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En el libro Temas Judíos del Nuevo Testamento, escrito por Paul Morris, encontrará respuestas a preguntas como ¿Qué papel juega Israel en la era de la iglesia? ¿Qué cambió durante el Nuevo Pacto? Además Morris nos proporciona una consistente introducción a una "teología cristiana sobre Israel". El objetivo de este libro es ver lo que dice el Nuevo Testamento sobre el pueblo judío en la era del nuevo pacto, el tiempo que sigue a la venida de Jesús el Mesías. Subraya la progresiva posición de Israel en el plan –y el corazón– de Dios a la vez que analiza las muchas facetas de la(s) respuesta(s) judías al evangelio; por eso la palabra "temas" del título está en plural porque son muchos los aspectos a tener en cuenta.
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Seitenzahl: 520
Veröffentlichungsjahr: 2021
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TEMAS
JUDÍOS
EN EL NUEVO TESTAMENTO
Al judío primeramentey también al griego
¡Am Yisrael Jai!
Paul Morris
Editorial CLIE
C/ Ferrocarril, 8
08232 VILADECAVALLS
(Barcelona) ESPAÑA
E-mail: [email protected]
http://www.clie.es
Original publicado en inglés bajo el título Jewish Themes in the New Testament. Copyright © 2013 por Paul Morris, publicado por Authentic Media Limited, PO Box 6326, Bletchley, Milton Keynes, Reino Unido, MK1 9GG. Todos los derechos reservados.
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».
© 2021 por Editorial CLIE
Versión bíblica usada en esta obra: RV Revisada (RVR)
Temas judíos en el Nuevo Testamento
ISBN: 978-84-18204-34-0
eISBN: 978-84-18204-35-7
Estudios bíblicos
Nuevo Testamento
INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL
Hay grandes similitudes entre los judíos en todas partes, por muy diferentes que sean el país y la cultura en la que viven. Los judíos de Sudáfrica que visiten Londres y asistan a un acto religioso o social judío se sentirán como en casa. Y con todo, notarán que hay diferencias, debido a la singular influencia de la historia, la religión, y la cultura de Londres. Lo mismo ocurre con cualquier otro país en donde los judíos se hayan asentado. Lo que sigue es un breve esfuerzo para resumir esas diferencias en Latinoamérica. Pido disculpas por las generalizaciones, y espero que un estudio más profundo del contenido del libro aporte una mayor claridad.
Los protestantes y los judíos llegaron por primera vez a Latinoamérica a principios del siglo XVI. Desde entonces han conocido experiencias parecidas de persecución, libertad, crecimiento e integración social. Tal cosa debería conducir a una gran comprensión y empatía mutuas. En lo que difieren, naturalmente, es que la mayor parte de la comunidad judía no cree que Jesús sea el Mesías, el Salvador y el Hijo de Dios. Pero, gracias a Dios, muchos creen y forman parte de las iglesias evangélicas junto con los creyentes de los diferentes pueblos que viven en Latinoamérica.
Hoy se dice que hay entre 460.000 y 600.000 judíos viviendo en Latinoamérica. Para empezar, eran judíos que huían de la Inquisición católico-romana en Europa, y que llegaban a asentamientos holandeses, británicos y franceses. La primera sinagoga de las Américas se fundó en Brasil en 1636. También había muchos cripto-judíos1 que se establecieron en los centros urbanos coloniales de la Latinoamérica española y portuguesa hasta que llegó la Inquisición, tras lo cual se alejaron de los principales centros de población. Un gran número de estos inmigrantes iniciales se casó con mujeres no judías. Hoy existe un movimiento entre algunos de sus descendientes que quieren restablecer su identidad judía, lo que está causando cierta confusión. En este libro se aborda el tema, en especial el peligro del sincretismo. La mayoría de los judíos que hoy viven en Latinoamérica, llegaron durante los siglos XIX y XX escapando del antisemitismo en Europa y en el mundo árabe. Hoy los judíos siguen emigrando por razones familiares y económicas. Ha habido actitudes negativas hacia los judíos en Latinoamérica, como en otros lugares, pero en general han sido bien acogidos y han hecho contribuciones significativas a la sociedad, siendo Panamá el único país del mundo que ha tenido dos presidentes judíos en el siglo XX.
Durante los últimos ochenta años, y especialmente los últimos cincuenta, el número de iglesias protestantes ha experimentado un gran crecimiento. Esto ha impactado a la comunidad judía y, junto con el trabajo de misioneros extranjeros, los judíos han escuchado y han creído. Lo que espero de este libro es que sirva para fomentar y comprender mejor el testimonio cristiano hacia el pueblo judío, y que ayude a que los cristianos entiendan a los judíos que llegan a las iglesias.
Los cristianos latinoamericanos deberían sentirse animados por la larga historia de actitud positiva hacia los judíos por parte de sus predecesores protestantes. Muchos líderes de la iglesia del pasado han estudiado las Escrituras para comprender mejor los propósitos permanentes de Dios para con los hijos de Abraham, Isaac y Jacob. Un ministro puritano inglés, Richard Sibbes, que vivió entre 1577 y 1635 lo resume en pocas palabras: “Los judíos fieles se gozaron pensando en el llamado de los gentiles; y ¿por qué no deberíamos alegrarnos nosotros pensando en el llamado de los judíos?”. Lo que marcó a esos hombres fue su amor por la Biblia, la palabra de Dios. Al estudiar las experiencias de Israel tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se dieron cuenta de cuánto les debían. Aprendieron de aquellos hombres y mujeres de la antigüedad, tratando de evitar sus errores y de seguir el ejemplo de su fidelidad. Al encontrarse con judíos en su propio día, los respetaron como descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, y trataron humildemente de ganarlos para Jesús. Es bueno que los cristianos aprendamos todos de Israel y anhelemos su salvación.
1.El término “cripto-judío” es uno de los varios que se usan para referirse a los judíos que se declararon cristianos en tiempos de persecución pero que practicaban en secreto su judaísmo. Los distintos apelativos se explicarán más adelante en el libro.
ÍNDICE
Introducción
1ª Parte: “Privilegios y promesas”
1.Yahveh, el Dios de Israel
2.Su pueblo
3.Al judío primeramente
4.El olivo
5.Deudores
2ª Parte: “Verdades duras”
6.La incredulidad de Israel
7.El reino: entonces y ahora
8.Ira hasta el extremo
9.Charlatanes y mutiladores
10.La oposición judía al evangelio
3ª Parte: “No han sido rechazados”
11.La compasión de Jesús por Israel
12.El anhelo del corazón de Pablo y su oración a Dios
13.La derrota del pecado y de Satanás
14.Yo soy de Pedro: el apostolado de la circuncisión
15.Provocarles a celos
16.De los dos, un solo y nuevo hombre
17.El Israel de Dios
18.¡Presta atención!
19.Culturalmente judíos
20.El regreso a la tierra
4ª Parte: “El triunfo de la gracia”
21.Y entonces, todo Israel será salvo
Apéndice 1: “El autor”
Apéndice 2: “Testimonio cristiano a Israel”
Índice Temático
INTRODUCCIÓN
El objetivo de este libro es ver lo que dice el Nuevo Testamento sobre los judíos en la era del Nuevo Pacto, el tiempo que sigue a la venida de Jesús el Mesías. No ha sido escrito desde la distancia, sino por alguien que ha pasado muchos años como testigo de Jesús entre su pueblo, Israel. No soy judío, pero me he esforzado por ponerme en el lugar de Israel tratando de hacerme judío para los judíos.
Puede que el título Temas judíos en el Nuevo Testamento sorprenda y, quizás, confunda. ¿Tan ambicioso es este trabajo como para intentar cubrir absolutamente todos los temas principales del Nuevo Testamento? ¿Acaso no son todos los temas del Nuevo Testamento “judíos”, en el sentido de que el Nuevo Testamento es el cumplimiento de todo lo prometido al pueblo judío en el Antiguo Testamento? El objetivo de este libro no abarca tanto.
Nos centraremos en lo que ocurre con los judíos ahora que el Mesías2 ha venido. ¿Se puede entender que desaparezcan de la escena ahora? Ese no es el destino que se podría esperar para aquellos que han recibido las promesas de Dios. El Nuevo Testamento está de acuerdo, y al leerlo descubrimos que Jesús y sus apóstoles tenían mucho que decir, lo que sigue siendo importante para los judíos y para la relación entre ellos y los creyentes en Jesús.
Am Yisrael Jai! (¡El pueblo de Israel vive!)
El alma de la enseñanza del Nuevo Testamento sobre los judíos afirma su existencia permanente y la fidelidad permanente de Dios hacia ellos, a pesar de que parezca todo lo contrario. ¡Es lo que proclama ¡Am Yisrael Jai!
La mentalidad judía realza su identidad corporativa a un nivel raramente equiparable con ninguna otra nación. Los judíos piensan mucho más colectivamente que la mayoría de los pueblos. La historia y la experiencia judía (me refiero al pacto de Dios con ellos, el mandamiento de no mezclarse, la experiencia de la persecución), los ha llevado a un sentido de unión y solidaridad, tanto hoy como con todos los judíos de cualquier época, que hace que la expresión “Israel vive” sea bastante natural. Aún más, es una afirmación de fe y un grito de alegría.
¡Am Yisrael Jai! es en realidad el título de una canción judía moderna que se regocija de su existencia perdurable, particularmente a la luz del Holocausto3 y al establecimiento del Estado de Israel. Una canción así no debería sorprender a quien conoce el Nuevo Testamento. De eso trata este libro. Como pueblo viven: ¡Am Yisrael Jai!
Temas judíos en el Nuevo Testamento
La existencia perdurable del pueblo judío es algo que el Nuevo Testamento espera, y la palabra “temas” del título está en plural porque son muchos los aspectos a tener en cuenta. Los escritores del Nuevo Testamento nunca imaginaron que, como consecuencia del rechazo de Jesús por parte de muchos de ellos, los judíos simplemente desaparecieran de la historia. Escribieron con el fin de ayudar a los cristianos a compartir el evangelio con ellos, alentar a los que alcanzaban la fe, entender la diferencia entre judíos, gentiles y cristianos, y comprender de alguna manera los propósitos de Dios para los judíos como pueblo. Demasiadas veces, los cristianos, al mencionar a los judíos pensamos solo en historia o profecía, por lo que todo el asunto se vuelve impersonal y teórico. Este libro tendrá en cuenta tanto la historia como la profecía, pero atiende a mucho más; trata de los judíos y del pueblo judío.
¿Es acaso otro libro de alguien atacado por el “virus judío”? Entre los cristianos de hoy hay quienes parecen ver a la iglesia como un fenómeno que ha alcanzado su “fecha de caducidad”; toda su visión se ha llenado de judíos, y parece que no pueden hablar de otra cosa. Estas personas pueden ser muy repelentes para aquellos cristianos que ven a la iglesia como el cuerpo glorioso de Cristo, pero que están dispuestos a considerar estos temas judíos en el Nuevo Testamento. Espero que este libro no lo sea para ti, que solo te emocione, te llene de humildad y te conduzca a la alabanza y la oración.
Al final de cada capítulo hay algunas preguntas que pueden usarse para discutirlas en grupo o considerarlas individualmente. En este último caso, recomendaría escribir las respuestas a las preguntas, ya que creo que responder una pregunta en su mente y asegurarse de que tiene claro el tema es fácil, pero escribirla es mejor y así corroborar si se ha entendido bien el asunto en cuestión.
2.La mayoría de los lectores sabrá que el término “HaMashiah” es el título que se le da al libertador prometido por Dios. Equivale en español a Mesías, transcrito del hebreo al griego como Mashiaj, que significa “ungido”. Como los sacerdotes, reyes y profetas de Israel eran ungidos, el Mesías es el ungido para cumplir con todas esas funciones. La palabra Mesías solo aparece dos veces en el Nuevo Testamento griego, mientras que el término más común en el griego es Jristos, que también significa “ungido”, de donde tenemos la palabra “Cristo”. En este libro he usado tanto Mesías como Cristo según convenga en cada contexto particular.
3.El término “Holocausto”, se refiere al genocidio deliberado de millones de judíos y de su vida comunitaria perpetrado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. No es el término que más me gusta, pero lo uso porque es el más conocido. Prefiero el término “Shoah”, que ahora se usa más ampliamente pero que no ha reemplazado al de “Holocausto”. Shoah es una palabra hebrea que significa “desolación”, como por ejemplo en Is 47:11, refiriéndose al destino de Babilonia, mientras que “holocausto” es el equivalente griego de la palabra hebrea oláh, referido a una ofrenda totalmente quemada. La idea de que el sufrimiento y la muerte del pueblo judío podrían de alguna manera expiar el pecado no es ajena al judaísmo rabínico, pero sí lo es para la Biblia, y por eso “Holocausto” es un término que no me gusta.
1ª PARTE
Privilegios y promesas
CAPÍTULO 1
Yahveh, el Dios de Israel
El evangelio es el evangelio de Dios y es para su gloria. Ahí es donde debería comenzar nuestra consideración de los temas judíos. El pueblo de Israel vive, y eso demuestra algo acerca de Dios mismo.
Dios tiene nombre. No es una idea abstracta, sino una persona, y reveló su nombre y todo cuanto significa a los judíos. Su nombre es Yahveh.4 Sé que hay diferentes ideas sobre cómo se debe pronunciar el nombre divino, pero en este libro usaremos “Yahveh”. No es mi intención usar “Yahveh” siempre, cuando “Señor” sería lo normal, ya que puede ser poco común para la mayoría de los lectores, pero lo haré cada vez que aparezca por primera vez en un capítulo para subrayar que Dios tiene un nombre. No hay duda de que el nombre está relacionado con el verbo “ser”. El Dios de Israel declara por su nombre que él es, que él vive. ¡Porque él vive, podemos exclamar ¡Am Yisrael Jai! El pueblo de Israel vive.
Cuando en Romanos 11 el apóstol Pablo analiza más de cerca los propósitos de Dios para con los judíos, comienza planteando la cuestión de su rechazo y si, a causa de ello, están excluidos de los planes futuros de Dios. Su respuesta es enfática: “¡De ninguna manera!” (Ro 11:12). Lo que se subraya aquí es que Yahveh es un Dios fiel. Una vez que entra en una relación de pacto con un pueblo, nunca renegará de ellos, sino que cumplirá todas sus promesas.
Un poco más adelante en ese mismo capítulo, Pablo escribe que Israel es “amado(s) por causa de los padres” (Ro 11:28), refiriéndose a Abraham, Isaac y Jacob. Debido a su fidelidad para con aquellos hombres, Dios ama a los judíos hoy. Lo hace libre e incondicionalmente. El Dios de Israel es un Dios de amor. Como dijo cierto escritor de himnos, el amor de Dios es más amplio que la medida de la mente humana.
Tenemos que estudiar la incredulidad de muchos judíos y los dolorosos acontecimientos de su historia. Pablo explica su dureza de corazón diciendo que Dios les ha dado un espíritu insensible debido a su incredulidad, y el Señor Jesús enseñó que la destrucción de Jerusalén y el sufrimiento del exilio de la tierra fueron “días de retribución” (Lc 19:41-44, 21:20-24). Eso muestra que Yahveh es un Dios de juicio. Es una advertencia para nosotros. Como Pablo escribió a los cristianos que solían jactarse contra los judíos: “No te jactes, sino teme, porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará” (Ro 11:20-21).
En Romanos 9 al 11, el apóstol Pablo aborda la cuestión del trato de Dios para con su pueblo, los judíos, en los días del Mesías, centrándose al principio en el problema de su incredulidad. ¿Se equivocó Dios? ¿Han sido anuladas todas las promesas que les fueron hechas? ¿Son los judíos especialmente perversos? La respuesta de Pablo comienza con Dios, y su explicación básica es que Dios toma decisiones basadas en su sola voluntad. Lo que importa es que Yahveh es soberano. Si las personas creen en el evangelio, no es porque de alguna manera estén más inclinados a hacerlo que otros, sino porque Dios los ha elegido para salvación y les ha dado la gracia de creer. Esto es lo que se dice de los judíos que creen en Jesús llamándoles “un remanente elegido por gracia” (Ro 11:5). Algunos judíos creen debido a la elección soberana de Dios. Tales verdades nos llenan de humildad y recalcan nuestra total dependencia de la gracia de Dios.
Al final de Romanos 11, Pablo reflexiona sobre los propósitos de salvación de Dios para con los gentiles y los judíos, en concreto, de su desobediencia. En su respuesta se maravilla de la sabiduría y el conocimiento de Yahveh (Ro 11:30,33). No podemos adivinar la forma de actuar de Dios, ni le hemos aportado la más mínima idea. En cuanto a revelación, dependemos absolutamente de él.
Al final del mismo pasaje de Romanos, Pablo solo puede gozarse en Dios y declarar: “a él sea la gloria por los siglos. Amén” (Ro 11:36). Dios ha de ser glorificado por todas sus criaturas por todo cuanto hace, pero es especialmente glorificado por la obra misionera: la difusión de su reino en los corazones de hombres y mujeres de todo su mundo. Satanás ha desafiado a Dios, ha tratado de manchar su gloria, pero Dios, a través de su Hijo, de Jesús el Mesías, es quien tiene la última palabra. Los judíos están incluidos en esta batalla. Ver a un pueblo que tiene un pacto con Dios Todopoderoso, pero caracterizado casi totalmente por la incredulidad, agrada sin duda a Satanás, si acaso es esto posible. Pablo nos asegura que la última palabra le pertenece a Dios, y que será glorificado.
4.YHVH son las cuatro letras hebreas del nombre de Dios. La pronunciación Yahveh viene por la forma en que el nombre fue transcrito al griego en la literatura cristiana primitiva. La pronunciación “Jehová” es mucho más tardía (siglo XII) y resulta de combinar las consonantes YHVH con las vocales de la palabra hebrea adonai (mi Señor), siendo esta última la palabra usada por los judíos para sustituir el nombre de Dios cuando leían el texto, ya que el nombre de Dios se consideraba demasiado sagrado para ser pronunciado. Aunque la ortografía Yahveh es la pronunciación más correcta, en inglés se suele usar Yahweh.
CAPÍTULO 2
Su pueblo
“Seré a vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo” es la declaración que mejor resume lo que es para un pueblo tener una relación pactada con Yahveh. Se usa en el Antiguo Testamento para describir la relación de Israel con Dios (Jer 7:23), y en el Nuevo Testamento Pedro usa palabras similares cuando habla de la iglesia (1Pe 2:9-10). Esto indica que Dios ha adquirido un compromiso y sitúa a las personas en una posición de bendición y de obligación. Al comienzo de Romanos 11, describiendo la relación de los judíos con el Señor en la era del Nuevo Testamento, el apóstol Pablo los llama “su pueblo” (Ro 11:1). Dios sigue comprometido con ellos, dispuesto a bendecirlos, y ellos todavía le deben obediencia.
Puede parecernos raro, y sobre todo para quienes tenemos una mente sistemática, pero eso quiere decir que hay dos grupos en el mundo de hoy que llevan el nombre de “pueblo de Dios”: los judíos y la iglesia. Sencillamente, la naturaleza de sus relaciones pactadas es distinta, pero está claro que ambos tienen una relación sea cual sea su clase. Si nos detenemos a pensarlo, llegaremos a la conclusión de que tal cosa es inevitable debido a la naturaleza del evangelio, porque es el cumplimiento de las promesas que Dios hizo a Israel como pueblo suyo. Mientras Dios esté salvando a judíos y gentiles –y sabemos que así será hasta el fin del mundo– para Israel, el evangelio es una promesa cumplida. Siguen siendo su pueblo de la promesa y continuará siempre salvando a mucho de ellos. Pero, como es natural, esos judíos y gentiles que creen vienen a ser parte de un nuevo cuerpo, la iglesia de Jesucristo, que es el pueblo del nuevo pacto con Dios. No hay otro camino para los judíos, no hay un plan diferente, el objetivo es ser parte del cuerpo del Mesías y esperar de nuevo su venida en gloria. El punto de llegada es el mismo, pero el punto de partida es diferente, lo que quiere decir que los judíos tienen que arrepentirse y creer que las promesas que Dios les hizo se han cumplido en Jesús. Veremos con más detalle la conexión que hay entre los judíos y la iglesia en la 4ª parte de este libro, pero en relación con esto podemos decir que, en lo que respecta a la relación de la humanidad con Dios, esta se divide en tres grupos, como en otro lugar escribe Pablo en relación con la comida ofrecida a los ídolos: “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1Co 10:32). Los cristianos tendemos a ver el mundo según dos categorías principales, la iglesia y el mundo, lo cual, si tenemos en cuenta a Pablo, es claramente simplificar demasiado. Una consecuencia de ello es que para muchos cristianos los judíos simplemente no aparecen en su radar, y al Antiguo Testamento parecen darle poca importancia porque tienen el Nuevo. Es una pena que las cosas sean así.
Pero, ¿cuál es la relación pactada entre Dios e Israel ahora? Si se abolió el pacto mosaico, ¿qué queda? (Jer 31:32-33; Heb 8:13). En Romanos 11, Pablo escribe: “son amados por causa de los padres” (v. 28). No solo nos dice que la actitud fundamental del Señor hacia Israel es de amor, sino que, además, responde a nuestra pregunta. Debido a su relación con Abraham, Isaac y Jacob, por las promesas que les hizo, y a pesar de su incredulidad, el Señor sigue comprometido con los judíos. No han sido tirados a la papelera de la historia. Él permanece fiel. Pocos padres y madres se negarán a visitar a un hijo que ha sido metido en la cárcel por un delito grave, a pesar de la vergüenza y el dolor que sientan. ¿Cómo no va a permanecer fiel el Señor a los judíos?
Ahora me doy cuenta de que volver a referirme al pacto abrahámico plantea algunas preguntas difíciles. Podría parecer que ignoro todo lo acontecido a partir de aquel pacto. ¿Acaso trato de retrasar el reloj y decir que todo continúa como cuando el Señor hizo por primera vez aquel pacto con Abraham? Claro que no. Pero el hecho de que Pablo hable de Abraham en Romanos 11:28 indica que existe un lugar donde buscar la manera de entender cómo el Señor trata con los judíos hoy. El Señor hizo siete promesas a Abraham cuando le habló por primera vez (Gn 12:1-3). Cómo entender su fidelidad con respecto a estas promesas en la actualidad es el verdadero tema de este libro.
Una conclusión equivocada
Muchos llegan a la conclusión de que, puesto que los judíos siguen siendo el pueblo de Dios, algún día se les devolverá instantáneamente todo cuanto perdieron por causa de su incredulidad. Esperan que el orden mosaico de las cosas sea restaurado, incluidos el templo, el sacerdocio y el reino, ignorando de alguna manera el desarrollo de los propósitos de Dios a través del nuevo pacto. El libro de Hebreos fue escrito para que los creyentes judíos perdieran tales esperanzas, y el mismo efecto debería producirse en los creyentes no judíos. En Hebreos 10:1, se dice que las estipulaciones del pacto mosaico son como “la sombra de los bienes venideros”, seguidas en el versículo 9 por la declaración: “quita lo primero para establecer lo segundo”. El objetivo general de Hebreos es resaltar que estamos en los últimos días del trato de Dios con la humanidad (Heb 1:1-2), que el nuevo pacto es a través de su Hijo, y que no debemos esperar más cambios antes del regreso del Hijo —y desde luego nada que huela a un retorno al antiguo estatuto del pacto mosaico.
Me parece que esta expectativa de un retorno a alguna forma de judaísmo ha provocado una reacción contraria que lleva al otro extremo y, a concluir, que la incredulidad de los judíos significa que, como nación, han perdido todo lo que una vez tuvieron. Es decir, que Dios ya no trata más con los judíos como pueblo; simplemente no figuran en el escenario. Se trata de una grave y exagerada reacción. No nos debe sorprender que algunos creyentes judíos respondan de manera tan exagerada a un fenómeno cristiano gentil que creo tiene todas las características típicas de esa arrogancia frente a las ramas naturales que Pablo denuncia en Romanos 11:18-19.
Los judíos no son judíos, los cristianos sí
Hay quienes llegan a decir que aquellos a quienes llamamos judíos en realidad no son judíos en absoluto. Suelen referirse a Romanos 2:25-9, donde Pablo escribe: “No es judío el que lo es exteriormente, ni es circuncisión la que se hace exteriormente en la carne”, y concluyen que los cristianos son los únicos judíos verdaderos y que los judíos que no creen, no son judíos en absoluto. Pero tal interpretación del pasaje es errónea. Es verdad que Pablo dice que los gentiles no circuncidados, que tienen lo realmente importante, han de ser vistos por los judíos como realmente circuncidados, pero lo que realmente pretende es despertar a judíos no salvos y que se justifican a sí mismos espiritualmente. En este pasaje, no se dirige a los gentiles convertidos para decirles que son judíos y que los judíos que no creen no lo son. Viéndolo desde una perspectiva eterna, si los judíos que no creen continúan en ese estado, lo perderán todo, todos los privilegios de ser judíos; esa es la advertencia. Pablo quiere provocarlos para lograr su propósito. Su propósito no es privar a los judíos que no creen de su carácter de judíos, porque en el mismo versículo que sigue (3:1) usa el término “judío” para referirse a los judíos en general a lo largo de la historia, creyentes y no creyentes. Y vemos que utiliza el mismo lenguaje más adelante en Romanos: “¿Qué, pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos” (Ro 11:7). Aquí Pablo usa a Israel para referirse tanto a los que creen como a los no creen; él no pretende que los que creen dejen de ser Israel. Incluso me he encontrado con quien dice, basándose en Romanos 2:25–9, que los judíos que no eran judíos en su interior en el período del Antiguo Testamento no eran en absoluto judíos. Supongo que es el resultado lógico de malinterpretar a Pablo. Si así fuera, entonces los profetas se equivocaron al acusarlos de no cumplir con sus obligaciones del pacto, y Dios fue tremendamente injusto por castigarlos por ese fracaso si, en realidad, nunca estuvieron en el pacto, al no ser en absoluto judíos.
Hay que resaltar que el objetivo de Pablo en Romanos 2:25-9 no es centrarse en la nueva situación de los creyentes no judíos. Él hace eso en Gálatas 3:7 y 3:29, donde habla de ellos según su relación con Abraham. Cuando el propósito de Pablo es ocuparse de la nueva situación espiritual de los creyentes gentiles, no usa el término “judío”, lo que causaría confusión. Prefiere usar la expresión “hijos de Abraham”, “herederos de la promesa”, “parientes”. Ciertamente, si un no judío da testimonio a alguien que es judío, y se identifica también como judío, lo confundirá y lo ofenderá, mientras un término como “hijo de Abraham por fe” no lo hará. Los judíos están acostumbrados a ser tratados como si no fueran personas, y que un cristiano diga ser judío les huele mal.
Me parece interesante que, en todo cuanto he leído de quienes dicen que los judíos que no creen ya no son judíos, nunca he leído que le hayan asignado un nuevo nombre. Me da la impresión de que tales cristianos se preocupan muy poco de los judíos como pueblo; simplemente no están en su radar. De esta manera no consiguen reflejar la imagen de Dios al que dicen servir.
Hay quienes llevan esta línea de pensamiento al extremo de decir que quienes se autodenominan judíos hoy en realidad no pueden reclamar ser descendientes de los judíos bíblicos. Afirman que, debido a tantos matrimonios mixtos y a un conocido caso de conversión en masa al judaísmo,5 los descendientes de los patriarcas simplemente han desaparecido de la historia. Por tanto, quienes hoy en día se autodenominan “judíos” no pueden reclamar esas promesas como suyas. Yo les respondería lo siguiente: toda la argumentación de Pablo en Romanos 11 presupone la existencia continuada de los judíos como el pueblo de las promesas, recalcado por una de las declaraciones finales del capítulo, “porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables” (Ro 11:29). Como nación, todavía tienen un llamado de Dios y su incredulidad no lo niega, como tampoco nuestros fallos niegan el nuestro.
“Teología del reemplazo”
Si no sabes lo que es la “teología del reemplazo”, esta es sin duda una buena ocasión para presentarla. Es un término creado para expresar la opinión de que los judíos, como pueblo, ya no figuran en los propósitos de salvación de Dios. Este punto de vista no niega que los judíos puedan ser salvos individualmente, pero entiende que la nación judía no figura ya en los propósitos de Dios, y que cualquier estado especial que alguna vez hubieran tenido se perdió debido a su incredulidad. Este punto de vista cree que Dios ha cumplido las promesas que les hizo, y que la iglesia de Jesús el Mesías ha reemplazado a Israel; de ahí la expresión “teología del reemplazo”. No es un tema fácil de tratar, así que espero que seas paciente mientras trato de explicar mi punto de vista.
La “teología del reemplazo” fue elaborada por cristianos que prevén que el gran final de la historia es el regreso de Jesús para establecer un reino terrestre y milenario en la tierra de Israel, con su trono en Jerusalén y con alguna forma de restauración de las instituciones mosaicas (generalmente llamado premilenarismo). Obviamente, este punto de vista considera a los judíos como parte muy importante de los propósitos de Dios.
Algunos de los que tienen esta esperanza milenaria han sacado las cosas de quicio y enseñan que ese reino terrenal fue siempre el plan principal de Dios, y no la iglesia que vemos hoy (visión conocida como dispensacionalismo); es decir, que su intención era establecerlo como el clímax del ministerio terrenal de Jesús. Tal punto de vista no considera a la iglesia, tal como la conocemos hoy, como parte del plan original de Dios, por lo que hablar de la iglesia como la cumbre del plan de redención de Dios implicaría reemplazar a Israel de su posición central.
La desafortunada consecuencia de emplear el término “teología del reemplazo” es que los cristianos que no esperan un reino milenario terrenal son inmediatamente tildados como los del “reemplazo”, siendo rápidamente rechazados por no amar a Israel, aunque crean que Israel sigue siendo el pueblo del pacto y la promesa, y esperen una futura adhesión de los judíos al Mesías por causa del pacto y la promesa de Dios. Yo soy uno de ellos y hay muchos más como yo, y se nos estigmatiza simplemente porque no somos premilenaristas. Pero me molesta que me clasifiquen con aquellos que creen que Dios ha desechado a Israel simplemente porque no soy premilenarista.
Para complicar aún más las cosas, a algunos de los que creen como yo, les encanta usar la “teología del reemplazo” para explicar que Israel no conserva su posición de pueblo de Dios. El resultado es que la misma expresión “teología del reemplazo” se utiliza para identificar dos puntos de vista diferentes. Una opinión habla de “reemplazo” porque rechaza a Israel como pueblo de Dios; la otra habla de “reemplazo” porque también rechaza el premilenarismo. La confusión está servida y, por eso, no la uso.
¿Hay entonces una expresión mejor que podamos utilizar en caso de tener que referirnos a la opinión de quienes no estamos de acuerdo con la enseñanza de que Israel mantiene un pacto con el Señor? Sugiero dos posibilidades: teología de la exclusión o teología de la arrogancia. La de la exclusión no es la mejor porque da a entender que se excluye a los judíos de la salvación, cosa que nadie en este debate sostiene, a pesar de que hay quienes en realidad los están excluyendo de la posición del pacto. El término es mejor que el de reemplazo, porque todos cuantos creen que los judíos mantienen la posición del pacto pueden usarlo y sin estigmatizarse mutuamente. Sin embargo, prefiero la expresión teología de la arrogancia porque recoge la terminología de Pablo al ir contra esa idea errónea (Ro 11:18-19), y se dirige tanto al corazón como a la mente de la persona.
Pero todo lo anterior tiene que ver con palabras que se usan para describir una opinión contraria. ¿Qué término usamos para expresar lo que creemos? Hablaremos de esto más adelante, cuando consideremos la metáfora del olivo de Romanos 11, donde se resalta el injerto, aunque seguramente, el término del Nuevo Testamento es cumplimiento. La creación de la iglesia del nuevo pacto compuesta por judíos y gentiles es el cumplimiento de las promesas de Dios a Israel bajo el antiguo pacto. De no ser así, los escritores del Nuevo Testamento simplemente no habrían podido emplear la terminología del Antiguo Testamento para describir las realidades del Nuevo Testamento.6 O, mejor aún, el infinitivo cumplir, que subraya que se trata de una obra de Dios en fase de realización en la actualidad. Es un término que no deja el más mínimo lugar a la idea de que los judíos han perdido su posición como pueblo de la promesa, porque subraya que las promesas hechas a Israel todavía se están cumpliendo en la obra del evangelio hoy, en particular mediante la salvación de los judíos que creen. Es un término que también mantiene la puerta abierta a mayores posibilidades futuras mediante un nuevo impulso de la obra del Espíritu de Dios en Israel.
Preguntas:
1.¿En qué sentido Israel sigue siendo el pueblo de Dios?
2.¿Es judío un cristiano gentil?
3.¿Cuáles son los pros y los contras de la expresión “teología del reemplazo”?
5.En su libro The Thirteenth Tribe (La tribu número trece), Arthur Koestler, autor judío secular, dice que la conversión al judaísmo a mediados del siglo VIII de la nación jázara, un pueblo de origen turco que vivía en la región entre el mar Negro y el mar Caspio, significó que la mayoría de los judíos europeos dejaron de ser semíticos al unirse en matrimonio los jázaros con sus descendientes semíticos. Su conclusión es que los judíos de hoy han de aceptar esta realidad, dejar de fingir que son diferentes, asimilarse y terminar con el antisemitismo. Su argumento está lleno de conjeturas, ya que hay pocas evidencias de lo que les sucedió a los jázaros después de que su imperio fuera debilitado por los rusos alrededor del año 1000 d.C. y destruido por Genghis Khan a mediados del siglo XIII. Koestler supone que los supervivientes huyeron en masa hacia el oeste, se mantuvieron fieles al judaísmo y aumentaron masivamente el número de judíos de Europa del Este. Es mucho suponer, y su talón de Aquiles es la falta de palabras prestadas del turco en yiddish, el idioma de la judería de Europa del Este, que es esencialmente un dialecto del medio este alemán mezclado con elementos hebreos y eslavos. Además, podríamos contestarle a Koestler: “Bueno, y qué”. El pertenecer a la nación judía siempre se ha otorgado a los conversos al judaísmo, y como los jázaros lo eran, entonces eran judíos”.
6.Ef 2:19-22; 1Pe 2:4-5 (hay quien enseña que 1 Pedro fue escrita solo para los judíos cristianos, pero 2Pe 3:1 deja claro que la segunda epístola fue escrita para la misma audiencia que la primera, y esta segunda epístola está claramente dirigida a todos los cristianos. Ver 2Pe 1:1).
CAPÍTULO 3
Al judío primeramente
Las palabras de Pablo, “al judío primeramente”, son palabras que provocan respuestas diversas. Para algunos, son un grito de guerra en la lucha por crear el interés por los judíos, pero para otros son palabras que deben pronunciarse con mucho cuidado en caso de que ideas supremacistas surjan y se propaguen. Quiero comenzar retrocediendo un poco para ver las cosas en su contexto.
El Señor Jesús describió claramente a sus apóstoles su plan para la difusión del evangelio al abandonar esta tierra: “Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch 1:8). Sus palabras han guiado e inspirado las estrategias misioneras desde entonces, produciendo declaraciones como: “No es realista mirar a lo lejos si no somos fieles y activos aquí donde estamos”. Es decir, comienza donde estás, en tu propia Jerusalén.
Ahora bien, eso está bien siempre y cuando no se pierda de vista la perspectiva más amplia de las palabras del Señor Jesús. Jesús no dijo comenzar en Jerusalén porque allí es donde estaban en aquel momento. Después de todo, la mayoría eran galileos, y ciertamente se habrían sentido más cómodos comenzando en la tierra de origen, lejos de Jerusalén, donde Jesús había sido crucificado. Siguiendo los criterios del sentido común, habrían preferido Galilea. Sin embargo, había algo en el sitio que Jerusalén ocupaba en los propósitos de Dios que hacía esencial el comenzar allí. Y lo mismo podría decirse de los propios judíos. Algo en cuanto a su posición en los propósitos de Dios hacía que su nación fuera la primera en oír el evangelio. Esa verdad también afectaría la primera predicación del evangelio más allá de los confines de la tierra de Israel, y es mirando a esa historia que comenzamos a entender por qué Pablo escribió que el evangelio es, en primer lugar, para los judíos y, después, para los griegos (Ro 1:16).
El ejemplo de Pablo
Pablo era el apóstol de los gentiles, pero sería comprensible que pensáramos que muchas veces se olvidaba de ello, porque a dondequiera que iba, acudía siempre primero a los judíos. Por ejemplo: su primer viaje misionero, que comenzó en Chipre: “Y llegados a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos” (Hch 13:5). En Berea, durante su segundo viaje, leemos: “Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos” (Hch 17:10). Pablo siguió actuando así en su ministerio posterior en Éfeso: “Y llegó a Éfeso, y a ellos los dejó allí; mas él, entrando en la sinagoga, discutía con los judíos” (Hch 18:19). Por último, cuando llegó a Roma bajo arresto, lo primero que hizo fue dirigirse a los suyos: “Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos” (Hch 28:17). El libro de los Hechos se cierra con la nota del apóstol de los gentiles haciendo un intento específico de alcanzar a los judíos. Lucas lo resume todo al describir la visita de Pablo a la sinagoga de Tesalónica: “Y Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres sábados discutió con ellos, basándose en las Escrituras” (Hch 17:2, cursivas mías). Hablando en la sinagoga de Antioquía, Pablo dijo: “Era necesario que la palabra de Dios os fuera anunciada primero” (Hch 13:46, cursivas mías). No se trataba simplemente de una brillante idea de Pablo como estratega inteligente, sino de una obligación que le era impuesta.
Las promesas de Dios
Cuando Pablo predicaba a los judíos, les anunciaba una promesa cumplida: “Y nosotros también os anunciamos la Buena Nueva de que la promesa hecha a nuestros padres, Dios la ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús” (Hch 13:32-33). Nunca utilizó ese lenguaje con los gentiles. Para ellos, el evangelio era un llamado directo al arrepentimiento, porque Dios había pasado por alto sus pecados de ignorancia (Hch 17:30); no menciona promesa alguna que Dios les hubiera hecho. Es más, en Efesios, Pablo declara que los gentiles son, por definición, “extranjeros en cuanto a los pactos de la promesa” (Ef 2:12).
Las promesas en las que Pablo estaba pensando eran, obviamente, las hechas por Yahveh a Abraham, y que repitió y desarrolló tantas veces a través de los profetas: promesas sobre sus destinos nacionales, y promesas de un Salvador que los libraría de la maldición del pecado, promesas que vislumbraban la compasión de Dios por el mundo entero. En previsión de su cumplimiento, el salmista escribió: “Se ha acordado de su misericordia y de su verdad para con la casa de Israel; todos los confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios” (Sal 98:3). Para Pablo esto significaba que, como apóstol de los gentiles, él tenía la obligación de hablarles a los judíos primero.
¡Dios es fiel a sus promesas! Se asegura minuciosamente de que los receptores no sean ignorados, porque entonces él mismo sería infiel e incluso falto de amor. Como ejemplo, podemos imaginar una situación en la que se envían sendos paquetes idénticos a dos personas distintas. A una de ellas se le prometió un regalo y se le pidió que estuviera a la espera, pero la otra desconoce por completo que se le enviaría un regalo. Lo propio es que el remitente le haga saber al transportista que es prioritario entregar el paquete prometido primero y a tiempo. La reputación del remitente está en juego, y el receptor no debe dudar en ningún momento del amor y la fidelidad del remitente que le envía el regalo. Esa es la actitud que Dios tiene para con los judíos y es por eso que ellos han sido los primeros en oír. Pero imaginémonos —siguiendo este ejemplo— que el transportista no sigue las instrucciones, y la persona que está a la espera y atenta se da cuenta de que el regalo es entregado en otro sitio, y que no se ha hecho ningún esfuerzo por entregar el que se le había prometido primero y a tiempo. Valdría preguntarse si el otro paquete que tiene el transportista es o no el regalo prometido. En ese caso, los judíos habrían tenido motivos para cuestionar si Jesús era el Mesías, siendo sus mensajeros negligentes por no hablarles a quienes realmente lo estaban esperando.
“Al judío primeramente” ahora
Hay quien puede pensar que todo esto es muy interesante, pero que seguramente no es más que historia, y que tiene poca relevancia para la obra evangelizadora y misionera actual. Podría ser así si la posición prioritaria de Israel solo se mencionara en los evangelios y en los Hechos, pero si encontramos que las epístolas también insisten en ello, deberíamos pararnos a pensar. Las palabras “Al judío primeramente” de Romanos 1:16-17 nos desafían a que lo hagamos. Estas son las palabras de Pablo: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: «Mas el justo por la fe vivirá»”.
Este es el resumen del evangelio de Pablo, siendo el resto de Romanos esencialmente su exposición. Si tú mismo intentaras resumir el evangelio en dos frases –¿por qué no pararte e intentarlo en este momento?– me pregunto si incluirías la declaración “al judío primeramente y también al griego”. Creo que la mayoría de los cristianos evangélicos de hoy en día no lo haríamos. Pero lo cierto es que Pablo sí lo hizo, y por la muy buena razón de que expresó una verdad tan fundamental como las demás. Mencionar al judío y al gentil nos recuerda que el evangelio se basa en cómo ha obrado Dios en la historia y, en particular, con un pueblo, los judíos. El evangelio no es solo otro sistema más de ideas. La mención de los judíos también habla de que el evangelio tiene que ver con promesas hechas por Dios y que se han cumplido. “Al judío primeramente” es, por tanto, la esencia misma del evangelio.
Pero muchos se han olvidado de su importancia. Y, sin embargo, ¿quién pasaría por alto la importancia de las otras expresiones utilizadas por Pablo, como “justicia”, “fe”, “se revela”? Todos los cristianos se horrorizarían con solo pensarlo. Y, aun así, de algún modo, “al judío primeramente”, es para muchos algo de relevancia pasajera. Por tanto, si la historia y la promesa exigían, en los días de Pablo, que el evangelio fuera predicado primero a los judíos, que Pablo incluyera la frase “al judío primeramente” en su resumen de lo que es el evangelio como relevante en todo tiempo, tiene que afectar a nuestra predicación del evangelio ahora. El evangelio sigue siendo un mensaje arraigado en la historia y sigue siendo el cumplimiento de las promesas hechas a un pueblo, los judíos.
La siguiente vez que, en Romanos, Pablo utiliza la frase “al judío primeramente”, subraya que es “relevante para todos los tiempos”. Escribe sobre eso: “el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”, y las consecuencias para quienes no se arrepientan: “tribulación y angustia sobre todo ser humano que obra lo malo, el judío primeramente y también el griego” (Ro 2:5,9). Sea lo que sea que eso signifique en detalle, una cosa está clara: que los judíos están primero, porque los privilegios y las promesas de Dios están vigentes hasta el mismo día del juicio, y tendrán sus consecuencias en ese día.
El paradigma del final de Hechos
La forma en que acaba Hechos muestra que la prioridad sigue siendo la misma. El relato de Lucas cuenta la historia de cómo comenzó a cumplirse el mandato del Señor Jesús de predicar el evangelio en Jerusalén, Samaria y hasta lo último de la tierra (Hch 1:8). Su relato se acaba en Roma, con la historia inconclusa, pero mostrando que se sigue dando testimonio a todos, incluido un esfuerzo específico del apóstol de los gentiles para llegar al pueblo de la promesa, los judíos. La manera de terminar su recorrido en el registro de las Escrituras, el apóstol de los gentiles es claramente un modelo de cómo la iglesia debe continuar con respecto a las naciones del mundo. Es como si el Espíritu dijera: “Así es como debéis continuar con esta tarea”; tarea que implica que la iglesia alcance a las naciones, haciendo siempre un esfuerzo especial por alcanzar a los judíos.
En la actualidad las cosas no son del todo iguales
Lo de “al judío primeramente” sigue siendo relevante hoy, pero no podemos ignorar cómo ha cambiado la situación desde los días de Pablo. La obligación literal de ir primero a los judíos antes que a los gentiles se ha cumplido, y la comunidad judía ha tenido, en general, la oportunidad de asumir que Jesús es el Mesías. Los judíos de hoy no son un pueblo que ignore esto. La actitud de la sinagoga viene determinada por los dirigentes judíos, que han oído hablar de ello y han rechazado a Jesús como Mesías. Por tanto, no es posible entrar en una sinagoga, como hizo Pablo, y anunciar el mensaje de Jesús como si se tratara de noticias de última hora. Pero si nos distanciamos del panorama general, tendremos que preguntarnos: ¿qué pasa con las nuevas generaciones de judíos que han surgido, muchos de los cuales nunca han oído el evangelio de primera mano, sino solo una versión confusa y llena de prejuicios? Obviamente, no podemos decir que el mandato de llevar el evangelio a todo el mundo siga sin cumplirse hasta que hayamos buscado a cada judío o judía y lo hayamos compartido con él o con ella primero. Pablo no actuó así. Cuando Pablo regresaba a lugares que ya había evangelizado, no iba primero directamente a la sinagoga, como en su primera visita. Aun así, tampoco podemos decir que las palabras “al judío primeramente” ya no sean importantes para nuestra estrategia misionera cuando el pueblo de la promesa sigue aún vivo, necesita todavía el perdón de sus pecados y desconoce cómo obtenerlo. Consecuentemente, ¿qué significa todo esto en cuanto a la evangelización en nuestra iglesia y nuestra estrategia misionera?
“Al judío primeramente” y el testimonio de la iglesia local
En primer lugar, ver a los judíos como hijos de la promesa es una cuestión de perspectiva. No podemos tratarlos como si fueran un grupo étnico más, con su propia cultura. Son únicos porque son el pueblo al cual Dios hizo las promesas mesiánicas. Para ellos, el mensaje de un Salvador prometido es especialmente oportuno. El alma de su cultura apunta a una esperanza de salvación; toda su razón de ser es esperar esa salvación. La mayoría de sus días santos y fiestas fueron ordenados por Dios para enseñar el método y la meta de la salvación. Ninguna otra nación ha sido así creada y moldeada por Dios. Por eso Pablo, en Romanos 11:24 y en otro capítulo posterior, habla de ellos como las ramas naturales. Por esa razón, hay que presentarles a Jesús como el cumplimiento de aquellas promesas.
Una iglesia cercana a una comunidad judía, para alcanzar a los judíos de su barrio, ha de estar preparada y sensibilizada. Hay que esforzarse en instruir a la iglesia sobre el modo de predicarles siendo el pueblo de la promesa y, si nos lo tomamos en serio, capacitar de algún modo a alguien del liderazgo de la iglesia para que aprenda a predicarles a los judíos, responsabilizándose del testimonio de la iglesia a sus vecinos judíos. Deberíamos considerar que es un privilegio de Dios tener al pueblo de la promesa en el barrio de nuestra iglesia, y no algo incómodo. Yo seré el primero en admitir que hacer un esfuerzo especial así para alcanzarlos puede que traiga inconvenientes, pero no parece que Pablo dejase que algo así alterara su estrategia.
Esas iglesias deberían ver que tienen una oportunidad única de mostrar el “nuevo hombre” en Cristo (Ef 2:15). En su sabiduría, Dios ha dispersado al pueblo judío por todo el mundo, y especialmente por tierras donde oirán el evangelio. ¿No podemos verlo como parte del plan de Dios para salvar a algunos y lograr su propósito de crear un nuevo hombre en Cristo, compuesto por judíos y gentiles? Esas iglesias deberían entender que se trata de una oportunidad para algo glorioso, no como un problema a evitar.
A veces me pregunto si esta tendencia de ignorar a los judíos se debe a que algunos cristianos piensan que los judíos de hoy ya conocen el evangelio puesto que tienen el Antiguo Testamento. ¿Nos gozamos viendo al Mesías Jesús y la salvación en sus páginas, y por eso estamos seguros de que ellos también pueden verlo? Nada más lejos de la verdad. Por ejemplo, cuando les digo a amigos judíos que la muerte de Jesús satisface la gran demanda de sangre expiatoria enseñada en sus Escrituras hebreas, generalmente palidecen. No se les ha enseñado que aquellos sacrificios tuvieran ningún valor salvífico y no los vinculan con la sangre de Jesús. Creo también que, a algunos cristianos e incluso a líderes de la iglesia, les asusta la comunidad judía. Saben de la oposición que la comunidad judía puede levantar contra los intentos de evangelizarlos, y renuncian a hacerlo. A ninguno nos gusta ese tipo de conflictos, pero tanto nuestro Salvador como sus apóstoles anduvieron ese camino; y difícilmente podemos esperar que ahora sea distinto.
“Al judío primeramente” y la misión de la iglesia local
Globalmente, la iglesia aún está obligada a llevar el evangelio al judío primeramente y también al gentil. Si podemos teorizar por un momento, imaginemos a los líderes de una iglesia recién plantada sentados para discutir cómo hacer obra misionera más allá de su propio barrio. Su programa misionero es una hoja en blanco. Saben que son responsables de llegar a un mundo necesitado, pero la cuestión principal es a dónde ir o qué apoyar. Pero, retrocediendo un paso, ¿qué es lo que los hace ser conscientes de su responsabilidad? Es el mandato de Jesús el Mesías de ir a todo el mundo (Mt 28:19). También es lo que Pablo enseña: que, yendo, han de ir primero al judío. Quiere decir que han de reconocer que tienen la obligación de apoyar la obra entre los judíos, al tiempo que también buscan lo que Dios quiere que hagan en el mundo gentil. La estrategia ha de ser siempre doble, como lo fue la de Pablo hasta el final de Hechos. La conclusión es que las denominaciones eclesiásticas, o las iglesias locales independientes, son responsables al considerar la obra misionera, por participar en la evangelización de los judíos. Doy gracias a Dios porque muchos lo hacen, pero también me entristece que muchos no entiendan su responsabilidad. Puede que muchas iglesias sean celosas de la misión y envíen misioneros a todo el mundo y, sin embargo, se olviden por completo de los judíos. Es una omisión que hay que confesar y arrepentirse. ¿Y tú y tu iglesia, qué?
La oración por el pueblo judío en la vida de la iglesia
Cuanto estoy diciendo acerca de ir primeramente al judío, no habría sorprendido a algunos grandes hombres de Dios de generaciones precedentes. Por ejemplo, The Directory for Public Worship in the Westminster Confession of Faith (El Directorio para el Culto Público de la Confesión de Fe de Westminster) es una de las primeras y más completas declaraciones de fe y práctica escrita por protestantes, que fue creada por ministros británicos del evangelio reunidos en Londres en 1646 y es utilizada por muchas iglesias de todo el mundo. Hay un artículo que dice que cuando se ora por la venida del reino de Cristo, se debe mencionar de manera específica la conversión de los judíos. En la lista de motivos de oración está en primer lugar. Entre quienes escribieron aquel directorio se contaban algunos de los mejores y más capacitados predicadores y teólogos que jamás se hayan reunido para definir las enseñanzas de las Escrituras. No es poca cosa que llegaran a esa conclusión. ¡No hace falta ser muy imaginativo para entender cómo crecería el interés de los cristianos por la salvación de los judíos si cada predicador orara por su salvación cada domingo! Y esto no es solo para los predicadores; la oración habitual pública y privada de cada cristiano a favor de los judíos significa obedecer a esta enseñanza: “Al judío primeramente y también al griego”.
Peligros a evitar
La palabra “primeramente” en la frase “al judío primeramente” a menudo se entiende mal. No significa que los judíos tengan una espiritualidad innata que los haga distintos de los demás. Como dijo un ingenioso judío: “Los judíos somos como todo el mundo, solo que más”. Una simple lectura del Antiguo Testamento debería bastar para disipar cualquier idea de que el pueblo judío sea una nación de superhombres espirituales, aunque la idea persiste.
Con todo, hay quienes siguen pensando que los judíos no necesitan a Jesús el Mesías para llegar al cielo. Enseñan que los judíos tienen su propio pacto con Dios y que eso basta. Lo dicho por Pablo y Pedro debería ser suficiente para refutar tal idea: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Ro 3:23); “No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch 4:12).
Este mito de la espiritualidad innata de los judíos hace que haya cristianos que vean a los judíos que creen en Jesús como poseedores de un aura especial. Muchas veces me han dicho con un tono bastante efusivo: “¡Son tan maravillosos cuando se convierten! ¿no es cierto?”. Es muy interesante tener tradiciones nacionales y familiares cuyas raíces están en la revelación de Dios. Todo el mundo siente un atractivo natural hacia sus raíces, y las de los judíos están en la Biblia. Pero nada los hace de manera innata mejores seguidores de Jesús el Mesías. No existe un camino fácil que nos haga espirituales y que seamos una bendición espiritual para los demás; tal cosa es el resultado del crecimiento lento pero seguro en la gracia y que nace de la sumisión a la verdad de Dios. No dudo que sea importante y valioso tener creyentes judíos en la iglesia, pero no hay ninguna bendición automática que se derive de ello.
Otro peligro que resulta de exagerar la importancia de los judíos es el de menospreciar la iglesia. A la comunidad del nuevo pacto del Mesías, compuesta por judíos y gentiles, se la llama el cuerpo glorioso de Cristo, y eso es lo que es. Hay que evitar cualquier intento de minimizar su posición bíblica como cumplimiento y vértice del plan de salvación de Dios cuando se insista en el interés que Dios tiene por Israel. Según mi propia experiencia, he descubierto que esta tendencia en muchos de los que aman al pueblo judío suele ser lo que más desagrada a quienes comienzan a considerar estas verdades acerca de los judíos. Hay quienes creen que la iglesia nunca formó parte del plan del Señor, sino que recurrió a ella solo como una especie de Plan B cuando los judíos, como pueblo, no aceptaron a Jesús como el Mesías. En consecuencia, su plan de establecer un reino mundial, centrado en Jerusalén, quedó en suspenso, y la “era de la iglesia” se instituyó como fase intermedia hasta que él vuelva a establecer su reino milenario. Tal punto de vista presenta inevitablemente a la iglesia como mejor opción secundaria, y plantea serias preguntas acerca de la soberanía de Dios.
Dificultades y objeciones
Estoy seguro de que, a estas alturas, aunque espero haber respondido a la mayoría de las preguntas que surgen de este problema, algunos lectores habrán dicho varias veces: “Sí, pero…”. Sin embargo, me vienen al pensamiento otras dos preguntas que trataremos a continuación.
El período de transición de los Hechos de los Apóstoles
Hechos habla no solo de los comienzos del evangelio, sino también del singular período de cambio del antiguo pacto al nuevo. Hay cosas en los Hechos que pertenecen solo a ese momento de transición; por ejemplo, el que los creyentes judíos continuaran asistiendo fielmente al culto del templo. ¿Podemos decir lo mismo sobre lo de “al judío primeramente”? Para responder hemos de preguntarnos, ¿se enseña esta práctica o principio en las epístolas? Si es así, es vinculante hoy y no algo transitorio. Ya he demostrado anteriormente que lo de “al judío primeramente” se enseña claramente en las epístolas.
Cristo derriba la pared intermedia de separación (Ef 2:14)
Él lo hace en verdad. Pero es algo que sucede en Cristo cuando los pecadores creen en él. Sin embargo, la expresión “al judío primeramente” habla de judíos y gentiles mientras son inconversos, hayan o no recibido promesas de Dios. Espiritualmente hablando, el mundo no se divide simplemente en creyentes y no creyentes, pues el mundo no creyente, a la vista de Dios, se divide a su vez en judíos y gentiles, según escribe Pablo: “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1Co 10:32).
Preguntas:
1.¿Por qué escribió Pablo que el evangelio se dirige “al judío primeramente”? ¿Se puede aplicar eso hoy?
2.¿Qué peligros hay en exagerar lo de “al judío primeramente”?
3.¿De qué modo reconoce tu iglesia que el evangelio va dirigido “al judío primeramente”?
CAPÍTULO 4
El olivo