Sobre la educación - Jiddu Krishnamurti - E-Book

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Jiddu Krishnamurti

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Beschreibung

Este es uno de los libros más importantes de Jiddu Krishnamurti, resultado de las charlas y diálogos que mantuvo con estudiantes y profesores de Rishi Valley y Rajghat, en la India. Rompiendo los esquemas habituales de los sistemas pedagógicos y educativos, Krishnamurti resalta la enorme importancia que la educación tiene a la hora de comunicar lo que es básico para la transformación de la mente humana, así como de romper las fronteras entre las diferentes culturas y religiones. El reto que plantea está enfocado no sólo hacia la actual estructura educativa, sino también hacia la verdadera esencia de toda persona. De hecho, el fin último de la educación debe ser, en opinión del autor, la creación de una nueva cultura y un nuevo ser humano, lo cual sólo es posible cuando la actitud espiritual y la inquietud científica forman parte de un mismo movimiento de la consciencia del individuo. Una obra primordial, que propone una renovada y amplia visión de la educación, y que no dejará indiferente a ningún lector, sea profesor, estudiante, padre o cualquiera que se interese por el desarrollo humano.

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Jiddu Krishnamurti

SOBRE LA EDUCACIÓN

Título original del inglés: KRISHNAMURTI ON EDUCATION

©1974 KRISHNAMURTI FOUNDATION TRUST, Ltd.

Brockwood Park, BRAMDEAN Hampshire SO24 0LQ, ENGLAND

&

KRISHNAMURTI FOUNDATION OF AMERICA

Post Office Box 1560 OJAI, California 93024 U.S.A.

© de la presente edición en lengua española:

2009 by Editorial Kairós, S.A.

Numancia 117-121. 08029 Barcelona, España

www.editorialkairos.com

© Traducción: FKL

Revisión: Ángel Herraiz

La presente edición en lengua española ha sido contratada –con la licencia de la Krishnamurti Foundation of America (KFA) www.kfa.org, e-mail: [email protected] y la Krishnamurti Foundation Trust Ltd (KFT) www.kfoundation.org, e-mail: [email protected]– con la Fundación Krishnamurti Latinoamericana (FKL), www.fkla.org, e-mail: [email protected].

Composición: Pablo Barrio

Primera edición en papel: Mayo 2009

Primera edición digital: Septiembre 2019

ISBN papel: 978-84-7245-705-8

ISBN epub: 978-84-9988-730-2

ISBN kindle: 978-84-9988-731-9

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

SUMARIO

PrefacioCONVERSACIONES CON LOS ESTUDIANTES1. La educación2. La mente religiosa y la mente científica3. El conocimiento y la inteligencia4. La libertad y el orden5. La sensibilidad6. El miedo7. La violencia8. La formación de imágenes9. La conductaCONVERSACIONES CON LOS PROFESORES10. La verdadera educación11. La visión de largo alcance12. La acción13. La verdadera negación14. La competitividad15. El temor16. El enseñar y el aprender17. Una buena mente18. El enfoque negativo19. Meditación y educación20. El florecerFundaciones

PREFACIO

Este libro es una recopilación de charlas y diálogos que Jiddu Krishnamurti mantuvo en la India con estudiantes y profesores de la Escuela del Valle de Rishi en Andhra Pradesh, y de la Escuela Rajghat en Varanasi. Estos centros educativos están bajo la tutela de la Fundación Krishnamurti de la India (KFI), que fue fundada para crear un ambiente donde sus enseñanzas pudieran compartirse con el estudiante. Krishnamurti consideraba que el papel de la educación es primordial en la transformación de la mente humana y la creación de una nueva cultura. Una transformación fundamental como esa sucede cuando, a la vez que se prepara al estudiante en las diversas prácticas y disciplinas académicas, se le da el espacio para que esté atento a los procesos de su propio pensar, sentir y actuar. Este estado de atención le hace ser crítico consigo mismo, ser observador, y establecer una coherencia entre la percepción, el discernimiento y la acción, que será decisiva de cara a que madure en el estudiante una verdadera relación con los seres humanos, con la naturaleza y con los medios que el hombre ha creado.

Hoy en día existe una interrogante con respecto a los postulados básicos de la estructura educacional, y de sus diversos sistemas imperantes en la India y en el resto del mundo. En todos los aspectos se da una creciente conciencia de que los modelos que existen han fracasado y de que hay una desconexión completa entre el ser humano y la compleja sociedad contemporánea. La crisis ecológica, el aumento de la pobreza, el hambre y la violencia están forzando, inevitablemente, al ser humano a enfrentarse a las realidades presentes de la humanidad. En tiempos como estos es necesario un enfoque totalmente nuevo con respecto a los postulados de la educación. Krishnamurti cuestiona las raíces de nuestra cultura; su reto no sólo tiene que ver con la estructura educacional, sino con la naturaleza y cualidad de la mente del hombre, y su propia vida. A diferencia de todos los demás intentos o sugerencias alternativas para salvar el sistema educativo, el enfoque de Krishnamurti trasciende las fronteras de cualquier cultura en particular y establece una serie de nuevos valores por completo diferentes, con la idea de que sea posible crear una nueva civilización y sociedad.

Para Krishnamurti, una mente nueva sólo es posible cuando el espíritu religioso y el aspecto científico forman parte de un mismo movimiento de la conciencia, un estado donde el punto de vista científico y el espíritu religioso no son dos procesos o capacidades paralelas de la mente; porque no son dos movimientos separados en compartimentos herméticos que deban integrarse, sino que únicamente son un nuevo movimiento inseparable de la inteligencia y la mente creativa.

Krishnamurti habla de dos instrumentos necesarios para el ser humano: el conocimiento que le permite adquirir habilidades sobre las especialidades tecnológicas, y la inteligencia nacida de la observación y el conocimiento propio.

Si bien Krishnamurti concede importancia al cultivo del intelecto, a la necesidad de tener una mente clara, sensible, precisa y analítica, pone mucho más énfasis en la capacidad para darse cuenta con rigurosa transparencia del mundo interno y externo, en la negativa a aceptar la autoridad en cualquier sector de la vida, y en un armónico equilibrio entre el intelecto y la sensibilidad. Para Krishnamurti, descubrir las áreas donde el conocimiento y la habilidad técnica son necesarios, y aquellas donde son inapropiados o incluso dañinos, es una de las tareas fundamentales de la educación, porque sólo cuando la mente comprende el significado de ciertas áreas donde el conocimiento no es necesario, se abre una dimensión por completo diferente, se generan nuevas energías y se activan nuevas posibilidades de la mente humana.

Uno de los problemas no resuelto, y que constituye un reto para los educadores de todo el mundo, es el problema de la libertad y el orden. ¿Qué debemos hacer para que un niño, un estudiante, crezca en libertad y, al propio tiempo, desarrolle un profundo sentido de orden interno? El orden es la raíz misma de la libertad; y la libertad, para Krishnamurti, no tiene un punto final, sino que se renueva de instante en instante en el propio acto de vivir. En estas páginas, uno puede percibir, sentir ese estado de libertad, en el cual el orden es una parte fundamental.

Los años que un estudiante pasa en una escuela deben dejar en él una fragancia y una alegría. Esto sólo puede suceder cuando no hay competitividad ni autoridad, cuando el enseñar y el aprender son un proceso simultáneo en el presente, cuando el educador y el estudiante participan ambos en el acto de aprender.

A diferencia del espíritu religioso que tantas sectas y grupos intentan transmitir, el enfoque de Krishnamurti es, en cierto sentido, laico y, no obstante, tiene una dimensión profundamente religiosa. Las enseñanzas de Krishnamurti se apartan del enfoque tradicional basado en la relación entre el que enseña y el enseñado, entre el “guru” y el “shishya”.1 Este enfoque tradicional es básicamente jerárquico: está el profesor que sabe y el estudiante que no sabe, al que se debe enseñar. Para Krishnamurti, el profesor y el estudiante se encuentran en el mismo nivel, comunicándose mediante preguntas y más preguntas, hasta descubrir las profundidades del problema y de ahí surja la comprensión, que iluminará la mente de ambos.

La Fundación Krishnamurti de la India considera un profundo privilegio haber podido ofrecer este libro al estudiante y al educador.

CONVERSACIONES CON LOS ESTUDIANTES

1. LA EDUCACIÓN

Ustedes viven en uno de los valles más hermosos que se haya visto jamás. Tiene una atmósfera especial; ¿han notado, sobre todo por las tardes o las madrugadas, esa cualidad de silencio que se extiende por el valle y lo impregna todo? Creo que a nuestro alrededor están las colinas más antiguas del mundo, no deterioradas todavía por la acción del hombre. Por dondequiera que uno vaya, en las ciudades u otros lugares, el hombre está destruyendo la naturaleza, talando árboles para construir más casas, contaminando el aire con los automóviles y las industrias. El hombre extermina a los animales, sólo quedan unos pocos tigres; lo destruye todo, porque cada vez nace más gente, que necesita más espacio. Poco a poco, el hombre va extendiendo la destrucción por el mundo entero, y cuando se llega a un valle como este donde hay muy poca gente, donde la naturaleza todavía no está deteriorada, donde aún existen el silencio, la quietud y la belleza, uno se queda realmente asombrado; cada vez que uno viene aquí percibe la maravilla de esta tierra. Es probable que se hayan acostumbrado a ella y no miren las colinas, ni escuchen el canto de los pájaros, o el sonido del viento entre las hojas; es probable que, gradualmente, se hayan vuelto indiferentes.

La educación no consiste tan sólo en aprender de los libros memorizando una serie de datos, sino que consiste también en aprender a mirar, a observar, aquello que los libros dicen, tanto si lo que dicen es verdadero como si es falso. Todo eso forma parte de la educación; y en la educación no se trata sólo de pasar unos exámenes, de conseguir una licenciatura, un empleo, para finalmente casarse y establecerse, sino que es asimismo saber escuchar a los pájaros, ver el cielo, la extraordinaria belleza de un árbol, la forma de las colinas; es sentirlo, estar real y directamente en contacto con eso. Por desgracia, a medida que ustedes se van haciendo mayores esa sensibilidad de escuchar, de ver, va desapareciendo, porque vienen las preocupaciones, quieren más dinero, mejores automóviles, más hijos, o menos hijos; se vuelven celosos, codiciosos, ambicionan, envidian, y así es como dejan de percibir la belleza de la Tierra. Seguramente estarán estudiando los acontecimientos de la actualidad y estarán al corriente de lo que sucede en el mundo; hay guerras, revueltas, división y enfrentamiento entre las naciones. También en este país hay división, desunión, cada día nace más gente, hay más pobreza, miseria e insensibilidad; a un hombre no le importa lo que le suceda a otro, mientras se encuentre cómodamente seguro. ¿Se dan cuenta de que el mundo está loco, de que todo esto es una locura: las batallas, las disputas, este constante provocar y hacerse pedazos unos a otros? Y además se les educa para que encajen en esto; ¿les parece que guarda algún sentido? ¿Es este el significado de la educación: forzarles a que, voluntaria o involuntariamente, encuentren su lugar en esta estructura absurda llamada sociedad? Por otro lado, ¿saben lo que está sucediendo en todo el mundo con las religiones? También en el aspecto religioso el ser humano se desintegra, nadie cree en nada. El hombre no tiene convicción y las religiones son el mero resultado de una extensa propaganda.

Ahora que todavía son jóvenes e inocentes, ¿pueden mirar toda la belleza de la Tierra y tener esa cualidad del afecto? Y, a la vez, ¿son capaces de conservar esa belleza y afecto? Si no los conservan, a medida que crezcan se irán amoldando, porque esa es la forma más fácil de vivir. Unos pocos se rebelarán, pero tal rebelión tampoco resolverá el problema; otros intentarán escapar de la sociedad, pero ese escapar carece de sentido. Deben cambiar la sociedad, pero no matando a personas. La sociedad somos ustedes y yo; ambos hemos creado la sociedad en la cual vivimos y, por tanto, cada uno debe cambiar; no pueden limitarse a encajar dentro de esta sociedad monstruosa. Así pues, ¿qué harán?

Todos ustedes, que están ahora viviendo en este extraordinario valle, ¿serán arrojados dentro de este mundo de lucha, de confusión, de guerra y odio? ¿Van a conformarse, a amoldarse, a aceptar todos los viejos valores? Ya saben cuáles son esos valores: dinero, posición, prestigio, poder; eso es todo cuanto el ser humano desea, y la sociedad quiere que encajen dentro de ese modelo de valores. Pero si empiezan desde ahora a pensar, a observar, a aprender, no de los libros, sino a aprender de ustedes mismos, observando atentamente, escuchando todo lo que sucede a su alrededor, entonces a medida que crezcan, se convertirán en seres humanos distintos, seres humanos que se interesen por las personas, que sientan afecto por ellas, que las amen. Y si viven de esa manera, tal vez puedan llegar a descubrir una vida realmente religiosa.

Observen, pues, la naturaleza, miren el tamarindo, los mangos en flor, escuchen el canto de los pájaros al amanecer y a última hora de la tarde; observen la luminosidad del cielo radiante, las estrellas, el maravilloso espectáculo del Sol al ponerse detrás de esas colinas; observen todos los colores, la luz sobre las hojas, la belleza y riqueza de la Tierra. Entonces, cuando hayan visto todo eso, y hayan visto también lo que es el mundo, con toda su brutalidad, su corrupción, su violencia, ¿qué es lo que harán?

¿Saben qué significa observar, prestar atención? Cuando prestan atención ven las cosas con mucha mayor claridad, escuchan con mayor precisión el canto del pájaro, y son capaces de diferenciar los diversos sonidos; cuando miran con gran atención un árbol ven toda su belleza: ven las ramas, las hojas, ven el viento que juega con ellas; cuando prestan atención ven con una claridad extraordinaria; ¿lo han hecho alguna vez? La atención es muy diferente de la concentración. Cuando se concentran no ven nada; en cambio, cuando prestan atención ven muchas cosas. De modo que presten atención ahora; miren aquel árbol y vean las sombras, la brisa suave entre las hojas; vean la forma del árbol, su proporción con respecto a otros árboles; vean la cualidad de la luz que pasa a través de las hojas, la luz sobre las ramas y el tronco; vean la totalidad del árbol. Observen de ese modo, porque voy a hablarles de algo a lo cual deben prestar atención. La atención es muy importante, tanto en el aula como fuera de ella: cuando comen, cuando caminan. La atención es algo extraordinario.

Voy a preguntarles algo: ¿por qué se les educa? ¿Comprenden mi pregunta? Sus padres los envían a la escuela; asisten a las clases, aprenden matemáticas, geografía o historia, pero… ¿por qué? ¿Se han preguntado alguna vez para qué necesitan recibir una educación, cuál es la razón de ello, qué sentido tiene el que aprueben exámenes y obtengan licenciaturas? ¿Es a fin de casarse un día, de conseguir un empleo y establecerse en la vida como lo hacen millones y millones de personas? ¿Es eso lo que van a hacer, es ése el significado de la educación? ¿Comprenden de qué estoy hablando? Este es un problema muy serio. En todo el mundo se cuestionan las bases de la educación, porque es obvio para qué se utiliza la educación –ya sea en Rusia, en China, América, Europa o en este país–; los seres humanos son educados para amoldarse, para encajar dentro de la sociedad y su cultura, para adaptarse a la corriente de la actividad social y económica, para ser absorbidos por esta enorme corriente que fluye desde hace miles de años.

¿Consiste en eso la educación, o la educación es algo muy diferente? ¿Puede la educación cuidar de que la mente humana no sea arrastrada y destruida por esa enorme corriente, de que no sea absorbida por ella, de tal forma que con esa mente puedan ser unos seres humanos diferentes, con una calidad de vida totalmente distinta? ¿Es así como se les va a educar? ¿O permitirán que sus padres y la sociedad sean los que decidan, para convertirlos en parte de la corriente social?

Una verdadera educación significa que la mente humana, la mente de cada uno, no sólo sea capaz de sobresalir en matemáticas, geografía e historia, sino que, además y bajo ninguna circunstancia, esa mente nunca sea arrastrada por la corriente de la sociedad; porque esa corriente, esa corriente que es nuestra cultura y a la que llamamos “vivir”, está absolutamente corrompida, es inmoral, violenta y codiciosa. Por tanto, el problema es cómo crear la clase de educación correcta, de modo que la mente pueda mantenerse firme ante todas las tentaciones, todas las influencias, la bestialidad de esta cultura y esta civilización. Hemos llegado a un punto de la historia en que es necesario crear una cultura nueva, una clase de existencia muy diferente, cuyos fundamentos no sean la industrialización y el consumo; tenemos que crear una cultura basada en una verdadera cualidad religiosa. Ahora bien, ¿cómo puede uno por medio de la educación dar origen a una mente que sea del todo distinta, una mente que no sea ambiciosa, que no sea envidiosa? ¿Cómo podemos crear una mente que, sin ser ambiciosa, sea extraordinariamente activa y eficiente, que tenga una auténtica percepción de lo que es verdadero en la vida cotidiana, lo cual, después de todo, es religión?

Ahora vamos a averiguar cuál es el verdadero significado y propósito de la educación. ¿Puede su mente que ha sido condicionada por la sociedad, por la cultura en la que ha vivido, transformarse mediante la educación, de tal manera que nunca, bajo ninguna circunstancia, forme parte de la corriente de la sociedad? ¿Es posible educarlos de manera diferente? Me refiero a “educar” en el verdadero sentido de esa palabra; no hablo del mero hecho de transmitir al alumno información relativa a las matemáticas, la historia, o la geografía, sino de generar –mientras se imparten esas materias– un cambio en la mente. Esto significa que deben ser extraordinariamente críticos; deben aprender a no aceptar nunca nada que no hayan visto con claridad por sí mismos, a no repetir jamás lo que otro haya dicho.

Creo que deberían plantearse estas cuestiones, no en alguna situación concreta, sino a diario; deberían descubrir, escucharlo todo: el canto de los pájaros, el mugido de aquella vaca; aprender acerca de todo lo que son en sí mismos; porque si aprenden por sí mismos acerca de lo que son, no se convertirán en seres de segunda mano. Así es que, si puedo sugerirlo, deberían averiguar desde ahora cómo vivir de un modo radicalmente distinto. Y esto va a ser difícil, pues tengo la impresión de que a la mayoría de nosotros nos gusta vivir de la manera más fácil posible; nos agrada repetir y seguir lo que dicen o hacen otras personas, porque esa es la forma más cómoda de vivir: ajustarse al viejo modelo, o a uno de reciente creación. Nosotros debemos descubrir qué significa no amoldarse jamás, y qué significa vivir sin temor. De modo que escuchen, esta es su vida, y nadie va a enseñarles a vivir –no lo hará ningún libro, ningún guru–; es algo que deben aprender por sí mismos, no de los libros. Es apasionante aprender acerca de uno mismo; hay mucho por aprender, es algo que nunca termina, y cuando aprenden por sí mismos lo que son, de ese aprender surge la sabiduría; entonces podrán vivir una vida extraordinaria, bella y feliz. ¿Comprenden? Bien, ¿desean formular ahora alguna pregunta?

Estudiante: El mundo está lleno de personas insensibles, de personas indiferentes y crueles; ¿cómo puede uno cambiar a esas personas?

Krishnamurti: El mundo está lleno de personas insensibles, de personas indiferentes y crueles, y cómo puede uno cambiar a esas personas. ¿Es esa su pregunta? ¿Por qué se preocupa por cambiar a los demás? Cambie usted; porque, si no lo hace, a medida que crezca también se volverá insensible, se volverá indiferente y cruel. La generación pasada se va desvaneciendo, desaparece, y si tienen que ocupar su lugar siendo personas también indiferentes, crueles e insensibles, volverán a construir una sociedad igual a la anterior. Lo que importa es que uno cambie, que no sea insensible ni indiferente. Cuando dicen que todo esto es un problema de la vieja generación, ¿han observado atentamente a quienes la integran, los han visto, han sentido compasión por ellos? Si es así, ustedes harán algo. Cambie usted, y póngalo a prueba mediante la acción, y esa acción será algo extraordinario. Pero nosotros queremos cambiar a todo el mundo menos a nosotros mismos, y eso significa que en realidad no queremos cambiar; deseamos que cambien los demás, y entre tanto permanecemos insensibles, crueles e indiferentes, esperando que sea el medio el que cambie, para poder seguir viviendo a nuestra manera. ¿Comprenden lo qué estoy diciendo?

E: Nos está pidiendo que cambiemos, pero… ¿en qué vamos a convertirnos?

K: «¿En qué vamos a convertirnos?» … Uno no puede convertirse en un mono; probablemente nos gustaría, pero no es posible. De modo que cuando dice: «Quiero convertirme en tal cosa» –escuche esto con atención–, cuando se dice a sí mismo: «Debo cambiar, debo convertirme en tal cosa», esa “tal cosa” es un modelo que uno mismo ha creado, ¿no es así? ¿Entiende lo que digo? Mire, supongamos que uno es violento o codicioso, y quiere cambiar para convertirse en una persona que no lo sea. El querer dejar de ser codicioso es otra forma de codicia ¿no es cierto? ¿Comprende? En cambio, si dice: «Soy codicioso, averiguaré lo que eso significa, el por qué soy codicioso y qué es lo que hay implicado en ello», entonces, en el momento en que uno comprende la codicia, estará libre de codicia. ¿Entiende a lo que me refiero?

Voy a exponerlo de nuevo. Digamos que soy codicioso, y lucho, combato, hago esfuerzos tremendos para dejar de serlo. De antemano tengo una idea, una representación, una imagen de lo que significa no ser codicioso; de modo que me amoldo a esa idea de lo que, según pienso, es la no codicia, ¿lo ven?, mientras que si miro mi codicia, si comprendo por qué soy codicioso, si comprendo la naturaleza, la estructura de la codicia, entonces, cuando comienzo a comprender todo eso, estoy libre de codicia. Por tanto, estar libre de codicia es algo muy diferente del tratar de no ser codicioso, ¿ven la diferencia? Estar libre de codicia es algo enteramente distinto a decir: «Debo ser un gran hombre, así que dejaré de ser codicioso». ¿Lo están captando?

Anoche pensaba que, con alternancias, he estado viniendo a este valle durante casi cuarenta años. Hay nuevas personas y otras que se han ido; algunos árboles se han secado y han crecido otros nuevos; han venido muchos estudiantes, pasaron por la escuela, se han convertido en ingenieros, en amas de casa, y desaparecieron por completo en la muchedumbre. A veces me encuentro con alguno de ellos en un aeropuerto o en una reunión, son personas comunes y corrientes; y si no tenéis sumo cuidado, terminaréis de la misma manera.

E: ¿Qué quiere decir con “comunes y corrientes”?

K: Ser como el resto de los seres humanos: con sus mismas preocupaciones, su corrupción, su violencia, brutalidad, indiferencia y dureza; desear un empleo y aferrarse a ese empleo –tanto si uno es eficiente como si no–, y morir en ese empleo. Eso es lo que significa común y corriente: no tener nada original, nada espontáneo; carecer de la alegría de vivir; no sentir nunca curiosidad ni tener pasión; jamás descubrir nada, sino meramente amoldarse. A eso me refiero al decir “una persona común y corriente”, “llevar una vida aburguesada”; es una forma mecánica de vivir, una rutina y un fastidio.

E: ¿Cómo podemos librarnos de ser así?

K: ¿Cómo pueden librarse de ser así? No siendo personas comunes y corrientes. No pueden librarse de ser así, simplemente no lo sean.

E: Pero… ¿cómo, señor?

K: No hay un “cómo”. El “dígame cómo” es una de las preguntas más destructivas. En todas las partes del mundo, el ser humano ha vivido durante siglos suplicando: «Dígame cómo». Si uno ve una serpiente, una cobra venenosa, no pregunta: «Por favor, dígame cómo escapar de ella», simplemente se aleja. De la misma manera, si ve que es una persona común y corriente, suéltelo, deje de serlo, no mañana, sino de inmediato.

No formulen más preguntas; voy a proponerles algo. Ya saben que la gente habla mucho de la meditación, ¿verdad?

E: Sí.

K: Y supongo que ustedes no saben nada de todo eso. Me alegro; porque, al no saber, pueden aprender. Es como no saber francés, latín o italiano. Debido a que no saben nada de meditación, pueden aprender, aprender como si fuera la primera vez que escuchan esta palabra. Esas personas que dicen saber lo que es la meditación tienen que desaprender para luego aprender. ¿Ven la diferencia? En el momento en que dicen que no saben lo que es, pueden aprender lo que es, y para aprender de la meditación han de observar el modo en que funciona la mente. Deben observarla con atención, tal como observan a una lagartija que cruza a lo largo de la pared. Observen sus cuatro patas, cómo se pega al muro y, mientras la observan, vean todos sus movimientos. Del mismo modo, observen su pensamiento, no lo corrijan, no lo repriman; no digan: «Todo esto es demasiado difícil». Simplemente observen, ahora, durante la mañana.

En primer lugar permanezcan en completa calma; siéntense cómodamente, con las piernas cruzadas, totalmente quietos; cierren los ojos y observen si pueden dejar de moverlos. ¿Entienden? Los globos oculares son propensos a moverse, de modo que manténganlos inmóviles, por el gusto de hacerlo. Entonces, mientras permanecen sentados así, muy quietos, descubran qué hace su pensamiento, obsérvenlo como vigilaban a la lagartija. Observen el pensamiento, cómo funciona, cómo después de un pensamiento le sigue otro. De esta manera empiezan a aprender, a observar.

¿Están observando sus pensamientos? ¿Cómo un pensamiento persigue a otro pensamiento diciendo: «Este es un buen pensamiento, pero éste es malo»? Cuando se acuesten por la noche o cuando caminen, observen su pensamiento; simplemente obsérvenlo, no lo corrijan; entonces aprenderán el principio de la meditación. Bien, ahora siéntense con calma; cierren los ojos y procuren que los globos oculares no se muevan en absoluto, a continuación observen sus pensamientos a fin de aprender. Una vez que empiecen a aprender, el aprender no tiene fin.

Valle de Rishi, 1ª charla, 22 de enero de 1971