Retrofuturismos - Sonya Dorman - E-Book

Retrofuturismos E-Book

Sonya Dorman

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Beschreibung

¿Qué tanto se parece nuestro presente al futuro que imaginaron las escritoras del siglo pasado? ¿Persiste el entusiasmo o la cautela ante el uso de la tecnología? ¿Nuestros problemas han cambiado, o será que nuestros sueños, temores y heridas permanecen? Bajo el título de Retrofuturismos, la segunda entrega de la colección ¡El futuro es mujer! reúne cuentos escritos entre 1931 y 1966 por Sonya Dorman, Leslie F. Stone, Elizabeth Mann Borgese, Margaret St. Clair, Leigh Brackett, Carol Emshwiller, Rosel George Brown, Leslie Perri, Katherine MacLean y Andrew North, que permiten explorar las tensiones entre el futuro y el pasado a través de historias al más puro estilo pulp, cuyo centro son las aventuras en el espacio. La primera civilización alienígena que ganó una guerra contra los humanos; una especie de extraterrestres que llega a la Tierra para compartir su conocimiento pero se enfrenta a un pueblo de humanos violentos y racistas; una perra de caza en medio de un dilema existencial en un planeta helado; viajeros espaciales que se contagian de enfermedades extrañas; una civilización sin género que se disfraza para convivir con los humanos; madres que deben mantener la armonía entre sus hijos cuando un niño de otro planeta se integra a su carpool; mujeres temerarias que no dudan en realizar actos heroicos en el espacio. Estos relatos demuestran que la escritura de ciencia ficción es un gran ejercicio de empatía. Las escritoras de esta colección imaginaron nuevos mundos a partir de la comprensión y la solidaridad hacia otros seres, quizás a partir de saberse ellas mismas representantes de cierta otredad en su época. Los cuentos aquí contenidos reafirman que mover el centro convencional de las historias que contamos no solo refresca nuestras narrativas, sino que nos invita a mover nuestro propio centro y vislumbrar así nuevas discusiones y formas de vivir en comunidad.

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Retro Futurismos

Selección de cuentosescritos por las pionerasde la ciencia ficción delsiglo XX a partir de¡El futuro es mujer!

Antologadora:Lisa Yaszek

Traducción:Falsos Amigos

DERECHOS RESERVADOS

© 2018 Lisa Yaszek, por la selección, notas y fichas biográficas. Publicadas con autorización de Library of America

© 1931 Leslie F. Stone, por “The Conquest of Gola” [“La conquista de Gola”]. Publicado originalmente en Wonder Stories 2.11 (abril de 1931): 1278-87.

© 1941 Leslie Perri, por “Space Episode” [“Episodio espacial”]. Publicado originalmente en Future Combined with Science Fiction 2.2 (diciembre de 1941): 106-12.

© 1950, 1978 Katherine MacLean, por “Contagion” [“Contagio”]. Publicado originalmente en Galaxy 1.1 (octubre de 1950): 114-40. Después fue recopilado en The Trouble With You Earth People (Donning, 1979). Reimpreso con el permiso de la autora y de la Virginia Kidd Agency, Inc.

© 1951, 1978 Margaret St. Clair, por “The Inhabited Men” [“Los hombres colonizados”]. Publicado originalmente en Planet Stories 5.2 (septiembre de 1951): 44-49. Reimpreso con el permiso de McIntosh and Otis, Inc.

© 1953 Andrew North, por “All Cats Are Gray” [“Todos los gatos son grises”]. Publicado originalmente en Fantastic Universe 1.2 (agosto-septiembre de 1953): 129-34. Reimpreso con el permiso del Estate of Andre Norton.

© 1957 Leigh Brackett, por “All the Colors of the Rainbow” [“Todos los colores del arcoíris”]. Publicado originalmente en Venture Science Fiction 1.6 (noviembre de 1957): 108-28. Reimpreso con el permiso de la Spectrum Literary Agency en representación del Huntington National Bank.

© 1958 Carol Emshwiller, por “Pelt” [“Pelaje”]. Publicado originalmente en The Magazine of Fantasy and Science Fiction 15.5 (noviembre de 1958): 102-10. Reimpreso con el permiso de la autora.

© 1959 Rosel George Brown, por “Car Pool” [“Carpool”]. Publicado originalmente en If 8.6 (julio de 1959): 80-94.

© 1959 Elizabeth Mann Borgese, por “For Sale, Reasonable” [“Se vende, razonable”]. Publicado originalmente en The Magazine of Fantasy and Science Fiction 17.1 (julio de 1959): 70-72.

© 1966, 1994 Sonya Dorman, por “When I Was Miss Dow” [“Cuando fui la señorita Dow”]. Publicado originalmente en Galaxy 24.5 (junio de 1966): 153-63. Reimpreso con el permiso del Estate of Sonya Dorman y la Virginia Kidd Agency, Inc.

© 2023 Colectivo Falsos Amigos, por las traducciones

© Fotografía de portada y portadillas: Regina Torné en Blue Demon y las invasoras (Gilberto Martínez Solares, 1968). Foto: Ángel Corona Villa. Colección Mil Nubes – Foto (Roberto Fiesco)

© Diseño: Alejandro Magallanes

© 2023

Almadía Ediciones S.A.P.I. de C.V.Avenida Patriotismo 165,Colonia Escandón II Sección,Alcaldía Miguel Hidalgo,Ciudad de México,C.P. 11800rfc: aed140909bpa

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SE REALIZARON INTENSAS PESQUISAS PARA LOCALIZAR A LOS TITULARES DE LOS DERECHOS DE REPRODUCCIÓN DE TODO EL MATERIAL CONTENIDO EN ESTA ANTOLOGÍA. SI ALGUNO DE ELLOS HA SIDO OMITIDO INADVERTIDAMENTE, ESTE ERROR SERÁ CORREGIDO EN FUTURAS EDICIONES.

Edición digital: 2023

ISBN: 978-607-8851-57-7

e-ISBN: 978-607-8851-57-7

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

Hecho en México.

ÍNDICE

APUNTES DE LAS TRADUCTORAS SOBRE ESTA EDICIÓN Y ALGUNAS PROPUESTAS TRADUCTOLÓGICAS

NOTA DE LA TRADUCCIÓN

CUANDO FUI LA SEÑORITA DOW, Sonya Dorman

LA CONQUISTA DE GOLA, Leslie F. Stone

SE VENDE, RAZONABLE, Elizabeth Mann Borgese

LOS HOMBRES COLONIZADOS, Margaret St. Clair

TODOS LOS COLORES DEL ARCOÍRIS, Leigh Brackett

PELAJE, Carol Emshwiller

CARPOOL, Rosel George Brown

EPISODIO ESPACIAL, Leslie Perri

CONTAGIO, Katherine MacLean

TODOS LOS GATOS SON GRISES, Andrew North

FUENTES

APUNTES DE LAS TRADUCTORAS SOBRE ESTA EDICIÓN Y ALGUNAS PROPUESTAS TRADUCTOLÓGICAS

La segunda entrega de la colección ¡El futuro es mujer! toma su título del retrofuturismo. Este movimiento, estética o impulso artístico se caracteriza por la exploración de las tensiones entre el futuro y el pasado y los retratos del futuro que se hicieron en el pasado. Estas relaciones ponen en evidencia los problemas que no hemos podido resolver como humanidad, los pros y los contras de la tecnología, y los miedos que no nos han abandonado a lo largo del tiempo y que sabemos que nos perseguirán en el porvenir.

Ninguno de los cuentos de este tomo es de ciencia ficción “dura” ni intenta serlo, como parece ser necesario para obtener el título de “gran obra de CF”, pues, al puro estilo pulp, su centro son las aventuras en el espacio, no las exactitudes ni las posibilidades científicas. Aquí se presentan varios cuentos situados en el espacio al modo de la ópera o romance espacial, la popular rama de la CF que surgió en las revistas pulp. Este subgénero está repleto de hazañas, conquistas o batallas, generalmente entre las estrellas, así como personajes y temas arquetípicos de las novelas de aventuras. Estos recursos permiten metáforas tan transparentes que subrayan la función social de la CF y recalcan el importante lugar que la literatura pulp tiene como masa madre de la ficción especulativa. Aunque es difícil encasillar bajo una sola subcategoría la amplia variedad de estilos y temas de estos cuentos, todos comparten la misma estética y la intención visionaria que la acompaña.

En este tomo hay varios cuentos que abordan problemas sociales particularmente insidiosos para la cultura estadounidense, entre ellos el lacerante y reaccionario racismo de mediados del siglo pasado (“Todos los colores del arcoíris”, “Los hombres colonizados”) y el conflicto que los roles de género sacan a flote (“Contagio”, “Cuando fui la señorita Dow”, “La conquista de Gola”). La autora de este último, Leslie F. Stone, introdujo al género algunos de los primeros personajes diversos para evidenciar muchas de las desigualdades de la época, como la primera mujer astronauta y el primer héroe negro de CF, y en “La conquista de Gola” nos entrega la primera civilización alienígena que ganó una guerra contra los humanos; una cultura patriarcal se enfrenta a un planeta reinado por alienígenas con roles de género invertidos y poderes sin igual. A pesar de que es clara la referencia a los humanos en los colonizadores, es inevitable ponerse del lado de la avanzada y pacífica civilización alienígena; aquí vemos cómo, a través de herramientas literarias, es posible cuestionar los valores de la sociedad e imaginar otras formas de existir. Similar es el caso de “Todos los colores del arcoíris”, de Leigh Brackett, donde una especie de extraterrestres pacíficos llega a la Tierra para compartir su tecnología, pero rápidamente se enfrenta a un grupo de humanos violentos y xenófobos.

Otra característica con la que nos encontramos al armar este tomo fue la respuesta emocional que los cuentos evocan. Enfrentarse a punzantes temas de relevancia social como estos, y de la manera tan frontal en la que las autoras lo hacen, vuelve a abrir las llagas que dejaron en nosotres. Estas historias no traen consigo el desasosiego que relacionamos con las distopías, sino otro tipo de pesadumbre al reconocer la herida y lo que la ocasionó. Esta experiencia, que rebasa lo intelectual, desvela el largo (y necesario) camino por delante.

La CF es un habitáculo de posibilidades e interrogantes. Esto hace temblar el suelo de la certidumbre realista, pero lo fertiliza para que surjan otros subgéneros; incluso crea terreno compartido con otros géneros cercanos. Además de eso, la escritura y la lectura de CF es un ejercicio de empatía. Lisa Yaszek escribió para una entrevista con el Science Fiction Club1 que una gran artista de CF debe ser capaz de escribir bien la otredad, es decir, lograr escribir desde las perspectivas de otros géneros, razas o especies, incluso si eso significa antagonizar con las partes que conforman nuestra identidad. Las escritoras de esta colección imaginaron nuevos mundos a partir de la comprensión y solidaridad hacia otros seres, quizás a partir de saberse ellas mismas seres que representaban cierta otredad en su época.

Las mujeres lectoras de CF del siglo XX podían verse reflejadas en solo dos modelos de personajes femeninos: el interés amoroso o el bellísimo monstruo alienígena. Quizá por eso las mujeres que escribieron CF pensaron en un abanico más amplio de posibles personajes para mujeres en el siglo XX. Por una parte, pusieron a mujeres en roles tradicionalmente masculinos, como el héroe, el científico loco, el ingeniero creativo, el soldado, el líder alienígena, pero también imaginaron historias desde el punto de vista de personajes que en cualquier otro tipo de relato más tradicional no hubieran sido más que parte del escenario (“Todos los gatos son grises”). Este volumen se regocija en ese tipo de protagonistas: la asistente del científico con su profunda y tumultuosa vida interna, el ama de casa con una genialidad que el resto toma por ingenuidad, una perra de caza en medio de un dilema existencial y robots con aspiraciones de clase que abogan por sus derechos como consumidoras. Los cuentos aquí contenidos reafirman que mover el centro convencional de las historias que contamos no solo refresca nuestras narrativas, sino que nos invita a mover nuestro propio centro y nos permite vislumbrar nuevas discusiones y formas de vivir en comunidad.

Es importante señalar que las autoras de los cuentos de este tomo, así como el resto de las autoras de la colección ¡El futuro es mujer!, escribieron desde sus puntos de vista socioculturales. La antología de Yaszek, publicada en el 2018 y a partir de la cual surgió esta colección, reúne tres generaciones de mujeres estadounidenses que representan tres momentos del origen y consolidación de la CF de ese país. Estos cuentos abarcan desde la CF del pasado (las publicaciones pulp de las décadas de los años veinte y treinta) hasta la llamada nueva ola de los sesenta, cuando la CF feminista comenzó a llamarse así, aunque muchos de sus temas (protagonistas femeninas o roles de género trastocados, por ejemplo) ya estuvieran presentes en generaciones pasadas.

No pasa desapercibida la falta de representación autoral de personas de color (haciendo eco del término POC2 tan usado en Estados Unidos) en esta antología, pues todas las autoras de esta colección fueron mujeres caucásicas de clase media alta. El criterio de Yaszek para la selección de estos cuentos es temporal y no fue hasta más tarde, en la década de los setenta, cuando los grandes nombres de la escritura de CF afroamericana, como Octavia Butler, cobraron más presencia. Aunque su participación en las revistas era poca, se sabe que mujeres y personas de color sí estaban generando obra en la era pulp, pero a menudo publicaban en lugares que sentían que eran más perceptivos a sus visiones del futuro. Aún queda mucho trabajo por hacer en la reivindicación de su lugar en la CF. Samuel Delany, escritor y crítico de CF, teorizó3 que quizá muches autores negres se alejaban de las revistas pulp de mayor circulación porque las portadas no les transmitían que hubiese lugar para sus historias. Por otra parte, también señala4 que era una época en la que los nombres de pluma eran la regla y no tenemos manera de saber cuáles de esos nombres anónimos eran los de autores negres, latinoamericanes, nativoamericanes, asiátiques o mujeres. Esta pesquisa es una empresa gigantesca que autores y académicos como Nisi Shawl, Isiah Lavender III y los mismos Delany y Yaszek han aceptado y compartido en ensayos y otras colecciones.

En este tomo pudimos utilizar herramientas relativamente novedosas en términos ideológicos y tecnológicos. Una de ellas fue el lenguaje inclusivo en el cuento “Cuando fui la señorita Dow”. En esta historia la humanidad ha colonizado un planeta donde los habitantes son seres de un solo género; le protagoniste no binarie se enfrenta a una estructura social de géneros binarios y a una atracción hacia los lazos que se pueden formar en ella. A lo largo del cuento echamos mano de los géneros gramaticales convencionales del español, pero también, como se puede ver en las líneas anteriores, de la controversial e para marcar género neutro o no binario. No es la primera vez que este texto ve la luz en español, pero sí la primera vez que se traduce con el uso del lenguaje inclusivo. Esto ayuda a reconstruir las paredes que encapsulan a los personajes de la historia, o, mejor dicho, a pulir el vidrio que Sonya Dorman nos proporcionó y a delimitar los momentos en los que nuestre protagoniste se enmascara y en los que vuelve a ser transparente. Cuando le preguntaron a Lisa Yaszek su opinión general sobre el lenguaje inclusivo en la entrevista que mencionamos antes, respondió que: “Como miembros de la comunidad de ciencia ficción, nos haría bien recordar que amamos un género que celebra que los humanos intervengan en el mundo material para hacerlo un lugar mejor. Que los humanos intervengan en sistemas sociales como la lengua es lo mismo: cuando respetamos el género y los pronombres que las personas escogieron para ellas mismas, por ejemplo, nos abrimos a muchas otras maneras de ver el mundo”.5

De igual manera dimos rienda suelta a nuestros experimentos colaborativos de traducción. Nuestro ejemplo favorito es el cuento “Se vende, razonable”. Para crear la versión en español, colaboramos con una red neuronal artificial. Una vez que tuvimos la traducción inicial, le pedimos a otra red neuronal artificial que la leyera en voz alta. Tratamos este resultado como si fuese el de una integrante más del equipo y escuchamos incluso su entonación. Después de obtener un texto inicial en español robótico y trastabillado, nos reunimos para cuestionar las decisiones traductológicas de la inteligencia artificial y reescribir las partes necesarias. Como en el resto de los cuentos, nuestra prioridad fue que el texto fuese su mejor versión posible. Esas palabras que no salieron de ningún humano nos dieron la libertad de encontrar colectivamente las mejores soluciones y de reforzar nuestras prácticas de revisión y escritura colectiva. Creemos que entenderás la premisa de este experimento cuando conozcas a la inusual e indócil protagonista.

Falsos Amigos somos un grupo de siete traductoras y un traductor y nuestra misión común es llevar a les lectores hispanohablantes obras que no son tan conocidas y que podrían tener un lugar importante en nuestros imaginarios colectivos, no solo como ejercicios de lectura sino como refrescamientos culturales y ejercicios de imaginación hacia el cambio y la construcción comunitaria. No solo buscamos estos cambios en nuestras traducciones, sino también en cómo las elaboramos. Trabajamos colectivamente para que nuestra escritura sea siempre una puerta abierta a quienes también quieran formar parte de ella al leerla.

Como traductoras, preferimos no hablar de pérdidas y ganancias, queremos hablar de adaptaciones y transformaciones, de cómo nuestro trabajo siempre te tuvo en mente a ti, lectore que tienes este volumen entre tus manos. Para nosotras, traducir colaborativamente es la empatía puesta en práctica que termina reflejándose en cómo nos lees, y por lo tanto en una expansión de la comunidad de lectura y escritura que queremos formar.

COLECTIVO FALSOS AMIGOS, septiembre de 2023

1Entrevista disponible en https://middletownpubliclib.org/science-fiction-author-interviews/

2POC es la abreviación del término en inglés "people of color" (persona de color), usado para referirse a cualquier persona que no es blanca.

3Yaszek cita a Delany en la entrevista antes mencionada.

4“Racism and Science Fiction”, disponible en https://www.nyrsf.com/racism-and-science-fiction-.html.

5Traducción de Falsos Amigos.

NOTA DE LA TRADUCCIÓN: Las notas al pie de los cuentos son parte de la antología The Future Is Female! editada por Lisa Yaszek, a menos que se indique que son notas de la traducción. En las semblanzas de las autoras se han dejado los nombres originales de sus obras, al lado aparece el título traducido al español en paréntesis si existe una traducción publicada del texto ( ) y en corchetes rectangulares [ ] en caso contrario.

CUANDO FUI LA SEÑORITA DOW

Sonya Dorman

Esta gente hambrienta, acechada por su pasado, llega y nos encuentra viviendo en lo que les gusta nombrar “palacios de cristal”, aunque en realidad vivimos en casas de vidrio, algunas tremendamente ornamentadas y otras sencillas como una hoja en blanco. Primero llegan como exploradores y quizá se dan cuenta de que nosotres somos una raza de un solo sexo, seres proteiques más bien amorfes; y todes, incluso yo, une bebé, somos proteas, capaces, además, de tomar varias formas a voluntad. Con un solo sexo y un solo lóbulo cerebral, vivimos en una suerte de puentes de cristal sobre el abismo humanoide, comiendo, recreando, participando en carreras y jugando otros juegos, como casi todas las criaturas vivientes.

Al final, todes somos arrojades dentro de los bancos celulares y reproducides una vez más.

Después de los exploradores, está la colonia de mineros y científicos. Guardián y algunes de les mayores se colocan rostros para recibirlos, haciendo acuerdos para ayudarles con la excavación de ciertos minerales e incluso regalándoles una koota o dos, pues se han interesado en nuestros perros de carrera. Instalaron sus lugares de vida, afincaron sus máquinas, bang-bang, chug-chug; nos pusimos nuestros rostros, formas, sonrisas y disfraces; yo ya soy lo suficientemente mayor como para también cambiar de forma.

Guardián me dice:

–Ya es hora de que hagas un cambio. Algunes de tus amigues ya están trabajando para estas personas, traen créditos y sulfas a casa.

Mi tío (por parte de la cuarta aunión de Guardián) cambió de forma desde el inicio, siendo une de les primeres en darse cuenta de cómo ello podría beneficiarnos.

–Fui educade y entrenade como académique. Siempre dices que debo permanecer sumergide en mis matemáticas y otros estudios –le reclamo a Guardián.

–Tienes que hacerlo. Solo hay una manera de entendernos con ellos –dice mi tío, repasando su largo cabello rubio entre sus dedos. Mi tío no es une persone educade, pero ocupa un alto cargo en la política y, mientras el capitán Dow está cerca, conserva esta forma particular. El capitán zarpará pronto y será entonces que mi tío probará con otras características, pues ya se le advirtió que resulta indecoroso que corretee tras los jóvenes con apenas tres pelos en la cara portando el rostro de una chica por las naves espaciales. Yo misme no quiero hacerlo. Desperdiciar tanto tiempo cuando, incluso ahora, los catorce decimales repiquetean en mis espejos.

–Tenemos el patrón de un botánico hembra. Ella tendría que quedarte bien. Pero antes de meterte al tanque pautal, tendrás que desarrollar otro lóbulo cerebral. Ellos tienen dos.

–Lo sé –digo, de mala gana–. Una botánica. ¡Una ella!

–Al tanque –me indica Guardián sin piedad, y yo soy suye para que me use como considere necesario.

Fui liberade después de pasar cuatro días absorbiendo el patrón de la hembra terrana en el tanque.

–Tu trabajo te espera. Pasamos por muchas trabas para arreglarlo –me dice Guardián. Suena brusque, quizás porque no se ha aunado por mucho tiempo. Las responsabilidades de ser Guardián de Minas y Semillas vienen primero, mucho antes que cualquier compromiso social.

Paso mis dedos entre mis bucles castaños y noto que mi tío me mira con detenimiento.

–¿No te has reformado en una mujer muy vieja? –me pregunta.

–Oh, está bien –dice Guardián–. Por lo que entiendo, treinta y tres años empatan bien con el doctor.

El doctor Arnold Proctor, el biólogo cabecilla de la colonia, está ocupado haciendo imágenes radiográficas (con sus primitivos rayos X) de varias estructuras óseas: aves murger, roedores y nuestras mascotas y corredoras, las kootas (“perros” para los terranos, quienes están fascinados con ellas). Las criamos principalmente para que tengan vitalidad y rapidez, pero algunas portan el gen de un defecto estructural heredado que las atrofia, por lo que deben ser destruidas antes de desarrollarse por completo. El doctor está llevando a cabo un estudio completo de las kootas.

Se levanta de su silla cuando entro a su oficina.

–Soy la señorita Dow, su nueva asistente –le digo, esperando que mis uñas largas soporten el golpeteo sobre las teclas de la computadora, dado que no tengo mucha experiencia en retener formas extranjeras. Mantengo un balance incierto entre mí misme y Martha Dow, quien también soy. Pero he descubierto que no se tienen dos lóbulos solo porque sí.

–Buenos días. Me da gusto que esté aquí –dice el doctor.

Es un hombre amable, rubicundo, de cabello plateado, habla suavemente, de manera inteligente. A medida que trabajamos juntos me complace averiguar que no bromea ni lanza chistoretes como tantos de los terranos, a pesar de lo extravagante que puedo llegar a ser; me gustan la música y los banquetes tanto como mis estudios.

Aunque esté inmerso en su trabajo, el doctor Proctor no es grosero con quienes lo interrumpen. Un hombre de inusual equilibrio, a pesar de venir de una cultura que envía agrupaciones científicas conformadas noventa por ciento por un solo sexo, aunque su especie los provee de dos. Durante las primeras reuniones se muestra dedicado pero afable y yo estoy encantada.

–Doctor Proctor –le pregunto una mañana–, ¿es posible que radiografíe a mi koota? Ella es muy fina, proviene de una estirpe de lo más veloz y quisiera cruzarla.

–Sí, sí, claro –me promete con su rápida y casi siempre ausente sonrisa–. Por supuesto. Usted desea cruzar solo a las mejores –es típico de él asumir que todos somos tan entregados como él.

–No pasa nada con tu koota –dice mi tío, a quien no le agrada la idea–. ¿Para qué quieres pasarla por los rayos X? ¿Te imaginas si encuentras que algo está mal? Tendrás miedo de cruzarla o de que corra, y no podrá ser reemplazada. Además, tu interés en ella lo hará sospechar.

–¿Sospechar qué? –pregunto, pero mi tío está resuelto a no contarme, así que le digo–: ¿Te imaginas si la cruzo y sus crías nacen atrofiadas?

–Te corresponde mantener la mente en tu trabajo, no en las carreras –dice Guardián–. La koota solo era para entretenerte cuando eras más joven.

Me agacho y acaricio su cabeza, que es hermosa, y ella exhala profunda y dulcemente en respuesta.

–Oh, déjala ser –dice mi tío, con cansancio. Comienza a irritarse porque elles no planeaban que yo me encerrara en el laboratorio o en la sala computacional sin hacer más contactos importantes. Pero une académique nace con cierto temperamento y es de naturaleza introspectiva y, ya que estoy destinade a reemplazar a Guardián en algún momento, naturalmente prefiero la vida de la mente.

–Debo decir –acota mi tío– que encarnas la imagen de una hembra terrana. ¿El trabajo es interesante?

–Oh, sí, fascinante –respondo, y resopla ante mi mentira, pues en realidad es aburrido y rutinario, ambes lo sabemos. Gran parte del tiempo de trabajo se emplea en resguardar la conexión entre mis dos lóbulos, que todavía me plantean ciertas dificultades.

Mi perra koota es sometida a una radiografía pélvica. Más tarde, parada sobre mis tacones en el pequeño y oscuro cubículo, examino la placa en la pantalla. Él también está aquí; sus pómulos color esmeralda, bajo esta luz peculiar; su cabello, plateado a la luz del día, parece fosforescente. Lo resisto. Me resisto a este doctor con ojos de rayos X que pueden examinarme hasta la médula con facilidad. Él mira la médula de Martha, cada uno de sus perfectos corpúsculos.

No se pueden imaginar lo reconfortante que es ser tan transparente. No hay necesidad de fingir, ajustar, avanzar, distanciarse o discutir las rarezas de mi planeta. Miramos la placa de rayos X de mi preciada corredora y compañera para determinar la densidad de las coyunturas de su cadera, aunque sospecho que el doctor, de color verde plateado y alto como una torre, perfora mi realidad con su educada mirada. Puede ver la sangre aflorando en mis superficies. No necesito hacer nada más que pararme derecha para que el pliegue de grasa de mi cintura no distorsione mi barriga, el centro de todo.

–¿Lo ves? –dice él.

Sí lo veo, mirando la placa en la oscuridad, donde la perfección y el desastre se dejan ver, y me entrelazo con la paradoja que aquí me desafía. Mientras más oscuro el cuarto, más brillante la pantalla y más limpia la imagen. ¡Menos luz! y la verdad se torna más clara. O la koota está articulada apropiadamente y puede ser cruzada sin peligro de transmitir el gen a sus crías, o no está articulada de la manera correcta y no puede ser usada. Menos luz, ¡más verdad! Y el doctor es una escultura verdosa (un poco más oscuro y sería de color bronce), aunque su color natural es rosa alabastro.

–Verás –dice el doctor, y yo en verdad trato de ver. Con su lápiz de cera apunta a la coyuntura en la placa–, ya es evidente cierto desarrollo osteoartrítico. El borde craneal está decayendo, podría quedarse coja. Sin duda transmitiría el defecto a algunas de sus crías, si decidieras cruzarla.

Esta koota ha sido mi amiga y compañera de juegos por mucho tiempo. Retiene una sola forma, la de una koota llena de amor y hermosa velocidad; ella ha sido fuente de placer y de orgullo.

El doctor Proctor, el de cabello color peltre, analiza los defectos anatómicos de la koota con una voz gentil y cultivada. Estoy trastornada. No tendría que haber la necesidad de explicar la verdad, que es evidente. Aun así, pareciera que para comprender lo que se expone, requeriría de una educación especial. Se dice que cuanto más has visto, más rápido eres para ordenar las verdades eternas en una pila y las ilusiones fatídicas en otra. ¿Cómo es que a veces el doctor porta una cabeza que remite a la de una koota, de espléndido hocico y noble ceño? De repente suelta una risita y señala mi ombligo con la punta de su lápiz de cera, anunciando:

–Ahí, ahí; es esencial que el ombligo esté adherido a la pelvis, o no podrás engendrar niños.

He reflexionado sobre mi descendencia. ¿Pero no hablábamos de mi corredora? La placa sigue pegada a la pantalla y, sobre ella, de patas abiertas como las alas de un águila, aparece el huesudo Rorschach de mi perra koota, con las coyunturas de la cadera expresando su condena.

Deseo que el doctor encienda la luz del día. He llegado a la conclusión de que la cantidad de verdades que puedo examinar es limitada y, mientras más me someto a las condiciones necesarias para hacerlo, más infeliz me vuelvo.

El doctor Proctor es un hombre de integridad tan perfecta que continuará hablando de huesos y de músculos hasta que yo esté dispuesta a suplicar misericordia. Él hizo algo que es inusual y probablemente también está prohibido, pero no es consciente de ello. Quiero decir que está prohibido en su cultura, donde parece que usan a los otros para jugar pero no juegan entre ellos. Estoy inquieta, fluctuante.

Él pulsa dos interruptores. Se apaga la placa y se enciende el sol, haciendo que mis ojos derramen sensibles y agradecidas lágrimas; él está tan acostumbrado a estos contrastes que no hace más que parpadear. Flotando al rayo del sol, me vuelvo opaca. Él no puede ver nada más que las tensiones en mi superficie y me pregunto qué hace en su tiempo libre. Una parte de mí parece ladearse o deslizarse.

–Tranquila, tranquila, oh, cielos, señorita Dow –dice dándome palmaditas en la espalda, frotando mis omóplatos. Sus dedos y antebrazos se extienden con cautela–. Quieres criar solo a las mejores, ¿no es así? –pregunta. En mi interior inicio un compulsivo ritual que consiste en contar elementos; es lo único que puedo hacer para mantener abierta la comunicación entre ambos lóbulos. Sufro de eclipses: uno se oscurece, el otro se enciende, uno se oscurece, el otro se transforma en nova.

–Tranquila, tranquila –dice el doctor, angustiado porque tiemblo mientras trato de mantener abiertas las conexiones; nunca antes me había sentido obstruida. Es probable que tengan que meterme de nuevo al tanque pautal.

Profundamente afectada, levanto mi cara y él me da un beso. Entonces me siento bien, en equilibrio otra vez.

–Oh, Arnie, oh, Arnie –proyecta uno de los lóbulos; el otro compone un concierto para flauta virtix. Sí, estoy bien con la forma que tengo.

–Es esencial, oh sí, es esencial –murmura Arnie mientras marca mis coyunturas con su lápiz de cera, cuyos trazos pueden ser borrados fácilmente de la superficie de la placa–. Supongo que todos los colonizadores nos sentimos solos aquí –dice finalmente.

–Oh, sí lo estamos, ¿no es cierto? –digo antes de reparar en la intensidad de las manipulaciones de Guardián y en lo mucho que tengo que aprender. Evidentemente Guardián me fichó tres veces como terrana en el Centro de Cacheo de la Colonia. –Oh, sí. Sí, sí. Oh, Arnie –miento–, apaga la luz para que hallemos más verdades.

–Aquí no –dice Arnie, y por supuesto que tiene razón. Esta es una sala de estudio para catalogar datos duros, no un rincón para el carnaval. Descubro con sorpresa que no hay muchos lugares para ello. Ya que he pasado toda mi vida entre paredes de vidrio, hubiera esperado que cualquiera estuviera igual de cómodo ahí que yo, pero no es así.

De cualquier manera, llegamos a sus aposentos al anochecer, para estar cómodos y libres de vergüenza. Nadie pensaría que un hombre de su edad, tan dedicado, fuera tan vigoroso, pero averigüé que pasa sus fines de semana en el centro recreativo golpeando una pelota con su mano. La pelota pega contra una pared y él la golpea y la golpea. Aunque ahora ha abandonado eso, porque estamos juntos los fines de semana.

–Eres más de lo que merece un viejo soltero como yo –me dice.

–¿Por qué eres un viejo soltero? –le pregunto. Ciertamente me pregunto por qué, si acaso es algo que no debería ocurrir.

–No soy un hombre joven –intenta explicarme–. Me temo que no sería un buen esposo. Me gusta trabajar hasta tarde, no ser molestado. En mi tiempo libre me gusta hacer tallado en madera. Unas veces me acuesto con el sol y otras paso toda la noche trabajando. Y luego los niños. No. Soy afortunado de ser un viejo soltero.

Arnie talla madera kaku, que tiene una veta brillante y es lo suficientemente suave como para permitir un labrado fácil. Ahora esculpe la figurilla de un ave murger; talla la madera a lo largo y hacia abajo para que la veta ondulante, colmada de fluidez, de líneas cuneiformes, represente las plumas. La luz de la lámpara brilla sobre su cabello y sobre el pliegue de sus párpados cuando mira hacia abajo y esculpe, labra, voltea. Está absorto en lo que no ve y proyecta lo que quiere ver. Es lo contrario de lo que debería hacer en la sala de observación. Comienzo a sentir un dolor peculiar, localizado en el plexo nervioso entre mis pulmones. Él no me habla. No me acaricia. Olvidó que estoy aquí y, como una proyección falsa, empiezo a desvanecerme. Quizás en una hora la placa quede en blanco. Si él no me ve, ¿en realidad estoy aquí?

Él solo está haciendo lo que yo hago cuando estoy absorta en mis propios proyectos, y eso lo admiro: la intensidad con la que trabaja; es magnífico. Sí, estoy celosa de eso. Ardo de furia y de celos. Él me ha abandonado para que siga siendo Martha y yo desearía ser yo misme de nuevo, libre de formas, de una sola mente. No con este costal de lodo sujeto a otro. Sin embargo, él me está enseñando que es bueno aferrarse el uno al otro. Estoy exhauste de disciplinas extrañas. Tal vez él también está cansado; veo cómo a veces masajea los músculos de su estómago con las manos y cierra los ojos.

En una de las pocas tardes que paso en casa, Guardián me sienta frente a sí.

–Estás cometiendo un error –me dice con furia–. Si el doctor averigua quién eres, perderás tu trabajo en la colonia. Además, nunca esperamos que te liaras con un solo hombre. Se supone que empezarías con el doctor y seguirías con otros. Necesitamos tantos créditos como puedas traer. Y, por cierto, no has salido muy bien en tu puntuación últimamente. ¿Él es tacaño?

–Claro que no.

–Pero todos los créditos que traes a casa son tu paga.

No se me ocurre una respuesta. Es cierto que Guardián tiene derecho a asignarme el rol que mejor nos beneficie, así como yo usaré a otres cuando sea Guardián, pero tanto elle como mi tío se gastan la mitad de mis créditos en sulfatiazol, al cual se han vuelto adictes.

–No tienes ningún sentido de la responsabilidad –dice Guardián. Tal vez se acerca su tiempo de aunarse de nuevo y esto hace que se preocupe más por mi estabilidad.

–Oh, es joven, déjale en paz –dice mi tío–. Siempre y cuando nos entregue la mayoría de los créditos de su pago. Aunque lo que hace con lo que sobra, nunca lo sabremos.

Lo uso para comprar ropa en la Casa de Cambio de la Colonia. A veces Arnie me lleva a pasear por la tarde, usualmente al Bar del Árbol Risueño, donde las tripulaciones espaciales gustan de relajarse. El bar es un lugar donde encontrar bebés de gozo; jóvenes y bellas chicas nacidas en el planeta, que trabajan en el Centro de Cacheo de la Colonia durante el día y pasan sus tardes aquí, compitiendo por la atención de los oficiales. Sentada aquí con Arnie, no puedo distinguir a la hija de un colonizador de algune de mis amigues o parientes. Elles tampoco me reconocerían.

En una ocasión, en casa, traté de hablar con algunes de estes amigues sobre mis sentimientos, pero descubrí que cualesquiera que fueran los patrones femeninos que tomaron, eran superficiales; ningune de elles se molestó en desarrollar un lóbulo extra, sino que apenas se insertaron el patrón terrano en algún rincón de su lóbulo, como referencia práctica. La mayoría consume sulfas. Son juguetes duros y relucientes; saltan como guijarros sobre la superficie de las vidas de los colonizadores.

Luego vuelven a casa, retornan a sus propias formas libres y disfrutan de sus colores, de sus matemáticas, de sus composiciones y cultivos.

–¿Por qué yo? –le reclamo a Guardián–. ¿Por qué dos lóbulos? ¿Por qué yo?

–Creímos que serías más eficiente –responde–. Y mientras estés aquí, lo cual ocurre rara vez en estos días, será mejor que retornes a otras formas. Tus partículas pueden resultar dañadas si conservas esa forma de mujer por demasiado tiempo.

“Oh, pero tú no sabes”, quisiera decirle. “No sabes que la conservaré para siempre. Si me estropeo o muero tú me pondrás en los bancos celulares y quedarás pasmado, asombrado, aterrado al descubrir que saldré completa, toda Martha. No puedo ser cambiada”.

–Pequeño grumo de protagón –murmura mi tío, acremente–. Nunca llegarás a ser alguien, nunca serás Guardián. ¿Has hecho algo relacionado con tu trabajo últimamente?

–Sí, he hecho algunas divisiones de cristales y los he regenerado en partituras no establecidas. –Mi tío está de mal humor, ya que se ha estado metiendo sulfa y su tejido nervioso está ulcerado. Soy prudente y le hablo bajo, pero aun así refunfuña.

–No puedo entender por qué te gusta ser un paquete bilobular de risitas. Yo no podía esperar para salir de eso. Y tú estabas totalmente en contra de ello, para empezar.