5,00 €
Sinopsis de la novela "Susurros de la vida" es una recreación filosófica y lógica de las emociones humanas, libre de complejidades y enfermedades del alma. Aunque las emociones permanecen constantes en su escala universal, su impacto varía de una persona a otra, convirtiéndose en alimento para el espíritu y el cuerpo, y pintando la vida con la diversidad de sus colores. Esta novela es una fantasía inspirada en las imágenes de la realidad, una experiencia humana plena de detalles que cautiva al lector por el orden y la sencillez con que transmite profundos significados. Se lee con el corazón antes que con los ojos, reflejando sus acontecimientos en el propio ser del lector, quien descubre así los rasgos de su propia experiencia vital. Es una conciencia escrita que añade un valor genuino a las emociones humanas. En su estilo, la obra fusiona la lógica de la razón con los susurros del sentimiento, dejando que la mente relate la verdad de las emociones, en una combinación que el autor considera la descripción más fiel de la esencia del sentir humano.
Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:
Seitenzahl: 146
Veröffentlichungsjahr: 2025
"Murmures de la vie "Un roman"
Mohanad khalaf
Al Andalusi
2025 MOHANAD KHALAF
Printing and distribution on behalf of the author:
tredition GmbH, Heinz-Beusen-Stieg 5, 22926 Ahrensburg, Germany
This work, including its parts, is protected by copyright. The author is responsible for its content. Any use without his consent is prohibited.
Publication and distribution are carried out on behalf of the author, who can be reached at: O D
krooks gata 19, MOHANAD KHALAF, 25444 Helsingborg, SWEDEN.
Contact address according to the EU Product Safety Regulation: [email protected]
Introducción Cuando una persona está satisfecha consigo misma, su espíritu se asienta en la calma y la serenidad; el mundo florece ante sus ojos, toma de él lo que sacia sus necesidades, comprende la vida, sus significados, su felicidad y sus secretos… todo ello nace de la satisfacción que el ser humano siente hacia sí mismo. Es un concepto que varía en su interpretación entre las personas: algunos creen que la satisfacción se alcanza al cumplir un solo sueño, aunque cada sueño trae consigo otro por alcanzar; otros piensan que la satisfacción es resignarse a las cosas tal y como son, lo cual se acerca más a la rendición que a la verdadera satisfacción. Las nociones sobre este sentimiento son diversas: tal vez la satisfacción consista en aceptar los acontecimientos y su curso, es decir, aceptar la realidad con la voluntad que uno posee para vivir. La vida es dura, y el ser humano debe enfrentarse siempre a ella; la satisfacción es lo que suaviza la aspereza de esta existencia.
Se cuenta que un hombre llamado Azar y su esposa Sara, de creencias heredadas diferentes, se encontraron por obra del azar y el destino, se amaron profundamente y contrajeron matrimonio en un pequeño pueblo. Habían pasado ya más de tres años desde su boda. Azar, pescador de oficio, era un hombre en la cuarentena, con experiencias diversas y profundas en su trabajo; Sara, por su parte, rondaba los veinte años y trabajaba en el arte del tejido, aunque el pueblo carecía de oportunidades para su labor, por lo que se convirtió en ama de casa. Azar pescaba en un lago cercano, y su vida juntos transcurría en calma y estabilidad. Sin embargo, las sorpresas de la vida siempre se hallan fuera de la voluntad humana: ese misterio que ningún hombre conoce. Con sus múltiples cambios, la vida guía los pasos del ser humano, a veces sin darle opción; pero la voluntad desempeña un papel esencial para enfrentarse a este curso. Gracias a ella, la persona puede superar las dificultades de su realidad. La vida, por lo general, es dura y no concede al hombre todo lo que desea, pero tal vez la interpretación de sus carencias forme parte de su sentido mismo, pues la perfección en las cosas les arrebata su encanto. Aunque la escala de la vida, desde el nacimiento y la infancia hasta la vejez, es fija e incuestionable, la medida del conocimiento y la ignorancia en esa escala no está clara. Apenas podemos prever el futuro, salvo unas pocas líneas que nos brinda la ciencia, sobre todo en lo que respecta a la vida y a sus significados.
Azar y Sara, tras haber encontrado el amor mutuo, la calma y la satisfacción, creyeron que la vida estaba asentada. Siempre buscaban la felicidad de las maneras más simples, y así era, mientras pensaban que la afinidad entre ellos existía y que, gracias al entendimiento, habían alcanzado el grado más pleno de armonía. Ninguno dañaba al otro; al contrario, cada uno trataba de romper la monotonía de la forma más bella y sencilla posible.
Ambos estaban convencidos de que el dinero podía aumentar la comodidad, pero que la felicidad era un concepto ligado a la percepción del ser humano. Azar había llegado a un estado de satisfacción y lo comprendía verdaderamente; por eso podía encontrar la felicidad mientras su trabajo cubriera sus necesidades básicas. Al mismo tiempo, mantenía la ambición de mejorar su labor, pues la pobreza no significaba ausencia de felicidad, ni la riqueza implicaba su plenitud.
Sara, por su parte, estaba convencida de que el amor era la verdadera felicidad. Se sentía segura junto a su esposo, siempre compartía sus metas y aspiraciones, y sabía que su realidad era maravillosa, que Azar era un hombre responsable y trabajaba por ambos. Así se mantuvo su matrimonio durante varios años, hasta que llegó la primera prueba de la vida: una prueba no destinada a poner en duda el afecto ni nada similar, sino una etapa inevitable del vivir.
Ella le dijo: —Querido esposo, ¿qué regalo me darás en la fiesta? Sabes que adoro tu obsequio en el día que nos unió, siempre me alegras con el regalo de nuestro aniversario de bodas. Aunque existan muchas otras festividades, olvidas todas las fiestas religiosas, tanto las de mi fe como las de la tuya, y solo recuerdas nuestro aniversario. ¡Creo que es la celebración más preciada para tu corazón!
Él respondió: —Sara, todas las festividades religiosas surgieron de historias y relatos sagrados otorgados por Dios, y estos relatos han influido en toda la humanidad, convirtiéndose en ritos de esta vida. Aunque no estemos completamente seguros de las fechas exactas de cada celebración, siempre tendemos a buscar momentos y días en los que la persona sienta alegría y paz, incluso si desconoce la razón de la festividad. También tendemos a venerar lo que hemos heredado. Pero, para nosotros, nuestra celebración más valiosa es la de nuestro aniversario, porque fuimos nosotros quienes la creamos. Y dime, querida esposa, ¿existe un día más hermoso que el de nuestra boda? Ese, para mí, es el verdadero día de fiesta.
Sara replicó: —Celebrar los días sagrados es un acto de fe, pues son un don de Dios, y festejarlos es algo sagrado.
El esposo contestó: —Querida Sara, el ser humano no puede vivir sin fe; es el alimento del espíritu, el aliento y la inspiración de la humanidad. La fe puede tomar diversas formas: en la naturaleza, en la ciencia, en un mensaje celestial o en otras creencias. Pero la fe también puede convertirse en una enfermedad mortal, cuando quien la posee se vuelve ciego y no ve en esta vida nada más que su creencia, defendiendo únicamente lo que considera correcto y lo que profesa. Y ahora, esposa mía, ¿me permites salir e ir a trabajar? Ha llegado la hora y no quiero llegar tarde.
Ella respondió: —Ve bajo la protección de aquello en lo que crees.
Azar salió caminando por el sendero hacia el lago para comenzar su jornada. Era pescador de oficio, y mientras avanzaba, comenzó a reflexionar sobre las palabras de su esposa y sobre el sentido de su despedida, deseándole la protección de aquello en lo que él creía. Se preguntaba para sí: ¿Realmente creo en lo correcto, o es otro quien posee la creencia verdadera? ¿Por qué no creen todos los seres humanos en lo mismo? ¿Por qué existe siempre la diferencia en la fe? ¿Cuáles son los valores humanos en los que todos están de acuerdo? ¿Por qué el mal siempre está presente? ¿Por qué el bien no prevalece?
La respuesta le llegó por sí sola: a pesar de que los hombres no comparten una única creencia y que la fe difiere entre ellos, los valores humanos siguen siendo el vínculo común: todos proclaman el amor, la cooperación, la benevolencia, la justicia, el bien, la verdad, la honestidad, la ética y la lealtad en la tierra, cada cual según su propio marco de fe. Y aunque estos marcos cambien o se contradigan con el tiempo, el hombre sigue siendo el responsable de corregirlos para que realicen los valores y den sentido a la vida. Pues el ser humano es un ser único, encargado de la continuidad de la vida en la Tierra.
Tantas preguntas le provocaron un dolor de cabeza persistente, y al final dijo para sí: —Tal vez ahora sea momento de apartar estas cuestiones y sus respuestas de mi mente, y disfrutar de la naturaleza. El clima es hermoso, el sol brilla, los pájaros cantan, los ciervos juegan… Me escaparé del dolor de cabeza y del conflicto mental por ahora. Tengo mucho tiempo para pensar mientras pesco, pues la pesca exige paciencia, y puedo aprovecharlo contemplando los misterios de la naturaleza y del alma humana.
Continuó caminando, disfrutando de los brazos de la naturaleza y del encanto del día, hasta llegar a su barca, que descansaba en el lago. Comenzó a prepararla, a poner a punto las herramientas de pesca y las redes, y a alistarse para zarpar en busca de peces, su única fuente de sustento.
El lago tenía un ánimo cambiante: un día ofrecía sin medida, y otro día no daba nada. Azar, con total convicción, aceptaba lo que el lago le entregaba, sin quejarse jamás; cumplía su labor con absoluta sinceridad y dedicación.
Zarpó hacia el centro del lago y comenzó a lanzar las redes de pesca. Luego se sentó a esperar su captura. Mientras tanto, con el aire suave y el cielo despejado, empezó a reflexionar y a preguntarse por el misterio de la belleza de la naturaleza. Para él, era tan hermosa que no encontraba forma de describirla ni de penetrar en sus secretos. Se sintió confundido: las preguntas eran muchas y necesitaba interpretarlas con lo que conocía y con lo que podía hacer. Entonces se dijo: —¿Por qué los seres humanos son diferentes?
Allí encontró una explicación que le pareció convincente: tal vez somos distintos en apariencia, cultura y otras muchas cosas, pero nos parecemos en el fondo. Y definió ese fondo en dos dimensiones: la vital y la emocional.
Continuó en sus pensamientos hasta que las redes interrumpieron su reflexión. Había conseguido una buena pesca. Tomó el pescado y volvió a casa; a veces lo vendía, otras lo llevaba al hogar para alimentarse de él.
Al regresar, encontró a Sara recibiéndolo con una sonrisa, que él correspondió de inmediato. —Hoy has vuelto temprano y con una pesca abundante —dijo ella—. Creo que la suerte te ha sonreído, y deseo que lo haga todos los días.
Él respondió: —No sé qué es la suerte ni cómo sonríe a las personas. Hay quienes dicen poseer buena suerte, y otros que afirman tener mala suerte; pero yo estoy absolutamente convencido de que es el ser humano quien crea su propia suerte, y que las oportunidades no llegan sin trabajarlas. Toda acción produce resultados: pueden ser una lección valiosa, o un camino, o un estilo de vida. Cuando lancé mis redes, esperaba con esperanza obtener peces; y si no los hubiera conseguido, me habría dicho a mí mismo: “Quizá mañana la esperanza me los traiga”. Porque la esperanza es la energía que aligera la dureza de la paciencia.
Sara intervino bromeando: —Tu buena suerte es que yo te amo. Eres mi querido esposo, del que tanto aprendo sobre la sabiduría y los asuntos del mundo… aunque, a pesar de todo, no has leído mucho de mis libros sagrados.
El esposo permaneció en silencio, sin pronunciar palabra. Entonces, Sara sintió una ligera oleada de enfado y le dijo: —No das a mis palabras ninguna importancia ni sentido. Me escuchas y solo respondes con el lenguaje del silencio, y eso es lo único que haces conmigo. ¿Por qué? ¿Acaso no te gusta lo que digo, o no soy importante para ti?
Él respondió, bromeando: —¿Cómo no vas a ser importante para mí, si en este mundo no poseo nada más que tu amor? Tú eres el significado de la felicidad que tengo. Y si guardo silencio cuando hablas, no significa que no me interese; el silencio tiene muchos significados, y no siempre es desinterés.
Bien, te explicaré por qué callo… Los seres humanos difieren en sus creencias, como tú y yo: tú tienes una fe distinta y yo otra, y ambas las heredamos de nuestros padres. Ellos fueron quienes construyeron nuestra fe, y aunque crezcamos, la fe crece con nosotros. Incluso si intentamos renegar de ella, la creencia sigue ardiendo en nuestros corazones, y sentimos dolor cuando alguien habla mal de ella o la contradice sin pruebas claras. A veces sabemos que esa creencia puede ser errónea, pero no podemos oponernos a ella, porque fue sembrada en nosotros desde la infancia y nos hemos criado en ella; no podemos negarla por completo.
Cuando hablas conmigo sobre tu fe o tus ideas, temo herir tus sentimientos con mis palabras; por eso callo, por respeto y amor hacia ti. Y cuando me hablas de ellas, no significa que no esté de acuerdo contigo; al contrario, escucho con atención todo lo que no dañe el pensamiento humano ni los sentimientos. ¿Ahora entiendes por qué guardo silencio?
Ella respondió: —Sí, lo entiendo, aunque no me convence del todo… Pero, ¿puedes ayudarme a preparar la cena?
Él, bromeando, dijo: —Claro, ¿y qué vas a preparar? Ya sabes que me encanta la sopa con pan tostado.
Ella contestó: —Eso mismo quería hacer, porque sé que te gusta, y la prepararé para ti.
El día terminó con todo lo que traía de pensamientos, emociones y sentimientos, y comenzó otro similar al anterior, sin nada nuevo salvo esas ideas que siempre buscan respuestas. Él se preguntaba: —¿Es esta vida sencilla en todo lo que encierra de emociones, pensamientos y sentimientos? ¿Es esto la vida, con su asombrosa armonía?
El ser humano, por naturaleza, es capaz de mantener su rutina diaria, con toda su carga de esfuerzo, alegría, monotonía y dolor. Aunque suele quejarse mucho, casi siempre lo hace por no estar satisfecho con las cosas, por la situación que vive, por detalles que crea en su imaginación o por los problemas que se le presentan; pero, en el otro lado, guarda en su interior un secreto: una esperanza de cambio, un objetivo noble, una vida digna o cualquier otra meta. Ese es el remedio que alimenta la paciencia y calma el dolor.
Pero hay personas que temen al cambio: se sienten seguras permaneciendo en su misma situación y no desean cambiar nunca, especialmente si el cambio toca sus creencias o su ideología, aquellas sobre las que han vivido. O bien desean un cambio simple, uno que aumente su comodidad y felicidad. Pero, ¿qué pasaría si el paso hacia el cambio fuera algo cercano a la locura?
¿Qué ocurriría si los problemas y las preocupaciones aumentaran y la felicidad disminuyera? ¿Cómo puede una persona evaluar un cambio si no sabe nada del futuro? El futuro es completamente desconocido, y lo que más asusta al ser humano, en esencia, es su ignorancia ante ese porvenir incierto.
A menudo, el ser humano recibe el cambio con entusiasmo y gran alegría… hasta que llega la nueva realidad. Entonces recuerda los días pasados: o los mira con pesar, o los evoca como tiempos hermosos, describiendo su belleza con un matiz de nostalgia. Y vuelven las preguntas: ¿Qué tipos de cambio existen? ¿Podría tratarse de mudarse a un nuevo trabajo, a una nueva casa, o a un nuevo pueblo? ¿O es el cambio interior, el conocimiento de cosas nuevas? ¿O la capacidad de comprender el entorno en el que vivimos? ¿O quizá una rebelión contra una realidad dolorosa que una persona soporta?
Sea cual sea, el cambio está ligado a los sueños de cada individuo y a su capacidad de adaptarse y vivir.
El sueño lo vence, y se queda dormido esperando un nuevo día. Mañana tendrá una jornada dura: pescar y llevar el pescado al mercado para obtener el dinero con el que comprará lo necesario para la casa. También piensa en comprar un regalo para Sara.
Comienza el nuevo día con sus preocupaciones y exigencias. Azar se prepara para ir a trabajar con ánimo y energía. Sara lo recibe con una sonrisa, deseándole un buen día.
Como siempre, se dirige a su pequeña embarcación. Sueña con tener un barco más grande para aliviar las dificultades de su labor, y de hecho ahorra parte de sus ganancias con ese objetivo.
Navega por el lago y lanza las redes, luego se sienta con paciencia, lleno de esperanza, esperando su captura. Hoy es el día destinado a vender pescado. Sus pensamientos lo llevan a preguntarse: “¿Qué le compraré a Sara? Mañana es nuestro aniversario de bodas”. Entre esa duda y sus planes, también considera lo que debe adquirir para la casa. Con la esperanza de una buena pesca, recuerda que la de ayer fue abundante y espera, con optimismo, repetir el éxito.
No habían pasado más que unos instantes cuando las redes comenzaron a sacudirse con fuerza. Azar empezó a tirar de ellas con todas sus fuerzas, mientras la barca se balanceaba por la enorme cantidad de peces que habían quedado atrapados. Era una gran captura. La alegría comenzó a inundar su corazón mientras subía el pescado a la embarcación, sintiendo una euforia indescriptible. Llegó incluso a gritar de felicidad, porque la alegría del ser humano es difícil de describir tras lograr un trabajo, completar una tarea o aprobar un examen con éxito.
En momentos así, la persona pierde su compostura y solemnidad, incapaz de controlar sus emociones.
Tomó el pescado y navegó rápidamente hacia el mercado para vender su abundante botín, pensando en el valor de aquel tesoro y en cómo lo gastaría.
Al llegar, se encontró con su amigo comerciante, a quien solía venderle el pescado. Este, al verlo, le llamó: —Amigo mío, hoy veo que la pesca ha sido generosa y la provisión abundante. Debes agradecer a Dios por este regalo.
Azar respondió: —Agradecimiento y fidelidad a quien nos concede esta vida. La palabra “Dios” tiene significados y nombres distintos entre los pueblos, pero todos ellos aluden al don de la vida para la humanidad.
Recibió su pago y, sin perder tiempo, fue al mercado a comprar un chal bordado para su esposa Sara, así como todo lo que necesitaban para la casa. Después, volvió apresuradamente para llevarle las buenas noticias.
Al llegar, le dijo: —Sara, el invierno se acerca y temo que pases frío; por eso he elegido este chal para protegerte.
Sara miró el chal y lo tomó con alegría: —Me has hecho muy feliz con este regalo tan hermoso. Estoy muy contenta, pero creo que debe de haber sido caro. ¿De dónde sacaste el dinero, si sé que saliste de casa sin llevar nada?