Soñadora de mundos II: La espada rota y la herrera de sangre - M P Toro - E-Book

Soñadora de mundos II: La espada rota y la herrera de sangre E-Book

M P Toro

0,0

Beschreibung

Angela ha vencido a la Reina; ahora es su labor y la de sus nuevos compañeros –Nicolás y Desh– entregar las llaves a los soñadores perdidos, y así, poco a poco, restaurar el equilibrio en el universo. Pero las cosas no le serán tan fáciles; una nueva raza de criaturas aparece para perseguirla y esto la enfrentará a una verdad para la que no está preparada: el terrible origen de la Reina y la oscuridad que su padre le ha legado. Además, una poderosa y desconocida enemiga mostrará sus siniestras intenciones. ¿Podrá la soñadora usar el poder de Dragón para vencer una vez más? ¿Podrán los soñadores volver a viajar con libertad?

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 360

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



SOÑADORA DE MUNDOS:

LA ESPADA ROTA Y LA HERRERA DE SANGRE

© 2022 María Paula Toro

Reservados todos los derechos

Calixta Editores S.A.S

Primera Edición Marzo 2022

Bogotá, Colombia

Editado por: ©Calixta Editores S.A.S

E-mail: [email protected]

Teléfono: (57) 317 646 8357

Web: www.calixtaeditores.com

ISBN: 978-628-7540-21-7

Editor: María Fernanda Medrano Prado @marisuip

Corrección de Estilo: Alvaro Vanegas

Corrección de planchas: María Fernanda Carvajal

Maqueta e ilustración de cubierta: Julián R. Tusso @tuxonimo

Diseño, maquetación e ilustraciones Internas: Julián R. Tusso @tuxonimo

Primera edición: Colombia 2022

Impreso en Colombia – Printed in Colombia

Todos los derechos reservados:

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño e ilustración de la cubierta ni las ilustraciones internas, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin previo aviso del editor.

INTRO

Las cadenas del destino terminaron por empujarnos a ambas en direcciones muy distintas a las que queríamos tomar. A ella, que estuvo dispuesta a sacrificarlo todo y mucho más para salvar a los nuestros, la empujaron a la locura y la convirtieron en la herramienta que habría de llevarnos al borde de la extinción.

Y a mí, que juré nunca huir y quedarme a su lado hasta que la amenaza de los Gadaí dejara de existir, me llevaron a ocultarme en los brazos de Marco, a sabiendas de que moriría y dejaría una hija como la única heredera de los míos.

Mil veces maldije el destino que decidió volverme en contra de quien consideré mi hermana. Mil veces más rogué a la vida que me diera una nueva oportunidad para salvarla, y así salvar a los míos. Mil veces más pedí para que la pesada carga que tendría que cargar la hija que llevo en mi vientre fuera mía y ella fuera libre.

Pero todo fue en vano.

No pude salvarla a ella.

No podré quedarme junto a ellos.

No podré quitarle la pesada carga a ella de los hombros.

No pude…

I

Tu corazón es mío! ¡Entrégalo! —Los ojos de Dragón llenaron la mente de Angela, mientras ella, paralizada, observaba cómo la garra dorada se acercaba a su pecho.

—¡No! —gritó ella, sus músculos no le obedecieron y la garra logró alcanzarla.

—He dicho que lo entregues —rugió Dragón. Angela sintió que algo atravesaba su pecho y llegaba a su corazón.

Los brazos de Nicolás la apretaron con más fuerza cuando ella despertó, dando un pequeño brinco, con el corazón acelerado. El soñador, aún dormido, murmuró algo inentendible y enterró su rostro en el cabello de Angela. Ella miró a su alrededor, desorientada y, cuando se dio cuenta de que estaba a salvo, dejó que la cercanía de Nicolás la ayudara a calmarse.

Había sentido la garra de Dragón enterrarse en su pecho y buscar su corazón, cobrando así la deuda que ella contrajo cuando tomó a Dragat. Los ojos de la soñadora se encontraron con los de Tasch, que, desde su lecho, la miraba alerta. La pesadilla de Angela había arrancado al lobo de su descanso y ahora él buscaba la fuente de peligro.

Angela apartó los brazos de Nicolás con cuidado y se levantó en silencio. Su fiel lobo la siguió fuera de la habitación.

Rayaba el amanecer y todos en la casa de Emma dormían. Angela abrió una puerta que reveló un extenso bosque y la cruzó seguida de cerca por Tasch. La soñadora se sentó en las raíces de un árbol y fijó sus ojos en los retazos de cielo que podían verse por entre las ramas.

—No vendrá si no le damos una razón —dijo Tasch mientras apoyaba su cabeza en las piernas de la soñadora—. Vendrá cuando lo considere necesario, no tiene sentido que te tortures con ello.

—Lo sé. Cuando venga por mi corazón, no podré detenerlo. Tendré que entregarlo y dejar que cobre su parte… Pero me da miedo, Tasch, me da miedo perder… me —dijo ella y sus ojos se encontraron con los del lobo—. Tengo miedo, porque no sé en qué me convertiré cuando esto ya no sea mío —añadió tocando su pecho.

—Yo también temo lo que suceda con nosotros, pero no podemos dejar que eso nos detenga ahora. Hay miles de llaves que entregar —insistió Tasch y Angela asintió.

—La Reina destruyó a todos los soñadores y usó las llaves para sus propios fines… Y ahora nos corresponde a nosotros entregarlas. No creo que nos alcance una vida para lograrlo —murmuró Angela.

—Se hará más fácil con el tiempo, cuando tengamos más de los nuestros ayudando —dijo Tasch y un bostezo se escapó de su boca. El lobo sacudió la cabeza, tratando de alejar el sueño que lo reclamaba—. Deberíamos regresar, antes de que los otros despierten y se preocupen por nosotros.

—Se te está olvidando cómo ser un soñador —lo molestó Angela mientras se acomodaba entre las raíces del árbol. De reojo vio que Tasch tensionaba sus músculos.

—¿Eso crees? —susurró el lobo y trató de saltar encima de la soñadora. Ella lo estaba esperando y se apartó de su trayectoria en el último segundo, rodando sobre su costado. Tomó el hocico de Tasch entre sus manos—. Trampa —se quejó el lobo entre los colmillos y movió la cabeza de un lado a otro tratando de soltarse.

—Tal vez quieras dejar de ser mi amna y convertirte en el perrito faldero de Emma —dijo Angela entre risas. Soltó el hocico de Tasch, le dio un empujón y se alejó corriendo.

—¡Lamentarás haber hecho eso! —exclamó Tasch siguiéndola.

Regresaron a la casa de Emma una hora más tarde, cubiertos de hojas, tierra y sudor. Angela se sentó en la cama para quitarse los zapatos y sintió la mano de Nicolás sobre su hombro. Se volvió para mirarlo y lo encontró jugando con una hoja que seguro había estado enredada en su pelo momentos antes. El soñador sonrió cuando sus ojos y los de ella se encontraron.

—Creí que habíamos acordado descansar unos días —susurró y atrajo a Angela hacia él. Sus bocas se unieron y Angela dejó que los labios de él acariciaran los suyos, mientras sentía como una mano recorría su espalda.

—¿Esperabas que me quedara aquí sin abrir una que otra puerta? —dijo ella cuando se separaron y Nicolás sonrió. Los ojos del soñador volvieron a cerrarse, mientras volvía a envolverse en las mantas—. ¿Vas a seguir durmiendo?

—Días de descanso… —murmuró él a modo de respuesta.

Horas más tarde, se reunieron con Emma en su estudio. La líder de la orden de la Pluma Negra insistía en que era necesario decidir qué harían con las llaves. Habían pasado diez días desde la batalla con La Reina, pero fue suficiente para que los cinco pueblos que habían auxiliado a los soñadores se rindieran en su intención de quedarse en el mundo muerto al lado de las llaves. Nadie soportó más que unas horas sin agua, sin alimento y en medio del aire helado, ninguna raza había logrado su cometido. Todos abandonaron el mundo y, desde entonces, Emma había insistido en reunirse con los soñadores para decidir sobre el futuro de las llaves.

—Necesitamos mover las llaves —dijo Emma, sus ojos se fijaron en Angela, que se encogió de hombros indicándole que no compartía su preocupación.

—Nadie puede entrar al mundo sin la ayuda de un soñador. No creo que debamos preocuparnos por la seguridad de las llaves —replicó Angela y sus ojos se encontraron con los de la mujer.

—No puedes controlar lo que te sigue cuando cruzas una puerta —dijo Emma.

—Muy pocos podrían hacerle frente a un ángel o demonio… —comentó Nicolás pensativo.

—Además nadie puede robar una llave. El ladrón olvidaría su botín al huir y nosotros encontraríamos la llave en su lugar —le dijo Angela tratando de tranquilizarla.

—¿Y qué me dices de los Gadaí? —insistió la mujer y Angela desvió su rostro para mirar a Nicolás, en busca de apoyo, pero este se limitó a encogerse de hombros.

Después de la batalla, los cinco ejércitos que auxiliaron a los soñadores se dedicaron a cazar a los Gadaí que se las arreglaron para escapar de la fortaleza. Emma examinó algunos de los cadáveres, en un intento de averiguar más sobre los súbditos de la Reina, pero todo fue en vano. La respuesta que tanto querían seguía siendo esquiva.

—Emma tiene razón en algo. Sabemos muy poco de los Gadaí y es mejor mantener las llaves vigiladas —replicó Nicolás y Angela suspiró algo molesta, pero al final les dio la razón.

—Está bien —cedió sonriendo a su pesar—. Buscaremos un nuevo hogar para las llaves.

—Tendremos que avisarles a las otras razas —dijo Emma entusiasmada.

—Y tendremos que seguir entregándolas mientras buscamos un nuevo mundo y las movemos —añadió Angela con sus ojos fijos en Nicolás.

—No dejaremos de entregar las llaves en ningún momento —prometió él.

—Tendremos que ir en busca de las otras razas para poder organizarnos —dijo Emma pensativa—. La mejor forma de transportar las llaves será en cajas de seguridad, nosotros podemos fabricarlas en un metal liviano; los Amu y los Nolocs no tendrán problemas en cargarlas…

Emma siguió haciendo planes en voz alta, pero Angela dejó de prestarle atención. La llamada de una llave llegó a ella y supo que, en algún lugar del universo, un soñador estaba listo para abrir su primera puerta. Nicolás notó el cambio y se acercó para tomar su mano.

Tasch se preparó para cruzar la puerta al mundo muerto que había sido como una cárcel para la Reina. Sobre su lomo, Angela sonrió al sentir los brazos de Nicolás envolverse alrededor de su cintura. Dejó que las imágenes del mundo muerto llenaran su mente y abrió la puerta.

—¿Listos? —preguntó cuando estuvo lista.

Tasch soltó un gruñido y sus músculos se tensaron, el lobo estaba listo para comenzar a correr cuando la puerta se abriera frente a él.

—Lista —murmuró Lesh desde el bolsillo de la chaqueta de Nicolás.

—Listo —dijo Nicolás emocionado, siempre sentía lo mismo cuando estaba a punto de atravesar una puerta.

Angela abrió la puerta y Tasch la cruzó de un saltó, pero se detuvo en secó cuando sintió la suave textura del césped bajo sus patas, en lugar de la fría y dura roca que caracterizaba el mundo de la Reina. Desde su lomo, los dos soñadores y la liebre miraron a su alrededor, desorientados.

—Nos trajiste a otro mundo —le dijo el lobo a Angela.

—¡No! Soñé con el mundo de la Reina. ¡Estoy segura! —se defendió ella sin comprender.

—¡Mira! Es la fortaleza —exclamó de pronto Nicolás señalando un punto en el paisaje. Los ojos de Angela siguieron la dirección que señalaba el dedo de Nicolás y, a lo lejos, vio la estructura que había sido el hogar de la Reina. Sin embargo, ahora presentaba un aspecto menos siniestro, la piedra negra estaba cubierta de enredaderas, algunas florecidas en diversos colores—. Estamos en el mundo de la Reina, pero es un mundo que ha vuelto a nacer.

—Los ángeles han estado aquí —comentó Lesh.

—Tenemos que mover las llaves —dijo Angela, ansiosa de repente.

—No, tenemos una llave que entregar. Después decidiremos qué hacer —dijo Nicolás con firmeza y Tasch comenzó a avanzar hacia la fortaleza.

Nicolás sintió el cambio a su alrededor cuando la dueña de la llave que tenía en las manos se hizo presente. Los ojos del hombre se encontraron con los amarillos de una niña que, con desconfianza, lo miraba desde el portal que ella había invocado atendiendo a la llamada de su llave. La niña era de una raza diferente a la de Nicolás, tenía las facciones angulosas, las orejas puntiagudas y su piel era de un tono grisáceo. Para el joven fue clara la belleza que poseía, a pesar de lo diferente que era de cualquier niña humana. Le sonrió mientras le tendía el collar que tenía en las manos, invitándola a tomarlo.

—No temas, no te haré daño —dijo Nicolás, tratando de no pensar mucho en las palabras extrañas que habían brotado de su boca. Extendió un poco más la mano que sostenía el collar hecho de escamas de colores, pero ella siguió mirándolo con desconfianza.

Nicolás hincó una rodilla en el suelo, para que su rostro y el de la soñadora quedaran a la misma altura. Ante este gesto, la niña se acercó despacio. Con cuidado tomó el collar y lo examinó con curiosidad.

—¿Eres uno de los viajeros? —preguntó la pequeña sin apartar sus ojos del collar que acaba de recibir—. Mi madre me habló sobre ellos, me dijo que podían ir a lugares con los que otros no pueden ni siquiera soñar.

—Nos llamamos soñadores. Y sí, soy uno de ellos… Al igual que tú —le contestó Nicolás y el rostro de la niña se llenó de duda.

—Pero son solo cuentos…

—No, son mucho más que eso —dijo Nicolás, y sus ojos se fijaron en la puerta que había traído a la niña hasta él—. No queda mucho tiempo… —murmuró y la pequeña se volvió para mirar el portal—. Debes regresa a casa.

—Pero… ¿Qué hago ahora? ¿Adónde debo ir?

—Sueña y sigue esos sueños a donde quiera que te lleven —explicó Nicolás y la niña sonrió—. Te prometo que todo tendrá sentido después, por ahora, regresa a casa —añadió el joven y la niña se apresuró a cruzar el portal de regreso a su mundo.

El soñador escuchó los pasos de Angela y Tasch a su espalda y se volvió para encararse con ellos. Una sonrisa adornaba el rostro de Angela, pero Nicolás no pudo devolver el gesto.

—Acabas de liberar un nuevo soñador en el Universo. ¿No estás feliz? —preguntó ella contrariada por la expresión seria en el rostro de él.

—¿Siempre es así? ¿Las llaves siempre se entregan a niños? —preguntó Nicolás, y la expresión de Angela también se volvió seria.

—No podemos saber por qué contigo fue diferente, pero sí sabemos esto… Si hubieras recibido la llave siendo un niño, la Reina te habría encontrado y asesinado —Los ojos de Angela evitaron los de Nicolás.

Ella odiaba hablar de ello y Nicolás lo sabía bien, pero no podía evitar sentir que había algo malo con él cada vez que viajaban juntos. Soñar era algo natural para ella, su mente escuchaba todo el tiempo el llamado de otros mundos y abría las puertas siguiéndolo sin esfuerzo; pero cuando los sueños la abrumaban, Tasch ponía orden en su mente y así evitaba que abriera puertas cuando debía descansar. Pero para Nicolás todo era diferente. Los sueños llegaban a su mente, pero parecían pertenecer al que había sido su hogar o a mundos similares a ese. Llegar a lugares nuevos era difícil; casi siempre tenía que recurrir a Lesh en busca de ayuda. Antes de que Desh se uniera al grupo, creía que su mente cambiaría poco a poco hasta convertirse en la de un soñador; que se adaptaría hasta ser igual a la de Angela; pero ver a Desh soñar sin necesitar ayuda, lo llenó dudas. El joven Yrra abría y cerraba puertas con la misma facilidad con que Angela lo hacía. Los sueños se presentaban y ellos los seguían; y Nicolás… Nicolás sentía que lo dejarían atrás en cualquier momento.

—No hay nada malo contigo —dijo Angela y tomó su mano.

—No soy como tú o como Desh —contestó el joven, cabizbajo.

—Aprenderás a soñar como nosotros con tiempo. No te presiones —insistió ella, pero el soñador negó con la cabeza.

—No es solo eso y lo sabes. Siento que algo en mi cabeza va a explotar cuando sueño con un mundo completamente nuevo… Tal vez hay algo que me impide soñar. Tal vez no desperté a tiempo porque hay algo mal en mí —concluyó Nicolás.

—No digas eso —replicó la joven, y esta vez fueron los ojos de él los que se rehusaron a mirarla—. Solo te hace falta práctica…

—Que Almadesh no parece necesitar —interrumpió—, aunque recibió su llave después de mí.

—No puedes compararte con él. En tu mundo la magia no existe, es poco más que un sueño imposible en la mente de algunos. Desh, en cambio, creció sabiendo que hay miles de mundos en el universo —dijo Angela y apoyó una mano en la mejilla de él con ternura. Los ojos de ambos por fin se encontraron y sus labios se juntaron por un instante—. Tenemos que regresar —añadió ella cuando llevaban un rato de pie, uno en brazos del otro.

Nicolás se separó de ella a regañadientes y asintió:

—Tenemos que decidir qué hacer con las llaves.

Desh no pudo contener la emoción cuando vio dos figuras humanas y un lobo caminar por la playa de su mundo. Salió del agua y se acercó corriendo a Angela y Nicolás, que lo recibieron sonrientes. El joven Yrra supo que habían entregado otra llave.

—Hay una nueva soñadora —confirmó Nicolás cuando el chico llegó hasta ellos—. Pero no pertenece a nuestro tiempo.

—Oh… —murmuró Desh algo decepcionado.

—No te desanimes. Siempre hemos sabido que seremos pocos en esta era —dijo Angela con una sonrisa cansada.

—Creí que habían venido para presentarme a un nuevo soñador —confesó el joven Yrra, pero ella se encogió de hombros.

—Vinimos porque hay algo que debemos decidir entre los tres, pero necesitamos que antes veas algo —dijo Nicolás—. Teníamos planeado pedirte que vinieras con nosotros ahora mismo, pero la noche llegará pronto a tu mundo y al de Emma. Tendremos que esperar hasta mañana.

—¿Qué tenemos que decidir? —preguntó Desh

—Tenemos que decidir qué hacer con las llaves —respondió Angela, seria—. Si dejarlas donde están o moverlas.

—Sería más fácil para nuestros aliados protegerlas en un mundo que no esté muerto. Creí que iba a morir de frío cuando tuve que acompañar a los guerreros a hacer sus rondas en la fortaleza —dijo Desh, pensativo.

—Tienes que ver el mundo antes de decidir —dijo Nicolás—, ha cambiado mucho desde la última vez que lo visitaste.

—¿Eh? —preguntó el chico.

—Nos veremos mañana en la fortaleza y decidiremos qué hacer. Solo los tres —lo previno Nicolás.

—¿Pasó algo malo? —preguntó el joven Yrra sin saber cómo interpretar la pose tensa de Angela. La soñadora sonrió antes de hablar.

—Lo entenderás mañana, por ahora nosotros vamos a descansar —contestó cuando vio que los ojos del Yrra estaban fijos en ella.

De regreso al hogar de Emma, Angela y Nicolás se refugiaron en la habitación que compartían después de tomar una cena ligera en compañía de la dueña de casa y su nieto Joseph. La mujer percibió algo extraño en el comportamiento de ambos, pero prefirió no hacer comentarios y tampoco se opuso cuando sus huéspedes se retiraron temprano.

Mientras Nicolás estaba en el baño, Angela observaba desde la ventana de la habitación a los habitantes en el mundo de Emma que se preparaban para pasar la noche. La calmaba el sentir que continuaban con sus vidas, ajenos a todo lo que tuvo que suceder para acabar con la Reina y todo lo que faltaba por hacer para reparar el daño que había causado.

Los brazos de Nicolás la atraparon por detrás y ella no pudo reprimir un pequeño sobresalto. Escuchó la suave risa del joven, mientras sus labios le recorrían el cuello con ternura, la alejó despacio de la ventana y la guio hacia la cama. Ella lo dejó y solo se liberó de su abrazo cuando sintió el borde. Se volvió para encararlo y entonces los labios de ambos se unieron; las manos de él le acariciaron la espalda, para luego abrirse paso hasta llegar a su rostro; se separó un poco de ella para poder mirarla directo a los ojos. Ella soltó una risita, creyendo saber cuáles eran sus intenciones.

—Me estás ocultando algo —dijo el soñador y volvió a unir sus labios cuando ella quiso protestar—. No mientas, desde que viste el trabajo de los ángeles en el mundo de la Reina… Hay algo que te está molestando —Volvió a besarla.

—¿Y vas a dejarme responder a tus preguntas? —preguntó Angela apartándose un poco para evitar que él volviera a callarla con un beso.

—No quiero que digas una sola palabra que no sea verdad —dijo Nicolás y la rodeó por la cintura, atrayéndola hacia él.

—No me gusta que los ángeles hayan estado tan cerca de las llaves —respondió Angela y acarició la mejilla de Nicolás—. No estoy mintiendo —se defendió cuando vio un brillo acusador en sus ojos.

—Pero tampoco me estás diciendo toda la verdad —repuso Nicolás—. No te gusta nada que tenga que ver con los ángeles. Entiendo que quieras guardar la distancia con los demonios después de todo lo que hizo… él, pero ¿no se supone que los ángeles son buenos? ¿Lo contrario a un demonio?

Angela sintió los músculos de su mandíbula tensarse y esperó un momento antes de volver a hablar. Quería contarle todo a Nicolás, decirle que los ángeles, al igual que los demonios, actuaban siguiendo sus propios intereses. Quería que él entendiera que los demonios no eran siempre villanos… Que ella no era malvada por ser la hija de un señor demoniaco.

—No es lo que hicieron, es más bien, lo que no hicieron —respondió Angela, cuando, de nuevo, no reunió el valor para sincerarse.

—No te entiendo.

—Tasch y yo tratamos de escapar de Marco en varias ocasiones. Cruzábamos puerta tras puerta buscando ayuda, rogando para que alguien nos diera refugio, nos protegiera de los sirvientes de Marco, que nunca nos dejarían escapar. Nadie nos ayudó… Todos los intentos tuvieron siempre el mismo resultado, los esbirros de Marco nos llevaban a rastras de regreso hasta él —le explicó Angela.

—Tal vez no lograron llegar a ustedes… —empezó Nicolás, pero Angela negó con la cabeza.

—Después de derrotar a la Reina, entendí que no intervinieron porque querían evitar el conflicto —dijo Angela, y Nicolás la atrajo más hacia él.

Angela enterró su rostro en el cuello del soñador y cerró los ojos.

Se apartó cuando sintió las manos de Nicolás abrirse camino por debajo de su camisa. El joven la miró confundido.

—Lo siento, estoy cansada — explicó ella rehuyendo su mirada.

—Descansa —contestó Nicolás con una sonrisa en los labios y la abrazó una última vez—. Yo voy a leer un rato antes de acostarme —añadió y la besó con suavidad antes de abandonar la habitación.

Angela sintió un hueco en el corazón al verlo partir. Se acostó en la cama y se cubrió con las mantas. Sabía que en algún momento tendría que revelarle a Nicolás que los ángeles habían sido los culpables de que él no recibiera su llave a tiempo.

Sintiendo la tormenta que se gestaba en la mente de la soñadora, Tasch abandonó su lecho y saltó a la cama. Apoyó su cabeza en el estómago de Angela, mientras la miraba con dulzura. Ella comenzó a acariciar la cabeza del lobo sin pensar mucho en ello.

—No se alejará de tu lado cuando sepa quién es tu padre —murmuró el lobo en un suave gruñido—. Y no puedes mantenerlo ajeno a la verdad por siempre.

—No estaba pensando en eso —dijo Angela y levantó un poco su cabeza para poder mirar a Tasch—. ¿Odio a los ángeles por lo que no hicieron o es parte de mi naturaleza?

—No odiamos a los ángeles, solo no nos gusta acercarnos a ellos. Es diferente y tenemos buenas razones —la corrigió Tasch y le transmitió un recuerdo.

Angela tenía trece años. Estaba agotada y cubierta en su propio sudor, con varias heridas en las manos y rodillas que se había hecho mientras trataba de huir. Habían cruzado puerta tras puerta, tratando de dejar a los esbirros de Marco atrás, al tiempo que buscaban ayuda. Cruzaron una nueva puerta y la lluvia los empapó en cuestión de segundos.

—Por aquí —dijo Tasch por encima del ruido de la lluvia y guio a Angela hasta un árbol gigante. La soñadora y el lobo treparon por sus raíces, buscando llegar al tronco para protegerse de la lluvia y el viento helado. Angela se recostó contra el tronco del árbol, miraba a su alrededor, asustada. Sus ojos solo vieron más árboles igual de enormes al que les servía de refugio.

—No veo a nadie más. ¿Los perdimos? —preguntó mientras Tasch se pegaba a ella y trataba de darle algo de calor.

—No lo sé, pero tenemos que seguir avanzando —dijo el lobo y Angela lo miró asustada.

—Ya tendríamos que habernos encontrado con al menos uno —replicó ella temblando de frío.

—No podemos detenernos aún, tenemos que… —trató de insistir Tasch, pero no pudo completar la frase. Una sombra atacó al lobo, haciéndolo rodar cuesta abajo por las raíces.

—¡Tasch! —gritó Angela y quiso correr tras él para ayudarlo. No había dado un paso cuando una segunda sombra saltó sobre ella.

En cuestión de segundos, la niña tenía las manos atadas en la espalda y una mordaza en la boca. El demonio que la había alcanzado la obligó a levantarse y la hizo descender por las raíces. La soñadora no forcejeó, sabiendo que no lograría nada y que el gesto solo haría peor su situación. Dos demonios mantenían a Tasch bajo control valiéndose de cadenas que rodeaban su cuello. La soñadora y su amna intercambiaron una mirada llena de miedo antes de que una mujer se materializara frente a ellos.

La niña sintió un escalofrío que la recorrió por completo cuando unos ojos amarillos se clavaron en los suyos. Marco había enviado a Tanya, uno de los demonios más crueles entre sus seguidores, para traerla de vuelta.

Quiso retroceder, pero el demonio que la había atado lo impidió. La mujer sonrió y se acercó a la niña. La tomó por la barbilla cuando vio que la soñadora evitaba su mirada.

—Nadie vendrá a salvarte, princesa —dijo la diablesa como si hubiera leído los pensamientos de Angela—. ¿Necesitas que te dé una razón para abrir la puerta de regreso a casa? —La niña sintió cómo la mano que antes había estado en su barbilla se deslizó hasta su garganta.

Asustada, Angela apartó su mirada de la mujer y se concentró en llenar su mente de imágenes del mundo Amu. La diablesa sonrió satisfecha cuando vio la puerta, después tomó a la niña por el brazo y la obligó a caminar a su lado de regreso a la mansión de Marco.

—No tiene sentido que trates de escapar, princesa, cuanto más lo intentes, será peor para ti —dijo la mujer mientras tiraba de Angela. A su espalda, Tasch caminaba rodeado por los otros demonios sin oponer resistencia, sabía que Tanya se desquitaría con la soñadora si él intentaba liberarse de las cadenas—. Acepta que tienes un dueño al que debes obedecer y te salvarás de mucho dolor.

La diablesa guio a la niña hacia el interior de la mansión y con una seña indicó a los demonios que se llevaran a Tasch. El lobo trató de zafarse de las cadenas para permanecer al lado de Angela, que tuvo que seguir caminando al lado de Tanya. La diablesa ignoró el escándalo que el amna estaba haciendo y continuó caminando hacia la biblioteca.

El corazón de Angela se detuvo cuando lo vio de pie junto a la chimenea. Con un movimiento brusco y certero, Tanya arrojó a la niña hacia Marco, haciéndola caer de rodillas frente a él. Los ojos del Señor demoniaco se fijaron en Tanya, que le dedicó una leve reverencia.

—Como me lo pediste, te regreso a tu soñadora, mi señor —dijo Tanya

—¿Cuántas puertas cruzó antes de detenerse? —preguntó Marco.

—Diez, mi señor —respondió la mujer—. El agotamiento fue lo único que la hizo detenerse.

Marco asintió y con una seña le indicó que se retirara. Cuando estuvieron solos, el señor demoniaco se acercó a la soñadora, que permanecía de rodillas temblando de frío y miedo. El demonio la ayudó a levantarse y le quitó las ataduras y la mordaza.

—Te he dado cobijo y alimento, Angela. Te he cuidado cuando no había nadie más que pudiera haberlo hecho. Y, lo más importante, te enseñé a usar tu don —dijo mientras volvía a acercarse a la chimenea. A pesar del frío que sentía, Angela no se atrevió a acercarse más al fuego—. Hoy, sin embargo, ignoraste todo lo que he hecho por ti y trataste de escapar —añadió Marco y la niña sintió un dolor punzante atravesar su pecho. Las manos de la soñadora fueron al lugar en donde sentía dolor, a la vez que sus piernas perdían la fuerza. Cayó de bruces mientras el dolor aumentaba poco a poco su intensidad.

—Por favor, detente… duele… mucho —dijo ella hecha un ovillo en el piso.

Marco no le hizo caso, el dolor aumentó hasta hacerla gritar. Habían pasado diez minutos cuando Marco se detuvo y Angela estaba al borde de la inconsciencia.

—Piensa en todo lo que he hecho la próxima vez que quieras escapar —dijo Marco y uno de sus esbirros se materializó en la biblioteca. Obedeciendo a una seña de su jefe, se llevó a Angela a rastras.

El demonio la llevó hasta su habitación y la arrojó dentro, cerrando la puerta con llave antes de retirarse. Angela se quedó acostada sobre el suelo y escuchó a Tasch acercarse cojeando. Sin una palabra, el lobo se acostó a su lado, reconfortándola con su calor y presencia.

—No vinieron a ayudarnos —murmuró Angela mientras las lágrimas comenzaban a escaparse de sus ojos.

—Tal vez no lograron llegar a nosotros —respondió Tasch en un susurro, tratando de consolarla.

Angela le rascó detrás de las orejas a Tasch mientras pensaba en el recuerdo que el lobo había llevado hasta su mente. Esa fue la primera vez que trataron de escapar de la sombra de Marco, cansados de los duros entrenamientos y los malos tratos que debían soportar día tras día. Se habían demorado dos años en intentarlo, ese había sido el tiempo que les había tomado aceptar que el señor demoniaco no volvería a tratarlos como antaño.

—Ahora sabemos la razón por la cual nunca encontramos a uno —murmuró Angela pensando en el lazo que compartía con Marco.

—Eso no justifica lo que no hicieron por nosotros o lo que hicieron con Nicolás —dijo Tasch y la soñadora tuvo que darle la razón.

Los ángeles prefirieron abandonarla en las garras de Marco antes que enfrentar al señor demoniaco. Tal vez porque solo necesitaban a un soñador bajo su poder o, tal vez, porque conocían el vínculo que la unía al demonio.

—Mejor descansa. No tiene sentido darle más vueltas al asunto —dijo Tasch y Angela sonrió, mientras se acomodaba para dormir con el amna a su lado.

Nicolás guío a Angela hasta el mundo de la fortaleza, tirando con gentileza de su mano. Encontraron a Desh mirando incrédulo el mundo que días antes había estado del todo muerto. El Yrra recorrió con la mirada el mundo lleno de vida, tan diferente del que había dejado atrás días antes. La expresión en el rostro de Angela solo se volvió más seria cuando vio la mirada maravillada en los ojos del chico.

—¡Este lugar es genial! —exclamó el Yrra emocionado—. El océano está cerca de la fortaleza, esto hará mucho más fácil para mi gente permanecer en este mundo y proteger las llaves.

—Está decidido entonces —dijo Nicolás y Desh lo miro confundido—. A menos que quieras buscar un nuevo mundo nuevo para guardar las llaves.

—Este es perfecto, proteger las llaves será mucho más fácil en un mundo como este. ¿Por qué querríamos moverlas? —comentó Desh, confundido.

—Angela opina que sería mejor mover las llaves a otro mundo. Uno que no haya sido intervenido recientemente por los ángeles —explicó Nicolás— Con tu voto, está decidido. No moveremos las llaves.

—Deberíamos avisarles a los otros —fue lo único que dijo Angela y soltó la mano de Nicolás para abrir una puerta hacia el mundo de los Amu.

Los humanos, liderados por Emma, fueron los primeros en llegar al mundo que guardaba las llaves, guiados por Nicolás. Media hora después, Desh regresó acompañado por el General Oshia y varios guerreros Yrras. Angela, sin embargo, no regresó acompañada por los Amu a pesar de haber sido la primera en partir. Nicolás decidió enviar a Desh en busca de los Mitis y abrió una puerta para ir en busca de los Nade.

—¿Iremos por los Amu también? —preguntó Lesh desde el bolsillo de su chaqueta.

—No, Angela fue por ellos.

—Y se están demorando mucho.

—Lo sé, pero creo que la razón es que ella quiere algo de espacio —dijo Nicolás y cerró los ojos un momento mientras dejaba que las imágenes del bosque en donde habitaban los Nade llenaran su mente. Vio los árboles, tan grandes que se sentía diminuto al caminar entre ellos. Sintió la textura carrasposa de los troncos en sus dedos, escuchó las hojas moverse al son del viento y sintió el olor a tierra a su alrededor. La puerta se abrió para él.

Los Nade no se acercarían mientras tuviera sus armas encima, así que el soñador se quitó la espada y la pistola del cinto y las dejó junto a las raíces del árbol más cercano. Les dio la espalda y se encontró de frente con un ser que le llegaba a la mitad del pecho. No pudo evitar dar un pequeño salto, sorprendido por la presencia repentina del Nade, que soltó una risa divertida a la que se unieron varios de sus compañeros.

El Nade, un ser delgado y cubierto con pelo rojizo, ojos amarillos, orejas que se asemejaban a las de un zorro y un hocico en donde se podían atisbar colmillos diminutos y afilados, se acercó a Nicolás y apoyó una mano en el pecho del soñador. Era una forma en que los Nade trasmitían confianza a otros miembros de su comunidad. El soñador asintió y esperó sin moverse a que los latidos de su corazón volvieran a la normalidad.

—Necesito hablar con Aru, es importante —dijo Nicolás manteniendo sus ojos fijos en los del Nade que tenía enfrente.

—Orejas Plateadas está cazando, pero puedes esperarlo en la aldea —dijo el Nade.

Nicolás sacó a Lesh del bolsillo de su chaqueta y la mantuvo contra su pecho, cubriendo sus ojos con una mano. Luego hincó una rodilla y cerró los ojos. Sintió las manos peludas del Nade rozar su rostro mientras le ataba una venda sobre los ojos.

Nicolás se levantó despacio y se dejó guiar por el Nade, que lo cogió por el codo. Hizo su mejor esfuerzo para seguir las instrucciones de su guía y no tropezar, pero por el terreno irregular del bosque más de una vez estuvo a punto de caer. Tampoco ayudaba que su guía insistiera en hacerlo caminar con rapidez.

Después de veinte minutos caminando, el Nade lo hizo detenerse y le dio dos toques en el pecho, indicándole que debía arrodillarse de nuevo. El soñador obedeció y esperó a que le quitaran la venda antes de levantar su mano de la cabeza de Lesh. Miró a su alrededor desorientado cuando su guía se alejó unos pasos, indicándole que podía volver a levantarse.

Los Nade eran en extremo celosos con la ubicación de aldeas y ciudades, de hecho, había tomado muchos viajes ante de que permitieran que Nicolás y Angela se acercaran a alguno de sus hogares. Las estructuras construidas por los Nade eran una de las creaciones más bonitas que Nicolás se habían encontrado en sus viajes. Aquellos seres con rasgos animales no habían derribado ni un solo árbol para construir sus edificios, en lugar de ello, aprovecharon su tamaño y tallaron sus viviendas dentro de los troncos. Las partes más altas de estas estructuras estaban reservadas para la vivienda de los habitantes, mientras que en las plantas bajas estaban destinadas para recibir a visitantes y realizar las actividades diarias.

Obedeciendo las indicaciones del Nade, Nicolás entró a uno de los edificios, tomó asiento en una mesa de madera sobre la que puso a su anma. El Nade se internó en una de las habitaciones contiguas y regresó con dos cuencos llenos de una bebida humeante y otro de menor tamaño y lleno de agua, que puso frente a Lesh.

—Me llamo Eal —se presentó y bebió del cuenco.

—Soy Nicolás —respondió el soñador y también bebió, consciente de que su guía acababa de darle una enorme muestra de confianza al compartir su nombre con él.

Desh sintió que un temblor lo recorrió cuando sus pies pisaron el mundo lleno de niebla y humedad que era el hogar de los Mitis, la quinta raza que accedió a ayudar a los soñadores en su pelea para terminar con la Reina. A lo lejos vio una de las atalayas que servían como defensa para las grandes ciudades que servían de hogar a aquella raza de seres que ocultaban siempre su rostro tras elaboradas máscaras de metal. Los Mitis eran seres con una estatura similar a la de los humanos, y carecían de fuerza en comparación con las otras razas, pero lo compensaban con artefactos que Desh nunca hubiera creído posibles.

Siguiendo las instrucciones de Nicolás, Desh se mantuvo a distancia de la ciudad y sacó de su bolsa una moneda del tamaño de su mano. La moneda era completamente negra, con tres botones de una textura suave y resbaladiza. No parecía muy resistente, de hecho, el Yrra temía que esta se rompiera en mil pedazos en cualquier momento, por lo que tuvo mucho cuidado cuando presionó el botón a la derecha que Nicolás le había indicado, la puso sobre la palma de su mano y esperó a que uno de los Mitis se comunicará con él. Estuvo a punto de arrojarla cuando vio una versión en miniatura y grisácea de un hombre con una máscara y un pico alargado aparecer, flotando sobre la cara del artefacto.

—Me alegra mucho verte en mi mundo, soñador. ¿Qué podemos hacer por ti hoy? —preguntó el Miti cuando vio que Desh se había quedado mudo de asombro.

—Yo… Lo lamento, nunca había visto nada igual —dijo mientras ojeaba el aparato y al Miti con curiosidad.

—Nuestros mundos son muy diferentes. Puedo enviar a alguien para que te deje entrar a la ciudad por un pasaje oculto, estaremos encantados de mostrarte más de nuestro pueblo —ofreció el Miti y Desh negó con la cabeza.

—No puedo en este momento. Hay algo que debo mostrarles en el mundo de las llaves —respondió Desh sin saber cómo explicarse.

—No te muevas de donde estás, nosotros iremos hacia ti —dijo el Miti y desapareció cuando Desh asintió con la cabeza.

El Yrra regresó la moneda a su bolsa y se sentó sobre el césped, que en aquel mundo tenía un tono violeta, y se dedicó a observar con curiosidad la ciudad que se veía a lo lejos, tan diferente de la que era su hogar, sumergida en medio del Padre Mar. La ciudad de los Mitis estaba compuesta por enormes estructuras triangulares y cuadradas, de las cuales emanaban luces verdosas y violetas, haciendo que fuera imposible ver las estrellas brillar en el cielo nocturno. Lo que más sorprendió al Yrra fue ver lo que parecía ser un pez gigante abrirse paso por entre las nubes, flotando por encima de los edificios mientras las luces le arrancaban destellos metálicos.

—Ya estamos aquí —la voz distorsionada de uno de los Miti a la espalda de Desh hizo que se levantara alarmado. No esperaba que llegaran tan pronto. Su sorpresa se hizo mayor cuando vio que los seis Mitis que habían acudido a su llamado estaban de pie sobre extrañas placas de metal que levitaban unos centímetros sobre el suelo—. Lo lamento, no pretendía asustarte —añadió el Miti y descendió de su placa y, usando varias correas adheridas a su traje, la colgó de su espalda.

—Está bien, nunca había visto algo así y me distraje —dijo Desh mientras miraba con curiosidad el atuendo del Miti: una larga túnica negra hecha en cuero, una máscara que terminaba en un pico alargado y un sombrero con bordes metálicos—. Abriré la puerta —se apresuró a decir cuando notó que los Mitis lo miraban algo impacientes.

—Gracias. Después te mostraremos nuestro mundo —dijo el Miti.

Sin otra palabra, Desh los llevó hasta el mundo de las llaves. Sintió cierto alivio cuando vio a los Mitis perderse entre los pasillos de la fortaleza, caminando junto a los humanos provenientes del mundo de Emma. El mundo del que provenían aquellos seres le parecía curioso e interesante, pero sus habitantes, con esas máscaras que impedían ver sus verdaderos rostros y sus extraños artefactos, le resultaban intimidantes.

—Estamos listos —dijo Embre y Angela levantó la cabeza para fijar sus ojos en los marrones del Amu y asentir. Había regresado al mundo de los Amu buscando escapar de la presencia de Emma y los otros humanos, que siempre parecían querer controlarla y hacerla actuar como ellos consideraran apropiado. Aquella presión no existía en el mundo de los Amu, ellos la habían visto crecer y siempre le habían dejado el espacio que necesitaba para soñar—. ¿Soñadora? —insistió el Amu y Angela reaccionó al darse cuenta de que se había quedado mirando al Amu sin hacer nada. La soñadora abrió la puerta al mundo de las llaves y dejó que ellos cruzaran primero.

Angela atravesó la puerta a regañadientes. Iba a seguir a los Amu hacia la sala en donde solían reunirse cuando sintió la llamada de una de las llaves. Tasch se alertó al sentir que ella se alarmaba de repente. Con un gesto le indicó a los Amu que continuaran hacia la sala y, cuando vio que continuaron su camino, se alejó corriendo rumbo a la habitación en la que estaban guardadas las llaves.

La llamada la guio hasta una muñeca de trapo. La soñadora la tomó en sus manos, distraída mientras elegía un mundo para entregar aquella llave. Por las orejas puntiagudas que tenía la muñeca, dedujo que su dueña tendría herencia élfica, por lo que optó por un mundo con árboles de hojas plateadas y ríos cuyas aguas eran de todos los colores del arcoíris. Iba a abrir la puerta hacia ese mundo, cuando escuchó pasos acercarse a ella.

—¿Esa muñeca es para mí? —preguntó una vocecita, y la soñadora y su lobo se volvieron sorprendidos. Encontraron a una pequeña elfa a unos pasos de donde ellos estaban. La niña apenas le llegaba a la cintura a la soñadora, tenía el pelo negro, liso y cortado a la altura de los hombros, y ojos oscuros, que los miraban con una mezcla de curiosidad y cautela.

Angela intercambió una mirada de entendimiento con Tasch y le tendió la muñeca a la niña, que la tomó con una sonrisa.

—¿Sabes lo que es? —preguntó Angela mientras la niña examinaba la muñeca con alegría

—Mi nana me habló de esta muñeca, era de su hermana menor y ella la usaba para viajar a lugares con los que otros solo pueden soñar. Es una llave mágica que pertenece a mi familia, pero se supone que una malvada bruja la había robado —La niña miró a Angela y a Tasch con el ceño fruncido—. ¿Fuiste tú quien la robó?

—¡No! —se apresuró a decir Angela—. Yo estoy tratando de reparar el daño que la Reina hizo cuando robó todas las llaves. ¿Sabes de los soñadores y de la Reina?

—Mi nana dijo que había otros como su hermana, pero nunca llegó a conocer a uno. ¿Tú eres como yo? ¿También tienes una llave? —preguntó la niña con curiosidad.

Antes de responder, Angela miró la puerta por la que había llegado la niña, preocupada, pues no permanecería abierta para siempre. Sin embargo, al mirarla con detenimiento, notó que la puerta era idéntica a las que ella abría constantemente.

—Eres de este tiempo —murmuró Angela y sonrió sin poder creerlo—. ¿Cuál es tu nombre?

—Ariela.

—Yo soy Angela y él es Tasch. Hay tanto que tengo que contarte… ¡no puedo creerlo! —dijo la soñadora, emocionada.

—Mi nana no vendrá a buscarme hasta el amanecer, puedo quedarme un rato más —dijo Ariela y se sentó en el suelo con las piernas cruzadas.

Encantada, Angela se sentó frente a ella y se preparó para hablarle sobre la Reina y las llaves a la nueva soñadora.