¡Sí se puede! - Marshall Ganz - E-Book

¡Sí se puede! E-Book

Marshall Ganz

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Beschreibung

"Sí se puede." Esta expresión, que puede suscitar una sonrisa irónica, suele aparecer cuando una causa perdida (sea un partido de beisbol o una campaña política) remonta todos los obstáculos y parece dirigirse hacia una victoria inesperada. La mayor parte del tiempo la frase no pasa del acto de fe. No obstante, sí es posible organizarse y cambiar el rumbo de las historias, tanto personales como colectivas. Ése es el espíritu que anima el pensamiento y la práctica pedagógica de Marshall Ganz, cuyas ideas han tenido un impacto profundo en diversos activismos alrededor del mundo. Veterano en las campañas de la Unión de Campesinos (encabezada por César Chávez), testigo de la lucha por los derechos civiles y pieza crucial en el primer triunfo presidencial de Barack Obama, Ganz ha desarrollado liderazgos capaces de construir el poder que una comunidad necesita para alcanzar los cambios que desea con herramientas como la narrativa pública —en la que se entrevera la historia personal, del nosotros y del ahora—. Los textos de este volumen, provenientes de publicaciones, talleres, conferencias y entrevistas, se reúnen por primera vez en español y conforman una guía de trabajo para la organización efectiva de movimientos sociales y estrategias políticas. Antes que conjunto de buenos deseos, este libro demuestra que, con coraje e inteligencia, en efecto, ¡sí se puede!

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¡Sí se puede!

Primera edición, 2022

Diseño de portada: León Muñoz Santini

y Andrea García Flores

D. R. © 2022, Libros Grano de Sal, SA de CV

Av. Río San Joaquín, edif. 12-B, int. 104, Lomas de Sotelo,

11200, Miguel Hidalgo, Ciudad de México, México

[email protected]

www.granodesal.com GranodeSal

LibrosGranodeSal grano.de.sal

Todos los derechos reservados. Se prohíben la reproducción y la transmisión total o parcial de esta obra, de cualquier manera y por cualquier medio, electrónico o mecánico —entre ellos la fotocopia, la grabación o cualquier otro sistema de almacenamiento y recuperación—, sin la autorización por escrito del titular de los derechos.

ISBN 978-607-59437-0-1 (Grano de Sal)

¡Sí se puede!

Estrategias para organizarsey cambiar el mundo

MARSHALL GANZ

Selección y prólogo de Carlos QuinteroTraducción de Darío Zárate Figueroa

Índice

Presentación | SANTIAGO CREHUERAS

Introducción | CARLOS QUINTERO HERRERA LASSO

Prefacio a esta edición

I.Textos teóricos para la práctica

1.El poder de las historias en los movimientos sociales

2.Cómo David venció a Goliat

3.Organización

4.Dirigir el cambio: liderazgo, organización y movimientos sociales

II.Artículos, conferencias, entrevistas y discursos

5.La empresa social no es cambio social

6.Hablando de poder (texto del Proyecto Gettysburg)

7.Organizando a Obama: campaña, organización y movimiento

8.Cómo el poder de la gente produce cambios. Entrevista con Bill Moyers

9.Discurso en El-Hibri

III.Guías de trabajo

10.Narrativa pública: el yo, el nosotros y el ahora

11.Narrativa pública en acción. Cuatro desafíos de liderazgo: pérdida, poder, diferencia, cambio

Acerca de Leading Change Network

Referencias

Glosario de términos clave

Procedencia de los textos

Nota sobre las obras usadas en la portada

Presentación

Hace algunos años tuve el privilegio de cursar dos materias con Marshall Ganz en la Universidad de Harvard. La primera estaba enfocada en la organización y los movimientos sociales; la segunda, en la narrativa pública. El impacto del aprendizaje que obtuve en ambos cursos fue extraordinario. Sus enseñanzas me han permitido enfrentar los retos de la organización (organizing, en inglés) creando equipos e impulsando iniciativas en rubros como democracia, sustentabilidad, las transiciones energéticas, el desarrollo de comunidades y la participación en consejos directivos; incluso he podido incursionar en el diseño y la elaboración de narrativas públicas profesionales escribiendo discursos para el presidente y varios secretarios de estado de mi país, México, así como ofrecer mis contribuciones en diversos temas de la agenda pública a escala mundial, nacional y estatal.

Marshall Ganz vivió una de sus primeras experiencias de organización en el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. Allí notó que las personas que “tienen” los problemas deben ser las generadoras de las soluciones, y que hay una diferencia importante entre los recursos y el poder. A partir de esa experiencia, desarrolló las pedagogías que yo tuve el privilegio de aprender directamente de él. Ganz propone equipar a las personas con el poder para generar cambios reales, con base en la narración de historias, la estrategia y la acción, entre otras prácticas de liderazgo, para alcanzar metas compartidas. Así, nos invita a traducir nuestros valores en recursos emocionales que nos permitan responder a los desafíos con coraje, encontrar esperanza y evitar el miedo tomando en cuenta nuestro pasado, nuestro presente y a lo que —en conjunto— aspiramos para el futuro. La polarización y la inestabilidad política que están viviendo nuestros países; la pobreza, la desigualdad y las injusticias sociales en nuestras comunidades; así como la falta de compromiso y liderazgos, demandan acciones urgentes, concretas, creativas e innovadoras como las que propone este organizador y pensador estadounidense.

El estímulo que Marshall Ganz ha detonado en Carlos Quintero y en mí nos motivó a embarcarnos en la aventura de impulsar este libro, inédito en inglés, para que sus lecciones lleguen a una amplia audiencia de habla hispana y potencien su impacto en nuestra región.

¡Sí se puede! Estrategias para organizarse y cambiar el mundo, estoy seguro, será la fuente de inspiración y esperanza de muchas acciones colectivas y transformadoras que se ejecutarán con la cabeza, con las manos y, principalmente, con el corazón.

SANTIAGO CREHUERASFebrero de 2022

Introducción

¿Qué hacer con la apatía, prima hermana de la inercia? […]

Podemos combatir la apatía con enojo.

No con rabia, sino con indignación y esperanza.

MARSHALL GANZ

En 1997 dos equipos de beisbol, uno de México y otro de Estados Unidos, jugaron un partido que quedó marcado en mi memoria y en la de muchos compatriotas. El equipo Linda Vista, proveniente de Guadalupe, Monterrey, representó a México en la Serie Mundial de las ligas pequeñas en un juego que parecía imposible de ganar. A los mexicanos les tocó enfrentar, en la final del torneo, al campeón estadounidense, el equipo proveniente de Mission Viejo, California.

El partido comenzó, como se esperaba, a favor de los estadounidenses. Para la cuarta entrada, Mission Viejo dominaba el marcador 3-0 y las pocas posibilidades de triunfo del equipo mexicano estaban por desvanecerse. En la quinta entrada, sin embargo, éste anotó y, aunque el marcador continuaba siendo desfavorable, comenzó a sentirse esperanza en el ambiente. En la sexta y última entrada, todo cambió. Aunque primero Mission Viejo anotó de nuevo, el equipo mexicano conectó un cuadrangular de tres carreras y con esto empató el partido a 4 carreras. Desde las gradas, el público explotó con un cántico que se sigue escuchando hoy en las competencias deportivas más desafiantes: “¡Sí se puede! ¡Sí se puede!”. Finalmente, con la anotación de una última carrera, el partido culminó 4-5 a favor de Linda Vista. El equipo mexicano había vencido al favorito y se coronaba como campeón mundial.

Yo tenía 11 años cuando, en compañía de mis padres, presencié dicho evento. Éste fue el primer partido de beisbol que vi en mi vida y, aun sin saber nada de ese deporte, recuerdo que sentí una gran emoción por haber sido testigo de algo tan importante. Las y los niños mexicanos aprendimos ese día que vencer gigantes era posible. Si Linda Vista derrotó a los estadounidenses en su propio deporte, ¿qué otras cosas se podían lograr?1

Pocos entre quienes recordamos con cariño aquel “¡Sí se puede!” de 1997 sabemos que en realidad nació muchos años antes de ese partido, a principios de la década de 1970, y que su lugar de origen fue el estado de Arizona. Se pronunció por primera vez en 1972, una década después de que César Chávez, el líder comunitario de ascendencia mexicana más importante de la historia de Estados Unidos, fundó la United Farm Workers [Unión de Campesinos] (UFW).2 Marshall Ganz, profesor de organización y liderazgo de la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard y autor de este libro, cuenta que en 1972 César Chávez realizó un ayuno en ese mismo estado, en la ciudad de Phoenix. Durante los 25 días que duró, tomó únicamente agua, en protesta por una reforma legislativa que aprobaron el Congreso y Jack Williams (en ese entonces gobernador de Arizona), la cual limitaba —y en ciertos casos prohibía— las huelgas y los boicots,3 dos tácticas muy relevantes para el movimiento campesino. César vivió buena parte de dicho ayuno en reposo, acompañado de una de las cofundadoras del movimiento, Dolores Huerta.4 Durante la protesta, ella se reunió con otros organizadores, entre los que se encontraba Marshall Ganz, para analizar la estrategia del movimiento. Era notable, comentaba ella, que en Phoenix dominaba una actitud de “no se puede” entre los grupos y los líderes locales. “Nosotros —dijo— debemos representar lo contrario. Debemos decir que sí se puede.”

Dolores Huerta y demás organizadores llevaron ese “¡Sí se puede!” a otras conversaciones con grupos más amplios del movimiento y, muy pronto, esta frase se convirtió en el grito de guerra durante los actos masivos de la UFW. A pesar de que el movimiento no derrotó la iniciativa en Phoenix, el grito siguió siendo su lema. Desde entonces, esta frase ha acompañado a múltiples movimientos, tanto campesinos como urbanos, en Estados Unidos, así como a muchos otros en México y diversos países de habla hispana. Incluso lo han adoptado diversos políticos, entre ellos el expresidente estadounidense Barack Obama,5 de quien hablaremos más adelante.

Hoy, el canto de “¡Sí se puede!” representa la esperanza de que los chicos pueden vencer a los grandes, como Marshall Ganz describe en su texto “Cómo David venció a Goliat”, incluido en este libro. La esperanza, según la visión de nuestro autor, no es de ninguna manera un concepto vacío y abstracto. Por el contrario, se refiere a la capacidad estratégica y organizativa para lograr cambios reales y tangibles. En la UFW, Marshall Ganz aprendió el oficio de la organización y el liderazgo.6 Del movimiento y de líderes como César Chávez, con quienes trabajó desde 1965 hasta 1981, adquirió muchos de los valores fundamentales que le permitieron desarrollar su pedagogía.

Marshall Ganz nació en 1943. Su padre era rabino y su madre, maestra. Creció en Bakersfield, en el Valle Central de California, donde, años después, conocería a César Chávez. Según contó él mismo en una entrevista con Bill Moyers (“Cómo el poder de la gente produce cambios”, incluida en esta selección), Ganz creció rodeado de historias con las cuales fue generando paralelismos entre las anécdotas del Antiguo Testamento y las experiencias de su propia vida. Este trasfondo familiar y religioso serviría años después como un punto de conexión con las comunidades aliadas a la UFW, en su mayoría compuestas por mexicanos inmigrantes que tenían un vínculo muy cercano con el cristianismo y figuras religiosas como la Virgen de Guadalupe.

La familia de Marshall Ganz vivió una temporada en la Alemania ocupada después de la segunda Guerra Mundial, donde su padre se desempeñó como capellán del ejército estadounidense para trabajar con sobrevivientes del Holocausto. Ganz recuerda que, cuando era pequeño, en un cumpleaños no sólo no recibió regalos, sino que, por el contrario, su madre lo alentó a dar regalos a los demás niños. Este recuerdo tuvo una connotación distinta cuando, siendo un poco mayor, comprendió la razón: los demás niños eran huérfanos porque sus padres habían sido víctimas de los nazis. De esta experiencia aprendió que el racismo mata, ya que sus padres le enseñaron a interpretar el Holocausto más allá del antisemitismo. En parte gracias a este recuerdo de la infancia, la lucha contra el racismo ha sido una de las claves del trabajo de Ganz a lo largo de los años.

Después comenzó sus estudios en la Universidad de Harvard, en 1960, pero no se graduó sino hasta casi treinta años después, ya que su último verano como estudiante universitario coincidió con el magnicidio del entonces presidente John F. Kennedy. Tras este acontecimiento, Ganz decidió involucrarse en el activismo y se sumó al Mississippi Summer Project [Proyecto de Verano de Misisipi], un programa vinculado con el movimiento por los derechos civiles que encabezaba Martin Luther King.7 En el caso de Marshall, el verano se extendió un año y medio, hasta que, por fin, decidió abandonar la escuela.

Aunque desde niño había aprendido con su padre la importancia del trabajo comunitario en el ámbito religioso, esta nueva experiencia lo marcó enormemente. En Misisipi encontró su vocación: trabajar para desarrollar liderazgos que puedan unir a una comunidad en torno a la gestación del poder que necesitan para alcanzar el cambio que desean. Posteriormente conoció a César Chávez, con quien coincidió en objetivos y valores. En una decisión que marcaría su vida y su filosofía para siempre, se sumó a la UFW. Aunque había crecido rodeado del movimiento campesino, tuvo que vivir la experiencia de Misisipi para poder ver esta realidad, que lo acercó al hecho de que existen otras comunidades de personas sin derechos políticos ni económicos. Por otro lado, California tenía su propia historia de discriminación racial contra los pueblos originarios, los chinos, los japoneses, los filipinos y los propios mexicanos. Misisipi no era una excepción, sino un ejemplo del cambio que se necesitaba.

Durante 16 años, Marshall Ganz trabajó con la UFW como organizador de marchas y boicots, como negociador e incluso como director de organización y miembro del consejo directivo. Durante este tiempo, desarrolló y acuñó el concepto de capacidad estratégica, que definió como “la capacidad de convertir lo que tienes en lo que necesitas para obtener lo que buscas”. Esta idea, así como toda su pedagogía, se basa en la importancia de las relaciones personales.

Pocas veces he visto a Marshall Ganz molesto. Una de ellas fue en la discusión posterior a la proyección de una película de 2014, dirigida por el también actor mexicano Diego Luna, que pretendía reflejar la vida de César Chávez. En ella, lo mostraban como un líder carismático que pronunciaba elocuentes discursos en plazas públicas, lo cual a nuestro autor le pareció muy desafortunado. Desde su perspectiva, convirtieron a su mentor y amigo en una caricatura. “César —dijo aquel día— no era un gran orador. Era un tejedor de relaciones. Su poder8 era relacional, no discursivo.” Y ése también es el poder de Marshall Ganz. Si bien como orador es increíblemente persuasivo, durante la conversación en corto demuestra su enorme capacidad para construir relaciones y alinear valores para perseguir propósitos en común.

Una vez concluida su experiencia en la UFW, Marshall Ganz se dedicó toda una década a trabajar en campañas políticas y a definir los siguientes pasos en su carrera profesional. En 1991 regresó a Harvard para terminar sus estudios después de 28 años de ausencia. Posteriormente realizó una maestría en administración pública, seguida de un doctorado en sociología por la misma universidad. Desde entonces es profesor de la Escuela Kennedy de Harvard, donde todos los años imparte las clases de narrativa pública y de organización, tanto a estudiantes de la universidad como a cientos de líderes alrededor del mundo que utilizan estas enseñanzas en sus propios contextos. La pedagogía de la organización es una forma de liderazgo que habilita a una comunidad para convertir los recursos que tiene en el poder que necesita para lograr el cambio que busca por medio del reclutamiento, la capacitación y el desarrollo de líderes. Organizarse, desde este punto de vista, es una forma de equipar a las personas con la capacidad para lograr cambios efectivos. Marshall Ganz enseña esto a partir de cinco prácticas de liderazgo que deben ir acompañadas de una mentoría deliberada e intencional: generar una historia compartida (o una narrativa pública), construir relaciones cívicas, armar una estructura colaborativa confiable, diseñar estrategias y ejecutar acciones medibles; todo esto, sostenido por prácticas de aprendizaje continuo.

En términos políticos, Marshall Ganz apoya a líderes y candidatos que se alinean con los valores democráticos que él defiende. Entre ellos destaca Barack Obama. Entre 2007 y 2008, nuestro autor fue el arquitecto de la campaña de campo que lo llevaría no sólo a ganar la presidencia, sino a construir una esperanza que la gente de Estados Unidos no había visto en muchos años. Esta esperanza fue el elemento clave que llevó a Obama a recibir el premio Nobel de la Paz tan sólo unos meses después de que asumió la presidencia. Ganz diseñó los mecanismos de capacitación de los “Campamentos Obama”. Con esa estructura, el equipo de campaña, compuesto por voluntarios y empleados, abordó a los votantes con una estrategia relacional basada en valores compartidos, contando su narrativa pública, para a partir de ahí construir un sentimiento de esperanza que les permitió hacer un poderoso llamado al voto. En “Organizando a Obama: campaña, organización, movimiento”, incluido en este volumen, Marshall describe a detalle cómo se planeó y desarrolló esta estrategia. Que el entonces senador por Illinois resultara electo como el primer presidente afrodescendiente de Estados Unidos fue, en no menor medida, producto del trabajo y la puesta en práctica de las ideas de nuestro autor.

No obstante, casi 15 años después de haber colaborado en su campaña, Ganz tiene sentimientos encontrados respecto a Obama debido a que, en su opinión, el movimiento que se construyó en la campaña, mismo que se desmanteló una vez que llegó al gobierno, pudo haber sido un mecanismo clave para impulsar una agenda realmente transformadora, pero se quedó corto de coraje. De igual forma, considera que la promesa de cambio quedó incumplida, y la esperanza y la oportunidad que caracterizaron esa campaña se desperdiciaron.

El 14 de marzo de 2021 Marshall Ganz celebró su cumpleaños número 68. En una videollamada con más de 600 participantes, entre amigos, colaboradores, alumnos y muchas otras personas a quienes ha marcado en distintos momentos de su vida, confesó que si tuviera que resumir su legado lo haría con las tres preguntas del rabino Hillel, un sabio del siglo I que planteó: “Si no estoy para mí mismo, ¿quién estará para mí? Si sólo estoy para mí, ¿qué soy? Y, si no es ahora, ¿cuándo?” Cualquiera que haya leído o visto alguna plática de Marshall Ganz conoce la impronta que el rabino Hillel dejó en él. Sus pedagogías de la narrativa pública y la organización se basan en estas tres interrogantes que, si bien fueron formuladas hace dos mil años, aún hoy están vigentes. Estas preguntas, que él aborda ampliamente a lo largo de su obra, tienen el poder de cambiar ideas que parecen inmutables, transformar la vida de las personas y moverlas a la acción. Ganz las convierte en tres historias que en conjunto conforman la narrativa pública: la historia del yo, la historia del nosotros y la historia del ahora. Hacer este ejercicio, para el cual incluimos el material “Narrativa pública: el yo, el nosotros y el ahora” (guía de trabajo), requiere conectar con lo más profundo de ti. Esto vale para toda su pedagogía. La organización implica una transformación tanto personal como social. No es posible aspirar a la segunda si no estás dispuesto a hacer la primera. Lo escribo con pleno conocimiento de causa, como alguien a quien estas ideas cambiaron de manera profunda.

Tuve el privilegio de conocer a Marshall Ganz cuando fue mi profesor en 2013. Su clase de narrativa pública, que además es el punto de partida para toda su pedagogía de la organización, me obligó a enfrentar mi propia historia y a cuestionarme quién soy, en qué creo y cuál es mi propósito. Al llevar a cabo estos ejercicios entendí, por ejemplo, que buena parte de mi vocación de servicio emana de mi bisabuelo que peleó en la Revolución mexicana; que el momento en el que me convencí de que podía causar una diferencia fue cuando participé como abogado en un juicio cuyo resultado fue la liberación de una mujer falsamente acusada y encarcelada; por último, que las historias son el motor que me da la fuerza para trabajar en conjunto con otras personas a fin de alcanzar los objetivos que buscamos. También aprendí algo que Marshall Ganz transmite por medio de sus pedagogías: el enorme poder que implica ser el autor de mi propia historia.

Más adelante, Ganz accedió a dirigir mi tesis y, desde entonces, ha sido un mentor y un referente para mí en distintos proyectos. Uno de éstos arrancó en 2017, dos décadas después de aquel partido de beisbol. Después de trabajar durante más de diez años en distintos espacios del sector público, decidí dedicarme a generar organización comunitaria. Fundé Ensamble, una asociación civil que construye comunidad en el oriente de la Zona Metropolitana del Valle de México. Ése es un espacio que hace 500 años fue un epicentro de poder en nuestra región y hoy, no obstante su cercanía con la Ciudad de México, además de ser una de los lugares más poblados del país, en muchos sentidos se encuentra desvinculada de éste. La forma de trabajo de Ensamble es una adaptación de las pedagogías de narrativa pública y organización de Marshall Ganz. Nuestro enfoque consiste en trabajar con grupos de vecinos para construir una historia en común, un propósito y, a partir de eso, una estrategia para generar cambios en la comunidad.

Un ejemplo de cambio social y personal es el de Esther Valtierra, quien nació y vive en Los Reyes, municipio de La Paz, en el Estado de México. Cuando la conocí, a sus 65 años, ella contaba historias de un pasado lleno de valor y coraje, pero también de un presente desesperanzado. Como muchas mexicanas y mexicanos, a los 14 años tuvo que dejar la escuela y su sueño de ser maestra para apoyar económicamente a su familia. Se sentía frustrada, como si hubiera llegado al final de su vida. Por medio de Los 500 × La Paz, un grupo de vecinos del municipio, se enfocó en ejercer un liderazgo en el sentido que propone Marshall Ganz: “asumir la responsabilidad de habilitar a otros para alcanzar propósitos compartidos en tiempos de incertidumbre”. Se dedicó a organizar a los vecinos para recuperar espacios públicos que, debido a su abandono, se encontraban ocupados por grupos delincuenciales.

A las pocas semanas de haber arrancado este proyecto, de participar en las capacitaciones y de construir comunidad para mejorar su entorno —y al tiempo que la comunidad se organizaba para recuperar sus parques y plazas—, Esther ya contaba otra historia. Se veía a sí misma como la persona útil y valiosa que es en realidad. Incluso aprendió a impartir talleres de organización y narrativa pública que han llegado a decenas de personas, entre las que se encuentran sus hijas y nietos. Más de cincuenta años después, cumplió su sueño de ser maestra. El ejemplo de Esther inspiró a muchas otras personas a trabajar juntas para transformar su entorno. Hoy, Los 500 × La Paz ha logrado organizar a miles de personas en Los Reyes; su presencia se siente en la comunidad y marca una diferencia, pues han recuperado espacios públicos, atrajeron atención y, con ella, una mayor capacidad de acción estratégica para todos sus vecinos.

Marshall Ganz me ha recordado en más de una ocasión que las palabras coraje y corazón tienen el mismo origen etimológico. Ambas derivan de la palabra francesa coeur, que significa “corazón”. Por su parte, coeur proviene del latín cor, que se remite también a “cuerda” e “intestino”, que, a su vez, tienen su origen en el indoeuropeo ker, que quiere decir “entraña”. Es decir, la organización es un acto de coraje que implica poner el corazón y la entraña por delante. Marshall Ganz me lo enseñó y Esther me lo demostró con su ejemplo.

Aunque estos conceptos y estrategias se gestaron en Estados Unidos, historias como la de Esther ilustran que la pedagogía de Ganz no es específica de ninguna región. Más aún, ésta ha sido exitosa en los cinco continentes, en países y culturas muy distintas, y se utiliza tanto en entornos laborales, en la esfera pública o el ámbito de las asociaciones, como en la esfera privada y en relaciones con familiares y amigos (Aiello y Ganz, 2020). Así como ha sucedido con Ensamble, Marshall Ganz ha influido en cientos de organizaciones, desde Canadá hasta la Patagonia argentina, pasando por Perú, Colombia, Chile y otros países latinoamericanos. Su influencia también ha llegado a lugares y regiones con realidades muy diversas, como Australia, Japón, Medio Oriente y distintas partes de África y Europa. Movimientos sociales que han nacido o se han fortalecido a partir de la pedagogía de la organización de nuestro autor han logrado conformar los más diversos movimientos, tanto a escala vecinal como internacional: movimientos con fines políticos que luchan contra regímenes autoritarios, organizaciones gremiales que buscan mejores condiciones para ejercer sus profesiones, movimientos estudiantiles de jóvenes inconformes con la realidad y grupos de trabajadores que persiguen mejores condiciones de vida. Buena parte de ese trabajo se ha realizado con el apoyo de la Leading Change Network [Red para Liderar el Cambio], la cual agrupa a miles de personas que trabajan con las pedagogías de Marshall Ganz en todo el mundo y en diversos idiomas.

El trabajo de Ganz es una pedagogía porque es al mismo tiempo experiencial, práctica y reflexiva; además —a diferencia de una técnica—, es sumamente flexible en las formas en las que se puede aprovechar. Hoy tiene aplicaciones en el ramo educativo, sobre todo en las ciencias sociales: sociología, ciencias políticas y estudios sobre organización y liderazgo. También se utiliza en campos tan diversos como organización comunitaria, cabildeo, gobierno, negocios, servicio social, salud, cultura, recreación, mercado laboral, religión e incluso en el ámbito militar. Cuando estas ideas se retoman más allá de la esfera pública, se usan sobre todo en la comunicación interpersonal, no sólo —como se podría pensar— en grandes eventos y discursos (Aiello y Ganz, 2020).

Este libro contiene algunos textos inéditos de Marshall Ganz y otros publicados por primera vez en un idioma distinto al inglés. ¡Sí se puede! Estrategias para organizarse y cambiar el mundo es una apuesta por parte del autor para que sus conceptos beneficien al amplio público hispanohablante. En cierto sentido, es una manera de volver a conectar con aquellos tiempos en los que comenzó a gestar sus pedagogías como organizador de la UFW. ¡Sí se puede! es un volumen diseñado para que lo utilicen personas de los ámbitos, espacios y sectores más diversos, para que aprovechen la facilidad de contar con los textos español.

Muchos lugares en los que la pedagogía de Marshall Ganz ha dejado huella, como México y la mayor parte de los países de nuestra América Latina, tienen una gran riqueza en cuanto a tradiciones organizativas. Éstas van desde tradiciones milenarias que nuestros pueblos originarios han trabajado, conservado y perfeccionado a lo largo de muchas generaciones, hasta experiencias urbanas que se han desarrollado en las últimas décadas. La pedagogía de la organización por ningún motivo busca sustituir las tradiciones existentes en esta región del planeta. Al contrario, el autor desea que su trabajo sirva para entablar un diálogo y generar un proceso de aprendizaje mutuo con personas y comunidades que, como él, están ayudando a construir un mundo más justo. Más aún, la pedagogía de Marshall Ganz aspira a ser —como en mi caso y muchos otros lo ha sido— un vehículo para que las personas se conecten de una manera más profunda con sus propias tradiciones morales, religiosas, sociales y, por supuesto, organizativas.

¡Sí se puede! tiene el objetivo central de compartir las ideas y la práctica de Marshall Ganz en sus diferentes facetas: como tallerista y profesor, como activista y luchador social, como sociólogo y académico, y, en especial, como generador de cambios sociales y políticos. Para eso recopilamos una serie de entrevistas, textos académicos, discursos, artículos de opinión y un par de guías prácticas que él mismo utiliza con sus estudiantes.

Las personas que lean este libro aprenderán sobre el poder y cómo se construye; qué son las historias y para qué sirven; a qué se refiere Ganz cuando habla de narrativa pública; cómo desarrollar liderazgo y organización; qué significa la paz y por qué no es lo mismo que la ausencia de conflicto; cómo nacieron los movimientos sociales, además de otros temas relacionados. Pero, más importante que nada, las personas que lean este libro aprenderán de sí mismas, de sus orígenes, valores y deseos. Éste no es un libro para personas que están satisfechas con su realidad. Por el contrario, es una lectura para aquéllas que no le tienen miedo a cuestionar paradigmas, agitar su vida y la de quienes las rodean. La obra de Marshall Ganz es fascinante, pero está llena de preguntas difíciles. Éste no busca ser, como el autor jamás lo ha sido, un libro cómodo.

Otra forma de pensar en el trabajo de Marshall Ganz es como un mapa para personas insatisfechas con la realidad y la injusticia que viven y perciben a su alrededor, pero que no saben cómo empezar a generar cambios. También sirve como una guía para quienes sienten, como todos lo hemos hecho alguna vez, que no tienen la capacidad para generar un impacto significativo en la realidad. El trabajo de Ganz emana justamente de esta inquietud: ¿cómo, siendo yo tan pequeño, puedo transformar un mundo tan grande? La respuesta a la que llegó el autor es tan simple que por eso sorprende. La forma en la que podemos lograr un cambio —dice— es uniendo fuerzas con otras personas. Así, la pedagogía de la organización sirve para que quienes quieren mejorar su país, región o comunidad sepan cómo hacerlo. También estas lecturas pueden ser la sacudida que necesitan todas aquellas personas que aún no están organizadas, pero sienten en su sangre la indignación que podría llevarlas a la acción y a la decisión de convertirse en “arquitectas de su propio destino”.9

Las lecciones de Ganz siempre han sido importantes, pero hoy más que nunca son urgentes. Este libro nace de la necesidad de construir esperanza en estos tiempos de polarización e incertidumbre, en los que la lucha por el poder se siente desconectada de las necesidades más apremiantes. Éstos son tiempos de frustración y enojo, sentimientos que, bien canalizados, pueden detonar la acción, el cambio y la búsqueda de justicia social. Marshall lo dice muy claro: “Maimónides, filósofo judío del siglo XII, definió la esperanza como ‘creer en la plausibilidad de lo posible, en vez de la necesidad de lo probable.’” Esto —explica— significa que “ser realista es reconocer que el mundo no es un ámbito en el que lo probable siempre ocurra. Digo, es más probable que Goliat gane. Pero a veces David gana, ¿sabes?”10

Marshall Ganz no pretende que éste sea un camino sencillo. Cambiar el mundo es un trabajo largo, difícil y desgastante en el que las probabilidades están alineadas en tu contra. Pero esto no quiere decir que no haya que hacerlo. Lo imposible sucede cuando tienes un propósito, una estrategia y la determinación de alcanzar objetivos en común. Ésa es la promesa de este libro. Si lo que buscas es construir un mundo más justo, la organización es el mecanismo por medio del cual puedes convertir ese deseo en una realidad.

Cuenta un proverbio chino que el mejor momento para plantar un árbol fue hace veinte años. El segundo mejor momento es hoy. El tercer componente de la narrativa pública, la historia del ahora, consiste en ese llamado a la acción. No habrá un momento idóneo para comenzar. El ahora es lo único que tenemos. Porque sí se puede y éste es el momento.

CARLOS QUINTERO HERRERA LASSO

Enero de 2022

Notas al pie

1 Se puede consultar a detalle el marcador del partido en web.archive.org/web/20170831135755/http://www.littleleague.org/series/history/scores/1997/9715line.htm.

2 Originalmente se llamaba National Farm Workers Association [Asociación Nacional de Trabajadores Campesinos] (NFWA), pero más tarde cambió su nombre a United Farm Workers Organizing Committee [Comité de Organización de la Unión de Campesinos] (UFWOC) y, finalmente, a United Farm Workers.

3 Disponible en www.nytimes.com/1972/06/11/archives/new-labor-law-expected-to-set-off-arizona-clash.html.

4 Entre los cofundadores se encontraban Julio Hernandez, Rogelio Terronez, Antonio Orendain y Gilberto Padilla.

5 El 8 de enero de 2009 fue una de las primeras veces en que Obama utilizó la frase, en este caso, “Yes, we can”, como lema de su campaña presidencial: www.youtube.com/watch?v=Fe751kMBwms.

6 Sobre la Unión de Campesinos se puede leer más en el capítulo “El poder de las historias en los movimientos sociales”.

7 Hubo muchos líderes en el movimiento, aunque el más reconocido fue Martin Luther King. De hecho, según anotaciones del propio Ganz, King desaprobaba el Proyecto de Verano de Misisipi porque era una iniciativa del Student Nonviolent Coordinating Committee [Comité Coordinador Estudiantil No Violento].

8Poder, para los propósitos de este libro, se usará con base en la definición neutral de Martin Luther King que permea la literatura de Marshall Ganz y que discutiremos más adelante: “la capacidad de lograr propósitos”. El poder emerge del balance entre necesidades y recursos. Es una relación, no una cosa, y por lo tanto es accesible desde una perspectiva más amplia. Véase el capítulo “Hablando de poder (texto del Proyecto Gettysburg)” de esta selección.

9 Frase prestada del poema “En paz”, de Amado Nervo.

10 Cita de la entrevista de Marshall Ganz con Bill Moyers que se incluye en el capítulo “Cómo el poder de la gente produce cambios” de este volumen.

Prefacio a esta edición

Cuando Carlos Quintero me planteó la idea que se convertiría en este libro, me “hizo clic” de inmediato. Mucho de lo que he llegado a ser, de lo que he aprendido y hecho surgió de los 16 años que pasé con la United Farm Workers [Unión de Campesinos] (UFW), bajo el abrazo caluroso de la comunidad mexicana y mexicoestadounidense. Quiero darles las gracias.

Me capacité en los métodos de organización que obtuvieron pensiones para quienes no tenían la ciudadanía estadounidense, que ayudaron a elegir al primer latino para el concejo municipal de Los Ángeles y consiguieron los votos en el este de esa ciudad que le permitieron al senador Robert Kennedy ganar la elección primaria en California… sólo para perderlo esa misma noche a causa de la bala de un asesino. Aprendí por qué El Malcriado era el nombre —y el espíritu — del periódico de la UFW. Conocí la diferencia entre una “marcha” y una “peregrinación”1 y por qué las votaciones para llamar a huelga debían llevarse a cabo en Guadalupe Hall el 16 de septiembre. Aprendí que todas las personas merecen respeto y que, cuando se organizan, pueden combinar sus recursos y crear el poder para exigir justicia a las mayores corporaciones agrícolas de California. Descubrí el poder del sacrificio, el compromiso, la solidaridad, la esperanza y el heroísmo que hay en cada persona; también que hay demonios capaces de despojarnos de nuestras almas. Y aprendí que podía organizar, enseñar a otras personas a organizarse y a seguir en la lucha hasta ganarla.

Escribí los textos contenidos en este volumen mucho tiempo después de terminada mi labor con la UFW, pero las preguntas que en ellos se hacen, las reflexiones que ahí se comparten y las acciones que se describen están todas enraizadas en lo que aprendí durante esos 16 años, un aprendizaje hecho casi por completo en español. Por eso me da una alegría particular compartir las lecciones de esos años en la lengua en la que fueron aprendidas.

¡Y esta labor está lejos de haber terminado! Una canción que Judy Collins grabó en la década de 1960 nos confronta tanto con el desafío como con la esperanza. El movimiento por los derechos civiles se llamaba a sí mismo el movimiento por la libertad, porque libertad implica algo mucho más grande que “derechos jurídicos”, empezando por solidaridad, coraje, igualdad y agencia:

La libertad no llega como un ave al vuelo,

no cae del cielo como la lluvia en verano.

Libertad, la libertad es algo que se gana con esfuerzo.

Tienes que trabajar por ella, pelear por ella, día y noche,

¡y cada generación debe ganársela de nuevo!

Debes transmitirla a tus hijos, hermano.

Debes transmitirla a tus hijas, hermana.

Tendrán que pelear por ella, día y noche,

¡y cada generación debe ganársela de nuevo!

Debes transmitirla a tus hijos: transmítela.2

Mi esperanza es que las reflexiones, historias, herramientas y tácticas que comparto aquí contigo puedan serte de utilidad, no sólo como un conjunto de ideas interesantes, sino más bien como un estímulo para hacer preguntas, imaginar y actuar. Puedes pensar en el contenido de este libro no como un modelo, sino como una especie de hoja de ruta que apunta, tal vez, a los recursos que ya están incorporados en tus propias experiencias, comunidades, historias y cultura: en tu propia realidad.

Gracias a Carlos Quintero, Olmo Balam Juárez, Tomás Granados Salinas, Santiago Crehueras, Alyssa Lyn Ashcraft, Vandinika Shukla, Carlos Quintero padre, Leticia y Gabriela Jauregui, Emilia Aiello, Nicholas Hayes, Regina Pieck y todas las demás personas que apoyaron este proyecto. Gracias a Abraham Cruzvillegas, Pia Camil y Marcos Castro. Sobre todo, gracias a los compañeros de lucha en los movimientos de trabajadores campesinos en los que tuve el privilegio de participar, y a los jóvenes que puedan leer estas palabras y encontrarlas útiles para forjar su propio futuro.

¡Sí se puede!

MARSHALL GANZ

Notas al pie

1 En español en el original. [N. del e.]

2Freedom doesn’t come like a bird on the wing / Doesn’t fall down like the summer rain. / Freedom, freedom is a hard-won thing. / You have to work for it, fight for it, day and night for it, / And every generation has to win it again! / Pass it on to your children, brother. / Pass it on to your children, sister. / They have to fight for it, day and night for it. / And every generation has to win it again! / Pass it on to your children, pass it on [“Pass It On”, música de George Kleinsinger, letra de Millard Lampell].

I. Textos teóricos para la práctica

1. El poder de las historiasen los movimientos sociales

Esta historia ha de contar el buen hombre a su hijo;

y nunca san Crispín ha de pasar,

desde este día hasta el final del mundo,

sin que en él se nos recuerde a nos;

nos los pocos, los felices pocos, nos, banda de hermanos;

pues aquel que hoy vierta su sangre conmigo

ha de ser mi hermano; por más vil que sea él,

este día ennoblecerá su condición:

y caballeros que hoy en Inglaterra están en cama

se creerán malditos por no haber estado aquí,

y tendrán su hombría en poca estima mientras hable

cualquiera que haya peleado con nosotros en el día de san Crispín.

WILLIAM SHAKESPEARE,Enrique V, acto IV, escena 3

INTRODUCCIÓN

En este ejemplar discurso motivacional, pronunciado el día de san Crispín, el rey Enrique V cuenta una nueva historia que promete una transformación de identidad a todo aquel que elija participar en la inminente batalla contra los franceses, que los superan ampliamente en número. No obstante, el resultado de la promesa depende de su eficacia para lograr aquello que Enrique y sus hombres necesitan para salir vivos de la batalla. Quizá sus arcos largos podrían darles superioridad sobre los franceses, montados y acorazados, pero sólo si tienen el coraje de mantenerse firmes y pelear. En este artículo, me concentro en la relación entre narración de historias y estrategia en los movimientos sociales, y argumento que una fuente excepcional de su poder radica en la nueva historia que éstos cuentan.

Mi interés por la narración de historias —y la estrategia— surgió de tres maneras distintas: como un niño para quien la narración anual de la historia de la Pascua judía nunca dejaba de ser extraordinaria; como un joven voluntario en el Student Nonviolent Coordinating Committee [Comité Coordinador Estudiantil No Violento] (SNCC) en Misisipi, que reconoció una nueva narración de esta conocida historia, y como un organizador con la United Farm Workers [Unión de Campesinos] (UFW), que participó en una narración aún más novedosa de la misma historia. Asimismo, como estudiante de sociología de los movimientos sociales, preocupado por una falta de enfoque en los aspectos de la labor que se centran en los actores, en particular la influencia de los agentes —líderes y participantes— para articular el sentido motivacional y estratégico de por qué se debe y cómo se puede movilizar una serie de recursos para aprovechar las oportunidades. Y como profesor de practicantes de la organización que ha descubierto que enseñar sobre la narración de historias es una de las formas de docencia más útiles.

Cómo narran los movimientos sociales

Comencé este artículo con una cita de Enrique V como ilustración del vínculo entre el acto de contar una buena historia y el de trazar una buena estrategia. Por desgracia, los estudiosos de los movimientos sociales en la tradición de los procesos políticos han prestado muy poca atención a la labor interpretativa de narrar historias y se han concentrado en temas más estructurales relacionados con recursos y oportunidades.1 El único aspecto de la labor interpretativa que los estudiosos de los movimientos sociales han investigado es el marco (McAdam, McCarthy y Zald, 1996). Aunque el acto de enmarcar —establecer contextos cognitivos dentro de los cuales los datos cobran sentido— es intrínseco a la cognición, la mayoría de estos estudiosos se limita al análisis discursivo. Catalogan, diseccionan y comparan un marco con otro, a veces correlacionando tipos de marcos y tipos de resultados, en vez de prestar atención a quién participa en el enmarcado y de qué manera, explicar procesos de enmarcado o evaluar los distintos contextos en los que ocurre el enmarcado. Sin embargo, el proceso implícito en estos análisis es uno en el que los organizadores “empacan” de manera estratégica un mensaje para un “público”, de la misma manera que lo haría un asesor de campaña: un elemento relativamente menor de la labor interpretativa que ocurre en los movimientos sociales (Benford, 1997; Benford y Snow, 2000).

Una nueva generación de estudiosos ha comenzado a ir más allá del marco y a reconocer que la narración de historias bien puede ser el elemento que más distingue a los movimientos sociales de los grupos de interés y otras formas de acción colectiva (Somers, 1992; Gamson, 1992; Somers, 1994; Franzosi, 1997; Polletta, 1998a; Polletta, 1998b; Steinberg, 1999; Hunt, 2000; Bologh, 2000; Davis, 2002). La narración es fundamental para los movimientos sociales porque construye agencia, forma identidad y motiva la acción.

La narración de historias es la manera en que aprendemos a ejercer agencia para lidiar con nuevos desafíos, siendo conscientes del pasado, pero también de futuros alternativos (Bruner, 1986; Polkinghorne, 1988; Bruner, 1990, 1991; Emirbayer y Mische, 1998; Amsterdam y Bruner, 2000). No se trata de seguir un guion, sino de elegir cómo manejar las desviaciones del libreto. La narración nos involucra en un recuento “entramado” de actores que avanzan, de maneras legítimas, hacia metas consideradas valiosas, y que se encuentran con problemas inesperados, a los cuales deben responder con acciones innovadoras que lleven a una resolución por un nuevo camino, hacia una nueva meta o a la derrota, de la cual se extrae una “moraleja” (Amsterdam y Bruner, 2000). Nos enseña a lidiar con lo inesperado, al ir improvisando futuros alternativos mientras mantenemos la continuidad con nuestro pasado.

La narración de historias es la manera en que desarrollamos identidades individuales y colectivas que definen los fines que buscamos y entre quiénes los procuramos (MacIntyre, 1981; Carr, 1986; Taylor, 1989; Bruner, 1990; Somers, 1992; Hunt y Benford, 1994; Somers, 1994; Ricoeur, 1995; Teske, 1997; Polletta, 1998a, 1998b; Davis, 2000; Gergan y Gergan, 2001; Hinchman y Hinchman, 2001; MacIntyre, 2001). Nuestra identidad puede entenderse como un relato que tejemos a partir de una vida entera de historias en las que hemos participado como narradores o como escuchas, aprendiendo cómo actuar en el mundo. Cuando contamos nuestra historia, hacemos una labor identitaria representando lo que hemos sido y forjando a las personas en las que nos convertiremos. Como interacción entre hablantes y escuchas, la narración de historias es una actividad forjadora de cultura, que construye entendimientos compartidos sobre cómo manejar los riesgos de incertidumbre, anomalía e impredecibilidad con base en el recuerdo de cómo lidiamos con desafíos pasados. Así, nuestras identidades individuales están vinculadas con aquellas personas con quienes compartimos historias —nuestras familias, comunidades, colegas, tradiciones, cultos, nacionalidades— y con quienes las representamos en nuestras cenas familiares, actos religiosos, festividades y otras celebraciones culturales que institucionalizan —o transforman— su narración.

La narración de historias es la manera en que tenemos acceso a los recursos emocionales —o morales— para tener la motivación de actuar hacia esos fines (Brueggemann, 1978; Sarbin, 1995; Bradt, 1997; Peterson, 1999a, 1999b). Las historias, intrínsecamente normativas, proyectan valencia positiva y negativa sobre distintos tipos de comportamiento. Así, se convierten en lo que Charles Taylor llama nuestras “fuentes morales”: fuentes de aprendizaje emocional a las que podemos tener acceso para obtener el coraje, el amor o la esperanza que necesitamos para lidiar con el miedo, la soledad y la desesperanza que inhiben nuestra acción (Taylor, 1989; Jasper, 1998). Como lo enseñó san Agustín, “conocer el bien” no es suficiente para producir un cambio de comportamiento que requiere “amar el bien”. La narración de historias es, a la vez, una manera de “enmarcar” nuestra experiencia como formadora de propósito (que hace que las cosas “cobren sentido”) y para “regular nuestras emociones” (conservar la confianza, mantener nuestra ansiedad bajo control, tener una historia en la que podamos creer) (Bruner, 1990).

En este artículo exploro la influencia de la narración de historias en el lanzamiento del movimiento de campesinos liderado por César Chávez a lo largo de un periodo de cuatro años, de la primavera de 1962 a la de 1966.2 En particular, abordo la influencia de la narración de historias en tres momentos de elección, formación de identidad y acción: desarrollar un núcleo de liderazgo, fundar una organización y lanzar un movimiento.

FORMAR EL LIDERAZGO

El movimiento de campesinos comenzó en la primavera de 1962, por obra de unos “felices pocos”, unas 12 personas que se habían reunido en la década de 1950, bajo el liderazgo de César Chávez.3 Cinco eran mexicoestadounidenses que ya no trabajaban en el campo, de los cuales cuatro eran hijos de la primera generación de campesinos inmigrantes mexicanos; la quinta, Dolores Huerta, era hija de un líder sindical minero de Nuevo México y la operadora de una casa de huéspedes en Stockton. Otros cuatro eran mexicanos que habían migrado para trabajar en el campo, uno de los cuales había llegado “sin papeles”. Había tres parejas, en las que ambos miembros estaban involucrados activamente. Ninguno de los latinos había asistido a la preparatoria, a excepción de Huerta, que fue a la universidad, y la mayoría eran católicos. De los tres anglos que había, dos eran clérigos protestantes de veintitantos años, egresados del Seminario Teológico Unión. El tercero, Fred Ross, el mayor del grupo, con 56 años, exmaestro, trabajador social y administrador de campo, había sido reclutado por Saul Alinsky en 1947 para coordinar la Community Service Organization [Organización de Servicio a la Comunidad] (CSO), la primera asociación civil mexicoestadounidense de alcance estatal en California. Ross reclutó a Chávez en 1952 y juntos enrolaron al resto.

Los latinos reclutados en la CSO, quienes habían vivido las condiciones que deseaban cambiar, aprendieron a enfocar su ira políticamente, mientras fueron desarrollando un nuevo sentido de agencia conforme llegaban a considerarse a sí mismos “organizadores”. Mediante la organización habían logrado disminuir la brutalidad policial, expandir las funciones de los votantes y obtener beneficios para quienes no eran ciudadanos, pero habían logrado muy poco para mejorar las condiciones de los campesinos, la comunidad de la que habían surgido. Liderados por Chávez, cuyo plan para organizar a los campesinos había sido rechazado por la cautelosa CSO, decidieron hacerlo por su cuenta. Chávez, confiando en sus ahorros, la ayuda de amigos y el dinero que su familia pudo ganar en el campo, rechazó el apoyo financiero externo y se mudó a Delano para comenzar este proyecto.4

FUNDAR LA ORGANIZACIÓN