Thoreau - Antonio Casado da Rocha - E-Book

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Antonio Casado da Rocha

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Beschreibung

Si un individuo pasea por los bosques por amor a ellos la mitad de cada día, corre el riesgo de que le consideren un holgazán; pero si se pasa todo el día especulando, cortando esos bosques y dejando la tierra desnuda antes de tiempo, se le aprecia como ciudadano laborioso y emprendedor, como si el único interés de una ciudad por sus bosques estuviera en talarlos. Eso decía con conocimiento de causa Henry David Thoreau (1817-1862), que condenaba la maldita obsesión que ha convertido al mundo en un taller y en una lotería y afirmaba, dando ejemplo con su vida, que todas las cosas buenas son libres y salvajes. Thoreau fue agrimensor, naturalista, conferenciante y fabricante de lápices, y hoy se le considera uno de los padres fundadores de la literatura norteamericana, profeta de la ecología y la ética ambiental, inventor de la desobediencia civil. La villa de Concord, el lugar donde nació en 1817, ha quedado inmortalizada en clásicos como Walden y en otros libros de Thoreau menos conocidos a este lado del Atlántico, pero que han viajado por el mundo bastante más que su autor. Él se conformaba con haber viajado mucho por los ríos y campos de Concord. Amén de resistirse por activa y pasiva a cualquier tipo de esclavitud o domesticación, Thoreau continúa exasperando a las personas serias. Para no malinterpretar ese legado de protesta creativa (así lo describió Martin Luther King), habría que entenderlo en sus propios términos, dentro del contexto formado por las cosas y las personas que le importaban. Esa es la idea que animó a Antonio Casado da Rocha a escribir este primer ensayo en castellano sobre la obra de Thoreau, aumentado y corregido para esta nueva edición, que sigue a rajatabla el consejo de Mark Twain: si una biografía prescinde de las pequeñas cosas y solo menciona las grandes no traza en absoluto un retrato apropiado de la vida de un hombre.

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ANTONIOCASADO DAROCHA

THOREAU

BIOGRAFÍA ESENCIAL

Prólogo de Joaquín Araújo Ilustraciones de Paula Ortiz de Luna

ACUARELA LIBROS

A. MACHADO LIBROS

Licencia Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 EspañaSe permite copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra, siempre que se reconozcan los créditos de la misma de la manera especificada por el autor o licenciador. No se puede utilizar esta obra con fines comerciales. No se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de esta. En cualquier uso o distribución de la obra se deberán establecer claramente los términos de esta licencia. Se podrá prescindir de cualquiera de estas condiciones siempre que se obtenga el permiso expreso del titular de los derechos de autor.

© de la presente edición:

Acuarela Libros y Machado Grupo de Distribución, S.L.

Autor:

Antonio Casado da Rocha

Prólogo:

Joaquín Araújo

Ilustraciones:

Paula Ortiz de Luna

Maquetación:

Antonio Borrallo

Edición:

Acuarela [email protected] Machado Grupo de Distribución, S.L.C/ Labradores, 5 - Parque Empresarial Prado del Espino 28660 Boadilla del Monte (Madrid)[email protected]

ISBN:978-84-9114-111-2

ÍNDICE

PRÓLOGO (Joaquín Araújo)

COSAS LIBRES Y SALVAJES (a modo de introducción)

COMPAÑÍA (dramatis personae)

1856 (todos los días un dios)

CONCORD (el lugar más estimable del mundo)

HARVARD (muchas ramas y ninguna raíz)

ELLEN (el amor sin remedio)

EMERSON (el hechicero de la tribu)

REFORMAS (el club de los trascendentalistas)

MUSKETAQUID & MERRIMACK (dos ríos y un fracaso)

DESOBEDIENCIA CIVIL (una noche en prisión)

HOJAS (una noche al raso)

CAMINANDO (sobre lo silvestre)

WALDEN(el libro)

MAINE & CAPE COD (bosques, cumbres y playas)

JOHN BROWN (un rifle de mayor alcance)

HENRY (una vida de principios)

EPÍLOGO (el mito Thoreau)

EL DUENDE THOREAU (addenda de 2013)

MATERIALES (notas y fuentes)

CRONOLOGÍA (1817-1998)

BIBLIOGRAFÍA (originales y traducciones)

Arantzari

My life has been the poem I would have writ,But I could not both live and utter it.(H.D.T., 1849)

I wished to live deliberately, to front only the essential facts of life.(1854)

Let it be named from the fishes that swim in it, the wild fowl or quadrupeds which frequent it, the wild flowers which grow by its shores, or some wild man or child the thread of whose history is interwoven with its own.(1854)

Now or never!(1859)

All good things are wild and free.(1862)

PRÓLOGO

Por Joaquín Araújo

Hace ya casi doce años escribí una serie de artículos para la revistaQuercus, la publicación más acreditada de los naturalistas españoles. Pretendía poner a disposición de mis compañeros de pasión una serie de fugaces biografías, acompañadas de todavía más relampagueantes fogonazos del pensamiento, de algunos de los personajes históricos a los que considero antecesores de las entrañas ideológicas de quienes estudiamos y defendemos la vida en su conjunto. Me incliné por escritores, filósofos o artistas dejando a un lado los científicos, aunque en no pocas ocasiones coincidieron ambas facetas. Sobre todo en la Antigüedad.

La semblanza de Thoreau ocupó la cuarta posición, tras Lao Zi, Epicuro y Unamuno... y antes de Octavio Paz, Miguel Delibes, Maeterlink o Goethe. Releí, entonces, elWaldenque ya me había despertado veinte años antes. Tanto en una como en otra ocasión eché de menos saber más sobre Henry David Thoreau, por mucho que su obra, tan escasa como parcamente conocida, resulte en buena medida autobiográfica. Es decir, de ese sincero narcisismo inmaculado que a veces conquistan los solitarios. Esos que consiguen vivir la vida sin erradicar ni desterrar a la inmensa mayor parte de sus componentes y ofertas. Me refiero, en efecto, a los que practican la humildad de reconocerse hijos del humus: de la tierra.

Cuando Thoreau cumple su iniciación, prácticamente ascética, en buena medida inaugura dos corrientes que alimentarán los caudales del pensamiento ecológico de siglo y medio más tarde. Tampoco conviene olvidar que Thoreau es a su vez deudor de algunos planteamientos de las principales filosofías orientales, de Epicuro, Pitágoras y Séneca, entre otros. Nadie es sin sus raíces; nadie es sin sus frutos. De la mente de Thoreau aprendimos que la estimulación convierte el infinito en excrementos; que el consumismo acaba siendo una insaciable maquinaria que deglute belleza y la convierte en pobres, feos y malolientes residuos. De ahí que la austeridad de lo inmediato quede sobradamente compensada por el esplendor de lo circundante, que en realidad se convierte en un alimento sin metabolismo. Cuando eso se entiende no cabe perpetrar el parricidio sobre el paisaje. La otra herencia, acaso de resonancias menos compartidas, es la de la soledad. La de que los grandes eventos, fruto de la contemplación, son el premio que reciben los solitarios. O al menos los que saben quedarse oportunamente aislados para que venga a visitarles la tímida Natura con sus mejores galas.

En medio de tan cruciales líneas maestras, el naturalismo del Thoreau convencional podría parecernos algo muy secundario, casi anecdótico. Pero quien no repara en la criatura, en el detalle de lo que palpita con modestia en medio de la inmensidad, tampoco está capacitado para comprender. Porque la especie que pone ante los ojos del naturalista a ese individuo que en un instante concentra la historia de la vida, es una respuesta de los millones posibles que se han dado en este mundo. Saber algo de tan minúscula identidad a menudo es lo que realmente nos conecta al derredor que lo hace posible. Es más, el interés y el consiguiente identificar –poner nombre– a quienes estás mirando no solo entronca con el convencional panorama de la Biología, sino con la dimensión moral de la compasión o al menos de una cierta renuncia al uso de la violencia hacia el resto de lo viviente. De ahí que tantos pedagogos se hayan inclinado por la enseñanza de y en contacto con lo natural, pues afianzan el temperamento convencional.

Thoreau se interesó por los otros seres vivos, conocía bien a muchos y, como no podía ser de otra forma, acabó concentrán-dose en el estudio, contemplación y disfrute del bosque. Las arboledas concentran las más completas y complejas tramas y comunidades vitales. Son, por tanto, los lugares más idóneos para asomarse al gran acontecer de lo viviente. Por eso Thoreau se emboscó y nos convirtió en emboscados a muchos, en todos los continentes. El movimiento ecologista mundial, con unos veinte millones de vinculados, no se explica sin conocer raíces tan principales como la del ejemplo de Thoreau, y mucho menos, por supuesto, cuando hay que acordarse de los orígenes de la resistencia pasiva, la desobediencia sin violencia.

Así por lo leído. Pero nadie había podido leer en español la intimidad de este autor, esa otra mitad que todos somos. La aportación que supone la primera biografía de H. D. Thoreau para nuestro ámbito cultural cumple y completa. El ameno, intenso y original trabajo de Antonio Casado da Rocha pone a nuestro alcance uno de los bienes más preciados para todos los que militan en la honestidad intelectual: nos hace comprender los motivos de una merecida admiración.

COSAS LIBRES Y SALVAJES (a modo de introducción)

Henry David Thoreau fue naturalista, agrimensor, maestro de escuela y fabricante de lápices; hoy se le considera uno de los padres fundadores de la literatura norteamericana, profeta de la ecología y la ética ambiental, inventor de la desobediencia civil. La villa de Concord, el lugar donde nació en 1817, ha quedado inmortalizada en clásicos comoWaldeny en otros libros de Thoreau menos conocidos a este lado del Atlántico, pero que han viajado por el mundo bastante más que su autor. He viajado mucho por Concord, decía él.

Hace unos años, mientras escribía mi tesis doctoral en la Universidad del País Vasco, descubrí algunas curiosidades acerca de Thoreau y la acogida de su obra en los países de lengua española. Mi puerto de partida en ese viaje a saltos sobre el océano y los siglos fue el fondo de reserva del centro cultural Koldo Mitxelena de San Sebastián, donde hoy se conserva la biblioteca del poeta Gabriel Celaya. Para poder trabajar en esa hermosa sala, el único lugar público en la ciudad con la tranquilidad y el silencio que yo necesitaba, tenía que solicitar algún libro del fondo, y un día elegí el ejemplar deWaldenque figuraba en el catálogo. A partir de entonces, todas las mañanas de trabajo comenzaron con el ritual de entregar al funcionario de turno la solicitud para obtener ese libro. Me gustaba acariciar sus tapas, cubiertas con el reconocible estampado de la Colección Austral, y el tacto áspero de sus hojas se correspondía bien con las reflexiones de Thoreau, que me recordaban algún poema del propio Celaya. Esa edición deWaldentenía el interés añadido de ser una traducción de 1949 publicada en Buenos Aires por Justo Gárate, un médico humanista guipuzcoano. Me llamó la atención una de las frases subrayadas por el grueso trazo de Celaya:

si un enemigo toma la ciudad [Thoreau] puede, como el viejo filósofo, salir sin ansiedad por la puerta con las manos vacías.

Tal como confesaba el traductor Gárate a pie de página, él también había abandonado Bilbao en plena guerra civil cuando, en 1937, el enemigo tomaba la ciudad. Tras realizar un breve escrutinio, dijo, comprobó que el seguro de vida es inseguro, que elnecessaireno es necesario y que lo importante es lo que llevamos bajo la piel; acto seguido se embarcó para la Argentina. Supe después que antes del exilio había estudiado en Alemania; allí, en el Freiburg in Baden de 1924, leyó por primera vez algo acerca de Thoreau en un estudio sobre Gandhi del escritor francés Romain Rolland. Años más tarde, en el momento de traducirWalden, Gárate se había establecido en Tandil, una serranía sobre la Pampa húmeda a trescientos cincuenta kilómetros de Buenos Aires, y ya participaba en la Thoreau Society, una asociación de estudiosos y entusiastas fundada en 1941 por Walter Harding. Tras hacerme socio yo también, pude saber que esa versión deWaldenno fue la primera en Argentina, ya que cuatro años antes se había publicado otra traducción; pero Gárate añadió muchas notas, recabó información adicional sobre Thoreau de los agregados culturales de la embajada estadounidense y acudió para documentarse a los escritos de Domingo Sarmiento, un argentino que había visitado Concord en 1865. En 1969, su hija Nere Gárate completó una traducción de otra obra de Thoreau, laApología del Capitán John Brown, para ser publicada en Buenos Aires por responder, dijo su padre, a un problema de relativa actualidad. Junto a esta noticia, Justo Gárate envió a la Thoreau Society toda una recopilación de menciones a Thoreau en el mundo hispanoamericano, comenzando por la del filósofo bilbaíno Miguel de Unamuno; tras examinar la bibliografía existente, Gárate concluyóque fue su paisano quien presentó por vez primera el nombre de Thoreau a los lectores en idioma castellano. Efectivamente, en la revistaNuevo Mundode Madrid, el siete de septiembre de 1905, Unamuno declaró compartir

el desdén que E. D. Thoreau sentía hacia la prensa diaria y aquella su ocurrencia de que se comprometía a redactar un número con [un] año de anticipación, sin más que dejar los huecos para nombres y fechas.

La ocurrencia podía haberla leído en cualquiera de los dos libros publicados en vida por Thoreau,A Week on the Concord and Merrimack Rivers(1849) yWalden(1854). El primero nunca se ha traducido al castellano; la primera versión del segundo data como mínimo de abril de 1907, cuando se tradujo el capítulo «Soledad» en el número II de la revistaRenacimiento Latino, también publicada en Madrid. En ese mismo número, el poeta Antonio Machado escribió para la sección «Glosario» una reseña que termina así:

Renacimientocree de cierta actualidad espiritual la remembranza de este libro peregrino, en días en que andan los intelectos castellanos, por obra y gracia de unas cuantas comedias, soliviantados ante la supuesta contienda entre la vida que se vive y la que se lee.Renacimientocree con Thoreau que dentro de toda vida completa está muy en su punto la lectura, y aun la interpretación de cuanto papel impreso y manuscrito incluyendo en este las cartas de amor corre por el mundo; pero quiere que libros y cartas se lean, si es posible, al aire libre, porque el polvillo de las bibliotecas suele apolillar los corazones; el rumor de los pinos ¡y hasta Madrid tiene un pinar del dominio público! subraya maravillosamente los pensamientos hondos y las rimas frágiles; hay quien no ha comprendido el oculto significado de un verbo, modelo de conjugación, hasta que le ha estudiado debajo de un árbol, y la más fugitiva palabra es parábola si se escucha cara al mar, comentada por la brava voz del agua que bate la peña. Leed, pues, intelectuales españoles, si aún no le habéis aprendido de memoria, el libro de este intelectual que soñó como latino y como sajón puso en práctica su sueño; en él aprenderéis cosas fragantes, enseñadas con toda la seriedad de un humorismo que por esta vez no es melancolía y caminaréis a través de sus páginas por vericuetos que muchas veces no sabréis si son de bosque o de alma,pero en cuya más recóndita encrucijada hallaréis la choza pequeñita como todo lo bueno en que, según palabras del propio ermitaño, «hay una silla para la soledad, dos para la amistad y tres para la compañía».

Aunque tal vez hubiera sido mejor traducir sociedad,society, donde Machado dice compañía, esta última cita procede de un capítulo deWaldendistinto al publicado en la revistaRenacimiento, lo que hace pensar que Machado conocía el libro entero; aun así, la obra de Thoreau no disfrutaría de mayor difusión hasta mediados de siglo, cuando Gárate publicó su versión deWaldenen la editorial Espasa Calpe y apareció también la primera traducción castellana del ensayo de Thoreau sobre la desobediencia civil, esta vez en Chile. La tirada de este último se limitó a cien ejemplares en conmemoración de los cien años de la publicación del original (1849-1949), y fue reeditada por la prensa de la Universidad de Santiago de Chile en 1970. También aparecieron algunas antologías de escritos en Argentina y Costa Rica, pero en España hubo que esperar al final del régimen franquista para volver a saber de Thoreau: en 1975 apareció en una antología dedicada a los anarquistas; en 1976, Thoreau encabezaba otra dedicada a la no-violencia como arma política y suWaldenvolvía a traducirse al castellano en Barcelona. En 1977, Justo Gárate regresó a Bilbao, donde fue nombrado Profesor Honorario de la Universidad del País Vasco; murió en Mendoza, Argentina, en 1994.

Cinco años después, yo no conseguía terminar la tesis y decidí pasar una temporada en un instituto de Nueva Inglaterra. Tenía propósitos más urgentes que historiar las traducciones al castellano de Thoreau, pero ese peregrino deseo de contemplar los paisajes acerca de los cuales hemos leído (qué filósofo no ha soñado con plantar el pie sobre la Acrópolis, o deslizarse por cierto seminario en la ciudad de Jena) me hicieron prometerme que, antes de regresar a Europa, yo también me daría un paseo por los bosques de Walden. El día en que me decidí a tomar el tren a Concord, diecinueve de abril, la pequeña población celebraba el Patriot’s Day, conmemoración de la batalla que inició la Revolución americana.La villa me recordó un cuidado museo de figuritas y, en efecto, esa mañana no faltaban en sus calles soldados de uniforme: rojo los ingleses, verde los colonos. Ajeno al ruidoso desfile, busqué refugio en la biblioteca pública de Concord; allí pude saludar a la estatua sedente de Emerson y, tras descubrir que su parecido con la efigie de Lincoln que se encuentra en Washington no es casual, pues ambas son obra del mismo escultor, solicité un carné de lector en el mostrador. Superé las habituales cortapisas mostrando el pasaporte y aludiendo a ciertos contactos en Boston; finalmente conseguí sentarme ante una pila de libros de y sobre Thoreau. Semanas después regresé a Concord para visitar el cementerio de Sleepy Hollow y presentarle allí mis respetos. Era un seis de mayo, la misma fecha de su muerte en 1862, y había quedado en reunirme con un grupo de veteranos locales de la Thoreau Society. Tras unas palabras de saludo, alguien leyó su pasaje favorito e invitó a los demás a hacer lo mismo; excusándome por mi torpe inglés, yo saqué de la mochila un librito que me había dado Juan José Coy, un profesor de Salamanca, y leí lo que ahora traduzco:

¿Llamamos a esto la tierra de la libertad? ¿Qué sentido tiene liberarse del rey Jorge para continuar siendo esclavos del rey Prejuicio? ¿Qué sentido tiene nacer libres si no podemos vivir como personas libres? ¿Qué valor tiene la libertad política si no posibilita la libertad moral? ¿Es de la libertad para ser esclavos o de la libertad para ser libres de lo que fanfarroneamos? Somos una nación de políticos preocupados por la defensa de la libertad. Pero solo los hijos de nuestros hijos podrán acaso ser realmente libres.

Al terminar pude percibir cierta desazón en mis compañeros, como si la lectura hubiera estropeado su celebración. Algo había de chocante en que este predicador de la pobreza voluntaria fuese objeto de homenaje en una de las comunidades más acomodadas de uno de los países más opulentos del mundo. Quizá por eso Joyce Carol Oates ve en Thoreau al escritor más polémico de América (el supremo poeta de la duplicidad, la evasión y el misterio, así le describió) y Paul Auster encuentre en él a un estilista lleno deagudeza y energía mental, uno de los mejores prosistas en lengua inglesa, pero también algo más, pues su concepto de laresistencia pasiva, dice, ha dado la vuelta al mundo:

Thoreau influyó de manera decisiva en Tolstói, en Gandhi (que no habría existido sin él), en Romain Rolland, y sobre todo en el Movimiento de los Derechos Civiles de Martin Luther King.

Esa resistencia no fue tan pasiva como parece, pero tampoco me extrañó la fascinación de Auster por Thoreau y sus contemporáneos, como Herman Melville o su amigo Nathaniel Hawthorne. Cuando Thoreau terminó de escribirWalden, Melville acababa de publicar un cuento,Bartleby el escribiente; según el narrador deBartleby, nada exaspera más a una persona seria que una resistencia pasiva, aunque tal vez, añade, esa persona procurará que su imaginación interprete lo que su entendimiento no puede resolver. Así Thoreau, tras resistirse por activa y pasiva a cualquier tipo de esclavitud o domesticación, continúa hoy exasperando a las personas serias. Acaso sería necesario, pensé, reinterpretar su vida una vez más.

Fue entonces cuando decidí ensayar un retrato de Thoreau: una semblanza personal aunque fuese en miniatura. No deseaba limitarme a repetir lo ya dicho por Walter Harding, un profesor de literatura en Nueva York que recogió prácticamente todo lo que sabemos sobre él, sino más bien seguir el consejo de Mark Twain, que escribió que si una biografía prescinde de las pequeñas cosas y solo menciona las grandes no traza en absoluto un retrato apropiado de la vida de un hombre. Para Twain lo importante era el detalle revelador: describir los verdaderos intereses del personaje utilizando para ello algún que otro incidente al que vincular sus emociones. No es tarea fácil, y la dificultad no solo se halla en que, como escribió Thoreau, la grandeza de un gran personaje aparece de manera bien distinta a gente diferente. Está también que escribir la biografía de un escritor es algo especialmente complicado, ya que los escritores acostumbran a ser muchas personas al mismotiempo. Además, Thoreau vivió una época decisiva en la historia y la literatura de Norteamérica. En palabras de Auster, fue uno de los primeros en reparar en las contradicciones de los Estados Unidos, un país agrícola, de granjas y campesinos, que la industrialización iba a transformar poco a poco. Por medio del narrador de su novelaLeviatán, Auster sugiere que desde entonces América ha perdido el rumbo:

Thoreau era el único hombre que sabía leer la brújula, y ahora que ha muerto no tenemos ninguna esperanza de volver a encontrarnos a nosotros mismos.

Como veremos, el mito Thoreau sigue vivo y todavía podemos encontrarnos a nosotros mismos en él. Ahora bien, para no malinterpretar eselegado de protesta creativa(así lo describió Martin Luther King) hay que entenderlo en sus propios términos, dentro del contexto formado por las cosas y las personas que importaban a Thoreau, y evitar ponerlo al servicio de otros fines. No me termina de satisfacer la interpretación del crítico literario Harold Bloom, para quien la obra de Thoreau es una mera revisión, si bien muy astuta y poderosa, del filósofo norteamericano del momento, Ralph Waldo Emerson. Es verdad que Thoreau creció intelectualmente a la sombra de un mentor cuya fama rebasó pronto el marco de los EEUU, y que esa cercanía marcó tanto su escritura como su lectura posterior, pero no fue su único discípulo, ni tampoco el más famoso, pues la influencia de Emerson se extiende hasta José Martí o Friedrich Nietzsche, que solía viajar con un ejemplar de susEnsayosen el baúl… Opté por imaginar a Thoreau mediante los seres que amaba, esas «cosas libres y salvajes», para así poder contar su vida siguiendo el hilo de mis lecturas y recuerdos, algo que Marguerite Yourcenar llevó a cabo de manera insuperable en susMemorias de Adriano:

Reconstruir desde adentro lo que los arqueólogos del siglo diecinueve han hecho desde afuera.

Por supuesto, es imposible conocer con exactitud cómo pensaba o sentía un autor del pasado, y esto es especialmente cierto en Thoreau, que siempre fue muy selectivo con aquello que mostraba en público. Una reconstrucción como la que yo intentaba hacer, basada en materiales biográficos y textos del autor estudiado, no puede sustraerse al empleo constante de las conjeturas; por ello, llevado por el deseo de escribir sin academicismos (sin ataduras, como dijo Thoreau enWalden) fui eliminando todas las comillas y muchos de esosquizáyprobablementeque suelen matizar los ensayos de naturaleza especulativa. Al fin y al cabo, Thoreau nunca escribió su autobiografía, ni falta que le hizo, pues para explicarse a sí mismo tenía un diario cuya longitud llegó a superar los dos millones de palabras: esa es y será siempre su única biografía autorizada. Este diario no solo era su taller de escritura, sino también una «tecnología del yo» que empleaba para dar razón y sentido a sus días. Al hacerlo cumplía con aquello que pedía de cada escritor, tarde o temprano: un relato sencillo y sincero de su vida, como si lo enviara a los suyos desde un país lejano; porque si ha vivido sinceramente, aclaró, ha tenido que ser lejos de aquí. Intentó vivir sincero y profundo en la Norteamérica del siglo diecinueve, extrayendo de la vida todo su jugo, y creo que tuvo éxito en la tarea: al menos Emerson dijo de él que consiguió vivir al día, sin ser mortificado por la memoria. Como lector, Thoreau no sentía mucha curiosidad por los héroes de las novelas, y le interesaba más la vida cotidiana de sus autores, que para él eran los únicos héroes de verdad. Observador tenaz y obsesionado por la autenticidad, otorgaba poco peso a los acontecimientos de los que se suele hablar en las biografías. Le resultaba difícil recordar en su diario las casas que había habitado, pero era consciente de que los biógrafos se dedican precisamente a establecer esos hechos, y de la indebida importancia que quizá les otorgan:

En mi diario compruebo que los acontecimientos más importantes de mi vida, caso de quedar registrados, no suelen llevar fecha.

Si fuera cierto que el carácter peculiar de cada uno se revela en cada gesto y cada acto, y así lo creía Thoreau, entonces bastaría con seleccionar bien esos rasgos para que el retrato fuera exacto. Tan preciso me resultaría incluir la visión que tenía de sí mismo (se consideraba un gran exagerador) como detalles en apariencia triviales, así que en beneficio de las pequeñas cosas que importan comencé a relegar numerosos eventos a una tabla cronológica, algo muy útil para no tener que salpicar el texto con excesivas fechas. Además de esa tabla, me hice con un mapa de la villa y alrededores de Concord, y empleé muchas tardes recorriendo esos lugares. Que elWalden dosde Skinner sea lectura obligatoria en muchas facultades como ilustración de la escuela conductista en psicología, unido a que esta obra sea una utopía, una obra de ficción sobre algo que todavía no ha lugar, hace pensar a mucha gente queWalden«uno» también lo es. Pero Thoreau no escribía ficciones ni utopías; Walden es un lugar tan real como literario. No recuerdo cuándo bajé a bañarme en la laguna por primera vez; quizá fuera en mayo porque el agua aún estaba fría, pero tan limpia que podía ver con claridad el fondo arenoso mientras nadaba. Como dijo una vez el escritor E. L. Doctorow, Walden es un lugar modesto, una simple laguna y un bosque cualquiera de Nueva Inglaterra, pero Thoreau lo convirtió en exactamente lo que debía ser, pues se representó a sí mismo como el Hombre Común, y eligió Walden para que fuese su Lugar. Su lugar con mayúsculas; su lugar propio, como escribió en su diario:

Si quieres conocer cómo pienso debes intentar ponerte en mi lugar.

Mas para volver a hacerlo ya no necesitaba regresar a Walden, pues basta con leerWalden, el libro, para experimentar lo que el antropólogo Roger Bartra ha descrito como el testimonio de un itinerario hacia nuestra primigenia condición salvaje. En realidad, podría decirse que el motivo principal en toda la obra de Thoreau es una indagación de eso que en inglés llamanwilderness, palabra de difícil traducción al castellano que hace referencia a la naturaleza solo habitada por las fieras y, si acaso, por hombres y mujeres silvestres. Esta naturaleza salvaje o desierta se refiere a un espacio interior y anterior a la civilización. Al igual que el personaje de Marlow enEl corazón de las tinieblas, cuando rememora al comandante romano que llega tras penosas marchas a un país, la actual Inglaterra, donde le rodea

toda esa vida misteriosa y primitiva que se agita en el bosque, en las selvas, en el corazón del hombre salvaje,