día, pronto, todo el mundo tendrá que darse cuenta de esto si queremos seguir viviendo.
En el interior de usted o en mi interior, como individuos, no pasan demasiadas cosas. En absoluto muchas. Al igual que yo, usted seguramente tiene familia, mentores, entrenadores, autores, profesores y un contenido hecho a medida de forma algorítmica que desde hace años le dice lo contrario. Tal vez le dijeran que en su interior hay un ser único de profundidades escondidas, talentos fabulosos, traumas hechos a medida y un perfil demográfico de privilegios y desventajas que determina su destino individual. Tal vez le dieran una máscara y le llamaran cara.
Así que imagine que esa entidad existe y que ahora mismo está montando su cuerpo como si fuera un caballo, como un jinete complejo pero defectuoso que estuviera desesperadamente solo y con una necesidad de desarrollo personal y de afirmación de sí mismo infinitas. Su jinete necesita que le escuchen. Su jinete necesita hacer ejercicios conscientes de respiración. Su jinete necesita aprender humildad cultural. Su jinete necesita actualizarse.
Tal vez nosotros, los seres humanos, seamos mucho menos complicados (y más complejos) que todo eso. Tal vez solo tengamos protocolos de actuación básicos que nos conectan directamente para interaccionar con nuestro paisaje, para pacer en la información de nuestro país, nuestro idioma y nuestra cultura hasta que cultivemos una red de relaciones capaz de procesar colectivamente la complejidad, una mente que se extienda más allá del cráneo hasta tan lejos como nuestros mapas historiados del ser puedan llegar. Tal vez cuando creamos, pensamos, sentimos o nos comunicamos solo seamos capaces de hacerlo hasta los límites de esas redes de relaciones.
Pensemos en la posibilidad de que no seamos nada sin nuestras relaciones. Todos nuestros parientes —humanos, no humanos, plantas, animales, lugar, sangre, agua—, todos estos vínculos familiares contienen nuestro pensamiento y nuestro carácter, las cosas que siempre hemos imaginado que están ocurriendo en el interior de nuestra fabulosa mente individual. Sopese la idea de que no hay casi nada que pueda aprender acerca de las hormigas examinando a un único espécimen en una placa de Petri. Es un buen marco para pensar, dándose cuenta de que ni siquiera toda una colonia de hormigas puede arrojar mucho conocimiento útil, a menos que conozca el sistema de las estaciones, los cursos de agua, las especies y las relaciones simbióticas en las que esa colonia se asienta. Bueno, en todo caso, a mí ese marco me ha resultado muy útil cuando he investigado colonias.
Escribí un libro que se titulaba Escrito en la arena y, como en la cubierta de un libro no hay espacio para que aparezcan 150 coautores, todo el mundo dio por supuesto que las palabras de ese libro eran mías. No era así. Todos los pensamientos que había allí provenían de una relación y siguen asentados en esa relación, conectándose a diario con nuevas familias de conocimiento. Sus páginas no contienen nada, exactamente igual que yo no contengo nada. Todos los capítulos estaban tallados en objetos tradicionales antes de que fueran escritos y, después, parte del relato de esas herramientas y esas armas se tradujo a texto impreso. Pero eran las relaciones las que portaban (y siguen portando) el verdadero conocimiento.
Así que primero tiene que conocer mis relaciones; no solo la visión local, sino cómo se integra todo en el mundo real, en el mundo en general.
Soy un hermano menor. Mi hermana mayor, Delys, habla por mí y mi hermano mayor, Steve, habla por los relatos que llevamos juntos. Hay muchos hermanos y hermanas y primos y, cuando nos vemos a lo lejos, alguno de nosotros tal vez grite «¡Brolga brolga brolga!», y otro responda «¡Kor’ kor’ kor’!», porque esa grulla es un ave que nos une en una relación totémica común. De todas formas, eso no quiere decir que todo sea pacífico. Las familias se pelean, se dividen… las familias se hacen daño y, en estos tiempos, los viejos mecanismos no siempre están en su sitio para impedirlo. Al igual que todo el resto del mundo, ahora mismo estamos peleándonos. Ya no existe ningún paraíso soberano que podamos encontrar; solamente concesiones de minería y pastoreo que rodean a unas aldeas donde la única industria próspera es la de la vigilancia y el control policial.
A papá lo llaman Rambo porque en su juventud era salvaje como yo. Ahora es un anciano de la iglesia. Mamá falleció hace unos cuantos años. Pero hay montones de mamás y montones de papás, como en ese sentido lo son para mí sus hermanos y hermanas, y todos ellos nos criaron. Ellos solo empezaron a educarme (como chico aborigen huérfano o carente de tribu) cuando yo tenía veintimuchos años, así que me he desarrollado de un modo un tanto tardío, aun cuando ahora tenga cincuenta años. Mis hermanos y yo criamos a nuestros propios hijos y a un montón de sobrinos, sobrinas y nietos, que también tienen hijos de los que todos cuidamos juntos, muchas veces llevándolos con nosotros en nuestros viajes. Esta es la mayor parte de nuestro trabajo. El resto es ganar suficiente dinero para alimentar, dar cobijo, equipar y educar a todos y cada uno de ellos. A veces, también hay tiempo para cuidar del país y hacer ceremonias. Pero no mucho.
Todos nos esforzamos verdaderamente, pero le digo una cosa: estoy harto de oír esta basura de estadística según la cual el ochenta por ciento de la biodiversidad que queda en el mundo está siendo cuidada con diligencia por los pueblos indígenas. La mayoría de nosotros solo tenemos un Título de Propiedad Nativo (Native Title) nominal y ningún control real; en el mejor de los casos, «cogestión» sobre aspectos que faciliten los intereses mineros o agrícolas mientras nos esforzamos por alimentarnos y darnos cobijo en el seno de la economía de la cultura ocupante. Eso no nos deja mucho tiempo para cuidar de la pizca de biodiversidad que queda en sus reservas de agua, sus complejos agrícolas, sus construcciones inmobiliarias y sus concesiones mineras. Nuestra familia sí prosigue con este trabajo en nuestros lugares sagrados (los que todavía no han sido dinamitados o arrasados con un buldócer), pero es muy difícil embutirlo todo en un fin de semana.
Nuestro relato de brolga (grulla) está conectado con un emplazamiento sagrado llamado Piedra Deslizante (Moving Stone), y también con muchos otros lugares a lo largo de esa línea de canción: el mapa narrativo del paisaje que conserva el conocimiento y la historia del clan. Esto también nos conecta con la Serpiente del Arco Iris, el relámpago, la tormenta,la sangre, la orina, los lirios, las conchas de barro, la cacatúa colirroja y muchas otras cosas. Todas estas son entidades que están en relación con nosotros.
También estamos vinculados a otras familias de otros clanes, además de a muchas personas de otros territorios muy lejanos. A menudo viajamos y nos quedamos con ellos en esos lugares, a veces durante muchos años. Con frecuencia adoptamos hijos o nos casamos en esos lugares y con esas familias y nos quedamos allí para siempre. Una de mis muchas sobrinas está actualmente en proceso de adopción plena por una familia de otra comunidad. Ella asumirá el nombre y el linaje de ellos y a nosotros nos entristecerá perderla, pero nos alegrará estar fortaleciendo conexiones y relaciones interdependientes con este otro País. En nuestra cultura, sabemos que este es el mejor modo de evitar la aparición del imperialismo y la guerra industrial… que es la razón por la que siempre habíamos tenido batallas, pero nunca guerras. La adopción y el matrimonio entre grupos diferentes es una cosa sagrada y para nosotros funciona mejor que Juego de tronos. ¡Tengo un tío que se fue a Isla Mornington hace muchos años y nunca regresó! Pero aquello tuvo que ver con una mujer…
Eso mismo me sucedió a mí hace poco, que es la razón por la que acabé 3500 kilómetros al sur de mi hogar, de repente en una ciudad, pero locamente enamorado de mi esposa Megan. Tenemos dos bebés juntos y ahora también soy padre adoptivo de su hija. Megan está emparentada con los Smith y los Mitchell del pueblo baradha, en el centro de Queensland. Creo que me enamoré de ella porque tiene tantas cicatrices como yo, lo cual significa que podemos leer el cuerpo del otro como si fuera una novela rusa. Ella es una participante activa en muchos de los hilos de conversación de este libro.
Tengo tanto afiliaciones fuertes como lazos más antiguos y rotos con parientes indígenas que viven muy lejos de mi hogar, muchas relaciones diferentes en el sur y el oeste de Australia, desde parientes lejanos hasta otras conexiones culturales estrechas. En contextos sociales aborígenes saludables, para presentarnos diríamos todos esos nombres a lo largo de muchas horas o, incluso, de días y noches, y trataríamos de comprender cómo es nuestra conexión hasta llegar a un único grado de separación, de tal forma que sepamos cómo llamarnos unos a otros en términos relacionales; pero, en realidad, esto no es posible entre el público internacional que lee estas palabras, así que sería mejor que dejara al margen ese protocolo. Ya he agotado mi bienvenida con la longitud de las palabras de este capítulo inicial. Pero creo que ya sabe cuál es la idea. Mi red de relaciones es lo que me permite escribir este libro, lo que me constituye como ser humano. Sin eso, me muero.
Pese a las devastadoras perturbaciones y disfunciones, nuestras comunicaciones y redes sociales indígenas son tan fuertes todavía en este continente que nunca me he encontrado a más de unos pocos días andando de personas que me son conocidas y que, si lo necesito, me darán cobijo y comida. Es como un Airbnb aborigen, pero verdaderamente descentralizado, que no requiere ningún servidor, ni ninguna plataforma, ni ninguna señal electrónica. Esta red viviente es lo que me permite a veces escribir. La comunidad se reúne y un amigo del pueblo murri dice que él se hará cargo de mí con el trabajo, una mujer del pueblo palawa dice que me ayudará a cuidar de mis niños pequeños, el pueblo djadjawurrung me introduce en sus tierras a base de humo y un relato de serpiente y un hombre del pueblo gumbaynggirr que vive allí me permite utilizar una pequeña choza que ha construido en el monte, que es donde estoy escribiendo ahora mismo.
Hay una comunidad de talladores de madera indígenas que se congrega en torno a este lugar, así que, aunque estoy lejos de casa, siento que estoy con mi gente. Estamos tallando juntos estos relatos, pero también tienen una forja para hacer bumeranes de acero como el de Mad Max 2. Los apocalipsis son cosas inquietantes, pero se vuelven mucho más interesantes si estamos preparados por todo un acopio de relaciones en lugar de por armas, oro y suplementos vitamínicos.
Cuando se permite que funcione adecuadamente, esta red de relaciones que tenemos en nuestras comunidades indígenas es una red de seguridad social impresionante. También informa de nuestra gobernanza, nuestra economía, nuestras leyes, nuestros sistemas de almacenamiento de información y nuestras relaciones diplomáticas… todo ello de unas hermosas y maravillosas formas que vale la pena tener en cuenta en una época de la historia en la que la mayor parte del mundo está tratando de reconfigurar unas instituciones fallidas.
Dos-nosotros, usted y yo reunidos en estas páginas, estamos aquí para averiguar lo que es valioso e interesante en el diálogo. No estamos aquí para anotarnos puntos en una guerra cultural. Si hablo de instituciones globales fallidas y de imperios destructivos no tiene que ver con individuos, comunidades o culturas; tiene que ver con sistemas y estructuras bajo las que en este momento de la historia se nos exige vivir a todos, y la mayor parte de nosotros estamos profundamente descontentos y absolutamente espantados con todo eso. No estoy aquí sentado con usted aferrándome a las deudas históricas de las que soy acreedor; estoy aquí para compartir algunos relatos, patrones y sistemas que podrían ser útiles en las próximas décadas (o incluso siglos).
En el relato de la canoa de la familia extensa que acabo de compartir con usted se pueden ver los procesos de una economía de conocimiento no centralizado inscrita en una especie de cognición distribuida a lo largo y ancho de la creación, que es portadora de toda la producción, transmisión y memoria del conocimiento. Estas cosas están gestionadas desde el interior de unas relaciones intergeneracionales de colectivos biorregionales (tanto en el seno de las regiones como entre agrupaciones de regiones interrelacionadas) que se extienden a lo largo de la totalidad del tiempo. El conocimiento compartido en el seno de los procesos y protocolos de esta economía relacional es algo que considero «relato correcto».
El relato correcto no tiene que ver con la verdad objetiva, sino con las metáforas y las relaciones y las narraciones de comunidades interconectadas que viven en contextos de conocimiento y economía complejos, alineadas con los patrones de la tierra y la creación. El relato correcto nunca proviene de los individuos, sino de los grupos que viven en relación correcta entre sí y con la tierra. El relato incorrecto, la forma incorrecta… se refieren a rituales, palabras y pensamientos unilaterales o desequilibrados.
Así que si quiero explorar en este libro las patologías de un mundo que viva en una relación incorrecta tengo que contar relatos incorrectos. Eso significa compartir relatos hechos por individuos o grupos corruptos, apartados de la tierra y del espíritu (y en ellos se incluye tanto a pueblos indígenas como no indígenas). Para comprender los perversos sistemas de incentivos que en la actualidad incendian nuestro mundo tengo que tallar algunos objetos de forma incorrecta con el fin de provocar que afloren relatos admonitorios. Tallar herramientas y armas es mi forma de guardar (y comunicar) relatos, correctos o incorrectos, así que normalmente tengo que hacer al menos una talla nueva para cada capítulo. La mayoría de estas no va a ser nada que usted quisiera colgar en la pared de su casa.
Estas páginas y tallas de relatos no hablan de cómo eran las cosas en los buenos tiempos de antes, ni siquiera de los retazos de procesos culturales que en la actualidad todavía funcionan bien para nuestras comunidades indígenas. Estos conocimientos están presentes, pero informan de la perspectiva de nuestra indagación sobre el estado en que se encuentra el mundo. No ofrecen contenido exótico para consumo de lectores que buscan sabiduría antigua. La sabiduría antigua puede suministrar ejemplos de modelos de gobernanza, economía y tecnología saludable, pero, en realidad, en este momento ninguno de ellos puede servir de ayuda a menos que tracemos una línea argumental directa hasta el día de hoy. Esas cosas solo sirven de ayuda si se examinan junto con los relatos del desarrollo,el crecimiento, la cibernética, el liberalismo, el modernismo, el posmodernismo, la posverdad y el resto de abstracciones dominantes que conforman nuestra realidad.
Así que he tallado una canoa incorrecta. Esa canoa incorrecta transportará todas las demás tallas, objetos, mapas, relaciones y relatos (buenos y malos) que conforman este libro, porque aquí estamos realizando un viaje —diablos, ¡no!… ¡una Odisea!— y muchas de las paradas antes de llegar a la orilla definitiva no serán lugares en absoluto encantadores.
Esta canoa se parece a la del relato correcto de más arriba. La única diferencia es que en su mayor parte ha sido hecha por un individuo, lo cual cambia todo. El proceso comunitario de fabricar una canoa queda dañado por la talla de este objeto.
En esta muerte llevada a cabo por un millar de cortes, cada astilla de madera es como confeti de una celebración del mercado global en el que todos competimos para sobrevivir: el individualismo duro, la pura audacia y la ética del trabajo devastador para uno mismo necesario para ganar en este juego de las sillas económico. Es realmente duro. Yo mismo, yo,lo mío, yo solo… desconectado de todo en esta actividad concreta porque mi esposa está cuidando de los niños mientras yo me marcho a toda prisa durante medio día para mostrar al mundo lo especial y lo valioso que soy, en lugar de cumplir con mis obligaciones con la familia.
Aquí, perro come perro. No he conseguido dar las gracias a Johnny Charles, el amigo del pueblo ngarrindjeri que hizo la mitad del trabajo con esta canoa. Estoy en una ciudad, a miles de kilómetros de mi familia extensa, y aunque el dinero que puedo ganar aquí saca del hambre y la pobreza a los miembros de mi familia, es un triste sustituto de las obligaciones que he descuidado como tío, padre, hermano, sobrino, hijo y nieto.
Oferta limitada, demanda elevada. En este mercado, el éxito significa tirar los dados en una actividad de alto riesgo que tal vez no compense. Yo (¡solo yo!) estoy fabricando esta canoa en un campus universitario, quebrantando las normas de salud y seguridad en el trabajo al negarme a llevar gafas y guantes, o a utilizar el inútil mazo de caucho con el que (por seguridad) me han pedido que talle. ¡Pero yo soy un rebelde! ¡Soy un generador de cambios!
Sin duda alguna, existe una tensión entre la fuente creativa y la actividad extractiva. Está la preocupación por la comunidad, la tierra y la cultura que produce estas habilidades a perpetuidad (malas para el negocio)… y después está la necesidad económica de fabricar productos hechos por y para los individuos, artículos que deben ser limitables y excluibles con el fin de que tengan un precio. No es nada personal, pero para producir valor hay que destruir tierras y comunidades. Tenemos que excluir a personas y amputar relaciones para sacar valor añadido de estos artículos, que están muy lejos de ser baratijas que cueste muy poco manufacturar masivamente para obtener beneficios. Oh, no; esto es arte, pequeños trofeos destinados a ser capital de alguien. Esto no son mercancías, sino almacenes de valor. Los forasteros acaudalados pueden lavar su dinero en efectivo con todos estos artículos únicos.
Los altibajos de los ciclos económicos están hechos para los especuladores y los ambiciosos, pero el arte y los artefactos son una inversión estable para los ricos, junto con el oro y la tierra (y, más recientemente, los derechos sobre el agua). Así que aquí estoy yo, haciendo este objeto para que se convierta en capital de otro de una forma que mata a nuestras culturas, a nuestras comunidades y a nuestra tierra, porque el desenlace final de este proceso es «la última» canoa, que será un artefacto y una pieza de valor incalculable. Esto refleja a la perfección el relato incorrecto sobre el que está construido nuestro actual sistema económico global. Los objetos solo tienen valor cuando las personas y los lugares que los producen quedan deteriorados o destruidos con su producción. Después de todo, si toda comunidad pudiera fabricar uno de esos cuando quisiera, entonces no tendrían valor en absoluto.
Todo este relato incorrecto avanza para transmitir un mensaje importante: en el actual sistema global hay algunas ineficiencias, trampas multipolares, estructuras de incentivo perversas y algoritmos que se autodestruyen que podrían servirse de algunos análisis realizados desde el punto de vista aborigen.
Al mismo tiempo, tenemos que ser realistas y reconocer que «sabiduría antigua» no es nuestra tienda generalista para la salvación a través del diseño regenerador. Resulta fácil y reconfortante asumir la hipótesis de que este método de investigación antiguo y este sistema de conocimiento holístico contendrá todas las respuestas. Pero seguramente no es así. Es más, en solitario no tengo las destrezas, el conocimiento, la perspectiva, la competencia cultural ni las cualificaciones para comprometerme con ningún análisis de esta naturaleza. Sin embargo, sí pertenezco a una inmensa red de relaciones hecha a base de hilos de conversación y de conexiones y esa entidad ciertamente sí es capaz de realizar el trabajo computacional necesario para examinar los complicados sistemas que en la actualidad están abrasando nuestro mundo.
Sabiendo ya dónde están (la mayor parte de) los cocodrilos, dos-nosotros podemos empezar ahora a arrastrar nuestra canoa hasta el oscuro y maloliente río donde empezamos la travesía de nuestro desacertado héroe. Eso, siempre que nuestros descomunales culos todavía quepan en ella: cuando estaba calculando la anchura de esta cosa no he tenido en cuenta la licorería ni el Kentucky Fried Chicken que hay carretera arriba.
Fíjese: quienes ignoran el relato incorrecto se verán inevitablemente obstaculizados por él.
Hay nubes negras en el cielo y el seco bosque esclerófilo está silencioso aquí, donde estoy sentado descortezando un trozo de madera oscura, tratando de recordar cómo lo hacía antes. Me entra el pánico un instante cuando reparo en que he perdido mi innato sentido de la orientación. Sé que el camino está al norte de aquí porque antes marché hacia el sur, siguiendo a un wómbat. Pero, de repente, no estoy seguro de en qué dirección está el norte y en este estado de confusión no sabría si el excremento de animal que hay en el tronco, a mi lado, era de un wómbat, un dingo o un puma.
Si no consigo volver a orientarme, llamaré con un grito y Pete McCurley me devolverá el grito para que yo sepa en qué dirección está el campamento. Estoy alojándome una temporada con ese genio del pueblo gumbaynggirr mientras mi reticente fuente de inspiración, Megan, lleva la carga de las obligaciones domésticas y los cuidados infantiles con el fin de que yo pueda tratar de enderezar mi cabeza, porque sus dos hermanas están empezando a pensar que me he vuelto loco.
Nuestra canoa está descansando en alguna sala de exposición: alguien quería seleccionar un contrapunto atractivo de la nostalgia colonial de las demás obras que se exhiben allí.
Así que ahora estoy haciendo un bumerán de guerra para la Ilustración, para añadirlo a las herramientas que podríamos llevar en la canoa mientras remontamos el río. Está hecho de madera de una variedad de acacia de Wilcannia, en Nueva Gales del Sur, roja y dura como un demonio, de una región del mundo donde los bumeranes siempre han sido inmensos y temibles. Cuando lo empecé era un trozo de madera enorme, pero he estado desbastando todos los trozos de la Edad de la Razón que contienen algoritmos del fin del mundo y debo decir que está quedándose un poco delgado. Es una obra (casi) en marcha. Me preocupa que cuando haya acabado va a quedar una buena pila de trozos de madera que tendré que llevarme en una bolsa.
Es mi primer día fuera en un montón de tiempo, aquí, en esta pequeña choza de la nación djadjawurrung, en un hermoso bosque lleno de wómbats. Melbourne ha estado confinada por la covid-19 durante la mayor parte de los dos últimos años y yo he estado engordando y desarrollando diferentes psicosis como si fueran tumores mientras las universidades siguen cerradas para la mayor parte del personal y mi mujer y yo trabajamos desde casa y criamos bebés enérgicamente neurodivergentes y afrontamos cada día de veinticuatro horas tal como viene. Nuestras familias extensas también están agitadas y hay sucesos horrendos con frecuencia, pero no podemos regresar a casa para ayudarlos, así que simplemente coordinamos las facturas, las fianzas y las camas y los vendajes desde nuestros teléfonos móviles y nuestras carteras.