Sobre las relaciones - Jiddu Krishnamurti - E-Book

Sobre las relaciones E-Book

Jiddu Krishnamurti

0,0

Beschreibung

En esta pequeña joya, el maestro Krishnamurti aborda una cuestión fundamental y transversal a todos los problemas humanos: la relación. Aprender a relacionarnos los unos con los otros es sin duda uno de los mayores retos de la humanidad. Puesto que somos seres sociales, nuestra forma de relacionarnos condiciona todas las áreas de la vida: la familia, la pareja, los hijos, el trabajo, la naturaleza, los animales; hasta el contacto con nosotros mismos. En Sobre las relaciones Jiddu Krishnamurti vuelve a desafiarnos usando preguntas sencillas y directas, que solo pueden revelar su profundidad y oportunidad de un cambio radical si aceptamos su desafío: conocernos a nosotros mismos en el espejo de la relación.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 261

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Jiddu Krishnamurti

Sobre las relaciones

Traducción del inglés al castellano de FKL

Título original: ON RELATIONSHIP

© 1992 Krishnamurti Foundation Tust Ltd.

Brockwood Park, Bramdean, Hampshire

SO24 0LQ England

Krishnamurti Foundation of America

Post Office Box 1560

Ojai, California 93024 U.S.A.

© de la presente edición en lengua española:

2018 by Editorial Kairós, S.A.

Numancia 117-121, 08029 Barcelona, España

www.editorialkairos.com

Recopilado por Mary Cadogan

Recopiladores asociados: Ray McCoy y David Skitt

Traducción del inglés: FKL

Revisión: Juan de Dios Pérez Sáez

La presente edición en lengua española ha sido contratada – con la licencia de la Krishnamurti Foundation of America (KFA) www.kfa.org e-mail: [email protected], y la Krishnamurti Foundation Trust Ltd (KFT) www.kfoundation.org e-mail: [email protected] – con la Fundación Krishnamurti Latinoamericana (FKL), Barcelona, España. www.fkla.org e-mail: [email protected]

Composición: Pablo Barrio

Diseño cubierta: Katrien Van Steen

Primera edición en papel: Febrero 2018

Primera edición en digital: Octubre 2021

ISBN papel: 978-84-9988-587-2

ISBN epub: 978-84-9988-964-1

ISBN kindle: 978-84-9988-965-8

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

Sumario

PrólogoOjai, California, 16 de junio de 1940Saanen, Suiza, 31 de julio de 1981…Bangalore, India, 15 de agosto de 1948…Ojai, California, 17 de julio de 1949…Rajahmundry, India, 4 de diciembre de 1949…Colombo, Sri Lanka, 25 de diciembre de 1949…Colombo, Sri Lanka, 28 de diciembre de 1949…Colombo, Sri Lanka, 1 de enero de 1950…Colombo, Sri Lanka, 8 de enero de 1950…Colombo, Sri Lanka, 22 de enero de 1950…Colombo, Sri Lanka, 22 de enero de 1950…Bombay, India, 9 de marzo de 1955…Colombo, Sri Lanka, 13 de enero de 1957Londres, Inglaterra, 8 de mayo de 1961…Chennai [Madrás], India, 9 de enero de 1966…Rishi Valley, India, 8 de noviembre de 1967…Universidad de Claremont, California, 17 de noviembre de 1968…Del libro “Tradición y Revolución”, Rishi Valley, India, 28 de enero de 1971…San Francisco, California, 10 de marzo de 1973…Saanen, Suiza, 1 de agosto de 1973…Saanen, Suiza, 2 de agosto de 1973…Brockwood Park, Inglaterra, 8 de setiembre de 1973…Saanen, Suiza, 25 de julio de 1974…Diálogo con los estudiantes y cuerpo docente. Brockwood Park, Inglaterra, 30 de mayo de 1976…Saanen, Suiza, 20 de julio de 1976…Saanen, Suiza, 31 de julio de 1977…Ojai, California, 21 de abril de 1979…Brockwood Park, Inglaterra, 2 de setiembre de 1979…Bombay, India, 25 de enero de 1981…De los Comentarios sobre el vivir, tomo II: Conformismo y libertadBombay, India, 24 de enero de 1982…Fuentes bibliográficas y referencias…

El problema no es el mundo, sino que uno, al relacionarse con otro, crea un problema. Y este problema, al extenderse, se convierte en el problema del mundo.

Colombo, India,25 de diciembre de 1949

Prólogo

JIDDU KRISHNAMURTI nació en la India en 1895. A los trece años la Sociedad Teosófica lo acogió bajo su protección y lo reconoció como el vehículo del «Instructor del Mundo», cuyo advenimiento había sido anunciado. Muy pronto, Krishnamurti reveló ser un maestro fuerte, inflexible e inclasificable cuyas charlas públicas y escritos no tenían relación con ninguna religión concreta, ni estaban dirigidas a Oriente u Occidente, sino al mundo entero. Repudió con firmeza la imagen mesiánica que le habían atribuido y en 1929 disolvió de forma impactante la amplia y rica organización que había sido construida a su alrededor, declarando que la «verdad es una tierra sin caminos», y que no era posible llegar a ella mediante una religión, filosofía o secta convencional.

Durante el resto de su vida, Krishnamurti rechazó con insistencia la condición de gurú que otros trataban de asignarle. Atrajo grandes audiencias en todo el mundo a pesar de que siempre se negaba a ser reconocido como una autoridad: no quería discípulos y hablaba con la cercanía de un individuo que charla con otro. El núcleo de su enseñanza se basa en comprender que solo la transformación de la conciencia individual puede provocar cambios fundamentales en la sociedad. No cesaba de insistir en la necesidad de conocerse a uno mismo y de comprender las influencias religiosas y nacionalistas, los límites de nuestro condicionamiento. Señaló la necesidad urgente de abrirse a «ese enorme espacio en el cerebro en el que yace una energía inimaginable». Eso parece haber sido la fuente de su propia creatividad y la clave del impacto catalizador que tuvo en tan amplia variedad de personas.

Continuó hablando por todo el mundo hasta su muerte en el año 1986, a los noventa años. Sus charlas públicas, sus diálogos, sus diarios y cartas están publicados en más de sesenta libros y cientos de grabaciones. Esta serie de libros temáticos son una recopilación de textos del extenso contenido de sus enseñanzas. Cada libro aborda un tema concreto de extraordinaria urgencia y relevancia en nuestras vidas cotidianas.

Ojai, California, 16 de junio de 1940

Relación y dependencia

Para la mayoría de nosotros, la relación con los demás se basa en la dependencia, ya sea económica o psicológica. Esa dependencia produce miedo, crea en nosotros un afán posesivo, conduce al enfrentamiento, al recelo y a la frustración. La dependencia económica, tal vez, pueda solucionarse con leyes y una organización eficiente, pero me interesa más concretamente la dependencia psicológica hacia otro, dependencia que surge de la necesidad de satisfacción personal, de felicidad, etc. Cuando la relación es posesiva uno se siente vital, activo, creativo; siente que esa pequeña llama en uno aumenta gracias al otro. Para no perder esa fuente de «plenitud», surge el miedo de perder al otro y, con este, aparecen todos los miedos relacionados con la posesión, con todas sus problemáticas consecuencias. Por lo tanto, en esa relación de dependencia psicológica siempre encontraremos, consciente o inconscientemente, miedo y recelo, que a menudo se esconden detrás de palabras afectuosas. Este miedo provoca una reacción que siempre conduce a la búsqueda de seguridad y fortaleza por diferentes vías, nos lleva a aislarnos en ideas e ideales, o a buscar sustitutos para nuestra satisfacción.

Aunque uno dependa de otro, todavía persiste el deseo de ser puro, íntegro. La dificultad de la relación es cómo amar sin dependencia, sin enfrentamiento ni conflicto; cómo superar el deseo de aislarse, de separarse de la causa del conflicto. Si dependemos de otro, de la sociedad o del entorno para nuestra felicidad, esta dependencia llega a convertirse en algo imprescindible para nosotros, por eso nos aferramos y reaccionamos con violencia ante cualquier cambio, porque dependemos de los demás para nuestra seguridad psicológica y nuestro bienestar. A pesar de que intelectualmente vemos que la vida es un constante movimiento, una mutación que necesita constantes cambios –ya sean emocionales o sentimentales– nos apegamos a los confortables valores establecidos, y de ahí surge una lucha continua entre el cambio y el deseo de permanencia. ¿Es posible poner fin a ese conflicto?

La vida no existe sin relación, pero al basar la relación en el amor personal y posesivo la hemos convertido en algo agobiante y detestable. ¿Puede uno amar y, aun así, no poseer? No encontrarán la verdadera respuesta en las evasiones, en los ideales ni en las creencias, sino comprendiendo las causas de la dependencia y el afán posesivo. Si comprendemos a fondo este problema de la relación entre uno mismo y los demás, tal vez, entonces, comprendamos y solucionemos los problemas de nuestra relación con la sociedad, sociedad que no es más que la extensión de uno mismo. Ese entorno que llamamos sociedad lo han creado las generaciones pasadas, y nosotros lo aceptamos, a pesar de que conlleva mantener nuestra codicia, nuestra actitud posesiva y nuestra ilusión. En esa ilusión no puede haber ni unidad ni paz. La mera unidad económica producida a base de coacción y legislación no pondrá fin a las guerras. Mientras no comprendamos la relación individual no habrá paz en la sociedad. Debido a que nuestra relación se basa en el amor posesivo, tenemos que darnos cuenta, en nosotros mismos, de cómo surge, cómo actúa y cuáles son sus causas. De ser perfectamente conscientes del proceso de la actitud posesiva, con su violencia, sus miedos, sus reacciones, surge una comprensión que es total, completa. Tan solo esa comprensión libera al pensamiento de la dependencia y del deseo de esa actitud posesiva. Uno puede encontrar armonía en la relación en su interior, no en los demás ni en el entorno.

En la relación, la principal causa de fricción es uno mismo, es el «yo», ese centro que acumula deseos. Si nos damos cuenta de que lo más importante no es cómo actúan los demás, sino cómo actuamos y reaccionamos cada uno de nosotros, si comprendemos profunda y fundamentalmente esa reacción y su acción, entonces la relación experimentará un cambio radical y profundo. En la relación con los demás no solo existe el problema físico, sino también el problema del pensamiento y de los sentimientos en todas las áreas: uno solo puede estar en armonía con los demás cuando está en completa armonía consigo mismo. Lo importante en la relación no es el otro, sino uno mismo, lo que no significa aislarse, sino realmente comprender por uno mismo la causa del conflicto y del sufrimiento. Mientras dependamos de otros para nuestro bienestar psicológico, ya sea de forma intelectual o emocional, es inevitable que de esa dependencia surja miedo y, por tanto, sufrimiento.

Para comprender la complejidad de la relación, se requiere mucha paciencia y seriedad. La relación es un proceso en el que nos revelamos a nosotros mismos y así descubrimos las causas ocultas del sufrimiento. Tan solo en la relación es posible revelarnos a nosotros mismos.

Insisto en la relación porque si entendemos profundamente su complejidad habrá comprensión, una comprensión que trasciende la razón y la emoción. Si, en cambio, nos limitamos a basar nuestra comprensión en el simple razonamiento, se produce aislamiento, soberbia, falta de amor; y si basamos nuestra comprensión en la mera emoción, eso no tiene ninguna profundidad, tan solo es sentimentalismo que pronto se esfuma, ahí no hay amor. Solo de esa comprensión puede surgir una acción completa. Esa comprensión es impersonal y no puede destruirse, no pertenece al tiempo. Solo podemos crear esa comprensión partiendo de nuestros problemas de codicia y de relación cotidiana: si buscamos esa comprensión y ese amor en otras áreas de la conciencia, viviremos en la ignorancia y en la ilusión.

Si nos limitamos a cultivar la bondad y la generosidad sin haber llegado a comprender la acción de la codicia, perpetuaremos la ignorancia y la crueldad. Sin comprender totalmente la relación, el mero cultivar la compasión y el perdón producen aislamiento propio y complacencia en las sutiles formas de la soberbia. La compasión y la benevolencia surgen de comprender plenamente el deseo. Las virtudes cultivadas no son virtudes. Comprender todo esto requiere una percepción constante y atenta, una intensidad flexible. El mero control, con las prácticas al uso, tiene sus peligros: es parcial e incompleto, por tanto, superficial. El interés genera su propia concentración natural y espontánea, del interés florece la comprensión. Este interés se despierta observando, cuestionando nuestras acciones y reacciones de la existencia cotidiana.

Para captar la complejidad del problema de la vida, sus conflictos y sufrimientos, uno debe tener una comprensión total, comprensión que tan solo puede darse cuando se comprende a fondo el proceso del deseo, que hoy en día es el motor principal en nuestra vida.

INTERLOCUTOR: Cuando habla de revelarnos a nosotros mismos tal como somos, ¿quiere decir que uno se revela ante sí mismo o se revela ante los demás?

KRISHNAMURTI: De vez en cuando uno se revela ante los demás, pero ¿qué es lo importante, verse a sí mismo tal como uno es o revelarse ante los demás? Trato de exponer que, si lo permitimos, la relación actúa como un espejo en el que podemos percibir claramente lo que está distorsionado y lo real. La relación con otros aporta la claridad necesaria para ver con nitidez, pero –como dije– si estamos cegados por los prejuicios, por las opiniones y las creencias, no podremos ver con claridad, sin prejuicios, por muy intensa que sea la relación. Si hay prejuicios, esa relación no es un proceso de revelarse a uno mismo.

La cuestión principal que debemos considerar es: ¿qué nos impide realmente percibir? No somos capaces de percibir por las opiniones que tenemos de nosotros mismos: nuestros miedos, ideales, creencias, esperanzas y tradiciones; todo ello se interpone como un velo oscuro. Sin comprender las causas de estas distorsiones, unas veces tratamos de cambiar, otras nos aferrarnos a eso que percibimos, con lo que generamos más resistencia y más sufrimiento. Nuestro principal interés no debe ser cambiar o aceptar lo que percibimos, sino darnos cuenta de las múltiples causas que producen esta distorsión. Puede que algunos digan que no tienen tiempo para prestar atención, que están demasiado ocupados, etc. Sin embargo, esta no es una cuestión de tiempo, sino, más bien, de interés. De ser así, el principio de la atención está presente en cualquier cosa que hagamos. Buscar resultados inmediatos es destruir la posibilidad de una comprensión total.

Saanen, Suiza, 31 de julio de 1981

La raíz del conflicto en la relación

INTERLOCUTOR: Si dos personas tienen una relación conflictiva y dolorosa, ¿pueden solucionarlo, o esa relación debe terminar? Para tener una buena relación, ¿no es necesario que ambos cambien?

KRISHNAMURTI: Espero que la pregunta esté clara. ¿Cuál es la causa de que en la relación haya dolor, conflicto y todos los problemas que aparecen? ¿Cuál es la raíz? Por favor, estamos pensando juntos para responder estas preguntas. No estoy respondiendo para que usted al escucharlo lo acepte o lo rechace, sino que juntos estamos investigando estas preguntas. Esta pregunta afecta a todos los seres humanos, vivan en Oriente, aquí o en América. Ese es un problema que afecta a la mayoría de personas. Según parece, dos personas no pueden vivir juntas sin conflicto, dolor, sin ese sentimiento de desigualdad, sin ese sentimiento de que no están profundamente conectadas la una con la otra. Uno se pregunta por qué. Existen muchas causas: el sexo, el temperamento, los sentimientos opuestos, las creencias, la ambición… Muchas causas explican esa falta de armonía en la relación, pero ¿cuál es el origen real, el origen profundo que genera conflicto en cada uno de nosotros? Creo que esa es una pregunta importante que debemos hacernos, sin esperar que otro, como el que habla, la responda, sino que al plantear la pregunta tengamos la paciencia de esperar, de cuestionar, de permitir que la pregunta por sí misma eche raíces, florezca, se mueva. No sé si consigo transmitirles ese sentir.

Me pregunto, ¿por qué, si estoy casado o vivo con una mujer, existe ese conflicto fundamental entre nosotros? Puedo responder de forma superficial, decir que se debe a que ella es católica y yo, protestante, decir esto o aquello, pero todas ellas son razones superficiales. Sin embargo, quiero descubrir cuál es la raíz profunda, el origen profundo de este conflicto entre dos personas. Al formular la pregunta espero que florezca por sí misma, que se revelen y afloren todas sus complejidades. Para ello debo tener un poco de paciencia, tener ese sentir de espera, de observar, de estar atento, de modo que permita que la pregunta empiece a desplegarse. A medida que se despliega empiezo a ver la respuesta. No se trata de que yo espere una respuesta, sino que la misma pregunta empieza a manifestarse y me muestra la extraordinaria complejidad que existe entre dos personas, entre dos seres humanos que posiblemente se gustan uno al otro, que seguramente sienten atracción mutua. Cuando son jóvenes se involucran sexualmente, etc. Sin embargo, más tarde, a medida que crecen y se hacen mayores, se aburren el uno al otro y, gradualmente, escapan de ese aburrimiento con otra persona o se divorcian. Ya saben todo esto… Pero encuentran ese mismo problema con la otra persona. De modo que uno debe tener paciencia. Aunque con la palabra paciencia no me refiero a permitir que intervenga el tiempo. No sé si han investigado esta cuestión de la paciencia y la impaciencia.

La mayoría de nosotros somos bastante impacientes: queremos respuestas inmediatas a nuestras preguntas, o queremos escapar rápidamente de ellas, o bien actuar lo antes posible. Así, somos impacientes y no permanecemos con la pregunta, y esa impaciencia no permite la profundidad necesaria para comprender el problema. Sin embargo, si tengo paciencia –la cual no pertenece al tiempo–, no trato de eliminar el problema: lo observo, miro el problema, permito que se desarrolle, que madure. Entonces, a partir de esa paciencia, empiezo a descubrir la profundidad de la pregunta. ¿Entienden? Vamos a hacerlo ahora juntos. Tenemos paciencia, no buscamos una respuesta inmediata, en consecuencia, nuestras mentes y cerebros están abiertos para mirar, están atentos al problema y a su complejidad… ¿De acuerdo? Tratemos de… ¡No!, no quiero emplear la palabra tratar… Estamos profundizando en el problema de por qué parece que dos personas nunca pueden vivir juntas sin ningún conflicto. ¿Cuál es la raíz de ese problema? ¿Cuál es mi relación con mi esposa o con cualquier otra persona? ¿Es una relación superficial? Es decir, la atracción sexual, la curiosidad, la excitación, todas son respuestas sensoriales superficiales. ¿No es cierto? Así pues, me doy cuenta de que son respuestas superficiales, y mientras trate de encontrar una respuesta superficial nunca seré capaz de ver la profundidad del problema. Luego, ¿estoy libre de las respuestas superficiales, de los problemas que producen las respuestas superficiales, y del intento de resolver estos problemas de forma superficial? No sé si lo entienden.

He visto que no encontraré la respuesta en lo superficial. Por tanto, me pregunto cuál es la raíz del problema. ¿Es la educación? ¿Se debe a que porque soy un hombre quiero dominar a la otra persona, poseerla? ¿Estoy tan fuertemente apegado que no quiero soltar? ¿Me doy cuenta de que, al estar atado, apegado, es inevitable que genere corrupción, corrupción en el sentido de sentir celos, sentir ansiedad y miedo? Uno conoce muy bien todas las consecuencias del apego. ¿Es esa la causa? ¿O la causa es mucho más profunda? Como dijimos, en primer lugar está lo superficial, luego lo emocional, el apego, la emoción, el sentimiento, y la dependencia romántica y emocional. Si descarto todo esto, ¿sigue habiendo alguna otra causa más? ¿Lo captan? Nos estamos moviendo de lo superficial hacia lo más y más profundo, para descubrir por nosotros mismos cuál es la raíz del problema. Espero que lo estén haciendo.

Ahora bien, ¿cómo encontraré esa raíz? ¿Cómo encontrará usted esa raíz? ¿Está esperando una respuesta, deseando encontrar una respuesta y, por tanto, haciendo un tremendo esfuerzo? ¿O quiere descubrirla para que su mente, su cerebro esté en silencio? Su mente, su cerebro está observando, por tanto, no está inquieto, no interviene el deseo ni la voluntad: solo observa. ¿Estamos haciendo eso juntos, solo observar para ver cuál es la raíz y la causa profunda, el origen del conflicto entre los seres humanos? ¿Se debe a la sensación de estar separado como individuo? Mire, por favor, investíguelo con mucha atención. ¿Es ese concepto individual de que básicamente estoy separado de la otra persona? Somos biológicamente diferentes, pero tenemos ese sentimiento profundamente arraigado de actuar como individuos separados, ¿es esa la raíz del conflicto? ¿O existe una raíz aún más profunda, una capa más? ¿Entiende? Me pregunto si entienden todo esto. ¿Lo estamos viendo juntos? ¿Primero están las reacciones sensoriales, las respuestas sensuales; luego, las emocionales, las románticas, las sentimentales, y seguidamente, los apegos con toda su corrupción? ¿O existe algo que está profundamente condicionado, un cerebro que dice: «Soy un individuo, él o ella es otro individuo, somos entidades separadas, cada uno debe realizarse a su manera»? Por tanto, ¿la separación es inevitable? ¿Es eso así?

¿Es inevitable la separación? ¿O me han educado así, a creer que soy un individuo, y ella, que también es un individuo, debe realizarse a su manera como yo a la mía? Por ello, desde el origen, partimos en dos direcciones distintas. Puede que estas direcciones sean paralelas, pero nunca se encontrarán; igual que las vías del tren, que nunca se encuentran. Todo lo que yo hago es tratar de estar con ella, de vivir en armonía, de esforzarme: «¡Oh, querida, eres tan buena!». ¿Entienden? Repetir y repetir, pero sin nunca encontrarnos. ¿Es así?

Bien, si esa es la causa, y según parece es la causa, es la raíz, ¿existe realmente esa separación entre los individuos? ¿O es una ilusión que he alimentado, mantenido, a la que me ha aferrado, sin que exista ninguna validez detrás de ella? Si no tiene ninguna validez, si estoy muy seguro, absoluta e irrevocablemente seguro de que es una ilusión, debo peguntar si el cerebro puede eliminar esa ilusión y comprender que todos, en lo psicológico, somos similares, ¿entienden? Mi conciencia es la conciencia del resto de la humanidad. Aunque en lo físico seamos diferentes, en lo psicológico nuestra conciencia es igual a la del resto de seres humanos. Una vez que me doy cuenta de ello, no intelectualmente, sino de verdad, con mi corazón, con mi sangre, con mis entrañas, entonces mi relación con el otro experimenta un cambio radical. ¿No es cierto? Es inevitable.

El interlocutor pregunta: «Puesto que estamos en conflicto, ¿debe el conflicto terminar?». Si todo el día batallamos el uno contra el otro, como la mayoría hace en forma de lucha y conflicto, ya sabe, aparece la amargura, el enojo, el odio, la aversión, aguantando tanto como podemos hasta que finalmente llega el momento en el que debemos romper. Ya conocemos esa situación repetitiva tan familiar… Cada vez hay más divorcios… Y el interlocutor pregunta: «¿Qué puede hacer uno?». Si estoy en constante conflicto con mi esposa y no tengo manera de arreglarlo, ¿debe esa relación terminar? ¿O si realmente comprendo la causa de esa división, de ese conflicto, que es ese sentimiento de separación, de individualidad, cuando veo su naturaleza ilusoria dejo, por tanto, de seguir esa línea individual? En consecuencia, ¿qué sucede cuando lo percibo y vivo así –no solo verbalmente, sino viviéndolo de verdad–, cuál es mi relación con esa persona que sigue pensando en términos de lo individual? ¿Entiende mi pregunta?

Es una pregunta muy interesante, investíguela. Yo veo, o ella ve, mejor nos referimos a ella, ella ve la insensatez, el absurdo, la ilusión de la naturaleza de lo individual. Ella lo comprende, lo siente, pero yo no lo veo porque soy varón, soy más agresivo, más impulsivo, todas estas cosas. Y bien, ¿qué sucede entre nosotros? Ella comprende esa naturaleza y yo no. Ella nunca quiere reñir conmigo, ¿entienden?, ella no quiere entrar en ese terreno, pero yo constantemente la presiono, la empujo y trato de que entre en ese terreno. Yo soy quien creo el conflicto, no ella. ¿Entienden cómo funciona todo esto? ¿Están siguiendo paso a paso? Toda la cosa cambia: no hay dos personas peleando, solo una. Observen lo que sucede. Si yo soy realmente sensible, si tengo hacia ella un verdadero sentimiento, empiezo también a transformarme porque ella es firme en esa posición, ¿no es cierto? Ella no se moverá de ahí. ¿Se dan cuenta de lo que sucede? Si dos objetos movibles se encuentran hay conflicto. No sé si lo captan. Pero si uno de ellos, la mujer, es inamovible, y yo soy movible, cederé de forma natural ante aquello que es inamovible, ¿de acuerdo? Me pregunto si lo entienden. Es muy simple.

De modo que entonces el problema se resuelve, si uno realmente comprende la relación sin imágenes (ya investigamos eso anteriormente), entonces, la misma presencia de la otra persona, su misma vitalidad real, me transforma, me ayuda. Esa es la respuesta, ¿lo ven?

Bangalore, India, 15 de agosto de 1948

Relación y búsqueda de poder individual

No existe tal cosa como vivir aislado

La vida es un proceso constante de movimiento en relación y, como no comprendemos la relación, creamos confusión, lucha y esfuerzos estériles. Por eso es importante comprender qué queremos decir con «relación», porque la estructura de la sociedad se basa en la relación, y no es posible estar aislado. No existe tal cosa como vivir aislado, lo que está aislado pronto perece.

Así pues, nuestro problema es qué entendemos por relación. Si comprendemos la relación, que es la manera de comportarse entre seres humanos, ya sean íntimos o distantes, empezaremos a comprender todo el movimiento de la existencia, y el conflicto entre la dependencia y la independencia. Por eso debemos examinar con mucho detenimiento qué entendemos por relación. ¿No es la relación, tal y como la vivimos, un proceso de aislamiento y, por tanto, de constante conflicto? La relación entre usted y otra persona, entre usted y su esposa, entre usted y la sociedad, es una consecuencia de ese aislamiento. Por aislamiento, quiero decir esa búsqueda constante de seguridad, gratificación y poder.

Después de todo, cada uno de nosotros buscamos gratificación en nuestra relación con los demás. Al buscar bienestar, seguridad, ya sea en una nación o en una persona, tiene que haber aislamiento, y lo que está aislado invita al conflicto. Es inevitable que toda resistencia entre en conflicto con aquello a lo que se resiste, y como casi todas nuestras relaciones son una forma de resistencia, creamos una sociedad que necesariamente engendra aislamiento y, por consiguiente, conflicto dentro y fuera de ese aislamiento. De modo que debemos examinar la relación tal y como funciona realmente en nuestras vidas. Lo que soy: mis acciones, mis pensamientos, mis sentimientos, mis motivos, mis intenciones, establecen la relación entre yo y la otra persona, es lo que llamamos “sociedad”. Sin esa relación entre dos personas no hay sociedad. Y antes de hablar de independencia nacional, antes de ondear la bandera y todas estas cosas, debemos comprender nuestra relación con los demás.

Si examinamos nuestra vida, nuestra relación con los demás, veremos que es un proceso de aislamiento. De hecho, no nos interesa el otro: aunque hablemos mucho de eso, en realidad no estamos interesados. Solo nos relacionamos con alguien mientras esa relación sea gratificante, mientras nos proporcione refugio, mientras nos convenga. Pero en el momento en que surge una dificultad en esa relación que nos genera irritación, la descartamos. En otras palabras, hay relación solo cuando nos beneficia. Puede que eso suene cruel, pero si de verdad examina su vida con atención, verá que es un hecho. Eludir ese hecho es vivir en la ignorancia, y eso nunca puede producir una verdadera relación.

Así pues, si investigamos nuestras vidas y observamos la relación, vemos que consiste en un proceso de crear resistencia contra los demás, un muro por encima del cual miramos y observamos al otro; siempre mantenemos ese muro y nos escondemos detrás de él, ya sea un muro psicológico, material, económico o nacional. Mientras vivamos aislados detrás del muro, no habrá relación con los demás. Vivimos encerrados porque es mucho más gratificante, creemos que es mucho más seguro. El mundo es tan problemático, hay tanto sufrimiento, dolor, guerras, destrucción, desdicha, que queremos escapar y vivir dentro de nuestros propios muros de seguridad psicológica. En realidad, para casi todos nosotros la relación es un proceso de aislamiento y, por consiguiente, esa relación crea una sociedad que también se aísla. Eso es exactamente lo que sucede en todo el mundo. Permanecen aislados y extienden la mano por encima del muro, dicen que eso es internacionalismo, fraternidad, o lo que sea, pero de hecho siguen con sus gobiernos soberanos y sus ejércitos. O sea, creen que aferrándose a sus propias limitaciones pueden crear una unidad mundial, una paz mundial, lo cual es imposible. Mientras existan las fronteras, sean nacionales, económicas, religiosas o sociales, es obvio que no habrá paz en el mundo.

Ahora bien, el proceso de aislamiento es un proceso para buscar poder, y si uno busca poder individual, para un grupo racial o nacional, habrá aislamiento, porque el mismo deseo de poder y posición divide. Después de todo, eso es lo que todos queremos, ¿no es cierto? Queremos una posición de poder desde donde podamos dominar, sea en el hogar, en la oficina, o en un régimen burocrático. Cada uno busca el poder, y con la búsqueda de poder establecemos una sociedad basada en el poder: militar, industrial, económico, etc. Todo esto es obvio. ¿Acaso no aísla el deseo de poder por su misma naturaleza? Creo que es muy importante comprender esto, porque el hombre que quiere un mundo de paz, un mundo sin guerras, sin la horrible destrucción, sin la catastrófica desdicha a gran escala, debe comprender esa cuestión fundamental. Mientras usted, como individuo, busque poder, poco o mucho, ya sea como primer ministro, gobernador, abogado, o meramente como esposo o esposa en el hogar, es decir, mientras busque esa sensación de dominar, de imponer, de tener poder, influencia, creará inevitablemente una sociedad que será el resultado de ese proceso que aísla, porque el poder, por su propia naturaleza, aísla y divide.

Un hombre afectuoso, bondadoso, no necesita esa sensación de poder; por consiguiente, ese hombre no depende de ninguna nacionalidad, de ninguna bandera. No tiene bandera. Sin embargo, el hombre que busca poder, en cualquiera de sus formas, tanto si se deriva de la burocracia o de su propia proyección a la que llama Dios, sigue atrapado en ese proceso de aislamiento. Si lo examina con detenimiento, verá que el deseo de poder, en su misma naturaleza, es restrictivo. Cada uno busca su propia posición, su propia seguridad, y mientras exista ese movimiento, la base de la sociedad será ese proceso de aislamiento. Al buscar poder se genera ese proceso de aislamiento, y lo que está aislado inevitablemente crea conflicto. Justamente eso es lo que sucede en todo el mundo. Cada grupo busca poder y, por tanto, se aísla a sí mismo. Así sucede con el nacionalismo, con el patriotismo: finalmente conducen a la guerra y a la destrucción.

De modo que sin relación no hay ninguna posibilidad de sobrevivir en la vida, y mientras la relación se base en el poder, en la dominación, se producirá ese aislamiento, que de forma inevitable conduce al conflicto. No existe tal cosa como vivir aislado. Ningún país, ninguna persona, ningún individuo puede vivir aislado: por eso, como ustedes buscan poder de muchas maneras, generan aislamiento. El nacionalismo es una maldición, porque a través de su espíritu nacionalista y patriótico crea un muro de aislamiento. El nacionalista se identifica tanto con su país, que construye un muro contra otro país. Y ¿qué sucede cuando se construye un muro contra algo?, que ese algo golpea nuestro muro continuamente. Si nos resistimos, esa misma resistencia nos indica que estamos en conflicto con el otro. De manera que el nacionalismo, que es un proceso que aísla, que es la consecuencia de buscar poder, no puede traer la paz en el mundo. El hombre que es nacionalista y habla de hermandad miente: vive en un estado de contradicción.