Relatos de la Guerra de Angola 1987-1989. El fin de la Invasión en Sudáfrica - Ramón H. Rodríguez Trujillo - E-Book

Relatos de la Guerra de Angola 1987-1989. El fin de la Invasión en Sudáfrica E-Book

Ramón H. Rodríguez Trujillo

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Beschreibung

Al lector le resultará interesante conocer el desempeño de la Brigada de Tanques de Menongue a partir de diciembre de 1987 que, cumpliendo su compromiso con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de avanzar, ocupar y defender a toda costa y en un breve plazo, las posiciones sostenidas por las Fuerzas Armadas Populares para la Liberación de Angola en Cuito Cuanavale. Desde la peculiar visión y participación directa del autor, integrante del estado mayor de la 70 Brigada de Tanques, se entrelazan narraciones anecdóticas, vivencias, curiosidades personales o colectivas, en ocasiones dramáticas y asombrosas, a veces trágicas, tristes y dolorosas y, en otras, divertidas, pero todas reales. Sirva esto como un humilde tributo a quienes ofrendaron sus vidas o resultaron lesionados, y para preservar el ejemplo de internacionalismo proletario del pueblo de Cuba y alcanzaron el fin de la invasión de Sudáfrica.

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Seitenzahl: 203

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la webwww.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España. Este y otros ebook los puede adquirir en http://ruthtienda.com

Edición y redacción general:Hildelisa Díaz Gil

Corrección:Catalina Díaz Martínez

Diseño y realización de cubierta e interior:Francy Espinosa González

Fotos: Archivo personal del autor

Cuidado de la edición:Tte. cor. Ana Dayamín Montero Díaz

Conversión a ebook:Grupo Creativo RUTH Casa Editorial

 

 

© Ramón H. Rodríguez Trujillo, 2025

© Sobre la presente edición

Casa Editorial Verde Olivo, 2025

 

El contenido de la presente obra fue valorado

por la Oficina del Historiador de las FAR.

 

ISBN: 9789592248496

 

 

Todos los derechos reservados. Esta publicación

No puede ser reproducida, ni en todo ni en parte,

En ningún soporte sin la autorización por escrito

de la editorial.

 

 

Casa Editorial Verde Olivo

Avenida de Independencia y San Pedro

Apartado 6916. CP. 10600

Plaza de la Revolución, La Habana

[email protected]

www.verdeolivo.co.cu

 

Índice de contenido
Preámbulo
Un recuerdo inolvidable
Capítulo uno
El destino es Angola
Desafíos en la «tierra del fin del mundo»
La primera misión de combate
El Grupo de Rescate, la más riesgosa de las acciones combativas
Primer día. Martes 18 de agosto
Segundo día. Miércoles 19 de agosto
Tercer día. Jueves 20 de agosto
Cuarto día. Viernes 21 de agosto
Quinto día. Sábado 22 de agosto
Una inusual incursión a Cuito Cuanavale en pleno asedio
Capítulo dos
El fin de la invasión de Sudáfrica
El comienzo del obsesionante reto por Cuito Cuanavale
La crucial batalla: marcha, ocupación y defensa de Cuito Cuanavale
Iniciativa y creatividad de los combatientes cubanos
Otras vivencias en el «Rincón del Miedo»
Curiosidades de Menongue
Sin demasiado asombro
Capítulo tres
Otros quehaceres en tierras angoleñas
Regreso a Luanda
Soy de los agradecidos
Anexos
Anexo 1. Orden de marcha del grupo de Rescate
Anexo 2. Breve cronología de las principales acciones y pérdidas del Grupo de Rescate
Anexo 3. Aseguramiento defensivo de Menongue y su aeropuerto. Enero de 1988
Anexo 4. Caracterización táctico-cronológica de los combates más relevantes durante la batalla de Cuito Cuanavale. Enero-marzo de 1988
Anexo 5. Felicitación del general de división Leopoldo Cintra Frías, jefe de la Misión Militar Cubana en Angola a especialistas de Armamento
Anexo 6. Facsímil de la entrevista al teniente coronel Ramón Rodríguez Trujillo en ocasión del 29 aniversario de la especialidad de servicio de Armamento
Testimonio gráfico
Otras fuentes consultadas
Datos de autor

A los internacionalistas cubanos de la guerra de Angola,

por su gran sentido de la vida.

Preámbulo

En las crónicas, relatos, artículos, documentales y demás reportajes publicados sobre la última etapa de la guerra de Angola, se ha reseñado poco el papel que desempeñó la Brigada de Tanques (BT) de Menongue o 70 BT a partir de diciembre de 1987, para cumplir el compromiso con el alto mando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de avanzar, ocupar y defender a toda costa y en el más breve plazo posible las posiciones sostenidas por las Fuerzas Armadas Populares para la Liberación de Angola (Fapla) en Cuito Cuanavale.

La decisión del Gobierno de la República de Cuba no se hizo esperar y enseguida respondió a la solicitud de ayuda de la República Popular de Angola a mediados de noviembre del propio año, ante la amenazadora contraofensiva de Sudáfrica.

De inmediato se concibió la concepción estratégica de la operación militar, es decir, cómo llevarla a feliz término, con qué personal y medios, en qué momento y de qué modo emplearlos con eficiencia, lo cual constituiría la clave del éxito.

En tal sentido, se concibieron, planificaron y cumplimentaron diferentes planes de aseguramientos. Las actividades preparatorias, incluidos los servicios de Inteligencia, se realizaron en secreto y bajo un estricto régimen de compartimentación, con el propósito de no alertar al enemigo y alcanzar la sorpresa.

La primera fase, desde diciembre de 1987 hasta mediados de enero de 1988, se acometió por la Brigada de Tanques de Menongue bajo la conducción directa de las jefaturas de la Agrupación de Tropas del Sur (ATS), de la Misión Militar Cubana en Angola (MMCA) y del Estado Mayor General (EMG) del Ministerio de las FAR (Minfar), bajo el mando del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y del general de ejército y ministro de la institución armada Raúl Castro Ruz.

Con el propósito de acometer la tarea fue designado el primer grupo táctico (1 GT) unidad de choque de vanguardia, renombrado más tarde 71 GT en enero de 1988 por ser, entre los tres de su tipo, el de más cohesión y experiencia de la brigada, fundado un tiempo atrás a partir de un antiguo regimiento de infantería motorizada, emplazado en el punto más extremo y profundo de la línea defensiva de las tropas cubanas en el Frente Sur.

Con posterioridad, para lograr un rango de flexibilidad más elevado en la conducción de las fuerzas y, ya ocupadas las posiciones defensivas en Cuito Cuanavale, por decisión del mando superior, el 71 GT se convirtió en un grupo táctico-operativo independiente subordinado a la ATS; no siendo así en la logística, que se mantuvo bajo la dirección de la 70 BT como la unidad de más alta prioridad hasta junio de1989, cuando después de más de catorce meses se inició la retirada.

Dicho grupo se preparó y reforzó en Menongue por la 70 BT con sus mejores hombres y medios, y el de otras jefaturas, con un estricto control. Antes y de igual manera, se hizo con las unidades de las Fapla. Todos defendieron con heroísmo cada palmo de tierra de Cuito Cuanavale.

Sobre aquella trascendental primera etapa, es a la que se refiere lo narrado en las siguientes páginas, desde la peculiar visión y participación directa de uno de los integrantes del estado mayor de la 70 BT.

Durante ese período es que se esclarecieron, apreciaron y precisaron por ambos mandos, los verdaderos designios de la contraofensiva del adversario, posterior al contraproducente resultado de la «Operación Saludando Octubre», efectuada del 12 de julio al 4 de octubre de 1987, en la cual los efectivos del país contaron con la asesoría de unos sesenta militares de la URSS,1 con el objetivo de desarticular las bases enemigas en la región de Mavinga, donde radicaba la jefatura de la Unión Nacional para la Liberación de Angola (Unita).

En esa etapa se planificó, preparó y efectuó la acción de avance y ocupación, se consolidó una activa defensa escalonada en profundidad y se desarrollaron los principales combates de la egregia batalla por la defensa de Cuito Cuanavale, que revirtió el revés en aplastante victoria.

Los testimonios que el lector tendrá la oportunidad de conocer intentan ofrecer un acercamiento al hecho histórico comandado por Fidel y la relevante actuación de la Brigada de Tanques de Menongue y su 71 GT.

El texto se entrelaza con narraciones anecdóticas, vivencias, curiosidades personales o colectivas, en ocasiones dramáticas y asombrosas, a veces trágicas, tristes y dolorosas y, en otras, divertidas, pero reales. Del mismo modo afloran reflexiones respecto al comportamiento y empleo de los efectivos y las armas, así como los métodos de lucha.

Cuanto se relata forma parte de las experiencias del autor sobre los referidos acontecimientos, a los cuales se sumó la colaboración de un grupo de valiosos compañeros de la Brigada de Tanques de Menongue pensionados de las FAR, entre los que se destacaron: tenientes coroneles Arturo L. Ferrer Rubí, al frente del estado mayor; Reynaldo A. Baños Hernández, al mando del 1 GT y del destacamento de vanguardia del 71 GT; José Antonio Hernández Mascort, jefe del Servicio de Armamento, quien relevó al autor en esa responsabilidad; Daniel Ojeda, oficial de la sección Política y el capitán de fragata Walfredo Alarcón Reyes, jefe de Cuadros.

Sirvan estos testimonios como un humilde tributo a quienes en aquella tierra hermana ofrendaron sus preciosas vidas o resultaron lesionados; pero, en especial, para preservar en la memoria histórica de la humanidad el brillante e inigualable ejemplo de internacionalismo del pueblo de Cuba y sus siempre victoriosas fuerzas armadas.

En las siguientes cuartillas les expongo solo los sucesos que con mayor impacto calaron en mí como jefe, oficial y como persona durante la participación en la guerra de Angola entre 1987 y 1989, los cuales aún perduran en mi mente, a pesar del tiempo transcurrido.

No obstante, por no ser un profesional de las letras, pido disculpas si el estilo y las recreaciones no cumplen las expectativas del lector, pero tengan la seguridad de que se han escrito de forma amena, con amor y corazón, para que sirvan como una modesta contribución de uno los tantos revolucionarios que fuimos a Angola —por demás, fidelista hasta después de muerto— que desea honrar con parte de la historia internacionalista, a los caídos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y, en especial, a sus fundadores y líderes, los inseparables e invencibles hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz.

 

1 Ver Venancio Ávila y Eduardo Tauriñán: Cuatrocientos noventaitrés díasen Cuito Cuanavale, Casa Editorial Verde Olivo, La Habana, 2014, p.22.

Un recuerdo inolvidable

Ha pasado un notable tiempo desde las gloriosas y cruciales últimas jornadas de la contienda en la nación africana. Ahora, algo más sosegado de cuerpo y espíritu, por el natural avance de los años y el disfrute de las bondades proporcionadas por mi condición de pensionado, después de una larga entrega como integrante de las FAR, y de haber repasado y ordenado en innumerables ocasiones mis más preciados recuerdos de aquella epopeya, me he llenado de valor al ofrecer esta atrevida aventura narrativa, aunque no me considero un experto en cuestiones de redacción.

Inicio los relatos con Un recuerdo inolvidable, y la triste imagen que lo acompaña constituye la estampa real de cómo vivía la mayoría de los pobladores, lacerados por el colonialismo, cuando llegamos a ese gran país en cumplimiento del sagrado deber solidario.

La locuaz foto,2sintetizada pero expresiva, es un reflejo de cómo los siglos de explotación portuguesa primero y luego la sanguinaria organización contrarrevolucionaria de la Unita, junto al bárbarorégimen sudafricano delapartheid, sumieron a los angolanos hasta la pavorosa década del ochenta. Más de quince años de lucha les costó tres mil quinientos muertos y unos cien mil mutilados.

Las perseverantes y vivaces jóvenes de la imagen noestaban pidiendo nada con sus manos extendidas; sino que, interrogadas por el curioso corresponsal, mostraroncon naturalidad el almuerzo del día: diminutos pececillos, atrapados a mano limpia en el río Luassinga, alimento que no era obra y gracia de ningún dios bíblico, sí de una ardua faena bajo el sol del verano austral de principios de 1988, a mitad de camino entre Menongue y Cuito Cuanavale, en la provincia de Cuando Cubango.

En esa recóndita, vasta y atrasada provincia, cuya superficiees superior a la de Cuba, imperabancon plenavigencia los cánones y condiciones heredados por tantacrueldad. El promedio de vida erade treinta años. La mayoría de los niños nunca había ingerido un huevo de gallina ni un vaso de leche de vaca, y el azúcar y la sal eran exquisiteces. Tampoco tenían ropa ni zapatos, ni escuelas, ni hospitales, por solo referirmea cosas elementales para cualquier ser humano.

La dieta básica era el funche, especie de papilla elaborada a base de yuca (mandioca) rallada o de lo que a mí me parecía que le decían mansango o masambala, cereal parecido al millo. Con este hacían una especie de harina elaborada a puro pilón, a la que se le agregaba agua y se cocinaba con sal o azúcar, si había, y si no se ingería sola.

Resultaba triste y conmovedor contemplar a lo lejos por las noches hasta el amanecer, los bailes y cantos de los nativos al ritmo de rústicos tambores, cercanos a improvisadas fogatas entorno a sus chozas de barro y paja, y de la gélida calma y aguda oscuridad, característica de la inmensa pradera africana en el sur del país. Era su fórmula ancestral, primitiva y singular de mitigar la omnipresente hambruna, el penetrante frío de esas horas y las otras desgracias: desastroso entorno dejado por el sistema colonial.

Por eso, a muchos de los jóvenes a quienes les gustan las comparaciones, les digo que no se midan solo con las grandes opulencias de las ricas y lujosas sociedades de consumo y de oferta y demanda, edificadas a costa de la explotación de otros territorios y que son una minoría; sino, que se comparen con las calamidades de los empobrecidos y mayoritarios países, surgidos de la explotación por las naciones ricas. Compárense con Estados de África, Asia, Centroamérica o con Haití, nuestro cercano y desdichado vecino del Caribe. Entonces sí podrán sacar verdaderas y valiosas conclusiones…

 

2 Obsequio de Carlos Cánovas Casas, corresponsal de guerra del periódicoVerde Olivo Internacionalistade la MMCA, que cubría las operaciones en Cuito Cuanavale.

Capítulo uno

El destino es Angola

Desafíos en la «tierra del fin del mundo»

Por fin en mayo de 1987 se me presentó por primera vezen mi carrera militar, de algo más de veinte años ininterrumpidos de servicio en las FAR, el gran chance de una misiónansiada y reclamada por otros tantos como yo. En lo personal y como oficial la consideraba imprescindible y útil a la propia génesis internacionalista de la Revolución Cubana.

Ejercía como subjefe de la sección de Reparaciones en la dirección de Armamento del Estado Mayor General, donde fui ascendido al grado de teniente coronel en 1983. En esa función, en mayo de 1985, al retornar de un repentino y breve trabajo en Managua, Nicaragua, el jefe de la dirección, coronel Armando Savín Martínez, me asignó la tarea de participar en Camagüey en la puesta en marcha de una pequeña fábrica de fusiles calibre 22 con asesoría española y, posteriormente de otra enorme, de fusiles automáticos de asalto AKM, que se estaba construyendo aledaña a la primera con asesoría soviética, proceso que debía durar entre dos y tres años, convirtiéndome, sin intención, en uno de los fundadores de la Empresa Militar Industrial Mayor General Ignacio Agramonte, de la cual siempre he sentido un inmenso orgullo.

Concluido mi trabajo, el coronel Luis E. Pérez Róspide, al frente de la empresa, me preguntó si deseaba continuar como director de la planta de ensamblaje de los fusiles AKM, a lo que con gran respeto le contesté que no, argumentándole que debía regresar a mi puesto en el Minfar, el cual estaba sin cubrir hacía más de dos años. Además, el resto de mis intereses familiares y personales, incluida mi madre enferma de cáncer, estaban en La Habana. Razones que entendió.

En abril de 1987 fui liberado y al presentarme ante el coronel Savín Martínez en la dirección de Armamento, me planteó una nueva, compleja y peligrosa tarea. Esta vez era en la guerra de Angola como jefe de la especialidad en una brigada blindada en el sur de ese país.

Me dijo: «El destino es Menongue», un lugar ubicado en las coordenadas 14º39'20"S, 17º40'03"E, de donde no me podía mover según su orden. En aquel momento, no tenía idea del sitio al que se refería ni claras las funciones a ejecutar; pero con modestia y tacto, le respondí que yo era un oficial de las FAR, formado para cumplir las órdenes dónde fuera y cómo fuera. Le expresé que con ello me daba la posibilidad de hacer realidad una aspiración de diecisiete años atrás, cuando en 1970 había finalizado los seis años de estudio en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Cerré mi afirmación con un rotundo: «Sirvo a la Revolución Socialista».

Así terminaba lo que en mi interior hube de llamarle la primera gran misión en mi trayectoria militar: Camagüey, con dos años de duración y a más de quinientos kilómetros de mi puesto en el EMG y de mi hogar. Comenzaba la segunda, muy superior, más o menos por igual período; sin embargo, a más de catorce mil kilómetros de la Isla, del otro lado del océano Atlántico, y difícil, en Menongue (antes Serpa Pinto, en deferencia aunos de los colonizadores del imperio portugués), donde radicaba una gran unidad combativa blindada cubana, inmersa en una desgastadora lucha que perduraba por más de once años.

Allí conocí que se trataba de la capital de la provincia de Cuando Cubango, nombre derivado de los ríos Kwandoy Okavangoen lengua umbundu de origen bantú,hablada por las etnias ovimbunduy a la que los portugueses, por alguna razón, le llamaban la «tierra del fin del mundo»,«confín,rincón o finca del miedo», cuya extensión territorial supera a la de la Isla, con más de 199 000 km2, cerca de doscientos mil habitantes, y fronteriza con Namibia y Zambia.

Constaté que Menongue, por su deprimente estado a causa de la prolongada contienda, daba la impresión de encontrarse preñada de desdichas, peligros, emociones y pasiones. Sus escasas y maltratadas edificaciones y empobrecidos pobladores, impactaban a la simple vista de cualquier forastero. La desgracia y amargura eran una muestra de lo que el conflicto les ocasionaba.

No se podía afirmar fuese una ciudad como tal, aunque disponía de un buen aeropuerto militar, su principal y casi única vía de comunicación con el resto del mundo; una estación ferroviaria que la unía al puerto de Namibe (antes Moçamedes o Mozamedes) en el Atlántico, la cual desde hacía cuantiosas décadas no funcionaba debido a la beligerancia, más una red de carreteras asfaltadas y terraplenes que la entrelazaba con las vecinas provincias y sus propios poblados y aldeas, en mal estado (puentes destruidos, baches…), aunque lo peor era la manera en que el enemigo la tenía asediada.

Es así que, ya con el destino decidido antes de la partida, comenzaba en Angola, a mis cuarenta años, el tan anhelado, digno, inolvidable y apasionante mandato.

Salimos de La Habana en ropa de civil vía aérea en un IL-62 de Cubana de Aviación y, luego de hacer escala en isla de Sal, Cabo Verde, llegamos a Luanda en los últimos días de mayo de 1987. De noche

Los pasos iniciales en la capital angolana fueron entre el aeropuerto internacional 4 de Febrero y el principal campamento militar de tránsito en la barriada de Futungo, donde fui investido del cargo, me vacunaron, recibí el uniforme de camuflaje y la chapilla de identidad, hecha de aluminio y que llevaría en el cuello hasta el fin de la misión.

Después me alojaron en el campamento del Estado Mayor de la MMCA en el suburbio de Funda, donde pasé un concentrado preparatorio para jefes de Armamento de las brigadas y grupos tácticos independientes, durante varias jornadas. Lo impartieron de forma didáctica oficiales de la especialidad del mando y de la ATS.

Este intensivo, abrumador por el cúmulo de conocimientos que recibíamos, fue determinante para mi responsabilidad futura, de la cual conocía poco, y no consideraba estar capacitado para el cargo a asumir, pues desde mi graduación como ingeniero en la URSS siempre estuve vinculado a la reparación y fabricación de armamento en talleres y fábricas, nunca con las tropas.

Recibí la base documental reglamentaria compendiada en varios libros rústicos confeccionados por ellos y de gran utilidad, a los que les decíamos «mataburros de armamento».

Al terminar el curso, repetidas veces pensé mucho y me venía a la mente la frustrante y nada halagüeña sensación, por mi inexperiencia, de que mi jefe se había equivocado al encomendarme la responsabilidad de una gran unidad blindada de combate enclavada en una guerra. Este sutil pormenor no encajaba en mi patrón mental. Sin embargo, innumerables veces la práctica cotidiana me confirmó que la vida es dialéctica y dinámica y que no todo sucede según los deseos, sino como se presentan los hechos. De este modo, algo incierto, comenzaron mis impredecibles andares por tierras africanas.

Al cabo del tiempo, al reflexionar sobre mis vivencias, tuve el honor de ser uno de los pocos oficiales que permaneció en Menongue desde antes de empezar el avance hasta la ocupación y defensa de Cuito Cuanavale y de los últimos días de decisivos combates en julio de 1988, lo cual constituyó la misión más admirable e histórica cumplida por la Brigada de Tanques en su breve, pero fecunda existencia. En lo personal, la más larga y fructífera de mi trayectoria en las FAR, etapa en la que me otorgaron más condecoraciones que las recibidas en los más de veinticinco años como oficial, de todas la que más aprecio es la medalla Por la Defensa de Cuito Cuanavale.

Enfrenté el reto de jefe de Armamento de la Brigada de Tanques de Menongue con bríos de vencedor y como me lo había inculcado la Revolución con un «siempre se puede más» o un «sí se puede». Esa excepcional naturaleza dialéctica humana es la que obliga a los sujetos a transformarse y adaptarse en cualquier circunstancia.

Partía hacia mi destino dispuesto a todo, con el corazón calado por un pujante instinto de profundo estoicismo, lo que con elocuencia se expresa en una prosa desconocida, sobre el comportamiento de los individuos cuando está en juego su destino y en el que resulta obligado crecerse.

Yo renaceré.

Compañero fiel, amigo mío.

Y me transformaré en un ser distinto al que yo he sido,

Gavilán fiero de montaña, que se remonta, más no sueña.

Que va de frente y que no engaña.

Yo renaceré.

Y tú estarás conmigo,

y encontraré las fuerzas que yo ansío,

sin miedo alguno de caerme, y seguro al fin de levantarme, seré un eterno combatiente.

Yo renaceré.

Así, un poco sombrío, resultaba entonces mi entorno espiritual después del concentrado de Luanda, desde donde salí por vía aérea.

Decidido y firme llegué en los primeros días de junio de 1987 a mi destino: la Brigada de Tanques de Menongue.

 

El coronel Ermio Hernández Rodríguez, al frente dedicha estructura, me recibió y explicó que estaban subordinados a la ATS, cuya jefatura radicaba en Lubango y al mando se encontraba el general de división Leopoldo Cintra Frías. Hacía varios meses la brigada no tenía jefe de Armamento, pues el compañero había sido evacuado para Cuba con paludismo y hepatitis y el primer oficial de la sección, teniente reservista Segundo González, desempeñaba elcargo hasta tanto llegara el designado. En esas circunstancias debía asumir las funciones sobre la marcha.

Lo más rápido que pude realicé el reconocimiento de la instalación con el teniente coronel Arturo Ferrer Rubí, quien dirigía el estado mayor de la brigada.

El campamento estaba ubicado a unos dos kilómetros del aeropuerto de Menongue, y a unos quinientos metros de la punta de la pista de aterrizaje, hacia el sur. Entre ambos el estado mayor de las Tropas Coheteriles y de la Fuerza Aérea de la Defensa Antiaérea de las FAR (Daafar), de los cuales recibíamos apoyo.

En los alrededores del puesto de mando se hallaban bajo tierra los locales de trabajo y albergues, cercanos unos de otros y confortables para la vida en campaña o de topos, como le decíamos, y aunque no resultaban agradables, eran obligatorios para la seguridad del personal.

Cada especialidad poseía su espacio, al igual que la oficina secreta; cocina-comedor; lavandería; dormitorios según la jerarquía militar, con letrinas y duchas; puesto sanitario y un salón de reuniones, todos soterrados. Y hasta un rústico ranchón a ras de tierra para actividades. Había luz eléctrica hasta las nueve o diez de la noche y agua las veinticuatro horas. Estas condiciones no resultaban tan precarias en comparación con la de las guerrillas en pleno monte.

La radio y la televisión, a las que tan acostumbrados estábamos en los tiempos de ocio, eran limitadas, solo existían receptores que captaban la señal de Cuba a horas señaladas. Determinados programas se grababan, y se retrasmitían en otros momentos. Los domingos la sección Política ponía música a través de un sistema de amplificación local de altavoces.