Temas actuales en psicoanálisis contemporáneo - Alejandro Ávila Espada - E-Book

Temas actuales en psicoanálisis contemporáneo E-Book

Alejandro Ávila Espada

0,0

Beschreibung

Durante más de un siglo, el psicoanálisis ha evolucionado en el conocimiento del ser humano progresando en sus principios teóricos y terapéuticos. Del mismo modo, cada vez es una disciplina más integrativa teniendo en cuenta los desarrollos de paradigmas como las neurociencias, la psicología, la sociología o la antropología cultural. Temas actuales como el género, las nuevas perspectivas en trauma, la subjetividad de paciente y terapeuta o el campo neurocientífico son abordados actualmente desde una perspectiva contemporánea del psicoanálisis, con una actitud abierta y dinámica no conocida hasta ahora. El lector encontrará estas conexiones a través de los coautores que redactan esta obra, reconocidos profesionales con décadas de experiencia clínica y docente. Esta experiencia y la integración de conocimientos pueden verse a través de los múltiples casos expuestos que harán llegar al lector a la comprensión de la psicoterapia psicoanalítica contemporánea.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 385

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Luis Raimundo Guerra Cid

Silvia Jiménez Torres(Editores)

TEMAS ACTUALESEN PSICOANÁLISISCONTEMPORÁNEO

Colección Psicoterapias

TEMAS ACTUALES EN PSICOANÁLISIS CONTEMPORÁNEO

Primera edición (papel): diciembre de 2021

Primera edición (epub): marzo de 2022

© Luis Raimundo Guerra Cid, Silvia Jiménez Torres (eds.)

© de esta edición:

Ediciones Octaedro, S.L.

Bailén, 5, pral. – 08010 Barcelona

Tel.: 93 246 40 02

[email protected]

octaedro.com

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN (papel): 978-84-18819-43-8

ISBN (epub): 978-84-18819-44-5

Diseño de la cubierta: Tomàs Capdevila

Ilustración de la cubierta: Javier García Mora

Revisión científica: Laura Tormo Martínez

Realización y producción: Editorial Octaedro

Sumario

Prólogo

ROSA DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ

Introducción. La imparable evolución del psicoanálisis

LUIS RAIMUNDO GUERRA, SILVIA JIMÉNEZ

SECCIÓN IELTRAUMA DESDE MIRADAS CONTEMPORÁNEAS

1. Itinerarios del trauma: del trauma janetiano al trauma relacional

LUIS RAIMUNDO GUERRA CID

2. El trauma narcisista: desde Kohut al psicoanálisis relacional

ALEJANDRO ÁVILA ESPADA

3. Escisión y disociación. Con especial referencia al pensamiento de Philip M. Bomberg

CARLOS RODRÍGUEZ SUTIL

SECCIÓN IITEMAS ACTUALES DESDE MIRADAS CONTEMPORÁNEAS

4. El cuerpo siempre ha estado ahí, integrado en lo extraño

MARÍA D. CABRELLES SANZ

5. Psicoanálisis relacional con perspectiva de género: de la teoría a la práctica

SILVIA JIMÉNEZ TORRES, SANDRA TORIBIO CABALLERO

6. El container de Mitchell: hacia un enfoque dialytico-relacional

LUIS RAIMUNDO GUERRA CID

SECCIÓN IIILA CASUÍSTICA DESDE LA MIRADA RELACIONAL E INTERSUBJETIVA

7. Tratamiento del abuso sexual: sumergiéndonos en la experiencia y el contexto

ROSA VELASCO

8. Explorando los límites de la comprensión y la empatía en el proceso psicoterapéutico

FRANCESC SÁINZ BERMEJO

9. Tratando el sufrimiento: aspectos teórico-prácticos desde la perspectiva intersubjetivista y desde los sistemas de acomodación patológica de B. Brandchaft

SILVIA JIMÉNEZ TORRES

Autoría

Índice

Prólogo

ROSA DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZ

Introducción. La imparable evolución del psicoanálisis

LUIS RAIMUNDO GUERRA, SILVIA JIMÉNEZ

SECCIÓN IEL TRAUMA DESDE MIRADAS CONTEMPORÁNEAS

1. Itinerarios del trauma: del trauma janetiano al trauma relacional

LUIS RAIMUNDO GUERRA CID

1.1. Precursores esenciales en el estudio del trauma

1.2. Los diversos tipos de trauma

1.3. El trauma relacional

La psicología del self

La teoría del microtrauma intergeneracional

Los traumas de género

El role reversal

El gaslighting

La teoría microtraumática de M. Crastnopol

Microtraumas intergeneracionales de sesgo positivo

Microtraumas intergeneracionales de sesgo negativo

Referencias bibliográficas

2. El trauma narcisista: desde Kohut al psicoanálisis relacional

ALEJANDRO ÁVILA ESPADA

2.1. Introducción

2.2. ¿Qué es el narcisismo?

2.3. La línea de desarrollo narcisista

2.4. Variantes del narcisismo. Sentido y función de sus transformaciones

2.5. ¿Qué es el trauma narcisista?

2.6. Reflexiones relacionales en torno al narcisismo, el trauma narcisista y su trabajo psicoterapéutico

Referencias bibliográficas

3. Escisión y disociación. Con especial referencia al pensamiento de Philip M. Bomberg

CARLOS RODRÍGUEZ SUTIL

3.1. Introducción

3.2. Disociación frente a escisión

La Irene de Janet

3.3. La disociación del Yo y el trauma

3.4. Disociación en el enactment

Referencias bibliográficas

SECCIÓN IITEMAS ACTUALES DESDE MIRADAS CONTEMPORÁNEAS

4. El cuerpo siempre ha estado ahí, integrado en lo extraño

MARÍA D. CABRELLES SANZ

Referencias bibliográficas

5. Psicoanálisis relacional con perspectiva de género: de la teoría a la práctica

SILVIA JIMÉNEZ TORRES, SANDRA TORIBIO CABALLERO

5.1. Introducción

5.2. Conceptos clave

5.3. Por qué es necesaria la perspectiva de género

5.4. Cómo la perspectiva de género cambia la técnica de la psicoterapia relacional

Algunas viñetas de Sandra Toribio

Viñeta clínica de Silvia Jiménez

5.7. Por qué el psicoanálisis relacional es feminista

Referencias bibliográficas

6. El container de Mitchell: hacia un enfoque dialytico-relacional

LUIS RAIMUNDO GUERRA CID

6.1. Introducción

6.2. El container de Mitchell

6.3. Los sistemas dinámicos no lineales como base para un enfoque dialytico-relacional

Condiciones iniciales y sensibilidad dependiente

Atractores

Emergencia y fractabilidad en los SDNL

6.4. Visión de la relación terapéutica

6.5. Un enfoque integrador en la psicopatología y el trauma

6.6. El trabajo con el self

Referencias bibliográficas

SECCIÓN IIILA CASUÍSTICA DESDE LA MIRADA RELACIONAL E INTERSUBJETIVA

7. Tratamiento del abuso sexual: sumergiéndonos en la experiencia y el contexto

ROSA VELASCO

7.1. Introducción

7.2. El sentimiento de vergüenza

7.3. La «diosa del sexo»

7.4. Dolor en el alma

7.5. Dar cuenta de sí misma

7.6. Contexto de desarrollo

7.7. Aceptación y reconocimiento de la vulnerabilidad

7.8. «Descalzos en el parque»

Referencias biliográficas

8. Explorando los límites de la comprensión y la empatía en el proceso psicoterapéutico

FRANCESC SÁINZ BERMEJO

8.1. El punto de partida

8.2. Unas notas sobre el psicoanálisis oficialmente reconocido o institucional

8.3. Hipermodernidad y psicoanálisis

Caso A: Morir no depende únicamente de querer vivir

8.4. Las teorías son limitadas y los logros terapéuticos también

Caso B: Duelo por la muerte brusca de una hija

8.5. Comprender a pesar de los límites

Caso C: Refugios psíquicos para un joven de 19 años

8.6. La empatía no actúa bajo el control de la voluntad

8.7. Recalculando los objetivos terapéuticos

Caso D: Marcos tiene que ser un músico excelso

Referencias bibliográficas

9. Tratando el sufrimiento: aspectos teórico-prácticos desde la perspectiva intersubjetivista y desde los sistemas de acomodación patológica de B. Brandchaft

SILVIA JIMÉNEZ TORRES

9.1. Introducción

Breve viñeta clínica (I)

Breve viñeta clínica (II)

9.2. La hermenéutica de la acomodación patológica

9.3. La acomodación patológica del terapeuta

Breve viñeta clínica (III)

Referencias bibliográficas

Autoría

Prólogo

2021. Es el principio del verano y recibo, por parte de la dirección del Instituto de Formación en Psicoterapia IPSA-Levante, la solicitud de escribir el prólogo de su próximo libro, que van a publicar conmemorando el XX aniversario de la creación del Instituto.

Tenía un tranquilo y rural verano por delante, pero es un gran honor que Raimundo Guerra haya confiado en mí para esta empresa, por lo que me pongo manos a la obra, y decido compaginar mis incipientes tareas de horticultura con las reflexiones que me sugiere la lectura de este libro.

Hace más de 15 años que conozco a L. Raimundo Guerra y a Silvia Jiménez, y siempre ha sido tremendamente gratificante compartir con ellos la asistencia a conferencias, jornadas y congresos, tanto en España como en otros países adonde nos han llevado intereses comunes. Quienes los conozcan saben que siempre han sido –y lo siguen siendo, como lo demuestra este proyecto– partícipes activos y muy entusiastes, con grandes deseos de congregar y transmitir sus investigaciones, conocimientos y experiencias clínicas.

En todos estos años, y cada vez con más frecuencia, se ha contado con su presencia, tanto a nivel organizativo como mediante sus conferencias y trabajos. Si bien últimamente, por el efecto de la pandemia COVID-19, no ha sido posible compartir físicamente los mismos espacios, sí ha sido viable contar con ellos vía online, como quedó patente en su participación en las VI Jornadas Bienales del Instituto de Psicoterapia Relacional (IPR) convocadas recientemente por el Instituto Catalán D. Winnicott. Con sus contribuciones, siempre entusiastas y ricas, realmente nos hacen sentir que somos miembros de la misma comunidad.

Celebrar el XX Aniversario del Instituto IPSA-Levante les lleva –y nos lleva– a plantear una reflexión sobre algunos de los «temas actuales en psicoanálisis contemporáneo». ¡Menudo reto!, siempre presente, muy necesario, pues el psicoanálisis, con su ya más de un siglo de existencia, requiere mostrar que es una perspectiva presente, actual, en constante renovación. Un reto tan amplio como para dar cabida, no solo a los ocho autores que intervienen en esta obra, sino a muchos más. Pero supongo que la pretensión de los compiladores era no hacer algo demasiado extenso. Es la tarea de este libro, donde se abordan sobre todo temas muy actuales, sin dejar de lado la revisión, una nueva vuelta de tuerca a conceptos en los que los psicoterapeutas estamos revisando nuestro posicionamiento con frecuencia.

Comenzamos la lectura del libro asistiendo a la exposición de un recorrido por las vicisitudes de la formación y desarrollo del trauma relacional, y cómo a lo largo de la historia se ha ido cambiando la concepción del mismo, hasta llegar al momento actual, dando cuenta de los autores más relevantes, así como de las diferentes maneras de clasificar o identificar el trauma. Se hace especial referencia a los microtraumas acumulativos, traumas puntuales que suelen marcar definitivamente la personalidad del individuo, según su capacidad de poder responder a las situaciones «estresoras», y a la importancia que tiene el atender a los microtraumas intergeneracionales. Me parece muy relevante destacar que en la exposición del tema del trauma subyace la firme convicción de que atravesar ciertas situaciones traumáticas puede ser una valiosa oportunidad para la reconstrucción personal, de la que se puede beneficiar el individuo en la constitución de su self, al tener presente, entre otras, la aceptación de limitaciones. Como sucede en la naturaleza, los obstáculos son también oportunidades.

Se pone aquí de manifiesto la importancia del ambiente relacional en la elaboración del trauma –y muy especialmente la relación terapéutica– como una manera de experimentar relaciones de calidad, incluyendo la posibilidad de reparación de situaciones traumáticas, así como el valor terapéutico de construir un relato paciente-terapeuta de la experiencia traumática para poder ceder el paso a una nueva vida y salvar las dificultades de relación con uno mismo y con los demás.

Y nos presenta reflexiones sobre la importancia de la línea de desarrollo narcisista en la formación de la personalidad sana, subrayando el valor adaptativo de la constitución y restauración narcisista primaria para la salud, frente a las huidas narcisistas hacia la patología que se despliega por las carencias de narcisización necesaria, poniendo así en valor las transformaciones del narcisismo primario para llegar a la madurez como sujeto a través de sus capacidades evolutivas. La opción de enquistarse en un carácter narcisista que utilice a los demás como fuentes de gratificación puede ser superada por medio de transformaciones como la creatividad y el sentido del humor, en un escenario relacional rico en oportunidades.

Y en consonancia con lo anterior, se destaca también la función que cumplen las resistencias y las estructuras de acomodación patológica por las que, con el fin de proteger el vínculo de apego que se considera amenazado para preservarlo y como medio de autoprotección, se toman como propios los sentimientos y puntos de vista del otro, ajustándose y encajándose en el mundo como cuidador/a y renunciando a las propias necesidades. La psicoterapia será una oportunidad de revertir esa inversión de rol.

Frente al trauma, y el origen interpersonal del mismo, asistimos a la exposición de apuntes diferenciales entre disociación y escisión como mecanismo defensivo. Se plantea la disociación como uno de los destinos de la escisión, haciéndose hincapié en su valor de adaptación ante experiencias traumáticas excesivas, a la par que se realiza un recorrido histórico del concepto de escisión, el mismo nexo entre trauma y disociación, subrayando la importancia de la narrativa como medio de elaboración del trauma, pues uno de sus efectos presentará como bloqueo cognitivo la imposibilidad de pensarlo y comunicarlo en las relaciones significativas.

La obra avanza en otros conceptos de gran calado actual: cómo las neurociencias pueden ayudar a dar respuestas a los distintos estados emocionales y la necesidad de adaptación de todos los individuos, pero sobre todo de nosotros, los psicoterapeutas, para afrontar los nuevos retos que se plantean en la sociedad actual –caracterizada por la gran incertidumbre ante un sinfín de vivencias nuevas, extrañas a nuestra experiencia cultural y social por las situaciones que estamos viviendo, por ejemplo, la pandemia de la COVID-19–, pero también el derrumbe de las falsas seguridades del pasado, desafiadas ahora por grandes retos como el cambio climático o el derrumbe ético de los valores occidentales. Por lo que debemos tomar conciencia de cuáles son las necesidades reales, redescubriéndonos ante situaciones nuevas y pasando a primer plano las necesidades de autocuidado de los psicoterapeutas si queremos estar en condiciones de ayudar a otros. Siendo la curiosidad y la búsqueda creativa algo que el terapeuta no debe dejar de lado, para ir más allá de lo que el paciente presenta de manera manifiesta y así posibilitar esa segunda oportunidad de ser con los otros.

En ese escenario es central la revolución que ha supuesto el desarrollo de la perspectiva de género como construcción psicosocial que sesga y determina cualquier manifestación «patológica» y tener en cuenta las distintas maneras de enfermar (psíquica y somáticamente) de hombres y mujeres; formas que no se sustentan por sí solas en las diferencias constitucionales o biológicas. Por ello, el abordaje psicoterapéutico desde el punto de vista relacional de género contribuye a clarificar procesos que de otra manera podrían quedar en segundo plano, denunciando las «normas» y valores que se esperan de una mujer para considerarla sana; valores patriarcales que, cuestionándolos, permiten recorrer el camino que hace posible poner en valor la subjetividad individual.

Una característica distintiva de esta obra es que tenemos acceso a una revisión de las semejanzas entre la obra de Luis Cencillo y las corrientes relacionales con el valor que tiene su pensamiento, ya esbozado en los años setenta, en el que se unían psicoanálisis y antropología, (entre otras ciencias), una aportación considerada pionera y precursora del enfoque relacional en psicoterapia. Aquí se unen y comparan el enfoque dialytico y el relacional, en contraposición al psicoanálisis «clásico». Ambos enfoques (dialytico y relacional) tienen en común las fuentes sobre las que se apoyan en el nivel nivel epistemológico y ontológico, las neurociencias, las bases antropológicas del ser humano y el rechazo al concepto de mente aislada, así como el abandono de la teoría de la pulsión. Y en esa línea nos invita a revisar la similitud del concepto de container desarrollado por Stephen Mitchell con la propuesta del modelo «dialytico-relacional» como integración de conceptos de ambos modelos de trabajo con base en la teoría de los sistemas dinámicos no lineales y el concepto del «efecto mariposa» como explicación de los cambios bruscos entre sistemas a partir de pequeñas variaciones. Se trata de la importancia del «atractor» como elemento que estructura el cambio –entre otros muchos conceptos similares, aunque se les nombre con distintas palabras–.

Leyendo esta obra, comprobaremos cómo es cuestionada la importancia de la interpretación en el proceso de cambio, y se pone en valor la relación entre el terapeuta y paciente. Según el enfoque relacional, si se le da prioridad a la interpretación por encima de otros procesos, se podrían perder de vista aspectos y situaciones de máxima conexión, muy valiosos en el tratamiento. Se pone acento en la capacidad de conexión empática que surge genuinamente con los estados emocionales del otro, apoyada en el sistema de las neuronas espejo, si bien regulada para no correr el riesgo de que sea excesiva, inapropiada o peligrosa.

Es una constante que comparten todos los autores del presente libro, la importancia que se da a la relación terapéutica como una parte vertebral del trabajo psicoanalítico, así como la importancia del estudio del self y sus diferentes estados, ya que permiten definir de manera integral la identidad asumida como propia (mismidad) versus alienación.

Se trata de una compilación de textos de gran actualidad, desde la perspectiva relacional e intersubjetiva, elaborados por autores que no solo son referentes del pensamiento relacional en España, sino en el mundo de habla hispana. Son aportaciones muy valientes, que inician y desarrollan debates de plena actualidad.

Es destacable que si bien leemos aquí voces de auténticos y referentes maestros, también se rodean de quienes podríamos llamar de «segunda generación», influidos por los primeros, que desde una visión actual comparten este espacio.

Encontramos a lo largo de todo el libro abundantes viñetas clínicas, siempre enriquecedoras, así como referencias a las dificultades con las que a menudo nos encontramos los terapeutas. Y no por sabidas en cada uno de nosotros, y reconocidas, está de más que se recojan en una obra como esta, que da testimonio de un recorrido clínico de dos décadas.

No podemos obviar la rica, extensa y actual compilación bibliográfica que cada capítulo aporta en relación con el tema desarrollado.

Concluyo expresando mi reconocimiento a los autores que han contribuido con sus trabajos a que se conozca y difunda el pensamiento relacional, intersubjetivo, con sus frescas e innovadoras aportaciones, y los esfuerzos por sintetizar conocimientos tan amplios; y especialmente al Instituto IPSA-Levante, que viene desarrollando un labor incesante de difusión del psicoanálisis relacional, con su labor formadora y su capacidad de organización de jornadas. Son auténticos «activistas» al servicio del desarrollo de nuestra comunidad relacional.

Por todo lo expuesto anteriormente, querido lector, querida lectora, estoy segura de que este libro te será de gran interés y su lectura será enriquecedora y creativa.

ROSA DOMÍNGUEZ RODRÍGUEZPsicóloga sanitaria y psicoterapeuta.Verano de 2021. En Lubián (Sanabria),huyendo de los más de 40 grados de Madrid.

Introducción.La imparable evolución del psicoanálisis

En las dos últimas décadas han surgido corrientes, estilos de pensamiento y modos de ver la psicoterapia que han revolucionado el psicoanálisis. A la difusión de los escritos de autores como S. Mitchell, J. Greenberg o E. Levenson, han seguido las publicaciones de otros que han aportado visiones novedosas de la dinámica del tratamiento, la psicopatología, el trauma, el self, etc.; todo ello encarnado en las obras de P. Bromberg, M. Crastnopol, G. Gabbard, P. Fonagy, D. Orange, S. Buetchler, R, Stolorow…; o de J. Coderch, A. Ávila Espada o C. Rodríguez Sutil en España, por citar algunos. Esta capacidad de renovación tiene como resultado una psicoterapia más integrativa, donde otras disciplinas como la neurociencia, la epistemología, la antropología o la sociología tienen mucho que aportar.

Paralelamente, hace 20 años creamos el Instituto de Psicoterapia de Orientación Psicoanalítica y Antropología (IPSA-Levante). Nos dedicamos a la psicoterapia y la supervisión y, por supuesto, a la docencia; formamos a miles de alumnos entre formaciones, congresos, jornadas, supervisiones y análisis. En nuestras formaciones, el pensamiento de L. Cencillo –sin duda, un autor protorrelacional en gran parte de su obra–, ha sido acompañado e integrado en los conocimientos del psicoanálisis relacional y el intersubjetivismo, aunque también con otras corrientes del psicoanálisis contemporáneo y distintas ramas de las ciencias sociales y la medicina. Nuestro afán ha sido trasmitir una idea más realista de lo que constituye el psicoanálisis contemporáneo, con el fin de escapar de los absurdos prejuicios a los que los jóvenes estudiantes de psicología han sido sometidos en su formación universitaria. Precisamente, este alumnado es el que nos ha hecho crecer tanto, el que nos ha estimulado con su interés por el estudio y por mejorar como terapeutas para ser más eficaces con los pacientes.

Y es que el psicoanálisis contemporáneo está produciendo una amplia e inagotable serie de ensayos que tienen como común denominador una visión menos «psicologizada» y más antropológica y existencial, con una base humanista –en el sentido lato de la expresión– que produce una orientación centrada en las necesidades del paciente y se vehicula por medio del paradigma de la interacción como una de las principales palancas de movilización y herramientas de comprensión para quien acude a consulta.

Este es el espíritu que el lector encontrará en el libro. Los directores y docentes del instituto somos los coautores de la obra. Tenemos tras nuestras espaldas décadas de experiencia docente y clínica. Pero una experiencia dinámica no anclada en unas bases inamovibles, sino acompañada de una continuada investigación, práctica clínica, estudio y reciclaje, a través de un ejercicio de reflexión crítica absolutamente proactiva. Tras más de 20 años de trayectoria y con los impedimentos de la pandemia causada por la COVID-19, no hemos podido, como en otras ocasiones, estar juntos y compartir en unas jornadas la celebración de este aniversario. Sin embargo, la publicación de esta obra será fiel testigo de esta conmemoración.

Todo ello no hubiera sido posible sin quienes nos han acompañado y otorgado ánimo. Por ello agradecemos al alumnado, a pacientes y colegas todo el apoyo y la confianza mostrada durante estas dos décadas. Y hacemos especial hincapié en la figura de Luis Cencillo, amigo y maestro, quien no solo nos influyó en lo teórico, sino sobre todo en lo actitudinal, elemento básico para la práctica de esta compleja profesión.

DR. LUIS RAIMUNDO GUERRADRA. SILVIA JIMÉNEZ

SECCIÓN IEl trauma desde miradas contemporáneas

1. Itinerarios del trauma: del trauma janetiano al trauma relacional

LUIS RAIMUNDO GUERRA CID

1.1. PRECURSORES ESENCIALES EN EL ESTUDIO DEL TRAUMA1

Tradicionalmente, el trauma psicológico ha sido estudiado por el psicoanálisis a raíz de las investigaciones y descubrimientos clínicos que Sigmund Freud efectuó desde que era un joven neurólogo. Sin embargo, no fue el único. En honor a la verdad, hubo otros psiquiatras encargados también de iniciar interesantes investigaciones para tratar el padecer psicológico. A Charcot o Breuer habría de añadirse Pierre Janet. Este neurólogo francés hizo descubrimientos previos acerca del inconsciente y de mecanismos psicológicos que hasta entonces no se habían estudiado, y, pese a ser coetáneo de Freud, puede considerarse como un claro antecedente de algunas de sus teorías relacionadas con el trauma.

En El automatismo psicológico (1889), Janet describe un fenómeno psicológico amplio que se produce como fruto del trauma. Por un lado, diferencia entre lo que recuerda el paciente (recuerdo narrativo) y el propio recuerdo traumático; dos versiones de lo que le aconteció al sujeto traumatizado. Janet también hace hincapié en determinadas ideas fijas que los pacientes traumatizados tenían; estas ideas fijas son sobre todo recuerdos de alta intensidad emocional. Recuerdos que son disociados o apartados de la consciencia y quedan relegados a la vida inconsciente. Se puede decir que el contenido de la idea fija explica la naturaleza y distribución de los síntomas; en otras palabras, «el contenido de la idea fija es “representada” en un determinado síntoma» (Nader, 2018).

En uno de sus casos célebres, «el caso Irene», se comprenden mejor estos conceptos. Irene era una joven tratada por Janet en el hospital de La Salpêtrière de París. Ella había estado cuidando de su madre enferma de tuberculosis y trabajando para mantener a la familia, incluido su padre alcohólico. Al morir su madre, Irene se comportó de una manera extraña ante el suceso. Trató de despertarla durante horas, hablarle y darle su medicación metiéndole las pastillas en la boca a la fuerza (citado por Van der Kolk, 2014, p. 204). Por lo tanto, Irene negaba la muerte de su madre hasta el punto de que durante el entierro, estuvo riendo y afirmando que su madre estaba dormida. Irene parecía haber olvidado que su madre estaba muerta. Había olvidado recuerdos muy duros, ya que, estando su madre de cuerpo presente, su padre, borracho, se hallaba durmiendo en el suelo de la misma habitación, momento en el cual el cuerpo yacente de la madre cayó desde la cama al suelo. Una escena dantesca.

Como señalaba anteriormente, Janet trató a Irene en el hospital parisino de La Salpêtrière (donde también ejercieron Charcot y Freud) y, al igual que ellos, veía que estas pacientes traumatizadas eran capaces de recordar la secuencia traumática bajo hipnosis. Debemos a Janet, entre otras cosas, el haber acuñado el omnipresente concepto de «disociación», pues observaba cómo, en el caso de Irene, pese a no recordar los hechos, pasaba horas mirando fijamente a una cama vacía, como si estuviera cuidando a su madre. Las acciones que llevaba a cabo, como, por ejemplo, tratar de dar la medicación a su cadáver, eran automáticas –o si se prefiere, inconscientes–. Esta disociación del recuerdo y la acción automática representativa o simbólica de ese recuerdo es un mecanismo psíquico que tiene una larga vigencia a lo largo de toda la historia del psicoanálisis, tanto en su teoría como en su aportación práctica.

Sin embargo, quien ha pasado a la historia con preferencia ha sido Sigmund Freud, al prestar una herencia de conocimiento en la que numerosos psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas han participado, de manera que han desarrollando nuevas perspectivas hasta llegar a «un psicoanálisis» cada vez más heterodoxo en sus enseñanzas. También en el hospital de La Salpêtrière, este primer Freud trataba con jóvenes mujeres aquejadas de una patología denominada «histeria» (1895). Los síntomas de este cuadro psiquiátrico eran difusos, pero destacaba sobre todo el hecho de que tenían atrofiadas determinadas partes del cuerpo o algunas funciones de él, aunque no hubiera causa biológica para ello (mecanismo que Freud denominó «conversión»).

Estas pacientes tenían, entre otros síntomas, parálisis de piernas o una debilidad extrema en ellas y un cansancio generalizado que no podían ser explicados por la medicina a través de la búsqueda de algún agente biológico o lesión que lo desencadenara. Pese a que Charcot buscaba lesiones que pudieran explicar este cuadro, no obtuvo resultados al respecto. Para Freud, la causa era psicológica, máxime cuando por medio de la sugestión hipnótica algunos síntomas eran capaces de remitir espontáneamente.

Freud observó que los traumas, dependiendo de su intensidad, rebasaban la capacidad de ser elaborados por la psique de sus pacientes, dado que sería algo que la mente no podría gestionar. Y ello generaba un conflicto psíquico que impedía la integración de la experiencia vivida en su personalidad.

A lo largo de toda la historia de la psicoterapia hemos observado cómo esa falta de integración de las experiencias que vivimos genera desajustes psicológicos diversos que provocan daños y variaciones en la identidad, en el comportamiento y en todo el mundo interno del individuo: pensamiento, reflexión, mentalización y fantasía (Guerra Cid, 2018).

¿Cuál era la naturaleza de estos traumas? Para el joven Freud, habría que centrarse básicamente en traumas sexuales (la mayor prevalencia de los casos por él tratados así lo mostraban) que a posteriori generan síntomas psicológicos. Aquí el escollo reside en que deja de lado otro tipo de temáticas traumáticas como las humillaciones, el acoso, el maltrato físico y otros maltratos psicológicos diversos, etc. Pero el primer factor de interés con el que nos debemos quedar es que, para el primer Freud, el síntoma tiene un carácter exógeno. Es decir, la ecuación es que, ante la situación traumática, el síntoma se va a reprimir. Así, el trauma o la situación traumática no es recordada por el sufriente y el síntoma toma lugar.

La frase más que célebre de Freud al respecto es: «El histérico padecería principalmente de reminiscencias» (1893, p. 44). Dicho de otro modo, hay una lucha entre lo traumáticamente acontecido y la incapacidad para elaborarlo. Aunque esta teoría puede parecer certera, hay que tener en cuenta que tanto Freud como las corrientes ortodoxas trabajan con el inconsciente dinámico inscrito solamente en la memoria declarativa.2 Esta forma de ver la dinámica del síntoma podemos decir que se vuelve más endógena en sus Tres ensayos para una teoría sexual (1905), cuando genera su primera definición de «pulsión» como «fuente de excitación, continuamente corriente o intrasomática, a diferencia del estímulo producido por excitaciones aisladas procedentes del exterior» (Freud, 1905). El instinto es, pues, uno de los conceptos límites entre lo psíquico y lo físico.

No solo la pulsión es endógena, también lo era la fantasía edípica heredada filogenéticamente; teoría que la antropología refutó en diversas ocasiones a lo largo del siglo XX, al no poderse demostrar la universalidad del complejo de Edipo. O sea, según esta teorización, da igual que no haya pasado nada traumático realmente, sino que por el mero hecho de ser fantaseado o creerse el paciente la fantasía observaríamos síntomas similares. Como señala P. Villamarzo, «el estímulo para fantasear una determinada escena de seducción pasa a estar dentro del mismo sujeto» (1991, p. 111).

Todo esto entraña otro doble problema: tanto la teoría del trauma exógeno como la primera articulación de la pulsión realizada por Freud se hacen a través de una explicación energética. Esto es, la energía que desencadena el síntoma es endógeno o interno (pulsión, complejo de Edipo, etc.). Pero en una posterior articulación teórica, el síntoma no va a ser simplemente un producto, sino algo con intencionalidad (lo que se denomina la «concepción significante», que comienza con la interpretación de los sueños de 1900). Esto conlleva grandes repercusiones porque refiere a la hermenéutica, donde hay que interpretar qué dice el síntoma; interpretación que Freud y los freudianos realizan preferentemente desde lo sexual.

Actualmente, las corrientes contemporáneas del psicoanálisis escapan bastante de estos planteamientos, sobre todo con todo lo que tenga que ver con universales internos (endógenos), como las pulsiones o los complejos de Edipo, la castración, etc. Ello es debido a que las corrientes actuales, curiosamente, han tornado hacia la importancia del contexto, del entorno educativo y del apego; en resumidas cuentas, han retornado hacia el mundo relacional en el que se fragua la psique del humano. Y decimos curiosamente porque parece que en realidad hemos vuelto al primer Freud, pero ahora desde ópticas multidisciplinares e integrativas, que a su vez han generado otras escuelas, teorías y métodos, como veremos en el presente capítulo y a lo largo de esta obra.

Una teoría de base cercana a la del «primer Freud» fue la que posteriormente retomaría su alumno Sandor Ferenczi. Discípulo húngaro y colega predilecto de Freud, se va a separar al final de su obra –y vida– de los presupuestos metodológicos del psicoanálisis ortodoxo. Ferenczi aporta un humanismo más radical y, desde luego, poco usual en aquella época, por lo cual le podemos considerar uno de los grandes precursores del pensamiento relacional.

Hace más de 80 años, S. Ferenczi pronunció una de las conferencias más polémicas que se recuerdan en la historia del psicoanálisis. «La confusión de lenguas entre adultos y el niño» (1933), un escrito técnico, por un lado, y de etiología sobre el trauma, por otro, que marcó un camino que hoy en día sigue siendo redescubierto por multitud de psicoterapeutas en todo el mundo. Este es uno de los textos de obligada lectura para cualquiera que pretenda tratar, con unos mínimos de calidad, los traumas de sus pacientes, en concreto, o aproximarse al otro, en general.

Cómo apuntábamos, Ferenczi básicamente hace hincapié en dos aspectos que se interrelacionan entre sí a lo largo de todo el texto: la etiología del trauma, por un lado, y su implicación técnica en el tratamiento, por otro. Ambos elementos han llevado a relacionar sus teorizaciones con cuestiones del psicoanálisis contemporáneo constantemente. Lo cual resulta muy curioso, pues el hecho de que el húngaro fuera tan crítico con Freud (sobre todo en su «diario clínico») hizo que estuviera vetado durante décadas en el psicoanálisis y que grandes autores de este modelo de pensamiento, incluso influenciados por él, nunca le citaran. Destacamos, a continuación, dos aspectos básicos del texto de 1933.

Uno es que el paciente que ha sufrido traumatismos, como pueden ser los del abuso sexual –aunque no son los únicos traumas de los que habla Ferenczi–, normalmente se ha visto, cuando era niño, ante una respuesta de negación de su experiencia por parte del adulto. En ocasiones porque no se le cree, en otras porque es cómplice; en otros casos, el niño es castigado físicamente o maltratado verbalmente. Además, el abusador suele hacer un trabajo (psicopático) de culpabilización sobre el niño. De hecho, multitud de pacientes abusadas sexualmente nos han comentado en consulta que el abusador decía cosas del tipo: «Lo que pasa es por culpa tuya», «Tu madre/padre/padres dejarán de quererte si se enteran», «Esto lo hacen las niñas malas, ¡ya verás lo que piensa todo el mundo si se enteran!», etc.

Aquí se produce una retraumatización, que es lo que ocurre cuando el contexto de contención no responde a la demanda del infante. Pongamos el ejemplo de una niña que fue secuestrada por un abusador y, cuando llega a casa, el padre saca un arma y le apunta amenazándola por haber desaparecido. Cuando ella dice que un hombre la engañó y la metió en una furgoneta, él dice: «¡Mentira, deja de inventar cosas o no sé lo que hago!». En esta situación, el contexto de apego, en vez de amortiguar, retraumatiza a la niña, y la secuencia vivida se convierte en algo muy complejo que le acompañará toda su vida (con diferentes efectos en ella); muy probablemente, solo podrá ser elaborado con un terapeuta debidamente preparado y con mucho tiempo por delante. La importancia de la respuesta del contexto al trauma es del todo importante para los psicoanalistas contemporáneos, tanto para su comprensión etiológica como para su subsanación posterior, cuestión ampliamente discutida en la teoría intersubjetivista (Orange, Stolorow y Atwood, 1997).

Cabe decir, como apunta N. Daurella (2012), que esta sensibilidad que mostró Ferenczi ante el individuo traumatizado, junto con la aparición de la teoría del apego, llevó a la progresión actual de los planteamientos de Peter Fonagy (creador de las terapias basadas en la mentalización) y, por supuesto, de todos los estudios e investigaciones del Boston Group.

Otro aspecto básico para Ferenczi (1933) es la implicación técnica. Las cuestiones técnicas y actitudinales en las que innovó el autor húngaro no están solo en «Confusión de lenguas», ni en el «Diario clínico». Ejemplo de ello es el texto de 1931 «Análisis de niños con adultos», en el cual menciona la importancia de la delicadeza del terapeuta. Como apuntamos en otro lugar, Ferenczi insistía en…

…la importancia de ser sumamente cuidadosos con el poder que en ese momento tiene el analista, que es como el de un adulto frente al niño, y saber manejarlo y dosificarlo. Manejarlo en beneficio siempre del paciente, sin escotomas por parte del analista y enfocarlo de forma dosificada como si de una técnica pedagógica se tratara, en definitiva, desde una perspectiva reeducadora del paciente. (Guerra Cid, 2001, p. 41)

Retomando «Confusión de lenguas», Ferenczi explica que la forma poco amistosa del terapeuta puede a su vez ser de nuevo retraumatizante, puesto que el paciente vive de nuevo la frialdad del entorno cuando recrea el trauma. Si además esa persona sufrió un trauma y una negligencia del entorno, como señalábamos anteriormente, el impacto es doble. Varias de las pacientes que he tratado con una problemática severa de abusos sexuales en la infancia me decían, muy apesadumbradas, que los padres las tildaron de mentirosas, algo que con la actitud hierática o «de sospecha» del terapeuta sobre las pacientes, o con sus interpretaciones recelosas, pueden estar de nuevo enviándoles el metamensaje de que «no son sinceras», que «se lo inventan», que «exageran», que «van de víctimas», que «algo “harían” para que eso pasara», etc. Y esto, desgraciadamente, sigue pasando hoy en día.

Cuando los pedófilos (a menudo, perversos) engañan al niño para mantener con él distintas relaciones sexuales de abuso, confunden al niño haciéndole ver que eso está mal hecho y que probablemente ellos son los culpables. En el tratamiento con las víctimas de este tipo de abusos es muy difícil para los clínicos poder disolver la culpabilidad que tienen; dado que a menudo sostienen que algo tuvieron que ver en todo aquello, los terapeutas nos peleamos con esta idea. Tratamos de darles «principio de realidad», de mejorar sus esquemas cognitivos erróneos, de objetivar lo que ocurrió, pero es un proceso muy costoso. Es así porque hay un terrible lavado de cerebro que en su día el agresor llevó a cabo y produjo en el niño una culpabilidad crónica.

En esta situación hay una confusión «de lenguas», pero cuando el entorno de apego además no interviene, bien porque no se dan cuenta de lo sucedido o porque no creen al niño, aunque jure y perjure que ha ocurrido –este caso es el peor de todos–, se produce una nueva confusión y además se origina una sensación crónica de incomprensión, de que rara vez van a poder ser comprendidos por otra persona. Se impone un temor: que no van a ser correctamente leídos en la mente de otro nunca más. Como ven, esta visión del trauma difiere de la de Freud, dado que ya no prima ni lo sexual, ni lo pulsional en lo traumático. Para Ferenczi, lo sexual es importante, pero también lo es la respuesta del entorno. Esta nueva preocupación en Ferenczi, 38 años después de publicarse los «Estudios sobre la histeria» de Freud, hace que este le escriba a su hija Anna:

Ferenczi ha vuelto totalmente a la perspectiva etiológica en la que yo creía y que abandoné hace 35 años, la de que la causa más habitual de las neurosis son los traumas sexuales de la infancia: lo dice casi con las mismas palabras que yo utilizaba entonces. (Freud, 1933; citado por Daurella, 2012).

Pero, como señalaba antes Ferenczi, no solo se centra en lo sexual. No vuelve a la teoría de la seducción, sino que toma la base del trauma contextual y avanza hacia nuevas líneas de reflexión e intervención sobre el paciente que sufre. Ferenczi va más allá y hace hincapié en la importancia que se le da, por un lado, al abuso sobre la confianza de un vínculo, en el caso de que el abusador fuera una figura con cierto apego, y, por otro, al funcionamiento del entorno. Si dejamos de lado el tema del abuso sexual, podemos ver hasta en lo cotidiano cómo otros tipos de traumas son replicados por el contexto dando una respuesta retraumatizante.

Pongamos el caso de un paciente de 25 años, al que llamaremos Francisco, y de padres separados. Francisco está recientemente independizado y tiene muy mala relación con el padre; a menudo no se siente comprendido por él, no coinciden en los valores y, además, lejos de ser especularizado, recibe constantemente críticas. Dada la situación, Francisco intenta evitar verlo siempre que puede, pero, fruto de la psicoterapia, han limado asperezas y decide quedar a comer con su padre para ver si puede mejorar la relación.

A mitad de la comida, y entre las diversas conversaciones, el paciente cuenta un episodio de su vida que le acaba de ocurrir. Se abre ante el padre y le dice que su novia está cada vez más distante y que parece «pasar cada vez más de él». El padre, en una actitud condescendiente y, sobre todo, de no escucha, le dice: «No te preocupes, hay más chicas que botellines». Él se molesta y le grita, monta una escena en el restaurante y se va dejando al padre solo con la comida y la cuenta. Para un ojo clínico no entrenado, parece no haber pasado nada traumático a priori, pero si atendemos a la historia de Francisco, vemos que ha estado constantemente sometido a ninguneos por parte de su padre ante circunstancias que le hacían sufrir: no lo ha tomado en serio y ha comparado sus problemas como menores respecto a los suyos y a otros referentes comparativos. Esto es lo traumático: confiar de nuevo, abrirse, quedar a comer con su padre, pero, ante la confesión que deposita en él, se encuentra con una respuesta traumática y habitual, que es «no tomar en serio la preocupación de Francisco». Este tipo de situaciones tocan los cimientos de las vivencias y secuencias traumáticas, se actualizan y devuelven a la persona al sufrimiento inicial con síntomas de diversa índole.

Por todo ello, los terapeutas debemos hacer que las lenguas sean inteligibles en ambos lados de la escena analítica. El terapeuta debe de esforzarse en comprender de una manera libre de prejuicios y no valorar en un principio ni interpretar premeditadamente, sino estar afectuosamente en actitud abierta. Su esfuerzo debe ser empático y devolverle al paciente –cuando se le comprende– que se le comprende en su «lengua», a la vez que intentamos que él comprenda la nuestra –una lengua emocionalmente correctiva–. A esto se refiere Ferenczi constantemente en su texto conferenciado en Wiesbaden:3 la hipocresía del analista que pedía apertura en su paciente, pero, sin embargo, actuaba con una actitud engolada e hierática. En el método de la «cura tipo psicoanalítica» diseñada por Freud, lo que primaba era la abstinencia y la neutralidad. Pero esta fue muy mal interpretada y llevada a la acción terapéutica en forma de indolencia. Esta actitud es la que critica el psicoanalista húngaro por ser retraumatizante: el paciente necesita una atención empática y afectiva, pero recibe un contexto de ostracismo traumático.

Para elaborar su trauma o sus traumas, el paciente necesita un proceso de mentalización y marcación de sus estados emocionales. Precisa ser comprendido en la mente de otro. Esto provocará momentos de encuentro que solo son posibles a través de la escucha activa y desprejuiciada de lo que el paciente nos cuenta. Y sobre todo desde la devolución dyalizada4 (Cencillo, 1977) por el terapeuta y por el vínculo en sí, y devuelta en una forma más digerible para que se haga manejable en el paciente. Solo desde aquí se expande el self y se puede llegar al cambio. No nos olvidemos de que, en el trauma, los afectos y emociones asociados (asco, rabia, culpa, miedo, etc.) quedan disociados de la conciencia y han de ser elaborados. Hemos de facilitar al paciente integrar la experiencia en la medida en la que su self pueda «digerirlo» para seguir teniendo una autoimagen consistente.

Para no dejar de lado la evolución de la que hablábamos al principio, diremos que Freud se fue alejando de aquellas teorizaciones que sostenían un trauma contextual. En su segunda etapa de articulación teórica, Freud, a quien se le «había invitado» a irse de la sociedad médica de Viena y que fue puesto en entredicho en sus teorizaciones, busca un giro en sus hipótesis. Por tanto, se inclinó hacia un modelo más médico y «científico», buscaba mayor credibilidad. Dados estos parámetros, y a través de nuevas investigaciones, dejó su teoría del trauma inicial en un segundo plano y se centró en crear ese modelo médico, biológico y universal que resultaba más cientificista, al menos para la época (Herman, 1997; Gabbard, 2002; Coderch, 2007).

Aquí se produce un cambio muy acusado, primero en el método de intervención y segundo en la etiología, que ahora era universal y ligada a lo biológico (pulsiones, complejo de Edipo, complejo de castración, tópicas de la psique, etc.), que explicaba tanto el funcionamiento psíquico normal como el patológico. Trató de hacer del problema psíquico un asunto médico, como si lo que nos sucede mental y afectivamente tuviera solo una base genética y una herencia común en toda la humanidad. La resultante fue que «su concepción del trauma fue progresivamente absorbida por un determinismo intrapsíquico imparable (Stolorow y Atwood, 1979).

Al centrarse Freud en esos aspectos biológicos y universalistas, dejó de lado otras temáticas muy tratadas en el psicoanálisis contemporáneo, como la relación del trauma con el surrounding (contexto, envolvimiento), las relaciones interpersonales, el tipo de cariño, el tipo de apego y la atención dispensados en la infancia con sus déficits, superávits y defecto; además de la cultura (relegada a un plano secundario) o la estructura familiar, por citar solo algunos.

1.2. LOS DIVERSOS TIPOS DE TRAUMA

Hemos observado que tanto profanos como incluso estudiantes y profesionales de la salud mental aún pueden tener la idea de que el trauma es algo que solamente se produce puntualmente. Como un episodio de alto impacto emocional que rebasa las defensas y las estrategias de afrontamiento que deja a la persona «traumatizada» y que posee un impacto definitivo en su identidad. De hecho, esta es una de las formas en que actúa el trauma, pero no la única. Un trauma tiene muchos modos de presentarse; puede estar localizado en un lapso de tiempo (por ejemplo, una agresión física), generarse en distinto tipo de episodios (bulling, mobing, etc.) o darse a lo largo de todo el desarrollo infanto-juvenil (incluso en todo el proceso vital) de una persona. Esta última idea es muy tenida en cuenta en el psicoanálisis contemporáneo cuando se habla de una parálisis, una detención del desarrollo del self o, por supuesto, una disociación.

Por otro lado, los traumas pueden ser fácilmente inferibles, o al menos deberían de serlo en los abusos sexuales, una enfermedad grave, la muerte de un ser querido, etc. O pueden ser traumas no tan inferibles que funcionan por acumulación y no son visibles a simple vista –los microtraumas intergeneracionales– (Crastnopol, 2011 y 2015). Estos últimos se relacionan con otros detectados y tratados en la clínica relacional actual: los denominados traumas intergeneracionales, del desarrollo, relacionales… Ello se debe a que hay cada vez una mayor sensibilidad a este tipo de situaciones donde observamos a un paciente que viene tejiendo un trauma con el entorno, o parte de él, en su evolución personal. Estos conceptos, claramente vinculados al desarrollo y a la evolución, han dado lugar al concepto de trauma relacional (tratado por intersubjetivistas como Brandchaft o Doctors). Sin embargo, para un autor de amplio calado como Philip Bromberg, el trauma del desarrollo y el trauma relacional pueden ser tratados como muy semejantes:

Si aceptamos que el trauma del desarrollo es un fenómeno central en la conformación de la personalidad, entonces también aceptamos que se da en todo el mundo y es siempre una cuestión de grado. Si es así, entonces la estabilidad alcanzada incluso por quien ha vivido un apego seguro es también una cuestión de grado y los límites de su capacidad para llevar a cabo su función de desarrollo son variables. Es decir, todo el mundo es vulnerable a la experiencia de tener que hacer frente a algo que es «más de lo que su mente puede manejar», y las diferencias entre las personas acerca de cuánto es lo insoportable es lo que trabajamos en la gran zona gris que llamamos «trauma del desarrollo» o «trauma relacional». (Bromberg, 2011, p. 72)

Otro modo de clasificar los traumas puede ser a través del número de personas a las que afecta. De este modo, pueden ser individuales, familiares o colectivos. Este último ejemplo es fácilmente observable en la actual situación de pandemia de la COVID-19, que ha llevado a casi todo el mundo, como mínimo, a perder «algo», (familiares, salud, trabajo, relaciones…); y en una línea más de problemas «del primer mundo», opciones de salida, viajes, vacaciones, etc. Esta frustración global está connotando en la actualidad que en las consultas veamos cada vez más niveles de angustia y la proliferación de cuadros psicopatológicos, como trastornos de la alimentación, problemas con el control de impulsos, adicciones de diversa clase, distimias, etc.

Por otra parte, es complicado dar una «lista» de los traumas más fácilmente observables, que nosotros llamamos puntuales, para diferenciarlos de los microtraumas acumulativos, relacionales etc. Hemos de apuntar que estos traumas puntuales pueden ser de episodio único o múltiple. Con múltiple me refiero a que se den dos o más episodios traumáticos delimitados claramente en un lapso de tiempo, y no a traumas menos visibles que se dan a lo largo de un periodo. Son ejemplos de traumas puntuales múltiples la muerte de dos o más seres queridos o dos o más abusos sexuales, físicos o psicológicos. Circunstancias que tienen un alto impacto si se producen en un breve lapso temporal.

En otras ocasiones, los traumas pueden ser puntuales, múltiples y concatenados; es decir, un trauma puntual que se genera como consecuencia