Toda culpa es un misterio - Gabriela Mistral - E-Book

Toda culpa es un misterio E-Book

Gabriela Mistral

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Beschreibung

Gabriela Mistral comenzó a desarrollar su vida espiritual a muy temprana edad con la Biblia. A través de diversas lecturas, incorporó aspectos del budismo, el hinduismo y el judaísmo, además de una gran cantidad de temas ocultistas y esotéricos. Esa búsqueda mística y religiosa es uno de los aspectos más desconocidos de toda su vida y obra, pero es donde reside la sensibilidad que hay en su prosa y la fuente de inspiración de su poesía.

La selección de esta antología, realizada por Diego del Pozo, reúne discursos, columnas y entrevistas en los que Mistral habla del cristianismo con sentido social, de su preocupación por el porvenir de las religiones y por el abandono de la espiritualidad. Además, contiene una segunda parte con escritos místicos provenientes de cuadernos íntimos, plagados de anotaciones en prosa, versos y poemas, que, a modo de mantras personales o aforismos espirituales, la conectaron con la belleza y su fe en la humanidad.

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Gabriela Mistral comenzó a desarrollar su vida espiritual a muy temprana edad con la Biblia. A través de diversas lecturas, incorporó aspectos del budismo, el hinduismo y el judaísmo, además de una gran cantidad de temas ocultistas y esotéricos. Esa búsqueda mística y religiosa es uno de los aspectos más desconocidos de toda su vida y obra, pero es donde reside la sensibilidad que hay en su prosa y la fuente de inspiración de su poesía.

La selección de esta antología, realizada por Diego del Pozo, reúne discursos, columnas y entrevistas en los que Mistral habla del cristianismo con sentido social, de su preocupación por el porvenir de las religiones y por el abandono de la espiritualidad. Además, contiene una segunda parte con escritos místicos provenientes de cuadernos íntimos, plagados de anotaciones en prosa, versos y poemas, que, a modo de mantras personales o aforismos espirituales, la conectaron con la belleza y su fe en la humanidad.

Toda culpa es un misterio Antología mística y religiosa de Gabriela Mistral

Edición de Diego del Pozo

La Pollera Ediciones

www.lapollera.cl

Índice
Prólogo
Nota Editorial
Religión
El sentido religioso de la vida (1922)
Cristianismo con sentido social (1924)
Discurso en la Unión Panamericana (1924)
Gente chilena: Don Juan Enrique Lagarrigue (1929)
Comunidad de esencia (1932)
Yo no soy una conversa (1934)
Recado sobre los judíos (1935)
Mi experiencia con la Biblia (1938)
Cultura pagana y cultura cristiana en la América (1938)
Cristianismo, libertad y cultura clásica (1941)
Unidad cristiana (1944)
Palabras para la Academia de Historia Franciscana (1950)
Mujer y matrimonio en Latinoamérica
Misticismo
Dios
Humanidad
Meditación
Imaginación
La Santidad
El decálogo del artista
La Belleza
La enferma
La copa
Un camino
Una canción
Fatalidad de la belleza
Religión
Sustento
Apacentado
Práctica de la acción de gracias
El Dios Padre
Pesimismo
Servicios
Ejercicio matinal y nocturno
Pensar desde
El iniciado
Cultivo del Pensamiento
Discusiones
La Fe
Direcciones Mentales
Despertar
Alquimia
Centro Coronario
Centros
Ishvara
Elementales
Hebreos
Las Formas
Actitud
Muerte

Toda vida es un misterio

por Diego del Pozo

El rescate editorial que propone esta antología es la continuación de lo iniciado junto a La Pollera Ediciones al publicar en 2013 Poema de Chile, y luego en 2015, la antología de textos políticos, Por la Humanidad Futura. Ahora, con Toda culpa es un misterio, se recoge uno de los aspectos más complejos de la vida y obra de Gabriela Mistral: su búsqueda mística y religiosa.

La motivación que justificó las publicaciones anteriores vuelve a ser la misma: intentar acercar a las nuevas generaciones de lectores con Gabriela Mistral, bajo el convencimiento de que su discurso es completamente vigente y puede ser una contribución para nuestra sociedad actual y futura.

Durante su vida, Gabriela Mistral (1889–1957) llevó consigo cientos de cuadernos, escritos y libros que albergan además de su obra poética y en prosa, todo un archivo de estudio de los más disímiles campos. En su biblioteca se encuentran ediciones de poesía, novela y ensayo de otros autores, además de ejemplares sobre ciencia y naturaleza, y una buena cantidad de libros difíciles de clasificar, los que en ocasiones ella nombró como lecturas espirituales, que incluyen títulos que van desde la clarividencia y la telepatía a manuales para meditar y hacer viajes astrales, entre muchos otros de temáticas ocultistas o esotéricas. Además de esas lecturas espirituales, en esta colección bibliográfica viajaba con ella la Biblia, el Evangelio del Buda y algunos textos hinduistas. Entre sus cuadernos con escritos, muchos de ellos íntimos, plagados con anotaciones para sí misma, se reconoce su enorme preocupación e interés por temas metafísicos.

Toda la producción de Mistral está fundida con su multifacética esencia. Así como su obra está llena de poesía y sensibilidad social, también está contagiada por una religiosidad metódica, particular, pero devota. En su búsqueda teológica coexiste como poeta, profesora, pensadora, mujer, y madre incluso, todo bajo un manto de espiritualidad, que le fue siempre un hilo transversal a su propia existencia. Y así como su prosa está cargada de un estilo poético, su poesía ocasionalmente contiene un fuerte contenido político. Es de esperar entonces que sus escritos místicos contengan también mucho de poesía y de sentido social.

Como se mencionó antes, esta antología expone este aspecto complejo, crítico e inevitablemente artístico de la vida de la primera mujer latinoamericana y única hasta la fecha en ganar el Premio Nobel de Literatura (1945). La maestra, artista e intelectual mundialmente reconocida era también una Hermana Franciscana, practicante de una tremenda austeridad. Por al menos veinte años de su vida fue budista y tuvo acercamiento, gracias a la teosofía, con otras de las principales religiones del mundo. De sus años de fervoroso budismo conservó hasta su muerte el hábito de la meditación y la creencia en la reencarnación. Investigó y se desarrolló dentro del camino del Buda.

Ella misma se definió en el artículo “Gente Chilena: Don Juan Enrique Lagarrigue”: “Yo, católica, y ‘enviciada’ en místicos e iluministas”; sin embargo su vaivén entre el catolicismo, el judaísmo, el hinduismo y el budismo, hace que sea muy complicado ubicar a Gabriela Mistral dentro de una disciplina única. En su doctrina personal se encuentra de todas formas el reconocimiento de una sola entidad creadora que deja una parte de sí en cada cosa que compone el universo.

De acuerdo con Gabriela Mistral, su iniciación religiosa o mística fue con la Biblia. Primero desde el texto mismo y luego gracias a su abuela paterna, Isabel Villanueva, quien le leía y le obligaba a memorizar pasajes específicos de los Salmos de David. El conocimiento profundo de la Biblia le entregó, además de cientos de personajes que utilizó de variadas maneras en su poesía y en su prosa, un punto de vista sobre las diferencias morales predicadas en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento. Especialmente los evangelios con la historia y prédica de Cristo otorgan, de acuerdo con Mistral, una mirada más elevada de la compasión hacia la humanidad entera. Un ejemplo de esto se encuentra en el manuscrito inédito aquí incluido llamado “Dios”, que contiene subrayada por Mistral la frase que titula esta antología: “Toda culpa es un misterio”. Ahí hace mención al Sermón de la Montaña, en el que Cristo plantea uno de los principales quiebres del cristianismo con el judaísmo, que es el amor no solo al prójimo sino también al enemigo. Ante el mandato cristiano del amor absoluto, Mistral se pregunta si lo más difícil de lograr será el amar al que comete un crimen, al que actúa fuera de la ley y si ahí radicaría el verdadero misterio del mensaje de Cristo.

Durante su juventud, luego de repletarse con la Biblia y el cristianismo, su inagotable curiosidad la llevó a acercarse a la teosofía, y así a las prácticas orientales que sumó a su vitrina de religiosidades personales. La teosofía fue una corriente de pensamiento teológico de fines del siglo XIX y comienzos del XX, promovida inicialmente por Helena Blavatsky, quien tenía la intención de conformar un abanico de estudios afines entre los que incluyó una gran parte de las principales religiones del mundo. Como directora de la Sociedad Teosófica, Blavatsky pretendía encontrar un mensaje universal por sobre los dogmas mismos. Desde esa base Gabriela Mistral llegó a estudiar el budismo, el hinduismo y las fuerzas de la naturaleza, con la idea de que en el fondo había una gran verdad que compartían todos los cultos. Luego de que falleciera Blavatsky la cabeza de la teosofía fue asumida por Annie Besant. Ella no pudo mantener la cohesión entre los seguidores. Finalmente, luego de debates internos y la creación de escuelas de pensamiento aledañas, la teosofía llegó a una casi completa desaparición. El fin de la Sociedad Teosófica hizo que Mistral tomara un camino amplio y personal, alejado de un dogma y con costumbres pertenecientes a varias religiones. Y aunque ella se autodefiniera humildemente: “Soy apenas una persona que ha mudado dos o tres conceptos religiosos con una fuerza muy grande en esta mudanza”; su religiosidad terminó por fusionar aspectos de diversos credos que le fueron útiles.

En un cuaderno perteneciente a la donación de archivos de Gabriela Mistral realizada por Doris Dana y Laura Rodig en 1965 a la Biblioteca Nacional de Chile, se lee escrito por el puño de Mistral, en grande cruzando la página: Om mani Padme Hum. La frase budista está fechada en 1921 y es el mantra de la compasión. Por momentos la meditación le fue más fácil que los rezos.

La presencia de conceptos de religiones orientales es recurrente entre los escritos o poemas místicos de Mistral. Por ejemplo Ishvara, que le da el título a uno de los textos incluidos en este libro, puede referirse a una definición hinduista que es como se nombra a la mayor deidad, o también a la acepción budista que, al no reconocer un modelo monoteísta, hace mención a un ser de gran poder. Mistral en todo caso nombra a Ishvara desde el género femenino, cosa que no es tal ni en el hinduismo ni el budismo, demostrando una vez más la libertad con que adopta, apropia y redefine a su gusto. Mayormente hay en sus escritos una constante referencia al Antiguo Testamento, Cristo y algunos santos católicos que, sumado a su bagaje por oriente, comprueban el gran conocimiento y apoderamiento de ritos que convivieron en ella entre visiones teológicas de diferentes partes del planeta.

Todo esto es, en todo caso, parte de su vida privada. Solo en las cartas con algunos amigos cercanos y con los que compartía una vida espiritual se pueden encontrar referencias a su enorme mundo místico y religioso. Es el caso de los epistolarios con Eduardo Barrios, Jaime Eyzaguirre, Jaques Maritain o Juan Enrique Lagarrigue. Por otro lado, desde el plano de la figura pública, por medio de sus columnas y recados en diferentes medios de prensa de Chile y del mundo, siempre tuvo una posición clara en la que no mencionó abiertamente su multifacético orden religioso, sino que mayormente se perfiló hacia un “cristianismo con sentido social”, como ella misma lo definió.

Inspirada por la idea de que la religiosidad debe ser ante todo un “anhelo lacerante de justicia social”, desde sus intervenciones públicas, por medio de entrevistas y conferencias también, Mistral se manifestó crítica a la Iglesia Católica por su decadencia hacia una mera estética alejada del mensaje cristiano. En ese sentido realizó también un mea culpa, al reconocerse ella como católica y seguir a una religión carente de sustento moral o proyección de este. Mistral pensó a la Iglesia desde un necesario acercamiento hacia las personas más vulnerables, a partir del abandono de los privilegios materiales, para sentir la empatía como un móvil de vida.

A pesar de su mirada aguda hacia la institución eclesiástica, también fue una dedicada divulgadora de las figuras del catolicismo que la motivaron, como es el caso de San Francisco de Asís, de quien escribió una biografía en formato de motivos. El profundo conocimiento de la vida de San Francisco y su poético acercamiento la inspiró a tal punto que llegó a ser parte de la Orden Franciscana (hasta el día de hoy ellos son los encargados de administrar sus derechos de autor). El voto de pobreza, su sensibilidad y el acercamiento hacia todos los seres vivos que tuvo San Francisco, son una conjunción también de la mirada mística de Mistral. El deísmo que reunió de todas las religiones que exploró y el profundo sentimiento de unidad con la humanidad completa se reconoce también en la actitud de San Francisco. Para Mistral esto fue más allá incluso, ya que entendió que esa especie de panteísmo está profundamente ligado con la belleza que inunda al mundo.

Durante su vida comenzó a fortalecerse la idea de que la naturaleza construida por una deidad es una manifestación inconfundible de la belleza plena, y que es desde ella de donde proviene la creación artística. Esa huella del creador en todo el universo sería, de acuerdo con Mistral, lo que conforma también la esencia del arte. Esta idea fue tempranamente publicada por ella en su libro Desolación (1922). En el texto llamado “Decálogo del artista”, luego de enumerar los mandatos de la creación artística, termina por increpar al artista advirtiéndole: “De toda la creación saldrás con vergüenza, porque fue inferior a tu sueño, e inferior a ese sueño maravilloso de Dios que es la Naturaleza”.

La conexión entre religiosidad y arte para Mistral es también una misión de vida. Entre sus incontables escritos en que enfatiza esa relación, se descubre que hay también tras ello un llamado irresistible que termina siendo casi teleológico. “Yo bebo de la hermosura del mundo” dice en “Sustento”, con lo que se declara una artista capaz de canalizar y percibir la belleza a su alrededor. Toda su poesía y vocación artística están profundamente relacionadas con su percepción mística de la vida.

Le sucede con algunos artistas, como Leonardo da Vinci o William Shakespeare, que su comprensión y cercanía hacia ellos son artísticas primero y místicas después. Y en otros casos, como el del bengalí Rabindranath Tagore, Premio Nobel de Literatura de 1913, a quien admiraba tanto en su faceta de escritor como de místico, su congenio fue incluso más profundo desde la espiritualidad que desde la literatura.

Generalmente en una antología se intenta simplificar las entradas posibles mediante las cuales uno accede a la vida y obra de algún autor, sin embargo en el caso de Mistral, esto en ocasiones complica aún más las cosas porque en ella cada tema relevante está fundido con otro. Así, muchas de sus prosas a veces están tituladas de una manera, y los primeros párrafos hacen referencia a ese título, pero pueden terminar siendo una reflexión sobre otro tema aparentemente diferente aunque para Mistral sean hermanos. Comprender que en la totalidad de la obra de Gabriela Mistral conviven los más diversos temas, así como en ella coexistieron los más distintitos intereses, hace que sea menos extraño acercarse a sus percepciones estéticas y espirituales desde un mismo lugar. Gracias a esto se logra ver en sus escritos místicos, intentos de poemas, que una vez reunidos pueden incluso ser parte de un viaje poético. Con esta intención se han seleccionado una serie de escritos, en su mayoría inéditos, que van planteando la indivisible unión mistraliana entre Arte, Naturaleza y Dios. En uno de sus versos de este tipo titulado “La Belleza”, Mistral entrega una visión simple sobre lo terrenal, reconociendo que la belleza está en cada espacio y tiempo. Y agrega una característica fatídica, un fundido entre la belleza amada y el dolor: “¡A quién podrías colocar sobre la piedad de tu plegaria, esta noche bajo las estrellas, sino a tu Dolorosa!”; como si para ella no pudiera existir la una sin el otro, una simbiosis eterna y terrible entre lo bello y lo trágico.

El momento de mayor padecimiento que vivió Gabriela Mistral fue sin duda cuando su sobrino e hijo adoptivo, Juan Miguel Godoy, al que ella llamaba Yin Yin, a sus dieciocho años se quitó la vida mientras vivían en Petrópolis, Brasil, en 1943. Luego de ese devastador golpe, Mistral decayó profundamente, no solo en su salud sino también anímicamente, llegando incluso a perder la memoria momentáneamente. Luego del deceso de Yin Yin, Mistral escribió una enorme cantidad de oraciones y rezos que la ayudaron a sobrellevar el dolor. Igualmente, el convencimiento de que luego de su muerte se reencontrarían, le ayudó a cargar la pesadumbre desgarradora con la que vivió hasta el final de sus días. El dolor extremo hizo también que Mistral se conectara profundamente con su fe, que de acuerdo con ella es también esperanza y el mayor poder de elevación que conoce el mundo.

Dos años después de la muerte de Yin Yin, Gabriela Mistral ganó el Premio Nobel de Literatura y con él vino también un certero convencimiento sobre el porvenir de la humanidad y la necesidad de que el futuro fuera con una igualdad total entre todos los pueblos. Su mensaje público comenzó a ser una cruzada por la paz y la tolerancia, y mientras su discurso ascendía en la seriedad intelectual, de manera privada desarrollaba más versos espirituales, los que esencialmente pretendían lo mismo que lo que proponía en sus conferencias y artículos.

El trabajo realizado en esta antología tiene como antecedente principal el libro Prosas religiosas compilado por Luis Vargas Saavedra en 1978; algunos de los textos religiosos que aquí incluimos se encuentran también en ese libro. Elizabeth Horan, Jaime Quezada, Pedro Pablo Zegers, Marjorie Agosín, Soledad Falabella, Magda Sepúlveda, Fernanda Glaser, Licia Fiol-Matta, Karen Benavente, Claudia Reyes García, María Inés Zaldívar, Claudia Cabello, Raquel Olea y Ana María Cuneo, entre tantas otras y otros investigadores que han hecho extraordinarias contribuciones a la compilación y estudio de la obra y la biografía de Gabriela Mistral, han sido igualmente de una invaluable ayuda en este camino.

Utilizando la metáfora del gran rebaño para referirse a la humanidad, Gabriela Mistral fue consciente de la importancia de su visión de mundo y la influencia que esta tenía. En este sentido en su verso místico “Apacentado” hace una revelación que parece ser un diagnóstico de su propia esencia: “Han apacentado con la verdad y con la fe, con la escueta verdad y con la escueta fe. Yo vengo a apacentar con belleza. Para mi vergüenza y mi exaltación infinita”.

Finalmente, y en honor a su exaltación infinita, queda esta nueva hoja de ruta demarcada para adentrarse en el plano más elevado y críptico de Gabriela Mistral, que sin embargo es también un campo pleno de belleza y amor.

Nota Editorial

Este libro fue dividido en dos grupos. El primero titulado Religión contiene trece textos en prosa de Gabriela Mistral, algunos inéditos, otros ampliados de lo anteriormente publicado, y otros más conocidos también ya publicados. La selección se realizó bajo el criterio de que expresaran las diversas opiniones de Mistral sobre las religiones, el estudio de ellas y sus implicancias en la humanidad.

La segunda parte de este libro denominada Misticismo contiene treinta y ocho textos escritos en verso y pequeños textos en prosa, encontrados en su mayoría en cuadernos personales y hojas sueltas pertenecientes a Gabriela Mistral. Estos escritos, casi en su totalidad inéditos también, probablemente la autora nunca pensó verlos publicados, pero en el contexto de este libro se ha considerado que, además de contribuir a la obra artística de Gabriela Mistral, demuestran un aspecto fundamental en torno a su vida espiritual.

Dentro de la totalidad de los textos de la parte Religión se muestra un versátil estilo de prosas, entre las que se encuentran discursos, entrevistas, artículos de opinión y ensayos. Doce de ellos están ordenados cronológicamente según el año de su producción o publicación, y van desde 1922 hasta 1950. El último texto de la primera parte no está fechado, y proviene de un manuscrito que se ha denominado “Mujer y el matrimonio en Latinoamérica”, de acuerdo a los contenidos del mismo.