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Un día en la vida. Qué cantaron los Beatles es un peculiar texto de Hugo Burel en el que se dedica a analizar desde diferentes puntos de vista catorce canciones distintas de los Beatles. Sin ocultar su fanatismo por el grupo, Burel nos hace un acercamiento desde la memoria, la disección de una época y la mirada de la madurez de un grupo que representa una buena parte de la cultura popular de su adolescencia.
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Seitenzahl: 175
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Hugo Burel
Traducción de las letras: Camila Burel
Saga
Un día en la vida. Qué cantaron los Beatles
Copyright © 2009, 2021 Hugo Burel and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726531145
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Para Camila y Julián
“Antes de los Beatles, todo era distinto;
después de los Beatles, nada fue igual.”
John Lennon
Un día en la vida —no recuerdo cuál fue— escuché por primera vez una canción de los Beatles. Creo que tendría unos doce o trece años. Fue en la radio, porque todavía no tenía tocadiscos. Probablemente en ese momento absoluto que todos los de mi generación vivieron, no tuve conciencia de lo que estaba sucediendo, pero fue a partir de esa vez que en alguna medida mi vida cambió. Por supuesto que ya tenía preferencias por la música y los ídolos juveniles ocupaban un espacio en mi imaginación. Los sábados, luego de regresar del liceo y cenar miraba en la televisión ElClub del Clan, el programa que reunía, entre otros, a Palito Ortega, Johnny Tedesco, Violeta Rivas y Lalo Fransen, que eran la encarnación de la llamada Nueva Ola musical de entonces. Eran argentinos, cantaban en castellano, se movían al ritmo del twist, el rock o las baladas y eran en esa época lo más cercano al modelo que desde Estados Unidos había impuesto Elvis Presley, al cual, curiosamente, en esa época no valoraba. Pero al escuchar la música de los Beatles mi corazón dio un salto y de pronto me sentí transportado a un sitio que no conocía y del que nunca más pude salir.
Todavía recuerdo la cotidiana cita de las 5 de la tarde en el dial de Radio Sarandí para escuchar el programa que conducía Elías Turubich, Beatlemanía, o los de Berch Rupenian, en Radio Independencia, llamados Impactos de la Nueva Ola y Colosos de Ritmo. Con mi hermano Jorge, que es cinco años menor que yo, no nos perdíamos uno solo y ello demuestra que la fiebre de los Beatles contagiaba a niños y adolescentes por igual.
Al momento en que escribo esto, las canciones de los Beatles representan para mí una especie de cápsula que me pone a salvo de lo contingente, que preserva el espíritu de mi adolescencia y sigue impregnándome de fantasía y magia. No es este un sentimiento nostálgico o un reblandecimiento producto de la madurez. Por razones que todavía me parecen asombrosas, la música de los Beatles es el pasaje a un estado cercano a la gracia, a una dimensión que ha sido inmune al paso del tiempo.
Hace unos veinte años, cuando trabajaba en una importante agencia de publicidad, pude comprobar la verdad de lo que acabo de describir puesta a prueba en una instancia límite. El cuñado de un integrante del equipo creativo de la agencia estaba internado con un cáncer terminal en el CTI. Era músico de profesión y, pese a que había logrado un lugar de destaque en lo que en Uruguay se llamaba Canto Popular, sus comienzos musicales habían sido signados por el descubrimiento de los Beatles. Ya casi en agonía, pidió a sus familiares que le trajeran libros con fotos de los Beatles, porque mirándolas su sufrimiento se mitigaba. Ver las imágenes de sus ídolos tal vez lo instalaba en esa cápsula que en un contexto menos dramático acabo de describir. No he conocido una historia más conmovedora sobre el poder espiritual de los Beatles.
En el otro extremo de los significados, el 8 de agosto de 1969, la terrible muerte de la actriz Sharon Tate, la esposa embarazada del director de cine Roman Polanski, a manos de Charles Manson y sus acólitos en una finca de Beverly Hills quedó vinculada de manera siniestra a una canción de los Beatles, Helter Skelter, que habría inspirado a Manson a asesinar a la actriz y a cuatro amigos que se encontraban en la casa. El título de la canción estaba escrito con sangre en una de las paredes de la mansión.
Estos dos ejemplos bastan para ilustrar, más allá de lo que yo pueda expresar desde lo personal, el impacto de los Beatles y sus canciones sobre varias generaciones. Indudablemente en la música popular hay un antes y un después de los Beatles. Pero, si bien su aporte musical ha sido evidente y los comentarios abundan al respecto, es poco lo que se ha reflexionado sobre el contenido de sus canciones. ¿Qué cantaron verdaderamente los Beatles? O, mejor dicho, ¿qué nos dijeron a través de sus letras? ¿Qué cuestiones abordaron, qué tópicos emplearon? ¿Fueron importantes como letristas? Y en lo que refiere a nuestro universo latino: ¿nos perdimos mucho o poco al no entender lo que cantaban dejándonos llevar apenas por su genio musical y el clima festivo y optimista de su música?
Se cumplieron en 2009, precisamente el 18 de abril, 40 años de la separación oficial del grupo. Esa es la fecha de la carta firmada en 1969 por John Lennon, George Harrison y Ringo Starr. El documento estaba dirigido al abogado Lee Eastman, padre de Linda, la primera esposa de Paul McCartney, y en ella se notificaba al letrado que dejaba de ser el representante legal de la banda, cuya disolución final en lo contractual se produjo recién cinco años más tarde, el 9 de enero de 1975. Desde el punto de vista formal no cabe duda que la existencia de los Beatles, más allá de la prolongación de las carreras solistas de sus integrantes, está acotada en un tiempo asombrosamente breve: del salto a la fama a la disolución como grupo transcurren siete años que pueden reducirse a menos si se considera el comienzo de sus desavenencias. Si se cuentan los años previos a la fama y se asume que desde más o menos 1958 Lennon, Harrison y Mc Cartney — la base original del grupo— estuvieron juntos componiendo, el resultado es el impactante número de 209 canciones registradas 1 . Año más, año menos, la historia total de los Beatles como grupo se desarrolla en poco más de una década: en ella surgen, evolucionan, llegan a su apogeo y luego separan sus caminos. La impresión es la de un cometa deslumbrante que surca el cielo y luego se extingue y deja en las retinas de los observadores una huella que nunca más desaparece. Pero esas más de doscientas canciones están ahí y nos dicen algo desde sus letras además de su música.
Es imposible analizar las canciones de los Beatles en su totalidad. Por empezar no todas son relevantes y la mayoría, desde el punto de vista poético o literario, carece de valores a destacar. Digamos que en contenidos no superan lo que cantaban los chicos de ElClub del Clan. En sus primeros álbumes hay demasiado candor, obviedades, inocencia, puerilidad y tópicos que, a favor de lo pegadizo de sus melodías y su facilidad para gustar, conquistaban a los jóvenes que no exigían otra cosa que la música y lo novedoso de sus voces. Hay un acuerdo general en señalar que recién a partir de su álbum Rubber Soul —con alguna excepción anterior— los Beatles expresaron cierta elaboración en sus textos y su evolución como autores va de lo simple a lo complejo, porque su música también se hace más sofisticada y procesada mediante artificios técnicos al punto que esa condición es la que los impulsa a abandonar las presentaciones en vivo ya que lo que componían en ese momento no podía reproducirse fuera de un estudio. En ese sentido, sus letras se animan a expresar sus obsesiones, sus experiencias —sobre todo con las drogas— y una visión del mundo que, con matices personales en cada uno, en algún momento se realiza desde la opulencia y el éxito, lo cual no les ahorra algún sentimiento de culpa y un trasfondo de extravío existencial que en Lennon fue muy evidente.
A medida que progresan como compositores musicales logran también acceder a contenidos más trascendentes en sus letras: la soledad, la enajenación y la muerte, por ejemplo. También, en su etapa psicodélica, engendran desvaríos y galimatías de palabras alentadas por el consumo de ácido lisérgico 2 y coquetean con la religión india, la meditación trascendental y el mundo que abren en su mente los alucinógenos. Producto de esa condición son capaces, muchas veces, de perder capacidad de autocrítica y creer que pueden cantar cualquier cosa que les viene a la mente. Pese a ello, en esa etapa logran crear algunas obras maestras unánimemente reconocidas. No obstante siempre se dijo que nunca estaban “colocados” cuando grababan en los estudios de Abbey Road. Pero ya desde su primer hit, Love me do, es posible indagar en lo que dijeron.
En este libro me propongo una aproximación personal y parcial a las palabras de los Beatles eligiendo, como en un “long play” de la época del vinilo, catorce temas de alguna manera destacables por algún aspecto y, a partir de las traducciones al español de sus letras, indagar en aquello que a lo mejor se nos escapó cuando nuestros oídos y nuestra alma lo disfrutaban. Por supuesto que sobre los Beatles se ha escrito todo y hasta demasiado y voy a apoyarme en alguna bibliografía ya editada para sustentar mis reflexiones. Así que los expertos en el tema no encontrarán aquí novedades. Además no pretende ser este un análisis de su poética en un sentido gramatical o un esfuerzo por desentrañar sus habilidades para la metáfora o lo logrado de alguna rima. Los Beatles no hacían poesía sino letras de canciones. Tengo claro que no todos compartirán el criterio de selección: de alguna manera elegir también es postergar. Ni siquiera estoy seguro de haber elegido lo mejor en todos los ejemplos y con seguridad muchos van a reclamarme alguna canción que injustamente no incluí.
Mediante esta selección pretendo indagar en algunos temas, ideas, estados de ánimo, estilos y sobre todo expresiones significativas de la escritura de los Beatles en tanto fueron quizá los trovadores más importantes del siglo XX. El resultado es una visión que por supuesto no es exhaustiva ni agota el tema, porque en definitiva es como juzgar su música a partir de uno solo de sus álbumes. No obstante este ejercicio consiste en mirar a la distancia y decodificar desde la madurez la banda de sonido de mis (nuestros) sueños de juventud. Por eso este libro también es un ejercicio placentero de reencuentro, una recorrida por lugares que visité muchas veces y a los que ahora regreso para verlos desde otra perspectiva y quizá sin la inocencia de entonces.
Como ha dicho Ned Rorem, prestigioso compositor norteamericano de música contemporánea de cámara, piezas corales y óperas nacido en Indiana: “Si (y he aquí un Si con mayúscula) la música, en lo que tiene de más saludable, es la reacción creadora del cuerpo, a la vez que su estimulación, y, en lo que tiene de más decadente, es la reacción creadora del intelecto, a la vez que su estimulación; si en verdad la salud constituye un rasgo deseable en el arte, y si, como lo creo, los Beatles ejemplifican este rasgo, hemos llegado entonces (aunque extrañamente coincida tal vez con los últimos años de nuestro planeta) a un nuevo y dorado renacimiento de la canción” 3 .
El pesimismo del paréntesis del final nos induce a pensar que la reflexión de Rorem era producto también del mundo bipolar y amenazador de la Guerra Fría y la posibilidad de que la civilización se destruyese luego de una guerra nuclear. El dato importante es que Rorem todavía vive y compone. Ese renacimiento de la canción que aprecia fue también una respuesta a ese pesimismo y a cierto espíritu de época que las canciones de los Beatles —al menos en la primera época de la beatlemanía—tiñeron de optimismo y esperanza.
En el mundo actual de la primera década del siglo XXI no hay un sucedáneo de lo que representaron los Beatles en el siglo anterior. Sus eternos rivales, los Rolling Stones, son unos sexagenarios que continúan haciendo música —y hasta giras— pero hoy me parecen más unos asombrosos sobrevivientes, unos dinosaurios geniales que carecen de aquel touch que los distinguía. Si tuviera que elegir dos grupos que de alguna manera y con distintos estilos me recuerdan a los Beatles ellos son Oasis y Cold Play, británicos por supuesto.
Todavía está Mc Cartney que se reinventa y se copia a sí mismo y a veces nos canta alguna para que otra vez la piel se nos erice, pero en torno suyo hay un vacío que ninguno de los músicos que lo acompañan puede llenar, ni siquiera el afable Ringo Starr que de vez en vez aporta su 25% del milagro. Por esas razones y muchas más que trataré de explicitar en las páginas que siguen, lo que cantaron los Beatles fue y será irrepetible.
Love Me do es la cara A del primer single de los Beatles y fue grabada dos veces, la primera el 4 de setiembre de 1962 y la segunda el 11 de setiembre. En la primera versión el baterista fue Ringo Starr y en la segunda el músico de sesiones Andy White, incorporado a la grabación por decisión del productor musical George Martin. En el single se utilizó la primera versión y en el álbum la segunda y ambas difieren en su duración y en el uso de una pandereta. De los temas clásicos e inaugurales de los Beatles es el que menos me gusta, pero es muy probable que sea Love Me do el primero que escuché. Lo mismo le sucedió, por ejemplo, a Sting, que conserva un vívido recuerdo de esa ocasión. El legendario bajista de The Police recuerda que cuando la oyó estaba nadando con unos amigos en una piscina pública. Según consigna J. D. Dowlding 4 : “la música tuvo un impacto arrollador, casi espiritual, sobre los chavales: se pusieron de pie instantáneamente y empezaron a bailar desnudos, dando vueltas y cantando. Fue en aquel momento, conmovido por una canción de los Beatles, cuando Sting supo que daría su vida a la música”. Esta confesión apareció en la edición de la revista Rolling Stone del 16 de febrero de 1984 y lo que le sucedió a Sting no fue muy diferente de lo que sintió cualquier chico de su edad.
La canción fue compuesta en 1958 por Paul Mc Cartney durante las horas de ocio de un día de faltazo al colegio. Otras versiones indican que la compuso en la parte trasera de una furgoneta, camino a una actuación. Como sea, Paul escribió la estructura principal cuando tenía 16 años, según ha consignado su socio John Lennon. Por ser el lado principal del primer single del grupo es quizá la primera que tuvo una difusión medianamente masiva en el Reino Unido y luego en Estados Unidos. Fue editado en Gran Bretaña por el sello Parlophone el 5 de octubre de 1962 y por el sello Tollie el 27 de abril de 1964 en los Estados Unidos. Puede afirmarse que esta canción fue la carta de presentación de los Beatles ante el gran público, pese a que George Martin odiaba su letra. Alguna vez afirmó que pese a que era el mejor material que tenían para grabar le pareció bastante malo. La letra de Love me do es esta:
Love, love me do,
You know I love you
I'll always be true
So ple-e-ease,
Love me do, whoa, love me do
Love, love me do
You know I love you
I'll always be true
So ple-e-ease,
Love me do, whoa, love me do
Someone to love, somebody new!
Someone to love, someone like you!
Love, love me do
You know I love you
I'll always be true
So ple-e-ease,
Love me do, whoah, love me do
Love, love me do
You know I love you
I'll always be true
So ple-e-ease,
Love me do, whoa, love me do
Yeah, love me do!
Ohh, love me do
Amor, ámame,
Tú sabes que yo te amo,
Que siempre seré sincero,
Así que, por favor, ámame.
Oh oh, ámame.
Amor, ámame,
Tú sabes que yo te amo,
Que siempre seré sincero,
Así que, por favor, ámame.
Oh oh, ámame.
Alguien a quien amar,
¡Una persona nueva!
Alguien a quien amar,
¡Alguien como tú!
Amar a alguien,
Alguien a quien no conozca.
Amar a alguien,
Alguien como tú.
Amor, ámame,
Tú sabes que yo te amo,
Que siempre seré sincero,
Así que, por favor, ámame.
Oh oh, ámame.
Amor, ámame,
Tú sabes que yo te amo,
Que siempre te seré sincero,
Así que, por favor, ámame,
Oh oh, ámame.
Como vemos se trata de una propuesta simple y directa, un ruego con una formulación elemental y despojada de adjetivos, pese al tono de súplica que aparece al final de cada estrofa. Para sus autores siempre fue auténtica y su “mejor canción filosófica de esa época”. Es el tipo de canción de dos acordes que funciona como un taladro en la mente cuando se la escucha por primera vez. Tiene algo despojado y a la vez obsesionante, un aire de honestidad total y una elemental línea melódica que, según Ian Mac Donald 5 “era extraordinariamente cruda para los parámetros de la época, y contrastaba con los mansos productos que ofrecían el Light Programme y Radio Luxembourg como una pared de ladrillos en la sala de estar de una casa de suburbio”. Al compararla con el pop estándar que aparecía regularmente en el “hit parade”, Mac Donald afirma que “su delgadez modal parecía casi primitiva”. Su candor y su despojamiento complementaban la imagen directa del grupo y la diferenciaba del resto de la música en oferta. Además, esa armónica de John que traducía la ruda vitalidad de la clase trabajadora del norte, le confería el agregado de un sonido nuevo que, mezclado con las guitarras, la percusión y las voces de sus líderes vocales, iba a transformarse en el símbolo que iniciaba una nueva era.
Mac Donald consigna que muchos músicos británicos coinciden en haber escuchado algo histórico en Love me do, cuando ésta salió editada. Era la época del estreno de la primera película de James Bond, Dr. No, y del programa satírico en directo de la BBC That Was The Week it Was y esa canción de los Beatles actuó como un estimulante soplo de brisa otoñal, marcando un cambio de tono en la vida de la posguerra británica. Un nuevo espíritu había comenzado a circular: inocente pero descarado, sin temerle a nada. Hay que recordar que ese año de 1962 se suicidó Marilyn Monroe y murió el primer alemán oriental tratando de cruzar el muro. Fue el año de la Crisisde los misiles, que puso el mundo al borde de una guerra nuclear. Los soviéticos lanzaron por primera vez una nave espacial con destino a Marte mientras lideraban en la carrera por dominar el cosmos. Indudablemente los Beatles surgían en medio de un mundo complejo condicionado por la Guerra Fría y el enfrentamiento militar y tecnológico entre dos modelos políticos.
Por supuesto que ese soplo también llegó a estas latitudes. Era fácil entender el significado de la letra y cualquiera que iba al liceo comprendía el mensaje de su lírica simple: “Amor, ámame. Tú sabes que yo te amo. Siempre te seré fiel, así que por favor, ámame”. Era diáfana, directa y sin mediaciones. Apuntaba a los sentimientos más comunes entre los jóvenes y traducía una efervescencia hormonal y vital. El diálogo entre el yo que canta y el tú que escucha es el esquema que repetirán los Beatles hasta el cansancio en los primeros años de la beatlemanía y en Love me do se propone casi como una declaración programática. A partir de ese código encontrarán la inmediata complicidad de los fans y rápidamente surgirá la respuesta en las listas de ventas. Una nueva poética estaba en marcha, un lenguaje directo y unas situaciones con las que todos podían sentirse identificados.
Love me do entró en las listas de los primeros 40 y llegó hasta el puesto 17. Según Mc Cartney fue la canción que les marcó un camino a seguir, pese a que la legendaria Tía Mimi de John, tras escuchar una maqueta de la canción le dijo: “Si crees que vas a hacerte rico con esto, mejor ve pensando en dedicarte a otra cosa”. Por supuesto que estaba equivocada y luego Love me do sería la llave de entrada al exigente mercado norteamericano.
Como canción siempre me gustó muchísimo más el lado B del single, P.S.: I love you,