Recados completos - Gabriela Mistral - E-Book

Recados completos E-Book

Gabriela Mistral

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Beschreibung

Después de más de una década viviendo fuera de su país, en 1934 Gabriela Mistral llegó como cónsul de Chile a Madrid. Un año después escribió su primer “Recado” para un diario nacional.
Este fue sucedido por más de cien textos publicados en medios de diversos países y que trataron todo tipo de temas. A través de este género híbrido, creado y utilizado exclusivamente por ella, Mistral mantuvo comunicación con su gente y geografía, enviando noticias y poesía del mundo.

“¿Qué son los recados?”, se preguntó el cronista Enrique Bunster. “¿Son artículos, crónicas, ensayos descriptivos o simplemente poemas en prosa? Una definición excluyente sería aventurada. […] Esas piezas de lenguaje y colorido asombrosos que hoy estiman algunos como la porción más homogénea de su laureada producción”.

Este libro contiene 114 recados que el investigador Diego del Pozo recopiló de diarios donde fueron publicados, de libros donde fueron antologados y, los que estaban inéditos hasta hoy, fueron transcritos directo del puño de Gabriela Mistral. Educación, naturaleza, religión, política, arte y literatura son los temas que reúnen aquí parte importante de su prosa, donde se aprecia, además de una escritura singular e inesperada, su dimensión intelectual.

“Así llamaba yo esa especie de ‘conversación’ con los míos a través del mar”.

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Después de más de una década viviendo fuera de su país, en 1934 Gabriela Mistral llegó como cónsul de Chile a Madrid. Un año después escribió su primer “Recado” para un diario nacional.Este fue sucedido por más de cien textos publicados en medios de diversos países y que trataron todo tipo de temas. A través de este género híbrido, creado y utilizado exclusivamente por ella, Mistral mantuvo comunicación con su gente y geografía, enviando noticias y poesía del mundo.

“¿Qué son los recados?”, se preguntó el cronista Enrique Bunster. “¿Son artículos, crónicas, ensayos descriptivos o simplemente poemas en prosa? Una definición excluyente sería aventurada. […] Esas piezas de lenguaje y colorido asombrosos que hoy estiman algunos como la porción más homogénea de su laureada producción”.

Este libro contiene 114 recados que el investigador Diego del Pozo recopiló de diarios donde fueron publicados, de libros donde fueron antologados y, los que estaban inéditos hasta hoy, fueron transcritos directo del puño de Gabriela Mistral. Educación, naturaleza, religión, política, arte y literatura son los temas que reúnen aquí parte importante de su prosa, donde se aprecia, además de una escritura singular e inesperada, su dimensión intelectual.

“Así llamaba yo esa especie de ‘conversación’ con los míos a través del mar”.

Gabriela Mistral

Recados completos

La Pollera Ediciones

www.lapollera.cl

Índice
RECADOS DE LA AUSENCIA
NOTA A LA EDICIÓN
Recados quincenales
Ímpetu de comunicación y brevedad, Cruz y raya, Conferencia franco-española de cultura, Fines y comienzos
Campo, Cajal, Otro poema, Fiebre de mar: John Masefield
Doña Isabel, Un poema, Antorcha en isla mía, Bolívar en Roma, Escuelas rurales, Libros colombianos, El mar
Repasar, Colonias marítimas de niños, Colombia y Perú, Madame Curie
Soldados-obreros, Premio literarios romanos, Amigos de Quevedo, Lengua argentina, Un poema: “El ciprés de siglos” / Gerardo Diego
Hojas volanderas, Reemplazos, Feria del libro, La india habla
Un partido latinoamericano, Filipinas, Corporaciones y oficios, Pan
Palabras prohibidas, Purificaciones, Europa, Una revista internacional, Poetas italianos, Los ríos
Volver sobre, Elogio del adversario, Españoles, Unamuno
Tristeza americana, Fiesta de la raza, Guerra del Chaco
Poco, Poema de Neruda
Bosque, Escándalo literario, Poema, Francis Thompson
Carner el Catalán, Artesanía silenciosa, Infección del aire
Escarbadores de patrias, Cables de la América, Olivar
Biografías en el cine, El cielo de Castilla, Poema ajeno
Recados sobre naturaleza
Recado sobre las islas
Recado sobre el andinismo
Recado sobre el campo elquino
Recado sobre la cordillera
Recado sobre el copihue chileno
Recado sobre la piedra
Recado sobre la alameda chilena
Recado sobre el alerce
Recado sobre la chinchilla andina
Recado sobre la fruta chilena
Recado sobre el albatros
Recado sobre el queltehue
Recado sobre el romero
Recado sobre la papa
Recado sobre el ombú
Recado sobre la papaya
Recado sobre las estrellas
Recado sobre una medusilla de Coquimbo
Recados americanos
Recado para Puerto Rico
Recado sobre sudamericanismo
Recado sobre nuestro aturdimiento
Recado sobre Quetzalcóatl
Recado sobre los Tlálocs
Recado sobre un mito americano: El Caleuche de Chile
Recado sobre una biografía del Padre de las Casas
Recado para las Antillas
Recado a los amigos de América
Recado sobre Michoacán y un criollo
Recado a Puerto Rico
Recado aéreo para Chile
Recado para Don… (Vasconcelos)
Recado a Montegrande
Recados sobre educación
Recado sobre una antología y un antólogo: Federico de Onís
Recado sobre una reforma educacional sudamericana
Recado sobre la máquina
Recado a Lolita Arriagada
Recado nocturno
Recado sobre el herodismo criollo respecto de la infancia
Recado sobre una maestra argentina
Recado a Eda Ramelli
Recado para el Valle del Elqui
Recado para mi ahijado, Gabriel Tomic
Primer recado aéreo
Recado de las voces infantiles
Recado sobre la imaginación
Recado sobre un viaje imaginario
Recados sobre arte y literatura
Recado sobre Arévalo Martínez
Recado sobre libros: Cuentos de Salarrué
Recado sobre Unamuno
Recado sobre Joan Maragall
Recado sobre tres novelistas chilenos
Recado sobre el mar y un contador del mar: Luis Enrique Délano
Recado sobre Antero de Quental
Recado sobre Máximo Gorki
Dos recados sobre Teresa de la Parra
Recado de nacimiento para Chile
Recado a Rafaela Ortega en Castilla
Recado a Victoria Ocampo en la Argentina
Recado para doña Carolina Nabuco
Un recado de nuestro Stefan Zweig
Recado sobre un poeta
Recado sobre Jorge de Lima
Recado sobre Israel Roa
Recado sobre el Maestro Juan Francisco González
Recado sobre un imaginista: Haroldo Donoso
Recado para Julio Barrenechea
Recado sobre Pablo Neruda
Recado para una feria
Recado para Inés Puyó sobre unas Flores
Recado terrestre
Recado para Alfonso Reyes
Recado a Chile sobre un huésped nórdico
Recado para Armando Palacios
Recado sobre Mario de Andrade
Recado sobre una copa
Recado sobre un libro de Alfonso Reyes
Recados sobre política
Recado sobre políticos y académicos: Arturo Alessandri Palma
Recado sobre Victoria Kent
Política y Espíritu: Recado para Eduardo Frei Montalva
Recado sobre Luisa Luisi
Recado sobre Juan Antonio Ríos
Recado sobre el canciller Fernández y la ruptura de Chile con el Eje
Recado para las mujeres americanas
Recado para El Mercurio de Valparaíso
Recado para un Congreso de Mujeres de Guatemala
Recado sobre constructores y derrumbadores
Recado para el Christian Science Monitor
Recado para Cruz Ocampo
Recado para las mujeres chilenas
Recado sobre el trabajo de la mujer
Recaos europeos
Recado Catalán
Recado Portugués
Recado para José Bergamín
Recados sobre religión
Recado sobre el Arzobispo Errázuriz
Recado sobre los judíos
Recado sobre dos sepulcros de Alcobaça
Recado sobre poesía religiosa
Recado de Navidad
Referencias bibliográficas

RECADOS DE LA AUSENCIA

Prólogo por Diego del Pozo

*

País de la ausencia

extraño país,

más ligero que ángel

y seña sutil,

color de alga muerta,

color de neblí,

con edad de siempre,

sin edad feliz.

(De “País De la Ausencia”)

*

Hace tiempo que yo perdí el órgano que aceptaba mis artículos o“Recados”. Así llamaba yo esa especie de“conversación” con los míos a través del mar.

(De “Recado para las mujeres chilenas”)

*

El libro que aquí se presenta reúne los textos de Gabriela Mistral (1889-1957) llamados “Recados”, y es una publicación que se suma al trabajo que hemos desarrollado junto a La Pollera Ediciones desde hace una década, con el fin de rescatar y divulgar la obra de la más grande poeta e intelectual de Chile, y probablemente de Latinoamérica, durante el siglo XX.

Gabriela Mistral fue el primer premio Nobel de Literatura de América Latina (1945) y la única mujer del continente en obtener el galardón hasta hoy. En el momento que recibió la más alta condecoración de las letras mundiales, tenía tres libros de poemas publicados (Desolación de 1922, Ternura de 1924 y Tala de 1938), y había escrito y publicado también un enorme número de artículos y columnas aparecidos en más de una veintena de periódicos de América Latina, Estados Unidos y Europa. A pesar de ser tremendamente conocida por sus versos, sería inocente pensar que sus escritos en prosa no tuvieron nada que ver con el Nobel. Entre estos textos muchos tienen en su título la palabra “Recado”, y algunos aseguran que ahí está lo mejor de la obra mistraliana.

El conjunto de 114 “Recados” que aquí se ha reunido muestra de manera excepcional los temas presentes en la totalidad de la obra de Mistral, tanto en su poesía como en su prosa: su americanismo, su pasión y defensa por la infancia y la educación, su avanzada y comprometida causa por el cuidado y respeto de la naturaleza, su condena a la guerra y su total apego con la paz y la democracia, el dolor y el sufrimiento que acompañan tanto al amor como a la muerte, su atento cuidado e interés por su patria chilena, la importancia de destacar y divulgar a escritores y artistas, la fundamental presencia de la espiritualidad para los pueblos, la igualdad entre hombres y mujeres, así como los libros, el cine, ciertos lugares y su historia, momentos de la humanidad, maravillas arquitectónicas, e incluso mensajes íntimos gritados a viva voz, todo esto y un largo etcétera es lo que se encuentra en la obra de Mistral, y así también en sus “Recados”.

En 1965, ocho años luego de su fallecimiento, el escritor y periodista chileno Enrique Bunster publicó un artículo en el diario El Mercurio titulado “Recado sobre Gabriela Mistral”, donde a propósito de los “Recados” decía: “esas piezas de lenguaje y colorido asombrosos que hoy estiman algunos como la porción más homogénea de su laureada producción”, reconociendo la importancia en la obra de Mistral de sus “Recados”. Sin embargo, el mismo Bunster caía en cuenta de quizás el gran misterio al cuestionarse: “¿Qué son los recadost ¿Son artículos, crónicas, ensayos descriptivos o simplemente poemas en prosat Una definición excluyente sería aventurada”.

Pero, ¿qué son entonces los “Recados”t Sin el ánimo de categorizar ni de cerrar cualquier discusión al respecto, primero habría que decir que los “Recados” son un género o un subgénero literario inventado por Mistral, y que recogen características de la crónica, de la columna periodística y de opinión, también tienen algo del género epistolar, de la carta pública y privada; hay algunos recados en verso, entonces igualmente poseen algo de poesía, y hay otros que son derechamente prosa poética, así que más que la delimitación de un género “Recado” por su forma, quizás sería más apropiado decir que son los contenidos, el fondo, los que hicieron que Mistral decidiera llamar a algunos de sus textos como “Recados”, y a otros no. A este acercamiento emotivo al tema tratado, habría que agregar al destinatario para el que está dirigido el texto: en ocasiones lectores de periódicos, en otras lectores de uno de sus libros de poemas, y en otras un receptor de una carta. De esta forma, esa combinación hecha por Mistral entre lo personal y lo íntimo, lo público y lo informativo, nos lleva a los “Recados”, que, si bien aparentemente es imposible encasillarlos, o definirlos, lo que sí podemos afirmar es que es un género total y únicamente de Gabriela Mistral. Los “Recados” son pluma pura y dura, aunque a veces sensible y blanda, pero siempre auténtica de Gabriela Mistral.

Para hacer un rastreo histórico sobre los “Recados” hay que ir hasta la década de 1930. En 1933 Gabriela Mistral fue destinada como cónsul de Chile a Madrid. En ese momento tenía cuarenta y cuatro años, llevaba más de una década fuera de Chile (exceptuando una corta estadía en 1925), y era sin comparación la intelectual y poeta más conocida del país. Ya estaba lejos del Valle del Elqui que la vio crecer, aunque siempre lo llevó muy cerca, como muestra su obra. La ruta que había recorrido Mistral para llegar a Madrid es remarcable. Hasta que dejó Chile en 1922, estuvo prácticamente en todo el país debido a su labor de maestra, y ganó las más altas condecoraciones por su obra poética, como por ejemplo los Juegos Florales de Poesía de 1914. Luego, invitada por el gobierno mexicano, participó en el proceso de reforma educacional liderado por José Vasconcelos, posteriormente trabajó en la Secretaría del Instituto de Cooperación Internacional de la Sociedad de las Naciones con sede en Ginebra y fue delegada en el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual en Francia. Durante la segunda mitad de la década de 1920 dio conferencias, charlas, dictó clases y compartió con profesores y organismos educacionales a lo largo y ancho de América y Europa. En 1932 ingresó al cuerpo diplomático de su país, y se convirtió en la primera mujer en ser parte de la representación chilena en el extranjero. Como primera misión fue destinada a Génova, Italia, donde debido a su pública posición antifascista, y a la prohibición de Mussolini de que las mujeres ocuparan puestos diplomáticos, no pudo ejercer su trabajo. Entonces, desde Italia fue trasladada a España, como cónsul honorario en la Embajada de Chile en Madrid. Todo este largo periplo de un poco más de una década, que evidentemente la tuvo distanciada de amistades y cercanos en Chile, pareciera tener un momento de calma al arribar a la capital española, y que coincide con que, al año siguiente de su llegada, es decir en 1934, publicó su primer “Recado”.

A pesar del puesto de cónsul en Madrid, Gabriela Mistral tenía la necesidad de generar ingresos monetarios, lo que, sumado a la voluntad por retomar contacto con el pueblo de Chile, la lleva a aprovechar un antiguo ofrecimiento del escritor y periodista chileno Carlos Silva Vildósola, que había sido director del periódico El Mercurio durante la década de 1920. Pepita Turina, también escritora y periodista chilena, recoge la anécdota en un artículo de 1976 titulado “Gabriela Mistral en sus Recados”, publicado igualmente en El Mercurio, y donde menciona el intercambio epistolar entre Mistral y Silva Vildósola. A comienzos de la década de 1920, cuando Mistral partió a México, Silva Vildósola, que venía de asumir la dirección de El Mercurio, le pidió una colaboración estable en prosa para el diario, a lo que ella respondió: “Mi prosa no existe”, lapidaria frase con la que declinó la oferta. Años más tarde, su pluma y su trabajo periodístico habían convencido a Gabriela Mistral que su prosa sí existía, pero como en todos los demás aspectos que rodeaban su obra, si su prosa existía, lo hacía a su manera, y eso se tradujo en el formato de los “Recados”.

Empiezan entonces a publicarse los “Recados quincenales de Gabriela Mistral” en el diario El Mercurio. El 20 de mayo de 1934 aparece por primera vez integrada en el título de un artículo de Mistral la palabra “Recado”, y es para anteceder una columna muy poco habitual, en la que en primer lugar explica el porqué de sus “Recados”, luego comenta la función de la revista cultural española dirigida por José Bergamín, Cruz y Raya, enseguida menciona una conferencia franco-española de cultura donde aprovecha de criticar la actitud de Francia con los latinoamericanos, y finalmente cierra con un comentario literario para la última novela de Miguel de Unamuno: San Manuel Bueno, mártir, y el último poemario publicado por Pedro Salinas, La voz a ti debida. Este primer “Recado” recoge el espíritu que tendrán todos los demás: lo misceláneo, la libertad que los inspira, el intento por mandar un mensaje a alguien al otro lado del mundo, o al otro lado de una página, el ánimo de contar, de acortar la distancia entre Europa y América, entre la cultura y el pueblo, de acercar su mundo, su propia experiencia, con otros. En las líneas iniciales de este primer “Recado” –titulado “Recados quincenales de Gabriela Mistral: Ímpetu de comunicación y brevedad, Cruz y raya, Conferencia franco-española de cultura, Fines y comienzos”–, Mistral lamenta no poder responder la enorme cantidad de cartas que ha recibido, su archivador alberga “medio millar” de ellas, y sus viajes y la escasez de tiempo no le permiten, y no le permitirán responder a todas. Entonces estos “Recados” cumplirán la labor de ser una “carta para muchos”. Además, sobre las licencias periodísticas que contendrán, le pide a su editor de El Mercurio –en ese momento el director es Clemente Díaz León– que le acepte la “posta barroca” que serán sus “Recados”, donde comentará eventos “grandes y chicos”, algunas lecturas con “ecos escolares”, y hace ahínco en la brevedad de los textos, que tienen a sus referentes, según las propias palabras de Mistral, en el escritor español Eugenio d’Ors y en el poeta mexicano Alfonso Reyes.

Durante más de un año, periódicamente aparecieron los “Recados quincenales de Gabriela Mistral” en el diario El Mercurio, así también los envió a El Ilustrado de Puerto Rico y a La Prensa de San Antonio en Estados Unidos. Consecuentemente, quince alcanzaron a ser estos “Recados quincenales”, y si bien esta colaboración con El Mercurio se acabó, no fue el caso de los “Recados”: la prosa de Mistral seguía existiendo.

Entre 1934 y 1935, además de los “Recados Quincenales” de El Mercurio aparecieron publicados también otros “Recados”, repartidos entre diversos medios de prensa de América Latina, como, por ejemplo, además de los ya mencionados, El Tiempo de Bogotá o Repertorio Americano de Costa Rica. En estos otros primeros “Recados”, Mistral aborda temas tan variados como la necesaria integración entre los países de América del Sur, realiza una crítica sobre el trato que se tiene en la región con los intelectuales y artistas, dedica varias páginas para la difusión de autores de su país y de otras latitudes, como sucede con el portugués Antero de Quental o el catalán Joan Maragall, también comenta sobre sus viajes, así como igualmente habla sobre reformas educacionales olvidadas y que esperan por consolidarse. Entre estos primeros “Recados” escribe, por ejemplo, sobre los escritores chilenos Eduardo Barrios, Baldomero Lillo, Pedro Prado y Luis Enrique Délano, y a este último le dedica un recado directo, ya que durante el tiempo que Mistral llevaba en Madrid, Délano se había desempeñado como su asistente, y luego de que él dejara la capital española, Mistral publicó tanto en El Mercurio como en El Tiempo, el “Recado sobre el mar y un contador del mar: Luis Enrique Délano”, un “Recado” como homenaje, en honor y reconocimiento a su labor literaria, y quizás también como carta de despedida, otro ejemplo de la Mistral pública y privada que convive inseparablemente en estos escritos. Igualmente, publicado en 1935 está el “Recado para los judíos”, el primero que integra espiritualidad, religiosidad y política, y que, gracias a la sensibilidad de Mistral, anuncia con precaución algo que ella ya empieza a ver en Europa: el antisemitismo, y que bien sabemos, decantó en uno de los momentos más oscuros de la humanidad con el holocausto. Luego en líneas similares aparecen “Recado sobre poesía religiosa” o “Recado de Navidad”, que llevan el sincretismo al máximo, donde conviven la tradición, la literatura, la religión, la crítica social y la paz. Son “Recados” de la Mistral pura y dura.

Hay “Recados” que sobresalen por su sencillez como “Recado sobre una medusilla de Coquimbo” o el “Recado sobre el romero”, otros que son fuertemente políticos y americanistas como el “Recado sobre el Canciller Fernández y la ruptura de Chile con el eje” o el “Recado aéreo para Chile”, que a pesar de su breve extensión asevera puntos radicales como que el 12 de octubre, antes Día de la Raza, debería llamarse fiesta del idioma español. Así hay otros de carácter poético y muy sombrío como el “Recado Nocturno”. Igualmente los hay sobre la exaltación natural como son el caso del “Recado sobre la papaya”, el “Recado sobre la cordillera”, el “Recado sobre la chinchilla” o el “Recado sobre las estrellas”. Luego, como es de esperar, hay “Recados” que tienen a la infancia en el centro, ejemplo de esto es el “Recado de las voces infantiles”, el “Recado sobre el herodismo criollo sobre la infancia” o el “Recado sobre la imaginación”. Los hay además sobre artistas otros que escritores, como el “Recado sobre un imaginista: Haroldo Donoso” que está dedicado al pintor surrealista chileno, o el “Recado sobre el maestro Juan Francisco González”. Los hay sobre Chile como el “Recado sobre el copihue chileno” o para su valle del Elqui, hay sobre México, su otra patria, como los “Recados” para Quetzálcoatl o los Tlálocs. El vastísimo universo de los “Recados” de Gabriela Mistral muestra la más amplia posibilidad de temas, intereses y a la vez nos da la posibilidad de entender directamente la complejidad de ella misma.

Por ejemplo, uno de los asuntos más controvertidos en torno a Gabriela Mistral ha sido siempre su posición con relación al feminismo de su época, y si bien es cierto que tuvo grandes diferencias con los grupos feministas contemporáneos a ella, es también correcto afirmar que esas diferencias eran principalmente de forma y no de fondo. Sobre este tema encontramos entre los “Recados” algunas luces. En el “Recado sobre Victoria Kent” de 1936, dice sobre el voto femenino que “no se trata solamente de que las mujeres votemos, sino de que no lleguemos hasta este campo tremendo del sufragio universal a duplicar el horror del voto masculino analfabeto”, advirtiendo que para tener una democracia plena, independiente de quiénes voten, es aún más importante que ese voto sea educado, informado, controversia enorme con los movimientos feministas de la época que apelaban el acceso al voto femenino a toda costa y sin matices. Y Mistral una vez más se enfrasca en los matices, apelando al mismo tiempo por una fortaleza democrática que debe ir de la mano con la instrucción de toda la ciudadanía, como un mínimo cívico de convivencia. Sin embargo, nadie podría discutir el apoyo irresoluto que hizo Mistral sobre el voto femenino al que le dedicó un buen número de artículos y defendió en numerosas ocasiones en conferencias y entrevistas. Luego, en la misma línea, en el “Recado sobre el trabajo de la mujer” dice defendiendo la igualdad salarial y alabando la labor que hacen las mujeres: “Me parece más un mal que un bien tratar del trabajo de la mujer como de un tema feminista. Es preferible enfrentarlo lisa y llanamente como un problema del trabajo a secas”. Si bien desde acá se puede armar un amplio debate, el argumento de Mistral no hace sino apelar a la igualdad entre hombres y mujeres. Además, habría que mencionar su admirable apoyo y divulgación de la vida y obra de otras mujeres anteriores y contemporáneas a ella. Y los “Recados” así lo comprueban, entre ellos hay dirigidos a una larga lista de mujeres, como es el caso de Marie Curie, el ya citado sobre Victoria Kent, Teresa de la Parra, Lolita Arriagada, Rafaela Ortega y Gasset, Carolina Nabucco, Luisa Luisi, Martha Salotti, Inés Puyó y Eda Ramelli entre otras, y hay también “Recados” dedicados a instancias de Mujeres como el “Recado para el Congreso de mujeres de Guatemala”, o el ya también mencionado sobre el trabajo de la mujer. Son los “Recados” como ella misma lo dice en el “Recado para las mujeres chilenas”, una voz femenina: “una pequeña fiesta: la de mandar ‘Recados’. Así los llamé porque la escritura de las mujeres se diferencia generalmente de la escritura de los hombres, por tener un algo o un mucho por su dejo de conversación”, algo tienen entonces también los “Recados” de oralidad, lo que les da un tono cordial, cercano y a la vez imperecedero, eterno. Los “Recados” han acompañado a la humanidad desde siempre, desde antes de la literatura o la poesía, y ahora con Mistral la trascienden.

Otra mujer importante que tiene igualmente su “Recado” es la editora e intelectual argentina Victoria Ocampo, quien en 1938 bajo su sello Ediciones Sur publicó el libro Tala de Gabriela Mistral, donde está incluido el “Recado a Victoria Ocampo en la Argentina” que es en verso y es un doble reconocimiento y agradecimiento. Tala es para muchos uno de los textos poéticos más importantes de las letras hispanoamericanas, y demuestra sin duda el momento de madurez y lucidez que estaba viviendo Gabriela Mistral en la década de 1930, tiempo que coincide con el inicio de la escritura de los “Recados”, y que tiene también el aspecto biográfico de la distancia con Chile como un factor inspirador. En Tala se encuentra la sección “Saudade”, que rescata el vocablo portugués para referir a la melancolía y al anhelo, una nostalgia basada en el recuerdo y en la falta, y que en el caso de Mistral la saudade está sostenida en la añoranza de su tierra, de su gente. Tras un poco más de quince años fuera de Chile, la distancia, los silencios, la envuelven y eso se ve en su obra. En “Saudade” encontramos poemas como “País de la ausencia” o “La extranjera”, que nos hablan de esa sensación de distanciamiento, una ausencia que ella necesita convertir en presencia. El país que le falta es el que tiene que recrearse, del que tiene que tener más cercanía, y ante esa carencia y necesidad, no sorprende entonces que en Tala la propia Mistral incluyera más “Recados”. Porque en parte los “Recados” son también una manera de hablarle a su Chile desde la ausencia. Pero en Tala no solo incluyó “Recados”, sino que además al final integró una nota muy esclarecedora y que dialoga con el carácter ligado a la oralidad que tienen los “Recados”. Dice ahí Mistral: “estos ‘Recados’ llevan el tono más mío, el más frecuente, mi dejo rural con el que he vivido y con el que me voy a morir”. Es un reconocimiento sobre lo esencial de este género en su propia obra. El habla y el texto en el caso de Mistral están entrelazados, así como en su obra están amalgamados todo el infinito de temas de su interés, también lo están la oralidad y la escritura. Todo esto se condensa en los “Recados”, que logran en su variabilidad inclasificable, en su extrañeza, contener a la también inconmensurable Gabriela Mistral. Y lo que se inicia con Tala, de incluir “Recados” en verso en sus libros, tiene un eco luego también en Lagar (1954) donde incluye un “Recado”, dedicado a Goethe bajo el título “Recado terrestre”. Entonces no solo es Chile, sus amigos, sus amigas, su lengua, sino también los autores y autoras, que con los “Recados”, logra recuperar, apropiar y también compartir. Como anécdota, hay que mencionar que su libro póstumo Poema de Chile, en sus inicios se llamó también “Recado de Chile”. Este libro que estuvo escribiendo por más de veinte años, la obra a la que más cariño le tenía Mistral, era entonces la culminación de este proyecto de los “Recados”, el cruce definitivo entre su poesía, su oralidad primigenia y la saudade de un país que le faltaba, y que con el tiempo se convirtió también en un país imaginario, en un país poético.

Entre la larga lista de “Recados” que colman esta edición, hay uno en particular que vale la pena mencionar, ya que es el “Recado” más antiguo que se ha podido identificar. El “Recado sobre Arévalo Martínez” fechado en 1927, y que es un poema en alabanza al escritor y poeta guatemalteco Rafael Arévalo Martínez. Este “Recado” se encuentra en el “Cuaderno 166” perteneciente al legado inédito arribado a Chile en 2007, e inicialmente fue identificado por Luis Vargas Saavedra –amigo y mentor en todo este periplo mistraliano–, e incluido en la versión de Almácigo (Poemas inéditos de Gabriela Mistral) de 2016 aparecido bajo el sello editorial de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Fue mientras realizaba la investigación para hacer este libro y específicamente durante una conversación con Vargas Saavedra, que nos percatamos de la data de este “Recado”, que antecede a los “Recados Quincenales” de 1934, y que tanto Vargas Saavedra como yo no habíamos reparado en la excentricidad de que fuera el “primero” de los “Recados”. Cómo siempre se debe hacer, volví a la fuente inicial y ahí estaba la más decidora de las respuestas. El “Cuaderno 166”, si bien está fechado en 1927, tiene también una nota escrita por la secretaria que acompañó por muchos años a Mistral, la puertorriqueña Consuelo Saleva, quien en la página inicial fechada en 1949 dice que los poemas de este “Cuaderno 166” están reunidos dentro de un paquete con textos para “corregir”. Luego, al revisar el “Recado para Arévalo Martínez” me encontré con que el título original de este “Recado” era “Carta casi lírica para Arévalo Martínez”, y que luego había sido cambiado por Mistral, quizás en la década de 1940 o incluso después, y sustituido en el título “Carta casi lírica…” por “Recado sobre…”. La corrección del título por parte de Mistral nos habla por un lado de cómo ella concebía su propia obra, como una que nunca estaba terminada, a la que tenía que volver constantemente, complementar con su propia experiencia, mejorarla, volver a modelar, corregirla eternamente, una obra en inacabada construcción, una Sagrada Familia de la poesía. Y por otro lado la sustitución de “Carta casi lírica” por “Recado”, nos ilumina sobre lo que son los “Recados”, porque no nos equivocaríamos mucho diciendo que también son esto los “Recados”, cartas casi líricas, cartas para muchos, que hacen parte de una posta barroca. Esta corrección nos dice que son misivas poéticas, notas que viajan cargadas de poesía para el futuro, para receptores varios al otro lado de un océano, y que ahora transitan en el tiempo y posicionan una vez más a Mistral en la actualidad, son finalmente mensajes de diálogo entre la ausencia y la actualidad, son, para ser más precisos entonces: “Recados de la presencia”.

Biblioteca Santa Genoveva. París, Francia.

Abril de 2023.

NOTA A LA EDICIÓN

Al igual que con todo el trabajo de rescate editorial que hemos realizado en La Pollera Ediciones con relación a la obra de Gabriela Mistral, este libro no pretende ser una publicación académica, sino que más bien un texto de divulgación que intenta acercar un poco más a Mistral con los lectores. Por lo tanto, los criterios de orden y edición de los textos obedecen a esta motivación.

Hasta esta publicación los “Recados” nunca han sido compilados en su totalidad. Pero atención, porque sería de una soberbia desbordada de ignorancia afirmar que aquí se encuentran todos los “Recados” de Gabriela Mistral. A casi setenta años de su muerte, si algo hemos aprendido es que su obra parece no acabarse, y siempre puede haber algún verso aún desconocido en uno de sus cuadernos, o un artículo que haya sido publicado en algún periódico de Centro América y que nunca ha sido difundido más allá, es por esto que no podemos confiar ciegamente en que aquí están todos los “Recados”, pero lo que sí se puede asegurar es que la intención de reunirlos, en una sola edición, nunca se había llevado a cabo.

Para la realización de este libro se rastreó una innumerable cantidad de antologías y rescates editoriales realizados sobre la obra de Mistral con el fin de identificar los textos o poemas que ella tituló “Recados”, además se recurrió a las fuentes primarias donde fueron publicados los “Recados”, ya sean estos periódicos o libros. En caso de incongruencias en los títulos entre dos o más ediciones, se optó siempre por ir a la versión original, más cercana al puño de Mistral, o que haya sido publicada mientras ella vivía. Así también se revisaron sus manuscritos, conocidos e inéditos, de donde aparecieron un buen número de “Recados” hasta ahora jamás compilados o incluso publicados. Se dejaron fuera de esta selección algunos textos que fueron llamados antes como “Recados”, al constatar que la categoría de “Recado” fue otorgada por el antologador o el editor correspondiente, sin ser ese el título dado por Mistral. De ahí que luego de la revisión de esta edición por parte de los lectores, pueda haber algunos “Recados” antes publicados que no están incluidos aquí.

Se han rastreado y reunido todos los textos alcanzables producidos por Gabriela Mistral que ella tituló “Recados”, estos van desde 1927 hasta su muerte, concentrándose especialmente en la segunda mitad de la década de 1930 y la década de 1940.

Así, los “Recados” reunidos en este libro fueron ordenados en ocho capítulos, basándose en temáticas y separaciones que la propia Mistral utilizó en ocasiones para referirse a sus artículos, resultando en: Recados quincenales, Recados sobre naturaleza, Recados sobre educación, Recados americanos, Recados sobre arte y literatura, Recados sobre política, Recados europeos, y Recados sobre religión. Esta clasificación tiene como objetivo darles un orden a los contenidos de cada texto, orientando así la lectura.

Al final de libro se ha agregado un apartado con Referencias Bibliográficas que entrega la fuente de transcripción de cada “Recado”, siendo a veces un periódico, un libro o el archivo manuscrito presente en la Biblioteca Nacional de Chile, en estos casos se ha agregado el Número de Sistema de catalogación, para facilitar su acceso por medio del motor de búsqueda de la BN.

Bajo el título de cada “Recado”, cuando fue posible, se agregó el año de escritura o publicación del texto, otros han sido fechados por el editor a partir del contexto integrado en el texto, y otros lamentablemente han quedado sin fechar.

Para la edición de los textos se han actualizado las reglas gramaticales, se han corregido faltas de ortografía y nombres de autores o personas, así como fechas en los casos correspondientes, bajo criterios que han favorecido siempre mantener el estilo original de la autora.

Hay entre los “Recados” un enorme número de personajes, acontecimientos y obras, pero como ya se ha mencionado, la prioridad ha sido conservar la lectura fluida de la pluma mistraliana, por esa razón, la inclusión de excesivas notas al pie fue considerada como una obstrucción, y hemos dejado principalmente las notas realizadas por la propia Mistral. Además, el hecho de que en estos tiempos nadie está a más de unos centímetros de distancia de un acceso a Internet, hemos tomado la decisión de no incluir notas editoriales tanto sobre personajes como hechos históricos, ya que la información es fácilmente hallada a través de cualquier buscador digital.

Se advierte al lector primerizo en la obra de Gabriela Mistral, que la autora, fiel a su constante estilo creativo, inventó palabras que se adaptan a la lógica interna del texto, como por ejemplo “enleudar”, que proviene de leudar, y ella la utiliza con el sentido de juntar, amalgamar o unir, o el caso de “maritornesca”, adjetivo proveniente de Maritornes, personaje antagonista de la Dulcinea de Don Quijote de la Mancha, y lo hace para hablar de la simpleza de la pintura de Inés Puyó, sobre sus flores, sencillas pero hermosas. Se han conservado igualmente las palabras que Mistral adoptó desde otros idiomas, por lo que, tanto con sus neologismos, como galicismos o lusitanismos, y así como con los personajes, acontecimientos y obras, se ha decidido que la relación entre Gabriela Mistral y el lector sea sin intermediarios, por lo que de las notas posibles en este sentido también se ha prescindido.

Recados quincenales

Ímpetu de comunicación y brevedad, Cruz y raya, Conferencia franco-española de cultura, Fines y comienzos

1934

Ímpetu de comunicación y brevedad

Los tiempos se van cargando tanto de trabajos, hasta para el más vacante, que se nos viene poquito a poco encima la tragedia de no poder comunicarse, del tener que renunciar a la carta lenta y noticiosa que antes se hacía para los amigos. La falta de comunicación, de una parte ahoga a los efectivos; de otra parte agria a los amigos de la conversación, que se nos quedan a dieta; de otra reseca a ambos, y los va ensordeciendo el uno para el otro. Malas cosas son las tres, asfixias, acedia y endurecimiento.

No quiero renunciar a ser noticiero de los míos, su correo de las novedades que les importan, y miro con cierta vergüenza y con más pena, cómo sigue abultando el archivador de cartas sin respuesta, que ya toca el medio millar, por culpa de viajes, de dolencias y… ahora, de oficina consular.

Pido a mi diario que me consienta, quincenalmente, esta especie de “carta para muchos”, aunque no sea para todos, según la orden periodística. Al cabo, director amigo, nadie escribe para todos, aunque así lo crea.

Pido que me acepte esta posta barroca, donde irán comentos de sucesos grandes y chicos, de algunas lecturas que se quiere recomendar, de eso que llamamos por allá “ecos escolares”, y de tarde en tarde encargos duro-tiernos para mis gentes, duros por el ímpetu de hacerse oír y tiernos por el amor de ellas.

Bajo el signo de la brevedad nos estamos poniendo ya varios que no queremos olvidar a los nuestros y que no conseguimos tampoco, tener la vida libre, y que, al revés de eso, vamos en derechura para esclavos como van los demás. El que ha ido más lejos, en la disciplina de ser rápido se llama Eugenio d’Ors, maestro con pocos discípulos en la América y que se merece mucho más. Maestro de recados fieles, y cada vez más raciales, se llama también otro que nos vive en Río de Janeiro, nuestro Alfonso Reyes, mexicano, por allí verticalmente americano, siempre en rebalse de aguas puras sobre el continente. Nos valga la tradición, aunque no podamos con lo prócer del ejemplo. Empinarse hacia el ejemplo sobre las puntas de los pies y echar arriba las manos ganosas, vale siempre, según dicen los teólogos, que siguen siendo los mejores pedagogos.

Cruz y raya

A la benemérita Revista de Occidente se ha venido a agregar en el año pasado Cruz y raya (+ y -), “Revista de afirmación y negación”, editada por José Bergamín y órgano de una especie de neocatolicismo o de catolicismo quintaesenciado, que se aplica a la cultura con preferencia sobre las cuestiones sociales.

Es una gran publicación, cuidada con el más bello escrúpulo tipográfico y de una selección ceñida en los materiales.

Cruz y Raya entrega más sabor a criatura española que la revista del señor Ortega y Gasset; y sobre todo, nos place y nos complace en la latinidad de su semblante.

Revista de jóvenes y de la nueva juventud española, una hermosa generación que aparece limpia de los limos feos que tuvo la nuestra y la siguiente a la nuestra. Esta juventud española de última hora no es ni jacobina ni josefina; está asistida de mucho valor para poseer y desnudar la creencia y lo está además de una cultura que a los veinticinco años ya no tiene agraces y aparece agavillada y eficaz. Revista para la América es ella también o puede serlo. Suelo mandarla como un recado de “Pascua florida” a jóvenes nuestros, con la esperanza de que ¡ay, por fin! amanezcan un día en el continente estas clases de auroras. Una publicación de esta estirpe, cuánto desbrozaría y escardaría en nuestra confusión y en nuestras impurezas.

Conferencia franco-español a de cultura

Se celebra en estos momentos una conferencia interuniversitaria franco-española. Grata noticia para los amigos de ambas culturas, que lo somos principalmente los sudamericanos. La pelea vanidosa y dañina de las tres culturas mediterráneas, en cisma que a los fieles nos parece mortal, el resquemor de este lado del Pirineo, el desdén torpe del otro, están llevando a Castilla a cosas tan malas de consecuencias como la invasión de las culturas germánicas, al “embrujamiento alemán” que conocimos en Chile hace años y en el que esterilizamos buenas fuerzas y bellas almas.

¿Y por qué Francia declara tanto y prueba tan poco el amor hacia nuestra juventud latinoamericana? ¿Por qué esa política cultural suya de pura cortesía, nunca bañada de generosidad material? España sostiene una cincuentena de becas pagadas con casi cuatro mil pesetas anuales por becario que destina a nuestros veintiún países –Chile, tiene dos; Argentina y México tres–. Francia, tan bien amada de nosotros, no hace fundación semejante hasta ahora, aunque sea posible que en este momento ella no tenga un llano espiritual más propicio que ese continente nuestro, buen lector, buen receptor y, poco a poco, buen devolvedor.

Fines y comienzos

El año pasado cerró en España con un libro remecedor de Unamuno, tan medular como los que hacía a los cuarenta años. Setenta y tantos tiene y el San Manuel Bueno, mártir es, partida en res de ideología, un leño lleno de esencias.

El nuevo se ha abierto con uno de poemas de Pedro Salinas: La voz a ti debida, libro de poeta español, de hoy, es decir, expurgando de garrulería, que ha nacido exento de sensualidad fácil y que está horadado de vistas a lo eterno. Artesano leal de la lengua, pero más artesano aún de la propia alma, Salinas aparece cada vez más puro y también más ferviente. No creían los románticos que estas dos cosas caminaran juntas, y el fervoroso era una especie de débauche. ahora vemos que caminan pureza y fervor lado a lado.

Campo, Cajal, Otro poema, Fiebre de mar: John Masefield

1934

Campo

Parece que las culturas nuestras (digo la española y la sudamericana) hayan nacido y se hayan desarrollado en el servicio de las ciudades y en el abandono del campo. Culturas de dos o cinco urbes. A dos horas de ellas, salta a los ojos el campo bárbaro, las masas campesinas que esperando, solo de cuerpo, el sol y el viento.

Las ciudades viven, comen y duermen tranquilas como especies de cuerpo autónomos, tajada del campesino cuyo destino es el de costerarles alumbrados, pavimentaciones, edificación e instituciones caras.

Salvo la Argentina que ha sabido crear una ruralidad decorosa, ese es el caso de cada país nuestro. Van aún más lejos y crean culturas anti rurales, y que podríamos llamar cainitas, en las que un Caín industrial deprime, anula, y mata al Abel más pastor.

Porque conozco este pasado original y consuetudinario de nuestras civilizaciones hispánica y americana, he sonreído de una satisfacción grande a la fila de camiones y bibliotecas, que salen ahora de Madrid hacia las aldeas. Tuve niñez y adolescencia campesinas vergonzosamente ayunas del libro bueno o malo y no perdono esto a mi suerte, a la que perdono muchas cosas.

El camión biblioteca lleva un repertorio delicadamente combinado de obras de divulgación agraria y de libros de entretenimiento puro. Cuando el español hace, en este campo de la instrucción popular, hace mejor que nosotros, su gusto es más riguroso y seguro y sus colecciones liberalmente dosificadas de clásicos y modernos son menos pedantes que las que por allá componen nuestros maestros de escuela.

El camión consta de dos filas de libros de cada lado de la radio complaciente y liberal que da conciertos y agrupa al pueblo en torno del autobús instructor.

Hay que decir para nuestras gentes que estas empresas hoy novedosas, son recogidas fácilmente por ellos, pero dolosamente como son imitadas las acciones escolares y las escuelas de montaña.

Uno a diez camiones bibliotecas echados sobre la anchura de nuestro campo, no valen nada; hay que adoptar la empresa en su tamaño real o no emprenderla; tres o cinco camiones para cada departamento o sector de provincia. Los demás son mixtificaciones deshonestas para engañar a las masas rurales.

Cajal

Nació el histólogo español en aldea navarra, pero de ascendencia aragonesa, o sea baturra. Tuvo el primer tercio de su vida partido en tres tiempos musicales: primero, la infancia tímida de los grandes sensibles; luego una niñez violenta de niño “imposible” que le valió aquel castigo paterno de ser metido como aprendiz de barbero y zapatero; después ya viene el Cajal de la pasión estudiosa, que será el de cualquier tiempo.

Cajal hizo la carrera de Medicina en Zaragoza y la remató a los veintiún años; luego pasó a Cuba como médico militar, destinado a la manigua plena de Vistahermosa. En la lista larga, muy larga, de sus grandes probidades, está su condena terrible de testigo sobre el desventurado régimen colonial. Atrapó allá una de esas perversas anemias tropicales de la que su cuerpo tardaría varios años en librarse.

El ejemplo tónico de sus primeros años de investigación, el del sabio español que trabaja sin dotación instrumental de su especialidad el hombre con ciencia en vilo, ayudas técnicas e improvisador desesperado de aparatos rústicos que apenas valen para su menester.

Cronista y vulgo (lo cual hace dos vulgos) solo podemos noticiar acerca de la parte más brutalmente concreta o un tanto espectacular de descubrimientos tan complejos como los de un sabio.

El maestro Cajal logró los mejores descubrimientos del tiempo sobre la textura nerviosa en los vertebrados, fijó la unidad de la célula nerviosa y llegó a injertar nervios artificiales en los tejidos. Persiguió particularmente la averiguación de los sentidos por aclararse y aclararnos los lindos misterios del ver, del oler y el tocar y enseñó cosas definitivas sobre la regeneración de las células nerviosas.

Cajal anota en sus Memorias su torpeza mundana, la gaucherie que le dañó hasta en las reuniones científicas internacionales. No tenía “mundo”, este perfecto conocer del hombre, carecía de esas políticas que sirven hasta en Ciencia y Literatura. Además de carecer de mundanidad se rehusaba técnicamente a adquirirla. El Premio Nobel y el séquito que él acarrea de zalemas y epistolaridad ociosas, le parecieron un diezmo anticipado de pagar.

Formaba en ese estado mayor de la ciencia europea que es la aristocracia del tiempo. En su trabajo articulado de cincuenta años alrededor de trescientas publicaciones, ayudó a la investigación de muchos sabios extranjeros y los hizo deudores de la ciencia española, que, en siglos, no había tirado disco más allá de los Pirineos.

Según el orden del sabio completo, le gustaba tanto vivir como manifestar su oficio en la escritura. Los libros suyos de lectura casi popular se llaman Recuerdos de mi vida, Charlas de café, El mundo visto a los ochenta años… Escribía como los clásicos que leyó toda su vida, con claridad llaneza y rigor. La ciencia no le dio aquella naturaleza de empalamiento y hastío que otros hijos suyos atribuyen a la madre, aunque sean de ellos… Tampoco puso la ciencia en el hombre rijosidad emotiva ni desatención hacia el destino material de la colectividad. España era, en los últimos años, su preocupación y también su angustia.

Ha muerto, maduro de tiempo y de sabiduría, a los ochenta y dos años y se ha acabado escribiendo como quien dice el comienzo de su agonía.

España tardó en darse cuenta de él pero supo de una vez por todas cuando supo. El mismo tono reverencial –tan raro en este pueblo– está en los diarios de derecha que en los de izquierda de este día 18 de octubre, de veras aciago, que ya no encuentra al hombre Cajal de pie y trabajando en luz de Castilla.

Si los sindicatos fuesen leales a los obreros de la otra orilla, pondrían hoy este cartel en sus locales: “Trabajadores españoles, ha muerto un trabajador, y el mejor de los nuestros en el trecho y el ímpetu de la jornada. Hasta en agonía él no conoció relevo”.

Otro poema

Seguimos con las traducciones de poesía extranjera. El turno de hoy es del laureado oficial de Inglaterra, John Masefield, que antes de llegar a poeta de la corte (terrible advocación) fue marinero de buque mercante y cosas semejantes. Se quedó con el mar por reino poético, como Kipling, se quedó con la selva. La pulcra y recta traducción, celebrársela a la profesora Margot Arce, doctora en Letras de Madrid, pero antes que eso, intérprete de poetas.

Fiebre de mar

Debo volver otra vez a los mares, al mar solitario y al cielo,

y únicamente pido un alto buque y una estrella que le sirva de norte;

y el golpe de timón y la canción del viento y las blancas velas estremecidas

y las nieblas grises sobre la cara del mar y los grises amaneceres.

Debo volver otra vez a los mares, porque la llamada de la marea que sube

es una llamada salvaje y clara que no podría ser desoída;

y únicamente pido un día ventoso con blancas nubes que vuelan,

y el chorro de la espuma salpicándome y los gritos de las gaviotas.

Debo volver otra vez a los mares, a la vida errante y gitana;

y el camino de la ballena; hacia allá donde el viento es como un cuchillo afilado.

Y únicamente pido el alegre cuento de un camarada-vagabundo que ríe,

y luego, dormir tranquilo y soñar dulcemente cuando la larga jornada haya terminado.

Doña Isabel, Un poema, Antorcha en isla mía, Bolívar en Roma, Escuelas rurales, Libros colombianos, El mar

1934

Doña Isabel

Tánger, y aquí mi primer encuentro con los árabes de carne y hueso. Los que me tuve antes eran los de los poemas. En lo alto unos príncipes, lo más príncipes que cabe en este mundo: señores de grande y bella casa, aristócratas de pulimentada persona, a pesar de la decadencia colonial, todavía amigos del baño perfumado, de tabaco prócer y hombres de continente corporal perfecto. Después de ellos, un tajo cordillerano, un horrible bajón para caer en una plebe fantásticamente desaseada, golpeadora de las pobres mujeres que les dan su cuerpo, su paciencia y su trabajo animal, hirviendo cotidianamente de odios sin salida: odio al otro clan musulmán, odio al judío, odio al inglés, odio al francés, odios salidos del Corán y que los forran, como su piel, de la coronilla a la punta de los pies. Tuvo razón doña Isabel; antes de echarse sobre Andalucía se había visto fojeada y escardada la terrible raza de asimilación imposible. ¡Tantas veces que yo dije mal de ella en clases atolondradas y vanidosas, como son todas las pedagogías! Hay la virtud de hospedar; pero hay también la virtud de desalojar en cierto tiempo. O como diría Salomón: hay tiempo de acoger y tiempo de aventurar; tiempo de aceptar y tiempo de rechazar. Lo demás es necedad humanitaria y descuido de la casa y de la sangre propias.

Un poema

Dicho lo anterior sigo pesando que los poetas arábigos-españoles son maravillosos, y que lo son porque solo en ellos se hace grata y no repulsiva la sensualidad fabulosa de su pueblo. Emilio García Gómez los ha traducido en un volumen poco leído en América. Están allí las más bellas lujurias, al lado de unos inesperados estoicismos amorosos. Aquí va un poema para gozo de ustedes: Castidad

Aunque estaba pronta a entregarme, me abstuve de ella y me obedecí la tentación que me ofrecía Satán.

Apareció sin velo en la noche, y las tinieblas

nocturnas, iluminadas por su rostro, también levantaron aquella vez sus velos.

(…)

Mas puse al precepto divino que condena la lujuria, como chambelán que guardase las puertas

de mi pasión, para que mi instinto no se rebelase contra

la castidad.

Y así pasé la noche con ella como el pequeño camello sediento, a quien el bozal le impide mamar.

Tal un vergel, donde para uno como yo, no hay

otro provecho que el ver y el oler.

Que no soy yo como las bestias abandonadas que toman los jardines como pasto.

Antorchas en la isla mía

Espero que hayan sabido nuestra gente del Sur del hijo que le ha nacido a Gandhi en Puerto Rico: el profesor de la Universidad Clemente Pereda se echó a una huelga de hambre en protesta de la petición de “estadidad” de Puerto Rico. La Isla entregada por España como botín de guerra… de Cuba y cedida por treinta millones –la cifra es fatal–, no fue recibida por los Estados Unidos ni como la colonia ni como un Estado más, sino como una especie de criatura regalada, que se acepta, que se aprovecha, pero no se incorpora. Esta curiosa situación jurídica, mirada por unos como humillación. Vista por los patriotas como esperanza. Al anuncio de que las cámaras pedirían ahora la “estadidad”, es decir, el remache del grillete, la desesperación lanzó a nuestro compañero a la penitencia rebelde. Suele hacer cosas tan buenas como la esperanza eso que llamamos desesperación.

Noble, querido y pensado amigo, por una semana echado en su cama de sufrir, afiliándose a la voluntad, que negamos al tropical, en este clima caliente del hambre, olvidado ocho días de mujer e hijos para mirar de hito en hito la cara que ya muchos no ven de la patria, cara de leche y de miel que la nutrió y la confortó con su vista hasta el final. Hay frutos ya apuntados de este dolor llamado vano y de esta embriaguez llamada loca. Se irán contando esos logros obtenidos, en estos “Recados”, para amigos y sobre amigos.

Bolívar en Roma

Está ya en la Roma de todos y donde no podía faltar, la carne alzada de nuestro Bolívar, al cual formaron muchos sufrimientos heroicos y principalmente Roma. Acuérdense de eso siempre los antilatinos comedores de caldos extraños. Está en ese aire y en esa luz romanas excelentes, como la mujer, para concebir, para alumbrar y para sostener y lucir a los héroes. Gonzalo Zaldumbide, el ecuatoriano, buen pesador de almas y atribuidor de atributos, dijo las palabras que nos tocaba decir a los sudamericanos honrados y mimados en este acto de equidad, que también es de amor, de probada convivencia latina. Ahora que nuestros mozos vayan allá, a Roma, como fue él a mirar y a hervir en el Coliseo, a entender a César mejor de lo que lo han entendido, y a pensarlo a él, a Bolívar, también mejor de lo que suelen pensarlo. Aire y luz romanas les ayudarán a ver claro y a resolver neto, lo mismo que a él le ayudaron, sobre los problemas de nuestra América.

Escuelas rurales

Llega un libro probamente escrito y cívicamente pensado, acerca de la enseñanza rural en Chile. Lo ha compuesto Fernando Santiván, un escritor que nunca anduvo entre dómines escolares y que por ello trae esa cabeza tan clara sobre el problema y esa palabra consejera tan eficaz. La otra vale lo mismo para nosotros los chilenos que para cualquier americano que ame y piense su agro desatendido y postergado. Lo he leído teniendo a cada paso el placer de la coincidencia que es comienzo del gozo de la comunidad. Mirar al campo, recordar a la ciudad el campo, trabajar desde lo urbano lo rural, son faenas naturales a cualquier americano y especialmente al escritor criollo. Cumplimos poco y nada con ellas, y a mejorar escuelas rurales, que son nuestro fundamento, preferimos discutir triquiñuelas y repulgos de nuestras universidades. Estamos todavía divididos entre “bellistas” y “sarmentianos”. Ganaron en Argentina los “sarmentianos” y por eso se hizo allí una democracia real antes que la nuestra. Pero creada, por fin, la democracia chilena, Sarmiento vuelve a tener bravos hijos en nuestro territorio. Una disidencia con usted, amigo Fernando Santiván: la del araucano. Preparar eso, manipular eso, desbrozar eso, resulta mucho más duro que trabajar con emigrante europeo. Pero esas sangres llegadas por barco, que se nos vuelven riqueza industrial y banquera y prestigio exterior, suelen también quedarse en canales suyos, y no correr por los nuestros durante siglos; y suelen en las catástrofes, salir apresuradamente transportando oro, plata y billetes a sus patrias verdaderas, dejándonos en soledad y hambre. Ocurre algo más grave –y yo me lo sé muy bien– que nos traspasan lo fácilmente transferible: la casa cómoda, el baño, la nevera eléctrica y que no pueden trasvasarnos nunca el genio de su cultura racial, el último tuétano de su espiritualidad, cosas que tal vez sean incomunicables como el éxtasis de místico. Pasa entretanto, con la carne propia, que lavada la buena lejía es capaz de hacernos llamarada creadora y calentadora; pasa que sus mismos defectos tratados genialmente como en México, se ponen a dar de sí unos fermentos increíbles para una cultura racial. El hijo de Caupolicán no nos da todavía nada, es cierto. ¿Les hemos dado algo nosotros grandes generosos para los “afuerinos”, algo que no sea el desprecio, la malicia pasada de banal, a perversa, el renegamiento, el despojo y una falta de comprensión sin calificativo, de su alma asiática? En los demás alegatos de su libro, en cada uno de los restantes, estamos, compatriotas, “la mano en la mano”.

Libros colombianos

Nuestra Colombia, sacudida y turbada por una guerra que no se esperaba, ha mandado este año pocos libros al extranjero, a pesar de la gran productora de libros que es ella en el continente. Uno ha aparecido en México, Los júbilos ilesos de Germán Pardo García. Poeta nuevecito, y ya grande, abrevado en aguas finas, de esas que, en las arideces de Yucatán, se persiguen hasta hondones vertiginosos, y que brotan y que pagan el jadeo. Recomiendo este libro. Pardo García es de la familia orgullosa de los Pedro Prado; no manda libros a extraños, y no sale alcalino como el buhonero a buscar comprador de su artesanía. Escribe porque nació clérigo de esa orden de los cantadores, comunidad que con los tiempos groseros se vuelve de más en más delicada. Leer esos “Júbilos ilesos” para vivir una hora aquello que nos dice mucho y se sabe poco: la “poesía pura”. El deseo no basta: algunos “puros” andan en ansia de castidades, pero construidos todavía del otro Adán, basto y comercial, que fue para probar cierta unidad, ya no geográfica, sino moral de la América Nuestra. El colombiano pasado a México no se ha roto cuerdas internas estropeándose el espíritu y el instrumento poético. El alma católica de Bogotá ha adquirido en la meseta de Anáhuac cierto ocultismo cristiano, que es cosa nueva entre nosotros.

El mar

Siempre se le ve como por primera vez, si se le deja de ver tres meses. Y siempre hace gritar su reencuentro, como el de los amantes. Pero la natividad es mayor aún y el paso más fuerte cuando se le tiene de nuevo yendo de Castilla, la yerma y la amojamada, hacia él, húmedo y tornadizo. Mar de Málaga, más tierno que fuerte, más adolescente pueril que adolescente heroico. Este adjetivo pueril, lindo si los hay, lo hemos estropeado mucho y ya no sirve sino en el sustantivo: puericia. Los hombres del Mediterráneo han sacado siempre superioridad de ser hombres como cualquiera, siendo, encima de esos, niños. Hablaba yo de Chile a los malagueños e iba sabiendo, mientras hablaba, qué podía yo retrotraerme esa tierra de ausencia, que es la mía, gracias al mar recuperador. Una sal sabrosa suya en mi boca, mejor que la leche, humedad en mis ojos, diez meses resecados sobre Castilla, y la gracia marina de Dios que no es la misma gracia terrestre de Dios.

Me tenía eso en mí y bastante más que eso me tenía. Mi infancia es de la montaña; mis mocedades del mar, y vivo siempre partida entre dos ansias, la de subir cerros arriba, hasta donde ya no parecen llamada, casi laceada por mi madre la montaña, que me quiere; y la de bajar, después de ocho semanas, en un descenso vertical, tirada de bruces, hacia mi padre, que también me quiere. Chile es eso, en cada chileno que tuvo esos dos regazos opuestos, y que se hizo en los dos por iguales partes.

Repasar, Colonias marítimas de niños, Colombia y Perú, Madame Curie

1934

Repasar

Gran superficialidad no repasar las cosas que nos dieron disfrute: repasar la ciudad querida (Florencia o Brujas) después de cinco años de ausencia; repasar el paisaje prócer que nos sacudió suave o duro las potencias; repasar la sala del museo en que creíamos haber visto bien y donde se nos quedaron varios núcleos mal vistos. Especialmente revisar las páginas señeras de los libros, en los cuales habremos dejado, como lectores pulcros que somos, la marca azul o colorada que dice la preferencia. Al revés, gran sabiduría es regustar, rebosar y mirar de nuevo de hito en hito.

He estado repasando Mío Cid Campeador, de Vicente Huidobro, curioso libro, al mismo tiempo novela, poema épico, ensayo y broma genial.

En España se leyó el grueso volumen ligero con un visible deleite hacia la intención moral y al logro de arte: en la América se le celebró también bastante, aunque la edición lujosa no llegase a todos los rincones. Pero en Chile parece que (¡ay el desabrimiento de los propios!) ni fue suficientemente leído y fue apenas celebrado por los que lo leyeron. La ocasión sería de releer para justipreciar, dejando saldada la deuda.

Colonias marítimas de niños

Pasé hace días por Milán y tomaba mi café en la magnífica estación, placentera de ver, como un gran stadium y hasta como una catedral, llegaban trenes y trenes de la región del Piamonte y al desembarco era más crecido, sin ser tan confuso como el de las peregrinaciones o el de una movilización de guerra, siendo la razón más festiva y un tanto tierna.

Mussolini moviliza en masas de trenes a diez mil niños en las diversas zonas del país y hacia la costa adriática, La Liguria y La Pisana. Me acordaba sin cierta vergüenza y no poca tristeza de lo que llamamos en la América del Sur, colonias escolares: un puñadito de cincuenta o cien niños con cuyas fotos llenamos las revistas ilustradas, en una alharaca hipocritona. Sabemos perfectamente que por cada niño que llevamos a la marejada o a los pinos dejamos detrás diez mil relegados y negados en su derecho a las mismas cosas.