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Repensando el socialismo: propuestas para una economía democrática y cooperativa reúne artículos que abordan el proceso de "actualización" del modelo económico cubano. La mirada crítica de la autora permite hilvanar, desde este libro, las principales posiciones en torno a aquellos cambios que debemos realizar y, sobre todo, a cómo hacerlo. Piñeiro sugiere que, en lugar de simplemente liberalizar las fuerzas productivas, de lo que se trata es de democratizarlas promoviendo las empresas autogestionadas y la planificación democrática. Asimismo, argumenta que apelando a la empresa privada y al mercado no construimos el tipo de hombres y mujeres que construyen la sociedad socialista, y avanzamos hacia una racionalidad que terminará por desechar el horizonte socialista. Se refleja aquí la esperanza de que los cambios en curso contribuyan a resolver dificultades persistentes y también a lograr el sueño de la emancipación plena.
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Seitenzahl: 199
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Edición: Ana Molina González
Corrección: Guadalupe Pérez Bravo
Diseño de cubierta: Lilia Díaz González
Diseño interior: Yadyra Rodríguez Gómez
Diagramación: Enrique García Martín
©Camila Piñeiro Harnecker, 2012
© Sobre la presente edición:
Ruth Casa Editorial, 2012
ISBN: 9789962697299
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
Ruth Casa Editorial
Calle 38 y ave. Cuba, edif. Los Cristales, oficina no. 6
apdo. 2235, zona 9A, Panamá
Agradezco a Ruth Casa Editorial poder reunir en este libro algunos artículos que he escrito en los últimos años motivada por el proceso de renovación o “actualización” que lleva a cabo la sociedad cubana. Estamos viviendo otro momento crucial de nuestra historia y de las decisiones que estamos tomando dependerá la vida de las presentes y futuras generaciones de cubanas y cubanos.
Desde que en noviembre de 2005 Fidel Castro reconociera públicamente que el proceso de transformación revolucionario iniciado en 1959 puede ser revertido, y sobre todo a partir de que Raúl Castro, en julio de 2007, anunciara la necesidad de realizar cambios conceptuales y estructurales para garantizar su continuidad; se han desatado amplios debates sobre qué cambiar y cómo hacerlo. Además de las consultas populares que tuvieron lugar en todos los centros de trabajo y barrios del país ―primero entre septiembre y noviembre de 2007 para recoger opiniones abiertas, y después entre diciembre de 2010 y febrero de 2011 para discutir el proyecto de Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución―, el debate ha ocurrido en los más diversos espacios públicos. Estos procesos de consulta, junto con el hecho de que los medios de comunicación oficiales estén dando cierto espacio a un periodismo más crítico y a las opiniones de las personas, así como el llamado de nuestro presidente a identificar todo tipo de problemas y proponer soluciones, han incentivado que las personas planteen sus criterios más abiertamente.
En el primero de los trabajos aquí reunidos intento identificar las tres tendencias principales que han aflorado en esta “lucha” o reencuentro de ideas: estatismo, economicismo y autogestión. Por supuesto, las opciones no se reducen a estas tres que identifico, ni son tan en blanco y negro. Sin duda, hay muchas variantes que combinan aspectos de esas tres posiciones que representan con mayor certeza el pensamiento de la mayoría de las personas. No obstante, al identificar estas tres tendencias, la intención es profundizar un poco en nuestras opciones de cambios. Para muchos lo que debemos hacer es alejarnos del supuesto idealismo que nos ha guiado y ser más pragmáticos, pero en mi opinión hay idealismo y pragmatismo ―aunque en diferentes medidas— en todas las propuestas de cómo renovar el socialismo en Cuba. Para analizar los pros y contras y las consecuencias a largo plazo de cada medida que tomemos es preciso tener en cuenta a qué tipo de variante de socialismo corresponde, porque distintas acciones nos llevan a distintos lugares. Busco también motivar a que todos nos detengamos a pensar qué tipo de país queremos construir y a que prestemos atención a distintos puntos de vista.
El segundo ensayo fue escrito en los inicios del actual proceso de cambios, cuando la voz del economicismo era la que más se escuchaba. Ante la falta de espacio para las iniciativas individuales y colectivas, se nos llamaba a no rechazar que las personas se hicieran de riquezas personales, a “liberar las fuerzas productivas” con un mayor espacio para las empresas privadas y el mercado. Entonces me pareció necesario que el problema fundamental no era promover la iniciativa privada, sino dar espacio a esta (pues no es recomendable prohibirla), pero promoviendo de forma privilegiada las iniciativas colectivas autogestionadas, es decir, de gestión democrática. Alertaba que apelando al individualismono fomentamos el tipo de hombres y mujeres solidarios, protagonistas de su autotransformación, los que llevan a cabo la construcción socialista.
En el tercer trabajo, al considerarse la promoción del sector no estatal, y la de facto preferencia por la iniciativa privada (el cuentapropismo) dada la demora en promover formas autogestionarias como las cooperativas u organizaciones comunitarias, se plantea la interrogante sobre cuáles tipos de pequeñas y medianas empresas son más propicias para la consolidación del socialismo en nuestro país. Intento profundizar un poco más en porqué considero que debemos priorizar las formas organizativas autogestionarias, pues ellas permiten una gestión democrática y —en coordinación con organizaciones que representen intereses sociales— pueden orientarse hacia la satisfacción de necesidades y aspiraciones sociales.
El cuarto trabajo es una especie de introducción a las cooperativas, para aquellos que se acercan por primera vez a su esencia organizativa. Una vez que los Lineamientos apuntaron a la posibilidad de que las cooperativas pasen a ser actores importantes del nuevo sector empresarial no estatal, quise contribuir con algunas ideas ante el vacío de información que existe en torno a ellas en nuestro país, y apuntar a algunas de las señales contradictorias que emanan de la experiencia cooperativa en el sector agropecuario. Analiza la situación de esas organizaciones empresariales en Cuba y, después de examinar sus principales potencialidades y limitaciones, propone distintos tipos de cooperativas que podrían ser útiles para las transformaciones que nos planteamos. Es importante notar que el modelo de gestión cooperativo ha ido evolucionando y haciéndose más flexible, de manera que permite tener en cuenta distintos intereses, incluso intereses sociales más amplios que los de los grupos que constituyen su membresía; cuestión clave al valorar su utilidad para la construcción socialista.
Estos cuatro trabajos aquí compilados reflejan mis esperanzas de que los cambios que se están llevando a cabo contribuyan no solo a resolver dificultades persistentes, sino también a lograr viejos sueños. Al mismo tiempo, guardo temores sobre lo que resultará de algunas de las medidas tomadas, y preocupación por la falta de profundidad en los análisis sobre su significado y efectos. Con observaciones críticas y propositivas sobre los cambios realizados en el sistema económico cubano, intento aportar ciertas ideas que considero útiles y cardinales.
Debo advertir que estos manuscritos tienen algunas importantes deficiencias. En primer lugar, el alcance se limita a la economía. Sin duda, el sistema de representación política, de intereses sociales, es clave para definir el funcionamiento de la economía de un país, sobre todo si se pretende que esta esté al servicio de la sociedad; y cualquier análisis sobre la realidad social debe tener en cuenta la interconexión entre todas las dimensiones de la vida humana. En segundo lugar, el examen se ha concentrado en el nivel empresarial. No obstante, es importante plantearnos niveles superiores de organización socioeconómica, ya que estas instituciones son necesarias para coordinar las actividades productivas y así facilitar que satisfagan necesidades y aspiraciones de las mayorías. Espero en próximos trabajos contribuir a llenar este vacío sobre el sistema de coordinación macroeconómica y cómo articularlo con intereses sociales.
Estos trabajos fueron escritos antes de que se aprobara el nuevo marco legal para la creación con carácter experimental de cooperativas no agropecuarias (ver Gaceta Oficial Extraordinaria No. 53, 11 de diciembre de 2012) e incluso antes de que se aprobara la correspondiente política (que aún no se ha hecho pública). Por tanto, no toman en cuenta los avances que se han dado con posterioridad en cuanto a la decisión gubernamental de promover de forma preferencial modelos de gestión empresarial autogestionarios, como las cooperativas. De cualquier manera, estas normativas solo comenzarán a ser implementadas a partir de enero de 2013 y tendremos que esperar aún más para evaluar sus primeros resultados.
Además, quisiera aclarar que la insistencia en proponer modelos organizativos de gestión democrática, como las cooperativas y la planificación democrática, no significa que haya un solo modelo de organización autogestionaria, pues lo recomendable es, por supuesto, adaptarlo a las condiciones y situaciones concretas teniendo los principios organizativos como guía para resolver los problemas existentes. Reitero también que la preferencia por formas autogestionarias no significa que se deba excluir otros tipos de organizaciones no autogestionarias. Asimismo, el llamado a que las personas participen activamente en las decisiones que les afectan no significa que la democracia participativa o “directa” pase a sustituir las instituciones de representación existentes, sino a enriquecerlas y lograr así que representen intereses sociales de manera mucho más efectiva.
Lo importante es conocer la existencia de otra opción ante el socialismo marcadamente estatista que tenemos y lo que nos proponen como lo único factible, que es acercarnos a las variantes organizativas donde lo que prima es la iniciativa privada y el mercado. Estos trabajos son un llamado a que no abandonemos el empeño transformador y revolucionario. No se trata de utopías o sueños irrealizables, se trata de un mejor futuro para la mayoría de las cubanas y cubanos.
Camila Piñeiro Harnecker
22 de diciembre de 2012
1 Una versión menos extensa del artículo fue publicada por Temas, no. 70, abril-junio de 2012, pp. 46-55.
La forma que tome el nuevo modelo cubano dependerá de la influencia relativa de maneras diferentes de entender el socialismo y visualizar el futuro de Cuba. Aunque estas posiciones o corrientes de pensamiento, por lo general, coinciden en que el principal objetivo a largo plazo debe ser una sociedad más justa y liberada de las dificultades económicas que hoy enfrentamos, difieren notablemente en su forma de entender la justicia y la libertad, y, por tanto, el socialismo. Comparten en gran medida el diagnóstico sintomático de la situación actual, pero identifican distintas causas de fondo y soluciones para esos problemas. Asimismo, tienden a establecer disímiles metas a corto y mediano plazos, y, más importante aún, a proponer diversos medios para alcanzar esos objetivos, por lo que —aunque no siempre se reconoce— nos conducen hacia diferentes estadios.
Este trabajo identifica las tres principales posiciones o visiones del socialismo en Cuba que están influyendo en los cambiosactuales: la estatista, la economicista y la autogestionaria.2Estasno son más que herramientas de análisis para caracterizar a grandes rasgos los enfoques existentes sobre lo que es necesario hacer para salvar el proyecto socialista cubano. El único propósito de su uso es señalar las ideas que más los identifican, pues en realidad aun las personas que pudieran caracterizarse más claramente por una de las posiciones comparten algunos puntos de las otras. Los contrastes de las tres corrientes de pensamiento pueden observarse cuando se analizan los objetivos que persiguen sus visiones de socialismo. Ello se refleja en los problemas fundamentales que identifican en la sociedad cubana de hoy y en las soluciones que proponen, al evidenciar sus disímiles estrategias para la construcción socialista.3Las diferencias se hacen más evidentes cuando se analizan sus posicionamientos respecto a la democracia participativa y en particular a la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas, lo que también pone a la luz algunos de los supuestos sobre los cuales basan sus análisis y propuestas. Se concluye con una evaluación de las condiciones que podrían conducir a la prevalencia de una visión sobre las otras en la “lucha de ideas” que está teniendo lugar actualmente en Cuba y que definirá nuestro futuro.
2 Estos nombres no han sido utilizados por personas o grupos para identificarse como tales. Los términos más empleados han sido dogmatismo y pragmatismo. Por ejemplo, Oscar Fernández identifica dos formas “alternativas” de lidiar con el proceso de cambio actual en Cuba: el dogmatismo y el pragmatismo, que coinciden en gran medida con lo que identifico como estatismo y el economicismo. Fernández también sugiere la existencia de una tercera posición cuyos objetivos y propuestas parecen estar en consonancia con la tendencia que identifico como autogestionaria (“El modelo de funcionamiento económico en Cuba y sus transformaciones. Seis ejes articuladores”, Observatorio de la Economía y la Sociedad Latinoamericana, no. 154, agosto de 2011, http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/cu/2011/ofe.html).
3 El término “construcción del socialismo” se entiende de manera diferente por las posiciones existentes debido a que sus conceptualizaciones de “socialismo” o “sociedad socialista” son distintas. Se destaca que el avance hacia ese orden social “superior” es un proceso inevitablemente gradual y no lineal. Algunos consideran el “comunismo” (el concepto propuesto por Carlos Marx, no el asociado a países gobernados por partidos comunistas) como la etapa más avanzada del socialismo; mientras que otros lo ven como un horizonte al que nunca se puede llegar, pero sirve para indicar la dirección deseada del proceso de transformación poscapitalista.
Las observaciones expuestas aquí se basan en un análisis del discurso público (declaraciones oficiales, debates formales e informales, afirmaciones en medios de comunicación), así como de publicaciones académicas y periodísticas de cubanos en los últimos años. El objetivo de este trabajo es contribuir al debate esclareciendo las posiciones más importantes, para así facilitar consensos sobre cuestiones tan centrales como cuáles son los objetivos de los cambios que se están experimentando y qué medios son más efectivos para lograrlos.
Estatistas: perfeccionemos el socialismo de Estado
El principal objetivo del socialismo para la corriente estatista es un Estado representativo bien administrado, que controle la sociedad. Su énfasis está en lograr un Estado fuerte; no uno más grande, sino uno que funcione correctamente y asegure que los subordinados cumplan con las tareas asignadas. Los que comparten esta corriente hacen hincapié en que el Estado cubano es distinto del de los países capitalistas: que es “socialista” porque responde a los intereses de los trabajadores y no a los de los capitalistas.
Según el estatismo, la forma más adecuada para proporcionar los bienes y servicios que todos los ciudadanos necesitan para satisfacer sus necesidades básicas es un Estado centralizado a través de una estructura vertical. La coordinación horizontal de actores autónomos, individuales o colectivos, no es posible y genera caos. Aunque, ante las deficiencias de la planificación autoritaria, algunos han aceptado cierta presencia de las relaciones de mercado como algo inevitable. Las organizaciones autónomas—sobre todo gestionadas democráticamente— generan conflictos y promueven la desintegración social. Según esta vertiente del socialismo, los ciudadanos no están preparados para administrar sus propios asuntos, y si se les da la oportunidad de participar en la toma de decisiones solo tendrán en cuenta sus interesesindividuales estrechos y cortoplacistas, lo que resultaría en ineficienciaeconómica y desintegración social.
Al centro de los cambios propuestos por el estatismo está llevar el control y la disciplina a la sociedad cubana y en particulara la economía. La reducción del déficit fiscal y comercial parece ser la prioridad número uno. Esto se ha traducido en la tendencia a imponer impuestos demasiado altos, tanto para las empresas estatales como no estatales, y a reducir gastos mediante el recorte de servicios sociales o el cierre de empresas sin considerar si las comunidades afectadas y los colectivos de trabajadores pueden asumir su gestión y, por tanto, disminuir su necesidad de subvenciones.4
4Véase Gabino Manguela Díaz: “Peligra el verano en el CSO Marcelo Salado”,Trabajadores,La Habana, 6 de junio de 2011, disponible enwww.trabajadores.cu/news/2011/06/06/peligra-el-verano-en-el-cso-marcelo-salado; y D. Matías Luna: “Yaguajay: aprovechar lo que tenemos con disciplina, organización y control” (carta a la dirección),Granma,La Habana, 30 de septiembre de2011.
Esta corriente de pensamiento no considera necesario hacer cambios profundos: con mayor control y exigencia por los directivos y el Partido,5junto con cierta descentralización y consulta con las masas, las instituciones actuales pueden funcionar adecuadamente; sobre todo si el Estado se descarga de la gestión de pequeñas y medianas empresas y los gobiernos locales tienen sus propios recursos para resolver problemas en sus territorios. En su opinión, si los salarios estatales pudieran satisfacer las necesidades básicas, la mayoría de los problemas estarían resueltos.6Repiten el llamado del presidente Raúl Castro de “cambiar los métodos de trabajo”, pero no incluyen en ello permitir a las instituciones ser más autónomas y democráticas, y ni siquiera establecer niveles mínimos de transparencia que posibiliten hacer público el presupuesto de los gobiernos locales y las empresas estatales.7
5Véase la carta de J. P. García Brigos: “Propiedad y socialismo: un binomio inseparable” (Granma,La Habana, 8 de noviembre de 2011), donde sostiene que lo que hizo a una panadería ser mejor que otras en su municipio fue que los delegados del gobierno local y otros funcionarios “controlaron y exigieron” fuertemente a los trabajadores un buen producto. Asimismo, E. Broche Vidal (“Falta de sistematicidad y control: el factor común”,Granma,La Habana,16 de septiembre de 2011, disponible enhttp://www.granma.cubaweb.cu/secciones/cartas-direccion/cart-165.html) dice que “si los directores son mejores, entonces sus subordinados serán mejores”. Véase también la carta de Borges Mujica (Granma,La Habana,8 de enero de 2010).
6 Véanse las cartas de López Pagola y Berger Díaz (Granma, La Habana, 4 y 12 de febrero de 2010).
7 Véanse Anneris Ivette Leyva: “El Derecho al estilo de información”, Granma,La Habana, 7 de agosto de 2011; y la carta de E. González,Granma, La Habana, 15 de julio de 2011.
Según la corriente estatista, los principales problemas de la sociedad cubana son la indisciplina y la falta de exigencia por los administradores, funcionarios de ministerios y miembros del Partido. Ello ha resultado en bajos niveles de productividad y calidad, descontrol y desorganización, lo que ha permitido que el desvío de recursos del Estado se haya hecho natural y que se haya expandido la corrupción. Ciertamente, el control, la disciplina y, más aún, la sistematicidad son en realidad necesarios para que cualquier proyecto tenga éxito, y estas prácticas no han sido comunes en los trabajadores y administradores cubanos durante décadas.
Sin embargo, aunque las tres posiciones coinciden en lo dañino que es el descontrol en las instituciones estatales, difieren en cuáles son sus causas de fondo, así como en el tipo de métodos de control que consideran eficaz y justo y, por tanto, que debería ser implementado. El estatismo insiste en el carácter cultural del problema, que podría ser resuelto con educación. Un “cambio de mentalidad” es presentado como la solución de fondo sin precisar cómo se va a llevar a cabo. Mientras que la corriente economicista plantea que los bajos salarios es la causa del problema y propone instaurar incentivos materiales adecuados; para la autogestionaria se trata de la forma en que las instituciones cubanas están organizadas, y propone establecer modelos de gestión con relaciones sociales menos alienantes que permitan el sentido de pertenencia y liberen las capacidades creativas de las personas.8
8 Pedro Campos: “Cooperativa, cooperativismo y autogestión socialista”, Kaos en la red, disponible en www.kaosenlared.net/noticia/cooperativa-cooperativismo-autogestion-socialista, 21 de julio de 2008; y la carta de Rodríguez de Pérez, Granma, La Habana, 7 de mayo de 2010.
Es decir, la solución para la corriente estatista es un mayor control y supervisión en la estructura vertical, y algo —tan poco como sea posible— de autonomía para los administradores.9Se piensa solo en órganos de control externo al grupo que debe ser supervisado, como los directivos sobre los trabajadores o la recién creada Contraloría General de la República sobre los directivos. Parece no reconocerse los límites de la supervisión externa y vertical, ni las ventajas del control interno o autosupervisión por parte de los colectivos —de trabajadores o comunidades— que realmente se ven como dueños, y del control social de las personas sobre las instituciones estatales mediante una real rendición de cuentas, es decir, que sea transparente, directa y permanente.
9 La carta de Fleites Rivero (Granma, La Habana, 5 de septiembre de 2011) culpa a los administradores de no controlar y plantea que tienen que estar motivados por sus ingresos. Véase también la de Osorio Fernández, Granma, La Habana, 30 de abril de 2010. Por su parte, Joaquín Ortega (Tribunade La Habana, La Habana, 24 de julio de 2011) afirma que es posible “resolver esta situación desde la raíz, con control, exigencia, rectitud y combatividad”.
Sería un error suponer que la mayoría de los funcionarios del aparato estatal se identifica con la posición estatista. En todos los niveles del Estado cubano hay quienes están realmente interesados en reducir la intervención de este en la vida de las personas;10acercándose más a las tendencias economicista o autogestionaria, en dependencia de su experiencia de vida y su exposición a ideas alternativas. Sin embargo, el estatismo tiene una buena representación en los administradores y funcionarios estatales de nivel medio que temen perder sus puestos de trabajo y, por tanto, su vida profesional (estatus, reconocimiento social) y/o su capacidad de beneficiarse del Estado a través de la corrupción.
10 Raúl Castro, en el discurso de clausura del Sexto Período Ordinario de Sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el 18 de diciembre de 2010, expresó que “el Estado no se tiene que meter en nada que sea pretender regular las relaciones entre dos individuos”.
Esta posición es además respaldada por muchos cubanos que, cansados de burócratas incompetentes, quieren que regrese el orden. También por aquellos preocupados por el descontrol social de las últimas décadas que se manifiesta en comportamientos antisociales dañinos económica y culturalmente. Algunos cubanos rechazan cambios más sustanciales por temor a perder los logros sociales de la Revolución. Además, hay unos cuantos intelectuales educados en el marxismo de tipo soviético que se oponen a cualquier tipo de descentralización y a la apertura a organizaciones que no estén directa y estrechamente controladas por el Estado, tanto privadas como colectivas. Aunque se podría pensar que los oficiales de las Fuerzas Armadas están más cerca del estatismo, algunos —en especial, gerentes de empresas militares— consideran la posición economicista como más pragmática, mientras que otros entienden las ventajas de la participación y los riesgos que entraña promover lo privado y el mercado para la cohesión social.
Economicistas: el socialismo de mercado es el único camino factible
De acuerdo con la corriente economicista, el objetivo principal del socialismo debe ser el desarrollo de las fuerzas productivas, entendidas como la capacidad tecnológica para crear másriqueza material, es decir, crecimiento económico. El socialismo es definido como redistribución de la riqueza; por tanto, los que comparten la posición economicista sostienen que la construcción de este no es posible hasta que las fuerzas de producción se hayan desarrollado lo suficiente: si no hay riqueza no hay nada que distribuir.11De ahí que los actuales cambios en Cuba deban buscar, sobre todo, un mejor desempeño de la economía cubana, con el fin de poner al país en una senda de desarrollo capaz de satisfacer las necesidades materiales crecientes de la población. Además, argumentan que, con una redistribución efectiva de la riqueza, todas las instituciones y modelos de gestión eficientes y productivos son útiles para la construcción del socialismo: “no importa el color del gato mientras que cace ratones”.12
11 Julio A. Díaz Vázquez (“Un balance crítico sobre la economía cubana. Notas sobre dirección y gestión”, Temas, no. 66, La Habana, abril-junio de 2011, p. 124) afirma que fue utópico intentar construir el “comunismo”, entendiendo este último como la redistribución de acuerdo con las necesidades. Él sostiene que China y Vietnam, con su “puesta en práctica orgánica del mercado, parecen confirmar que no es posible construir el socialismo sin pasar por un ‘período mercantil’”. Véase también la carta de Labrada Fernández,Granma,La Habana, 23 de julio de 2010; y Orlando Márquez: “Sin miedo a la riqueza”,Palabra Nueva, La Habana, no. 203, a. XIX, La Habana, enero de 2011, pp. 6-7.
12 Véase la carta de Cruz Vento, Granma, La Habana, 19 de febrero de 2010.
Según la corriente economicista, la privatización y mercantilización son esenciales e imprescindibles para el desarrollo económico de cualquier sociedad, socialista o no. Mientras que para la posición estatista, las empresas privadas y las relaciones de mercado son males riesgosos, pero necesarios, que pueden ser domesticados por el Estado; y para la autogestionaria estos pueden ser superados gradualmente con la expansión de organizaciones alternativas que fusionen objetivos económicos y sociales.