Un peronismo para el siglo XXI - Matías Kulfas - E-Book

Un peronismo para el siglo XXI E-Book

Matías Kulfas

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Beschreibung

¿Estamos condenados al éxito? No, pero tampoco a las recurrentes crisis que dejan a cada vez más personas a la intemperie. ¿Y si algunas claves para romper la lógica del péndulo de la economía argentina estuvieran en el peronismo? ¿En el peronismo? ¿El mismo movimiento cuyos dirigentes gobernaron buena parte de las últimas décadas? En un logrado ejercicio de análisis histórico y económico que no elude la autocrítica, Matías Kulfas argumenta que en los valores originales de la economía peronista –la centralidad del bienestar de los trabajadores, la justicia social y el desarrollo productivo– puede encontrarse el germen de un modelo de desarrollo para la Argentina del siglo XXI, si esos valores se aggiornan para tomar nota de los cambios en el mercado laboral, la industria y el orden internacional. En un recorrido que abreva también en su propia experiencia en la función pública, Kulfas demuestra cómo en distintos momentos de su historia el peronismo fue versátil para encontrar soluciones en coyunturas críticas, pero desde luego chocó contra obstáculos habituales en la vida económica argentina. Son los "solublemas" que el autor repasa: la inclusión termina haciendo tambalear el orden macroeconómico, el desarrollo industrial se frena por la restricción externa, la capacidad de adaptación política se combina con inconsistencias que llevan al fracaso del proyecto en el poder. ¿Qué significa la justicia social en el actual mercado laboral, precarizado y tecnologizado? ¿Puede la llamada "economía informal" ser creadora de empleo? ¿Cómo combinar el desarrollo industrial con las ineludibles políticas verdes? Por ejemplo, dice el autor, sumando a las discusiones al sector empresario –sí, también al campo–, incluyendo a los gobiernos provinciales –no importa de qué signo político–, haciendo alianzas internacionales que no estén guiadas por el esnobismo y la estrechez de miras, sino por las necesidades y ventajas argentinas. ¿Es posible repensar Un peronismo para el siglo XXI? Este libro –apto para peronistas, para quienes no lo son ni lo serán, para quienes lo observan con interés y curiosidad– se atreve a proponer cambios de rumbo para un movimiento que se acerca a un nuevo punto de quiebre en su historia. Y es al mismo tiempo un llamado a la sensatez de toda la clase política.

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Índice

Cubierta

Índice

Portada

Copyright

Dedicatoria

Epígrafe

Prefacio

Parte I

1. Setenta años de peronismo

¿Qué tipo de país es la Argentina?

Una narrativa errónea

2. La política argentina en el siglo XXI y el papel del peronismo

Un inventario (incompleto) de solublemas

Justicia social e inconsistencias macroeconómicas

Desarrollo industrial y restricción externa

Democracia y ejercicio del poder

Versatilidad y pragmatismo junto con inconsistencias programáticas y de rumbo

Las paradojas del “entrismo”: la avenida más ancha del mundo

Parte II

3. Desarrollo económico, justicia social y combate al capital: ¿una conjunción contradictoria?

La industrialización peronista

Perón 1949-1952: que el árbol no tape el bosque

Los salarios de Perón, Menem, Néstor y Cristina

La búsqueda

4. El eslabón perdido: ¿fue el menemato un gobierno peronista?

El menemismo y su tiempo

Entre el posibilismo y la sobreactuación

¿Qué podemos rescatar del menemato?

5. El kirchnerismo: ¿el regreso del peronismo o su refundación?

El kirchnerismo y su tiempo

El éxito de Néstor Kirchner y el ascenso de CFK

El cristinismo, etapa superior del kirchnerismo

El gobierno del Frente de Todos

Parte III

6. Los desafíos del siglo XXI y la pospandemia

Los cambios en el escenario internacional

Enfocar la agenda: los desafíos del desarrollo en el siglo XXI

7. Una síntesis peronista

La construcción de una macroeconomía estable que promueva el desarrollo

Una nueva industrialización

El Estado social de Cristina y el rebalanceo de las políticas sociales y productivas

¿Y el menemato? Un esquema para el desarrollo de las actividades primarias con foco en su industrialización

Enfocar el proyecto: un capitalismo productivo, industrial, federal, inclusivo y con justicia social

Enfocar la práctica política: democracia, amplitud y construcción de fuerza política y social

El modelo económico y la política argentina

Enfocar la política pública: segmentación y calibración de la política económica y productiva

Conclusión. La construcción del proyecto argentino para el siglo XXI

Bibliografía

Agradecimientos

Matías Kulfas

UN PERONISMO PARA EL SIGLO XXI

La batalla por un desarrollo que sintonice con el mundo actual y confronte el mito del ajuste eterno

Kulfas, Matías

Un peronismo para el siglo XXI / Matías Kulfas.- 1ª ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2023.

Libro digital, EPUB.- (Singular)

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-801-256-8

1. Política. 2. Historia Política Argentina. 3. Historia. I. Título.

CDD 320.82

© 2023, Siglo Veintiuno Editores Argentina S.A.

<www.sigloxxieditores.com.ar>

Diseño de portada: Emmanuel Prado

Digitalización: Departamento de Producción Editorial de Siglo XXI Editores Argentina

Primera edición en formato digital: mayo de 2023

Hecho el depósito que marca la ley 11.723

ISBN edición digital (ePub): 978-987-801-256-8

A mi amada Yami, por su amor y por ser fuente de inspiración.

A mis adorados hijos Felipe y Malena.

A los millones de argentinos y argentinas que creen en un país productivo con progreso y justicia social y trabajan día a día para construirlo.

El futuro llegó hace rato.

Carlos Indio Solari / Skay Bellinson

No hay viento favorable para el que no sabe adónde va.

Séneca

El hecho de vagar por el desierto no quiere decir que necesariamente haya una tierra prometida.

Paul Auster

Hay signos de una importante reorientación hacia un marco de política económica arraigado en la producción, el trabajo y el localismo en lugar de las finanzas, el consumismo y el globalismo. Podría convertirse en un nuevo modelo de política que capture la imaginación de todo el espectro político.

Dani Rodrik, julio de 2022

Prefacio

Entre fines de 2019 y mediados de 2022, tuve la responsabilidad de conducir el recién creado Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación. El día en que me fui, al despedirme de los empleados del ministerio les dije algo que siempre he pensado: que la batalla por el desarrollo tiene múltiples aristas y que no hace falta ser ministro para formar parte de esa lucha. En este libro voy a volcar una serie de reflexiones, basadas en la historia, en el análisis económico y en mi propia experiencia política y de gestión.

No es este texto un informe de gestión, ni un libro de memorias, ni –mucho menos– de “autobombo”. Se trata, en cambio, de un conjunto de argumentaciones, ideas y propuestas de alguien que ha dedicado ya unos cuantos años de su vida a la reflexión intelectual, el análisis profesional, la investigación académica, la práctica política y la gestión pública en temas que hacen al tan ansiado como esquivo anhelo del desarrollo del país, de un despliegue productivo que permita a todos los argentinos y argentinas acceder a estándares de bienestar y progreso personal y social como los de algunos países del mundo desarrollado.

La experiencia en el ministerio no fue sencilla, y no esperaba que lo fuera. La primera tarea fue volver a poner en marcha la política industrial y productiva tras lo que había sido su virtual desmantelamiento durante el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019). La segunda fue convencer a diferentes sectores del gobierno de la necesidad de implementar nuevas agendas productivas, tanto para el corto plazo, donde se destacó el plan para desarrollar la industria del gas y dejar de importar energía por cifras cercanas a los 6000 millones de dólares, como para la reactivación industrial y el diseño e implementación de regímenes de estímulo productivo en nuevos y viejos sectores (electromovilidad, cannabis para uso medicinal y cáñamo industrial, economía del conocimiento, nano y biotecnología, hidrógeno, litio, minería, automotriz, bienes de capital, compras públicas y desarrollo de proveedores, energía y otros).

A solo tres meses del inicio de la gestión, la pandemia de covid-19 fue también un desafío que llevó a crear, diseñar e implementar políticas inéditas de protección de la producción y el empleo, sin antecedentes ni biblioteca de la cual tomar referencias o ejemplos. Los resultados fueron positivos no solo en términos de la contención que lograron esas medidas, sino de la recuperación de la producción y el nivel de empleo en numerosos sectores. Por supuesto, no estuvo exento de polémicas con sectores políticos que respondían al expresidente Macri, así como dentro de la propia coalición de gobierno. Una expresión de esto fue la dificultad para tratar en el Congreso los proyectos de ley que elaboramos, que habían sido cuidadosamente trabajados con diferentes sectores económicos, sindicales y académicos.[1] La Ley de Economía del Conocimiento se aprobó finalmente tras arduos debates internos, la Ley de Cannabis Medicinal y Cáñamo Industrial logró sanción legislativa, al igual que la de Nano y Biotecnología y la Ley Automotriz, mientras que el resto de los proyectos no pudo recibir un adecuado debate legislativo.

Las controversias existentes en el debate político en nuestro país dejan a las claras las dificultades para consensuar un proyecto de desarrollo. Ya no se trata solo de miradas opuestas en el histórico choque entre el liberalismo económico y el peronismo, sino de grandes diferencias dentro de esta fuerza política a la que pertenezco y, más aún, de una marcada distancia entre la política como un todo respecto de la agenda económica del siglo XXI.

Los desafíos del presente y del futuro inmediato me llevan a plantear la necesidad de discutir estos temas en profundidad, con un pie en el análisis histórico, pero bien afianzado en las problemáticas del presente y planteando propuestas concretas para el futuro. El peronismo ha sido el sujeto político que tuvo la capacidad de conjugar un proyecto de desarrollo con justicia e inclusión social, y ese combo debe ser valorizado y actualizado. Parte de ese desafío consiste en discutir los mitos y prejuicios “antiempresa” y la desconfianza que se ha esparcido en los últimos años en torno a los fundamentos centrales del desarrollo y el papel central de las empresas y los sectores productivos.

De poco sirve una fuerza política que solo busque conservar logros de hace más de cincuenta años. Tan inútil como el planteo de sectores del liberalismo económico –para quienes el problema de la Argentina son los “setenta años de peronismo”– es pensar el peronismo como una pieza de museo o un cangrejo que camina hacia atrás. La respuesta tampoco puede ser un “desarrollismo sin trabajadores”, como impulsó Frondizi o, menos aún, la extraña interpretación macrista sobre el desarrollismo de Frondizi. Vale la pena seguir confiando en la posibilidad de estructurar un modelo productivo con justicia social y la necesaria construcción de su sostenibilidad macroeconómica, y sobre eso hablaremos extensa e intensamente en este libro.

El mundo del trabajo ha cambiado, y eso también requiere una adecuada caracterización. Una vez más, la polarización y los dogmas nos han empantanado, lo que impide adecuar la legislación y los estímulos necesarios para crear empleo. De un lado, tenemos a los adalides de la flexibilización laboral, quienes plantean que, deshaciendo la legislación que permitió generar mecanismos de protección al trabajo o, en otras palabras, cercenando derechos a alrededor de diez millones de personas, vamos a poder mejorar la situación del trabajo en la Argentina. Del otro, sectores que plantean una mirada conservadora, según la cual parecería que nada habría que hacer, tanto para formalizar a los cerca de cuatro millones de trabajadores “en negro” en pequeños emprendimientos que ameritarían regímenes especiales y más acordes a la realidad de estas formas de organización empresaria, como para internalizar las nuevas modalidades laborales propias del siglo XXI, asociadas a las nuevas tecnologías, la digitalización y las economías de plataformas, entre otras, que no deben ser negadas ni romantizadas, sino interpretadas bajo nuevos modelos de organización. Existe también la visión de la denominada “economía popular”, sobre la que hablaremos en este libro, que parte de la premisa (equivocada) de que el sector privado ya no podrá generar nuevos empleos en la cuantía que nuestro país requiere y plantea en contraposición la constitución de un Estado subsidiario que cristalice la pobreza: “el pobrismo” como forma de interpretar la política y el momento actual de la economía y la sociedad.

Son tiempos en los que resulta imperioso construir una estrategia transversal para el desarrollo, que nuclee sectores productivos, laborales, entramados territoriales y fuerzas políticas. Así como Perón erigió una alianza policlasista que tuvo sus indiscutibles conquistas, el desafío hoy es el desarrollo con inclusión, un proyecto centrado en trabajadores, empresarios, científicos y tecnólogos, de la vieja y de la nueva Argentina. Afuera, solo los adalides de la especulación financiera, el carry trade y el pobrismo. Esa nueva expresión será fundamental para alcanzar la tan ansiada estabilización macroeconómica y salir gradualmente del patrón bimonetario que ha caracterizado a nuestra economía, con todas las limitaciones que esto trajo. Pero no habrá estabilización exitosa sin un verdadero salto productivo que permita duplicar nuestras exportaciones, fortalecer las cadenas productivas locales y desarrollar la producción y el empleo industrial: son un combo que debe incorporar ambas dimensiones, ya que están inexorablemente asociadas.

Los desafíos del presente y el futuro

La Argentina afronta un desafío histórico: abandonar una etapa de bajo crecimiento de largo plazo, agravada por una década de estancamiento, e impulsar una senda de crecimiento sostenible que posibilite dar un salto hacia el desarrollo económico y social.

El potencial productivo, tecnológico, de recursos humanos y naturales está intacto, y el escenario internacional, aun con todas sus complejidades, es favorable para este despliegue productivo. Sin embargo, nada ocurrirá espontáneamente. Esto requiere de un ordenamiento de la política que permita implementar, de manera consistente, las políticas económicas, productivas, tecnológicas y de otros niveles que lo hagan viable.

Desde sus orígenes, el peronismo ha sido una fuerza política transformadora que supo fijar como ejes centrales del accionar de gobierno la mejora en la calidad de vida de los sectores del trabajo y el desarrollo productivo. Este accionar no ha estado exento de dificultades, alcances, limitaciones y crisis. Cuando fue posible implementar políticas de expansión del mercado interno asociadas con mejoras en los ingresos de los sectores del trabajo, no siempre se logró alcanzar al mismo tiempo el equilibrio macroeconómico, lo que afectó la sostenibilidad de aquellas políticas. También se dieron situaciones contradictorias entre objetivos productivos y el equilibrio en el sector externo. El peronismo ha planteado transformaciones y soluciones a viejos problemas de la Argentina en términos de desigualdad y desarrollo, pero además nuevos problemas y dilemas no resueltos, que en este libro sintetizo como “solublemas”. Salir de esta dinámica de solublemas es una tarea imperiosa.

El peronismo afronta hoy una nueva crisis con componentes coyunturales y estructurales. Entre los primeros, cabe destacar su crisis interna, que se expresó en la dificultad para estructurar un gobierno de coalición que armonice las diferencias entre sus diversos sectores internos. La experiencia del Frente de Todos fue un éxito en términos electorales, en la medida que llevó al peronismo a un triunfo contundente en las elecciones presidenciales de 2019, pero resultó un fracaso en la conformación de una fuerza política que administre sus diferencias internas y las transforme en equipos de gobierno consistentes y coherentes.

Desde el punto de vista estructural, hay una cuestión central: la necesidad imperiosa de aggiornar la agenda económica a los desafíos del siglo XXI, problema que, vale aclarar, no es exclusivo de este movimiento, sino que atraviesa a otras fuerzas políticas.

Tal vez, el peronismo se encamine a una nueva renovación, la tercera de su historia. La primera se produjo hace cuarenta años, tras la restauración democrática de 1983 y la derrota electoral. Hubo una segunda renovación en 2003, con la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia. Más allá de los caprichos numerológicos, las circunstancias indican que la crisis interna y una progresiva erosión del vínculo con su electorado tornan imperiosa la necesidad de cambios con un elemento adicional: el peronismo está hoy expuesto a riesgos que no se habían hecho presentes en otras circunstancias. Si bien pronosticar el final del peronismo se ha vuelto un clásico de la política y la historiografía argentinas, el escenario actual plantea nuevos interrogantes, y no serán pocos los que pronostiquen una vez más eventos de extinción o profundas transformaciones.

Es probable que esta última afirmación sea recibida con beneplácito por algunos, y no con preocupación. Y aquí es donde me permito agregar una reflexión: los ideales originales del peronismo no encuentran hoy otra expresión que los reemplace, lo cual fortalece la necesidad de una renovación en el actual contexto histórico y acorde con las transformaciones mundiales, tecnológicas, productivas y del mundo del trabajo.

En este libro, se plantea la hipótesis de que la renovación y actualización conceptual pasará, fundamentalmente, por la esfera económica. Que el peronismo debe actualizar su proyecto productivo para adecuar los objetivos de justicia social a las grandes transformaciones tecnológicas, productivas y sociales que se han producido, para lo cual, la visión tradicional, además de arrastrar diversas falencias, ya no puede dar una respuesta acabada. En ese mismo orden, el peronismo debe dar una respuesta contundente a la problemática macroeconómica que arrastra la Argentina: inestabilidad, crisis externas recurrentes, debilidad de nuestra moneda y, más recientemente, el tránsito hacia un régimen de alta inflación. Más aún: sostengo que esta reflexión debe hacerse extensiva a otros sectores de la política argentina, en particular a quienes comparten con el peronismo algunos de sus rasgos identitarios.

Después de 2011, la economía argentina dejó de crecer de manera sostenida. Desde entonces, se sucedieron diferentes experiencias de gobierno: el segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (en adelante, CFK), el gobierno de Mauricio Macri y el gobierno de Alberto Fernández.

La dinámica pendular corre el riesgo de acelerarse, y eso también es un síntoma de la necesidad de aggiornar las soluciones. De esto hablaba con mucha claridad Marcelo Diamand (1983) cuatro décadas atrás: la sucesión y alternancia entre dos modelos, uno liberal-ortodoxo y otro popular-distribucionista, en función de lo cual la dinámica de uno llevaba a una crisis que daba lugar a la llegada del otro, y viceversa. Pero (¡atención!) el péndulo argentino no es la mera alternancia entre ambos modelos, sino que es el reflejo entre la inviabilidad del modelo liberal-ortodoxo y las inconsistencias del modelo popular-distribucionista, cuyos logros y potencia transformadora no consiguen sostenerse en el tiempo.

¿Por qué decimos que ese modelo liberal-ortodoxo es inviable? Precisamente porque se desentiende de la dinámica distributiva del país, al pretender que el mero desenvolvimiento del mercado pueda resolver los problemas de empleo, inclusión y pobreza. Se trata de una economía que tiene la capacidad para producir de manera eficiente recursos naturales, pero en una escala que solo puede ofrecer empleo de calidad a menos de la mitad de su población económicamente activa. El modelo liberal-ortodoxo conduce inexorablemente a una elevada conflictividad social, lo cual lo torna inviable. Desde mi punto de vista, es además indeseable, pero esta es una opinión personal que podrá no ser compartida por otras personas. Lo cierto es que su inviabilidad social debería ser razón suficiente para que, como sociedad, lo desechemos y pensemos en otra cosa.

¿Y por qué decimos que el modelo popular-distribucionista es inconsistente? Porque no ha podido resolver el dilema de la necesaria coevolución entre el desarrollo productivo y la mejora en la distribución del ingreso. Esto no significa sostener que “primero hay que crecer y después distribuir”, sino que ambas variables se retroalimentan: la mejora distributiva amplía los horizontes del mercado interno, alimenta los fundamentos para el crecimiento y amplía así la escala productiva, pero ello tiene una secuencia que debe ser debidamente calibrada para evitar las recurrentes crisis que ha padecido la Argentina y que han impedido que estos procesos se sostengan en el tiempo.

Repensar el papel histórico del peronismo como expresión de una fuerza política modernizadora, inclusiva y desarrollista significa debatir estos aspectos y aggiornarlos a la agenda del siglo XXI. Y esto no significa renunciar a valores históricos, sino analizar cuáles son los desafíos del momento para que ellos puedan desplegarse eficazmente.

El contexto internacional es complejo y desafiante. La Argentina precisa implementar un modelo productivo, industrial, federal, inclusivo y con justicia social, que requiere de un Estado activo, con políticas industriales modernas y con el compromiso activo de los sectores productivos y del trabajo.

El mundo actual asiste a una etapa diferente del proceso de globalización, con cambios cada vez más veloces en los que se reconfiguran las cadenas globales de valor, se retiran inversiones de Asia y regresan a países centrales y otras latitudes. Si la nota dominante de la globalización anterior era la eficiencia y la reducción de costos, en esta fase que se abrió tras la pandemia predomina la seguridad de los suministros y cadenas más cortas y resilientes. Esto abre nuevas oportunidades para los suministros industriales y la integración manufacturera regional. Industrias que parecían barridas por la competencia asiática tienen hoy nuevas oportunidades. La economía del conocimiento juega un papel central y avanzan la digitalización, la industria 4.0, la producción de software, la robotización. Es un mundo que también se vio afectado por la guerra de Ucrania iniciada en febrero de 2022, en el que se intensifican las dificultades en torno a los suministros de energía (las convencionales y las alternativas), que debe ir necesariamente hacia una transición ecológica, y eso significa producir nuevas energías y metales. Un mundo que, además, seguirá demandando alimentos. Hablamos de industrias, de economía del conocimiento, de energía, de minería, de alimentos. Todo esto tiene la Argentina.

¿Estamos entonces condenados al éxito, como sentenció el expresidente Duhalde? Permítanme rechazar esa idea. Tenemos todo para lograrlo, pero no sería la primera vez que fallemos. Como señalamos, la Argentina viene de tener un magro desempeño de largo plazo, salvo en períodos puntuales y no muy prolongados.

Existen motivos para el optimismo, pero salir del estancamiento requiere una actitud diferente a la que se viene registrando, una ampliación de la base política y la construcción de consensos más duraderos. Esto implica rechazar tanto los diagnósticos apocalípticos como a quienes señalan que el país es un fracaso sin nada bueno que ofrecer. La Argentina nunca se cae, tropieza con la crisis de manera recurrente, pero nunca se trata de crisis terminales. Tiene anticuerpos que evitan su caída, pero a la vez no consigue despegar. El riesgo es permanecer en la intrascendencia o, peor aún, que millones de argentinos se sostengan –como ha sucedido en la última década– en una situación de pobreza administrada.

El recorrido histórico para entender mejor nuestro presente

En este libro haremos numerosas referencias históricas, fundamentalmente para encontrar algunas guías que nos permitan entender mejor el presente y pensar el futuro. Nos referiremos recurrentemente al peronismo clásico (1946-1955), al menemato (1989-1999) y al ciclo de gobiernos kirchneristas (2003-2015). No fueron las únicas experiencias peronistas de gobierno, pero sí ciclos más extensos que nos permiten analizar e interpretar mejor algunas políticas desplegadas y las reacciones ante situaciones adversas. Desde luego, el menemato se lleva un capítulo aparte para discutir tanto su rasgo identitario (¿fue un gobierno peronista, más allá de que haya gobernado el Partido Justicialista?) como sus alcances, herencias y valoraciones (¿era la única opción posible al punto de pensar que “Perón, en su lugar, hubiese hecho lo mismo”?).

En este recorrido histórico, encontraremos pistas para pensar los alcances y limitaciones de las experiencias peronistas. En particular, haremos hincapié en la manera de abordar la crisis que tuvieron las tres experiencias señaladas, tanto la crisis de inicio (cuando existió) como la que se presentó por los motivos estructurales que han atravesado la historia reciente y las consecuencias de las políticas implementadas. Así, veremos cómo Perón, a comienzos de los años cincuenta, pareció encontrar una fórmula adecuada para afrontar la crisis; Menem, por su parte, terminó travistiéndose, convertido en aquello que el peronismo históricamente había rechazado; Kirchner encontró una fórmula interesante, y CFK, por último, se deslindó de las causas y consecuencias de la crisis, administrando el relato del reparto sobre responsabilidades y culpas, nunca dentro de sus propias filas, y sin asumir la responsabilidad política de gestionar y encontrar vías de solución.

La estructura del libro

Este libro ha sido estructurado en tres partes. En la primera, se plantean los problemas centrales del libro, los dilemas y factores que, a grandes rasgos, han limitado hasta hoy las oportunidades de desarrollo del país y las debilidades del abordaje político. La segunda parte los analiza en perspectiva histórica, y la tercera propone renovados abordajes y soluciones.

En el capítulo 1, planteamos las limitaciones más evidentes de la visión del liberalismo económico sobre las dificultades para el desarrollo argentino y, más aún, de su más reciente creación: los “setenta años de peronismo” como explicación del “fracaso nacional”. En el capítulo 2, abordamos el conjunto de logros, avances y contradicciones de las experiencias peronistas, discutiendo un primer inventario de solublemas.

Ya en la segunda parte del libro, el capítulo 3 analiza uno de los aspectos nodales del peronismo clásico: la aspiración distributiva y sus límites productivos y externos. Se presenta una cuestión no siempre considerada en el imaginario: Perón afrontó estos desafíos durante esa primera experiencia y, veremos, lo hizo bastante bien: dejó asentadas las bases de un proyecto desarrollista, con una calibración más adecuada en torno al dilema entre crecimiento y distribución.

El capítulo 4 procura responder la incómoda pregunta de si fue el menemato, esa suerte de eslabón perdido del que pocos quieren hablar sin salir del eslogan o la descalificación, un gobierno peronista y, más aún, si es posible rescatar elementos de dicho período en un contexto en el que crece el afán reivindicatorio de aquellos años desde sectores de la nueva derecha.

En el capítulo 5, revisitamos la experiencia del ciclo de gobiernos kirchneristas, lo cual cobra especial interés a la luz del gobierno del Frente de Todos y las contradicciones allí expresadas. Una vez más, el foco está puesto en la recuperación del anhelo productivo y distributivo y en los límites de ese logro.

En el capítulo 6, que da inicio a la tercera parte, nos metemos de lleno en los desafíos del presente, de un siglo XXI complejo y cambiante en el que no se termina de estructurar una agenda política acorde con estos retos. El capítulo 7 es un texto analítico y propositivo que plantea una “síntesis peronista”, tanto para el peronismo como para la política en general: un proyecto para superar el solublema.

Por último, el libro cierra con una síntesis de desafíos a modo de decálogo.

[1] En el inicio de la gestión, puse en marcha el Consejo para el Cambio Estructural, integrado por prestigiosos académicos y referentes empresarios y de otros ámbitos. Dicho consejo fue presidido por Jorge Katz, uno de los economistas industriales más reconocidos de América Latina, quien lideró el área de Desarrollo Productivo de la Cepal durante muchos años.

Parte I

1. Setenta años de peronismo

¿Qué tipo de país es la Argentina?

Nuestro país es una rara avis en la economía mundial. Si bien sus estándares de vida promedio distan considerablemente de los del mundo desarrollado, también han mostrado avances muy relevantes que lo alejan por mucho de las naciones más pobres del planeta (es decir, no solo de la región sino de otros continentes). Este hecho no se circunscribe solo a una cuestión de ingresos y acceso a bienes y servicios, también refiere a avances sociales, productivos, culturales y científico-tecnológicos.

A modo de ejemplo, no son muchos los países que dominan la energía nuclear o fabrican automóviles, equipamiento médico o maquinaria agrícola. En países en desarrollo, es habitual ver notables atrasos en el reconocimiento de derechos laborales, mientras que en la Argentina existe, desde hace décadas, un esquema de protección de los trabajadores. También el país ha sido puntal en derechos sociales y reconocimiento de derechos a diversidades. El avance de su sistema educativo público ha generado numerosas camadas de profesionales, científicos y tecnólogos, muchos de los cuales se han destacado en el ámbito nacional e internacional –algunos de los cuales, incluso, han recibido el Premio Nobel–. La cultura es otro ámbito en el que la Argentina se ha destacado especialmente, con artistas de renombre internacional en la literatura, música y otras artes. Ni hablar del aspecto deportivo, en particular, el fútbol de Maradona y Messi.

De manera un tanto paradójica, debido a esos y otros logros, muchos de sus habitantes –y también ciertas miradas externas– suelen vivir la realidad argentina con frustración; predomina la idea de que deberíamos tener un nivel de vida muy superior, y que tuvimos un pasado de grandeza que se fue diluyendo. Cuando los extranjeros visitan Buenos Aires, muchos encuentran niveles de bienestar y acceso a bienes y servicios que no existen en otros países de la región. Claro está, no siempre observan lo que ocurre cuando se sale de los barrios más prósperos de la ciudad. También encuentran la persistencia de un fenómeno inflacionario que, salvo por situaciones recientes como los efectos de la guerra en Ucrania, parece superado en casi todo el mundo.

A este panorama, debemos agregar uno de los pocos consensos que se han estructurado en nuestro país en las últimas décadas. Tras la restauración democrática de 1983, se han sostenido las reglas de juego del sistema político, incluso en situaciones de severas crisis. Aun con dificultades, nunca se dejó de votar y de respetar las reglas fundamentales de la vida democrática. Basta hacer un breve repaso de lo que se ha vivido recientemente en algunos países de nuestra región (el golpe de Estado en Bolivia en 2019, la notable inestabilidad política en Perú, las graves alteraciones a la democracia y el respeto a los derechos humanos en Venezuela o el grave ataque antidemocrático al gobierno de Lula a comienzos de 2023, solo por mencionar algunos) para revalorizar aún más este logro. La Argentina es un país sin conflictos raciales ni religiosos. Es una sociedad que tiende a polarizarse y a discutir de manera encendida, pero donde los conflictos se han podido resolver, de mejor o peor manera, dentro de las reglas de juego de la democracia.

Lo cierto es que en muchos habitantes de la Argentina predomina un sentimiento de frustración que los lleva a concluir, equivocadamente, que somos un país pobre, de los más atrasados del mundo y sin pisos básicos de bienestar. En un artículo con un título poco ortodoxo (“No somos un país de mierda”), Schteingart (2017a) puso negro sobre blanco estos aspectos precisamente para discutir el diagnóstico equivocado, sin negar la realidad y las notables limitaciones que nuestro desarrollo presenta.

Claro está, tan importante como entender la realidad es comprender la percepción que se tiene de ella y cómo se construyen diferentes discursos tendientes a incidir en esas percepciones. Este libro hablará mucho sobre esa brecha entre la realidad y sus percepciones.

La Argentina es una suerte de país de clase media mundial. Se ubica en el top-30 entre los países periféricos o “en desarrollo”. A veces, se acerca más a los países desarrollados, en ocasiones se aleja, pero siempre se encuentra en ese club de países que son seguidos con atención e interés en el escenario mundial. Lo que le ocurre a la Argentina, más allá de las particularidades que la convierten en un caso especial de estudio, también está presente en otras naciones y es lo que en los estudios del desarrollo se denomina “trampa de los ingresos medios”. Según este enfoque, hay países que logran prosperar pero, tras ciertas fases de crecimiento, su producto bruto interno (PBI) por habitante tiende a estancarse. Los motivos de este estancamiento pueden ser múltiples. En algunos casos, se explica por agotar los factores de impulso, por exceso de primarización y no haber avanzado de manera más decisiva en el desarrollo de exportaciones industriales o de mayor contenido tecnológico. Otros factores, de suma relevancia, tienen que ver con las desigualdades y la consolidación de un fenómeno largamente estudiado en la teoría del desarrollo, que se relaciona con las pautas de consumo imitativo, en función de las cuales los sectores medios y de altos ingresos de una economía en desarrollo comienzan a consumir siguiendo parámetros de los países más avanzados, pero sin que el país cuente con las divisas que se requieren para financiar esa expansión del consumo, ni con un sistema productivo maduro para tales fines.

Decíamos recién que si clasificáramos los países según sus ingresos, la Argentina sería un país de clase media. Pero esa definición omite las desigualdades existentes. Heymann y Ramos (2006) mostraban este fenómeno al que definían como de “convergencia arriba y divergencia abajo”. En efecto, el nivel de ingresos promedio de los argentinos que se encuentran entre el 10% más rico de la población no muestra brechas muy significativas cuando se lo compara con su similar de Alemania, Francia o España (la brecha es de un 25%). Una persona de ingresos altos o de “clase media alta” accede a bienes y servicios no muy diferentes a los de su mismo segmento en los países mencionados. Tiene conectividad, tecnología, buena educación, salud, alimentos y ropa de calidad. En cambio, cuando la comparación se hace con el 20% más pobre de la población, la brecha es abismal: sus ingresos son 84% más bajos que los del 20% más pobre de países desarrollados.

Cuando les hago a mis alumnos la pregunta de Dani Rodrik (“¿Es mejor ser rico en un país pobre o pobre en un país rico?”), casi siempre se inclinan por la primera opción. Lo hacen porque están pensando la Argentina como un país pobre, tal como en ocasiones se lo presenta desde el sentido común, cuando claramente no lo es (en naciones como Madagascar, Kenia, Uganda, Haití o Bangladesh, el ingreso promedio del 10% más rico de la población es inferior al del 10% más pobre de Francia o Alemania).

En definitiva, para muchos sectores de la población vivir en la Argentina es, en términos económicos, difícil –aunque mucho mejor que hacerlo en cualquiera de los países pobres del planeta y muchísimos de los de ingresos medios–, y frustrante –aunque nada malo en cuanto a acceso a bienes y servicios, para muchos sectores de ingresos medios y altos–. Pero persiste esa desilusión, exacerbada por ciertas lecturas equivocadas que pasaremos a analizar. Desde luego, ser crítico con la realidad argentina es un ejercicio sano y razonable, habida cuenta de los numerosos dilemas que nos aquejan y el enorme potencial que se desaprovecha. El problema radica en no caracterizar adecuadamente los factores que han impedido que el nuestro pueda ser un país de crecimiento sostenido y con mayor estabilidad.

Una narrativa errónea

Cuando la frustración se mezcla con indignación y furia, el camino suele ser la búsqueda de culpables de la manera más drástica y sencilla posible. De allí viene la reciente aparición de una nueva narrativa política, según la cual los grandes problemas del país se deben a la persistencia del peronismo, a los “setenta años de peronismo”.

Introducida por el expresidente Macri y los sectores más antiperonistas de Juntos por el Cambio, esta narrativa tal vez sea una de las más falaces en la historia reciente del país. Veamos por qué.

Para empezar, los hechos contradicen contundentemente esta afirmación: en los setenta y siete años que van desde el ascenso de Perón a la presidencia hasta fines del mandato presidencial de Alberto Fernández, el peronismo gobernó el 52% del tiempo transcurrido, mientras que el 24% correspondió a gobiernos de facto, militares o dictaduras militares, el 19%, a gobiernos de la Unión Cívica Radical (o con algunas de las escisiones que afrontó durante el siglo XX) y el 5%, al gobierno de Cambiemos (gráfico 1.1). Incluso si se deja fuera de este cálculo los últimos dos períodos de gobierno para estimar con mayor precisión los setenta años anteriores a la llegada de Macri a la presidencia, las cuentas no se alteran significativamente. Vemos entonces que, antes que encontrar una secuencia unívoca, predominó la coexistencia de diferentes sectores políticos, algo que se dio con mayor frecuencia en el período previo a la restauración democrática de 1983, cuando la inestabilidad política era el aspecto predominante.

En segundo lugar, durante los períodos presidenciales de Carlos Menem fueron implementadas muchas de las políticas económicas promercado que propugnan quienes sostienen la tesis de los setenta años de peronismo. Si se tiene en cuenta esta particularidad, el tiempo de gobiernos peronistas, en el sentido que se critica, se reduce al 39%.

Cuadro 1.1. Presidentes argentinos desde 1946, según filiación partidaria, tipo de gobierno y cantidad de días de gobierno

Desde

Hasta

Presidente

Partido

Tipo de gobierno

Días de gobierno

4/6/46

4/6/52

Juan D. Perón

Justicialista

Mandato constitucional

2192

4/6/52

21/9/55

Juan D. Perón

Justicialista

Mandato constitucional

1204

21/9/55

13/11/55

Eduardo Lonardi

De facto / dictadura militar

Dictadura

53

13/11/55

1/5/58

Pedro E. Aramburu

De facto / dictadura militar

Dictadura

900

1/5/58

29/3/62

Arturo Frondizi

Radical

Mandato constitucional

1428

29/3/62

12/10/63

José María Guido

De facto / dictadura militar

Interino de facto

562

12/10/63

28/6/66

Arturo Illia

Radical

Mandato constitucional

990

28/6/66

8/6/70

Juan Carlos Onganía

De facto / dictadura militar

Dictadura

1441

8/6/70

22/3/71

Roberto Levingston

De facto / dictadura militar

Dictadura

287

22/3/71

25/5/73

Alejandro A. Lanusse

De facto / dictadura militar

Dictadura

795

25/5/73

13/7/73

Héctor J. Cámpora

Justicialista

Mandato constitucional

49

13/7/73

12/10/73

Raúl Lastiri

Justicialista

Mandato constitucional

91

12/10/73

1/7/74

Juan D. Perón

Justicialista

Mandato constitucional

262

1/7/74

24/3/76

María Estela M. de Perón

Justicialista

Mandato constitucional

632

24/3/76

29/3/81

Jorge Rafael Videla

De facto / dictadura militar

Dictadura

1831

29/3/81

11/12/81

Roberto Viola

De facto / dictadura militar

Dictadura

257

11/12/81

18/6/82

Leopoldo Fortunato Galtieri

De facto / dictadura militar

Dictadura

189

18/6/82

10/12/83

Reynaldo Bignone

De facto / dictadura militar

Dictadura

540

10/12/83

8/7/89

Raúl Alfonsín

Radical

Mandato constitucional

2037

8/7/89

8/7/95

Carlos Menem

Justicialista

Mandato constitucional

2191

8/7/95

10/12/99

Carlos Menem

Justicialista

Mandato constitucional

1616

10/12/99

20/12/01

Fernando de la Rúa

Radical

Mandato constitucional

741

21/12/01

30/12/01

Adolfo Rodríguez Saá

Justicialista

Designado por Asamblea Legislativa

9

2/1/02

25/5/03

Eduardo Duhalde

Justicialista

Designado por Asamblea Legislativa

508

25/5/03

10/12/07

Néstor Kirchner

Justicialista

Mandato constitucional

1660

10/12/07

10/12/11

Cristina Fernández de Kirchner

Justicialista

Mandato constitucional

1461

10/12/11

10/12/15

Cristina Fernández de Kirchner

Justicialista

Mandato constitucional

1461

10/12/15

10/12/19

Mauricio Macri

Cambiemos

Mandato constitucional

1461

10/12/19

10/12/23

Alberto Fernández

Justicialista

Mandato constitucional

1461

Fuente: Elaboración propia.

Pero más allá de las falacias que muestra esta caracterización, esta narrativa se conecta con otra, que ha tenido gran presencia en los discursos de los sectores liberales o libertarios, que sostiene que la Argentina era un país próspero, de Primer Mundo, en las primeras décadas del siglo XX, antes de que el peronismo llegara al poder. “La Argentina se jodió con el peronismo”, suele expresar el escritor Mario Vargas Llosa, remitiendo a su gran novela Conversación en La Catedral, que comienza, precisamente con un personaje preguntándose “¿cuándo se jodió el Perú?”.

Gráfico 1.1. Proporción de tiempo de gobierno según fuerza política gobernante entre 1946 y 2023

Fuente: Elaboración propia.

Sectores del liberalismo económico argentino, como José Luis Espert y la Fundación Libertad, suelen exhibir un gráfico que presenta la evolución de la Argentina en el ranking de países del mundo ordenados según su nivel de PBI per cápita, con el que muestran cómo, a partir de 1950, el país empieza a caer drásticamente, salvo recuperaciones temporales.

Este tipo de análisis comete groseros errores metodológicos, errores que difícilmente no hayan sido advertidos por sus autores, y solo persigue fines propagandísticos. Algunos de ellos los he mencionado en Los tres kirchnerismos (Kulfas, 2016), de modo que no voy a repetir el análisis completo, sino solo los más relevantes, y agregaré algunos puntos que no fueron incorporados allí.

El principal problema metodológico es que la cantidad de países que componen la base de datos que se utiliza para elaborar dicho ranking no es homogénea, y a partir de 1950 crece fuertemente la cantidad de países incorporados debido a la nueva institucionalidad internacional, el papel de Naciones Unidas y otros organismos. A comienzos del siglo XX, ese ranking incorporaba menos de treinta países. En 1950, la muestra pasa de cincuenta a ciento cuarenta países, por eso aparece el dedo mágico de la Fundación Libertad señalando el año 1950 con la palabra “Perón” en luces de neón, cuando lo que debería decir ahí es “cambio metodológico: se agregan más países en la base de comparación”.

Gráfico 1.2. El gráfico propagandístico del liberalismo vernáculo. Ranking según PBI per cápita (fines de siglo XIX-2015)

Fuente: Libertad y Progreso, sobre la base de Maddison Project.

En segundo lugar, cabe destacar los cambios que se dieron en el escenario internacional: el gran despliegue europeo tras la recuperación e integración de la posguerra y el Plan Marshall, la posterior integración continental y la ayuda económica a los países más pobres de Europa, el auge petrolero en Medio Oriente y la creación de pequeños Estados con mucha riqueza hidrocarburífera, el auge y la decadencia de la URSS y su bloque de países, junto con la posterior independencia de muchos de ellos. Cuando Perón asumió su primera presidencia, la Argentina estaba en el puesto 7 y, al ser depuesto, en el 15. En el medio, ocurrieron hechos nada desdeñables. Por ejemplo, Alemania, que estaba destruida en 1945, una década después se encontraba en plena reconstrucción y crecimiento. Otros países europeos que superaron a la Argentina en esos años fueron Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Francia, que, naturalmente, también se beneficiaron con la reconstrucción de la posguerra. Es posible, asimismo, encontrar naciones por encima de la Argentina que ni siquiera existían en la base de datos previa: Islandia, Luxemburgo y El Líbano (que se independiza de Francia tras la Segunda Guerra Mundial y se convierte en el centro financiero de Medio Oriente). Los cambios reseñados están resumidos en el cuadro 1.2.

Gráfico 1.3. Evolución de Uruguay y Chile en el ranking de países, según su PBI per cápita (fines del siglo XIX-2016)

Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de Maddison Project.

Cuadro 1.2. Evolución de la Argentina en el ranking