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Deseo 1298 Un bebé los había separado, quizá ahora otro pudiera mantenerlos unidos para siempre... Justin Bond era un maestro en las uniones de empresa, pero las de personas eran algo muy diferente... sobre todo cuando se trataba de recuperar a su esposa. Además, después de que ella accediera a acompañarlo a Texas a conocer a la familia Fortune, él había prometido comportarse como un caballero... Pero cuando la platónica relación que habían acordado tener dio paso a la pasión, Justin descubrió el secreto de Heather.
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Seitenzahl: 183
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Avenida de Burgos 8B
Planta 18
28036 Madrid
© 2004 Shirley Rogers
© 2023 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Un hombre de éxito, DESEO 1298 - mayo 2023
Título original: BABY OF FORTUNE
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Harlequin Deseo, Bianca, Jazmín, Julia y logotipo
Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 9788411418287
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Créditos
The Texas Tattler
Lista de personajes
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
Capítulo Doce
Si te ha gustado este libro…
No puede decirse que los Fortune no velen por los suyos. En Red Rock no se habla de otra cosa que de los diez millones de dólares que Miranda y Mary Ellen Fortune les han dado a cada uno de los herederos perdidos. Los comercios del pueblo están haciendo acopio de lujosas mercancías… por si esta nueva descendencia quiere gastar algo de esa fortuna.
Aunque no todos ellos necesitan el dinero. Especialmente Justin Bond, quien gracias a su empresa metalúrgica se ha convertido en uno de los empresarios más ricos de Pittsburg. Pero fuentes cercanas a los Fortune han revelado lo único que este magnate quiere: recuperar a su mujer. Por lo visto, Justin y su amor de la universidad han estado un año separados, y en ese tiempo Justin ha sido padre. Y ése, en opinión de la que escribe, ¡es mejor regalo que todo el dinero de Texas!
JUSTIN BOND: después de triunfar en los negocios, este práctico y decidido empresario se da cuenta de qué es lo más importante en el mundo… la familia.
HEATHER BOND: una vez había amado a Justin con todo su corazón, pero una tragedia había roto el matrimonio. ¿Podría aprender a amar a su marido de nuevo?
TIMMY BOND: con sólo tres meses, no puede entender cómo todo lo que sucede a su alrededor determinará su vida.
HOLLY DOUGLAS: la hija ilegítima de Cameron se había negado a conocer a los Fortune… De modo que los Fortune deciden ir a buscarla a Alaska.
–Quítale las manos de encima a mi esposa.
Justin Bond estaba de pie en el amplio porche de la casa que una vez había compartido con su mujer. Una ola de irritación lo recorría, pero se obligó a sí mismo a no perder el control mientras miraba a través de la puerta entreabierta. Jamás se habría esperado encontrar a Heather en brazos de otro hombre.
Respiró hondo y apretó los puños en los costados. Sus planes para reconquistar a su mujer acababan de estrellarse contra un muro de piedra. Había ido a pedirle que le diera otra oportunidad al matrimonio, por lo que era un golpe muy duro para su autoestima descubrir que estaba con otra persona.
Atónito por el tono amenazador de Justin, el hombre retiró sus brazos de Heather y retrocedió unos pasos. Un tic nervioso apareció en su ojo izquierdo.
–¡Justin!
El horror y la incredulidad se reflejaban en el rostro de su esposa. Se llevó una mano contra el pecho, como si le costara respirar. ¿O acaso era la vergüenza por haber sido descubierta en una situación tan comprometedora? Justin no estaba seguro, pero en ese momento no le importaba. Sólo quería que aquel cretino se largara de su casa.
–Heather –desvió la mirada hacia ella y la ira lo sacudió como una tormenta de arena en el desierto. Apretó más los puños y relajó las manos.
–¿Qué haces aquí? –preguntó ella, mirando a Justin, al otro hombre, y de nuevo a Justin. Tenía las mejillas y el cuello sonrosados–. Eh… ¿recuerdas a… Paul… Paul Dailey, un amigo mío del instituto? –la voz le temblaba ligeramente.
Justin respondió a la presentación con un breve asentimiento de cabeza. Apretó los labios y estudió a su contrincante. No había pensado mucho en Dailey desde que lo conoció años atrás en una función del instituto. Tenía el pelo rubio y revuelto, y los pantalones y la camisa muy arrugados. A Justin no le inspiró la mínima confianza.
–Paul se ha pasado por aquí para… hablar de una decisión del comité.
Justin le lanzó a su esposa una mirada inquisidora.
–¿Una decisión del comité? –repitió secamente, mirando al hombre–. ¿Es eso lo que estabas discutiendo con mi esposa? –apoyó las manos en las caderas, y observó con una pizca de satisfacción el miedo en los ojos de Dailey–. Mi esposa no está disponible para nadie salvo para mí. Será mejor que recuerdes eso para el futuro –su voz era grave y poderosa. Sin dudarlo, Paul bajó corriendo los escalones del porche, se metió en su coche y huyó a toda velocidad. De no haber estado tan enfadado con su mujer, Justin habría encontrado divertida la escena.
Pero como no era el caso, miró a la mujer con la que se había casado y sintió cómo el corazón le golpeaba el pecho. Maldición, sólo con verla después de haber estado un año separados bastaba para acelerarle el pulso. Heather siempre había tenido ese efecto en él. Seguía tan hermosa como el día en que la conoció en el campus de Penn State.
Mirándolo con inquietud, Heather se acercó a él y apoyó la cadera en la puerta. Llevaba una blusa color crema, una minifalda marrón y unos zapatos negros de tacón alto que realzaban sus contorneadas pantorrillas. Los músculos de Justin se tensaron al recordar la última vez que le había acariciado las piernas.
Demonios, un año era demasiado tiempo sin sexo.
–Eso ha sido innecesario –declaró ella, más serena. Empezaba a recuperarse del shock que le había producido verlo–. ¿Qué derecho tienes a entrometerte en mi vida?
–Aún eres mi mujer –le recordó él–. Por lo visto, lo has olvidado.
–No he olvidado que seguimos casados –lo encaró con los hombros visiblemente tensos–. Pero no me habría costado hacerlo. No he sabido nada de ti en un año –se lo espetó con voz cortante, pero el dolor se reflejó en sus ojos. Después de perder al bebé, Justin la había abandonado. El matrimonio había sufrido un daño irreparable, y él había elegido marcharse. El dolor por su rechazo aún aguijoneaba el corazón de Heather.
–Ahora estoy aquí. ¿Puedo pasar?
Ella se puso rígida. Justin era un hombre tan atractivo que podía dejarla sin respiración siempre que la miraba. Tenía el cabello castaño oscuro, peinado hacia atrás, y unos penetrantes ojos azules que la escrutaban descaradamente. Iba impecablemente vestido con un traje y camisa blanca, como si acabara de salir del trabajo. Dondequiera y con quienquiera que estuviese, su arrolladora presencia siempre se convertía en el centro de atención.
¿Qué estaría haciendo allí? ¿Podría ser que aún la amara? No, eso era absurdo. Había abandonado esa esperanza mucho tiempo atrás, y no iba a permitir que volviera a hacerle daño. No podía soportar la tortura de un nuevo abandono.
–No creo que sea una buena idea –le respondió. Miró frenética por encima del hombro, rezando porque no hubiera nada del bebé en el salón.
Una punzada de culpa la traspasó. Nunca le había dicho que, antes de abandonarla, la había dejado embarazada de nuevo. Justin no sabía que tenía un hijo de tres meses. Conociéndolo, sabía que si se lo hubiera dicho, habría vuelto con ella, y Heather no quería que fuera así. Un hijo no era una buena razón para mantener un matrimonio. Ella misma lo había aprendido con trece años, cuando su padre abandonó a su madre.
La inesperada visita de su marido la inquietaba. ¿Se habría enterado de la existencia de Timmy? Esa posibilidad la llenó de pánico y le hizo un nudo en el pecho.
–Me gustaría hablar contigo –dijo él. Por su voz, se notaba que estaba esforzándose por mantener el control, por muy tranquilo que se mostrara.
Ella miró el reloj. Tenía que ir a recoger a Timmy a casa de su madre. No había podido recogerlo después del trabajo porque había tenido que hacer unos recados. Menos mal, el corazón se le encogía de pensar qué hubiera pasado de estar su bebé allí.
–Quizá en otro momento –sugirió con toda la tranquilidad que pudo–. Tengo otro compromiso –fue una equivocación decir eso, porque Justin le clavó una mirada inquisidora.
–¿Qué clase de compromiso?
–Algo de lo que necesito ocuparme –respondió vagamente–. ¿Tan urgente es hablar conmigo?
–Sólo serán unos minutos –insistió él, dando un paso adelante–. ¿Qué mal hay en dejarme entrar?
Heather sintió cómo le ardía la piel, pero intentó convencerse de que sólo era la reacción por verlo tan inesperadamente, por tenerlo tan cerca ni por su olor tan familiar.
–Ninguno –replicó, y al instante se lamentó de haber respondido a su provocación.
–Entonces déjame entrar –sus labios se curvaron en una ligera sonrisa–, ya que no tienes nada que temer.
Ella reflexionó por un momento. Legalmente, seguían siendo marido y mujer, aunque no quisiera reconocerlo. No parecía que haber estado un año separados significara nada para Justin. Y además, aún era el propietario de la casa que habían compartido durante seis años de matrimonio.
–De acuerdo –dijo, apartándose de la puerta–. Sólo unos minutos.
Justin entró y cerró la puerta tras él. Mientras recorría el vestíbulo y el salón, lo observaba todo lentamente, como si estuviera enumerando cada detalle.
Su intenso escrutinio puso más nerviosa todavía a Heather. Después de volver a comprobar que no había nada de su hijo a la vista, se acercó al sofá y se detuvo.
–¿No quieres sentarte? –señaló el sillón que tenía frente a ella.
–Prefiero quedarme de pie –la recorrió con la mirada de arriba abajo, y ella se pasó una nerviosa mano por el pelo–. ¿Cuánto tiempo llevas viendo a Dailey?
–Somos sólo amigos. No he estado «viéndolo».
–Entonces, ¿ésta es la primera vez que ha venido? –preguntó él, mirándola incrédulo. Heather se ruborizó–. Ya suponía que no.
–Está bien, lo admito, no es la primera vez. ¡Pero eso no significa nada! Puede que Paul me haya pedido salir algunas veces, pero yo siempre me he negado –no le quedaba tiempo para eso, siendo madre y profesora a jornada completa. De vez en cuando se sentía muy sola, pero no quería otra relación. Sabía muy bien cómo acababan.
–Cuando lo he visto, no parecía que aceptase un no por respuesta –señaló él.
–No me diste la oportunidad de aclararle que no estaba interesada.
–Si siempre lo has rechazado y aun así sigue viniendo, no creo que haya captado el mensaje –razonó.
–No veo por qué esto tiene que importarte –dijo ella con un suspiro de frustración–. Has estado fuera de mi vida mucho tiempo, Justin. No te debo ninguna explicación.
–Aún seguimos casados –le dedicó una curiosa mirada arqueando una ceja.
A Heather se le pusieron los pelos de punta, enojada por los íntimos recuerdos que vio en sus ojos.
–Llevamos un año separados –declaró, decidida a acabar con la conversación.
–Por eso he venido.
Ella se puso pálida y se quedó sin aire, como si hubiera recibido un golpe en el pecho.
«¡Ha venido a pedir el divorcio!»
Aunque por dentro estaba temblando, hizo todo lo posible por mantener el control. ¡Podía hacerlo, maldita sea! Tendría que haberse imaginado que Justin encontraría a otra mujer.
–Quieres el divorcio –dijo en el tono más inexpresivo que pudo. No quería darle la oportunidad de decirle que se había enamorado de otra.
Una pequeña sonrisa curvó los labios de Justin, lo suficiente para exponer el hoyuelo que se le formaba en la mejilla derecha. A Heather le dio un vuelco el corazón. Su sonrisa era lo primero que la había atraído de él. Su sonrisa y ese condenado hoyuelo.
–¿Qué? –espetó. Se sentía tan confundida y mareada que tuvo que apoyarse en el respaldo del sofá–. ¿No es por eso por lo que estás aquí?
–No.
Ella le miró la mano y por primera vez vio que seguía llevando el anillo de boda.
–¿Entonces por qué?
Justin la miró en silencio durante unos segundos, y cuando habló lo hizo como si hubiera elegido cuidadosamente las palabras.
–Quiero que le demos otra oportunidad a nuestro matrimonio, Heather.
–¿Qué? –no podía haberlo oído bien. Seguro que su mente le jugaba malas pasadas.
–Me has oído muy bien –dijo él, leyendo el desconcierto en su rostro–. Quiero que le demos otra oportunidad a nuestro matrimonio –se acercó y ella se apresuró a dar dos pasos hacia atrás.
–No lo entiendo –susurró–. ¿Por qué? –aquél no se parecía en nada al Justin que la había abandonado tras el aborto. ¿Sabría algo de Timmy?
Justin alargó un brazo y le tocó la mejilla con los dedos, pero ella apartó la cabeza.
–En este último año han pasado muchas cosas.
–¿Y?
–He conocido a mi madre biológica.
–¿En serio? –Heather parpadeó de asombro, desconcertada al oírlo hablar de su pasado.
Siempre había creído que la razón por la que Justin era tan reservado y no compartía sus sentimientos era la forma en que había sido criado. Nada más nacer, su madre lo había abandonado a la puerta de la oficina del sheriff, en Nevada. Lo había acogido una familia adoptiva, quienes le pusieron su apellido. Pero como su madre no firmó ninguna renuncia a su custodia, nadie pudo adoptarlo legalmente, por lo que nunca tuvo la oportunidad de quedarse para siempre con una única familia.
Cuando él y Heather se casaron, ella había pensado ingenuamente que juntos formarían una familia para siempre. No podría haber estado más equivocada.
–Se llama Miranda Fortune y vive en Texas.
–Oh, Justin –Heather suspiró, sin estar segura de qué decir. A pesar del dolor sufrido, se alegraba por él.
Pero al mismo tiempo se sentía decepcionada. Justin había buscado toda su vida algo que lo satisficiera por completo. Al fin parecía haberlo encontrado… y no había sido ella.
–¿Cómo la has encontrado?
–Yo no la encontré –dijo, metiéndose las manos en los bolsillos–. Su ex marido, Lloyd, contrató a un detective privado para que me buscara, llamado Flynn Sinclair. Éste me encontró finalmente y me pidió que fuera a Texas a verla.
–¿Y fuiste?
Él asintió.
–Al principio me negué. Pero luego descubrí que tenía una hermana. Una hermana gemela –aquello había sido lo que lo hizo cambiar de opinión. No quería darle la satisfacción de conocerlo a una madre que lo había abandonado al nacer, pero al saber que en el mundo había alguien con sus mismos rasgos, sus mismos sentimientos de desamparo y vacío, acordó una cita con los Fortune.
–¿Una hermana gemela?
Justin sonrió, y recordó la sorpresa al descubrir que su hermana también tenía un hoyuelo en la mejilla.
–Se llama Emma. Acaba de tener un bebé y se ha casado con Flynn Sinclair… Es una larga historia –añadió, al ver la confusión en el rostro de Heather.
–Dios mío –dijo ella, como si no pudiera creérselo–. Es verdad que han pasado muchas cosas. Me alegro mucho por ti. ¿Cómo es tu madre?
–Parece buena persona, y quiere saber más cosas de mí –explicó–. Era muy joven cuando nos tuvo, y estaba sola. Sentía que no podía cuidarnos de ninguna manera. Más tarde, se casó y tuvo dos hijos más… así que tengo otros dos hermanos, también. Los vi por primera vez hace unos meses, cuando fui a Texas para conocer a Miranda y a Emma, y los volví a ver hace unos días, en la fiesta que Kane, mi hermanastro, y su esposa, Allison, celebraron para darme la bienvenida a la familia Fortune –había considerado incluso la idea de mudarse a Texas, pero se había dado cuenta de que irse de Pittsburg sería alejarse definitivamente de Heather. Y no estaba preparado para eso–. Kane es médico y vive en Texas, igual que mi hermanastra, Gabrielle, quien está casada con el sheriff del pueblo y tiene una hija.
Cruzó el salón y agarró una fotografía enmarcada de una mesita. Era de su boda. Sumido en sus pensamientos, pasó el pulgar por la foto.
Heather deseó no haberla tenido allí. No quería que Justin pensara que significaba algo para ella. Si había mantenido la foto a la vista había sido para recordarse a sí misma el error cometido al confiar en él.
–Por lo visto, los Fortune son inmensamente ricos –dijo Justin, nada impresionado por aquel dato, mientras observaba la sonrisa de Heather en la foto. El dinero no había sido un aliciente para conocer a los Fortune. A los dieciocho años se había trasladado a Pittsburg con la última familia que lo acogió. Al poco tiempo, cuando éstos volvieron a mudarse, Justin se independizó. Tuvo dos empleos y fue a la universidad.
Se había hecho su lugar en el mundo, y ahora dirigía un próspero negocio. Trigon Steel, su empresa metalúrgica, le había hecho ganar más dinero del que podría gastar en toda su vida.
Pero el éxito no bastaba para llenar el vacío interno. El verdadero aliciente para conocer a su madre era saber que, de algún modo, estaba conectada a su existencia.
–¿Tu madre nunca te había buscado antes?
–No lo creo. De joven, Miranda nunca quiso nada de su familia. Pero hace unos años hicieron las paces, y ahora quiere que Emma y yo formemos parte de la familia.
–¿Y qué pasa con tu padre biológico? ¿También lo has conocido a él?
–No, no hemos hablado de quién fue mi padre –había sentido curiosidad, obviamente, pero no se lo había preguntado a Miranda.
Miró a Heather y vio cómo la confusión empañaba sus verdes ojos. Ella no podía imaginarse por qué había ido a verla después de conocer a su familia, ni sabía por qué él pensaba que debían darse una oportunidad. ¿Cómo podía hacérselo entender, cuando ni siquiera él mismo estaba seguro de entenderlo?
Ver a la familia Fortune unida había sido un golpe muy duro para su endurecido corazón. A pesar de los problemas y las discusiones, habían permanecido unidos y habían acogido en su seno a una descendencia desconocida hasta entonces. Se apoyaban los unos a los otros y los habían recibido a Emma y a él con los brazos abiertos.
–¿Y todo esto que tiene que ver conmigo? –preguntó Heather finalmente–. ¿O con nosotros?
–Miranda quiere conocerte.
–¿Por qué?
–Porque eres mi mujer.
La respuesta de Justin era demasiado simple para tener sentido. Heather no podía imaginarse por qué su madre biológica quería conocerla, sobre todo teniendo en cuenta que estaban separados.
Al no recibir respuesta, Justin se giró y le recorrió el cuerpo con la mirada. Heather sintió cómo la traspasaba la fuerza de sus ojos. Tuvo la inquietante sensación de que no iba a gustarle lo que Justin estaba a punto de decir.
–Me gustaría que vinieras conmigo a Texas.
–¿A Texas? –exclamó Heather mirando perpleja a su marido. No podía creerse lo que acababa de oír.
–Es allí donde vive –respondió él, frunciendo el ceño al ver su reacción–. Me gustaría que tú también la conocieras.
–¿Lo dices en serio?
–Totalmente.
–¿Por qué no le dijiste a tu madre que estábamos separados?
Justin dudó un momento antes de contestar.
–Porque pensé que tal vez tú y yo aún teníamos una oportunidad. Si permanecemos juntos, no tiene por qué saber lo que ha pasado –dio un paso hacia ella–. No es una idea disparatada. Una vez fuimos muy felices, Heather –alzó una mano y le apartó el pelo que le caía sobre la mejilla.
Ella se puso rígida y volvió a alejarse de su alcance.
–Eso mismo pensaba yo –corroboró–, hasta… –dejó la frase en el aire, pues ambos sabían a lo que se refería.
–Los dos cometimos errores, pero durante un tiempo estuvimos muy bien.
–No lo he olvidado, Justin –lo confesó con reticencia, pero hizo que la expresión de Justin se relajara un poco.
–Tal vez podamos recuperar lo que teníamos.
–Justin…
–Llevamos seis años casados –la interrumpió, con un tono ligeramente desafiante–. ¿Eso no significa nada para ti?
–Yo podría preguntarte lo mismo. No he sabido nada de ti en un año, y ahora te presentas y quieres llevarme contigo.
–Tú tampoco te molestaste en contactar conmigo –le recordó él duramente.
Heather se avergonzó. Había tenido motivos más que importantes para contactar con él.
–Tienes razón, pero…
–Ven a Texas conmigo –volvió a insistir suavizando el tono–. Es todo lo que te pido. Nos dará tiempo para pensar en lo ocurrido entre nosotros y tomar una decisión –el desconcierto volvió a cubrir el rostro de Heather–. ¿No quieres intentar que funcione?
–No… no lo sé –respondió sinceramente. El corazón se le desbocaba con sólo pensarlo. ¿Podía arriesgarse otra vez?