Venido Del Cielo. Libro 1 - Elena Kryuchkova - E-Book

Venido Del Cielo. Libro 1 E-Book

Elena Kryuchkova

0,0
3,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

La historia de un arqueólogo de Inglaterra en la época victoriana que revela el misterio de las antiguas deidades sumerias...

Fragmento del libro:
… William sabía claramente que la expedición arqueológica que quería organizar sería, de cierto modo, una aventura. Al fin y al cabo, no solo había dinero en juego, sino también su reputación y credibilidad.
La administración del Museo Británico ya se había tomado demasiado tiempo para informar sobre su decisión. William estaba desesperado por conseguir financiación del museo, pero su plan alternativo era conseguir la ayuda de un patrocinador particular. Un día, a la casa de los Adamson llegó un hombre estadounidense, de ojos azules y un porte que irradiaban confianza, declarando que estaba dispuesto a invertir en la expedición a Uruk. Al principio, William quedó maravillado, hasta que su posible patrocinador expresó que su intención era enviar todos los hallazgos de valor al extranjero y venderlos al mejor postor. William no tenía nada en contra de las colecciones privadas; sin embargo, la presión del hombre comenzó a resultar incómoda, y mirándolo más detenidamente, su apariencia era más la de un embaucador que la de un representante del Fondo Americano de Arqueología. William prometió reflexionar en la propuesta, pero, por fortuna, el Museo Británico le envió un comunicado expresando su aprobación para financiar una futura expedición a Uruk. La noticia le devolvió el entusiasmo a William; después de tres largos meses, el Museo Británico había tomado una decisión.
William se apresuró a compartir la excelente noticia con su hermana durante el almuerzo. Ella reaccionó con calma:
—Estaba segura de que lograrías ir a Uruk, ya fuera con o sin la ayuda del museo —dijo Alice—. Tuve un sueño hace un par de noches… Una hermosa mujer de cabellos dorados se me acercó y me dijo que encontrarías artefactos que se sobrepondrían a nuestros fundamentos tradicionales. Pero no te dije nada al respecto, sigues sin tomar en serio mi palabra.
William sopló la sopa en su cuchara antes de beberla. Luego respondió:
—Gracias por tu apoyo, Alice, aunque sea tan… inusual.
Alice sonrió con escepticismo y pensó:
—Pero no te conté todo lo que vi en mi sueño. ¿Para qué? Si de todos modos no me creerías. Ve a Uruk, ahí descubrirás que esta expedición cambiará por completo tu vida…

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB

Seitenzahl: 154

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.


Ähnliche


Venido del Cielo

Libro 1

Elena Kryuchkova, Olga Kryuchkova

Traducido por Dennys Rivera

"Venido del Cielo. Libro 1"

Escrito por Elena Kryuchkova y Olga Kryuchkova

Copyright © 2021 Elena Kryuchkova, Olga Kryuchkova

Editorial Tektime

www.tektime.it

Traducido por Dennys Rivera

Todos los derechos reservados

Imagen de cubierta por Mystic Art Design, desde Pixabay (Mysticsartdesign)

Personajes

William Adamson — profesor de mitología e historia antigua.

Alice Adamson — médium, hermana menor de William.

Chris Aldridge — Abogado de Alice y William Adamson.

Genoveva Adamson-Parker — madre de William y Alice. Estuvo casada con Harold Adamson y posteriormente con Raymond Parker.

Grace Adrian — prima de Harold, tía de William y Alice, dueña de una valiosa hacienda en Escocia.

Esta es una historia de ficción, y cualquier parecido con personas o eventos reales es casualidad.

Los nombres de personas reales que vivieron en el pasado están marcados en el pie de página, aunque la descripción de sus vidas en esta historia es ficticia.

Índice

Libro 1. La herencia escocesa.

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Libro 1. La herencia escocesa.

Capítulo 1

Londres, Inglaterra, 1870, durante el reinado de la reina Victoria 1.

Al adentrarnos en uno de los distritos de la ciudad de Londres 2 y atravesar un laberinto de calles, llegaríamos a una casa de ladrillos erigida hace ya más de cien años, habitada por dos hermanos, William y Alice Adamson. Su padre y cabeza de la familia, Harold Adamson, había muerto de un infarto. Mientras tanto, su madre, Genoveva, era más joven que su difunto esposo, y puesto que aún conservaba su belleza, se volvió a casar luego de haber superado el tiempo de luto prescrito; su nuevo esposo fue Raymond Parker, quien era considerado como un hombre acaudalado.

Si bien William ya había cumplido treinta años, no había comenzado su propia familia. Se dedicaba a la enseñanza de mitología, historia antigua y los fundamentos de la arqueología en un instituto para mujeres en Londres, uno no exactamente prestigioso. No hace falta mencionar que su salario era modesto. Había ocasiones en las que se ocupaba escribiendo artículos sobre historia, arqueología y análisis de la mitología, los que eran publicados y contaban con buena recepción; sin embargo, esto era más por su pasión al conocimiento que por el dinero, ya que no dejaban demasiadas ganancias.

Cuando era un joven, William participó en una expedición arqueológica en Mesopotamia y Media, iniciada por el gobierno francés, encabezada por el famoso orientalista y diplomático francés Fulgence Fresnel3. La expedición duró tres años, consiguiendo recolectar una considerable cantidad de materiales valiosos, hasta que finalizó en 1854. Julius Oppert4 también formó parte en dicha expedición; él y William se volvieron amigos y mantenían su comunicación a través de cartas. Una vez terminada la expedición, Fresnel permaneció para siempre en Bagdad.

Luego de su regreso de la expedición, Julius fue reconocido como un ciudadano francés en honor de sus logros tanto en arqueología como en historia. Julius era de descendencia franco-alemana: francés de parte de su madre y alemán de parte de su padre. Por un largo tiempo, se dedicó a estudiar los materiales encontrados durante la expedición, especialmente algunas tablillas de arcilla con escritura cuneiforme. El fruto de su minucioso trabajo fue el concepto científico de «Idioma Sumerio» y un sólido escrito titulado «Expédition Scientifique en Mésopotamie». Lamentablemente, esta obra fue publicada después de la muerte de Fresnel. Luego de la excepcional publicación, Julius fue nombrado como profesor de filología y arqueología asiria en el prestigioso Collège de France. Pasado algún tiempo en Francia, comenzó a llamarse a sí mismo Jules.

Durante la expedición a Mesopotamia, William era todavía un joven, por lo que sus tareas consistían en ayudar a excavar y otras actividades misceláneas en el campamento; sin embargo, esa participación encendería un fuego en su alma para siempre. Fue a partir de ahí que fijó su determinación en convertirse en un científico y dedicarse al estudio de las culturas antiguas.

Aunque lastimosamente William no gozó del mismo éxito que Oppert, no dejó de consagrar gran parte de su tiempo al trabajo científico y a escribir artículos para diversas publicaciones académicas. También tenía acceso a catálogos que describían materiales extraídos durante la expedición, además de mantenerse en contacto con Oppert a través de correspondencia. William aprovechó la oportunidad para descifrar la escritura cuneiforme sumeria, la cual fue establecida por Julius Oppert y otros famosos orientalistas y fundadores de la asiriología5, como Henry Rawlinson y su estudiante, George Smith6. El resultado de sus años de esfuerzo fue la versión literaria de una serie de traducciones de las tablillas de arcilla encontradas en Mesopotamia y su posterior adaptación al inglés. William llamó su trabajo como «Mitos sumerios». Al estudiar las traducciones, llegó a la conclusión de que las deidades mesopotámicas, de manera similar a las deidades griegas y romanas, se entregaban a vicios humanos, tal y como atestiguaban antiguos escritos.

Luego de un arduo análisis de su propio trabajo, William propuso una suposición que varios intelectuales calificarían de atrevida: las deidades de la antigua Mesopotamia no eran solo un mito, sino criaturas de carne y hueso, posiblemente representantes de una civilización más avanzada provenientes de otra región; puede que incluso de otro mundo. Según uno de los mitos adaptados a su forma literaria por William, en tiempos antiguos, el templo dorado de Inanna, la diosa de la fertilidad, el amor y la cosecha, fue erigido al norte de la ciudad sumeria de Uruk7. Los vestigios de este imponente complejo fueron presuntamente descubiertos por William Kenneth Loftus, geólogo y arqueólogo británico, en 1849. Los antiguos sumerios llamaron este lugar «Eanna», y era un lugar sagrado, destinado a la adoración de la diosa Inanna.

Justo como William sugería en su suposición, el complejo fue destruido durante un desastre natural; aunque este supuesto no se manifestó de la nada: Oppert descifró un fragmento de una de las tablillas de arcilla que se había mantenido legible, la cual decía:

«Por siete días, la oscuridad cubrió los cielos, relámpagos azotaron el suelo, los ríos se desbordaron y la tierra se estremeció… Los templos de la diosa Inanna desaparecieron sin dejar rastro…»

Una duda surgió en William: ¿Había sido una inundación la encargada de destruir el templo de Inanna? Si bien no era imposible, diversos documentos históricos no tenían ningún registro sobre una inundación en este período de tiempo.

Una expedición de William K. Loftus sugirió que Uruk fue el primer asentamiento en Mesopotamia, lo que fue claramente comprobado por la imponente muralla que le rodea. Durante la investigación, fragmentos de pilares decorados con mosaicos y varias piezas de esculturas de antiguas deidades fueron descubiertas. Las excavaciones comenzaron en el sitio de reunión de los ancianos de la ciudad: el Templo Rojo, construido en su totalidad de ladrillos rojos, y el templo de la diosa Inanna. Llegó un momento en que los fondos para la expedición de Loftus se acabaron, por lo que el trabajo tuvo que detenerse lo más pronto posible.

Con el pasar de los últimos años, uno de los mayores sueños de William ha sido armar su propia expedición arqueológica e ir en busca de ese santuario de las leyendas. No obstante, un proyecto de esa magnitud requeriría de mucho dinero, y dinero no era algo que William tuviera; llevaba la humilde vida de un profesor de instituto. Había poco, por no decir nada, que hacer con respecto a este dilema: sin la financiación suficiente, el profesor de historia y mitología no podría hacer realidad su sueño.

Cabe mencionar que el aspirante a científico había intentado encontrar patrocinadores entre personas adineradas que estuvieran interesadas en la historia antigua y en la recuperación de artefactos. Desafortunadamente, sus esfuerzos se vieron truncados por el hecho de que nadie quería financiar una expedición con expectativas que se asemejaban más a una fantasía, a pesar de que la existencia de los complejos de templos y de la propia ciudad de Uruk ya habían sido demostrados por William Kenneth Loftus. Sin embargo, desde el día de dicha expedición, hace poco más de veinte años, nadie se había atrevido a acercarse a la ciudad; la mismísima idea de buscar el templo dorado de Inanna estaba rodeada de escepticismo, sobre todo en el mundo científico. Al ser William Adamson un simple profesor de un instituto apenas conocido, sus aspiraciones eran motivo de sarcasmo y sonrisas de compasión entre eruditos respetados y coleccionistas de antigüedades. Aun así, William rehusó a perder la esperanza y continuó con su misión de encontrar a alguien que financiara su expedición.

***

… Tras la muerte de su padre y de que su madre se volviese a casar, la familia que le quedaba a William era Alice, su hermana menor. Alice había cumplido veinticinco años hace poco, pero no tenía hijos ni estaba casada. Por una parte, ella se oponía a la opinión pública sobre que una mujer debe estar casada, manteniéndose firme en su decisión de no querer comenzar una familia. También se sumaba el hecho que no tenía ningún pretendiente; todo a causa de la mala reputación por la que era conocida.

Aproximadamente diez años antes, cuando Alice era muy joven, ella, William y sus padres fueron a visitar a una tía adinerada —Grace Adrian, prima de su padre— a su hacienda, cerca de un pequeño pueblo en Escocia. Un día, la joven salió a pasear y desapareció, por lo que sus padres y tía Grace alertaron a todo el pueblo y a la policía. Buscaron a la joven por todo el pueblo, registraron los edificios abandonados e incluso en el bosque, mas todo fue en vano. La policía solicitó los testimonios de los vecinos, de los padres de Alice, de William, de tía Grace y sus conocidos.

Se dio la casualidad de que un circo había estado en el pueblo hasta hace poco, al cual Alice había asistido a varias de las presentaciones, quedando maravillada con el espectáculo de los trapecistas, en especial con uno de los acróbatas más jóvenes. Casi todos estaban convencidos de que una joven de quince años pudo haberse dejado llevar por el entusiasmo, incapaz de resistir los encantos de un joven buen mozo. Al final, la policía decidió inclinarse por la teoría de que Alice se había enamorado y abandonado el pueblo junto con el grupo circense, con lo que explicaban su repentina desaparición. Se enviaron oficiales para que siguieran el camino por el que se había ido el circo. Para su sorpresa, cuando estos alcanzaron a los miembros del circo, ninguno parecía haber escuchado sobre la desaparición de Alice. Aun así, interrogaron al joven acróbata; sin embargo, él no tenía pista alguna para explicar la desaparición de la joven.

La policía nunca consiguió obtener información sobre la participación del acróbata en el escape de Alice Adamson, así que terminaron por sospechar que ella discutió con su amante y prefirió abandonar el circo. Eran conscientes de que los artistas circenses son unidos, con su convicción de «Todos para uno y uno para todos», y que esa era la razón por la que habían permanecido en silencio y fingieron no saber nada acerca de la huida de la joven. Los oficiales regresaron al pueblo y le comunicaron a la familia Adamson que su hija nunca fue encontrada, pero que existía la posibilidad de que regresara a casa dentro de poco.

Genoveva y Harold quedaron devastados ante la idea de nunca volver a ver su hija, pero se llevaron una gran y feliz sorpresa cuando, un par de días después, Alice apareció, justo como la policía había sugerido. No obstante, la observadora madre no pasó por alto que ahora Alice se veía, en cierto modo, diferente y con más confianza. La mujer se convenció de que la razón para dicho cambio era que su hija había tenido su primera intimidad con un hombre, por lo cual ella y tía Grace llamaron con celeridad a una doctora a la casa para que examinara a la joven. Para el contento de su madre y de su tía, Alice todavía mantenía su virginidad.

Pese a eso, Alice fue severamente amonestada por «escaparse con un acróbata», siendo prácticamente encerrada en casa como castigo. Por su parte, la joven fugitiva no paraba de asegurar que el lugar al que fue, había sido al mundo de las hadas8, donde pasó varios años; aunque en el mundo humano apenas hubiera sido cuestión de días. Como era de esperar, nadie creía la historia de Alice, más bien pensaban que había regresado porque el acróbata la abandonó.

Aun cuando el lamentable incidente sucedió en la lejana Escocia, varios rumores sobre la desaparición de la joven Alice Adamson llegaron a oídos de los habitantes de Londres. Es más, los periódicos estaban repletos de diferentes chismes, detalles obscenos y toda clase de invenciones. Un escritor con sed de fama llegó al punto en que escribió un «diario» que Alice supuestamente guardó consigo durante su estadía en el país de las hadas. Sus historias fueron un rotundo éxito, convirtiéndose en el furor de Londres, con cientos de personas esperando a que saliera la siguiente y contribuyendo a que la prensa amarilla entrara en auge. Con el dinero que ganó con sus invenciones, el escritor pasó de ser un don nadie a ser dueño de su propio negocio.

Mientras tanto, la reputación de la familia Adamson quedó gravemente dañada. Pasaron días en que se podían ver individuos sospechosos y miembros de la prensa amarilla merodeando por su casa. Hubo un momento en que la familia perdió la paz, y los padres consideraron en abandonar la vida en la capital para mudarse a otra ciudad; sin embargo, antes de poder marcharse, el Sr. Adamson tenía que vender su negocio, el cual estaba constituido de varias tiendas. Desgraciadamente, nadie ofrecía un precio decente por ellas, principalmente porque cualquier posible comprador había leído los numerosos artículos en los periódicos, por lo que intentaban comprar las propiedades por casi nada. Al no quedar de otra, la familia se quedó en Londres, sometida a humillaciones y habladurías durante mucho tiempo. Todo esto perjudicó enormemente la salud de los padres de William y Alice, especialmente la del Sr. Adamson.

La visita al mundo de las hadas no pasó sin pena ni gloria para Alice. Pasados unos años, cuando Alice se volvió oficialmente una adulta, desarrolló un especial interés en el esoterismo y comenzó a predecir el futuro. Tanto sus padres como su hermano pensaron que la razón de tal extraño comportamiento se debía a su desafortunado amor por aquel joven acróbata, un estilo de vida recluido y la falta de algún pretendiente.

Si bien las predicciones de Alice habían sido bastante acertadas en más de una ocasión, su familia se negaba obstinadamente a considerar que todo ello era más que simples coincidencias, en especial sus padres. Solo William pensaba, de vez en cuando: «¿Será verdad que mi hermana convivió con hadas? ¿Acaso ellas le dieron poderes sobrenaturales?». Empero William era materialista; aunque se dedicaba a la enseñanza de la mitología y había reflexionado sobre la esencia de la vida, estaba de acuerdo con sus padres, por lo que constantemente cuestionaba las habilidades de Alice.

Varios años después, su padre murió de un ataque al corazón; toda esta tragedia escocesa había deteriorado su salud. Genoveva heredó las tiendas de su ahora difunto marido y, una vez superado el luto prescrito, se volvió a casar; era feliz con su segundo marido, y se empeñó en olvidar el pasado y en mantener poco contacto con sus hijos, sobre todo con su hija. Así pues, el hogar quedó en manos de William y Alice.

Alice por fin era libre de los insistentes cuidados de su madre, por lo que se aventuró a emprender su afición. Como desde hacía varios años, de vez en cuando, había hecho predicciones correctas (sobre su familia y vecinos, y a veces sobre crímenes cometidos que leía en el periódico), la joven decidió dedicarse a la práctica como médium. Desde hacía mucho tiempo ya dominaba la clarividencia y la adivinación con las cartas del Tarot y la bola de cristal, sabía interpretar los sueños, además de realizar diferentes rituales mágicos (por ejemplo, para el amor, para la prosperidad personal y en los negocios). Lo más importante era que Alice conducía, con éxito, sesiones de espiritismo, las cuales habían aumentado en popularidad; sus admiradores estaban dispuestos a pagar cualquier cantidad de dinero con tal de poder comunicarse con los espíritus de sus familiares o personalidades fallecidas.

El deseo de comunicarse con espíritus y su práctica procede de tiempos antiguos. El auge del espiritismo se propagó por el mundo en 1848, luego de que surgiera la noticia de que dos hermanas estadounidenses, Catherine y Margaret Fox, supuestamente entraron en contacto con el espíritu de un vendedor ambulante que fue asesinado por los antiguos dueños de la casa en la que vivían9.

El espiritismo era un tema que preocupaba especialmente a Genoveva. En el pasado, luchó con todas sus fuerzas contra las «innovaciones» de su hija, prohibiéndole la lectura de literatura esotérica. Por otra parte, el espiritismo era cada vez más popular en Inglaterra; incluso aparecieron varias asociaciones de espiritistas que practicaban la canalización10, es decir, los médiums prestaban su cuerpo para la estancia temporal del espíritu de un difunto y servir de canal de conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Genoveva se consideraba una mujer cristina, y creía que los espiritistas y médiums no eran más que una estafa, o hasta producto de las fuerzas del mal.

A pesar de que Alice se vio privada de todo tipo de dinero, se las ingeniaba para conseguir literatura mágica de vez en cuando en la tienda indicada. A Genoveva le parecía un completo misterio la forma en que su hija conseguía dinero, por lo que decidió, contra su propia voluntad, rebajarse hasta el punto de atreverse a seguir a su hija cuando esta salía a pasear. Fue la opción que se le ocurrió, sobre todo porque Alice ya era una mujer adulta, así que no podía simplemente dejarla encerrada en casa.

Para su gran sorpresa, Genoveva vio cómo Alice cubría sus hombros con un chal colorido, se sentaba en una mesa plegable en una de las intersecciones concurridas (a escasas tres manzanas de la casa) y se ponía a leer el Tarot para todos. Misterio resuelto. Genoveva sintió el impulso de ir hasta su hija, tomarla de la mano y arrastrarla de vuelta a casa, pero se abstuvo de ello, eligiendo hablar con Alice cuando regresara. No obstante, sus palabras no tuvieron el efecto adecuado en su hija. Genoveva encontró un alivio indescriptible después de volverse a casar y abandonar aquella casa, jurándose a sí misma no volver a cruzar su puerta.

Ahora Alice era libre, y aprovechó su nueva libertad para reorganizar el estudio de su padre en el primer piso de la casa, para convertirlo en un espacio donde poder recibir visitas y realizar sesiones de espiritismo. Solo necesitaba encontrar clientes, y para ello publicó anuncios en periódicos de reputación cuestionable, concretamente en los que tenían una sección de «magos y psíquicos». Dentro de poco tenía una clientela regular, y sus servicios eran recomendados a menudo por sus clientes satisfechos.