Susurros de muerte y resurrección - María Cristina Inogés Sanz - E-Book

Susurros de muerte y resurrección E-Book

María Cristina Inogés Sanz

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Beschreibung

Cristina Inogés acompaña la lectura de la Pasión en el evangelio de Juan, sigue el camino de Jesús hasta la cruz y se adentra en sus sentimientos antes de morir –fracaso, abandono, amistad, sed, anhelo de un abrazo, presencia luminosa de la madre–ofreciendo al lector sutiles pinceladas de esperanza en medio del dolor y la humillación de la cruz. Hace así una reflexión sincera y desgarrada, expresada casi en un susurro, convencida de que las cosas importantes se dicen en voz baja, y que se apoya en textos de Dietrich Bonhöffer, Dolores Aleixandre, Mercedes Arias Puente, Pablo Neruda, Luigi Gioia, Olivier Clément, Christian Bobin y la liturgia bizantina.

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Índice

Portada

Portadilla

Créditos

Presentación

Pasión y resurrección de Jesús de Nazaret según san Juan

1/ Susurro. ¿He fracasado?... No han entendido nada

2/ Susurro. ¿Quién cuidará de ti, «Immá»?

3/ Susurro. Abbá... mis amigas

4/ Susurro. Nuestra agua del pozo

5/ Susurro. Ya no puedo más

6/ Susurro. Abbá... abrázame

7/ Susurro. ¡Immá! Estoy vivo

8/ Susurro. ¡María! Ve y diles...

Biografía de la autora

Las citas de la Biblia proceden de la edición de La Casa de la Biblia (Madrid, 1992).

© SAN PABLO 2020 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Madrid)

Tel. 917 425 113

E-mail: [email protected] - www.sanpablo.es

© Mª Cristina Inogés Sanz 2020

Distribución: SAN PABLO. División Comercial

Resina, 1. 28021 Madrid

Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050

E-mail: [email protected]

ISBN: 9788428561747

Depósito legal: M. 1.749-2020

Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)

Printed in Spain. Impreso en España

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta obra puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo y por escrito del editor, salvo excepción prevista por la ley. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la Ley de propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos – www.conlicencia.com).

Para Alejo Sánchez-Vivar Suárez.

Sé que no moriré,

pues estoy dentro de la vida

y tengo toda la vida

que brota dentro de mí.

Simeón, el Nuevo Teólogo, s. X

Presentación

«El que vive de fe tiene el alma llena de pensamientos nuevos, de nuevos gustos, nuevos juicios; son horizontes nuevos los que se abren ante él». Estas palabras de Charles de Foucauld, que escribió en Nazaret en los primeros compases de su conversión, son un buen marco para disponernos a recibir lo que el Señor vivió en la Pasión; y para acoger lo que Cristina Inogés nos ofrece desde su escucha al Señor en el Calvario. Conocemos la Pasión; probablemente la hemos leído y escuchado muchas veces. Pero siempre hay algo nuevo por descubrir; y, sobre todo, puede hacer de nosotros personas nuevas.

La mejor actitud ante la Pascua es la contemplación y admiración. Por más que la hayamos visto y oído, las dimensiones del amor que allí se revelan son tales que nunca deberíamos pasar de largo. Hay que detenerse; acompañar al Señor y a aquellos que estuvieron allí entonces... y a los que están ahora. Todo ha quedado alterado después de la Pascua. Pero tenemos tantas resistencias a entrar en la locura de la cruz –paradójicamente tan lógica–, que siempre debemos volver a situarnos ante ese amor misterioso, extraño y a la vez tan familiar.

Lo bueno es que no estamos solos. Tenemos compañeros de camino. Las palabras escritas de Cristina Inogés nos pueden acompañar. Son como susurros que nos sugieren dónde mirar y qué escuchar. No podía ser de otro modo, pues el susurro es un modo característico de proceder de Dios; por eso la autora se ha inspirado en ello. El susurro es el clima de oración de este librito que invita a acompañar al Señor en su cruz y en la de nuestra propia vida. En esa cruz encontraremos una ayuda para adentrarnos en los sentimientos de Jesús y en las cosas que le quedaron antes de morir: fracaso, abandono, amistad, sed, anhelo de un abrazo y la presencia luminosa de la madre.

Y tenía que ser a través del susurro, como imagen, como metáfora y como gesto. Porque las cosas importantes se dicen en voz baja, sin estridencias, para entrar suavemente en lo profundo; como estas palabras que vas a encontrar.

MARÍA DOLORES LÓPEZ GUZMÁN,

Universidad Pontificia de Comillas,

Instituto Superior de Pastoral de Madrid

Pasión y resurrección

de Jesús de Nazaret

según san Juan

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe. Luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro y este le dice: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?». Jesús replicó: «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza». Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos». Porque sabía quién lo iba a entregar. Por eso dijo: «No todos estáis limpios».

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quién he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que soy yo. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».

Jn 13,1-20

* * *

Salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía allí a menudo con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús, Nazareno». Les dijo Jesús: «Yo soy». Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: «¿A quién buscáis?». Ellos le dijeron: «A Jesús, el Nazareno». Jesús contestó: «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a estos». Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?».