Salud, pandemia y sistema sanitario - Marciano Sánchez Bayle - E-Book

Salud, pandemia y sistema sanitario E-Book

Marciano Sánchez Bayle

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  • Herausgeber: Foca
  • Kategorie: Fachliteratur
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2021
Beschreibung

Un libro necesario, urgente, en medio del pandemónium de intereses y voces supuestamente expertas. A propósito de la pandemia, el presente texto nos exhorta a reflexionar sobre las repercusiones de esta en la economía, la sociedad y la salud; sobre el papel de las teorías conspiranoicas y negacionistas; sobre cómo se están cuestionando nuestros sistemas sanitarios públicos, qué limitaciones tienen y cómo se ha reaccionado y se está reaccionando a nivel mundial y, por supuesto, en España, así como a pensar los cambios que previsiblemente se producirán o deberían producirse en nuestros modelos sanitarios. Centrado en la gravedad de la situación que la covid19 ha puesto al descubierto, se nos ofrece un libro necesario, urgente, en medio del pandemónium de intereses económicos y políticos y del caos de voces supuestamente expertas que proliferan por los medios de comunicación y las redes sociales. Una contribución en defensa de la sanidad pública que nos orienta en ese mar de incertidumbre en el que nos ha sumido la actual crisis y que, con toda seguridad, en un futuro cercano nos servirá de advertencia para no caer en los mismos errores.

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foca investigación

185

Diseño interior y cubierta: RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original..

© Sergio Fernández Ruiz, Marciano Sánchez Bayle, Carlos Sánchez Fernández, 2021

© Ediciones Akal, S.A., 2021

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

facebook.com/EdicionesAkal

@AkalEditor

ISBN: 978-84-16842-66-7

Sergio Fernández Ruiz, Marciano Sánchez Bayle, Carlos Sánchez Fernández

Salud, pandemia y sistema sanitario

A propósito de la pandemia, el presente texto nos exhorta a reflexionar sobre las repercusiones de esta en la economía, la sociedad y la salud; sobre el papel de las teorías conspiranoicas y negacionistas; sobre cómo se están cuestionando nuestros sistemas sanitarios públicos, qué limitaciones tienen y cómo se ha reaccionado y se está reaccionando a nivel mundial y, por supuesto, en España, así como a pensar los cambios que previsiblemente se producirán o deberían producirse en nuestros modelos sanitarios.

Centrado en la gravedad de la situación que la covid-19 ha puesto al descubierto, se nos ofrece un libro necesario, urgente, en medio del pandemónium de intereses económicos y políticos y del caos de voces supuestamente expertas que proliferan por los medios de comunicación y las redes sociales.

Una contribución en defensa de la sanidad pública que nos orienta en ese mar de incertidumbre en el que nos ha sumido la actual crisis y que, con toda seguridad, en un futuro cercano nos servirá de advertencia para no caer en los mismos errores.

Sergio Fernández Ruiz (Madrid, 1982) es vicepresidente de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública. Ha publicado artículos, nacionales e internacionales, y libros sobre salud y política sanitaria, el último Sanidad Pública. Entre el éxito y el desastre.

Twitter: @SerFdezRu

Marciano Sánchez Bayle (Plasencia, 1949) es portavoz de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública y vicepresidente de la International Association of Health Policy. Ha publicado numerosos artículos en revistas científicas y prensa. Autor y editor/coordinador de varios libros, el último Privatización Sanitaria: análisis y alternativas.

Twitter: @FADSPU

Carlos Sánchez Fernández (Madrid, 1994) es periodista y máster en Periodismo Multimedia Profesional, con múltiples publicaciones sobre salud.

A las personas que trabajan y luchan por

la Sanidad Pública y la salud de la población.

INTRODUCCIÓN

La pandemia de la covid-19, que afecta a nivel mundial –en España de una manera especialmente grave– no ha surgido de ningún laboratorio chino, ni del terrorismo islámico, ni siquiera la han producido Trump, Bolsonaro o Johnson y otros muchos negacionistas y conspiranoicos, aunque hayan contribuido a su difusión, sino por el contrario es el producto previsible de un sistema económico y social que, con la globalización neoliberal, el cambio climático y las desigualdades crecientes entre países y dentro de estos, ha generado las condiciones que la han favorecido.

Por otro lado, en muchos países del mundo, en especial en el nuestro, el adelgazamiento del Estado del bienestar, sumado a los recortes y las privatizaciones en la sanidad y a la falta de previsión para acontecimientos como el actual, centrando el sistema sanitario en actividades rentables para las grandes multinacionales de la Big farma o de las empresas tecnológicas, ha dificultado nuestra capacidad de respuesta.

Este libro, que pretende ser, sobre todo, asequible a cualquier lector, indaga en las causas, ya sean las más remotas y a nivel mundial o las más cercanas y las específicas de nuestro país.

Queremos explicar la realidad de lo que nos sucede, lo que ha dejado a muchas personas (incluso a muchos profesionales) perplejas ante una crisis inesperada y drástica que casi ha paralizado el mundo y que se suponía impensable en pleno siglo xxi, que nos ha retrotraído a escenarios medievales tan brillantemente desarrollados por Ingmar Bergman en el Séptimo sello y a la que se está respondiendo, hasta el presente, con instrumentos básicamente de los siglos xviii y xix, ante la falta de capacidad de esa ciencia y esa medicina de las que estábamos –y seguimos teniendo motivos para estarlo– tan orgullosos, para resolverla.

Por supuesto, cuando aparece una nueva enfermedad se tarda tiempo en tener instrumentos terapéuticos para abordarla, sean vacunas y/o tratamientos específicos. Entonces, en una pandemia, lo que hay que hacer es detectar pronto los casos, identificar y aislar los contactos, proteger especialmente a los más vulnerables y dar soporte y tratamientos sintomáticos a los enfermos graves para evitar que mueran. Y se está haciendo, al menos en la mayoría del país, prueba de ello es que esta segunda ola está teniendo una mortalidad mucho menor que la anterior.

Pero, aunque está muy bien tener un buen diagnóstico, lo importante es ser capaces de adoptar tratamientos eficaces y, sobre todo, medidas preventivas que eviten una situación similar en el futuro. Creemos, parafraseando al viejo filósofo alemán, que no basta con explicar el mundo, sino que hay que dar pasos para transformarlo. El libro pretende ofrecer, también, algunas alternativas al respecto, porque pensamos, al igual que Ingmar Bergman en su película, que hay una salida en positivo, dependiendo de todas y todos, basada en la solidaridad y en el trabajo por un mundo más justo y habitable, porque es el único que tenemos. ¡Ojalá, con estas páginas, contribuyamos a ello!

Capítulo I

¿Desde China con horror?

«Desde China con horror» es una expresión que se suele utilizar cuando se pide algo a este país por internet y, al recibirlo, se comprueba que el producto se parece poco a lo que pedimos porque es más pequeño, más feo o de peor calidad que lo esperado, lo que, por supuesto, no sucede siempre, y que, también, se usa para señalar la inmensa cantidad de productos increíbles y/u horteras que pueden ofertar estas webs. Existe, incluso, una cuenta de Twitter que recoge multitud de estos productos que parecen imposibles. Evidentemente, centrarlo en China es una muestra de la xenofobia y el racismo «blando» que nos caracterizan, porque objetos similares, de características igualmente inverosímiles y/o espantosas, pueden encontrarse en cualquier bazar de cualquier país de Europa o de EEUU.

El virus SARS-CoV-2 se identifica en Wuhan, una ciudad de 11 millones de habitantes situada en el interior de China, y todas las pruebas que tenemos (investigación genética) señalan que se trata de un virus que contagiaron los murciélagos a los pangolines pasando, de estos, a los seres humanos.

Los coronavirus son un grupo de virus clase IV de Baltimore, es decir, un virus ARN monocatenario positivo que produce su replicación en el citoplasma celular. Se los llama coronavirus por la envoltura proteica que sobresale hacia fuera y que, en microscopia electrónica, aparece como si estos estuvieran rodeados de una corona de ventosas o pétalos.

El coronavirus es un virus conocido hace mucho tiempo, que se encuentra en muchos animales como perros, gatos, cerdos, vacas, algunas aves (por ejemplo, los pollos), roedores como los hurones, murciélagos e incluso camellos.

También afecta a los seres humanos. Se estima que alrededor del 30-40 por 100 de los resfriados son producidos por coronavirus, pero también pueden causar bronquitis, neumonías, enfermedades intestinales y neurológicas, causando muertes en algunas personas más susceptibles (ancianos, inmunodeprimidos, etcétera).

En 2003 ya se identificó una enfermedad grave producida por coronavirus, la conocida como SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) que se diagnosticó en Vietnam, cuyo origen pudo rastrearse hasta Guangdong, en China, ese mismo año, y cuyo causante era un coronavirus llamado SARS-CoV, que provocaba una infección respiratoria aguda altamente contagiosa y de elevada letalidad (se identificaron 8.000 casos, de los que murieron un 10 por 100). Pronto se pudo comprobar que procedía de las civetas, un mamífero que habita en el sur de Asia y que pertenece a la misma familia que las ginetas.

En 2013 se produce una nueva epidemia por otro coronavirus hasta entonces desconocido: el Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS por sus siglas en inglés); el primer caso se detecta en Egipto. En este caso, el virus procedía inicialmente de los murciélagos, pero había infectado a los camellos de donde pasó a las personas. El MERS-CoV, que producía neumonía e insuficiencia renal aguda, también presentaba una elevada mortalidad (en torno al 30 por 100 de los casos), lo que, probablemente, favoreció que el número de casos fuera relativamente bajo (menos de 3.000 personas en todo el mundo), pudiendo controlarse su propagación.

El SARS-CoV-2 es, como se ve, el tercer caso de un coronavirus que en menos de 20 años salta de los animales a las personas. Todos ellos estaban en el grupo de los coronavirus beta. En este caso, lo que sabemos es que, probablemente, podría haberse originado de la recombinación de un virus similar a Pangolin-CoV con un virus tipo Bat-CoV-RaTG13 de los murciélagos. El coronavirus del pangolín se detectó en la mayoría de estos animales que se estudiaron en Malasia.

La enfermedad del SARS-CoV-2 activa el sistema inmunitario innato generando una respuesta excesiva que podría estar relacionada con una mayor lesión pulmonar y peor evolución clínica. Si esa repuesta no consigue controlar eficazmente el virus, como en personas mayores u otros inmunodeprimidos, este se propagaría de forma más eficaz, produciendo daño tisular pulmonar, que activaría a macrófagos y granulocitos, dando lugar a la liberación masiva de citoquinas, la llamada tormenta de citoquinas, y, asimismo, conllevando una activación del sistema de coagulación que provoca una coagulación intravascular diseminada que ocasiona un fallo multiorgánico. Por supuesto, todavía no se conocen todos los aspectos de la infección, menos aún sus secuelas, si es que las tiene, a medio y largo plazo.

El paso de enfermedades de los animales hacia los humanos está bien establecido desde hace siglos, conociendo que muchas de estas tuvieron su origen a partir del estrecho contacto con especies animales, sobre todo desde el Neolítico, en que se produce la domesticación de algunos animales y la ganadería, que a su vez es cuando comienzan los saltos entre especies.

Existen algunos motivos recientes para que este salto se intensifique, como son el cambio climático, que disminuye el espacio para las especies salvajes y las obliga a tener mayor contacto con los seres humanos; la agricultura industrial, que invade los hábitats de algunas especies y genera las macrogranjas de animales, las cuales favorecen las mutaciones de enfermedades y su paso a otras especies (por cierto, China es uno de los países donde existen las mayores del mundo); la venta de animales salvajes en muchos mercados de países de menores ingresos; la desregulación del comercio; la falta de control y medidas higiénicas, y la superpoblación con la existencia de numerosas megalópolis que, como ya mencionaremos, se concentran en Asia. Son muchas las circunstancias que favorecen un proceso y que acaban por producirlo, inevitablemente, en el medio y largo plazo, aunque el momento concreto y el germen concreto dependen del azar.

Como es sabido, la pandemia se ha producido en un contexto en el que se produce el enfrentamiento China versus EEUU para el control y la hegemonía del comercio y de la política mundial. El «virus chino» se ha convertido, así, en un eslogan de Trump en sus enfrentamientos con la potencia industrial que amenaza con desplazar a EEUU de su situación de predominio mundial, establecida tras la caída del Muro de Berlín, y lo ha hecho a través de una serie de fake news no siempre fáciles de desmentir. Decir que el virus se ha producido en laboratorios chinos para infectar al planeta es, por lo que sabemos, una estupidez, pero decir que hubo falta de transparencia en el inicio de la enfermedad y que se ocultó esta para evitar una parada económica es más complicado de negar, entre otras cosas porque el régimen chino no se ha caracterizado por su transparencia informativa.

Existen muchas críticas, también internas, a esta falta de transparencia, entre ellas las recogidas por Ai Weiwei en su documental Coronation, donde se refleja el control estatal chino desde el primer minuto en que la ciudad de Wuhan fue cerrada hasta que el confinamiento se levantó. Allí está registrada la brutal reacción militarizada del Estado chino para controlar a la covid-19.

El documental no es sólo crítico con el Gobierno, sino que reconoce la velocidad de la respuesta a la epidemia. La película muestra la rapidez con la que se levantaron hospitales de emergencia en un puñado de días (nada que ver con los IFEMA de la Comunidad de Madrid), la llegada en autobuses de miles de profesionales sanitarios desde toda China y cómo se consiguió confinar, de manera estricta, a los 11 millones de habitantes garantizándoles sus necesidades básicas. Todo un ejemplo de eficacia incuestionable.

El propio Ai Weiwei señala, en una entrevista a Deutsche Welle (DW), la cadena pública alemana para el extranjero, en octubre de 2020, que «sellar Wuhan fue una buena medida. China tiene otras 100 ciudades de tamaño similar a Wuhan, porque sin ello hubiera habido un verdadero desastre humanitario». Por otro lado, señala que la pandemia dejará pocos cambios profundos en nuestra manera de comportarnos: «Las cosas volverán a la normalidad, la gente simplemente se quitará las máscaras y las tirará a la basura. No creo que la gente aprenda mucho en general. Incluso si han aprendido algo, será superficial, como lo que sucedió en China».

Si está en lo cierto, habremos perdido una gran oportunidad para prevenir horrores futuros, independientemente de su procedencia, y caeremos, de nuevo, en el error del inicio del capítulo: lo que crees que pides frente a lo que recibes.

Capítulo II

Salud, dinero y amor

A finales de los años sesenta se hizo popular una canción de Cristina y Los Stop, más o menos pegadiza, que decía:

Tres cosas hay en la vida:

salud, dinero y amor.

El que tenga esas tres cosas

que le dé gracias a Dios.

Probablemente, resume bien las prioridades que casi todo el mundo tiene en la vida, aunque es obvio que no contiene muchos aspectos importantes en la misma, como la libertad, la democracia o la solidaridad, sí sintetiza temas muy básicos en los que nuestra sociedad, capitalista, de libre mercado, pone mucho énfasis. Por otro lado, hay que tener en cuenta que la canción es de 1967, año en el que España sufría una dictadura que hacía difícil el meterse en muchas honduras sin correr serios riesgos, aunque «amor» es un asunto muy amplio que puede entenderse de una manera más restrictiva (amor carnal que decían los clásicos) o más amplia (amor a la familia, a los amigos, al prójimo, solidaridad, etc.). La pandemia que vivimos ha puesto en cuestión estos 3 aspectos.

La salud

Durante muchos siglos, la salud fue una ausencia de enfermedad, deseada pero difícil de conseguir, dadas las condiciones económicas y sociales. En muchos casos, asumida más como una concesión de la divinidad (se solía asumir que las enfermedades eran un castigo divino que había que tolerar con la mayor resignación posible, incluso sublimando los sufrimientos para alcanzar la gloria eterna) que como fruto de nuestro modo de vida, la higiene, relación que hicieron los griegos y que se basaba en fomentar los comportamientos que se entendían como saludables y evitar los excesos (recuérdese que Hipócrates decía que tu alimento sea tu única medicina. Mientras otros aconsejaban levantarse de la mesa con un poco de hambre).

Fue, básicamente, a partir del Renacimiento, sobre todo desde el siglo xix, cuando se sentaron las bases de la medicina moderna y del rechazo de la enfermedad y la mala salud como algo inevitable.

La salud es un concepto muy amplio e indeterminado. La RAE dice que es el «estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones y el conjunto de las condiciones físicas en que se encuentra un organismo en un momento determinado», utilizando una definición más restrictiva que la contrapone a enfermedad, a la que define como «alteración o desviación del estado fisiológico en una o varias partes del cuerpo, por causas en general conocidas, manifestada por síntomas y signos característicos, y cuya evolución es más o menos previsible», y también como «alteración más o menos grave de la salud». Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud, nada menos que en 1946, ya la había definido como «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades» en el Preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, que fue adoptada por la Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Nueva York del 19 de junio al 22 de julio de 1946, firmada el 22 de julio de 1946 por los representantes de 61 Estados (Official Records of the World Health Organization, n.º 2, p. 100) y que entró en vigor el 7 de abril de 1948. Definición que no ha sido modificada desde entonces y que fue reforzada por la Declaración de Alma Ata en 1978 que, además, señala que «es un derecho humano fundamental y que el logro del grado más alto posible de salud es un objetivo social sumamente importante en todo el mundo, cuya realización exige la intervención de muchos otros sectores sociales y económicos, además del de la salud».

La definición de salud ha recibido muchas críticas, precisamente por su carácter «utópico» y difícilmente alcanzable. La OMS ya habla en la Declaración de Alma Ata del logro más alto posible respecto a la salud, lo que supone asumir que la salud total no es posible, o al menos exigible, sino que el derecho a la salud es en realidad derecho a la protección de la salud y a la utilización de todos los medios a nuestro alcance, de acuerdo con los conocimientos científicos de cada momento, para alcanzar el mayor nivel de salud en función de nuestras propias limitaciones, por ejemplo la edad, el padecimiento de enfermedades genéticas y/o crónicas para las que no existe un tratamiento curativo o paliativo científicamente probado, etc. Por otro lado, una parte de los niveles de salud son subjetivos y, además, la percepción de mala salud no siempre conlleva menor esperanza de vida (un clásico en las encuestas de salud es el hecho de que las mujeres tienen una peor autopercepción de su estado de salud respecto a los hombres, pero, en cambio, su esperanza de vida es superior, es decir, viven más pero con peor salud o, al menos, con un sentimiento subjetivo de peor salud).

El acceso a la salud y el bienestar es un derecho humano (artícu­lo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, ONU 1948:

Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.

En 1946, en la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, se señalaba:

El goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social, y la salud de todos los pueblos es una condición fundamental para lograr la paz y la seguridad, y depende de la más amplia cooperación de las personas y de los Estados.

Estas son las razones por las que la Agenda para el Desarrollo Sostenible ofrece una nueva oportunidad de garantizar que todas las personas, no sólo las de mayor poder adquisitivo, puedan acceder a los más altos niveles de salud y asistencia sanitaria. Así se ha incluido en los 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU, 3 de ellos directamente relacionados con la atención sanitaria –«4. Reducir la mortalidad de los menores de cinco años; 5. Mejorar la salud materna; 6. Combatir el VIH, la malaria y otras enfermedades»– mientras que los otros 5 también están relacionados con una concepción amplia de salud (erradicar la pobreza extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal, promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer, garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una alianza mundial para el desarrollo).

Hasta aquí hemos hablado de salud individual que, en todo caso, como se deduce de la propia definición de salud de la OMS, es muy difícil de conseguir sin lograr la salud colectiva. Por eso, otro aspecto de la salud, ahora especialmente importante, es el de la Salud Pública que, según la RAE, es el «Conjunto de condiciones mínimas de salubridad de una población determinada, que los poderes públicos tienen la obligación de garantizar y proteger, y el cojunto de servicios gubernativos ordenados para preservar la salud del común de los habitantes de la nación, de una provincia o de un municipio». Es decir, la Salud Pública depende directamente de los poderes o administraciones públicos que son los responsables de garantizarla y protegerla.

Tal como señala la Ley 33/2011, de 4 de octubre, General de Salud Pública, puede definirse también como:

El conjunto de actividades organizadas por las Administraciones públicas, con la participación de la sociedad, para prevenir la enfermedad así como para proteger, promover y recuperar la salud de las personas, tanto en el ámbito individual como en el colectivo y mediante acciones sanitarias, sectoriales y transversales, y los principios que deben regirla son: