Si no fuera por ti, yo no sería - Vanessa Betancourt Bastidas - E-Book

Si no fuera por ti, yo no sería E-Book

Vanessa Betancourt Bastidas

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Beschreibung

Si no fuera por ti, yo no sería es una poderosa narrativa sobre la transformación personal y espiritual. Los personajes principales, Laura, Ernesto y Silvia, se enfrentan a desafíos emocionales profundos, desde intentos de suicidio hasta violencia doméstica y duelo. Cada uno de ellos se embarca en un viaje introspectivo, encontrando guía en sus mentes y un enigmático guía espiritual. Este libro no solo narra sus luchas, sino que ofrece un mensaje de esperanza y superación, mostrando cómo el crecimiento y la transformación son posibles a través de la conexión con los pensamientos más elevados. A través de sus historias, descubrirás cómo superar la oscuridad y encontrar la luz, demostrando que el proceso de creación de la vida deseada es totalmente alcanzable. Te inspirará a reflexionar sobre tu propio camino, a enfrentar tus sombras y a buscar una vida llena de propósito y realización. Este libro es una guía espiritual que te invita a mejorar múltiples aspectos de tu vida, y te recuerda que, sin importar las dificultades, siempre hay una oportunidad para el renacimiento y la transformación.

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Seitenzahl: 458

Veröffentlichungsjahr: 2025

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SI NO FUERA POR TI

VANESSA B. BASTIDAS

Página de legales

Betancourt Bastidas , Vanessa

Si no fuera por ti, yo no sería : tres vidas, un destino : la fuerza de la fe y la esperanza / Vanessa Betancourt Bastidas . - 1a ed. - Berazategui : libella, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-631-6654-29-8

1. Espiritualidad. 2. Religiones . 3. Autoayuda. I. Título.

CDD 158.1

Editado en 2024 por Ediciones Libella

Editora Natalia Alterman

www.libellaediciones.com.ar

[email protected]

Diseño de tapa: Julieta Ramirez Borga

Diseño de interior: Marco Javier Lio

Primera edición en formato digital

Versión: 1.0

Digitalización: Proyecto451

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

Esta publicación no puede ser reproducida, en todo ni en partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la autora.

Índice de contenido

Portada

Portadilla

Legales

Decicatoria

Agradecimiento

Parte 1. La Oscuridad

Capítulo I

Episodio 1 (Laura): Comenzamos con el pie izquierdo

Episodio 1 (Ernesto): Puedo soportar una cosa negativa

Episodio 1 (Silvia): Presente de mierda

Capítulo II

Episodio 2 (Laura): En el baile y en el trabajo, tengo dos pies izquierdos

Episodio 2 (Ernesto): Vamos sumando dos a la lista

Episodio 2 (Silvia): Pasado de mierda

Capítulo III

Episodio 3 (Laura): ¿Acaso es posible tener tres pies izquierdos?

Episodio 3 (Ernesto): Ya tres, es multitud

Episodio 3 (Silvia): Vida de mierda

Parte 2. La Luz

Capítulo I (primer día)

Parte I

Parte II

Parte III

Capítulo II (segundo día)

Conociendo a tu Yo más elevado

Autoestima y autopercepción

Acción

Capítulo III (tercer día)

Pensamientos Positivos y Negativos

¿Quién eres?

Reacción y Consecuencias

Capítulo IV (cuarto día)

Creencias

Tus valores y principios

Éxito

Capítulo V (quinto día)

¿Cómo cambiar tus creencias?

Crecimiento espiritual

El proceso de la creación

Capítulo VI (sexto día)

Intención, Visualización y Manifestación

Conexión con lo divino

La Experiencia

Capítulo VII (séptimo día)

El despertar de la conciencia

Conciencia del alma

El mayor beneficio para todos

Parte 3. La sombra

Capítulo I

Episodio 1 (Laura): Nuevo comienzo con el pie derecho

Episodio 1 (Ernesto): Puedo agradecer una cosa positiva

Episodio 1 (Silvia): Presente de paz

Capítulo II

Episodio 2 (Laura): Pies equilibrados

Episodio 2 (Ernesto): Dos cosas más por agradecer

Episodio 2 (Silvia): Pasado de aprendizaje

Capítulo III

Episodio 3 (Laura): Sí es posible tener tres pies en equilibrio

Episodio 3 (Ernesto): Ya tres son gracia divina

Episodio 3 (Silvia): Vida de amor

El fin de un nuevo comienzo

Lista de páginas

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Puntos de referencia

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Tabla de contenidos

Comienzo de lectura

A ti Padre, por llevarme de la mano durante todo este proceso.

A ti que estas leyendo este libro por primera vez, fue escrito por ti y para ti, que el mensaje que contiene llegue a ti con amor, luz y paz.

AGRADECIMIENTOS

A ti Padre, gracias por todo lo hermoso que me das a diario.

A ti Diana por apoyarme en cada paso del proceso, por ser mi lector beta, por brindarme todos los días amor, paz y luz.

A ti Yarima por el maravilloso impulso que me diste, por tanta confianza y cariño.

A ti Mamá por estar en mis proyectos, por impulsarme y fortalecer mis creencias.

A todo el equipo de Edición de Libella, por haber hecho esto posible.

A mi Editora Natalia, gracias, por tanto. Marco y Julieta gracias por el interior y tapa. Gimena gracias por ese primer contacto. A todos los que indirectamente hayan colaborado en la elaboración de este libro muchas gracias.

PARTE 1

LA OSCURIDAD

Todos, en algún momento de la vida, hemos experimentado momentos de oscuridad. Hay quienes piensan que toda su vida han estado en la oscuridad, que no tienen forma ni manera de salir de ella. Sin embargo, estar en oscuridad o atravesarla, es algo que han hecho desde Jesús hasta los menos “santos”, sean creyentes de Dios o no. Todos atravesamos esos momentos y nos han llevado a tomar decisiones distintas, enfrentamos cada uno de esos momentos de manera diferente; algunos, con mayor creatividad que otros, y bueno, hay quienes prefieren la inacción y esperan siempre lo peor de cada circunstancia.

La oscuridad, en esta parte de este libro, está abordada en relación a situaciones que podemos vivir cualquiera de nosotros, desde un mal sueño, mal día en el trabajo o una pésima situación familiar y personal. Hacer ver que todos somos lo mismo, que a todos nos pasan situaciones complicadas y difíciles de ver, es un punto determinante para lo que queremos aprender en este libro.

La oscuridad no es eterna, pero sin duda, es necesaria, nos permite conocer quiénes somos, recordar de qué somos capaces, hasta qué límite podemos llegar, cómo lograr salir de ella, y es la clave para ver otro panorama. La rutina y la vida diaria nos abordan con su más insensible sentido de “normalidad”, la misma rueda por muchos años. Para muchos, su oscuridad puede ser precisamente eso, la rutina; para otros, el no tener una rutina y andar de un lado a otro. Sin embargo, cuando vemos oscuridad, debemos tener en cuenta que no es ni buena, ni mala, para lo que nosotros definimos como “bueno” o “malo”; la oscuridad simplemente es.

¿Qué quiero decir con el hecho de que, simplemente, es? No es tan fácil de definirlo, porque siempre asociamos a la oscuridad con los peores momentos, lo que, sin duda, depende de cómo los canalizamos; la oscuridad, nos lleva a la mejor etapa de nuestra vida (que es lo que pretendo hacer ver con este libro y el mensaje que deseo dejar). La oscuridad es necesaria para estar mejor, es una etapa o etapas continuas, cada una con una consecuencia. Podría decirse que, sin la oscuridad, no seríamos capaces de conocernos. Hay cosas tan duras y difíciles de sanar y de las cuáles salir, que no vemos un punto en el que todo converja de manera positiva. La oscuridad está allí para recordarnos quiénes somos. No es buena, ni mala; por el simple hecho de que existe para recordarnos quiénes somos, es vista desde muchos puntos de vista; lo que puede ser oscuro para uno, para otros no lo es, es su día a día. No es ni buena ni mala, simplemente, es.

Quizá pienses: “¿Y los niños, mujeres, hombres y ancianos que ahora viven la oscuridad de la guerra? ¿No es mala la guerra? ¿Cómo puede ser positiva la guerra? ¿Cómo puede la guerra ser algo ‘bueno’ para una persona o un pueblo?” Sí, por eso dije que no es sencillo de definir desde nuestro pensamiento de querer clasificar todo como bueno y malo. La guerra es un conflicto armado entre un pueblo y otro, ha existido desde el inicio de lo que ahora llamamos mundo; sin embargo, la oscuridad de la guerra en sí misma, es un medio a través del cual las personas que lo viven y lo experimentan, pueden recordar quiénes son, cómo enfrentan las diversas circunstancias que de ella se derivan, recuerdan cómo lidiar con la muerte, el sufrimiento y otros aspectos. La guerra puede ser una oscuridad muy densa para quienes la viven, y por supuesto que, para ellos, no es algo bueno. Pero la guerra puede ser muy beneficiosa para muchos por el mayor manejo de dinero, poder, control y todo lo que implica; la viven y la experimentan de manera diferente a otros; a pesar de ser un hecho oscuro, para quien se beneficia, no es una oscuridad mala o negativa. La guerra es, por tanto, la consecuencia de las decisiones de dos o más personas, pueblos, naciones y países. El impacto de tanta oscuridad no puede percibirse como uno y otro, depende del transitar de cada uno.

En la época de Jesús, existía la crucifixión y la tortura antes de ser crucificados, pero a ningún historiador le importó más que cuando un hombre santo fue torturado y crucificado. Entonces, tal pensamiento nos lleva a razonar con respecto a la guerra, que la misma no es observada desde el ojo de lo bueno o lo malo, solo desde el ojo de lo que “debe” ser en ese momento de la historia. Aclaro, estoy de acuerdo con el pensar que nada bueno y puro puede venir de un acto de guerra, pero no es lo que aquí deseo compartir.

La oscuridad es lo que es, y será, al final, no más que oscuridad, solo eso, indistintamente del contexto que estés viviendo. Solo es.

CAPÍTULO I

Episodio 1 (Laura): Comenzamos con el pie izquierdo

Y entonces, finalmente, despertó en un charco de su propia orina, con algunas pastillas tiradas y el cabello en la mierda. Ya el piso del baño no aguantaba un ataque más, una vez cada tanto recibía unas cuantas meadas, pastillas y vómitos. El sudor le corría por todo el cuerpo, siempre despertaba desorientada, no sabía cómo había llegado a ese lugar y qué hacían esas pastillas en sus manos. ¿Acaso había tomado algunas? Todo el tiempo, la pregunta era la misma: ¿por qué continuaba teniendo el mismo sueño, una y otra vez?

Laura debía prepararse para ir a trabajar, ya con el sueño repetido había comenzado su día con el pie izquierdo. No esperaba algo bueno desde ese momento, cada vez que tenía ese sueño, las cosas no terminaban bien durante el día, así que decidió continuar; sin mucha premura, la misma rutina de todos los días. Darse una ducha, vestirse, comer algo apurado y salir a esperar el mismo bus, en la misma parada, a la misma hora, 8:10 de la mañana; demoraba cerca de cuarenta y cinco minutos en llegar a su empleo, si tenía suerte con el tráfico, quizá unos treinta. Siempre pensaba que era muy afortunada cuando lograba sentarse e ir cómoda, casi siempre eso era señal de que algo bueno sucedería en el día. Todos los días lo mismo, observaba a su alrededor y todos desconectados del mundo y tan conectados al mismo tiempo, niños al colegio, padres angustiados por la tarea del niño, lo pendiente del trabajo, el jefe idiota y las cuentas por pagar, jóvenes metidos en su mundo con la música a todo lo que el volumen puede soportar, porque es evidente que sus oídos aguantan, al menos, unos dos niveles más de volumen; ancianos camino al hospital, farmacia o cualquier otra actividad que pueda hacer un anciano, debía sí o sí tratarse de algo malo en su salud, para estar levantado a las 8:00 de la mañana; los demás, personas promedios, con intereses quién sabe de qué tipo; en ese grupo estaba Laura, también con algo de juventud y camino a la adultez, con la misma pregunta de todos los días: “¿qué vengo a hacer aquí?”.

Todo el trayecto fue igual que siempre, tráfico, algún conductor malhumorado y alguien haciendo ejercicio a esa hora. “¿En qué trabaja esa gente?”, no podían faltar los que toman café, su droga de la mañana, sin él muchos, no caminan ni sobreviven al día.

–¡Bueno, aquí vamos de nuevo! –Laura comenzó su trabajo como todos los días, preparando el café de la mañana a sus compañeros y revisando el mail. Quizá algo “urgente” llegó después de las seis de la tarde del día anterior, o antes de las nueve de la mañana del día actual–. ¡Vamos, siempre hay algo! –Al cabo de un rato, nada llegó, algo diferente, ni un mail que revisar–. Bien raro, igual pilas, siempre algo pasa o algo debe venir. Esto es extraño… –dijo en voz alta–. Pero no tanto como el sueño. ¿Qué quiere decir todo eso? –Laura jamás fue una mujer que creyera en cosas más allá de la realidad; sin embargo, ese sueño había despertado muchas curiosidades; leyó algunos artículos por Internet sobre los sueños y cada vez que profundizaban, se daba cuenta de que estaba cayendo en un terreno totalmente confuso y poco creíble–. Mejor me pongo a trabajar y dejo tantas tonterías a un lado, esta noche tengo algunas cervezas sociales, no puedo seguir sola en casa, ya Angie está intensa, debo hacer algo o no me dejará tranquila.

–¿El reporte de la reunión de hoy está listo, Laura? –preguntó Ernesto, con su voz gruesa tan particular; a Laura le parecía que siempre fingía esa voz de macho, pero que se trataba de un maricón que le gustaba pisotear a las mujeres.

“Mierda, mierda, mierda”, pensó Laura, mientras revolvía sus papeles. Sabía que no estaba impreso. –Sí, Ernesto, ya está listo, permite que lo preparare en carpetas y enseguida te lo entrego.

–Bien, lo necesito en quince minutos, me gustaría darle un vistazo antes de comenzar; ya sabes, por si acaso.

“Idiota”.

–Sí, por supuesto.

Laura puso su máquina a imprimir sin demostrar ningún tipo de miedo, siempre tuvo esa intuición de que las impresoras mantienen un olfato más fuerte que un perro, pueden oler tus nervios y miedo, y comienzan a fallar sin que digas una palabra. Mientras todo se iba imprimiendo, fue por un poco de té, le gustaba más que el café; al menos, ayudaba a calmar un poco los nervios. Preparó las carpetas y estaba por terminar su impresión.

–Veo que faltaba un poco más de lo que me comentaste. Si tienes uno listo, dame para leer. No queremos que haya algo por corregir y se deba imprimir nuevamente –dijo Ernesto, con esa misma voz gruesa de maricón reprimido.

–Sí, desde ya, acá tienes.

–¿Gracias?

Era inevitable pensar algo malo en ese momento, pero su impresora aún no terminaba las dos últimas copias, no podía arriesgarse ahora que todo iba bien.

Al cabo de unos minutos, el teléfono de su escritorio sonó tan fuerte que la hizo dar un salto, tenía los nervios de punta.

–¿Sí? –preguntó Laura, esperando algo bueno detrás.

–Laura, quiero decir esto calmado, ya casi todos llegan, y me acabas de entregar el informe de hace un mes, no el corregido. –La llamada solo se cortó.

“Mierda, mierda, mierda”.

Para estas alturas, ya Laura estaba desbordando de nervios y por supuesto que su impresora lo supo, “por favor, recargue la tinta”. Lo que me faltaba.

Salió corriendo rápidamente a la tienda de impresión de la esquina, con el archivo corregido en el pendrive, caminó lo más rápido que pudo. Tenía la piel de gallina, de camino a la tienda, iban dos de los citados a la reunión, sabía que Ernesto los acompañaría con un café previo antes de comenzar. “Esto me costará mi empleo, joder”, continuaba caminando.

Una cuadra antes de llegar notó que había personas afuera esperando, todo marchaba de la mierda, ya lo sabía, su sueño siempre era un presagio de que tendría un mal día. Estaba tan asustada por perder su empleo, tenía facturas vencidas, además de otros temas pendientes por resolver. No podía darse el lujo de perder ese empleo. Continuó repasando lo que había hecho mal, una y otra vez: “¿por qué no revisaste la impresión Laura? ¡Qué estúpida eres!”, parecía una eternidad alcanzar la puerta de la tienda.

–Disculpe señor, tengo una emergencia que me haría perder mi empleo, ¿podría usted, por favor, darme la oportunidad de pasar ahora a imprimir? –dijo Laura, en voz baja y con vergüenza.

–Lo siento, joven, también estoy en una emergencia, mi mujer necesita ser intervenida mañana y solo tengo 10 minutos para entregar el boucher de mi depósito a la clínica; de no hacerlo, me cancelarán la cirugía y es de gravedad.

–¡Oh, cuánto lo siento!

–¡No, tonterías, aún hay tiempo! Si lo tuviera de sobra, con gusto la dejo pasar antes, estoy a tiempo de llegar, pero lo tengo justo.

Laura no pudo más que resignarse hacer la fila, no se atrevió a preguntar al próximo, porque ya había ocultado su rostro detrás de su móvil con un gesto de “no tengo intenciones de ser solidario el día de hoy”. Así que decidió dejar todo a un lado y esperar. Sabía que Ernesto no pasaría una falta tan grave, así que, mentalmente, comenzó a hacer los cálculos de su liquidación y prepararse para enfrentar la duda de qué factura era más urgente pagar.

El tiempo trascurrió y Laura estaba totalmente inmersa en sus asuntos del “después del despido”, no se dio cuenta que ya estaba a punto de pasar, cuando una señora de unos cincuenta y dos preguntó:

–Disculpe, joven, estoy en una emergencia en mi trabajo, podría perder mi empleo si no entrego esto ahora, ¿me dejaría pasar antes?

“Esto tiene que ser una broma. ¿Acaso todos los que ocupan el primer lugar de esta fila pasan por esto? Dios mío, pero esta pobre mujer no podrá conseguir otro empleo, a su edad, es muy complicado, si lo es a mis veintitrés años conseguir no me imagino a los cincuenta; bueno, igual ya estoy frita, démosle una oportunidad”.

–¡Sí, por supuesto, pase!

–¡Muchas gracias, hija! Dios te compensará esta acción. ¡Muchas gracias! –Extendió sus brazos y le dio un breve pero cálido abrazo. Hacía mucho que tiempo que Laura no sabía lo que era un abrazo sincero.

–¡Tranquila, no hay de qué, solo devuelva el favor a otra persona cuando lo necesite!

“¿Qué fue esa mierda?” La señora pasó, y Laura tuvo que esperar unos cinco minutos más. Hasta que, por fin, tuvo la oportunidad de imprimir.

–Buenos días, quisiera, por favor, quince copias del archivo que está en esta unidad, y por favor, la misma cantidad de carpetas. Muchas gracias.

Entregó el pendrive al chico de la tienda y este comenzó de inmediato a realizar lo pedido. Laura estaba en sus pensamientos: “¿qué fue toda esa mierda de ‘solo devuelva el favor a quien lo necesite’? ¿De dónde salió toda esa basura?”.

–Disculpe, el pendrive está vacío, no hay ningún archivo.

–¡¿Qué?! No puede ser, lo verifiqué antes de salir. ¡Debe haber un error!

–No lo hay, está sin contenido, no está su archivo, quizá lo tenga en su e-mail, podría enviarlo e imprimimos. –Laura no tenía el e-mail asociado a su teléfono celular, así que terminó de mandar todo al carajo.

–No, tranquilo. Volveré más tarde.

Sabía que no volvería más tarde, iba a enfrentar su despido inmediato. Así que salió de la tienda con los hombros encogidos y con el humor de un gato en la bañera. Caminó con mucha calma a su trabajo y solo pensaba en que tenía poco tiempo para conseguir otro empleo.

Episodio 1 (Ernesto): Puedo soportar una cosa negativa

3:33 de la mañana, y despierta sin razón alguna; sus ojos cansados y agotados de las pantallas, solo quería dormir un poco. Estaba haciendo frío, a pesar de que la calefacción estaba encendida.

–¡Oh, por Dios, tengo que levantarme temprano y tú, cerebro, ¿decides no dormir ahora?! –dijo en voz alta Ernesto mientras se daba la vuelta para dormir. El insomnio había sido su lucha desde el fallecimiento de su hermano, siempre despertaba a la misma hora: 3:33 de la mañana, ya los antidepresivos no le hacían nada y las pastillas para dormir las usaba como caramelos, sin efecto alguno en su organismo. Después de estar veinte minutos dando vueltas en la cama, decidió levantarse por algo caliente. Ernesto era de esas personas que podía permitirse la calefacción encendida toda la noche, así que el frío afuera estaba mucho más fuerte de lo habitual.

–Pero, ¿qué carajo? –dijo en voz baja.

Mientras caminaba a la cocina, notó manchas de agua en el suelo de madera, no recordó haber derramado líquidos antes de dormir. Tomó un paño y comenzó a secar las gotas, a medida que las secaba se daba cuenta de que estaban guiadas hacia el estudio, así que pensó que quizá Carlos había estado en casa sin avisar. Puso la tetera y se fue al estudio.

–Todo debe salir bien mañana, es mi oportunidad de salvar mi trasero. Las cosas no van bien en la empresa como para darme el lujo de que algo lo arruine.

Ernesto había estado muy tenso todos esos días, no había dormido en largo tiempo más de cuatro horas continuas y el tema de la presentación lo tenía estresado, empleados que proteger de los socios, el bienestar económico de la empresa se estaba viniendo abajo desde la pandemia. En este ejercicio, le había ido mejor que en el anterior, pero no lo suficiente. Había trabajado en ese informe por meses, todo debía salir perfecto, conservar su puesto le permitiría a todos los empleados conservar el suyo, incluyendo a la odiosa y frenética de Silvia; no la soportaba, era tan irritante, arrogante y déspota, pero, sin duda, hacía perfecto su puto trabajo; sabía que tenía hijos y muchas cosas por atender, por más infeliz que fuese, necesitaba estar empleada y, de paso, respaldando su trabajo, confiaba en su criterio.

Sin darse cuenta, ya eran las 5:38 de la mañana; se le había pasado la madrugada entre revisar el informe y afinar los detalles de la reunión. Practicó su presentación un par de veces y se fue a dar una ducha.

Su día era exactamente igual al de todos los días, ducha, café bien fuerte, su traje, perfume y reloj, era un hombre muy alineado, inseguro y un poco controlador. Sabía que debía mostrar una figura de autoridad constantemente, cosa que lo mantenía muy cansado siempre. Había leído algunos artículos para mostrar autoridad frente a los empleados y seguía los consejos al pie de la letra, un buen traje y voz gruesa no se hacían esperar, sin contar el reloj en la muñeca izquierda. Había sido un niño y un joven inseguro; su madre, a veces, le decía cosas como: “no eres nada, no serás nada”; así que su mayor propósito se fijó en: “tienes que ser algo y, sobre todo, alguien”. Por eso, se formó fuerte, duro, controlador y por supuesto, demostrando autoridad; solo de esa manera había logrado escalar en su carrera.

Su auto estaba listo, antes de dormir dejaba todo perfectamente preparado, el aceite, el agua, llantas y motor, solo faltaba encender. Dejó calentar el motor unos minutos y tomó la misma ruta de todos los días, por la autopista; era más rápida y solitaria antes de la hora pico. Llegaba siempre antes que todos, tenía una necesidad constante de dar el ejemplo, todos debían ser perfectos y planificados porque él lo era, y educaba a sus empleados con el ejemplo, siempre el jefe debe llegar antes y demostrar que sí se puede llegar temprano.

Pasó, como todos los días, por ese restaurante familiar en la que preparaban unos pasteles sin gluten ni azúcar deliciosos.

–Buenos días, Chela, ¿me das lo de siempre, por favor? –preguntó, con una profunda amabilidad y su verdadera voz, suave y tenue.

–Por supuesto, mi niño, acá lo tienes, café y pasteles, la cantidad de siempre en la bolsa y forma de siempre –respondió Chela, con ternura–. Te ves un poco tenso hoy, Ernesto.

–Tengo algo muy importante hoy en la oficina, nada puede salir mal.

–Entiendo, tómalo con calma, aún eres muy joven.

–En estos tiempos, no se puede ser calmado Chela, estamos en la era de la información, todo ocurre y pasa en segundos, hay que avanzar –contestó Ernesto, alejándose del restaurante. Mientras subía al auto y se alejaba, agregó–: Como siempre, muchas gracias Chela. Mañana nos vemos, adiós. –Chela extendió su mano y dejó ver su despido.

–¡Ay, Padre, estos chicos de ahora! –suspiró Chela, mientras lo veía alejarse.

El trayecto al trabajo fue tranquilo como siempre, algún conductor malhumorado, gente caminando y ejercitándose. Esa mañana hacía frío, así que la calefacción del auto lo mantenía bastante caliente y seguro de la temperatura externa. En el semáforo de la esquina, antes de llegar al trabajo, había un indigente acurrucado en el suelo, apoyándose lo más que podía; no se movía, solo observaba a la gente pasar, con la mirada un poco confusa pero fuera de la realidad. “Pobre infeliz, si tan solo hubiese tomado las decisiones correctas, no estaría en esa calle pasando frío”, pensó Ernesto mientras cambiaba la luz a verde. Al cruzar, un ciclista, repartidor de comida rápida se saltó la señal de alto y chocó con su auto. El ruido fue tan fuerte que no pasó desapercibido por las personas en la calle.

–¡Lo que me faltaba! ¡Atropellar a un repartidor! –Se bajó inmediatamente del auto y lo primero que hizo fue revisar si el auto había sufrido algún daño; al darse cuenta de que no, le gritó al ciclista–: ¿Pero te has vuelto loco? ¡Pude haberte matado!

El ciclista no articulaba palabras, estaba temblando de miedo, se levantó en cuanto pudo y notó que no tenía lesiones graves.

–¡Lo siento, estaba distraído! –dijo, aún nervioso. Levantó su bicicleta y estaba rota, no podía usarla más–. ¡¿Qué voy a hacer?! –Exclamó, angustiado; no se daba cuenta que la gente comenzaba a acumularse alrededor del asunto–. ¡No he terminado de pagarla! ¡Me van a despedir!

–Eso debiste pensarlo antes de cruzar con la luz en rojo, yo no voy a pagar nada. ¡La culpa fue tuya! –gritó Ernesto, mientras trataba de subir al auto.

–¡No puede simplemente irse y dejar las cosas así! –dijo una mujer de mediana edad, mientras consolaba al ciclista–. Debe ayudarlo.

–¡No es mi responsabilidad, señora! Él cruzó con la luz en rojo, era mi pase –respondió Ernesto, molesto.

–Sí, es cierto, pero tampoco es para no mostrar empatía, a cualquiera de nosotros nos podría haber pasado.

–¡A mí no! –contestó Ernesto, mientras pretendía irse del lugar y continuar su camino. Hasta que escucho a la policía acercarse. Así que decidió esperar unos instantes, a pesar de que iba a llegar unos minutos después de lo habitual.

–¿Alguien puede decirme qué sucedió? –preguntó el oficial, mientras sacaba una libreta para anotar.

–¡La culpa fue mía, oficial, pase la señal de alto y choque con el auto del señor! –explicó rápidamente el ciclista, que todavía temblaba de miedo.

–Entiendo, en ese caso, pues debo ponerte una multa. ¿Estás bien?

–Sí, nada me ha pasado, solo mi bicicleta está rota. Yo estoy bien.

–Bien, entonces, despejamos la vía, para que todos puedan terminar de llegar a su destino. –El oficial dejó fluir el tránsito y Ernesto, sin decir media palabra, siguió su camino.

Mientras continuaba su rumbo, pensaba: “podre idiota, ahora, sin bicicleta y sin empleo”. Sin ningún remordimiento, terminó de llegar a la oficina para dejar todo en orden para la reunión. Por supuesto, llegó alterado y más fuerte y controlador que nunca.

“De paso, la sala de reuniones no está lista con los informes, tampoco la estúpida de Laura ha terminado lo que ya debió estar finalizado. Realmente, hoy no está saliendo nada como tendría que salir”. Ernesto estaba con los nervios de punta. “Si supieran todos lo que aquí pasa, estoy seguro de que todos estarían temiendo por su empleo ahora mismo”.

Al darse cuenta de que el informe no era el correcto, Ernesto reventó en ira, tuvo que contenerse para no gritar y armar un escándalo antes, respiro profundo y solo dijo:

–Laura, quiero decir esto calmado, ya casi todos llegan, y me acabas de entregar el informe de hace un mes, no el corregido. –Corto la llamada para no caer en desesperación.

Estaba tan molesto, preocupado, irritado, desesperado, sabía que de esa presentación e informes dependía prácticamente el futuro laboral de todos en la empresa. “No puede ser posible que un informe determine la vida de tantas personas”, pensaba Ernesto, mientras trataba de organizar sus ideas. Por primera vez en muchos, años sintió ganas de fumar nuevamente.

–¿Qué sucede, hombre? Tienes una cara de pocos amigos hoy. Aunque no estoy realmente segura de si tienes verdaderos amigos. Es como tu cara de siempre. –”Imbécil”, pensó–. Y unas tres veces peor. ¿Me explico?

–No estoy para tus impertinencias, Silvia, por favor.

–Calmado, ya todo en la reunión está listo, ayer me quedé hasta tarde preparando todo, y los informes están impresos y ordenados en carpetas. Laura había dejado todo impreso desde hacía unos días, no sé por qué comenzó a imprimir nuevamente, los vi en el escritorio, me aseguré de que fuese la última copia y los organicé anoche. Debes dejar de molestar a esa chica, la estas enloqueciendo. Y arréglate un poco, que pareces el indigente de la esquina, por Dios. –Ernesto estaba estupefacto, no podía creer que Silvia lo había salvado de semejante aprieto.

–Lo que me faltaba, deberle un favor a Silvia, pero bueno, no hay de otra. Toca continuar el show y Laura me va a escuchar, no entiendo tanto desenfoque en una persona, tener todo listo y no saberlo, es absurdo –Ernesto arregló su corbata y fue directo a la sala de reuniones a presentarse con los dos primeros socios de la empresa.

Episodio 1 (Silvia): Presente de mierda

“Sin duda, un despertar complicado, niños llorando, esposo de mal humor y tú, todavía con el dolor en las costillas de la patada que recibiste anoche. Por si fuera poco, tienes que ir a trabajar y mostrar la mejor cara siempre”, pensaba Silvia, mientras se observaba en el espejo, tratando de ver que no hubiera quedado ningún moretón de la pelea de la noche anterior.

–¡El desayuno no se hará solo, mujer! –gritó Martín desde la cocina. Todavía podía olerse un poco el alcohol en su aliento, a pesar de la ducha que tomó antes de ir al trabajo.

–Ya estoy aquí, no tienes que gritar delante de los niños siempre –dijo Silvia, con una voz calmada.

–Sí, tienes razón, no tengo por qué gritar delante de los niños. Lo hago porque tú no estás en la cocina, no está el desayuno, tenemos que irnos a la escuela y sigues mirándote en el maldito espejo. ¿Crees que soy idiota? ¿Eh? ¿Como para dejarte una marca en el rostro y que todos te vean como una víctima? Silvia, no eres la víctima aquí. Víctimas somos nosotros tres que no hemos comido, porque decidiste levantarte tarde a mirarte en el espejo. –Todo lo decía en baja voz, muy cerca del oído de Silvia, para que los niños no pudieses escuchar lo que le decía–. ¿He sido claro?

–Muy claro Martín, muy claro. Ya está el lunch de los niños, ahora termino tu desayuno y pueden irse. Yo debo prepararme para salir, también; necesito llegar temprano a la oficina. Hoy hay algo importante.

–Lo tuyo siempre es importante. ¿Te aumentarán el sueldo, acaso?

–No, no es por un aumento, es por cuidar mi empleo.

–Sí, necesitamos cuidar ese empleo, a fin de cuentas, es el que paga todo en casa. ¿Quiere decir que, si te dan aumento, es porque te estás tirando al maricón de tu jefe?

–¡Respeta, Martin! ¡No digas esas cosas delante de los niños! –respondió Silvia, tajante.

–Tranquila, los niños no saben el significado de la expresión. Si su madre es una… (hacía gestos con los labios de la palabra puta), no podemos culparla, no hay caso, porque así nació, siendo una asquerosa y repugnante… (repitió la palabra en voz más baja). –Silvia lanzó una mirada fulminante y determinante, pero se mantuvo en silencio, terminó de agregar el desayuno de Martín a la mesa, les dio un beso a sus hijos de doce y nueve años, y fue a ducharse.

–Antes de que te vayas, amorcito, ¿recuerdas que esta noche te dije que iba a salir con Estella?

–Sí, me lo has dicho toda la semana, Martín.

–Bueno, no quiero escenas cuando llegue a casa, quiero dormir y descansar, porque ella me da unas mamadas tan deliciosas como nunca y puedo cogerla como quiera, así que es obvio que llegaré muy cansado, con decirte que te daré la noche libre. Puedes dormir en la habitación de Sebastián, esta noche no recibirás tú ración de cariñitos, amor mío.

–¡Eres un maldito cerdo! –dijo Silvia, con ira y lágrimas en los ojos.

–Shh… cuidado con lo que dices. Mira que la única vez que llego relajado a casa es cuando salgo con Estella y puedo sentir todo su cuerpo, su aroma, su ser, y, sobre todo, la manera como me hace tener un orgasmo. Cosa que jamás he sentido contigo. Así que, mejor compórtate, que es muy temprano para darte amor.

–¿Por qué no terminas de largarte con ella, Martín, y nos dejas en paz?

–Simple, la casa es mía, los hijos son míos, y por supuesto, tú eres mía, me divierto contigo, y mucho. Sobre todo en esos momentos en los que me dejas ser el macho alfa.

–Querrás decir cuando me violas.

–Tú llámalo como quieras. Ya me voy, los niños llegarán tarde a la escuela. Y tú, debes cuidar nuestro empleo. –Martin se levantó de la mesa y dejó todo el resto de comida, le dio un beso en la mejilla y se marchó con los niños.

–¡Maldito hijo de puta! Algún día reuniré el valor que necesito para llevarme a mis hijos y salir de esta mierda –dijo Silvia, en voz alta, mientras lloraba y se alistaba.

A veces no hay mucho tiempo para sentarse a llorar tranquilo, y menos en la vida de Silvia, que, constantemente, tenía que luchar por tapar la vida que lleva en su casa: un marido abusivo, dos hijos pequeños, la carga económica y del hogar. Noche tras noche, la misma situación: gritos, golpes, insultos y hasta violaciones. Al menos, esta noche prometía ser tranquila. Silvia sentía alivio cuando Martín salía con Estella, la dejaba en paz por horas y a veces por un par de días. Sin embargo, cuando llegaba el infierno, solía ser más duro que si fuese continuo. Estaba atrapada en un callejón en el que no veía salida alguna. Desde niña, había sido fuerte y tenaz, inteligente y ambiciosa. Se enamoró y se casó, al poco tiempo esperaba un bebé y ya no pudo hacer más.

Esta reunión era muy importante para todos, sin duda, Ernesto estaba poniendo empeño en que todo saliera bien, necesitaba sentirse segura en su trabajo y no podía dejarle la carga a él solo. Era un idiota, pero era “su” idiota; al final, el trasero de todos estaría en juego en esa reunión.

Aún no sabía qué era lo que sucedía con Laura, pero por suerte, había impreso todo. Así que no le quedó otra que quedarse la noche anterior y dejar todo listo, pero no sin antes hacer sufrir un poco a Laura y Ernesto. Ninguno de los dos era de su agrado; particularmente, Ernesto; pero como siempre, al barco había que llevarlo a buen término. No podía perder el empleo, y menos con tantos gastos y ocupaciones por atender. Martín trabajaba y gana muy bien, pero Silvia no veía nada de ese dinero, nada de eso entraba en la casa. Así que no podía arriesgarse a perderlo todo.

De camino a la oficina, todo como siempre, la gente caminando y haciendo lo mismo de siempre, de sus casas a sus empleos; veía pasar los buses repletos de personas. Caminó a su segunda casa, el trabajo; jóvenes a la universidad y niños al colegio, todos y cada uno inmersos en el sistema de la vida, como dijo el autor de la carrera de ratas; luchando por trabajar, por mantenerse, por sobrevivir, no hay mucho tiempo para llorar y lamentarse, no hay tiempo para quejarse, mucho menos, para agradecer. Desde los seis años te lanzan en el sistema, en adelante, comienzas a transformarte en uno de todos, por eso, todos somos lo mismo y a la vez, nada.

“Nada de esto tiene ningún sentido, hacemos lo mismo siempre. ¿Acaso viviré así toda mi vida? ¿Esta también será la vida de mis hijos, siempre? ¿No hay nada más que todo esto?”.

“Pero qué carajo…” Silvia vio en la esquina siguiente a Ernesto fuera de su auto y a un joven tirado en la calle.

–No puede ser que este idiota se mande una cagada justamente hoy, por Dios.

Decidió dar la vuelta al auto y llegar por otra calle a la oficina, se alistó lo más rápido que pudo, antes de que llegara Ernesto, verificó que todo estuviese en orden y se quedó encerrada en su oficina, no quería que la vieran. Aprovechó la soledad para visualizar el morado de su costilla derecha, al solo roce le causaba dolor, y pensar que tenía que soportar los abrazos de los socios en la reunión sin hacer ningún gesto.

–A Ernesto, voy a dejarlo molesto algunos minutos, sé que Laura estará hoy complicada, así que tomaré esos minutos para descansar un poco. Pobre chica, aún tiene que aprender a ir un paso adelante, la experiencia será buena para ella –exclamó Silvia, mientras observaba cómo Laura corría a la esquina de impresiones–. Iré a ver al pobre idiota.

CAPÍTULO II

Episodio 2 (Laura): En el baile y en el trabajo, tengo dos pies izquierdos

Laura quedó en shock al darse cuenta de que la reunión ya había comenzado y que cada uno de los socios y los presentes contaban con una copia del informe. Aparentemente, todo estaba marchando en orden, Ernesto se encontraba en plena presentación, así que pudo ver a Laura asomada por la ventana de la sala; le restó importancia y continuó su discurso.

–Pero, ¿cómo ha sido esto posible? –susurró Laura.

–Fue posible gracias a mí, niña –le contestó Silvia, caminando hacia la sala.

“Me tienen que estar jodiendo”.

–Pero, ¿cómo?

–Realmente, lo hiciste tú, yo solo lo organicé en las carpetas y me aseguré de guardarlos para hoy. ¿Cómo no te diste cuenta de que ya los habías impreso y que, además, lo hiciste días antes, pero a su vez, ayer te fuiste y no los preparaste para hoy? La verdad, o Ernesto te está enloqueciendo, o tú lo estás haciendo sola.

–No recuerdo haberlos impreso, Silvia, te estoy hablando en serio, no los tenía listos.

–Bueno, niña, sea lo que sea, alguien te salvó el culo hoy. Si crees en Dios, dale gracias. Si no, igual ya está listo. Aunque Ernesto no sé si te deje en paz. En todo caso, a mí me da lo mismo. –Silvia siguió su camino y entró a la reunión. Laura se sentó en su escritorio a terminar el trabajo del día, culminó algunas cuentas, envió algunos mails y se mantuvo pensativa durante el día. No conversó mucho con los demás, estaba totalmente absorta en su trabajo y sus pensamientos.

“¿En qué demonios estaba pensando cuando imprimí los informes? No pude haber olvidado algo como eso. Silvia dijo que lo hice hace días, ¿por qué me cuesta tanto recordar algo tan simple?”. Indagó un poco por Internet cuáles eran las causas de falta de memoria o fallas en la memoria, sabía que era algo despistada y un poco desenfocada, pero no podía creer cómo había podido olvidar algo tan sencillo. Las respuestas de la Web fueron lo suficientemente vagas, variaban desde falta de vitaminas, Alzheimer y cáncer del cerebro, así que todas sus preguntas quedaron sin respuesta alguna.

–¿Te quedarás el día entero sentada allí, Laura? ¿No vas a comer? ¿Por qué no nos acompañas? Vamos a hacer una pausa en la reunión y nos encantaría, bueno, especialmente a mí me encantaría que nos acompañaras. Sabemos que parte del trabajo que estamos discutiendo hoy lo desarrollaste tú también. ¿Nos acompañas? –preguntó Esteban, un apuesto y joven socio de la empresa. Demasiado joven para estar sumergido en esa cantidad de viejos decrépitos, al pensar de Laura.

–Gracias, Esteban, me honras con tu propuesta, pero no creo que sea apropiado. Asistieron los cargos más altos de la empresa y yo no tengo lugar allí. Igualmente, muchas gracias.

–Insisto, Laura, no me dejes solo todo el día con tan “grata” compañía –respondió Esteban, haciendo gestos de comillas con los dedos.

–Laura, tiene razón Esteban. Pero debes tener un montón de cosas por hacer hoy. ¿No, Laura? –dijo Ernesto, interviniendo en la conversación.

–Pues, la verdad, estoy bastante desocupada hoy, me dio tiempo de atender y adelantar muchas cosas, aprovechando que estabas ocupado con tu presentación. Así que, sí, acepto ir al almuerzo, Esteban. ¿Nos vamos? –El placer favorito de Laura: ver a Ernesto revolcándose de la ira y la rabia. Realmente no quería estar metida en un almuerzo de gente que hablaba siempre de lo mismo; sin embargo, todo valía la pena si de molestar a Ernesto se trataba.

–Pues, eso es excelente –respondió Esteban, emocionado.

Laura sabía que se había salvado de ser despedida en la mañana. Quizá, después del almuerzo sería el momento de que Ernesto mandara todo al carajo, así que decidió arriesgarse, asistir y distraerse un poco. Esteban no era un mal chico y le agradaba, siempre muy caballero e inteligente. En otra ocasión, no se hubiese permitido asistir, por temor a lo que pudiese afectar a su empleo, pero ya que casi estaba perdido, una cana al aire no le cae mal a nadie.

Al cabo de un rato, ya estaban todos en el restaurante favorito de uno de los socios, el cual tenía un nivel de calidad increíble, aunque era bastante sencillo y tranquilo. Al principio, esperó a ver qué ordenaban los demás, especialmente, Silvia y Ernesto, que no paraban de mirarla y vigilar; había realmente hablado muy poco durante el camino y el inicio de la velada; estaba más serena que miedosa.

–¿Cuánto tiempo llevas trabajando con Ernesto y Silvia? –preguntó Esteban.

–Casi cuatro años. ¿Tú eres socio desde cuándo? Eres bastante joven. –Esteban sonrió y dijo:

–Tengo apenas un año, soy socio de la empresa por mi padre desde que él falleció, así que bueno, tuve que encargarme de muchos de sus asuntos. De ser por mí, estaría ahora navegando, me gusta pescar; si pudiese vivir de ser pescador, me encantaría, pero ya sabes; creo que no está “bien visto” eso de ser pescador pudiendo no serlo.

–Pero si tienes oportunidad de escoger, ¿por qué no lo haces? –exclamó Laura, impactada por lo que había escuchado. Si de ella dependiera no trabajar más y no ver la cara de culo de Ernesto y Silvia todos los días, para ella, mejor.

–¿Por qué no escoges tú? Es evidente que tu empleo no te agrada, te he visto correr desde esta mañana, y hacer muecas y caras. Además, estoy realmente seguro de que aceptaste la invitación al almuerzo solo para molestar a Ernesto, ¿no es así?

–También me gusta conversar contigo, me caes bien. Aunque sí, desde aquí siento que no dejan de mirarme.

–Pues no solo ellos, el resto de los socios también. Creo que, de alguna manera, observan a todos, no a nadie en especial. Sin embargo, sí he notado algunas miradas hacia nuestra dirección.

–¿Te importaría si voy al baño un momento antes de comenzar a comer?

–No, por supuesto, ve. Te espero. ¿Quieres que te acompañe?

–¿Al baño?

–No, a fumar –Esteban se río y asintió. –Sí, claro, al baño, es unisex.

–Creo que no sería muy apropiado levantarnos ambos de la mesa para ir al baño unisex del restaurante. No crees que pensarían algo perverso, ¿verdad?

–Pues, depende de lo que para ti sea perverso. –Laura se rio e hizo un gesto de invitación.

Ambos se disponían a ir al baño, cuando empezó a sonar un tango muy especial para Esteban, por lo que tomó a Laura de la cintura y la llevó a la zona de baile para mostrar algunos de los pasos prohibidos del abuelo Tata.

–¿Pero te has vuelto loco, Esteban? Yo no sé ni la o por lo redondo de música, mucho menos de tango. No me hagas esto hoy.

–¡Tranquila, mujer! No debes hacer nada, solo mantente ligera para yo moverte.

–¿Ligera? En este momento, debo estar pesando unos noventa kilos con todo el manojo de nervios que soy.

–Laura, ya estás bailando y no te has dado cuenta, solo no mires abajo y mírame a mí, así el tango es más interesante. –Esteban movía a Laura como una muñeca de trapo, los demás estaban perplejos y por supuesto, los comentarios no se hicieron esperar.

–No deberían bailar a esta hora, es para después de las 8:00 p. m. –dijo uno de los socios, un poco disgustado por el espectáculo.

–Pues a mí me parece que lo hacen muy bien –respondió otro desde la esquina opuesta.

–Es totalmente inapropiado. Laura lo invitó, ella se levantó primero –resopló Ernesto cerca del oído de Silvia. Hablaron un poco; Silvia tomó otro sorbo de vino y continuó observando el baile.

–Esteban, por favor te lo pido, paremos ya, estoy haciendo el ridículo. Mira la expresión de Ernesto, ahora sé me van a despedir de mi empleo, no hay duda.

–Si ya lo hará, ¿por qué no lo disfrutas igual?

–¿Lo hará? ¿Va a despedirme? –preguntó Laura, abriendo los ojos lo más posible.

–No, realmente no lo sé, no lo creo. Lo dije porque tú lo dijiste –contestó Esteban, mientras le daba otro giro inesperado a Laura.

–¿Qué hice yo para merecer tanta vergüenza? –soltó Laura, con resignación.

–Ya está por terminar la música y voy a subir el muslo de tú pierna a mi costado, ¿vale?

–¿Que vas a…?

–Muy tarde, ya lo subí –dijo Esteban, con una sonrisa en el rostro.

–Sí, y con ello, la rotura de mi falda. –Laura salió corriendo al baño. En efecto, su falda se había descocido por el movimiento brusco del tango.

Los aplausos y el asombro se hicieron sentir en el salón; algunas caras poco agraciadas, también. “Hay para todo público”, pensó Esteban, mientras iba a ver qué había sucedido con la falda de Laura.

Episodio 2 (Ernesto): Vamos sumando dos a la lista

La reunión ya estaba por comenzar. Ernesto tenía los pelos de punta, estaba más nervioso que de costumbre, se ajustó la corbata y el traje, tomó la recomendación odiosa de Silvia, bebió un poco de agua antes de bajar y trató de calmarse. Tenía todo listo y preparado; sin duda, Silvia era excelente en su área. Por más que no fuera totalmente de su agrado, mantenía todo siempre en sumo orden y velaba por el trabajo de todos, orientada a cumplir los objetivos centrales de la empresa. Sabía que él no era de su agrado total tampoco, pero eso jamás había interferido en su manera de trabajar y de llevar a la empresa a buen término.

–Buenos días a todos, ya estamos por comenzar, es un gusto tenerlos a cada uno de ustedes con nosotros el día de hoy. ¿Estamos listos?

–El que debe estar listo eres tú, Ernesto. Sabemos que el rendimiento anterior fue más bajo que este. Sin embargo, esperamos tener resultados óptimos para este momento. Ya nos está costando mucho dinero mantener a la empresa, así que, sí, creo que estamos listos para comenzar con la presentación del informe.

–Gracias Alberto, es bueno saber desde el principio lo que piensan y conocer mejor cuáles son sus expectativas. Nos permite a los directivos tomar decisiones más acertadas, en beneficio de la empresa. –El comentario de Alberto terminó de poner a Ernesto en una posición de poco margen de negociación, sabía que la empresa estaba mejor; sin embargo, esperaba cumplir con las expectativas que se habían planteado. Silvia lo tenía un poco nervioso, entraba y salía de la reunión a cada momento; imaginaba que en algo andaba; sin embargo, trató de no prestar mayor atención y continuó.

–Bien, comencemos. En principio, debemos acotar que los movimientos económicos pospandemia afectaron, no solo a nuestra industria, sino también al mundo en general. Tomando en cuenta todas y cada una de las variables presentes, para el ejercicio de cierre de 2021, nuestras ventas habían disminuido un 45% sobre las ventas del año 2019. Sin embargo, durante el ejercicio de los años 2022 y 2023, nuestro crecimiento ha sido suficientes para enfrentar el impacto económico que generó el declive del 45%. Para el cierre de estos dos años, alcanzamos un aumento en nuestras ventas de un 75%, por lo tanto, estaríamos un 35% por encima de lo alcanzado en 2021. Ahora bien, aunque sabemos que el porcentaje presentado los últimos dos años fue creciente, también sabemos que no ha sido suficiente; por lo tanto, aplicamos nuevas estrategias, no solo desde el departamento de Marketing, sino también en el departamento de Ventas y Producción, reduciendo los costos y ampliando nuestra productividad en comparación con los años anteriores. Es por eso que nos complace anunciarles que en lo que va del año 2024, nuestras ventas han incrementado un 98% por encima del cierre de los ejercicios 2022 y 2023, lo que nos lleva a una utilidad bruta de un 42%. –Ernesto continuó de la misma forma y estilo durante una o dos horas más.

–A ver, Ernesto, ¿cómo sería una utilidad bruta de un 42%, si para el cierre de 2022 y 2023 contábamos con un 75%, y en lo que va de año, un 98%? Los números no me cierran.

–Sí, estás en lo correcto. Sin embargo, si observamos la línea de productividad y la reducción de costos que llevamos hasta este momento, sin tener un impacto significativo en la calidad de nuestros productos, nos ha permitido el incremento de un 19%; por lo tanto, nos ha generado la utilidad de 42% a lo que va de año. Debemos tomar en cuenta que, actualmente, estamos atravesando el mejor momento de ventas en nuestro sector. Para el último cuatrimestre del año, estaremos enfrentando la baja de ventas por su temporada, lo que nos lleva a presentarles el plan estratégico de ventas y marketing para ese periodo del año, que nos va a permitir mantener los niveles obtenidos, no solo a nivel de ventas, sino también de productividad. –Ernesto hizo una pausa y observó a Laura desde la ventana de la sala de reuniones. “Estoy aquí salvando tú trasero y no gracias a ti, Laura; lo veremos luego”, pensó Ernesto, mientras continuaba–: ¿Hasta ahora tienen alguna pregunta?

–Continúa, Ernesto, por favor. Me preocupa un poco la estabilidad de los costos-calidad de los productos que están ahora en venta. Los números me gustan, pero estoy preocupado por nuestra credibilidad en la industria.

–Bien, actualmente, nuestra gerente de Operaciones y Productividad, Silvia, tendrá participación sobre ese punto en particular. Ahora bien, tomando en cuenta lo que les he expuesto, quisiera comentarles que nuestro personal ha sido comprensivo respecto a las reducciones que hemos tenido que realizar hasta el momento. Algunos presentaron su descontento con las medidas adoptadas, y fueron debidamente atendidas sus inquietudes, lo que generó un impacto positivo. Además de que, actualmente, no estamos lidiando con ningún tipo de sindicato, hemos promovido actividades y tiempos de esparcimiento en nuestro personal operativo que, si bien es cierto, son el 65% de nuestra nómina total, han estado activamente conscientes de la situación que hemos venido atravesando hasta el momento.

–¿Has hecho reducción de personal?

–No ha sido necesario. Todos se han mantenido y mostrado lealtad con el propósito de la compañía.

–Entiendo. ¿Cómo has logrado eso?

–Bueno, esa es la parte más difícil de explicarles, he comprometido las utilidades de la empresa en un 15% para retribuir el trabajo extra que ha realizado todo el personal de la empresa.

–Es decir, ¿no redujiste personal, sino que comprometiste nuestro dinero, Ernesto? –El nudo en la garganta fue inevitable.

–Buenos días, caballeros, lamento interrumpir –intervino Silvia, mientras entraba a la sala. A Ernesto no le quedaba más que esperar qué demonios tenía Silvia para compartir.

–Buenos días, Silvia, siempre es grato tu aporte. Necesitamos que alguien con madurez y cordura nos explique lo que está pasando aquí.

–Tranquilo, Alberto, no es nada de lo que no hayamos conversado antes ni tampoco nada que no hayamos previsto. Sin embargo, creo que es momento de comer un poco, ya tienen mucho tiempo leyendo y escuchando números.

–Te salvó la campana, Ernesto. Hay mucho por explicar aquí –dijo Alberto, en un tono poco amable.

–Todo está bien Alberto, no tienes de qué preocuparte. –El primer preocupado era Ernesto, no sabía de qué manera explicar que había destinado el 15% de las utilidades de la empresa a los empleados. Sabía que, precisamente eso, le costaría, no solo su empleo, sino el de muchos. Estaba totalmente exhausto y no llevaba ni la primera parte del día finalizado. Sentía una necesidad profunda de fumar.

Cuando salió de la sala, se dispuso a drenar su impotencia con Laura. Y para su sorpresa, Esteban la estaba invitando al almuerzo; era uno de los socios mayoritarios de la empresa, no podía Laura mandarse una cagada, parte de las grandes decisiones dependían de Esteban, a pesar de que Alberto era el socio con mayor experiencia, Esteban tenía la decisión final; sin duda, nada de esto estaba planeado de esta manera, y el mocoso había ido a fijarse justamente en la persona más torpe y despistada de toda la empresa. Si su padre estuviera vivo todavía, ya le hubiese cortado la cabeza. Sin duda tenía que intervenir.

–Laura tiene razón, Esteban. Además, debe tener un montón de cosas por hacer hoy. ¿No, Laura? –dijo Ernesto, con el mejor tono posible.

–Pues, la verdad, estoy bastante desocupada hoy, me dio tiempo de atender y adelantar muchas cosas, aprovechando que estabas ocupado con tu presentación. Así que sí, acepto ir al almuerzo, Esteban. ¿Nos vamos?