Travesías - Matthias Preiswerk - E-Book

Travesías E-Book

Matthias Preiswerk

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Beschreibung

Cuando alguien recorre los caminos de su vida pasada, los vuelve a vivir. En Travesías, Matthias Preiswerk lo hace y de manera intensa. Esto es porque plasma sus andanzas de tal manera que las lectoras o lectores palpitan con él en ese caminar. Mucho ayuda el que las narre en tiempo presente, pero más que todo porque enmarca su vida en nuestra historia latinoamericana que le tocó vivir, tan fascinante como peligrosa. El libro está muy bien escrito, estructurado y documentado; es ameno e invita a leerlo de una sola sentada. Sorprende su manejo de las coyunturas históricas, especialmente de Bolivia, su compromiso con la realidad latinoamericana, su aporte reconocido en el campo de la educación liberadora articulada con la teología, su ternura para con su familia y su mirada de autocrítica ahora que ve los acontecimientos de lejos. Si alguien quisiera reflexionar y escribir sobre su práctica vital, pedagógica, teológica y política, este es un ejemplo perfecto.

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Travesías. Itinerario pedagógico, teológico y político

Edición: Hugo Montes Ruiz

Diseño de portada:

Fotografía de la portada: Carlos Villagómez

© Matthias Preiswerk, 2022

© Plural editores, 2022

Primera edición: abril de 2022

La Paz, Bolivia

Depósito legal: 4-1-1414-2022

ISBN: 978-9917-605-50-8

ISBN digital: 978-9917-605-83-6

Producción:

Plural editores

Av. Ecuador 2337 esq. c. Rosendo Gutiérrez

Teléfono: 2411018 / Casilla 5097 / La Paz, Bolivia

e-mail: [email protected] / www.plural.bo

Diagramación digital: ebooks [email protected]

A la memoria deAndrée MalherbeMatthieu Preiswerk

Índice

Prólogo. El desplegarse de un tejido existencialAntonietta Potente

Introducción

I. Raíces para volar. Suiza, 1968-1975

Familia protestante intercultural

Pasadizos entre templo, fiesta y bodega

El ansia por otra iglesia

¿Soldado?

Estudiar después de Mayo del 68

Vivir en comunidad

Raíces y brotes

II. Conversión. Argentina, 1975

Aterrizaje

El pulso de la ciudad

Inmersión y peregrinaje

Guías y centinelas

Salto o retorno

Trampolín

III. Aprendizajes y adopción. Bolivia, 1976-1980

Aprender en un nuevo mundo

Enamoramiento y enraizamiento

Adopción

IV. Éxodos y retornos, 1980-1992

Lima y las puertas de América Latina

Retorno

Salida voluntaria

Distancias y proximidades

V. Construir una casa. iseat, 1992-2005

Cartografía

Una casa para aprender

Recuento

VI. Fin de ciclo. Servicios Pedagógicos y Teológicos, 2006-2014

Otros cambios paralelos

Ante el lecho de enfermedad de la Educación Teológica

Después del crepúsculo

VII. Reconocimiento

Desplazarse y ser desplazado por unas travesías

El reconocimiento como gratitud

El reconocimiento de logros y de fallas

El reconocimiento de nuevas travesías

Siglas que aparecen en el texto

Prólogo

El desplegarse de un tejido existencial

Antonietta Potente1

La flauta del hechicero entreteje y anuda áspides

como la mano del tejedor estambres2

Hay libros, como este, desde los que salen sonidos encantadores, anudando historias y tejiendo recuerdos. Abrir Travesías es como desenrollar una alfombra. Sin embargo, en la alfombra, como en todos los tejidos, se ve la trama dándole vuelta. Una infinidad de hilos que se entrecruzan hasta formar historia. Así es el libro de Matthias Preiswerk: un entretejido de hilos existenciales, un ir y volver de encuentros y encrucijadas de experiencias. Solo él podría explicar su trama: desde adentro, es decir: desde el revés de la alfombra. Su trama es su sentir más profundo, que en la escritura se va asemejando a la narración de un cuento de hadas, entre asombros, miedos, dudas y muchas transformaciones. A quien tenga entre sus manos este libro, en algunas partes, se le presentará como la partitura de una pieza musical, algo que hay que aprender a interpretar. Melodía que atrae y al mismo tiempo invita, enseñándonos a leer nuestra propia vida.

Como todo relato existencial, el de Matthias Preiswerk carece de un tiempo cronológico. En el libro encontraremos fechas; que, sin embargo, en el sentir del autor, no parecen estar inscritas en un calendario, ni formar parte del Chronos, es decir, aquel tiempo que sabemos contar, aquel tiempo que podemos calcular y dividir. En el texto que tenemos entre nuestras manos, el tiempo no está compuesto por una sucesión de hechos y acontecimientos, sino quizás el autor, en el transcurrir de su vida, haya aprendido la forma propia del sentir el tiempo y el cosmos de los pueblos andinos, el pueblo que como el autor dice, lo adoptó.

De tal forma, la narración se desliza entre un aquí y ahora que ya están sin tiempo o que hoy son tiempo presente en la misma vida del autor. Y quién sabe si no haya sido esta una de las transformaciones más íntimas que solo después se podrán encarnar en su vida, bajo diferentes nombres y diferentes formas. Quien lo lea no debe buscar una sucesión de acontecimientos, ni intentar descubrir la geografía de la vida del autor. En estas páginas entretejidas de palabras, sentires, lugares, colores, personas, gustos, se manifiesta aquel saber ancestral de los pueblos andinos. Saber que unifica la vida y la armoniza de verdad en un bello tejido o alfombra en que cada dibujito, cada forma del tapiz tiene un sentido, forma parte de la realidad que por su propia naturaleza es alegórica, es decir, dice algo diferente de lo que sugiere su apariencia. La vida habla de otra cosa, la vida habla esa lengua tan profunda que solo el sentir del alma corporal puede captar. Es con este sentir que hay que leer Travesías, para que la exposición del autor tenga sentido pleno.

Se trata de una historia interior y no simplemente el recuerdo de acontecimientos pasados. El autor escribe desde dentro, por haber aprendido a no estar en el tiempo cronológico. Deja entrever la metamorfosis de su Chronos interior. El tiempo de la narración no es nunca un tiempo que avanza, progresa. No se cuenta la vida midiéndola. El tiempo en una narración como la que tenemos aquí ni se deja pasar, ni se gana, ni se pierde. La percepción del tiempo en esta narración existencial es muy parecida al sentir de mujeres y hombres de los Andes. El tiempo y los lugares de la vida coinciden, son la misma e idéntica cosa. No se pueden separar, y tampoco disociar la vida entre pasado, presente y futuro, como en el mundo occidental. En Travesías, los capítulos parecen adoptar un estilo formal; sin embargo, quien lee, como quien escribe esta narración, saben que no existen capítulos; todo forma parte de la misma trama. Igual que en la cosmovisión andina: el janaxpacha, el ukhupacha y el kaypacha. Diría que cuando se cuenta una vida, tiempo y lugares son lo mismo; siempre estamos aquí y ahora, con nuestras raíces que son el pasado, que nos ayudan a concebir el futuro. Todo conlleva una realidad preñada de sentido. En el libro no hay solo recuerdos del pasado, como cuando en Occidente se escribe una biografía. En Travesías hay también un presente. Tal como para los hombres y las mujeres de los Andes: el futuro no está delante, sino que está en las raíces del pasado, donde caben las y los que nos han dado vida y sabiduría. Sin los antepasados es difícil vivir el tiempo presente y aún más el futuro.

Es por eso que este relato existencial hilvanado por el autor se torna precioso para entender el tiempo que nos toca vivir hoy. Entonces, la vida se lee como tiempo oportuno. En las escrituras hebreas sería lo que acontece como un brote que hay que considerar ya como fruto potencial (cfr. Isaías 43:19). El tiempo oportuno es siempre un “brote”. El que uno u otro tiempo sea propicio, lo define la oportunidad: cada época, cada año, cada mes y semana y hora, son tiempo oportuno. Esta es la tarea de nuestra vida, la que nos muestra en su narración el autor: descubrir ese tiempo. El tiempo oportuno de la siembra, de los viajes o de la estadía; del amor, aquello del concebir vida, el tiempo para estudiar y para escribir, para descansar y para despertarnos. Esta es sabiduría, no es cálculo ni estrategia. El libro no habla de simples aconteceres, más bien de una calidad y calidez de la vida. La vida no está formada por citas, sino por lo propicio de un momento determinado.

En este sentido, en el libro de Matthias Preiswerk hay un hilo profético: contemplar la realidad significa entender cómo estar en ella, incluso en los momentos más difíciles y oscuros. Por eso no hay que leerlo con la curiosidad de quien quiere conocer la vida del autor. La curiosidad en la lectura de estas páginas no sirve y además desvía la comprensión. Invito a no leerlas con curiosidad sino a la luz de esta adopción fundamental que el autor vivió en el mundo andino. A veces, como toda adopción, se asume mirándola en su exterioridad y solo al volver sobre ella, o al retomar sus estambres principales, se percibe un extraño misterio, un pasar silencioso de Divina Presencia o una repentina brisa que lo ha despeinado todo, como también aquel lugar que no es lugar materno asume un sentido de nacimiento profundo para quien lo vive. Es nuestro enamoramiento lo que lo hace materno y familiar, y que no lo sería por haber nacido en otro lugar, o por haber crecido en otra familia. Un lugar, un idioma, algunas personas se vuelven maternas cuando por un motivo o por otro nos dan la posibilidad de transformarnos, así que la vida se torna –como diría la filósofa española María Zambrano– un vivir naciendo y un nacer despertando cada vez a lo nuevo y propicio. En la escritura del autor este aspecto transformativo se percibe muy bien. En todo el libro hay palabras clave como: nacer, adopción, conversión, aprendizaje. Estas son algunas de las palabras que en el feminismo de la diferencia llamaríamos palabras en lengua materna. Son estas las palabras que el autor usa para hablar de su camino transformador. Entonces también las geografías son bastante relativas. Se puede nacer todas las veces que aceptamos nacer y en cualquier lugar, y con todas aquellas personas que en nuestras vidas se vuelven maternas y nos ponen todas las veces de pie para volver a caminar.

Hay un último aspecto que quisiera rescatar: el aspecto pedagógico de Travesías. La narración, que aflora de lo más hondo y también queda un poco escondida en la vida del autor, siendo narración existencial, tiene un aspecto pedagógico. Sabemos que el autor supo seguir en su vida las huellas de la que llamaría una maestría viva, la del pedagogo brasileño Paulo Freire (1991-1997). También en este sentido, más que de un mero pensamiento pedagógico, se trata de una experiencia existencial tan honda que quien la sigue practica una vida de liberación. Para el autor de nuestro libro la pedagogía no es simplemente un método, más bien se convierte en un saber, un saber que hay que compartir con otras y otros a lo largo del camino. El que percibimos entre líneas es un saber que no solo enseña, sino que engendra maestría. El autor lo dice: “más que teólogo fui educador”. Pero hay muchas maneras de ser educador; sin embargo, esta larga historia de Matthias Preiswerk tiene sabor a descubrir lo que ya está en los lugares y en las personas que encuentra. Es una pedagogía de rescate más que de impartición de conceptos y enseñanzas. Por eso prefiero hablar de una maestría que nace de la misma vida, más que de los quehaceres y obras concretas o evidentes que el autor haya realizado.

La maestría es como ser testigos de lo que ya estaba por existir o brotar en las personas y en los lugares. El libro podría enseñarnos también a nosotras y nosotros: es pedagógico para quien lo lea. Nadie leyendo estas páginas de autobiografía interior, podría pensar que el autor fue simplemente un misionero, ni un simple teólogo o pedagogo. Nada de esto, aunque forme parte de la vida del autor, queda como simple rol o papel cumplido por haber tenido una vocación determinada. Estos aparentes roles son, sin embrago, parte de una historia interior, metamorfosis de una existencia, aprendida una y mil veces. A veces derribada y reconstruida de otro modo, gracias a encuentros y amores con personas reales, con historias conmovedoras, que han tenido la fuerza de sacudir desde adentro la vida del autor.

Si tuviera que escoger un texto de la sabiduría cristiana que me ayude a sintetizar este libro, diría que es el prólogo de la primera carta de Juan: “lo que era desde el principio, lo que hemos oído, y lo hemos visto con nuestros ojos, y palpado con nuestras manos, me refiero a la Palabra que es vida (…) Y les escribimos esto para que sea mayor nuestra alegría”(i Juan 1:1-4). Hay un arché originario (un elemento primigenio); hay un sentir de los sentidos que reconocen este arché originario que misteriosamente se desliza en los intersticios de la vida y de la historia de cada mujer y hombre y también de cada ser que está en este planeta. Hay una hondura que lo traduce todo y lo transmite como Palabra, dulce y eterna al mismo tiempo; hay un compartir que concibe solo goce y placer profundo. Me considero muy afortunada por haber conocido a Matthias Preiswerk, por haber compartido con él años de reflexiones existenciales y teología liberadora. Hoy me considero más afortunada por haber leído este largo cuento de hadas, que deja entrever vida y solo vida, a pesar de los claroscuros que conlleva. Si al leer Travesías surgiesen preguntas tales como: ¿cuál es el significado profundo de esto?, la única respuesta sería: es una historia de liberación, porque la vida, cuando se lee y se cuenta desde adentro, se transforma en teofanía, y los lugares en hierofanías divinas.

1 Es teóloga, escritora y religiosa dominica. Nacida en Italia, ha vivido en Bolivia por muchos años, compartiendo su vida con una familia aymara y aprendiendo la lengua de la sabiduría.

2 Cristina Campo (1987), Gli Imperdonabili. Milano: Adelphi Edizioni, p. 115.

Introducción

No aprendí nada sin tener que irmeNi enseñé a nadie sin invitarlo a dejar su nido

Michel Serres1

Itinerancias

• Cruzar el océano Atlántico por encima de sus riberas europeas y latinoamericanas, con vientos de frente o de cola.

• Traspasar fronteras culturales, nacionales, políticas; pasar igual por las internas, tan invisibles como obstruyentes.

• Desplazarse de un mundo a otro: ser desplazado por sus habitantes y sus causas.

• Soltar, en cada viaje, amarras de embarcaciones provisorias.

• Partir con identidades vulnerables y regresar con otras, frágiles también.

• Transitar por saberes y cosmovisiones arropados de aprendizaje y militancia.

• Habitar una fe que se fortalece y se fragiliza al son de las esperanzas y de los horrores.

• Acudir a la memoria para franquear los flujos y reflujos de las estaciones de la vida.

• Acoger sentires y amores lejos de las creencias adquiridas.

• Partir para aprender, atravesar y dejarse atravesar.

• Abandonar el nido: aprender a marcharse.

• Apostar a lo inédito de la vida.

* * *

La palabra travesía se declina con una docena de definiciones, que apuntan a un sentido plural afincado en múltiples registros.

En primer lugar, remite al viaje, al tránsito, al desplazamiento, cualquiera sea el medio de transporte, con una partida definida y una llegada indeterminada. La travesía es también interior, apacible o conflictiva, porque transita por distintos paisajes íntimos, creencias y dudas.

La travesía sugiere aventura y riesgo, condiciones imprevisibles, meteorologías cambiantes. Para los marineros, la palabra designa el viento que golpea perpendicularmente a la embarcación o a la orilla. Más metafóricamente todavía, travesía es el riesgo que el jugador asume, sin mostrar sus cartas, en el momento de apostar o blufear.

En registro más urbanístico, travesía implica cruces y designa un pasadizo –en mis fantasías serpenteante y sombreado– entre calles –anchas, rectas e iluminadas– En la jerga de los ferrocarriles, sinónimo de traviesas o de durmientes, las travesías designan los maderos que cruzan los rieles de la vía férrea y que aseguran estabilidad al paso como al peso del tren.

Antiguamente, travesía designaba un conjunto de traveses en una obra de fortificación; apunta a una lucha de defensa propia, de resistencia.

Finalmente, cuando se trata de la última, la travesía se vuelve misteriosa o enigmática; así sea serena, lenta o violenta, nadie sabe si, de veras, conduce a puerto alguno.

* * *

En mis propias travesías, el itinerario resulta empujado por aires teológicos, pedagógicos y políticos versátiles. Transito por geografías y pisos ecológicos contrastados: de las orillas de un lago helvético a los valles tropicales de los Yungas, de la pampa argentina al altiplano andino, de la ciudad de La Paz a las capitales latinoamericanas. Los colores del territorio cambian con el paso de dictaduras militares a democracia pactada, de revoluciones prometedoras a promesas frustradas. Mis naves, prestadas todas, atraviesan distintos mares con olas imprevistas, aguas calmas y tormentas peligrosas también.

Mi itinerario personal es colectivo porque lo forjan personas, comunidades y circunstancias que atraen, desafían, abren caminos. Se nutre de interacciones con culturas, clases sociales, géneros, generaciones variadas; atraviesa por conflictos de saberes y de poder. Un recorrido intercultural pasa por rupturas creativas y reconstrucciones. Interrogo al pasado, a nuestras bravas opciones o creencias; revisito las ilusiones que persisten, las muchas que naufragan. Escribo desde un presente preñado de incertidumbre, de descalabros, de ceguedades. Garabateo desde la vulnerabilidad del futuro, de cara a lo inédito, cuando el enigma del fin irrumpa al margen de lo planificado.

* * *

Los seis capítulos de mi itinerario siguen una secuencia mayormente cronológica, hilvanados por un hilo transversal teológico, pedagógico y político. Aparecen, apenas esbozadas, referencias históricas, políticas, eclesiales, imprescindibles para sugerir los profundos cambios acaecidos en los años considerados. Más discretamente aún, se divisa el entorno afectivo y familiar.

Raíces para volar, Suiza, 1968-1975, recoge los aprendizajes que me incitan a salir de Suiza. Sintetizo una memoria personal y una historia social marcadas por la provocación de Mayo del 68.2 Mi camino pasa por la socialización en la parroquia de un pueblo de vitivinicultores, una experiencia de ecumenismo radical, una militancia antimilitarista, las luchas universitarias en la facultad de teología y la vida en una comuna. Son los primeros aprendizajes y descubrimientos de los puentes entre teología, pedagogía y política; me empujan a partir para descentrarme y para aprender.

Conversión, Argentina 1975, arranca con el aterrizaje en una institución educativa teológica en Buenos Aires y, principalmente, con el acercamiento a militantes y comunidades comprometidas con el quehacer teológico, pastoral y político liberador latinoamericano. Esos encuentros con personas que, después del golpe militar de 1976, serán perseguidas, maltratadas, exiliadas o desaparecidas me transforman, me llaman. Convertirme significa cambiar de dirección, emprender otra travesía hacia Bolivia con la perspectiva de un trabajo educativo muy nebuloso.

Aprendizajes y adopción,Bolivia 1976-1980, relata mi llegada y progresiva integración en un país con retos mayores. Concibo y empiezo a ejecutar un programa de educación religiosa en un colegio progresista de la iglesia metodista. Encuentro a Carmen, la compañera de mi vida. En medio de una dictadura militar participo muy modestamente en la construcción de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos de Bolivia y me integro a la lucha política. La iglesia metodista, en plena efervescencia indigenista, me recibe como pastor. Son años de adopción truncados por el golpe de Estado de 1980. Hay que trashumar.

Éxodos y retornos1980-1992, abarca idas y vueltas entre Bolivia, el Perú y Suiza. La partida a Lima, forzada por los narcogenerales, me abre las puertas de varios países de América Latina, así como la posibilidad de repensar mi trabajo educativo desde la Educación Popular. El retorno a Bolivia, tierra conocida y querida, ofrece un nuevo desafío con la creación y coordinación de un espacio de reflexión teológica comprometida con los sectores populares. Emprendo una nueva partida, esta vez voluntaria, a mi lugar de origen para profundizar las interrelaciones entre Educación Popular y Teología de la Liberación, con la firme intención de retomar mi compromiso educativo en Bolivia después de mis estudios de doctorado.

Construir una casa,Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología 1992-2006,es mi mayor esfuerzo profesional. Los planos, habitaciones, habitantes de dicha morada difieren de los que proponen los seminarios y facultades de teología en América Latina. La casa ofrece una Educación Teológica liberadora, ecuménica e intercultural más allá de los requerimientos de las iglesias. Intrépidamente, apostamos a que algunas comunidades de fe, comprometidas con el cambio social y político, se beneficiarán con nuestra formación. Travesía por territorios fronterizos a las iglesias.

Fin de ciclo,Servicios Pedagógicos y Teológicos 2006-2014, retrata el crepúsculo de la Educación Teológica ecuménica, intercultural y liberadora tal como la concebimos en los círculos de la Teología de la Liberación. Apelando a categorías de la clínica muestro cómo buscamos remedios o paliativos para enfrentar los retrocesos y enfermedades de dicha educación. Este fin de ciclo es imputable a horizontes que se cierran en lo político, lo ecológico y lo civilizatorio. Por otra parte, coincide con el cierre de mis actividades profesionales.

Terminado el recorrido, solo cabe el reconocimiento para rendir cuenta de todas las oportunidades y dones recibidos. Reconocimiento como gratitud, como tentativa de admitir los aciertos y errores de las travesías vividas, como exploración de nuevos territorios.

* * *

El itinerario descrito fluye en medio de un río de paisajes y de testigos cuya lista es interminable. Aun a riesgo de cometer injusticias, menciono solamente algunos entre tantos nombres. Los personajes anónimos son legión, con rostros grabados en mi corazón y con voces que siguen cantando o gritando a mis oídos. Quienes llevan nombres y apellidos aparecen con referencias mínimas en notas de pie de página. Todas esas vidas incógnitas o célebres son libros que me inspiran y enseñan hasta el día de hoy. Se presentaron en el camino y no tengo ningún mérito en haberlos conocido ni en beneficiarme de su amistad. En pequeños apartados insertos en el relato apunto referencias a hechos históricos, religiosos, educativos, así como a documentos significativos.

En esta introducción, menciono apenas a dos personas que me acompañaron en la elaboración y redacción de este libro: mi amigo y hermano Benno Glauser y Hugo Montes, corrector acérrimo. Río arriba, dedico este libro a Andrée Malherbe y a Matthieu Preiswerk, mis padres, quienes me abrieron con fe y amor los caminos de la vida.

* * *

El género de la ficción hubiera sido más apropiado para comunicar y traducir peripecias teológicas y pedagógicas a un lenguaje sugerente y atractivo para quienes no pertenecen a los estrechos círculos de estas dos disciplinas. Dadas mis restringidas competencias literarias, me limito a escribir una especie de “biografía educativa y teológica”; un testimonio en primera persona que, más allá del itinerario individual, refleje la vida y el destino de colectivos y de causas propias de nuestra generación; de cristianos comprometidos con la transformación de sociedades injustas, discriminadoras, desiguales por la hegemonía de un capitalismo dependiente, militarizado o pretendidamente democrático. Detallo y especifico cómo he experimentado diversas prácticas educativas y religiosas con la esperanza de que el lector no advertido descubra lo que se juega entre la teología y la pedagogía latinoamericana, más allá de los intereses mezquinos de las iglesias instituidas y fuera de los acartonados ámbitos y debates académicos.

* * *

La falta de memoria, así como la desatención al registro sistemático, al análisis y a la interpretación de experiencias transformadoras, impiden muchas veces extraer enseñanzas creativas y prometedoras. Lejos de toda nostalgia del pasado, me desafía el enigma de la transmisión porque sin ella cualquier travesía queda trunca. Por ello describo, valoro y critico las opciones de nuestra generación, sin afán de dar lecciones a nadie. Si acaso nuestros descendientes se interesaran por ellas, que tengan por lo menos acceso a informaciones fidedignas y encarnadas. Escribo para lectores abiertos a lo educativo, lo religioso y lo político. Para quienes compartieron y, a veces, se jugaron la vida por las luchas, los sueños de transformación estructural en América Latina. Para quienes sufrieron desilusiones, olvidos o traiciones dentro de este proceso.

Escribo para que los que buscan en esos sucesos fuentes de inspiración o de distanciamiento de cara a lo que les espera descubran tanto nuestros aciertos como nuestros errores y omisiones.

1Michel Serres (1991), Le tiers-instruit. Paris: Gallimard, p. 27.

2Matthias Preiswerk (2019), Partir pour apprendre. Chemins interculturels. Vevey: Editions de l’Aire.

I

Raíces para volarSuiza, 1968-1975

Volar gracias a sus raíces suena como paradoja o contradicción para los humanos, aunque no para los árboles, quienes, contrariamente a nosotros, logran migrar y volar sin abandonar físicamente sus implantaciones. Mis orígenes familiares, sociales, religiosos y políticos son cepas insertas en una tierra y un territorio determinados y, curiosamente, me invitan a dejar un nido tan cómodo como estimulante. Cualquier emigrante, voluntario en mi caso, corre el riesgo de idealizar el pasado, de realzar las condiciones y oportunidades de su salida, de coquetear con la nostalgia. Busco entender en este primer capítulo cómo unas experiencias de vida muy locales y marcadas por un contexto particular me señalan un camino alejadísimo de mi entorno geográfico y cultural de origen. Publiqué en 2019 un libro en francés Partir para aprender1 que, sobre una sólida base documental, rinde cuenta de cinco vivencias fundantes para mi posterior caminata latinoamericana. Empieza con mi socialización en una parroquia y un poblado donde cultivamos relaciones y amistades allende la propia clase social. La vivencia religiosa, así como una incipiente sensibilidad política, me llevan a experiencias ecuménicas, a la búsqueda de un mundo más justo que implica transformar tanto la Iglesia como la sociedad. Marcado por el pacifismo y el antimilitarismo, me incorporo a una lucha novedosa en contra del Ejército que, además de su naturaleza bélica por antonomasia, incide indebidamente en la política, la economía y la cultura helvéticas. Nuestros estudios de teología, impregnados del espíritu de Mayo del 68, nos incitan, tanto a la contestación estudiantil como a la exploración de alternativas pedagógicas. Finalmente, constituimos una comuna con la pretensión de cumplir con nuestros ideales en la vida cotidiana y de superar el modelo de la familia nuclear tradicional. En esas cinco experiencias, fe y política se interrelacionan y se potencian con la naciente teología latinoamericana de la liberación, que me llama a conocerla en el terreno de su práctica y de su producción.

Familia protestante intercultural

Cinco años después del fin de la llamada Segunda Guerra Mundial, nazco en medio de un paisaje de una belleza excepcional, inserto en viñedos cultivados en terrazas sobre la ribera suiza del lago Lemán, el lago más grande de Europa. El caserío del Châtelard, está a menos de diez minutos del pueblo de Lutry, una aldea de cinco mil habitantes en la década de los sesenta, en la que predominan todavía los vitivinicultores a pesar de la cercanía de Lausana, capital del cantón de Vaud.

Mis padres provienen de mundos social y culturalmente muy disímiles. Andrée Malherbe es hija de una familia de origen campesino. Su padre es un modesto empleado de la primera fábrica Nestlé, mientras que su madre hospeda pensionistas para completar los ingresos económicos de la familia durante la guerra. Hija única, recibe una educación calvinista estricta, sigue una formación para la educación parvularia, estudia y enseña el violín. Para ello, recorre frecuentemente en bicicleta los más de veinte kilómetros que separan su pueblo de Lausana y, antes de sus veinte años tiene la oportunidad de realizar una estadía en Inglaterra. Se casa por primera vez con un doctor en física suizo alemán de apellido Preiswerk, quien muere en un quirófano en 1940, pocos meses antes de que nazca su hija May. Seis años más tarde, Andrée contrae matrimonio con Matthieu Preiswerk, del mismo apellido y noveno hijo de una familia patricia de Basilea. Su padre es un comerciante moderno, viajero y pionero en el negocio de alimentos coloniales, quien viaja varias veces a China al final del siglo XIX. Su madre, victoriana, puritana y autoritaria, asegura una formación de calidad a sus hijos varones, que llegan todos ellos a ser profesionales destacados, mientras que las cuatro hijas no se beneficiarán nunca de las mismas oportunidades. Matthieu, un científico humanista alejado de los intereses comerciales de la empresa familiar, estudia ingeniería en las mejores universidades de Zúrich y de París. Se enamora de la lengua y de la cultura francesas, frecuenta estudiantes rusos escapados de la Revolución, un teólogo ortodoxo entre ellos. Sin tocar instrumento alguno, se apasiona por la música y otras múltiples formas de arte. Como no es reclutado por el Ejército suizo durante toda la guerra, ejerce su profesión en una pequeña ciudad francesa. Para visitar a su familia en Basilea se precia de burlar los controles fronterizos a cargo del ejército de ocupación alemán. Consigue un trabajo en Lausana y se establece en la Suiza francófona antes de encontrar la dirección de Andrée, la viuda de un compañero de estudios y primo lejano. Después del matrimonio, la pareja vive cuatro años con May2 en un pequeño pueblo donde nace Esther.3

Hogar y educación en la fe

Andrée, embarazada de su futuro hijo, encuentra en 1950 el anuncio de una casa en alquiler en la parte alta de Lutry, en medio de los viñedos. Es amor a primera vista por una residencia, un monumento histórico del siglo XVIII, cuyos propietarios pertenecen a una familia de alcurnia de la suiza alemana, dueños de viñedos y patrones del viticultor local. La prensa y la bodega del dominio se encuentran en la planta baja de nuestra casa. Encima, trece habitaciones están repartidas en dos pisos con buhardillas subdivididas a su vez en dos niveles. El tamaño, así como el estado general de la mansión ahuyentarían a cualquier ama de casa sensata: la calefacción es más que deficiente, muchas ventanas no cierran bien y dejan escurrir el agua, no existe ningún tipo de confort moderno. La propiedad está rodeada por una hermosa terraza con vista panorámica sobre el lago y, al pie, un gran huerto. Son superficies cuyo mantenimiento implica dedicación y esfuerzo considerables. A pesar de tantas exigencias, Andrée quiere asumir el reto, mientras que Matthieu, más esteta que jardinero, se enamora de los muros y del paisaje. La familia se muda allí pocos meses antes de mi nacimiento.

Nuestra integración a la diminuta aldea del Châtelard resulta problemática. Andrée, mujer sociable y afectuosa, tiene poco tiempo para tejer relaciones de vecindad, dada la sobrecarga del trabajo doméstico. En su tiempo libre practica el violín para tocar en un cuarteto de cuerdas en Lausana. Matthieu carga con el hándicap del foráneo. Ser suizo alemán en ese medio es una barrera casi infranqueable; trabajar como ingeniero en la ciudad lo aparta del territorio y, para colmo de males, él no muestra disposición alguna a visitar las bodegas de los productores locales. La relación de mis padres con Lutry se centra principalmente en la parroquia y en el abastecimiento de víveres. La fe protestante es un lazo fundamental para la pareja, aunque cada cual la viva y conciba de manera muy distinta. La piedad de Andrée es práctica y encarnada, la de Matthieu romántica y mística, pero ambos participan juntos asiduamente en el culto dominical. Comparten un puritanismo estricto, un rigorismo y un sentido del ahorro exacerbado por años de guerra marcados por privaciones, aunque sin escasez. Ideológicamente abrazan un conservadurismo matizado. Por su origen de clase mi madre tiene mayor sensibilidad social pero su solidaridad compite con un afán inconfesado de ascenso social. El conservadurismo de mi padre es más ideológico y alimentado por la lectura asidua de un periódico de opinión ubicado a la derecha de la derecha. Está obsesionado por adquirir la ciudadanía de Lutry como comuna de origen y, aunque en el pueblo son pocos los que hablan y escriben mejor que él en francés, su fuerte acento denuncia en seguida su procedencia. Por descuido o como afirmación de su nueva identidad suiza francesa, Matthieu no transmite su dialecto basiliense a sus hijos, algo que vivo hoy como una falla en mi construcción cultural. A la distancia, descubro en el rigor y la austeridad de mis padres una connotación ecológica tan firme como implícita: no adquieren automóvil y nuestra familia siempre se desplaza en transporte público, algo alternativo o contracultural en nuestro medio económico-social. Tendrían los recursos económicos suficientes para adquirir o construir una vivienda propia pero no lo hacen, tal vez por no dejar el sitio por demás excepcional donde viven.

La educación religiosa recibida en casa y en la iglesia es más determinante para mi formación y mi vida que el legado de la escuela. De niño desarrollo una piedad marcada por la de mis padres, quienes rezan el padrenuestro al lado de mi cama antes de apagar las luces. Entre mis diez y mis trece años participo en unos retiros para niños que fortalecen mi fe gracias a un equipo de formadores entre los cuales destacan personas con las que mantendré amistad a lo largo de mi vida. En mi adolescencia, antes de integrar comprensiones y análisis políticos estructurados, desarrollo una sensibilidad social humanitaria marcada por la consciencia del hambre que azota a una parte tan grande de la humanidad.

Mis primeros años de escolaridad resultan grises; en la secundaria opto por la sección clásica –que incluye el latín– con la remota idea de futuros estudios de teología. Mi profesor principal es un connotado antipedagogo que anula a los alumnos menos exitosos como yo. Logra traumatizarme y enfermarme, por lo que abandono ese establecimiento para proseguir el colegio por meses en una pequeña ciudad de montaña. Recuperado física y anímicamente, retomo mi escolaridad en Lausana, en la sección científica y con profesores acogedores y estimulantes. Mis relaciones con Lutry se circunscriben a la estación de ferrocarril, a la iglesia y a la cancha de fútbol donde voy a mirar partidos de poca monta algunos domingos en la tarde. Lamentablemente, por falta de integración, no comparto las actividades relacionadas con los trabajos de la viña y de la vendimia en el Châtelard. Como cualquier adolescente de un cantón de clara mayoría protestante, asisto a los dos años del catecismo hasta la “confirmación”, o primera comunión, a los dieciséis años de edad. Vivimos en un contexto religioso donde Estado cantonal y protestantismo son inseparables, algo que, guardando distancias históricas y religiosas, tiene parentesco con la llamada cristiandad4 latinoamericana. Todavía en esas décadas, nacer en el cantón de Vaud significa ser protestante; el pastor es un funcionario pagado por el cantón, la iglesia es iglesia de Estado. Muestra de ello es que el alcalde de Lutry, cualquiera sea su compromiso religioso, es miembro nato de la asamblea anual de la parroquia. En esa perspectiva cultural, la confirmación, más allá de su significado religioso, corresponde a un rito de paso que marca la entrada al mundo adulto; es ineludible hacerlo. Una vez realizado el rito, la o el joven puede enamorarse, fumar, beber, salir en la noche y, quienes no siguen estudios superiores, empezar a trabajar. Son varios los estímulos sociales para cumplir con la confirmación, al margen de su sentido religioso. Los padres de una amiga vecina (él agnóstico, ella judía), le prometen a su hija una pequeña motocicleta si acepta confirmarse. En mi caso, le encuentro sentido al acontecimiento, pero intento desistir de los regalos tradicionales que coronan ese paquete religioso, social y familiar. Deseo sustituirlos por un aporte financiero a emprendimientos humanitarios en favor de los pobres, pero no lo logro. Debo resignarme a aceptar cubiertos de plata y demás presentes, símbolos de mi clase social.

Pasadizos entre templo, fiesta y bodega

El rito de la confirmación me propulsa fuera de mi torre de marfil, me abre las puertas del pueblo de Lutry, donde me integro y socializo en espacios y grupos juveniles tan diferentes socialmente como complementarios culturalmente.

Grupo parroquial

Los viernes en la noche las Uniones Cristianas de Jóvenes5 reúnen a chicas y chicos de dieciséis a veinticinco años en el salón de la parroquia. El grupo ofrece amistades duraderas, me despierta a causas valiosas y experiencias de liderazgo. Los encuentros son más divertidos que reflexivos, más relacionales que religiosos. Somos parte de una parroquia protestante plenamente integrada a la geografía social del pueblo; activos en las celebraciones del calendario cristiano, con protagonismo en Navidad o en Pascua, participamos con entusiasmo en las múltiples festividades del pueblo: kermesse, fiesta de la vendimia, entre otras. Las reuniones de los viernes terminan a las nueve de la noche y se prolongan cada año hasta más tarde en alguno de los boliches donde el vino abunda más que la cerveza. Después del cierre, si las ganas de seguir brindando se vuelven indomables, los hijos del principal almacenero del pueblo nos llevan a los bajos de su tienda donde consumimos vino, queso, embutidos y otros bocaditos al precio cómodo del comercio. Todo transcurre en espacios saturados de humo de tabaco. Organizamos al fin del año un campamento de esquí en un chalet de montaña del municipio con otros jóvenes católicos, agnósticos o simplemente indiferentes a lo religioso. El deporte practicado en el día no tiene siempre la misma intensidad que las actividades nocturnas con fondues y bailes, pero los intercambios entre dormitorios de chicas y chicos son escasos.

Club de jóvenes

Del anterior y primer círculo de amigos surge otro, económica y socialmente más popular, que nace de una iniciativa acertada y festiva: la transformación de una sala semiabandonada en local de encuentros y de fiestas. Apenas constituido, el Club de Jóvenes acondiciona rústicamente el salón y se encarga de su administración. Cada sábado hay bailes con equipos de sonido precarios y consumo de gaseosas solamente. El cigarrillo es omnipresente pero no ingresan otras sustancias. Es un lugar de esparcimiento, de coqueteos, de romances, de encuentros al margen de miramientos, discriminación o violencia. Los escasos vecinos próximos al local se quejan raras veces de nuestros ruidos nocturnos. Accedo naturalmente a este segundo círculo social frecuentado también por los más duros del pueblo: el grupo de salvataje encargado de pilotar un bote de remo que, en caso de tormenta, socorre embarcaciones en situación de riesgo en el lago.

Círculo de oración

Nuestro tercer grupo, de naturaleza muy particular, parte de una profunda búsqueda de compartir espiritual y comunitario. Lo iniciamos con Jean Fonjallaz6 bajo la influencia de Taizé,7 donde realizamos regularmente unos retiros. Encontramos ahí una espiritualidad marcada por el silencio, la oración y la reflexión sobre los grandes conflictos del mundo. La liturgia, en especial los himnos, el paisaje suave de la campiña borgoñona, las entrevistas personales y diarias con un fraile, hacen de esos retiros un espacio de fortalecimiento y de compromiso en la fe. Con ese modelo comunitario monástico carente de formalidades eclesiásticas, nos invade un llamado a vivir con sentido, con generosidad, con mística. Con Jean queremos cultivar esos valores en nuestro entorno eclesial y proponemos a algunos jóvenes del grupo parroquial reunirnos dos mañanas a la semana para un tiempo de oración en el templo de Lutry. Compartimos el oficio de Taizé con sus salmos musicalizados y cantados, alguna lectura breve, silencio, oraciones espontáneas. Una vez a la semana almorzamos en un restaurante en Lausana para intercambiar otras dimensiones de nuestras vidas. También queremos proyectarnos socialmente mediante tareas de alfabetización pero no lo logramos. Rápidamente el grupo se convierte en el núcleo duro de las Uniones Cristianas, tanto por la espiritualidad practicada como por el hecho de introducir problemáticas políticas, del tercer mundo entre otras. No por ello dejamos de participar fiel y comprometidamente en las fiestas y esparcimientos propuestos por las dos otras instancias mencionadas.

Con estos tres grupos comparto simultáneamente y sin contradicción ámbitos y dimensiones de la vida a menudo separadas. Además, lanzar puentes entre clases sociales y generaciones es más fácil en un pueblo que en una ciudad.

En la parroquia paso de la condición de educando a la de educador y asumo tempranamente el cargo de maestro de escuela dominical.8 Logramos romper rutinas y, en una ocasión, reemplazamos la tradicional y monótona dramatización de la Navidad por una improvisación de niñas y niños conducidos por dos amigos de un grupo de teatro experimental y de vanguardia. Fuera de Lutry integro y me hago cargo por varios años de un equipo que dirige los retiros que tanto marcaron mi niñez. Estas experiencias educativas nutren mis primeros años de estudios teológicos y ya representan una tentativa de articulación entre educación cristiana y teología.

Durante esos años de juventud pasados en la casa del Châtelard y en el pueblo de Lutry, dedico más energía a la contemplación del paisaje, a causas humanitarias y espirituales que a las lindas chicas siempre presentes en nuestras fiestas. En todo caso, la cantidad de amistades y relaciones en esos círculos va a la par con una sociabilidad muy desarrollada.

El ansia por otra iglesia9

Las anteriores vivencias son facilitadas por una parroquia abierta y receptiva a iniciativas inquietas y críticas. Estoy muy comprometido con la comunidad eclesial local y, al mismo tiempo, gracias a Taizé por ejemplo, aspiro a una Iglesia más radical e innovadora. Compartimos y convivimos con creyentes católicos, por lo que nuestra identidad cristiana se vuelve intrínsecamente ecuménica. Vivimos el ecumenismo como apertura y diálogo entre diferentes comunidades y expresiones del cristianismo. Descubrimos que las otras tradiciones y sensibilidades religiosas enriquecen y desafían nuestra manera de creer. Nuestra entrada al ecumenismo es vivencial más que doctrinal y se desarrolla al margen de las relaciones diplomáticas entre jerarquías eclesiásticas. Experimentamos tempranamente una mayor cercanía con católicos progresistas que con protestantes conservadores.

Otros creyentes

Lutry, como el resto del cantón, es un pueblo de mayoría protestante y los católicos, de familias de origen italiano y español principalmente, no superan la cuarta parte de la población. El templo protestante, del siglo XIV, está situado en pleno centro histórico mientras que el católico, en las afueras del poblado, tiene una construcción de los años 1930. Tanto en mi familia paterna como en la materna, pocas personas se declaran alejadas del protestantismo o de la fe cristiana y no tengo pariente católico alguno. Mis conocimientos de la historia del cristianismo son precarios y el catecismo nos brinda poca información relativa a la Reforma protestante del siglo XVI. En la prensa y en casa se habla del Concilio Vaticano II inaugurado en 1962, pero su importancia e impacto no son palpables todavía. Mi padre es presidente del consejo parroquial de la iglesia reformada de Lutry y asume, junto con el pastor, posturas teológicas abiertas al diálogo con otras confesiones. Tienden puentes hacia la comunidad católica, cuyo sacerdote, a pesar de su conservadurismo, acoge esas iniciativas. La semana de oración por la unidad de los cristianos, apoyada tanto por la jerarquía protestante como por la católica, ofrece cada año un marco para las primeras celebraciones ecuménicas realizadas alternadamente en los templos de cada confesión.

Prácticas y hechos ecuménicos

El clima ecuménico del final de los años sesenta en la Suiza francófona está marcado por eventos de naturaleza tan diferente como significativa.

Uno es el fortalecimiento de la organización de los llamados “matrimonios mixtos”, constituidos por cónyuges de las dos confesiones. En su vida de pareja y de familia quieren mantener su propia identidad y lealtad religiosa. Buscan soluciones a situaciones conflictivas relacionadas con el ejercicio de su fe. Les resulta fácil participar en la liturgia de la otra confesión, pero se les prohíbe acceder a la Santa Cena o a la Eucaristía respectivamente. Quieren bautizar a sus hijos pero tienen que escoger una de las dos iglesias para hacerlo. Deciden transmitir su fe y piedad a sus descendientes, pero cada iglesia tiene sus propias exigencias y modalidades para ello. Los matrimonios mixtos presionan a sus jerarquías cada vez más fuertemente para que ellas solucionen los problemas que las iglesias crean en la vida de sus familias.

Con aval oficial, un grupo de biblistas protestantes y católicos emprenden una traducción ecuménica de la Biblia, un esfuerzo exegético y hermenéutico fundamental que permite a creyentes de ambas confesiones verificar y apreciar la común referencia a ese libro. En la misma línea, se establece una versión común del padrenuestro, la oración de Jesús y de los cristianos de todos los horizontes. Estos hechos resultan más relevantes y perdurables que las innumerables mesas, encuentros, seminarios y declaraciones promovidos por las altas esferas eclesiásticas.

Al lado de esos avances persiste la dificultad para que protestantes y católicos compartan juntos el pan y el vino de la comunión. La teología protestante es más flexible y abierta en esa materia, mientras que la doctrina católica considera inválida la Santa Cena porque el pastor que la celebra, por no estar en la línea de descendencia de Pedro, rompe la tradición y la comunión católica romana. A finales de los años sesenta, las y los cristianos progresistas y comprometidos ecuménicamente expresan su incomprensión e impaciencia frente a esas trabas; en varias celebraciones practican la “intercomunión” –el compartir el mismo pan y la misma copa– sin preocuparse por las prohibiciones oficiales.

Así, crecemos en un ambiente de apertura hacia el otro, de diálogo, con la intuición de que las divisiones heredadas de la historia pueden y deben ser superadas, dentro de un compromiso social y político transformador.

Otra parroquia

Como líderes jóvenes de la parroquia de Lutry, nos involucramos al inicio de 1969 en una aventura ecuménica audaz y comprometida. Los capellanes protestantes y católicos de la juventud proponen constituir una Parroquia Ecuménica de Jóvenes por tres meses. El sorprendente éxito y arrastre de esa iniciativa se debe a la posibilidad para la juventud de manifestar su fe mediante expresiones musicales, artísticas, interpersonales o litúrgicas que no tienen cabida en las parroquias tradicionales. Nace como espacio autónomo respecto de las estructuras y de las modalidades eclesiales establecidas. Los himnos, inspirados por el góspel afronorteamericano, tienen el acompañamiento musical de un grupo con guitarras y percusión, lejos del tradicional órgano. Las homilías son reemplazadas por reflexiones colectivas compartidas en pequeños grupos en los que se relaciona contenidos bíblicos con realidades sociales y políticas locales y globales. Durante la semana se organizan reuniones temáticas sobre la situación de los trabajadores extranjeros en Suiza o las relaciones con el tercer mundo bajo el marco de la Declaración de Berna,10 por ejemplo. Los responsables y animadores tienen gran cuidado en evitar confrontar y provocar a las jerarquías de sus iglesias; les informan sobre nuestras metas y nuestro funcionamiento sin miedo ni sometimiento. Al principio los jerarcas protestantes y católicos nos ven como un emprendimiento inofensivo fácilmente controlable, una iniciativa juvenil impulsada por entusiasmos pasajeros, útil para que la juventud se quede en sus iglesias. Nadie se imagina ni el éxito ni el crecimiento de unas celebraciones que, al inicio, reúnen un centenar de personas pero se triplican y multiplican por diez con el transcurso de las semanas. Se inventa una modalidad original de comunión, pensada para evitar los conflictos entre confesiones. Una liturgia común se desarrolla simultáneamente en dos mesas presididas respectivamente por un sacerdote y un pastor, quienes consagran separadamente los elementos de la Santa Cena protestante y la Eucaristía católica. Se celebra así una doble comunión, distinta de la intercomunión prohibida. Para marcar el final de la Parroquia Ecuménica de Jóvenes, se proyecta una gran celebración el Domingo de Ramos en la catedral de Lausana. Este edificio, empezado a construir en el siglo XII, es un lugar histórico tan simbólico como sensible. Representa inequívocamente la ocupación del territorio de Vaud en 1536 por el cantón de Berna con la imposición del protestantismo. Desde el siglo XVI, la catedral deja de representar al catolicismo en la región para convertirse en un bastión protestante. Querer realizar una ceremonia ecuménica en esos venerables muros de piedra provoca necesariamente fuertes reacciones; los obispos católicos primero, las autoridades protestantes después, prohíben la realización de la doble comunión que tuvo lugar en los domingos anteriores. Un grupo de jóvenes entra en huelga de hambre para protestar contra la imposibilidad de compartir el pan y el vino, pero no queda más que acatar el dictamen en esa última celebración que congrega a unos dos mil quinientos jóvenes. A lo largo de toda la experiencia nos convencemos de que la unidad de los cristianos no es un fin en sí mismo, que está directamente relacionada con la transformación del mundo y, además que la vamos a ver y participar en ella. El lema “No somos los últimos cristianos de un mundo que se agota, somos los primeros cristianos de un mundo nuevo” expresa el espíritu de esa convicción.

¿Soldado?

Nuestra generación de cristianos social y políticamente comprometidos comparte ampliamente diferentes formas de antimilitarismo por lo que me toca decidir si acepto o rechazo el ejército en general y el servicio militar en particular.

Ejército, pacifismo y antimilitarismo

En el siglo XX, Suiza se construye una leyenda afirmando que, gracias a su neutralidad, a su geografía y a su Ejército, logró quedar al margen de los desastres de las guerras llamadas mundiales. En tiempo de la guerra fría, ese relato está reforzado por otro mito que postula que el Ejército, además de ser el cimiento de la unidad de la Confederación, es la pieza fundamental para impedir la invasión comunista que pone en riesgo nuestras libertades y nuestro bienestar económico y social. Nuestra generación, nacida después de la guerra que terminó en 1945, está sometida a esa propaganda pero, al mismo tiempo, despierta a la realidad militar y colonial con la guerra del Vietnam. Tanto el movimiento hippie como el de Mayo del 68 están impregnados por el rechazo a esa guerra. Las conversaciones con nuestros padres sobre el tema militar y armamentista están truncadas por una fórmula que pretende callarnos: “ustedes no han conocido la guerra”; como si nos faltase una clave fundamental para interpretar la historia en general y la de nuestro país en particular. La confrontación este-oeste está en su auge, acompañada por una oposición binaria entre Occidente cristiano y comunismo ateo. Dentro de la cultura religiosa imperante, el Ejército y las jerarquías eclesiales mantienen afinidades, comparten referencias e intereses comunes, articulados además con las grandes empresas. Ostentar un grado militar es de fundamental importancia para lograr un ascenso social, económico y cultural en Suiza. Pastores y sacerdotes, sean o no militaristas, tienen privilegios. Si son favorables al Ejército logran un grado de capitán-capellán, mientras que los pacifistas pueden hacer prevalecer su condición eclesiástica para ser eximidos de la obligación del servicio militar.11

El Ejército suizo es de milicia, no es profesional, lo que implica que cada ciudadano tiene la obligación de realizar una instrucción de reclutas a sus veinte años, a lo largo de cuatro meses, y posteriormente, de prestar un servicio militar de tres semanas cada año durante casi dos décadas. En esos años no existe en Suiza ninguna forma de servicio civil a pesar de la lucha de muchas organizaciones y de algunas iglesias que reclaman su instauración.

El antimilitarismo transita de un pacifismo a veces algo etéreo a expresiones políticas más explícitas. Las teorías y acciones no violentas como la de Martin Luther King encarnan un pacifismo activo, políticamente fundado y articulado con diversas corrientes internacionales de resistencia a la guerra en general. Unos objetores de conciencia alegan motivos exclusiva o principalmente religiosos mientras que los otros expresan un discurso político contra la guerra y los fundamentos del Ejército suizo. Los primeros son castigados con penas de tres a cinco meses de cárcel, mientras que a los otros les cae una detención por lo menos dos veces más larga.

Comités de soldados