Saber del mal y del bien - Pedro Calderón de la Barca - E-Book

Saber del mal y del bien E-Book

Pedro Calderón de la Barca

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Beschreibung

Saber del mal y del bien es uno de los dramas teatrales de Pedro Calderón de la Barca. Suele emplear en ellos auspicios y profecías iniciales que desvían la atención del público, con componentes mitológicos, rasgos deudores de la obra de Lope de Vega y centrados en temas clásicos de la época como la religión, el amor y el honor.

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Seitenzahl: 78

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Pedro Calderón de la Barca

Saber del mal y del bien

VII.

Saga

Saber del mal y del bienCover image: Shutterstock Copyright © 1650, 2020 Pedro Calderón de la Barca and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726497250

 

1. e-book edition, 2020

Format: EPUB 3.0

 

All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAS.

El Rey Don Alfonso. Don Alvaro De Viseo. El Conde Don Pedro De Lara . Ordoño. Iñigo. Fabio, criados.Lucindo, criados.García, criada de D. Alvaro.Julio, criado del Conde.Doña Hipólita De Lara. Doña Laura De Quiñones. Doña Jacinta De Silva. Licia, criada de Doña Hipólita.

– –––––––––

JORNADA I.

Salen Doña Hipólita, Laura, y Jacinta de caza, con galas y plumas.

 

Laur. En tanto que el gran planeta

Con ardientes rayos dore

El mundo, hurtando su injuria

La oposicion de dos soles,

Puedes descansar en esta

Parte mas remota, donde

Tejidas nubes de hiedra

Rústicamente se oponen

Al sol, porque defendido

El sitio á las sinrazones

Del tiempo, el fuego lo dude,

Para que el fuego lo ignore.

Jac. Aqui puedes descansar

En tanto que los veloces

Caballos, envidia hermosa

De Flegon, Pirois y Etonte,

Pagan en coral y nieve,

Nieve, coral, fruta y flores.

Hip. Doña Jacinta de Silva,

Doña Laura de Quiñones,

Amigas mias, en quien

Igualmente amor dispone

Un alma y un albedrío,

Dando generoso y noble

Un corazon á tres pechos,

Y á un pecho tres corazones:

Aqui con vosotras quiero

Hoy divertir los rigores

De un amor, que engendra en mí

Varias imaginaciones.

El Rey Don Alfonso, hijo

De Doña Urraca, á quien pone,

Ó la envidia, ó la traicion

Injustamente en prisiones,

Porque dicen, que trataba

De entregar el reino al Conde

Don Pedro mi hermano; y esto

La tiene en aquesta torre,

Donde vivimos: en fin

El Rey Don Alfonso, jóven

Tan galan y tan brioso,

Que en Vénus, madre de amores,

Le dió Marte la fiereza,

Le dió la hermosura Adónis,

Á mis desdenes constante,

Solicita mis favores,

Siendo el Laurel de sus rayos,

La Clicie de sus ardores,

Por cuya causa mil veces

Á caza viene á estos montes;

Y por esto, ó por temor,

Mi hermano levanta sobre

Los hombros de su privanza

Máquinas y presunciones.

Aconsejadme las dos

En tal caso, pues conocen

En la ocasion vuestros pechos

Donde está el peligro, y donde

El interes.

Jac. Si permites

El consejo á mis razones,

¿Qué muger no es ambiciosa?

¿Cuál no previene y dispone

Antes el mando, que el gusto?

Que el poder todo lo rompe.

Y si en la esfera del mundo

El Rey es sol de los hombres,

Y tú de tan gran planeta

La inteligencia y el móvil,

Ama al Rey.

Laur. Mal la aconsejas;

Pues si el Rey es sol, y en orbes

De zafir alumbra, ¿quién

No vive atento al desorden

De sus rayos? pues apenas

Una nube se le opone,

Cuando todos al instante

Su mancha y error conocen;

Lo que no sucede, cuando

Turba los aires veloces

Una nube; porque son

Mas notados los mayores.

Unos. [dentro] Muera! matadle!

 

Don Alvaro dentro.

 

Alv. Villanos,

¿Tántos para solo un hombre?

Válgame el cielo!

 

Baja despeñado Don Alvaro, herido, con la espada en una mano, y un pan en la otra, y viene á caer á los pies de las Damas.

 

Laur. Qué es esto?

Jac. Precipitado del monte

Un hombre baja.

Laur. Y bañado

En el rojo humor que corre

De sus venas, ya parecen

Lengua de sangre las flores.

Hip. Aunque el horror y el espanto

Son de mis plantas prisiones,

El ánimo generoso,

La piedad altiva y noble

Me llaman á socorrerle. —

Hombre infelice, á quien pone [á Alvaro.

La fortuna en tal estado,

Que en las entrañas de un roble

Es tu sepulcro una peña,

Y tu pirámide un monte,

Si acaso te deja el alma

Últimas inspiraciones,

Para que hoy á tus sentidos

Puedan penetrar mis voces,

Oye lástimas y quejas

De quien aun no te conoce,

Y llora desdichas tuyas;

Que puede ser, si las oyes,

Que cobres nuevo valor,

Que nuevo espíritu cobres;

Que es vida de un desdichado

Hallar quien sus penas llore.

Alv. Hermosísimas señoras,

Cuya voz, cuyas acciones

Ninfas os dicen del valle,

Diosas os llaman del bosque,

No ha sido el mayor agravio

De mis pasados rigores

Rendir la vida á la accion

Del hado antes, que al golpe,

Sino el haberla guardado

De tan furiosos rigores,

Para morir á esos pies,

Donde mi sangre me estorbe

El veros. Mas si en vosotras

Para mi dicha dispone

Piedad y hermosura el cielo,

Muévaos el ver como corre

De mi rostro á vuestras plantas,

Siquiera porque fue noble,

Copioso raudal de sangre

De las heridas atroces.

Sino tambien de los ojos,

Pues tales son mis pasiones,

Que no extrañaré de mí,

Que sangre mis ojos lloren.

 

Salen el Rey, el Conde , Iñigo yOrdoño.

 

Rey. Qué es esto?

Hip. Mejor lo diga

Este asombro, que mis voces,

Este espanto, que mis penas,

Este horror, que mis razones.

Rey. Quién eres?

Alv. Quien á tus plantas

Es bien que la vida cobre,

Antes de hablar, y despues

Te responda: señor, oye:

Un pobre soy, que ahora huyendo

En mi patria los rigores

De la fortuna, (que tienen

Fortuna tambien los pobres)

Desesperado de hallar

Piedad alguna en los hombres,

Huyendo de los poblados,

Me salgo al campo á dar voces,

Por ver, si entre fieras hallo

Tan rigurosos favores.

Y no fue en vano, pues tuve

En desiertos horizontes

El cristal de esos arroyos,

Y la yerba de esos montes,

Y no esta piedad divina

En las humanas acciones

De vuestra gente: pues hoy

Viéndoos, señor, nuevo Adónis,

Seguir las fieras, herir

Las aves, medir el bosque,

Procurando algun sustento,

Llegué á vuestros cazadores,

Que estaban dando á los canes

El tosco manjar que comen.

Envidioso de los brutos,

Dije humilde: dad á un pobre

Algun sustento. Mas ellos

Soberbiamente responden,

No tienen cosa que darme;

Yo desesperado entonces,

¿Cómo, lo que dais á un perro,

Se sabe negar á un hombre?

Dije, y la necesidad,

Que el mayor respeto rompe,

Ni hay agravio á que se rinda,

Ni hay peligro á que se postre,

Me obligó á quitar á un perro

Aqueste pan; y feroces

Vuestros criados sacaron

Las espadas; (qué rigores!)

Saqué la mia, y rendido

Mas á la hambre, que á los golpes

De sus aceros, aunque

Eran muchos, caí del monte,

Donde, bañado en mi sangre,

Te pido, que los perdones

Mi muerte, pues fue piedad

Darla con fieras acciones

Á un hombre tan desdichado,

Que la cara no conoce

Del bien, porque siempre tuvo

Agravios, penas, dolores,

Llantos, miserias, y hoy muere

Desdichado, humilde y pobre.

Rey. Conde!

Cond. Señor?

Rey. Con cuidado

Haced curar ese hombre.

Y vos sabed quien ha sido [á Iñigo y Ordoño.

Dueño de una accion tan torpe.

Cond. Venid, señor, en mis brazos, [á Alvaro.

Que mueven vuestras razones

Á lástima; y cuando no

Fuera del Rey este órden,

Por mí lo hiciera.

Alv. Los cielos

Os paguen accion tan noble;

Que esta es la primera dicha,

Con que el cielo me socorre,

Porque ha de ser la postrera.

[Llévante el Conde, Iñigo y Ordoño.

Laur. ¡Qué dignas son tus acciones

De tu pecho!

Hip. Plegue al cielo,

Invicto Alfonso, que logres

Las esperanzas altivas,

Coronando tus pendones

El águila de dos cuellos,

Á dos imperios conformes;

Mas poco son dos imperios,

Dueño te aclame del orbe

La fama con letras de oro

Sobre láminas de bronce.

Rey. La primera vez ha sido,

Hipólita, que he llegado,

Á tanta nieve postrado,

Á tanto fuego rendido,

Y que piedades ha oido

Mi rendimiento constante.

Mucho tiene de diamante

Tu desden y tu rigor,

Pues que, sin sangre, el amor

No fue á labrarte bastante.

Pluguiera á Dios, fuera mia

La que venció tu crueldad,

Debiérale esa piedad

Á tu rigor este dia,

Á mi pena tu alegría;

Que en los extremos del hado

No hay hombre tan desdichado,

Que no tenga un envidioso,

Ni hay hombre tan venturoso,

Que no tenga un envidiado.

Bien su condicion se advierte

En mí, que estoy envidiando

Á un misero, agonizando

En los brazos de la muerte,

Á un hombre, que desta suerte

Piedad y lágrimas das,

En cuyo efecto verás,

Que no hay, de mudanza llenos,

Bien, que no pueda ser menos,

Mal, que no pueda ser mas.

Hip. Jesus, señor, Vuestra Alteza

Viva, Fénix español,

La edad luciente del sol,

Que en alta naturaleza,

Una acaba, y otra empieza,

Sin temer mudanza alguna

De la imágen de la luna,

Ni el olvido se le atreva,

Porque sus aplausos deba

Al tiempo y á la fortuna.

Que yo no soy tan cruel,

Como os habré parecido;

Pues ningun rayo ha ofendido

La magestad del laurel:

Reservadas viven dél

Las hojas, que mauseolo

Son de la Ninfa de Apolo;

Y asi estais de mi rigor

Libre vos solo, señor,