Te presento a un amigo - Hugo Funtanillas - E-Book

Te presento a un amigo E-Book

Hugo Funtanillas

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Esta obra está destinada a todas aquellas personas, que admiran o aman al caballo, pero que no conocen aspectos de su ser como animal, tanto en lo físico (necesidades y capacidades) como en lo síquico o emocional; el autor pone a disposición, importante información de manera sencilla y accesible. Esto incluye, por un lado, su historia evolutiva y papel en el desarrollo de culturas y civilizaciones de la antigüedad, evidenciando al mismo tiempo, que nunca existió la simbiosis a la que suele aludir el ser humano. Por otro lado, se exponen rasgos de la inteligencia equina, comportamientos, aprendizaje, emociones, conciencia, expresiones de su cuerpo, etc., pero sobre todo, su alta sensibilidad, que le permite tener una conexión especial con el humano, quien en la mayoría de los casos, no sabe que esto es así. Este trabajo entonces, apunta a lo empírico dejando de ser tal, para que el conocimiento que se tiene del caballo sea acrecentado y consolidado desde lo científico, académico y didáctico.

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Te presento un amigo

Hugo Funtanillas Teniente coronel veterinario (R) EJÉRCITO ARGENTINO

Esta obra, está destinada a todas aquellas personas, que admiran o aman al caballo, pero que no conocen aspectos de su ser como animal, tanto en lo físico (necesidades y capacidades) como en lo síquico o emocional; el autor pone a disposición, importante información sencilla y accesible. Esto incluye su historia evolutiva y papel en el desarrollo de culturas y civilizaciones de la antigüedad, evidenciando a la vez, que nunca existió la simbiosis a la que suele aludir el ser humano.

Por otro lado, se exponen rasgos de la inteligencia equina, comportamientos, aprendizaje, emociones, conciencia, expresiones de su cuerpo, etc., pero sobre todo, su alta sensibilidad, que le permite tener una conexión especial con el humano, quien en la mayoría de los casos, no sabe que esto es así.

Este trabajo entonces, apunta a que lo empírico deje de ser tal, para que el conocimiento que se tiene del caballo, sean acrecentados y consolidados desde lo científico, académico y didáctico.

Funtanillas, Hugo

Te presento un amigo / Hugo Funtanillas. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Imaginante, 2023

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-8999-16-6

1. Ganado Equino. 2. Caballos. I. Título.

CDD 636.10811

Edición: Oscar Fortuna.

Diseño de tapa: del autor Imagen de tapa: gentileza Magdalena Burdet

© 2023, Hugo Funtanillas

© De esta edición:

2023 - Editorial Imaginante.

www.editorialimaginante.com.ar

www.facebook.com/editorialimaginante

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra bajo cualquier método, incluidos reprografía, la fotocopia y el tratamiento digital, sin la previa y expresa autorización por escrito del titular del copyright.

ISBN 978-987-8999-16-6

Conversión a formato digital: Libresque

Índice

CubiertaPortadaSobre este libroCréditosDedicatoriaAgradecimientosPrólogo del señor coronel veterinario (R) Gilberto LerenaPrólogo del autorParte I. IntroducciónIntroducción¿Una simbiosis?Su ficha de presentaciónUn poco de genéticaLas razasOtras formas de llamarloCapítulo 1. Esta es su historiaCómo apareció en este mundoEl primeroLa relación con el Homo sapiensUn día se fueY también se extinguió…Capítulo 2. Cómo evolucionóAspectos más notables de su evoluciónModificación de los dedosOtras modificacionesAlgunos parientes ancestralesEn resumen:Domesticación y domaCapítulo 3. Volviendo a casa…¡El caballo vuelve a América!¡Y llegó también al Río de la Plata!La amistad con el indioEl caballo “patrio”¿Quiénes vinieron a América?El caballo ibero-africanoFormación del caballo españolCapítulo 4. Caballos, pueblos y sucesosEl caballo y la guerraAntes de CristoDespués de CristoLa “jubilación como soldados”Por las islas británicas…La llegada a JapónLa llegada a Australia“Parientes” célebresParte II. Su modo de serCapítulo 5Introducción¿Superioridad humana?InteligenciaConcienciaTemperamento y carácterPersonalidadComportamiento generalComportamiento en manadaConductas socialesConductas viciosasSoledad y compañíaCambios de hábitatExpresividad y “gestualidad”Qué dicen sus orejasQué dice su cuelloQué dice su cuerpoQué dicen sus miembros Qué dice su colaAprendizajeObediencia¿Piensa o no piensa?MemoriaSus emocionesEl temorEl miedoEl pánicoLa emoción de búsquedaEl juegoEsparcimientoEl dolorDolor agudoAlgias a distanciaDolor crónicoDolor de cabezaEl caballo y la enfermedadEnfermedadesSigno y síntomaEtimología del vocablo VeterinarioCapítulo 6. Estructura corporal y movimientosEsqueletoRaquis (espina dorsal)MúsculosConformación del troncoAlgunas medidasEquilibrio y movimientosEstáticaCentro de gravedad Base de sustentación y equilibrioDirección de los miembrosLos miembros del potrilloHerencia de los defectos de aplomoCapacidad de cargaEl pie del caballoLos cascosCómo se mueve el caballoAires de marchaEl pasoLa ambladuraEl troteEl galopeLa marcha más importanteEl saltoLos caballos ¿son zurdos o derechos?También nada39Capítulo 7. Cómo es esta máquinaLongevidadSu corazónSu sangreGrupos sanguíneosAparatos digestivo y respiratorioAparato digestivoEstómagoIntestinosSus dientesCantidad de dientesEl “diente de lobo” ¿Qué edad tendrá?Los dientes de los caballos viejos“El haba” “Espuma” en la boca durante el trabajoRechinamiento (bruxismo)Aparato respiratorioCómo respiraPor qué se ata la lenguaEl caballo “sangrador”Una usina energéticaLos sentidos del caballoVisiónTapetum y pelajeConos y bastonesVisión de los coloresOlfatoCómo oyeEl gustoEl tactoSus sonidos normalesRuidos anormalesCapítulo 8. Sus necesidades fisiológicasAlimentosQué come y cómo comeQué les gusta comer¿Por qué [siempre] avena?El maízAfrechoEl pasto seco (heno)El pasto verdeRación y porciónCantidad de alimento que necesitaTiempos para comerLos glotonesInapetenciaCondición corporal¿Cuánto pesará?Cambios de dietaDisturbios asociados a la alimentaciónCólicosInfosura (envaradura)EnfisemaSecreciones del aparato digestivoNecesidad de aguaCómo bebeLas pérdidas de aguaLas pérdidas por sudoraciónSueño y descansoLos viajes en aviónEl jet lagCapítulo 9. Su piel, su pelo, sus coloresSu piel y peloGrosorPelos táctiles (vibrisas)Pelos especialesColorMudasCresposRemolinosLos colores [pelajes]Genotipo y FenotipoHerencia del colorClasificación de los pelajesPelajes simplesPelajes compuestos (mezcla de pelos de distintos colores)ParticularidadesParticularidades del cuerpoParticularidades de la cabezaParticularidades de los miembrosEl color de los cascosCuriosidades genéticasCapítulo 10. ¡Creced y multiplicaos!Cómo se reproducen los equinosLas hembrasEl celo (estro)OvulaciónEl servicio (o monta)GestaciónAbortoLa cuestión de los mellizosEl partoLa conducta materna pospartoCelo pospartoNacimiento del potrilloImprintingDiarrea del recién nacidoLos testículos del potrilloCrecimiento del potrilloDesteteCapítulo 11. Cómo cuidarlo¿Qué cuidados necesita?MuelasPiel y el peloCambiar de caballoOrejasCola y crineraPene y prepucioCascos¿Dos ranillas?¿Tiene que estar herrado?¿Caballos descalzos?Diez recomendacionesCapítulo 12. Compremos bien…Miscelánea¿Qué es la mula? Otros híbridos modernosCreencias popularesEsas estatuas mientenEl caballo en la fraseología popularDesagravios y reivindicaciones merecidasEquinoterapiaLa carne de caballoCaballos que dieron gloria al hipismo argentinoTambién en la música...El caballo en el cine y la pinturaPoetas y escritoresEl querido MateoEl famoso caballo de fuerza (HP)EpílogoBibliografía

DedicatoriaA los amantes de este maravilloso ser, con quien mantenemos una hermosa y milenaria relación.

Agradecimientos A los colegas y camaradas de distintas especialidades de la práctica veterinaria equina y los destacados y reconocidos amigos profesionales del hipismo, por el aporte de valiosos datos y aspectos técnicos, sobre distintos temas abordados en esta obra.

Prólogo del señor coronel veterinario (R) Gilberto Lerena

Cuando recibí el pedido de mi profesor y colega de realizar una revisión de este libro, lo hice con un entusiasmo y una satisfacción muy grande, pero también con el consabido compromiso que adquiría.

Empecé a leer el libro y lo hice con una velocidad inusitada, a tal punto que escasa resultaba la revisión efectiva, por lo que tuve que releer con más detenimiento cada uno de los capítulos.

La esencia del libro es descubrir y aprender sobre la condición del caballo. No es un tratado, no está dirigido a los especialistas, sí a quienes quieren adquirir conocimientos básicos y un poco más del noble compañero del hombre. El autor escribe con talento y con precisión, tanto en la sintaxis, como lo narrativo y conocimientos científicos y prácticos. Comprende casi todos los temas y para quien necesite profundizarlos, cuenta con las correspondientes citas bibliográficas.

El caballo además de haber permitido en la historia de la humanidad la conquista de extensos territorios, labrar la tierra, cosechar los granos, extraerá agua de las profundidades, pisar barro para la fabricación de los ladrillos, fue el silencioso compañero y amigo de los hombres. De él hemos aprendido a ser mejores personas, cuidándolo, aprendiendo, adecuándonos y hoy con el deporte nos transborda al esparcimiento y a la aventura. Quienes con capacidades diferentes encuentran un momento pleno de felicidad y equilibrio así lo demuestran.

El autor me enseñó como profesor en la Universidad, fue un maestro y a quien acudí para interconsultas. Recuerdo su atenta y respetuosa mirada en una oportunidad, allá lejos y hace tiempo, que tuve el lujo de contar con él como asistente en un curso que expuse sobre herrados a profesionales de la ciencia y arte de herrar. Su buen humor, intelecto y calidad de expresión, fueron para mí un atractivo muy especial, pero por sobre todo los aspectos lo que más me impactó y traté de emular fue su honestidad profesional, su incansable necesidad de aprender, su empeño, humildad y método para escribir y enseñar.

En síntesis, vaya esta oportunidad que me brinda la ocasión, para agradecerle todo lo que ofreció a lo largo de su extensa carrera, tanto a colegas como a herradores, cuidadores y jinetes, escribir este prólogo resultó un verdadero Honor.

Prólogo del autor

Muchos somos los que amamos a este hermoso ser. La decisión de difundir conocimientos sobre cómo es este animal, es una humilde forma de “homenajearlo” por lo cual, esos conocimientos, están dirigidos a todos aquellos que, además de amarlo, tienen inquietudes respecto a cómo es, cómo se comporta, qué siente, cuáles son sus necesidades orgánicas, etc., ya que resulta tan admirado y amado, como desconocido en su condición de animal.

Los conceptos de afecto, simpatía y confianza justifican desde lo humano considerarlo un amigo, sentimientos que van más allá…, porque llegamos a sentir un gran amor por él.

El caballo genera una particular empatía , perceptible en quienes (como en mi caso y sobre todo por mi condición de médico veterinario), lo hemos “tratado” diariamente durante muchas décadas (como muchas otras personas); seguramente sea eso lo que haga más fácil la transmisión de conocimientos, información, lo que tiene además, sus razones: subyace la particular atracción con origen en la infancia y adolescencia (quizás por relación directa con el amor al campo canalizado como estudiante en nivel medio, de dos escuelas agrotécnicas), luego la facultad de veterinaria en la que a partir del avance en materias con mayor relación médica o zootécnica ha habido en lo personal, como alumno, un claro enfoque particular hacia todo lo relacionado con el caballo (con seguridad, a muchos colegas les ha pasado lo mismo, incluso con otras especies). Más tarde, la profesión fue enseñándome día a día, que este animal, [en principio paciente], era mucho más que un paciente (sobre todo en circunstancias de sufrimiento; es duro verlos sufrir).

Al apasionante ejercicio profesional cotidiano, de la práctica veterinaria equina, se sumaron dos vocaciones, ejercidas de manera simultánea: la docencia universitaria y la de difundir conocimientos sobre él por distintos medios; los pasos de los años reafirmaron, consolidaron y acrecentaron, lo que se tradujo en mayor conocimiento, mayor la valoración como animal y como ser, y por lo tanto, mayor el amor hacia él y su familia, (y con seguridad, quedan muchas cosas sin saber). O sea: una selectividad absoluta, que sin duda, repetiría. La práctica veterinaria equina es una especialidad apasionante que se ve acrecentada por el trato con este animal tan particular.

Una reflexión contra fáctica (y nostálgica), me permite asegurar, cuánto me hubiera gustado saber cuando tenía trece, catorce años, al menos algunas de las cosas que hoy sé, sobre su forma de ser.

Lo trataba, me atraía y mucho, pero no sabía cómo era o que sentía él… Mucho es lo que hubiera aprendido. Hubiéramos interactuado de distinta manera disfrutando más, el vínculo. De aquí también, el valor de que estos aspectos básicos puedan ser tomados por personas adultas, para que a su vez los transmitan a niños, adolescentes en los diferentes ámbitos de relación con el caballo (campo, escuelas de equitación, escuelas agrotécnicas, escuelas de aprendices de jockeys, etc.).

También en notable en muchas personas que en su niñez o adolescencia tuvieron contacto continuo con el caballo, conservan de él, una impronta imposible de borrar y eso es parte de la relación establecida, a lo que se agrega la valoración real como animal, sobre todo por sus servicios. Algo que también nos ocurre con el perro y en igual magnitud.

Como afirman los etólogos, trabajar con caballos desarrolla nuestra inteligencia emocional, aumentando la capacidad de entendernos a nosotros mismos, y a los demás. Vuelve a aparecer la empatía. El caballo tiene emociones, y las manifiesta a través del comportamiento, pero es su alta sensibilidad, la que le permite tener una conexión especial con el humano, quien, en la mayoría de los casos, no sabe que esto es así, y en esa conexión especial, la confianza que se le brinde, es el elemento fundamental de la relación. Y esto vale para el hombre de campo, para un jinete profesional, el médico veterinario, herradores, cuidadores, equinoterapeutas, y cualquier otra disciplina que incluya a los dos.

Si bien hay mucho para saber sobre el caballo, a los fines de la relación con nosotros y sus pares, es importante, casi esencial, conocer primero, cómo es su comportamiento natural en manada, en la que cada individuo tiene un papel, una jerarquía, “códigos”; eso está en su “memoria celular”; solo hay que descubrirlo y hoy gracias a la etología, es más fácil que hace cien años, ya que entonces se actuaba desde la sensibilidad personal, lo intuitivo o la simple observación, pero quedaban muchos aspectos sin conocer.

No son pocos los casos de personas que, compartiendo años con el caballo, descubren algunas facetas de su personalidad que las reconocen como “propias”; de ahí que a nadie asombrará que alguien diga: “Me siento identificado con el caballo”, o “Soy mitad caballo, mitad hombre”;pero esto solo se logra, cuando se sabe cómo es el caballo y se interactúa con él de manera regular.

Ahí se descubre que el caballo, no sabe de egoísmos, mezquindades, venganza, odio, resentimiento, malas intenciones, engaño, fraude, hipocresía, discriminación racial, social, corrupción, ambiciones materiales superfluas, competencia injustificada, conflictividad con sus congéneres, etc. El caballo, como el perro, vive el presente. Por lo tanto, podríamos aprender de ellos (al menos para aplicarlo a muchas situaciones).

Por otra parte, es observable lo siguiente: de las tantísimas personas que lo amamos, muchas tenemos la fortuna de estar o haber estado cerca de él, “convivir” con él, por razones de trabajo, uso diario utilitario, esparcimiento, deporte, terapia, etc., y es observable que a través del tiempo, se tiene del caballo algún conocimiento que en general es empírico, es decir, basado solo en la observación o experiencia directa sobre costumbres, hábitos, pero sin saber el “por qué” de cada reacción, estado, actitud o gesto; nada despreciable esto, pero insuficiente en cantidad y calidad sobre todo en aspectos de inteligencia, sensibilidad, conductas sociales o individuales, emociones, desde el punto de vista de la relación hombre-caballo, y en resguardo de una vida para él, de confianza, calma, confortable, sin malos tratos. Está demostrado que podemos ganarnos su “amistad”, desde abajo, es decir, sin montarlo.

En síntesis, él tiene desde el silencio, una importante información que los humanos no sabemos recoger solo por desconocimiento. Pero cuando la descubrimos, surge la empatía, el amor y admiración hacia él, se acrecienta.

Pero quiero poner énfasis, en algo particular (desarrollado en el Cap. V), para que el lector lo someta a análisis mientras esto lee: en relación a aspectos del comportamiento, sensibilidad, emociones, inteligencia, temperamento, carácter, miedos, experiencias, aprendizaje, actitudes, etc., podemos advertir cuántas similitudes tenemos los humanos, con el caballo; simplemente ocurre que nosotros, producto de una evolución distinta, elaboramos, resolvemos, canalizamos y exteriorizamos todo de manera ”algo distinta” y lo digo así, porque desde nuestra posesión del raciocino, le damos a cada cosa un matiz que en cada caso obrará de manera positiva o negativa.

Aunque “socialmente” para algunas personas, la mula ocupe un lugar “secundario”, no es así; en muchos lugares de nuestro país y del mundo, este animal suple al caballo y muchas veces de mejor manera, pero dada la estrecha relación genética como híbrido equino, tiene características en común, por lo que, valen para ella, todas las consideraciones que, pueden hacerse sobre el caballo.

Este trabajo entonces, apunta a que lo empírico deje de ser tal, para que el conocimiento que se tiene del caballo, sean acrecentados y consolidados desde lo científico, académico, didáctico, sobre todo en materia de etología, rama en la que se ha avanzado tanto en las últimas décadas, pero todo, de manera accesible a la comprensión.

Algo similar ocurre con los conocimientos sobre su funcionalidad física, necesidades y cuidados. Quienes están más cerca conocen solo algunas cosas; quienes solo lo aman, no conocen como oye, como ve, como come, como respira, cuanto duerme, etcétera.

En casi todas sus facetas, el aporte del arte, ha sido de gran valor en todas las épocas, por los conocimientos que ha aportado, ya sea en la pintura, escultura, el arte funerario, etcétera.

Con frecuencia, suele decirse del caballo que es un animal muy noble (a veces, “El noble bruto...” o ¡Qué animal más noble!). Cierto es que, para quienes lo amamos, genera un sentimiento, una emoción, a veces, difícil de expresar con palabras; es realmente así.

No es por naturaleza, agresivo; es sumiso pero muy inteligente y ha sido presa desde que apareció en el planeta hace unos 58 Ma (millones de años). La RAE, cita cinco o seis acepciones para la palabra noble y la más cercanamente aplicable al caballo, sería “estimable”; pero decir que el caballo es un ser estimable, es decir muy poco...; el caballo genera un sentimiento mucho más grande que la estima.

Por lo tanto, entiendo que, tratándose de un ser digno de ser amado, el calificativo más apropiado para él, debiera ser amable o adorable (que, con sentido figurado, adorar, es amar en extremo; y el caballo, genera eso... amor inmenso). Y así lo sentimos, un ser adorable, poseedor además de la mayor belleza esperable en un animal y una mirada única sin considerar, claro, la expresividad de la mirada de nuestro otro gran amor: el perro.

Podría parecer una exageración decir que la relación puede ser sublime, pero no lo es, ya que sublime, es algo extraordinariamente bello que produce una gran emoción. De modo que, el calificativo de “fanático por los caballos”, es inadecuado, ya que el fanatismo en cualquier ámbito, incluye irracionalidad.

La belleza del caballo, cautivó siempre al humano; su mirada mansa que no puede pasar inadvertida, es un bálsamo, para cualquier mortal; es transmisora de las más sanas intenciones y modalidades dignas de ser emuladas. Tocarlo, acariciarlo, genera una emoción particular. Eso es el caballo.

Agradezco a Dios, el haberme concedido la gracia de ser médico clínico de caballos y a la vez ejercer esa hermosa práctica que es la podología equina. Se sufre en muchas situaciones ante la impotencia o una evolución indeseable, pero otras son reconfortantes, al poder librarlos del sufrimiento, o mejorar su calidad de vida. De igual manera, resulta un enorme placer “hablar de él” de manera formal o informal al poder compartir conocimientos, y mostrar su forma de ser, o todo lo que con él tenga relación. Es una magnífica inyección de energía.

“Se ha creado una Edad de Piedra y una Edad de Bronce, que marcaron el paso de la vida salvaje a la bárbara; se debe al hierro el comienzo de la civilización; ha debido crearse también, la Edad del Caballo”.

Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888).

PARTE I

Introducción

La finalidad de este trabajo, es que este adorable animal, sea más y mejor conocido, por lo que este título puede parecer un desafío. Es claro, notable, el amor que sentimos por él, por su familia en general. Pero, a pesar de tanta unión en muchos casos, de tanta historia, hay muchas cosas que desconocen; no se lo conoce lo suficiente como animal, como especie, salvo aquellos que han convivido y conviven que conocen más “de cerca”, algunos rasgos de su personalidad, etc., a veces por sentido especial (feeling,onda, como solemos decir); aun así, esas personas, desconocen muchos rasgos, dado que “estar cerca” [físicamente], no suele ser suficiente.

Aquí, se falta a la regla de aquello tan antiguo afirmado por san Agustín, [La Trinidad, Libro x, Cap. i y ii ] quien decía: “No se puede amar lo que no se conoce” […], dado que, son muchos los humanos que lo aman o sienten un afecto muy especial, sin conocerlo, y eso es lo que pretendo, que se lo conozca, que se conozca a su familia; que se sepa más cosas de él. Eso intentare aquí.

Son muchas las cosas para transmitir y compartir para cubrir el objetivo propuesto e intentaremos ello por dos vías: por un lado, conocer más y mejor, los rasgos de su personalidad, temperamento, carácter, emociones, expresividad, conductas, etc.; con eso, nuestras percepciones serán mejores para la relación con él; por otra parte, conocer los aspectos sobre su “funcionamiento” como animal, que se relacionan con su anatomía, y necesidades para vivir, como alimentos, espacios, preferencias, cuidados, riesgos y muchas otras cosas. En ambos casos, advertirá el lector muchas cosas de él, (interesantes todas), que quizás ni las imaginaba. Si se lo cuida bien, vivirá más, servirá mejor, nos acompañará más años, estaremos junto a él, más años. La base de nuestra relación con el caballo, debe ser la confianza que le inspiremos y que llegará a ser recíproca; Así, nunca tendremos sorpresas negativas de su parte.

Entonces, validos son los siguientes interrogantes:

¿sabemos cómo es su temperamento; qué cosas lo asustan o lo disgustan o que la violencia humana le hace muy mal?,

¿de su sensibilidad, sus emociones, sus frustraciones?,

¿que el afecto es una necesidad permanente?,

¿que su carácter se puede modificar según se lo trate bien o mal?,

¿que si conociéramos sus formas de expresarse, nos entenderíamos mejor?,

¿acerca de sus necesidades como comer, ver, dormir, moverse, jugar?,

¿cómo oye y cómo ve?,

¿qué alimentos le gustan, no le gustan o le hacen mal?,

¿qué hay que hacer para mantenerlo sano y vivir más y cuánto vive?

Por ello, en el desarrollo de los distintos temas, aparecerán algunos datos que podrán parecer algo “técnicos”, pero no son complejos y resultarán de utilidad como ayudas adicionales, para entender mejor, cómo funciona su cuerpo, visto como “máquina”; por necesidad, en algunos casos, esto incluye números. Algunos otros datos, resultarán curiosos al compararlos con los de humanos y esa información, responderá en muchos momentos a las preguntas que el lector puede haberse hecho, sobre todo por curiosidad.

De ahí entonces, el interés de contar muchas de estas cosas, no sin antes hacer algo de su historia (que es también la de sus congéneres). Lleva mucho tiempo en este mundo, y seguro que otros animales tendrán sus historias, como los humanos tenemos la nuestra, pero es esta relación con el humano lo que hace interesante muchos aspectos de la vida del caballo. Es esta relación, la que ha planteado el interrogante respecto a si es una simbiosis. Quizás lo mismo ocurra con el perro, ya que para el hombre, caballo y perro son sus dos grandes amores. ¿Alguien podría dudarlo?

¿Una simbiosis?

Sin llegar a dominar el escenario mundial, ni representar una controversia permanente, este interrogante (a veces afirmación), suele aparecer siempre que se habla de esta hermosa relación humano-caballo, de algo menos de 6.000 años. Sin embargo, a la luz del concepto de simbiosis [“Asociación íntima de organismos de especies diferentes para beneficiarse mutuamente en su desarrollo vital”], el beneficio no ha sido mutuo; no ha habido reciprocidad, menos aún, proporcionalidad, ni siquiera considerando la provisión de alimentos o cuidados, sin los cuales, no dejaría de ser una especie. Por el contrario, él nos ha dado y aún nos da todo de sí donde esté; a través de los tiempos, nos ha servido como alimento, transporte, trabajo, arma de guerra, esparcimiento, contribuyó a difundir lenguas y culturas, colaboró aún lo hace, con la medicina humana y contribuyó de manera importante al desarrollo de la medicina veterinaria y hasta sirvió para dar calor a aquellos soldados como los de Napoleón en su retirada caótica de Moscú (1812) en la que los soldados extraían las vísceras de los caballos, para meterse y “protegerse” del frío; ha sido atracción en los circos y aún hoy, es parte de los hermosos espectáculos que hacen los lippizanos de la Escuela de equitación de Viena o los de las Caballerizas Reales de Córdoba, en España, entre otros.

Y ya recientemente, motivado por la pandemia de coronavirus (covid 19), vuelven a surgir en Argentina, como dadores de suero hiperinmune; algo que la gente no conocía, pero que el Ejército Argentino hizo durante muchas décadas con su laboratorio dirigido por médicos veterinarios, durante muchas décadas para producir sueros antiofídicos con toxina provista por el Instituto Malbrán y suero antitetánico de elaboración propia. Esta es una práctica antigua que se hacía ante la ausencia de quimioterápicos y de algunas vacunas; pero resultaba antieconómica. Actualmente con mayor disponibilidad de vacunas, se considera innecesaria excepto en el caso de tétanos o sueros antiofídicos, o la implementación como ahora, para pacientes con covid 19.

En todas las épocas, su utilización, impuso cambios de carácter socio-político, económico, cultural y tecnológico. Como dice Ulrich Raulff: “Si el caballo no hubiera existido, todavía estaríamos lanzándonos piedras”.

Una herradura en la Edad Media, un champú caro para su pelo hoy o el inmenso amor prodigado siempre, no ameritan la existencia de simbiosis. Aun considerando el buen trato y consideración, siempre ha sido nuestro esclavo silencioso, incondicional, por su condición natural cooperativa y sumisa. Es muy poco lo que le hemos dado; sin embargo, nos sigue ayudando ya que en los lugares más recónditos, seguirá llevando en su lomo, los niños a la escuela a algún ciudadano a emitir su voto, a algún enfermo que requiere asistencia, al gendarme que custodia en el monte o la montaña; seguirá siendo la gran ayuda en inundaciones, y el apoyo de quien sobrevive gracias al “cartoneo”, porque la política no lo hace, o durante “la pandemia” citada, hasta donde “hubiera señal”, para enviar su tarea con ayuda de su celular o tableta o llevar una vacuna, o las urnas en tiempos de elecciones. Valga igual reconocimiento para la mula.

Su función a través de la historia, ha sido trabajar ya sea tirando carros, trabajar en el campo, combatir, etc. Excepto combatir (aunque hoy aún se lo usa en ámbitos geográficos particulares), lo demás aún lo hace en distintos lugares del mundo, pero en el mundo actual y por efecto de la tecnología, ha pasado a hacer actividades recreativas, de esparcimiento, y deportivas. Y no está de más, decir que detrás de muchas de ellas, está el dinero, en lo que se ha dado en llamar la industria hípica; me refiero a las fortunas que se mueven gracias a él. Pero a su vez, están las fuentes de trabajo que demanda esta industria, ya que, en torno al caballo, hay casi una decena de actividades directas o permanentes, desarrolladas por actores varios como herradores, veterinarios y actividades afines, peones, capataces, proveedores de alimentos, proveedores de material para las camas, talabartería y accesorios, medicamentos, etcétera.

Hasta hace unas seis décadas, también llevaba a los humanos a su última morada, (algo que en Buenos aires comenzó en 1821 obviamente de manera más precaria), con aquellos coches fúnebres tirados por dos o cuatro frisones (berlinas los familiares) que, más allá del contexto, eran la atracción de grandes y chicos, por su estado, prestancia y bríos; ¡qué ironía!, los preparaban como para una fiesta, pero llevarían un muerto (que si pertenecía a la clase social más alta, llevaba cuatro caballos). En Argentina, fueron desplazados allá por los años 60 del siglo veinte, primero por el Kaiser Carabela y luego por el Rambler Ambassador. También ocurrió (y desde antes), en otras actividades derivadas de la mecanización.

Su ficha de presentación

DIE

Clase: Mammalia

Subclase: Theria

Infraclase: Eutheria

Orden: Perissodactyla

Suborden: Hippomorpha

Familia: Equidae

Género: Equus

Especies: Caballus [Asinus, hipotigris, mulus, hinnus, onager]

Para comenzar de manera ordenada, presentaré su ficha de identidad, su “tarjeta personal”; o sea, lo que los investigadores han denominado “clasificación taxonómica” (que también la tienen las plantas, los insectos, peces, etc.); hay nombres “raros”, pero obedecen a esta clasificación. Arbitrariamente, lo llamaré die (Documento de Identidad Equino).

Esta clasificación, es obra del reconocido naturalista, zoólogo y botánico sueco, Carlos Linneo en el año 1758 (y que, como otros, clasificó animales y plantas).

Etimología: ¿Por qué le habrán puesto caballo? El término latino utilizado para denominar al caballo era equus, mientras caballus, que derivó en la palabra “caballo”, es un término del latín tardío (vulgar), posiblemente de origen celta, que significaba en aquel entonces, “caballo castrado”. La palabra caballo, aparece en el año 932; proviene del latín caballus que significaba“caballo de bajo precio, caballo viejo o de mala apariencia” y también“caballo castrado”.

A diario, se usa la palabra caballo, aplicándola genéricamente a todos: al caballo castrado, al padrillo, yegua, potrillos, petisos, ponis, pero hilando más fino, caballo es el animal castrado.

“Yegua”, procede del femenino de equus, equa.

A los animales jóvenes en general se les denominaba pullus, textualmente “pollos”, que originó la palabra pulliter, pullitri que derivaría en “potro” o “potrillo”. En algunos lugares de Argentina como Cuyo y noa, a los mulares jóvenes, se les llama “pollinos”.

Respecto a la familia, (Fig. 1) digamos que siempre suele aparecer duda con esto, pero lo aclararemos ya: équidos son todos, dado que, por clasificación taxonómica, la familia se llama Equidae (“equide”), pero “equinos”, son solamente los caballos. Todos pertenecen al género Equus. Pero los otros “parientes”, burros, cebras, mulas, burdéganos, onagros u hemiones son especies (Asinus, Hipotigris, Zebra, Onager, Hemionus, Mulus). Si resultara difícil, sugiero centrar la atención en estos tres: Familia, Género y Especie (al menos para salir del paso en algún crucigrama, o programa de preguntas y respuestas).

Y como estamos en el comienzo, diré que, a modo de licencia, en algunos pasajes cuando me refiera a “sus hermanos”, me referiré a los caballos; cuando mencione a “sus primos”, ellos son el asno o burro, la cebra, la mula y algún otro que quizá ande por ahí todavía solo en alguna reserva (o ya no). Pero ello no es sentido literal, en cuanto a parentesco, sino solo una forma de marcar una distancia biológica ya que, si bien son de la misma familia, ellos son especies (no razas, porque como se verá, eso es otra cosa,).

Un poco de genética

Estas diferencias (que constituyen especies), además de las físicas, están marcadas por la genética, ya que la familia, tiene distinto número de cromosomas; el cromosoma, es el soporte de los genes y en estos, está toda la información respecto a los factores que resultan heredables.

Fig. 1: Familia Equidae. Todos son équidos, pero “equino”, es solo el caballo.

Sugenoma1, se descodificó en 2009, luego de muchos años de trabajo; fue la sexta especie animal a la que se le conoció el genoma. Al secuenciar el [genoma] equino, lo científicos pudieron estudiar el ADN de numerosas razas, y encontraron que hay más de un millón de diferencias genéticas entre las distintas razas. [El genoma humano se dio a conocer en 2001, pero se sabe que se estaba trabajando en él desde 1990].

Los caballos, tienen 32 pares de cromosomas, con más de 20.000 genes en total (o sea, más que el perro, pero menos que los bovinos; el hombre tiene entre 19.000 y 20.500 genes); el burro o asno tiene 31 pares y la cebra africana, 22, la de Somalia 23 pares y la de las llanuras, 16 pares. Ello hace que, entre otros factores, los cruzamientos naturales entre las distintas especies no sean algo corriente, excepto en el caso de la generación u obtención de la mula o el burdégano, como ocurrió en el antiguo Egipto, o en las últimas décadas como ha hecho el hombre trabajando con los genes y técnicas de inseminación artificial; pero como esto requiere otro tipo de explicación, será desarrollado en el apartado dedicado a Miscelánea.

Los humanos poseemos 23 pares de cromosomas, y como se dijo, el caballo, 32 pares; ahora bien: según investigaciones, de estos 32 pares, 17 (53 %), son iguales a los del humano, es decir, están en el mismo orden en que se encuentran en el humano (esto se denomina sintenia de especies; con el perro, los humanos compartimos solo un 30 % del genoma). Por lo tanto, compartimos con los equinos, la misma información genética, o lo que es lo mismo decir, que la información contenida en esos cromosomas equinos y humanos es la misma. Este curioso hecho, explicaría por qué “compartimos” con los equinos, unas noventa enfermedades hereditarias o “genéticas”.

Respecto a uno de sus antepasados (llamado Przewalski), el caballo conserva el 50 % de su carga genética y del orden en que están dispuestos, (esto también es sintenia).

Las razas

Una raza, es el conjunto de caracteres morfológicos y fisiológicos que se transmiten por herencia, y que diferencia a grupos de animales de una misma especie; o sea que, dentro de la especie caballus, hay razas: criolla, sangre pura de carrera, árabe, holstainer, orlöv, traeckener, y muchas otras.

Entre la especie equina existen unas 1.200 razas de las cuales solo 400 están reconocidas en registros oficiales. En el perro, ocurre algo parecido: 350 reconocidas oficialmente, y más de 800 sin reconocer.

En Argentina, se crían más de 25 razas con distintas finalidades y son registradas por las tres entidades de registros genealógicos reconocidos oficialmente: Stud Book, Asociación Argentina de Fomento Equino (aafe) y Sociedad Rural Argentina (sra).

A diferencia de la raza, un tipo, es una combinación de caracteres morfológicos y fisiológicos, que hacen a un grupo de animales o raza, aptos para una determinada función; entonces, se habla de tipo polo, tiro, salto, equitación, carrera, enduro, exposición (o show, como dentro de los árabes), etcétera.

Asimismo, las razas se han clasificado en “frías” y “calientes”, en sentido figurado, claro, dado que todos tienen igual temperatura (37,5 a 38,2 ºC). Esta forma de agruparlos, se refiere al temperamento, actividad, vivacidad, fogosidad, orígenes, y en cuanto a eso, son razas “calientes”, los SPC, los árabes, el akhal teke, de Turquía. Las tres provienen de regiones “calientes”, porque no olvidemos que los tres “padres” del SPC, son originarios del norte de África y de Aleppo, en Siria (algo que veremos más adelante).

Los de “sangre fría”, son caballos de mayor porte, pesados, esqueleto más grueso, mayor musculatura, cascos más grandes, etc. Son ejemplos de estas razas: clydesdale, suffolk, ardenés, nórico, shire, percherón, bretón, haflinger, entre otras.

Por otro lado, también se creó la clase “media sangre” (o “templada”, término que Argentina no usamos) y aquí se incluyen aquellas formas intermedias que se destinaron a actividades deportivas, aunque hoy en muchas disciplinas ecuestres, se usan también los puros SPC y árabes. Asimismo, y ya sin relación al temperamento o conformación, se usa la expresión “media sangre”, para indicar mestizaje o mezcla de dos razas, pero en la que una predomina (más “importante”), sobre otra y la que predomina, es la que se nombra.

Otras formas de llamarlo

En distintos ámbitos, se utilizan varios vocablos (algunos en desuso o menos uso), para referirse al caballo o sus “parientes”:

Corcel: Caballo, especialmente el que es ligero, de gran alzada y bella figura, como los que servían para los torneos y batallas.

Burros: Es una forma afectiva, por extensión del asno. Muy arraigada al ambiente del turf; de ahí también “burrero”, o “burreras” cuando se aplica a las milongas que hablan de los caballos de carreras. Burro proviene del latín burricus, significaba “caballo pequeño”.

Chuchos: Igual que el anterior, para los del hipódromo. Lo incorporó el lunfardo, a partir del vocablo italiano ciuccio, que significa “burro”. Es parte de la jerga del turf.

Flete: Tiene sentido ponderativo por velocidad o bondades como caballo2.

Jaca: Con este vocablo, se designa a cualquier caballo de poca alzada o altura, pero no es usado en Argentina.

Jacanea (hacanea): Es una jaca algo más grande que la anterior, pero menor que un caballo. Se usaba mucho en la Edad Media para viajar. Su nombre proviene del francés haquenée, y este del inglés hakeney, de Hackney, localidad cercana a Londres, famosa por sus caballos. No es vocablo usado en Argentina.

Pingo: Tiene sentido genérico, pero también afectivo y ponderativo; de aquí que se diga “pingazo”, lo cual se ha trasladado a la persona (hombre) de buenos procederes, siempre listo a ayudar, no conflictivo, sociable, etcétera.

Mancarrón: Este ya tiene sentido despectivo, viejo, bichoco, con achaques; proviene del español matalón con igual significado y además, que tiene heridas viejas o “mataduras”.

Matungo: Puede no ser despectivo, pero se lo usa para hacer diferencia con aquel que tiene, posee buenas cualidades físicas. (también “tungo” o Matucho).

Tungo: Forma apocopada de la anterior.

Parejero: El que participa de carreras informales “de parejas”.

Jamelgo: Caballo flaco, viejo y desgarbado, de poco valor y utilidad por cualquier motivo. (También “penco”). No es usado en Argentina.

Rocín: Caballo de mala estampa (“rocinante” el caballo de don Quijote; significa: funcionar o ser como un rocín). No es usado en Argentina.

Reservado: No es en sí mismo, sinónimo de caballo, sino una forma usada en las antiguas estancias solo para algunos. Cuando un caballo, parecía poco proclive a ser domado (“difícil”), se lo “reservaba” para poner a prueba a aquellos gauchos que buscaban trabajo como domadores. [Güiraldes, Juan J.; diario La Nación, Campo, 2 de noviembre de 2002], o en las yerras. En la actualidad, se le llama así, al caballo usado para competir en las “jineteadas”.2

En el mundo, cada país los llama de manera distinta, según su idioma; ejemplos (Tabla 1).

Tabla 1.Caballo en distintos idiomas

Albanés

kalë

Inglés

horse

Alemán

pferd

Irlandés

capall

Catalán

cavall

Italiano

cavallo

Croata

konj

Maltés

ziemel

Euskera

zaldi

Noruego

hest

Francés

cheval

Polaco

kon

Galés

ceffyl

Portugués

cavalo

Griego

αλοϒο

Rumano

cal

Finés

hevonen

Ruso

lOSHAD

Holandés

paard

Sueco

häst

 

Algunos números o datos sobre existencias:

1. Según la FAO (2014), en el mundo, hay aproximadamente 60.000.000, distribuidos así:

América: 33.500.000

Asia: 13.900.000 [7,4 millones, en China].

Europa: 6.313.400

África: 5.888.000

Oceanía: 401.0002.

2. Los Estados Unidos, tienen aproximadamente 10.300.000 de caballos, México 6.800.000, mientras que la población en América del sur, es de 13.500.000, siendo Brasil, el país con más caballos: 5.700.000.

3. En la República Argentina, hay 3.600.000, de los cuales están registrados3 (“censados”) 2.600.000, pertenecientes 212.000 establecimientos; el resto, anda por ahí, con o sin dueños, pero sin estar registrados de modo oficial. O sea que, si consideramos la cifra mayor, habría ochenta caballos, cada mil habitantes.

Buenos Aires, Corrientes, Chaco, Entre Ríos y Córdoba, concentran el 56 % con 1.470.000 cabezas, mientras que, la Ciudad de Buenos Aires y Tierra del Fuego no superan los 4.000 equinos.

Finalmente, digamos, que merecidamente y por iniciativa de la Federación Ecuestre Argentina, el caballo tiene “su Día”, en Argentina, ha sido instituido el 20 de septiembre por Ley 25125, desde 1999, en conmemoración a la proeza cumplida por Mancha y Gato que en esa fecha del año 1928, llegaron a Nueva York, llevados por el suizo Aimé Félix Schiffelly, luego de casi tres años y medio de marcha, con 504 etapas, atravesando trece naciones, con un promedio de marcha de 46 kilómetros por día.

1. C. M. Wade et al. “Genome Sequence, Comparative Analysis, and Population Genetics of the Domestic Horse”, Science vol. 326, 6/11/09. DOI: 10.1126/science.1178158. Fuente: SINC (Servicio de Información y Noticias Científicas).

2. Según Corominas, “Flete” proviene del francés fret, con significado de transporte, carga que se transporta, y que en América se tomó, además, como “Pago por cualquier transporte”, y luego al caballo con que se hacía el transporte y después, al caballo en general.

3. Fuente: Barbero Eduardo; Médico Veterinario; tesis Maestría en agronegocios; Fauba.

Capítulo 1Esta es su historia

La Historia, es algo que a muchos no les atrae, como a otros no les atrae las Matemáticas, o la Filosofía, pero en nuestro caso, es necesario abordar algo del pasado histórico del caballo, porque además de ser realmente atractivo, no hacerlo, significaría omitir una parte importante que, en muchos aspectos encierra la razón de “cómo son los caballos”. De ahí, el interés de hacer conocer cómo apareció en este mundo, como evolucionó, hasta llegar a ser como es hoy, cómo recorrió los continentes, etcétera.

Cómo apareció en este mundo45

Si fuéramos directamente a explicar esto, quedarían en el camino muchas cosas que ayudan a entender por ejemplo, cómo apareció el caballo en la Tierra. Durante más de 300 Ma (millones de años), dentro del Paleozoico, este mundo estuvo dominado biológicamente (mejor zoológicamente), por esos impresionantes seres que fueron los dinosaurios en sus diversas formas, tipos, tamaños, hábitos, etc., que estaban distribuidos por todo el mundo, (unos diez millones de ejemplares, según estimaciones), gracias a que entonces, no existía la división de continentes que hoy tenemos. Estaba esa gran masa continental que era Pangea, un supercontinente del Mesozoico (225 Ma AP > Antes del Presente); ello permitió que estos seres estuvieran en todos lados; sí, en todos lados, como lo confirman los fósiles encontrados. Ese supercontinente, comenzó a dividirse hace unos 140 Ma, y continuó dividiéndose, durante 80 Ma y en principio se formaron dos grandes masas que fueron Eurasia y Gondwuana, hasta llegar a la configuración que existe hoy desde hace unos 65 Ma (o sea, desde el comienzo del Cenozoico). [Véase más adelante, “puentes” y distribución/fauna].

Mientras estuvieron, ese dominio dinosáurico fue absoluto, pero un día, hace 65 Ma, estos seres desaparecieron según algunos investigadores, de manera súbita, según otros, no.

Según se acepta, un gran meteorito de unos doce kilómetros de longitud, impactó con la Tierra al norte de la península de Yucatán (México), hoy Chixulub, produciendo un cráter de ciento ochenta kilómetros de diámetro y mil cien metros de profundidad. Este fenómeno ocasionó tal desorden global, que los dinosaurios (y el 75 % de las especies), no pudieron soportarlo, por lo que comenzaron a extinguirse y ello “habría” ocurrido en muy pocos años (aún hoy se discuten estos tiempos).

Con la desaparición de los dinosaurios al final del Cretácico, se cerró la era Mesozoica (ya en el comienzo del período Paleógeno de la era Cenozoica). Según los estudios, la energía liberada, puede equivaler a la de un millón de bombas atómicas. Es así cómo, sin el dominio de los “grandotes”, muchos mamíferos se diversificaron porque encontraron mejores condiciones para hacerlo, y muchas otras especies, comenzaron a ver la luz del mundo, como fue el caso del caballo. Esto, a su vez pone en evidencia que el “equilibrio de especies”, del que tanto se ha hablado y se habla, no ha sido tal; en esa extinción masiva, muchas especies arrastraron a otras por lo que ese “equilibrio”, ha tenido tan poca solidez, como un “castillo de naipes”.

A partir de aquí, comienza la primera parte de su historia, que es la historia evolutiva, es decir, cómo fue cambiando su aspecto y llegar a hoy, sin morir en el intento, aunque, no todas las ramas que dio el primer antecesor, el Eohipuus, pudieron lograrlo; muchas se perdieron. En definitiva, la evolución biológica, no es más que el proceso de cambio que debieron experimentar, en la lucha por la subsistencia, lo que implica: adaptación al medio y selección natural. Esto es válido para todas las especies. El hombre necesitó miles de años, para tomar conciencia de esos cambios.

Aunque será ampliado mejor más adelante, sirva como dato comparativo, que la evolución del caballo, fue distinta a la humana, sobre todo en un rasgo: el humano, desde su salida de África dio muchos ejemplares que se sucedieron unos a otros como es el caso de Australopithecus, Homo erectus, Homo sapiens, Neanderthal, Cromañón, Sapiens de África, etc., aun considerando que algunos de esa cadena, también dieron alguna rama, más los casos de “desprendimientos” como el del chimpancé y gorila; por esto podemos hablar de [una] cadena evolutiva en cambio en el caballo, no. Se originaron muchas ramas, pero solo una, “los equus”, pudieron llegar hasta aquí. Puede compararse lo dicho, con un gran árbol de numerosas ramas, que crecieron, pero en un punto “se secaron”, menos una, la que llevó a que el caballo esté con nosotros. De esta forma, se puede comprender lo que sigue, en un contexto global.

Su primer antepasado, nació en América del Norte, en una región que hoy ocupan los estados de Wyoming, Colorado y Nueva México (región conocida como una de las tantas “badlands” del mundo). Vale entonces remarcar ya algo que muchas personas (al menos en América del Sur), tienen como dato falso: El caballo no vino a América desde España por primera vez. Es originario de América. También vino de España, pero eso fue “ayer” hace apenas 500 años (en 1493, 1519 y siguientes), pero esto, será expuesto más adelante, cuando desarrolle cuándo y cómo fue su llegada a América con los “conquistadores”.

Pero ¿de qué época es el caballo? En la clasificación existente sobre las eras geológicas, Períodos, Épocas, etc., (Tabla 2) debe decirse que el caballo pertenece al Período Terciario (75 Ma AP) con sus épocas: Paleoceno, Oligoceno, Eoceno, Mioceno y Plioceno) y al Período Cuaternario, con sus dos épocas: Pleistoceno y Holoceno, pero en América, estuvo hasta fines del Plioceno. O sea, que su historia se desarrolló entre el Terciario y el Cuaternario.

Tabla 2.Períodos y Épocas

PERÍODOS

ÉPOCAS

ANTIGÜEDAD (Mill/años)

DURACIÓN (Mill/años)

SECUNDARIO

Triásico

252

51

Jurásico

201

56

Cretácico

145

79,5

TERCIARIO

Paleoceno

65,5

9,7

Eoceno

55,8

21,8

Oligoceno

34

11

Mioceno

23

17,5

plioceno

5,5

3,7

CUATERNARIO

Pleistoceno

1,8

1

Holoceno

100.000

Actual

 

Como corresponde, los nombres usados para los distintos ejemplares, son latinos y parecen raros, pero cada investigador eligió un nombre por alguna causa y lo reflejó en raíces griegas o latinas. Además, la forma de escribirlos, esta normada por la RAE. Ella ha determinado la manera de expresarlos gráficamente, y así lo haremos.

El primero

El primer ejemplar de la familia, (Equidae) se llamó Eohippus, (Fig. 2) nombre dado por March, en 1870, porque esa época correspondía al Eoceno, por lo que también al Eohippus, se lo llamó “caballo del Eoceno”, “caballo del alba” (eós, en griego, es “aurora”). Habría evidencias, que el Eohippus sería un derivado del Phennacodus primaevus, otro ejemplar parecido también con cinco dedos, bajito, menos de 50 cm. Hasta donde se sabe, no hubo formas intermedias entre Phennacodus y Eohippus.

El Eohippus, era en realidad muy pequeño: unos 35 centímetros de altura, lomo algo encorvado, unos 6 kilos de peso y 4 o 5 dedos en cada miembro o “patas”. Hablando de “patas”, y como a lo largo de la obra serán mencionadas muchas veces, parece apropiado dejar establecido ya, que en adelante usaremos “manos”, cuando se haga referencia a las delanteras y “patas” cuando sean las traseras. En definitiva, es como hoy lo hacen que está más en contacto con el caballo. El asunto es que, de tener varios dedos, pasó a tener uno solo, como el que hoy tiene.

Como fue dicho, este primer ser (Eohippus), dio origen a numerosas “variedades” o “ramas” (llamémoslas así por el momento); a lo largo del tiempo, fueron desapareciendo, pero una sola logró seguir evolucionando hasta lo que es hoy. Esa rama, fue el Equus. Más adelante serán presentados y descritos, algunos miembros más destacados de esas ramas (y que habitaron en América, Europa, Asia y África).

Durante quince siglos, por razones religiosas se evitó hablar de evolución; hasta podía encuadrarse como “herejía”. Pero hubo hombres que estudiaron y aportaron mucho y que supongo conocerás, como Anaximandro, Empédocles o Aristóteles, antes de Cristo y otros como Lamarck, Cuvier, Darwin, Linneo, en los ss. xviii, xix y más modernos también (un dato al pasar: Darwin, hombre muy estudioso de todas estas cosas, en su paso por Argentina, allá por 1833, encontró un molar de un caballo, en cercanías de Bahía Blanca).

Para tener en cuenta: gran parte de la evolución la hizo en América, y todos los cambios que experimentó, fueron con fines adaptativos y de supervivencia. Los dinosaurios se fueron, pero el caballo tuvo que compartir épocas y geografías, con otras especies, algunas depredadoras, como el “ave del terror” de casi dos metros de altura, como un avestruz gigante, o el tigre “dientes de sable”. Claro, no eran iguales a los que hoy conocemos; eran antepasados de los actuales y algunos daban miedo sin ser feroces, solo por su apariencia.

No había mucho que pensar…, o se adaptaban y la vida seguía o desaparecían también. El camino fue muy largo; debió adaptarse a cada clima, terreno y alimentos. Esto ocurre en cualquier especie: la única forma de sobrevivir, es adaptarse a un nicho particular.

Como es lógico suponer, en las distintas épocas se “codeó” y compartió hábitats, con muchísimas especies que también estaban en proceso de evolución; muchas de ellas las tenemos aún, aunque muy distintas a cómo eran en aquellos tiempos. Por ejemplo: cerdos gigantes o entelodontes, 54 Ma AP; armadillo gigante y brontothere, 30-55 Ma AP; indricothere, 30-25 Ma AP; dientes de sable o smilodon, 12 a 2 Ma AP; gliptodonte, 12 a 2 Ma AP; macrauchenia, 7 Ma AP; megatherio, 3 Ma AP; perezoso gigante, 3 Ma AP; ave del terror, 2,5 a 2 Ma AP (un feroz depredador nuestro); mamut, 135.000 a 11.000 años AP; megatherio, 8.000 años AP, etc. Así que, existiendo tantos depredadores, podemos comprender por qué su visión debía ser más periférica que frontal… (algo que será explicado en el Capítulo 7).

Fig. 2: Eohippus (reconstrucción). (Fuente: Museo Británico de Historia Natural).

La relación con el Homo sapiens

Aunque el género humano, aparece hace un millón de años, el contacto con el caballo, es muy “reciente” ya que consta que con ellos, nos hemos “cruzado”, en la vida, hace unos cuarenta mil años (época del Hombre de Cromañón; un Homo sapiens), cuando servía de alimento al humano (así lo dicen los huesos equinos hallados con marcas, señales de haber sido cazados con herramientas rudimentarias). No pasaron desapercibidos, según lo reflejan las numerosas pinturas rupestres de distintos lugares.

La mencionada nueva configuración del planeta, representó para la difusión de las distintas especies, un obstáculo en algunos casos y un beneficio en otros. Pero, ¿qué significa esto?, que mientras existió aquel supercontinente (Pangea), todo unido, todas las especies podían difundirse; no había obstáculos físicos, geográficos para el desplazamiento, pero con continentes separados, fue distinto, porque, además, a través de la historia geológica hubo muchos vaivenes durante muchos millones de años; esto significa que en algunas épocas existieron obstáculos que representaron “filtros” para la difusión o migración.

Y así se los llamó: puentes filtros [Rizzo-Sempé]. Estos puentes, influyeron en la dispersión del caballo por el mundo y vayan estos ejemplos concretos, descritos por los investigadores antes mencionados: a) el puente Alaska-Siberia (estrecho de Bering) y b) el puente de América Central. Pero en relación directa con ellos, están esos grandes fenómenos que fueron las glaciaciones (¡15 glaciaciones en 2.000 Ma!), con sus períodos interglaciares de mayor temperatura. Ocurrieron cuatro glaciaciones, en el último millón de años, conocidas como las “glaciaciones del Pleistoceno” durante las cuales ¡dos tercios de los continentes estuvieron ocupados por hielo!

Un día se fue

Es decir, el caballo emigró de América; aunque, lo de “un día”, es una forma de decir; digamos mejor, “salió a explorar el mundo…” lo que implica, una historia migratoria. Y, ¿por qué interesa esto?, por dos cosas: porque para ir al Viejo Mundo (sin saber qué era eso, ni dónde estaba), se encontró con escollos y facilidades y una vez allá, se dispersó por Europa, Asia y África y terminó de evolucionar. También migró hacia América del Sur.

La salida de América del Norte: en algunas épocas muchas masas continentales estuvieron sumergidas durante millones de años; luego emergieron, etc. Las glaciaciones causaron serias modificaciones; las masas de hielo tenían trecientos, cuatrocientos metros de espesor; los mares bajaban más de ciento treinta metros; había períodos muy fríos y períodos más cálidos. Pero cuando pudo, sorteó muchos de esos “filtros” y logró pasar. Esto comenzó al final del Plioceno, o sea, unos 2,5 Ma antes del presente.

En el caso del estrecho de Bering, (o Beringia; ochenta y cinco kilómetros de ancho) la mayor parte de la historia geológica estuvo con posibilidad de ser atravesado, pero hace 75 Ma, se sumergió y solo pudieron pasar algunas especies con características para poder hacerlo (no el caballo ni los primates superiores). Recién con las glaciaciones del Pleistoceno, al bajar los mares, el puente quedó “habilitado” durante un millón de años y hubo así, pasaje de especies hacia ambos lados, incluido los humanos en un tiempo “más reciente” no mayor a los cuarenta mil años, en distintas “oleadas” y con seguridad buscando mejor ambiente y más alimentos. Por eso lo dicho sobre las historias distintas: los humanos vinimos desde el Viejo Mundo hacia América, y el caballo hizo el camino inverso. Claro que, como podrá apreciarse, en épocas muy distintas.

Este pasaje hacia Siberia, Mongolia, no lo hizo ni en un día ni pasaron todos juntos. Algunos lo lograron y otros se extinguieron en América antes de intentarlo y finalmente otros también se extinguieron por otras causas.

Una vez en Siberia, se fue desplazando hacia la actual Mongolia y allí, en sus vastas mesetas (2.800.000 km2) y con el lago Balksha al oeste (en Kazajistán), siguió con su evolución hasta completarla.

Cierto es que debieron pasar muchos años hasta que sus antepasados, evolucionaran a lo que es en la actualidad, “el caballo doméstico”, pasando a su vez, por dos parientes intermedios más cercanos.

Difusión: Desde la meseta de Mongolia, desierto de Gobi, y sus regiones aledañas (estepas en general), continuó emigrando en dos corrientes (Fig. 2 a): una, se dirigió hacia la actual Europa y tras cruzar los pirineos, llegó a la península ibérica. De esa rama salieron también hacia los actuales países nórdicos dando ejemplares que adquirieron otra conformación. Los celtas (de origen indoeuropeo), que se expandieron por la península ibérica, antes de la llegada de los romanos, fueron los primeros en introducirlos, allá por el 1200, 1100 a. C. por esta vía del norte. Esos pueblos que se asentaron al norte o noroeste de la península, comenzaron a usar el caballo, para silla hacia el 1000 a. C. Anteriormente, los usaban solamente para tirar de los carros. La otra rama o corriente, a través de los montes Zagros y Cercano Oriente, llegó al norte de África. Pero ninguna línea de dispersión natural, llegó a Oceanía. Allí, lo llevó el hombre (lo que, en términos de comparación, fue hace muy poco tiempo).

Fig. 2 a: Las dos corrientes de difusión por el Viejo Mundo.

El caso del filtro de América Central, fue así: durante 90 Ma (del Cretácico al Paleoceno), esta región estuvo sumergida. Esto indica imposibilidad de paso de norte a sur y viceversa. Luego, a fines del Eoceno y Oligoceno, hubo conexión continental por 12-13 Ma. Luego otra sumersión por 20 Ma. Recién a fines del Plioceno (unos 3 Ma AP), se estableció la conexión continental “definitiva”, que permitió el pasaje de especies como pumas, ciervos, perros, gatos, llamas, tapires, etc., y ¡el caballo! También hubo pasaje de especies hacia América del Norte, como conejos, quirquinchos, perezosos, megaterios, y otros. Ya para esta época, el caballo caminaba con un solo dedo.

Este pasaje hacia América del Sur, también fue interesante: lo hizo en el Plioceno, y solo fue posible cuando emergió esa zona central con el hoy Istmo de Panamá, hace tres millones de años. Pasaron tres géneros de Pliohippus (como se verá más adelante), y el género Equus pasó más tarde y se diseminó por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Bolivia, Chile, Uruguay y Argentina. (Fig. 2 b).

Fig. 2b: Difusión del caballo hacia América del Sur.

Y también se extinguió…

La extinción en América del Norte, se habría debido a la caza por parte de los paleoindios (8.000 años a. C.), al usarlo como alimento durante cuatro mil años al final del Pleistoceno por carencia de mamut y reno y los cambios climáticos que se generaron. Los cambios climáticos del Paleolítico Superior (35.000 a 10.000 AP), lo afectaron gravemente lo mismo que a los mamuts, renos entre otros herbívoros)6. O sea que, de sus antepasados, solo quedaron en el mundo, los que pasaron a Eurasia (y como habíamos adelantado, volvió a América con los conquistadores en el s. XVI).

En estos tiempos, el hombre, comenzaba a domesticar el perro, que después, pasó a ser el otro gran amor (ello ocurrió entre 31.000 a 19.000 años AP), pero no antes porque como subespecie del lobo, no les fue tan fácil domesticarlo. Con el lobo ya tenían contacto desde muchísimo tiempo antes, cuando el Homo erectus, (500.000 a 250.000 AP), comenzó a dominar el fuego.

En resumen: El caballo es originario de América del Norte; aquí cumplió una parte de la evolución; cuando las condiciones geológicas lo permitieron, emigró al Viejo Mundo y a América del Sur. En el continente americano, se extinguió, por lo que solo quedaron los que pasaron a Eurasia, que terminaron de evolucionar y después de muchos miles de años, dieron origen a la familia a la que pertenece hoy: el Equus caballus o caballo moderno.

4. Rizzo, Antonia y Sempé, Ma. Carlota: El caballo, su evolución e historia (1999).

5. Cecilia, Vignau Ruiz; Historia del caballo, Partes I y II (2003).

6. Agüera Carmona, Eduardo; Domesticación y origen de la doma y manejo del caballo. Universidad de Córdoba (España); 2005, 2008/2009.