Veneno en la Red - Brianda White - E-Book

Veneno en la Red E-Book

Brianda White

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Beschreibung

Veneno en la Red es la historia de Isadora, una mujer que a lo largo de su vida ha tenido que enfrentarse a todo tipo de desafíos paranormales, a menudo con venganza de hombres que deseaban hacerla suya. Por eso, ha sido victima de todo tipo de brujerías y sortilegios: amarramientos de amor, magia de enfermedad y muerte, veneno espiritual que llenaba toda su comida, maleficios recibidos en las redes sociales e incluso un terrible gas llegado de los cables de la red wifi.
Pero, a medida que estas guerras espirituales se presentan una tras otra, ella sigue luchando sin rendirse hasta desarrollar sus propios poderes y conocimientos con los que oponerse a todos estos hechiceros. Y usándolos con su inquebrantable fe en Dios, se dirigirá con valentía a un nuevo amanecer en el que pueda escapar de ese obscuro mundo digital.
Una historia basada en hechos reales de extraños romances, insólitos acontecimientos y poderes inexplicables que hará que el lector cuestione todo lo que hasta ahora creía cierto.

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Brianda White

 

Veneno en la Red

 

 

 

 

 

 

© 2022 Europa Ediciones | Madrid www.grupoeditorialeuropa.es

 

ISBN 9791220131056

I edición: Abril de 2023

Depósito legal: M-26953-2022

Distribuidor para las librerías: CAL Málaga S.L.

 

Impreso para Italia por Rotomail Italia S.p.A. - Vignate (MI)

Stampato in Italia presso Rotomail Italia S.p.A. - Vignate (MI)

 

Curador: José Carlos Domínguez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Veneno en la Red

 

 

Me siento profundamente agradecida a todas las personas que han caminado junto a mí en estos últimos ocho años para darle luz y esperanza a este caliginoso e ininteligible camino por el que he estado atravesando, pues sin su ayuda hubiera sido mucho más pesado o quizás nunca hubiere sido creado o hubiese visto la luz

este libro, porque no hubiera estado viva para contarlo.

A Hugo Granados, Francisco Javier Blanco, Kiroles Kiro, y mi profesor de reiki Juan Andrés Arroyo.

Mi gratitud a las vicisitudes/avatares de la vida por los que he tenido que atravesar que me han hecho mucho más fuerte de lo que era y he experimentado grandes cambios a nivel del estado de mi conciencia.

A mis enemigos porque también forman parte de esta historia (a día de hoy todos perdonados).

A la editorial Europa Ediciones por darme esta oportunidad para contarle mi experiencia vivida al mundo entero y mi desahogo personal.

Y a todas aquellas maravillosas personas que me han acompañado en la creación de este libro. Y como no puede faltar mi gran estima a nuestro señor

“Dios” e Hijo (el Mesías) por no soltar mi mano jamás.

 

 

 

Hace ocho años mi vida había pegado un giro de ciento ochenta grados. Estaba exhausta por todos los duros acontecimientos a los que tuve que enfrentarme, de tener una salud completa, una pareja maravillosa, un futuro prometedor, los cuales se esfumaron por arte de magia nunca mejor dicho.

A lo que de la noche a la mañana mi vida pegó ese giro tan radical donde mi futuro daría lugar a duras pruebas inconcebibles a las cuales tendría que enfrentarme, que darían paso para transcender al sufrimiento más cruel que un ser humano pueda experimentar.

Hechos insólitos que se escapan del mundo real para dar paso a un mundo quizás creado o inventado fuera del plano que estamos acostumbrados a vivir.

Mi vida se había traslado completamente a otro plano imperceptible sacado de una película de misterio donde comenzarían a manifestarse en mí dudas y planteamientos reales o quizás inimaginables.

Empiezas a creer cuando lo tienes todo y lo empiezas a perder de repente sin quererlo, esfumándose en un abrir y cerrar de ojos, cuando tu forma de ser y actuar se transforman y te das cuenta de que no eres tú y no puedes hacer nada para dominarla, viviendo en un estado de suma angustia e incertidumbre constante, donde las enfermedades muy dolorosas empiezan a brotar sin causa diagnosticada alguna ni tratamiento médico que las pueda calmar, donde las amistades y familiares te tildan de loco y te recomiendan la visita a un médico psiquiatra o psicólogo para que te ayude.

Y tú realmente sabes que yendo a ese lugar no vas a conseguir solucionar ni mejorar nada, sino a empeorarte porque te mandarán un montón de pastillas, las cuales te mantendrán todo el día sedado y no te resolverán el problema.

Yo con ello no quiero excluir las enfermedades mentales que necesitan de un especialista en el tema, pero, a día de hoy en el siglo XXI en el cual estamos, debiera de haber alguna persona que estuviera especializada en estos temas, llamémosles hechicería, para ayudar a estas personas y así dejar de ser tratado este tema como tabú, pues la brujería existe. Por ello antiguamente existía el tribunal de la fe, llamado también la Santa Inquisición Española o Santo Oficio.

Con esto tampoco quiero decir que estas personas sean juzgadas y quemadas en una hoguera como en el siglo XV, pero sí debería de estar penalizado por un tribunal constitucional si ese individuo daña a otro ser, aunque sería casi imposible por no decir imposible demonstrar los hechos.

Después de todo lo vivido sin jamás perder mi fe en Dios, que siempre ha estado presente (pero no lo digo por mi fe sino porque en momentos donde toqué fondo porque estaban intentando acabar con mi vida) tuve la gran suerte de tener varias apariciones, mensajes y notoriedad de la presencia divina, a la que se unió una serie de transformaciones que sufrí a lo largo de esos largos años para mi defensa espiritual.

Había descubierto que había nacido en mí un tipo de poder jamás imaginado que podría alterar las cosas virtualmente. Realmente nunca había escuchado hablar de ello por lo que toda la información que intentaba buscar en Internet jamás obtendría nada que pudiera hablar de algún caso semejante al mío, así que comencé a pensar que aquella aparición de Dios en plena guerra espiritual y la visita de aquel extraterrestre que también la tuve me habían convertido en un humano con una parte de cyborg.

10

Comencé a utilizar los poderes para conseguir salir de aquel infierno, pero nunca supe la capacidad de transformación que podía lograr a través de ellos, convencida que lo que me pasaba no podía ser ni suceder, pues solo lo había visto en películas del cine de ciencia ficción o en comics tipo Marvel, y no me lo podía creer.

Empecé a utilizarlos para mi autodefensa espiritual, por lo que en algunas situaciones en las cuales interactué me resultaron positivas para darme paso al alivio, pero en el peor de los casos para inducirme a mi propia muerte. Así que opté que algo que no era capaz de manejar no lo utilizaría más, pues aquello terminó convirtiéndose en un juego bastante peligroso por el daño o desenlace al cual podría desembocar mi vida.

A esto se unió el fallecimiento de mi padre por el dichoso virus del Covid, que a tantas vidas se ha llevado, donde él y yo nunca tuvimos un trato muy cercano desde que se había divorciado de mi madre y había llegado otra mujer que ocuparía su vida y su corazón, que lo absorbería y lo apartaría de mi durante la gran parte de nuestras vidas.

A su fallecimiento volvería para pronunciarse espiritualmente, causándome dolores fortísimos que durante señales me dejaría claro que era él y hasta que no obtuviera mi perdón ante Dios no se marcharía ni dejaría de hacerme daño. Cosa que tuvo un desenlace feliz y pude ayudarle a alcanzar la luz.

Por ello expongo al lector a sumergirse en un cóctel de historias mías propias vividas y resumidas que aparecen en esta obra, basadas en hechos reales del transcurso de todos estos años, que me han servido para ser más fuerte ante la adversidad y aprender a vivir el momento y ser feliz a día de hoy sin mirar el mañana, pues el mañana puede convertirse en el final de hoy.

      

Mi sufrimiento comenzó en el año 2013 y se alargó durante una década con escasos intervalos en los que remitía.

Recuerdo que mi primera experiencia tuvo lugar mientras cursaba estudios de auxiliar de enfermería en una academia, cuando estábamos tratando el tema del sistema óseo. En una de las clases, la profesora sacó un fémur humano que había encontrado para que lo viésemos de cerca y nos familiarizásemos con él.

Yo lo tomé entre las manos y lo estuve tocando, hasta que de repente comencé a temblar y a marearme hasta tal punto que tuve que volverme a casa, pensando que a lo que quisiera que aún estuviese en aquel hueso no debía de haberle sentado bien que lo cogiéramos.

Pero esto fue solo un anticipo del verdadero calvario que estaba por comenzar. Y lo hizo cuando una chica nueva, de nacionalidad cubana, se incorporó ese mismo día a mi clase, tras haberse cambiado al turno de tarde.

Hablando más adelante con ella, de nombre Mirna, me sorprendió descubrir que vivía en mi zona, precisamente porque era una mujer muy gruesa y muy morena de piel, por lo que difícilmente pasaba desapercibida por donde transitaba, y menos en un barrio pequeño en el que todos nos conocíamos. Y, sin embargo, no me había visto con ella hasta entonces en la academia, a 15 km de nuestras casas.

No obstante, no creo que fuera casualidad, sino causalidad. El destino o alguna otra fuerza había querido que nos encontrásemos entonces en aquel lugar.

Yo en aquel entonces tenía una vida feliz: estaba muy bien con mi pareja (que era de otra ciudad), estaba estudiando para un buen trabajo y todo iba viento en popa. Por desgracia ese viento estaba a punto de tornarse en una tempestad.

 

Mirna me invitó a tomar café y así estudiar juntas. Pero, una vez en su casa, no pude evitar percatarme de que tenía calderos y cosas extrañas y llamativas, aunque al principio no le di mayor importancia.

Nos seguimos viendo de vez en cuando para ayudarnos en los estudios hasta que llegó el día en que no pude seguir ignorando las extrañas tendencias de mi compañera. Ese día, mientras estábamos repasando algún temario, ella cogió un puro, lo encendió y empezó a fumarlo. Y entonces empezó a hablarme, pero su voz ahora era distinta, claramente la de un hombre, igual que su actitud y su forma de comportarse. Y no solo eso, sino que lo que me decía eran cosas de mi vida que ella no tenía forma de saber. Me quedé petrificada, incapaz de reaccionar o de dar crédito a lo que estaba pasando y me fui a casa sin lograr darle una explicación a lo que me acababa de pasar.

Este acontecimiento despertó al fin mi curiosidad, de modo que me propuse descubrir qué era lo que había pasado. Con el pretexto de estudiar, fui visitándola con más regularidad y empecé a ver más de esos objetos extraños que tenía y que les ofrecía cosas como distintas bebidas alcohólicas, flores, comida, tabaco…

A medida que observé esto, mis visitas se fueron haciendo más frecuentes y poco a poco fui reuniendo valor para preguntarle sobre aquellos objetos singulares y ella me fue abriendo más y más la puerta al insólito mundo que la rodeaba. Cada día tenía más confianza conmigo y empezó a mostrarme cómo se sentaba delante de aquellos espeluznantes calderos para que alguien o algo la poseyera. Así su voz volvía a cambiar a la de un hombre, bebía ron y empezaba a contarme cosas tanto que me habían sucedido como que sucederían en el futuro.

Yo entonces no lo sabía, pero por situaciones en las que más adelante me vi envuelta, supe que, en aquellos calderos, u ollas místicas, eran capaces de hacer rituales mediante elementos de la naturaleza y todo tipo de misterios que contenía. Muchos de estos me son desconocidos, pero sé que una de las cosas que incluye son huesos humanos.

Usando estos restos, pueden hacer un pacto con un difunto para someter a su voluntad a la espiritualidad que aún permanece en esos huesos. A cambio de ofrendas adecuadas, esos espíritus hacen todo lo que se les ordena para herir a sus víctimas, cosa en la que yo misma acabaría convirtiéndome.

Pero, de nuevo, entonces no tenía ni idea de que la amistad que estábamos trabando sería la puerta de entrada a un círculo vicioso en el que mi vida entraría de lleno.

Y no solo empecé a ser testigo de aquellas prácticas extrañas, sino que, después de conocerla, mi forma de ser y de actuar empezaron a cambiar. Me distancié de mi pareja, Román, sin darme cuenta y fui cayendo poco a poco en las trampas que Mirna me tendía. Porque no estaba sola, sino que había un hombre mayor, Gilber, su supuesto padrino, que la ayudaba en la distancia.

Pero, a pesar de sus ataques, no consiguieron terminar del todo con mi relación con Román, pues nuestro amor se convertiría en una bonita amistad para siempre.

Pero después de que por sus malas artes dejara de estar con él, conocí a otro hombre que se enamoraría de mí, pero eso por desgracia lo arrastraría conmigo al círculo vicioso de brujería en el que se había convertido mi vida.

Al principio éramos muy felices: Pablo, así se llamaba, me tenía como a una reina, tratándome siempre con cariño y admiración. Y, a pesar del mal momento en el que estaba, comencé a ilusionarme de nuevo porque estaba muy enamorado de mí. Sentía que me ayudaba en todo y que tenía su atención y su protección siempre. Era como estar en un sueño. Pero, por supuesto, en el infierno en que se iba a convertir mi vida, los sueños no podían durar.

Un día, hablando con Mirna de mi relación, ella se puso claramente celosa de mi felicidad y me dijo que ese hombre no me pegaba físicamente, que ella me presentaría a un amigo suyo que era mejor para mí. Yo me negué porque estaba feliz con Pablo, pero también noté que su envidia no iba a dejarse detener solo por eso; y, en efecto, me tendió una trampa.

Poco después, quedé de nuevo con Mirna y, al llegar, vi que me había preparado un encuentro sorpresa con su amigo Raúl, que me esperaba allí junto con Mirna y su pareja. Empezamos a hablar, fuimos los cuatro a cenar juntos y, al terminar, nos separamos y fui con Raúl a tomar una copa.

Lamentaré siempre esta decisión porque no recuerdo apenas nada de lo que ocurrió a continuación: me desperté en una cama desconocida, en una casa que no era la mía, con un fuerte dolor de cabeza.

Le pregunté si me había puesto algo en la copa y el respondió que simplemente me había emborrachado y me había quedado dormida. Pero yo no podía creerlo porque nunca me había pasado nada parecido. En aquel entonces solía beber de tres a cuatro copas y nunca había perdido el conocimiento como aquel día.

Sin embargo, en mi ingenuidad, no le di mayor importancia al incidente. Simplemente le dije que me dejase en paz porque ya estaba con otra persona y era feliz con él. No obstante, Raúl tampoco iba a darse por vencido solo con eso, de modo que empezó a trazar un plan junto con Mirna y Gilber para retenerme para siempre.

Y he de reconocer que funcionó. De repente, por arte de magia, comencé a tener un interés inusitado por visitar a Raúl, y empecé a sentir una atracción y un amor descomunal hacia él. Jamás en mi vida había sentido algo así, ni tampoco desde entonces, fue una sensación antinatural, como si de pronto alguien hubiera encendido un fuego dentro de mí y no fuera capaz de vivir sin él. Como si separarme solo cinco minutos de él fuera suficiente para que me faltara la vida. Cada vez que se iba al trabajo, cada vez que teníamos una discusión, me dolía muchísimo, como si me arrancaran parte de mi ser.

Esto me hizo sospechar y rogué a Pablo que por favor me ayudara. Le conté todo lo que me estaba pasando y le aseguré que yo quería estar con él, pero que no podía porque algo extraño me dominaba, que lo que me estaba sucediendo no era normal y necesitaba su ayuda.

Así me vi envuelta en dos relaciones, atrapada entre dos hombres y presa de sus celos, azotada cada vez que los dos querían estar conmigo y los dos sufrían por mí y por ese hechizo de amor que nos ataba. En última instancia tenía que decidirme por uno y, sin dudarlo, tenía que ser Raúl.

Me llamó el mismo día en que me decidí y me dijo que dejase a Pablo, cogiese mis cosas y me fuese a vivir con él a su casa. Y yo no pude más que aceptar y hacerlo.

Pablo seguía llamándome y buscándome desesperadamente, y yo le solía contar lo que me sucedía por correo electrónico, ya que Raúl me vigilaba y me controlaba el teléfono constantemente, por lo que estaba desesperada.

Un día en la casa oí que sonaba el teléfono de Raúl y me acerqué a escondidas para escuchar su conversación. Por lo que pude oír que habían hecho algún tipo de ritual con una tarta y una pareja de muñecos de boda que habían puesto en un caldero, pero no comprendía de qué podía tratarse, solo sabía que sentía una atracción exorbitante y desmedida hacia él que empezaba a hacerme muchísimo daño.

Al día siguiente le dije a Raúl que iba a ver a mi madre y a mi perro, y así podría encontrarme con Pablo a escondidas para explicarle todo lo que me estaba ocurriendo y suplicarle que me ayudara. Él dijo que lo haría, que confiase en él, pero en realidad él también se convirtió en una fuente de más sufrimiento.

Empezó a entrar en estados insólitos de agresividad en mi presencia, incluso conduciendo; una vez estuvo a punto de provocar un accidente. No me comprendía cuando yo le decía que quería estar con él, pero que había algo más fuerte en mi interior que me arrastraba hacia Raúl y yo no encontraba la forma de resistirme.

Volví a casa de Raúl conduciendo a toda velocidad para estar lo antes posible a su lado. Cuando estábamos juntos, lo que había entre nosotros era pura lujuria. Hasta entonces, yo siempre había sido una chica distante y tímida, poco dada a esos arrebatos de pasión, pero poco a poco empecé a cambiar de hábitos y a comportarme de una manera en la que ni yo misma era capaz de reconocerme.

Nuestro cariño y amor no hizo más que incrementarse en los días siguiente y me percaté de que llamaba a Gilber, el padrino de Mirna, y este hombre le decía cosas como que siguiésemos pasándolo muy bien en nuestra luna de miel, que nos amásemos mucho y otras cosas por las que parecía conocer nuestro día a día y nuestras intimidades.

Yo tenía cada vez más y más sospechas por todo lo que estaba pasando, pero también empecé a sentirme celosa hasta del aire que rodeaba a Raúl, cosa también ajena hasta entonces a mi forma de ser.