Viale Foot Ball Club. Diez historias, cien años de pasión - Sonia Elizabeth Badaracco - E-Book

Viale Foot Ball Club. Diez historias, cien años de pasión E-Book

Sonia Elizabeth Badaracco

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Beschreibung

Cada relato de este libro es la punta del iceberg que emerge sobre miles de historias y anécdotas que anidan en la mente y el corazón de los vialeros. Sobre el colchón de la ficción se extienden testimonios escritos y orales recopilados con más emoción que rigor histórico, a los que se les irán sumando seguramente de manera interactiva los propios recuerdos de cada lector. Van a encontrar variadas historias que reflejan momentos de gloria y de caídas. Memorias de amigos y de adversarios. Semblanzas sobre el funcionamiento del club en las diferentes épocas. Para algunos serán conocidas y otros las descubrirán. Se enfrentarán con deportistas, dirigentes, hinchas y profesores que han hecho valiosos aportes para la construcción colectiva de este club del barrio La Loma de Viale desde su fundación. También aparecen en escena las diferentes posiciones, los debates, las pujas, las opiniones y las peleas típicas de las instituciones vivas alimentadas por gente pasional y diversa. Estas historias creadas desde un amor profundo y respetuoso de parte de la autora son en homenaje al centenario de Viale Foot Ball Club y a su gente.

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Seitenzahl: 146

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Producción editorial Tinta Libre Ediciones

Coordinación editorial Gastón Barrionuevo

Diseño de interior Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones

Diseño de tapa Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones

Badaracco, Sonia Elizabeth

Viale foot ball club : diez historias, cien años de pasión / Sonia Elizabeth Badaracco. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2025.168 p. ; 21 x 15 cm.

ISBN 978-631-306-642-1

1. Relatos. 2. Clubes Deportivos. I. Título.CDD A860

Prohibida su reproducción, almacenamiento y distribución por cualquier medio, total o parcial, sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor. Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidad de/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2025. Badaracco, Sonia Elizabeth© 2025. Tinta Libre Ediciones

—¿Cómo se hace un club de nuevo?—… Habría que averiguarlo…Diálogo entre Amadeo y Román en la película Luna de Avellaneda
Dedico este libro a las personas que en cien años han sido parte del club.A los que con amor, lealtad y honradez han dignificado su nombre.A los que apasionadamente han defendido sus colores.A los que día a día disfrutan del juego y los amigos del club.A quienes han compartido conmigo las alegrías y sinsabores del dirigente deportivo.A los hombres y mujeres del mañana que tendrán la oportunidad de seguir haciendo historia.A mi familia.Y desde el fondo de mi alma te dedico este libro, querido Viale Foot Ball Club.

Índice

Prefacio Pág. 13

Prólogo Pág. 17

Los visionarios de 1925 Pág. 19

Entre tangos y recuerdos Pág. 31

Viale, mi buen amigo… Pág. 55

Al clásico no falta nadie Pág. 77

Historias sobre el piso… Pág. 89

Es un sueño Pág. 103

Visita guiada Pág. 111

Mujeres de sangre azul Pág. 127

Venite para la fiesta Pág. 133

El primo del Principito Pág. 147

Agradecimientos Pág. 163

Viale Foot Ball Club

Diez historias, cien años de pasión

Sonia Elizabeth Badaracco

Prefacio

No es este un libro de historia. Carece del rigor histórico y de la objetividad necesarios.

Los lectores se van a encontrar con relatos, cuentos, narraciones ficticias que incorporan datos, hechos y personas reales, atravesados por mi particular mirada sobre el club, su gente y su historia. Y casi todos están reseñados por datos que consideré significativos para destacar.

Obtuve mucha información de los viejos libros de actas. De allí surgen los datos que permiten recrear la fundación y el crecimiento de las primeras décadas, pero, además, reflejan, y eso es lo más interesante, las características de cada época y los cambios socioculturales y económicos que van influenciando el andar del club desde 1925. Además me nutrí de las anécdotas, datos y estadísticas de vialeros de buena memoria, y también de libros de historia de escritores vialenses.

En los diez capítulos que componen este libro intenté abarcar pasado, presente y futuro. Hechos y deseos, acuerdos y disensos, reflejados en historias centradas en momentos de alta significatividad personal, como es el caso de “Entre tangos y recuerdos” y “Al clásico no falta nadie”, relatados en primera persona. O, también, en momentos de importancia institucional que han marcado la vida de la gente del club, como son la fundación, los encuentros deportivos y los partidos de fútbol, especialmente. El desarrollo edilicio, social y cultural, el partido contra San Lorenzo de Almagro, la Fiesta Nacional del Asado con Cuero, la participación de las mujeres en la vida institucional, también están recogidos en estas páginas. Cierra el libro, en el último capítulo, un cuento infantil que dedico a mis hijos Ramiro y Pilar. Ellos debieron compartir a su madre con el club durante toda la vida.

Seguramente faltarán muchas cosas, el camino es demasiado extenso: personas importantes, vivencias, miradas… Pero lo que no está en este libro, sin dudas, está en el club, y en el recuerdo y la subjetividad de cada una de las personas que lo conforman.

En lo personal, atreverme a escribir este libro conjuga por un lado un desafío íntimo, el de jugar a ser escritora, y por otro, el hecho de que se cumple el centenario de Viale Foot Ball Club, el club de mis amores. Espero poder honrarlo a través de las letras.

La popular canción de la hinchada dice “Señores, yo soy de Viale desde la cuna…”; debo decir que me siento abarcada por esas palabras. Soy esencialmente de Viale, por influencia genética y social. Lo soy desde antes de ser consciente de serlo y desde que adopté al club como patio de mi casa, lo soy porque compartí y comparto al club con mi familia y mis amigos. Y lo soy en diferentes facetas: deportista, socia, hincha y dirigente, ocupando la presidencia de la institución desde marzo de 2018 a mayo de 2022.

Ser dirigente del club fue para mí una obligación, un deber para con mi familia y la sociedad. Un legado. Sergio Fálico me dijo, con afecto, una vez: “Ya cumpliste, soltá el mandato familiar, porque el club te da pero también te quita”. Le reconozco la razón, pero hay cosas que no se pueden evitar y acepté las consecuencias.

Para terminar, y siendo fiel a mí misma, no quiero dejar de expresar que me preocupa el presente y el futuro del club, porque es fácilmente advertible que las voluntades son cada vez menos, que la palabra pertenencia se está olvidando, que el bien común parece ser siempre responsabilidad del otro y que el individualismo y el tiempo invertido en pantallas están privando a nuestros niños y jóvenes de convertirse en adultos comprometidos con su calidad de vida. Estamos a tiempo de despertar, detenernos por fuera de la vorágine diaria, mirar hacia atrás. ¡Son cien años de historia y vida! Y podemos reubicar al club, a este y a todos los clubes de barrio, en el lugar de importancia que ocupan en la sociedad. Son muchas las generaciones que están en deuda con el club, y hay que hacerse cargo.

Les agradezco que recorran estas páginas llenas de amor y agradecimiento a Viale Foot Ball Club y a su gente.

Sonia Badaracco

Prólogo

Por Roberto Romani

He leído con mucho placer las páginas de este libro, donde se sintetizan capítulos trascendentes de la historia de un club que ha gravitado hondamente desde 1925 en el departamento Paraná.

Sonia Badaracco, como deportista, socia y dirigente del Viale Foot Ball Club, ha escrito con inteligencia y amor sobre todos los aspectos ligados al nacimiento y desarrollo de esta querida institución, que ha dejado una huella indeleble en el plano social, cultural y deportivo de la región.

Los relatos, cuentos y narraciones abarcan desde aquellas conversaciones amistosas en la pulpería de Pérez hasta los avances más recientes, pasando por el protagonismo de varias generaciones que han llevado adelante los sueños de los fundadores. No faltan las imágenes típicas y sencillas del pago chico, la inserción de las mujeres y el viaje a Formosa para enfrentar a San Lorenzo de Almagro por la Copa Argentina. Tampoco la alternativa de la Fiesta Nacional del Asado con Cuero, convertida en uno de los principales atractivos del calendario turístico cultural de la provincia de Entre Ríos.

Al aproximarse la jubilosa celebración de su centenario, el Viale Foot Ball Club merecía que una de sus hijas dilectas redactara con gracia y emoción todas las vivencias pueblerinas que dieron vida y feliz continuidad a este verdadero sueño de nuestros mayores.

¡Felicitaciones, querida Sonia! Disfrutá con tu gente por este bello y luminoso logro. Acorto las distancias con este abrazo, mientras creo escuchar en la tarde de todos los domingos el grito que define la pasión: “Señores, yo soy de Viale, desde la cuna”.

Capítulo I

Los visionarios de 1925

Caminante no hay camino, se hace camino al andar…

Principios de 1925. Pulpería de la familia de don Pedro Pérez, antes de Aguirre y originalmente de Urrutia, construida en paralelo a los ramales del tren, mezcla de fonda, bar y almacén de ramos generales que albergara en los albores del pueblo la primera oficina postal. La doña despacha hilos y agujas a una vecina, mientras van tomando asiento, luego del infaltable y formal saludo, cuatro conocidos vecinos de la Estación Viale. Predominan las camisas blancas; llevan corbatín, pantalones de lanilla pinzados, bolsudos, ceñidos con cintos de cuero a sus cinturas, zapatos no tan nuevos pero lustrosos, sacos de solapa angosta prolijamente abotonados. Los cabellos, peinados con gomina sin excepción, costumbre revelada tras colgar boinas y sombreros en el perchero junto a la puerta.

Están por ordenar el pedido cuando entra corriendo un gurisito de pantalones cortos y tiradores, boina hasta los ojos, medias bajas de elásticos vencidos y zapatos acordonados de punta gastada. El tintineo delata las canicas en los bolsillos: “Doña, pregunta mi mamá si llegó el azúcar y la harina”. Doña Marta, que no debe pasar los treinta y cinco, levanta sonriente la vista de los hilos y contesta: “Hola, Vitorio, decile a la mamá que el azúcar llega mañana en el tren desde Tucumán, y la harina de Kocherengo la descargan esta misma tarde”. El niño grita un agradecimiento, saluda con una payasesca reverencia a los señores y sale con la velocidad con la que entró. La urgencia es porque afuera lo espera la pandilla con la pelota de cuero cocida, quizás la única en todo el caserío y de las que solo se cabecean con boina, si se quiere evitar el tajo. Quedan pocas horas de luz del día para completar el picadito, interrumpido por el mandado materno al que jamás se dice que no.

—Ahí los tienen —dice don Leandro escuchando el alegre barullo de los jugadores—. ¡Hay que hacerles un club! –La frase captó de inmediato la atención de los hombres.

—Desde que don Victorino y doña Julia donaron sus tierras, este poblado viene dando muestras de crecimiento y progreso. Tenemos tren, acopio de cereales, la escuela sesenta Martín Miguel de Güemes, el asilo Centenario, prósperos colonos que trabajan la tierra, florecientes comercios, molinos harineros, una iglesia evangélica, la reconstruida capilla luterana… Estamos prontos a ver terminada la Iglesia Santa Ana y ya contamos con la usina de luz. Todo indica que Viale va en camino a crecer, gracias a un pueblo honrado, agradecido y trabajador. Por lo tanto, es un pueblo que necesita de un club.

Don Pedro acerca las copas a la mesa y arrima una silla, interesado por el tema de conversación de sus paisanos.

—Con su permiso, señores, me gusta lo que escucho…

—Siéntese, Pedro. —Y retoma la conversación.

—Lo que dice es correcto, Leandro —interviene Florencio—. Las grandes ciudades los tienen, en Buenos Aires están River, Boca, San Lorenzo, Vélez y tantos más; en Santa Fe, Colón y Unión; Rosario Central en la cuna de la bandera, Talleres en Córdoba; acá cerca, en Paraná, tomemos como ejemplo al Club Atlético y a Patronato… ¡Sí, señores! —se anima—. Hay que mirar lejos, y ¡andando se llega, caramba! Manuel, está usted muy callado…

—Los escucho atentamente, amigos, y debo decir que me entusiasman sus palabras: un club que fomente el sentimiento de solidaridad social y propenda al cultivo de todos los sanos deportes que las circunstancias y el medio permitan. Nada más que agregar, tenemos que hacerlo, compartir esta idea con los demás vecinos y ¡a trabajar!

—¡Qué equipo vamos a armar! —dice Jaime—. En la canchita el domingo después del fútbol les comentamos al resto.

—Y si Dios nos ayuda —agrega Leandro—, los niños que acaban de salir a jugar serán todos del club de Viale.

***

9 de abril 1925. Pedro Pérez se dirige a la puerta con el paso ansioso de quien espera a los mensajeros de las buenas nuevas. Abre la puerta sin llave, algo propio de un poblado confiado, tranquilo, en donde todos se conocen y saludan afable y respetuosamente.

—Buenas tardes, pasen, por favor —saluda mientras estrecha manos y palmea espaldas—. ¿Contamos con apoyo?

Manuel Britos retira la pesada silla del comedor diario de la casa ubicada frente a las vías del ferrocarril, extrae del bolsillo de su saco gris plomo una hoja de papel y lee para el resto:

—Señores, han confirmado su presencia mañana Juan Vitor, Leonardo Romero, Juan Pratti, Ramón Butelo, José Pérez, Lorenzo Rodríguez, Roberto Ferreyra, Luis Foletto y Justo Chiecher. ¿Cómo les ha ido a ustedes?

Jaime Forteza, sentado enfrente, sonríe confiado en el éxito de su misión.

—Mejor imposible, amigos. Andrés Salas, Primo Vergara, Ismael Garat, Julio Schepen, Ladislao Esquivel, Camilo Gómez, Ricardo Ramírez y Feliciano Resnisky ¡se suman a la partida!

Leandro Cecotti, que aún no toma asiento y mientras hace girar la hoja que trae en sus manos, se ve eufórico con los avances del plan.

—¡Muchachos, vamos muy bien! Apoyan y acompañan Nicolás y Clementino Rosenbrok, Francisco Martínez, José y Nicolás Bonetti, Álvaro Torrilla, Antonio Portaluppi, Jacobo y Cayetano Israelson, Albano Lagos, Simón Vinocur, Luis Feiguin y, Dios mediante, si no tiene una urgencia el Dr. Castilla Mira ¡viene también! Falta Florencio, ¿qué le habrá pasado? —Como si hubiesen invocado al último mensajero, escuchan fuertes golpes a la puerta. Pedro, presuroso, va a abrir.

—¡Seguro es él! El amigo Chanes nunca falla. Adelante, lo estábamos esperando, cuente ya qué ha conseguido.

Don Florencio Chanes, el último de los mosqueteros, saluda alegre a sus amigos y sentándose a la cabecera, saca una lista del bolsillo de su pantalón, desarruga el papel y lee:

—Gerónimo Ramírez, José Schepens, Julio Pérlestein, Juan Bovier, Victorio Cargnel, Manuel Carabajal, Benito Portella, Luis Chanes, Manuel Aguiar, Paulino Macarrein, Samuel Failen, Carlos Torlaschi, José Araky, Luis Paniza y José Aguiar, todos ellos se comprometieron a arreglar sus ocupaciones y venir mañana a la gran reunión. Me han hecho caminar, amigos, pero contamos con nuestra gente, ¡tendremos club en Viale!

—Señores, el presidente Torcuato de Alvear me ha enviado una misiva donde se disculpa por no poder concurrir por compromisos contraídos con anterioridad —dijo don Pedro, y todos estallaron en risas.

—Deje que se ocupe de sus cosas, que de las importantes nos ocupamos nosotros — agrega jocosamente Jaime mientras se encaminan a la salida.

***

10 de abril, diez horas. En el comedor, la pequeña sala y aun en la cocina de la familia Pérez se acomodan puntualmente, como es la usanza, los cincuenta hombres comprometidos con un proyecto. En épocas en que la palabra tenía valor de documento, quien se apuntó cumplió. Los cincuenta hombres que parieron a Viale Foot Ball Club.

Mediante elección cargo a cargo, a mano alzada y rubricando cada uno con aplausos, se conformó la primera Comisión Directiva. Presidente, Manuel Britos; vicepresidente, Jaime Forteza; secretario, Lorenzo Rodríguez; prosecretario, Florencio Chanes; tesorero, Feliciano Resnizky; protesorero, Nicolás Rosembrok. Vocales: primero, Ismael Garat; segundo, Leandro Cecotti; tercero, Pedro P. Pérez; cuarto, Alberto Ferreyra; y síndico, Francisco Martínez.

El camino empieza a ser andado…

***

Cincuenta y dos días después, Pedro Pérez vuelve a abrir las puertas de su casa, de tamaño equivalente a su generosidad. Esta vez, el motivo de la reunión a la que acudieron cincuenta y una personas fue la consideración y aprobación de los estatutos que habían redactado en una comisión creada para ello.

—¡Señores! —habla con autoridad el flamante presidente, Manuel Britos—, les pido que escuchen con atención los considerandos que redactarán los miembros de la Comisión de Estatutos. Al finalizar su lectura se abrirá el debate para corregir, enmendar o aprobar. Recuerden ustedes que es sumamente importante contar con los estatutos de la institución, con el objeto de que pueda regirse con un reglamento interno que normalice el proceder de los que actúen en su seno.

La sola moción arrancó aplausos entre los concurrentes, ansiosos por dar marco reglamentario a su club.

El estatuto leído por el secretario de Comisión Directiva, señor Lorenzo Rodríguez, incluía nombre, propósitos, organización, deberes y derechos del presidente, del secretario, del tesorero, de los vocales, del síndico y del intendente de cancha, además de deberes y derechos de los socios, de las asambleas, de las comisiones especiales, de los teams, de los capitanes, de los jugadores y disposiciones generales. Durante treinta y cinco minutos de lectura parsimoniosa, solo interrumpida por alguna tos o carraspeo producto del frío de junio y los nervios del momento, atenta y concienzudamente los asambleístas fueron apropiándose de la información para la que tantas horas habían trabajado los hombres elegidos por su capacidad y experiencia para hacerlo.

Don Leandro Cecotti, presuroso, pide la aprobación de la asamblea:

—Considero que son aptos para regir los actos de los asociados.

Cuando los “¡Viva!” amagaban a salir de las gargantas ansiosas, pide la palabra don Feliciano Resnisky; boina en mano levantada, se dirige a sus compañeros:

—Estimados miembros de comisión, observo que se ha omitido inscribir los distintivos de la institución, y es mi parecer, que espero compartan, que debería poseerlos en forma definitiva para que las delegaciones deportivas y sociales del club enarbolen siempre un mismo color. —Tragados los “¡Viva!”, comienza un murmullo generalizado con gestos de asentimiento.

—Caballeros —dice el presidente, en su función de moderador de la asamblea—, pongo a consideración la moción del amigo Feliciano. ¿Se aprueba?

De manera unánime los brazos se alzan con la dificultad del lugar chico y la urgencia del voto.

—Permítame, señor presidente —se escucha la voz del anfitrión asomado desde los límites entre la sala y la cocina.

—Es suya la palabra, Pedro —contesta Britos.

—Voy a proponer como colores distintivos de la institución el azul y el blanco, y que sean estos los que de aquí a la eternidad portemos con orgullo y nobleza los miembros de este club. —Y ahora sí se liberan los “¡Viva!” y estallan los aplausos de un puñado de hombres con caras de futuro.