100 preguntas sobre Dios: Manual de apologética práctica para el siglo XXI - Antonio Cruz Suárez - E-Book

100 preguntas sobre Dios: Manual de apologética práctica para el siglo XXI E-Book

Antonio Cruz Suárez

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Antonio Cruz y Juan Valdés, principales apologistas de habla hispana, han unido conocimiento, esfuerzo y experiencia ministerial y profesional para responder las 100 preguntas más fundamentales y populares sobre Dios. Con una amplia selección de temas sobre la teología, la religión, la filosofía, la ciencia y la bioética, todos respondidos desde principios bíblicos fundamentales, encontrarás un estudio exhaustivo y convincente sobre uno de los temas más importantes de la vida del cristiano de hoy: la apologética. En 100 preguntas sobre Dios, los autores demuestran convincentemente que las verdades bíblicas son definitivas, mostrando que diversas disciplinas de la ciencia y del pensamiento humano confirman la veracidad de un ser divino y absoluto, tal como afirma la Biblia. Este libro, un compendio de las principales inquietudes que plantea el mundo moderno al cristianismo contemporáneo, incluye: Un conveniente índice temático Un listado de referencias Un catálogo onomástico de nombres propios Extensas reseñas bibliográficas Conclusiones evangelísticas para cada pregunta

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100

PREGUNTAS

SOBRE DIOS

MANUAL DE APOLOGÉTICA PRÁCTICA

PARA EL SIGLO XXI

ANTONIO CRUZ y JUAN VALDÉS

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 Viladecavalls

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

© 2023 por Antonio Cruz Suárez y Juan Valdés

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».

© 2023 por Editorial CLIE. Todos los derechos reservados.

100 PREGUNTAS SOBRE DIOS

ISBN: 978-84-19055-56-9

eISBN: 978-84-19055-57-6

Teología cristiana - Apologética

Acerca de los autores

Antonio Cruz Suárez nació en Úbeda, Jaén, España. Se licenció y doctoró en Ciencias Biológicas por la Universidad de Barcelona. Es Doctor en Ministerio por la “Theological University of America” de Cedar Rapids (Iowa, Estados Unidos). Ha sido Catedrático de Bachillerato en Ciencias Naturales y jefe del Seminario de Experimentales en varios centros docentes españoles de secundaria, durante una treintena de años. Ha recibido reconocimientos de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras; Universidad Autónoma de Yucatán (México); Universidad Mariano Gálvez de Guatemala; Universidad Nacional de Trujillo (Perú); Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima (Perú); Universidad Católica de Asunción (Facultad de Ciencias de la Salud de Asunción y Facultad de Ciencias Químicas, Campus Guairá, Paraguay) y Universidad San Carlos de Guatemala. Ganó durante dos años consecutivos (2004 y 2005) el “Gold Medallion Book Award” de la “Evangelical Christian Publishers Association” de los Estados Unidos, al mejor libro del año en español. Fue honrado con la Medalla del “Consell Evangèlic de Catalunya” correspondiente al año 2019. Es presidente fundador de la Sociedad de Apologistas Latinos (SAL) con sede en los Estados Unidos y profesor de apologética en la Facultad Internacional de Teología IBSTE de Castelldefels (Barcelona). Ha publicado una veintena de libros, más de mil artículos de carácter apologético en la web www.protestantedigital.es e impartido seminarios, conferencias y predicaciones en centenares de iglesias, universidades e instituciones religiosas de España, Canadá, Estados Unidos y toda Latinoamérica.

El Dr. Juan Valdés ha trabajado arduamente en el campo de la educación y especialmente con la juventud durante los últimos 30 años, con especialidades en filosofía, apologética y teología. El Dr. Valdés ha desarrollado estudios posgrado en Trinity Evangelical Divinity School, tiene Maestrías de Liberty Baptist Theological Seminary y de Logos Graduate School además de un Doctorado en Apologética de Southern Evangelical Seminary. El Dr. Valdés ha dedicado la mayor parte de su carrera académica al área de Apologética. Además, enseña Teología, Biblia, Filosofía y Apologética a nivel universitario tanto en inglés como en español. El Dr. Juan Valdés es un reconocido conferencista internacional, y comparte regularmente en seminarios, convenciones, conferencias de pastores, eventos de jóvenes, campamentos, conferencias de apologética, además de eventos en iglesias locales. Actualmente es uno de los directores de la Sociedad de Apologistas Latinos y Conferencista con el ministerio Reasons for Hope en los Estados Unidos.

Índice

Introducción

TEOLOGÍA

1.¿Quién creó a Dios?

2.¿Hizo Dios el mal?

3.¿Cómo puede Dios ser eterno?

4.¿Es Dios infinito?

5.¿Es el Dios de la Biblia un dios tapagujeros o de las brechas?

6.Si Dios es uno, ¿cómo puede ser a la vez trino?

7.¿El Espíritu Santo es también Dios?

8.¿El Dios del Antiguo Testamento es igual al Dios del Nuevo Testamento?

9.¿Dijo Jesús en algún momento ser Dios?

10.¿Cómo puede Jesús ser Dios y hombre a la vez?

11.Si Jesús es Dios, ¿entonces murió Dios en la cruz?

12.¿Estuvo el mundo sin Dios durante tres días?

13.Si Jesús es Dios, ¿a quién le oraba?

14.Si Jesús es Dios, ¿por qué hay cosas que él desconocía?

15.Si Jesús es el Dios eterno, ¿por qué no se menciona en el A.T.?

16.¿Es cierto que Jesús comenzó a ser Dios en el momento de su bautismo?

17.Si Dios es perfecto, ¿por qué dice la Biblia que es celoso?

18.Si Dios es bueno, ¿por qué mandó matar a tantos inocentes en el A.T.?

19.Si Dios es bueno, ¿por qué castigará con el infierno?

20.Si Dios es bueno, ¿por qué destruyó su propia creación con un diluvio?

21.Si Dios es inmutable, ¿por qué dice la Biblia que Dios se arrepintió de haber creado al hombre?

22.Si Dios es omnipotente, ¿podría crear una piedra tan grande y pesada que él mismo no fuera capaz de levantar?

23.Si Dios es omnipotente, ¿por qué no destruye el mal?

24.Si Dios es bueno y escucha las oraciones, ¿por qué no sana a todos los enfermos que se lo piden?

25.¿Cómo sabemos que Dios escucha las oraciones?

26.Si Dios sabe lo que necesitamos, ¿por qué tenemos que pedírselo?

27.¿Es Dios el autor de la Biblia?

28.¿No existen otros libros religiosos que también son inspirados por Dios, aunque no se encuentren en la Biblia?

29.¿Cómo se ha revelado Dios al hombre?

30.¿Puede la naturaleza enseñarnos algo acerca de Dios?

31.Si Dios inspiró la Biblia, ¿por qué contiene errores y contradicciones?

32.Si Dios es omnisciente, ¿por qué puso el árbol del bien y del mal en el jardín?

33.Si Dios es omnisciente, ¿por qué creó un mundo donde hay tanta maldad y sufrimiento?

34.¿Está Dios enfrascado en una batalla cósmica con Satanás para controlar al mundo?

35.¿Es María la madre de Dios?

36.Si Jesús tuvo hermanos, ¿por qué no eran ellos también divinos?

37.¿Qué quiere decir que Dios es “santo”?

38.¿Qué es la providencia de Dios?

39.Si Dios es espíritu, ¿era también Jesús solo un espíritu?

40.Si Dios es espíritu, ¿por qué se refiere la Biblia a los ojos de Dios, sus oídos, sus manos, su dedo, etc.?

RELIGIONES

41.¿Cómo sabemos que el Dios de la Biblia es el verdadero Dios?

42.¿Es cierto que Dios creó el universo y la vida, pero no interviene en los asuntos humanos, tal como propone el deísmo y que es como un relojero que le dio cuerda al reloj del cosmos para que este funcione por sí mismo?

43.¿Dios y Alá son el mismo ser divino?

44.¿Dios y Brahman son la misma divinidad?

45.¿Por qué no creer en muchos dioses, tal como propone el politeísmo?

46.¿No es Dios y la naturaleza la misma cosa, tal como afirma el panteísmo?

47.¿Se inspira la Biblia en otras religiones?

FILOSOFÍA

48.Si Dios es transcendente, ¿cómo es que pretendemos conocerle?

49.Si nosotros somos hijos de Dios, ¿no somos también dioses?

50.¿No es Dios una especie de muleta emocional como argumentaba Sigmund Freud?

51.¿Es la fe en Dios “opio del pueblo” como decía Karl Marx?

52.¿Tenía razón Spinoza al decir que Dios es la naturaleza?

53.¿Tenía razón Martín Lutero al afirmar que el dios de los filósofos no era el Dios verdadero?

54.¿Es la apuesta de Blas Pascal un buen argumento para creer en Dios?

55.¿Tenía razón William Paley al comparar a Dios con un relojero?

56.¿Estaba en lo cierto Ludwig Feuerbach al decir que Dios es un invento humano?

57.¿Acertó Friedrich Nietzsche al anunciar la muerte de Dios?

58.¿Pueden las personas ser buenas sin Dios?

CIENCIA

59.¿La fe en Dios impide el avance de la ciencia?

60.¿La ciencia moderna contradice a Dios?

61.¿Se opone a Dios la ‘Nueva física’?

62.¿Es contraria la termodinámica a la creación divina?

63.¿Existió siempre el universo o fue creado por Dios?

64.¿Qué evidencias hay de que el Dios de la Biblia sea el creador del universo?

65.Si Dios es el creador del mundo, ¿por qué hay tanta evidencia en favor de la evolución?

66.Si Dios creó mediante evolución, ¿por qué hay tantas pruebas en contra?

67.¿Hizo Dios al ser humano un 98% chimpancé?

68.¿Es contraria la ingeniería genética a la voluntad de Dios?

69.¿Reveló Dios verdades científicas en el Antiguo Testamento?

70.¿Contiene la Biblia información médica?

71.¿La conciencia humana surgió por evolución o por creación divina?

72.¿El argumento cosmológico demuestra a Dios?

73.¿La antigüedad del universo que propone la ciencia constituye una evidencia de que la Biblia es falsa?

74.¿Es la arqueología enemiga de la revelación escritural?

75.El argumento del Diseño inteligente, ¿confirma a Dios?

76.¿Puede la ciencia explicar la resurrección de Jesús?

77.¿Es Dios el origen de la información?

78.¿Podrán tener conciencia las computadoras y llegar a ser también imagen de Dios?

79.¿El descubrimiento de vida extraterrestre inteligente desacreditaría el plan de Dios?

80.¿Por qué creó Dios un cosmos tan grande si solo necesitaba un pequeño planeta como la Tierra?

BIOÉTICA

81.¿Odia Dios a los homosexuales?

82.¿Discrimina Dios a las mujeres?

83.¿Aprueba Dios la esclavitud?

84.¿Es Dios el mayor abortista?

85.¿Justifica Dios el racismo?

86.¿Apoya la Escritura el maltrato animal?

87.¿Quiere Dios la eutanasia?

88.¿Le agrada a Dios la clonación humana?

89.¿Se opone Dios a la maternidad de alquiler?

90.¿Escribió Dios la ley moral en la conciencia humana?

91.¿Es compatible la soberanía divina con la libertad humana?

92.¿Es culpable la Biblia de la degradación del medio ambiente?

CONCLUSIÓN

93.¿Qué evidencias hay de que Dios existe?

94.Si Dios es tan buen diseñador, ¿por qué creó virus, bacterias, hongos y otros organismos dañinos?

95.¿Quiere Dios la apologética?

96.¿Le preocupa a Dios lo que me está pasando?

97.¿Hay vida después de la muerte?

98.¿Cómo sabemos que Dios nos ama?

99.¿Cómo podemos comunicarnos con Dios?

100.¿Cómo establecer una relación personal con Dios?

Índice temático

Índice onomástico

Bibliografía

Introducción

La palabra apologética, que procede del sustantivo griego apologia (defensa verbal) y del verbo apologeomai (defenderse), la utilizaban sobre todo los filósofos griegos de la antigüedad y los juristas para referirse a la defensa que ellos hacían de sus puntos de vista. Cuando los cristianos eran encarcelados a causa de su fe, la apología era también la defensa de su causa en el proceso judicial. A veces, como se evidencia en los escritos del apóstol Pablo, esta defensa se convertía en una posibilidad para dar testimonio público de su fe y proclamar el evangelio de Jesucristo: Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros (Hch 22:1).

En el Nuevo Testamento, el concepto de “defensa” (apología) aparece en unas 18 ocasiones. El apóstol Pedro se refiere a “presentar defensa con mansedumbre y reverencia” (1 P 3:15). Pablo habla de “derribar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios” (2 Cor 10:5). Judas dice que debemos “contender ardientemente por la fe una vez dada a los santos” (Jd 3). En general, los cristianos primitivos defendían su mensaje frente a los ataques externos del paganismo o del ateísmo y también frente a los internos como las herejías y desviaciones de la doctrina bíblica que surgían en el seno de las iglesias. En los siglos XVIII y XIX, dos teólogos alemanes, Jacob Planck (1794) y Friedrich Schleiermacher (1811) le dieron a la apologética el rango de ciencia teológica y posteriormente en España, la Real Academia de la Lengua Española la reconoció como tal. Actualmente la apologética se considera una ciencia que expone las pruebas y fundamentos de la verdad de la religión cristiana. Pero, desde luego, no se trata de una ciencia empírica o demostrable como la biología o la física, sino más bien de una disciplina relacionada con el misterio que rodea todo lo divino.

La apologética es inseparable del mensaje cristiano. La Biblia dice que por causa de la Caída este mundo vino a ser parte del reino del maligno, por tanto, es lógico que en él, el mensaje divino tenga que mantenerse constantemente a la defensiva. La apologética aflora por toda la Escritura. El mensaje de los profetas tenía carácter apologético. Apologética hizo Juan el Bautista. Apologéticos fueron los planteamientos de Jesús ante los escribas y fariseos. En fin, los escritos del N.T., tanto los Evangelios como las Epístolas, tienen un carácter netamente apologético. Sin embargo, el apologeta no debería olvidar que las palabras, las ideas y las explicaciones son pobres intentos de justificar algo que no tiene cabida en categorías racionales. La fe será siempre algo imprescindible para acercarse a Dios.

A diferencia de lo que sucede con la doctrina, la apologética no es algo definitivo y permanente sino que evoluciona a lo largo del tiempo. Cambia según las épocas, puesto que los ataques a la fe presentan características distintas. Hoy, la apologética pretende responder a las objeciones intelectuales de carácter científico o filosófico que plantean aquellos que no son creyentes y que dudan o dificultan el desarrollo de la fe cristiana. De ahí que el presente trabajo se haya diseñado pensando sobre todo en cien cuestiones puntuales que tienen que ver no solo con la teología cristiana sino también con otras religiones, así como con la filosofía, la ciencia y la bioética contemporáneas. Se trata de preguntas, muchas de las cuales son habituales en los coloquios que los autores vienen realizando desde hace bastantes años en sus conferencias. Las imágenes que aparecen en cada pregunta son fotografías de Antonio Cruz. El libro se ha dividido en seis secciones: teología, religiones, filosofía, ciencia, bioética y una conclusión evangelística. Cada uno de los dos autores ha escrito 50 preguntas que se reparten en estas seis secciones.

La presente obra es pues una síntesis de respuestas apologéticas, hechas desde la fe cristiana, a las principales inquietudes que se dan en la actualidad acerca de la existencia de Dios y de otros muchos temas colaterales. Es el deseo de sus autores que este libro pueda servir como herramienta apologética en la extensión del reino de Dios.

Terrassa, Barcelona, España, julio de 2022

ANTONIO CRUZ

Dr. en Ciencias Biológicas por la Universidad de Barcelona

Dr. en Teología por la Theological University of America deCedar Rapids (Iowa)

Miami, Estados Unidos, julio de 2022

JUAN VALDÉS

Apologista graduado del Southern Evangelical Seminary (SES).

Ejerce su ministerio, tanto en español como en inglés, en los EE. UU.,Latinoamérica y Asia.

Teología

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¿Quién creó a Dios?

A. Cruz

“Abuelo, ¿quién hizo a Dios?”, me preguntó de repente mi nieto Bruno de cinco años. Por supuesto, no era la primera vez que algún nieto me hacía esa misma pregunta. “Nadie”, le respondí. “¿Nadie?”, me replicó, a la vez que seguía inquiriéndome con la inocente mirada de sus grandes ojos. ¿Por qué será que, en ocasiones, las mejores cuestiones las suscitan los niños pequeños?

“A Dios no le creó nadie porque siempre existió”, proseguí con mi respuesta. Aunque no estaba muy seguro que la mente de un niño de cinco años estuviera preparada para entender el concepto de la eternidad de Dios, no obstante, continué con mis reflexiones. “Mira, Bruno, todas las cosas que tienen un principio –como todos los seres de este mundo– necesitan algo o a alguien que las haya hecho o que sea la causa de ellas. Pero como Dios no tuvo ningún principio, no necesita ser creado. Por tanto, nadie creó a Dios”. “¡Ah, vale, ya lo entiendo!”, me dijo y se marchó corriendo para seguir jugando a la pelota con su hermana Zoe.

Si existe un Dios que no tiene principio –tal como dice la Biblia– es absurdo preguntarse por quién le creó. ¿Quién creó al no creado? Si hubiera sido creado ya no sería Dios. De manera que estamos aquí ante una confusión de categorías. Lo que resulta sorprendente es que tal pregunta se la sigan formulando todavía muchos adultos, incluso reconocidos científicos.

Otra cuestión que suele salir con frecuencia de los labios infantiles es: ¿cómo pudo Dios crear el mundo a partir de la nada? Todos intuimos que de la nada, nada puede salir. Y, desde luego, la observación científica confirma que la nada absoluta no puede crear nada, por mucho que algunos físicos y matemáticos se nieguen en reconocer tal evidencia fundamental. Sin embargo, no es irracional pensar que alguien, como el Dios bíblico, sea capaz de crear algo donde antes no había nada.

La creación ex nihilo (de la nada, en latín) no significa que el Creador tomara un puñado de “nada” y a partir de ella elaborara el universo, tal como pensaba Platón. Dios no creó el cosmos a partir de algo que ya existía junto a él. Esto no sería creación ex nihilo sino creación ex materia, como defendía el dualismo platónico, que creía en la eternidad de Dios y también en la eternidad de la materia. De ahí que Tomás de Aquino en el siglo XIII dijera aquello de que, incluso aunque la materia fuera eterna –algo que él no creía– seguiría necesitando y dependiendo de Dios para su mera existencia, su transformación y la creación del mundo.

Pero tampoco Dios creó el mundo a partir de sí mismo o ex Deo, como aseguran ciertos panteísmos. El creador no pudo tomar una parte de sí mismo para crearnos porque, sencillamente, no tiene partes. Él es, por definición según la Escritura, lo absolutamente único. Un ser así infinito no se puede producir mediante la suma de partes finitas por muchas que se le quieran agregar. Siempre existiría la posibilidad de añadirle alguna parte más. De manera que aunque el cosmos fue creado por Dios, no es de su misma sustancia.

En fin, si, como decimos, el mundo no fue hecho a partir de ninguna materia preexistente, ni de la propia esencia de Dios, entonces solo queda la alternativa de que fuera creado a partir de la nada. El creador hizo algo que antes no existía en ningún tiempo ni en ningún espacio. Bueno, en realidad, todo existía en su mente diseñadora. Nosotros ya estábamos presentes en su idea creadora. Preexistíamos en la mente de Dios desde antes de la creación del tiempo, el espacio, la materia y la energía.

Y, si esto fue así, entonces resultan legítimas las preguntas: ¿qué quiere Dios de mí?, ¿con qué finalidad me creó?, ¿qué sentido tiene mi vida para él? Cuestiones que cada cual deberá responder por sí mismo. Teología personal no tan infantil.

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¿Hizo Dios el mal?

J. Valdés

El origen del mal ha sido tema de reflexión y debate durante toda la historia del pensamiento humano. La existencia del mal parece irreconciliable con la idea de un Dios benévolo. Una de las expresiones más claras del dilema fue la del escéptico David Hume, quien dice de Dios:

¿Quiere él prevenir el mal, pero no puede?, entonces es impotente. ¿Puede, pero no quiere?, entonces es malévolo. ¿Puede y quiere?, entonces ¿de dónde sale el mal?1

Hume, al igual que otros pensadores de renombre, argumenta que existe una contradicción entre el Dios de la Biblia y lo que observamos en el mundo natural que él ha creado. El dilema presentado por Hume es conocido formalmente como una paradoja. Una paradoja es “una declaración aparentemente contradictoria que no obstante puede resultar siendo cierta”.2 La paradoja del problema del mal es quizás la más famosa en la Biblia y a la vez una de las piedras de tropiezo principales para muchos. La siguiente ilustración nos ayuda a entender la paradoja de forma visual y muestra que es una paradoja de tres esquinas.3

Es por tanto un dilema entre tres conceptos: el poder de Dios, su benevolencia y la existencia del mal. Tal pareciera que solamente dos de los conceptos pueden ser ciertos al mismo tiempo, sin embargo, la Biblia claramente establece la veracidad de los tres.

Al responder a la pregunta, ¿hizo Dios el mal?, chocamos de frente con la paradoja. Si respondemos que sí, entramos en una contradicción directa con el carácter de un Dios benévolo además del conflicto con lo que la Biblia claramente enseña. En Génesis 1 encontramos que Dios repite múltiples veces que todo lo que había hecho era bueno (Gn 1:4, 10, 12, 18, 21, 25). Y después de haber creado al hombre, declara que todo era “bueno en gran manera” (Gn 1:31). Claramente, el mal no aparece en la creación de Génesis 1-2. Si respondemos que Dios no hizo el mal, caemos en una aparente contradicción, ya que Dios lo creó todo. Si Dios no creó el mal, ¿de dónde vino?

El primer paso en formular una respuesta a la pregunta es definir lo que es el mal. Típicamente, nuestros intentos de definir el mal terminan produciendo una lista de ejemplos del mal en vez de una definición del mismo. Es muchísimo más fácil dar ejemplos de eventos, enfermedades, personas, actos, pensamientos, etc., que caben cómodamente dentro de los parámetros de lo que todos consideraríamos malo. Pero definir la esencia del mal, la razón por la cual dichos eventos, enfermedades, personas, actos y pensamientos son “malos” es una tarea difícil.

Algunos han dicho que la maldad es una substancia que se apodera de algo y lo daña (como un virus infectando a un animal). Otros piensan que la maldad es la fuerza rival del bien en el universo (como el lado oscuro en la Guerra de las Galaxias).4 Muchos han intentado presentar definiciones, pero estas no se sostienen bajo escrutinio. Quizás la definición de Agustín ha sido la más intelectualmente razonable y emocionalmente satisfactoria hasta el momento. Él pudo razonar que “el mal” no posee estatus ontológico, es decir, el mal no es algo. En su obra magistral La Ciudad de Dios, Agustín afirma que el mal “no es otra cosa que lo que nombramos la carencia del bien (privatio boni)”.5 Clay Jones añade claridad al tema por medio de una analogía: “Así como la oscuridad se define con relación a la falta de luz, así el pensamiento cristiano a menudo ha definido el mal como la ausencia del bien”.6 Es una palabra que usamos para describir cuando falta algo. El mal es una carencia en algo. Cuando a algo le falta el bien que debe estar presente, eso es malo.

Por ejemplo, si una persona carece de la habilidad de entender que el bien debe estar presente, esto es malo. Si una persona carece de bondad en su corazón o del respeto por la vida humana que debe tener, puede ser capaz de cometer un asesinato o una violación, que son ejemplos del mal.7 El mal es, en realidad, como un parásito que no puede existir excepto como un hoyo en algo que debería ser sólido.8

Una vez definido lo que es el mal, el segundo paso es considerar cómo llegó a ser parte de una creación buena (perfecta). Es precisamente en la perfección de la creación que encontramos una puerta por la cual pudo haber entrado el mal y en efecto entró. Geisler nos propone un silogismo muy útil para entender cómo es posible que el mal llegase a ser parte de una creación perfecta.

Dios lo hizo todo perfecto.

Una de las cosas perfectas que hizo Dios fueron las criaturas libres.

El libre albedrío es la causa del mal.

Entonces, la imperfección (el mal) puede surgir de la perfección (no directa sino indirectamente a través de la libertad).

9

El propósito explícito de Dios al crear al hombre era crear un ser a su imagen que le amaría a él con toda su mente, con toda su fuerza y con todo su corazón y que a la vez los seres humanos se amasen los unos a los otros con un amor puro. Este tipo de amor, del cual el ser humano es muy capaz, no es posible si el hombre no tiene la verdadera libertad de escoger amar. Un amor a punta de escopeta no es amor genuino. Un amor preprogramado sería como la muñeca que al oprimir un botón te repite continuamente, “I love you”. Entendemos que eso no es amor.

La libertad nos hace a nosotros responsables por la introducción del mal en un mundo perfecto. Geisler y Brooks presentan un resumen excelente de este punto:

Dios creó el hecho de la libertad; nosotros desempeñamos o realizamos los actos de libertad. Dios hizo posible el mal; los hombres lo hicimos real y presente. La imperfección provino del abuso de nuestra perfección moral en cuanto criaturas libres.10

Por último, nos toca responder a la paradoja del problema del mal. La bondad de Dios es incuestionable, como lo es su omnipotencia. Tampoco podemos negar la existencia del mal en nuestro mundo. Por tanto, todo intento de resolver la paradoja modificando o redefiniendo cualquiera de los tres puntos termina violando el sentido claro de la revelación bíblica. La solución a la paradoja no consiste en negar ninguna de las tres afirmaciones, sino en considerar que Dios es muchísimo más que los dos atributos mencionados. Con solo añadirle a la descripción de Dios su omnisciencia, la paradoja pierde toda potencia. Pues si Dios todo lo sabe, ha de saber la mejor manera de crear el universo para lograr sus propósitos, y esto fue precisamente lo que hizo.

Entendemos que Dios no escogió el camino más fácil, sino el camino perfecto para llevarnos desde la creación hasta la vida eterna, paso a paso. Inclusive, el plan de Dios le involucra en el sufrimiento y el mal de la humanidad, ya que Jesús sufrió la crucifixión. Dios no es ajeno a nuestro dolor. Por tanto, tenemos que creer que en su omnisciencia, si hubiese habido otra alternativa mejor, seguro que la hubiese llevado a cabo. También debemos considerar que el mal juega un papel importante en el plan de Dios. Pues cómo conoceríamos el amor incondicional de Dios, su misericordia, la gracia y el perdón en un mundo sin maldad. Eso sí, los días del mal están contados. El plan perfecto de Dios también incluye la derrota final del mal ya que en los cielos y la tierra nuevos el mal no existirá más.

1. David Hume, Diálogos sobre religión natural, pg. 149 citado en Dios, la Libertad, y el Mal de Alvin Plantinga (Publicaciones Kerigma, 2020), p. 19.

2. Wayne Grudem, Systematic Theology: An Introduction to Biblical Doctrine (Grand Rapids: Zondervan, 1994), p. 34.

3. Una paradoja de tres esquinas es aquella en la que hay tres afirmaciones que son aparentemente contradictorias, en contraste con una simple paradoja que involucra solo dos declaraciones. Este tipo de paradoja de tres esquinas es más difícil dado que hay que resolver de forma coherente tres declaraciones.

4. Norman Geisler & Ron Brooks, 1995, Cuando los escépticos pregunten: Un manual de evidencias cristianas (Unilit, Miami), p. 68.

5. Saint Augustine, The City of God (New York: Barnes & Noble, 2006), p. 439. (Traducción del autor).

6. Clay Jones, Why does God allow evil? Compelling answers for life’s toughest questions (Eugene: Harvest House Publishers, 2017), p. 19. (Traducción del autor).

7. Geisler, p. 70.

8. Ibid.

9. Ibid., p. 71.

10. Ibid., p. 72.

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¿Cómo puede Dios ser eterno?

A. Cruz

La comparación entre la idea de “tiempo” y la de “eternidad” constituye uno de los problemas más difíciles de resolver para la teología, la filosofía y la ciencia. Quizás, precisamente porque el conocimiento humano está limitado al tiempo y al espacio. El concepto de eternidad es ajeno a nuestra propia naturaleza material finita, de ahí la dificultad de entenderlo completamente. No obstante, la Biblia habla con un lenguaje popular y sencillo acerca de la eternidad de Dios, afirmando que su existencia es “desde el siglo y hasta el siglo” (Sal 90:2); que “permanecerá para siempre” y que su memoria es “de generación en generación” (Sal 102:12). En el libro de Eclesiastés, se dice que Dios “ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Ecl 3:11). Y, en el Nuevo Testamento, se afirma también que “para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (2 P 3:8).

Estas expresiones pretenden mostrar que la eternidad de Dios trasciende todas las limitaciones temporales humanas; que su infinidad es tal que puede prolongarse hacia al pasado lo mismo que hacia el futuro. De manera que, a pesar de que la divinidad llena el tiempo y se halla presente en cada parte de él, no está limitada al mismo pues lo trasciende. Entre la eternidad (o el no-tiempo) y el tiempo existe pues un contraste fundamental. Si nuestra existencia humana suele dividirse en pasado, presente y futuro, la de Dios sin embargo no puede someterse a semejante división. La eternidad del “Yo soy el que soy” (Éx 3:14) se eleva por encima del tiempo creado, superando todas sus limitaciones, todas las sucesiones de momentos, en un indivisible presente. Agustín de Hipona escribió ya en el siglo V d. C. que el tiempo solo existe dentro del universo creado, pero como Dios está fuera del tiempo, para él sólo habría un continuo presente.

En matemáticas, puede también mantenerse la idea de que los números, y las múltiples relaciones posibles entre ellos, existen como símbolos inmateriales con independencia del tiempo y, por tanto, podría decirse que son eternos. Esto conduciría a la eternidad de las ideas o de una mente universal eterna donde estas existen. De la misma manera, la física cuántica ha puesto de manifiesto la necesidad que tienen las partículas subatómicas materiales de ser observadas por alguna mente inteligente para poder comportarse de una forma u otra. Lo cual indicaría que, al principio, fue necesaria dicha mente cósmica, atemporal y observadora de la materia naciente para crearla. La psicología, por su parte, reconoce la experiencia de tantas personas que han sufrido la muerte clínica y que, después de superarla volviendo a la vida, coinciden en referirse a la eternidad como de una existencia atemporal.

El gran físico, matemático y astrónomo inglés del siglo XVII, sir Isaac Newton, refiriéndose a Dios, escribió: “Él es eterno e infinito, omnipotente y omnisciente; es decir, él permanece desde la eternidad hasta la eternidad; y él está presente desde el infinito hasta el infinito; él gobierna todas las cosas, y sabe todas las cosas que suceden o pueden suceder”.11 Sin embargo, esta manifiesta fe en Dios que caracterizaba a Newton no se da en muchos de sus colegas modernos. Algunos se esfuerzan en proponer hipótesis que hagan innecesaria la creación del cosmos y, por tanto, la del creador. No obstante, hasta el presente, todos los datos aportados por la cosmología apuntan en la dirección de un comienzo de la materia, la energía, el espacio y el tiempo.

La Biblia enseña que Dios, como ser necesario, incausado e inmutable, tuvo el propósito eterno de crear el mundo y a los seres vivos. No hubo ningún cambio en él cuando ese propósito se materializó como un acto de su pura voluntad. Por tanto, la eternidad (el no haber tenido un origen o causa) es uno de sus atributos divinos sin los cuales Dios no sería Dios.

11. Newton, I., 1687, Los Principios: Principios Matemáticos de la Filosofía Natural, 3ª edición (1726), trad. I. Bernard Cohen y Anne Whitman (1999), General Scholium, p. 941.

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¿Es Dios infinito?

J. Valdés

El vocabulario humano es inadecuado a la hora de describir a Dios, ya que se trata de describir un ser que es único y para quien no se encuentra semejanza alguna en el mundo natural. Lo más semejante a él es el ser humano creado a su imagen y semejanza, pero la diferencia entre Creador y criatura sigue siendo abismal. Sin embargo, esta similitud es suficiente para proveernos de una herramienta retórica que nos permite expresar lo que sabemos de Dios. Apelamos a los llamados antropomorfismos. Un antropomorfismo es el uso de características humanas (antropos) para describir a Dios. Mientras que no perdamos de vista las obvias limitaciones de los antropomorfismos, estos pueden ser una herramienta útil para estudiar al ser más maravilloso de la existencia. Hablemos de la infinitud de Dios.

¿Es Dios un ser infinito? La respuesta depende de cómo definamos la palabra infinito. Hablando en términos matemáticos, tendríamos que responder que no lo es, ya que en ese contexto hablaríamos de un valor mayor que cualquier cantidad asignable. Como bien observó Tomas de Aquino, “finito e infinito pertenece a cantidad y en Dios no hay cantidad”.12 Sin embargo, si definimos la palabra en términos de ontología,13 hablando de la esencia de Dios, pudiésemos responder que sí es infinito. En este sentido, se utiliza la palabra infinito como sinónimo de eterno. Es decir, Dios no tiene principio ni fin, no es un ser finito, por tanto, es un ser infinito. En este sentido, Dios es el único ser infinito, ya que todo lo demás es creado por él.

En el campo de la teología, el termino infinito se usa más ampliamente como sinónimo de ilimitado. Esa falta de limitaciones en Dios aplica no solo con respecto al tiempo, sino también a distintos aspectos de Dios que son ilimitados. Erickson amplía este sentido elaborando una lista de aspectos en los cuales Dios es ilimitado. Dios no es limitado con relación al espacio, lo que tradicionalmente llamamos la inmensidad de Dios o su omnipresencia.14 Dios también es infinito con relación al tiempo, ya que no es limitado en forma alguna por el tiempo.15 Además, en este sentido Dios es infinito en conocimiento ya que su conocimiento es ilimitado.16 Esto es lo que tradicionalmente llamamos su omnisciencia. Dios también es infinito (ilimitado) en poder, lo que usualmente llamamos su omnipotencia.17 Finalmente, al considerar los atributos morales de Dios, hallamos que estos, por ser los atributos de un ser eterno (infinito) tampoco tienen fin. Diríamos que el amor de Dios es infinito. Su santidad, su fidelidad y su bondad son infinitos.

Me parece muy acertada la propuesta de Grudem, quien afirma que “ningún sistema de religión (exceptuando el cristianismo) tiene un Dios que es infinito y a la vez personal”.18 Dios es infinito en el sentido de que no está sujeto a nuestras limitaciones, pero a la vez es un Dios personal que desea relacionarse con nosotros y nos tiene en alta estima. Dios nos creó no solo con la capacidad de relacionarnos con él, sino también con el deseo de hacerlo. La Biblia dice que Dios ha puesto eternidad en nuestros corazones (Ecl 3:11). El hombre anhela conectarse con lo eterno y solo Dios puede satisfacer ese anhelo. Reflexionando sobre esto, Daniel Díaz dice:

En cuanto a nosotros, todo lo finito es corto. A este lado del cielo, ningún vínculo se va a asemejar a la intimidad con Dios. Nada más, nadie más, puede satisfacer la eternidad que nos arde y que llevamos dentro, sino Aquel que puede amar perfectamente. Solo él.19

En conclusión, Dios no es un ser finito. Dios es infinito en el sentido de que no tiene principio ni fin. Dios es infinito en cuanto a que no está sujeto a las limitaciones de nuestro mundo natural. Dios es infinito en su esencia, Dios ama infinitamente. Dios es infinitamente bueno, infinitamente fiel e infinitamente santo.

12. Thomas Aquinas, Summa Theologica, Pt.1 Q.7 Art. 1 (California: Coyote Canyon Press, 2018), p. 38. (Traducción del autor).

13. “Parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales” (RAE).

14. Millard Erickson, Christian Theology, 2nd ed. (Grand Rapids: Baker Books, 1998), p. 299. (Traducción y adaptación del autor).

15. Ibid., p. 300.

16. Ibid., p. 301.

17. Ibid., p. 302.

18. Wayne Grudem, Systematic Theology, 2nd Ed. (Grand Rapids: Zondervan, 2020), p. 197.

19. Daniel Díaz, “Eternidad” de su blog Atenas y Jerusalén. https://atenasyjerusalen.wordpress.com/2019/09/21/eternidad/

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¿Es el Dios de la Biblia un dios tapagujeros o de las brechas?

A. Cruz

Cueva de En-Guedi (Israel).

Algunos darwinistas acusan con frecuencia a los partidarios del Diseño inteligente de buscar explicaciones sobrenaturales para resolver problemas complejos, que más tarde la ciencia solucionará de manera racional. Se les culpa de apelar al “dios tapagujeros” para explicar aquellos enigmas del universo que carecen de solución en ese momento. Ante los fenómenos que no se entienden, siempre se ofrecería la misma respuesta: fue Dios quien así lo hizo y asunto zanjado. Al decir esto, en realidad, se le estaría haciendo un flaco servicio a la religión ya que cuando el conocimiento científico avanza y tales enigmas se resuelven de manera natural, el terreno de Dios retrocedería proporcionalmente. Tal idea del Creador le convertiría en un ser menor que jugaría al escondite con los humanos, ocultándose siempre en los momentáneos huecos del conocimiento humano.

Fue el gran teólogo alemán, Dietrich Bonhoeffer, quien acuñó el concepto del dios tapagujeros, expresando muy bien su idea con estas palabras: “Veo de nuevo con toda claridad que no debemos utilizar a Dios como tapagujeros de nuestro conocimiento imperfecto. Porque entonces si los límites del conocimiento van retrocediendo cada vez más –lo cual objetivamente es inevitable–, Dios es desplazado continuamente junto con ellos y por consiguiente se halla en una constante retirada. Hemos de hallar a Dios en las cosas que conocemos y no en las que ignoramos. Dios quiere ser comprendido por nosotros en las cuestiones resueltas, y no en las que aún están por resolver. Esto es válido para la relación entre Dios y el conocimiento científico”.20 Ahora bien, según esta definición original del dios tapagujeros, cabe plantearse la siguiente cuestión: ¿comete el Diseño inteligente el error de apelar al dios tapagujeros con el fin de explicar las lagunas del conocimiento científico?

La respuesta a esta cuestión es negativa porque el diseño se deduce de aquello que se conoce muy bien y no de lo que aún se desconoce. En este sentido, sigue perfectamente el criterio de Bonhoeffer al detectar inteligencia en lo que conocemos y no en lo que ignoramos. No es que los investigadores vean diseño inteligente en ciertas estructuras naturales irreductiblemente complejas porque estas han sido poco estudiadas y sean prácticamente desconocidas por la ciencia. Es precisamente al revés. Aquello que motiva a muchos científicos a pensar en un diseño inteligente es el gran conocimiento que poseen de dichas estructuras o funciones. No es lo que no saben sino lo que sí saben.

Darwin y sus coetáneos, al observar una célula bajo sus rudimentarios microscopios, no podían pensar en el diseño real de la misma porque solo veían simples esferas de gelatina que rodeaban a un pequeño núcleo oscuro. Nada más. Pero es precisamente el elevado grado de información y sofisticación bioquímica en las estructuras celulares, descubierto por los potentes microscopios electrónicos modernos, lo que ha hecho posible la teoría del Diseño. No se está apelando a ningún dios de las brechas o tapagujeros. Lo que se propone es que la actividad inteligente puede ser detectada en la naturaleza, de la misma manera que lo es la de cualquier informático que diseña algún programa. Los sistemas biológicos manifiestan las huellas distintivas de los sistemas diseñados inteligentemente. Poseen características que, en cualquier otra área de la experiencia humana, activarían el reconocimiento de una causa inteligente.

Si el razonamiento que propone la teoría del Diseño se fundamentara en el dios tapagujeros, como afirman ciertos evolucionistas, diría cosas como las siguientes: puesto que la selección natural de las mutaciones al azar es incapaz de producir nueva información biológica en el mundo, entonces debemos suponer que el diseño inteligente es la causa de tal información. Sin embargo, no es esto lo que se afirma. Lo que se dice, más bien, es: como la selección natural y las mutaciones aleatorias no pueden producir nueva información, y nuestra experiencia es que solo los agentes inteligentes son capaces de hacerlo, debemos concluir que alguna inteligencia debe ser la causa de la sofisticada información que nos caracteriza a los seres vivos y al resto del universo. Por tanto, el Diseño inteligente es la mejor explicación y tal argumento no se basa en el dios tapagujeros sino en nuestra experiencia positiva de que la información siempre procede de la inteligencia. La deducción de diseño es una solución a la cuestión del origen de la información en el mundo.

Uno de los grandes problemas que tiene planteados actualmente el darwinismo es lo que los paleontólogos han llamado la explosión del Cámbrico. La aparición repentina, desde el punto de vista geológico, de los principales filos o tipos básicos de animales, ocurrida hace más de quinientos millones de años según la escala de tiempo evolucionista. Esto constituye una brusca discontinuidad en el registro fósil, que ya Darwin consideraba como una de las mayores objeciones contra su teoría de la selección natural gradualista. A pesar de que se han propuesto varias teorías alternativas para explicar semejante anomalía, en el sentido de intentar justificar una evolución mucho más rápida de lo que sería normal, lo cierto es que las hipótesis no convencen a todos y el enigma paleontológico perdura. ¿Cómo podría argumentarse la realidad de tal explosión cámbrica, desde el Diseño inteligente?

Si realmente la inteligencia tuvo algo que ver en esta aparición repentina de nuevos organismos sobre la faz de la Tierra, estos deberían presentar características que serían exclusivas de una agencia inteligente. Detalles anatómicos, fisiológicos, bioquímicos y genéticos que únicamente hubieran podido originarse por medio de un plan de diseño previo y no como consecuencia de la casualidad natural. Propiedades propias de una actividad inteligente. ¿Se observan tales cualidades en los organismos cámbricos? Sí, por supuesto, hay numerosos órganos, estructuras y funciones que muestran información compleja y específica.

Lo que sea que haya dado lugar a los seres del Cámbrico tuvo que generar nuevas formas con rapidez, no siguiendo un lento proceso azaroso y gradualista desde lo simple a lo complejo. Hubo que construir complejas estructuras nuevas ya plenamente elaboradas y no solo modificar las preexistentes. Aparecieron repentinamente organismos que poseían complicados circuitos integrados equiparables a los de los actuales robots o computadoras electrónicas. Seres que disponían de una especie de información digital codificada en su ADN y, además, de otra información estructural complementaria que suele llamarse “epigenética”. Es decir, toda una serie de factores químicos no genéticos que intervienen en el desarrollo de los organismos, desde la aparición del óvulo fecundado hasta la misma muerte, capaces de modificar la actividad de los genes pero que no afectan a su naturaleza ni alteran la secuencia del ADN. Todo esto supone que aquellos “primitivos” organismos presentaban diversos niveles de información que funcionaba de forma jerárquica, organizada e integrada. Si todo esto es así, resulta posible sospechar que detrás de tal explosión del Cámbrico hubo una causa inteligente. Como resulta evidente, entre este razonamiento y el argumento del dios tapagujeros existe una enorme diferencia.

Cualquier animal fósil del Cámbrico, por pequeño que sea, evidencia en sí mismo un proyecto previo. No es el resultado simplista de la suma de sus partes sino todo lo contrario, un diseño global del todo que condiciona el montaje de los distintos componentes. Los proyectos se conciben generalmente antes de su materialización. Son ideas previas a los objetos materiales o a los seres vivos que determinan. Es posible que al visitar, por ejemplo, la sección de componentes de una planta de vehículos, no veamos ninguna evidencia concreta del proyecto previo. Pero si observamos el producto final de la cadena de montaje, notaremos de inmediato que, en efecto, existe un plan básico de diseño que le da sentido a todo. De la misma manera, la considerable complejidad y especificidad de los organismos vivos, así como la conexión y coordinación entre los distintos niveles de información que poseen, demandan un diseño que solo puede hacerse a partir de la inteligencia.

Cuando no existe en la naturaleza ningún mecanismo o fuerza capaz de explicar el origen de la complejidad de un determinado ser, entonces no queda más remedio que inferir racionalmente y de forma justificada que la causa de su aparición debió ser la inteligencia. Decir, por ejemplo, que algún fenómeno está más allá de la investigación científica puede ser también una afirmación científica. Y esto, insisto, no convierte la tesis del Diseño inteligente en un argumento del tipo del dios tapagujeros porque es la propia naturaleza quien nos ofrece múltiples evidencias que nos permiten deducir, en función de nuestra experiencia, que los organismos solo pueden proceder de una mente inteligente. Es lo que sabemos, y no aquello que desconocemos, lo que nos permite inferir diseño. De manera que la teoría del Diseño no contradice en absoluto el razonamiento de Bonhoeffer ya que no utiliza a Dios como tapagujeros.

Si esto es así, ¿por qué se sigue acusando al Diseño de apelar a una mente inteligente? Pues por una razón muy simple. Se trata de la fe de la ciencia en el naturalismo metodológico que impide concluir que una inteligencia superior haya creado el cosmos. Es la fe que impone la cosmovisión materialista y que obliga a suponer que todo se ha hecho mediante procesos naturales carentes de diseño o previsión. Incluso aunque las hipótesis del Diseño fueran las más lógicas o razonables, habría que rechazarlas porque así lo exige el guion naturalista que empapa hoy la ciencia. Aunque en la actualidad no existan explicaciones naturales para ciertos fenómenos complejos, no importa –se asegura– ya se descubrirán en el futuro. Todas las lagunas o huecos del conocimiento serán rellenados mañana mediante causas materiales. Pero, ¿no es esto también como apelar al dios tapagujeros? O, mejor dicho, ¿al “materialismo tapagujeros”? Esta manera de hacer ciencia no busca la mejor explicación posible sino aquellas que se someten al principio naturalista.

No obstante, la tesis del Diseño inteligente se muestra carente de prejuicios a la hora de buscar la mejor explicación científica. Si resulta que las causas naturales son la mejor explicación, entonces se apelará a ellas; pero si lo son las causas inteligentes, ningún principio filosófico debería prohibir su aceptación plena. Siempre habrá que buscar y respetar la mejor explicación posible. Nos parece que este es un método científicamente equilibrado.

20. http://usuaris.tinet.cat/fqi/bonho_sp.htm (Dietrich Bonhoeffer, 30 de mayo de 1944, Cartas y documentos de la cárcel, editados por Eberhard Bethge, traducidos al inglés por Reginald H. Fuller, Touchstone, 1997).

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Si Dios es uno, ¿cómo puede a la vez ser trino?

J. Valdés

Tres cebras de la Reserva Africana de Sigean (Francia).

El misterio de la Trinidad ha sido desde siempre un tema de debate. Como es de esperar, las doctrinas que contienen misterios fomentan la curiosidad humana y el interés de aquellos que anhelan la gloria de haber resuelto el misterio. Sin embargo, no todos los que profundizan en los grandes misterios de Dios lo hacen por razones tan superficiales. Muchos deseamos entenderle hasta donde nos sea posible y como expresión de nuestro amor por él. Entendemos que él se nos ha revelado a través de las Escrituras para que le conozcamos y con mucho entusiasmo aceptamos el reto de elevar nuestros pensamientos a cosas sublimes y difíciles de entender. Pero debemos proceder con precaución, como nos aconseja Agustín de Hipona, “porque en ningún otro tema es más peligroso el error, o laboriosa la investigación, o más provechoso el descubrimiento de la verdad”.21

La Trinidad de Dios es un misterio teológico que solamente conocemos por la revelación especial de Dios (la Biblia) y no por medio de la naturaleza. Aunque es difícil de entender y la palabra “Trinidad” no aparece en la Biblia, es innegable que se trata de una doctrina muy bien establecida en las Escrituras. Además, es importantísima para el cristianismo ya que se centra en la identidad de Dios, y particularmente, en la deidad de Jesucristo y del Espíritu Santo.

En las Escrituras se afirma que hay un solo Dios (Dt 6:4) y que al Padre (Jn 6:27), al Hijo (Jn 8:58) y al Espíritu Santo (Hch 5:3-4) se les asignan los nombres, los atributos y las acciones que solo pueden atribuirse a Dios (Jn 1:1-18). Por ejemplo, vemos que el Hijo dice ser Dios (Jn 8:58); se hace igual a Dios (Jn 5:18) y acepta la adoración de los humanos como si fuera Dios (Jn 9:38; 20:28); se equipara a Dios en autoridad (Mt 24:35) y acepta la oración como Dios (Jn 14:13-14). De igual manera, el Espíritu Santo es equiparable con el nombre de Dios (Hch 5:3-4; 1 Cor 3:16; 6:19); tiene todos los atributos de la deidad (omnisciencia, 1 Cor 2:11; omnipresencia, Sal 139:7; santidad, Ef 4:30; verdad, Jn 16:13; vida, Rm 8:2) y realiza los actos de Dios (creación, Gn 1:2; redención, Ef 4:30; milagros, Gá 3:2-5; cf. Hb 2:4).22 Podemos, por tanto, ver la Trinidad implícitamente tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento.

Lo podemos observar en Isaías 63:7-10:

De las misericordias de Jehová haré memoria, de las alabanzas de Jehová, conforme a todo lo que Jehová (el Padre) nos ha dado, y de la grandeza de sus beneficios hacia la casa de Israel, que les ha hecho según sus misericordias, y según la multitud de sus piedades. Porque dijo: Ciertamente mi pueblo son, hijos que no mienten; y fue su Salvador (el Hijo). En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad. Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su santo espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra ellos (RV60).

También lo vemos en el bautismo de Jesús en Mateo 3:16-17:

Y Jesús (el Hijo), después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios (el Espíritu Santo) que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos (el Padre), que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia (RV60).

Existe un diagrama antiguo, desarrollado hace siglos, que capta muy claramente la relación entre las tres personas y la esencia de Dios en la Trinidad.

No obstante, a través de los siglos ha habido serios errores doctrinales con respecto a la Trinidad, que debemos evitar. Los dos errores más comunes son el triteísmo, que afirma que son tres dioses en vez de uno, y el sabelianismo (o modalismo) que dice que Dios es una sola persona que se manifiesta en distintas formas –a veces como Padre, a veces como Hijo y a veces como el Espíritu Santo–. Estos y otros errores parecidos se debatieron ardientemente durante los primeros siglos. La postura ortodoxa se alcanzó en dos concilios particulares que fueron fundamentales en la consolidación de la doctrina de la Trinidad.

El Concilio de Nicea (325 d. C.) aclaró y confirmó la deidad del Hijo frente a la postura herética de Arrio, quien argumentaba en contra de la divinidad de Jesús. En el Concilio de Constantinopla (381 d. C.) se confirmó la deidad del Espíritu Santo frente a la postura herética del macedonianismo que se la negaba. El debate continúa todavía hoy, como dice James White: “muchos cristianos, sin saberlo, sostienen una perspectiva errada sobre la Trinidad, debido simplemente a su incapacidad para articular la diferencia entre la esencia de Dios y las tres personas que comparten esa esencia. Como resultado, incluso creyentes cristianos ortodoxos se deslizan hacia una herejía antigua conocida por medio de muchos nombres: modalismo, sabelianismo, patripasionismo. Hoy, este mismo error se conoce como la posición de los Unitarios o “Solo Jesús”. Independientemente de cómo le llamemos, es la negación de la Trinidad basada en negar la distinción entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.23

21. Agustín, La Trinidad, Libro 1, capítulo III, sección 5.

22. Norman L. Geisler & Douglas E. Potter, A Popular Survey of Bible Doctrine (Indian Trail: NGIM, 2015), pp. 31-32. (Adaptación y traducción del autor).

23. James R. White, The Forgotten Trinity, Revised & Updated (Bloomington: Bethany House Publishers, 2019), p. 153. (Traducción del autor).

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¿El Espíritu Santo es también Dios?

J. Valdés

Gaviota reidora volando sobre el Mar de Galilea (Israel).

De los tres miembros de la Trinidad, el Espíritu Santo es quizás el más difícil de entender, pero vale la pena el esfuerzo de intentarlo. No se puede sobrevalorar la importancia que tiene la doctrina del Espíritu Santo. Es quien personaliza la Trinidad en la vida del creyente. La imagen que tenemos del Padre es la de un ser transcendente que habita en un cielo lejano. De igual forma, al Hijo lo vemos como un ser que habitó en la tierra hace dos mil años. Pero el Espíritu Santo habita en el creyente y está activo en nosotros. Él es la persona de la Trinidad a través de la cual la plenitud de la Deidad obra en cada uno de los creyentes.24

Las dificultades para entender al Espíritu Santo se deben en parte a que es un ser abstracto. Carecemos de una imagen concreta como la que tenemos del Padre o del Hijo. Todos entendemos la imagen de lo que es un padre y al Hijo lo tuvimos habitando entre nosotros en el primer siglo. Sin embargo, el Espíritu Santo es intangible y difícil de visualizar. Esta y otras dificultades llevaron a que se debatiera ardientemente la deidad del Espíritu Santo durante los primeros siglos del cristianismo ya que las doctrinas tienden a pulirse al ser retadas por perspectivas contrarias. El debate sobre la deidad del Espíritu Santo culminó en la declaración del Concilio de Constantinopla (381 d. C.), que afirmó su divinidad plena y rechazó los intentos de subordinarlo a un estatus inferior al del Padre y del Hijo. El Código Niceno fue ampliado para incluir los detalles de la divinidad del Espíritu Santo. Esta ha sido la posición sostenida por la mayoría de los creyentes durante los últimos 1 500 años.

Pero ¿cómo sabemos que el Espíritu Santo es también Dios? Hay cuatro líneas de evidencia que podemos explorar para establecer la deidad del Espíritu Santo.25 Primero, existen varios pasajes en la Biblia donde se le llama Dios al Espíritu Santo. Por ejemplo, cuando Pedro en el libro de Hechos 5 confronta a Ananías y Safira por haber mentido, le dice en el versículo 3, … ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo…? Y luego, en el verso 4 le dice, no has mentido a los hombres, sino a Dios, dejando en claro que el Espíritu Santo es Dios.

Pablo también lo dice en 1 Corintios: ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es (3:16-17). Es evidente que para Pablo, el hecho de que el Espíritu Santo habite en nosotros es equivalente a que Dios mismo habita en nosotros.

La segunda línea de evidencia es que el Espíritu Santo posee los atributos y las cualidades de Dios. La Biblia lo describe como omnisciente en pasajes tales como 1 Cor 2:10-11, en donde se afirma que el Espíritu Santo conoce todas las cosas de Dios y nos las revela. También aparece como omnipotente en el evangelio de Lucas (1:35), donde la virgen María queda embarazada por el poder del Espíritu Santo. El apóstol Pablo afirma en Romanos (15:19) que su ministerio se movía por la potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios. Esto mismo se observa también en Juan (16:8-11). Otro atributo divino que vemos en el Espíritu Santo es que la Biblia lo describe como un ser eterno. Solo Dios es eterno; sin embargo, en Hebreos (9:14) se habla del Espíritu eterno. Todos estos pasajes evidencian que si vemos en el Espíritu Santo atributos y cualidades que solo le corresponden a Dios es porque el Espíritu Santo es Dios.

La tercera línea de evidencia es que el Espíritu Santo hace las obras que corresponden a Dios. Estuvo y continúa estando activo en la creación (Gn 1:2; Job 26:13). Dice el salmista, con relación a la maravillosa creación de Dios: Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra (Sal 104:30). El Espíritu Santo es esencial en la salvación del hombre (Jn 3:5-8; Tt 3:5; Rm 8:11) y además nos reveló las Sagradas Escrituras (2 Tm 3:16). De nuevo, si vemos al Espíritu Santo haciendo aquello que solo Dios puede hacer es porque el Espíritu Santo es Dios.

La cuarta línea de evidencia es la asociación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en una aparente igualdad. Esto lo vemos en la fórmula bautismal de Mateo 28:19. Asimismo, Pablo, en su explicación de los dones espirituales y la repartición de ellos, dice: Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo (1 Cor 12:4-6). Las bendiciones de Pablo (1 Cor 13:14) y Pedro (1 P 1:2) también presentan a las tres personas divinas en igualdad de condiciones. Todos los apóstoles entendían que Dios era Padre, Hijo, y Espíritu Santo a la vez.

Por tanto, queda claro en las Escrituras que el Espíritu Santo es también Dios, como lo son el Padre y el Hijo. No deja de haber misterio en esta relación trinitaria, pero no podemos despedir la deidad del Espíritu Santo por el simple hecho de no entender cómo se relacionan tres personas en la esencia de un solo Dios.26

24. Millard Erickson, Christian Theology, 2nd Edition (Grand Rapids: Baker Books, 1998), pp. 862-863. (Adaptación y traducción del autor).

25. Ibid., pp. 873-875. (Adaptación y traducción del autor).

26. Para una discusión más amplia sobre la Trinidad, vea la pregunta anterior donde abordamos el tema.

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¿El Dios del Antiguo Testamento es igual al Dios del Nuevo Testamento?

J. Valdés

Ruinas de Tell Meguido (Israel).

¿Será verdad que hay dos dioses diferentes, uno del Antiguo Testamento y otro del Nuevo Testamento? Si existen dos dioses, ¿por qué no reconocer que pueden existir tres o cuatro o muchísimos dioses más? Esta pregunta nos confronta con dos temas fundamentales. Primero, tenemos que considerar ¿cuántos dioses hay? Segundo, debemos preguntarnos si realmente el perfil de Dios en el A. T. Es diferente del perfil de Dios que muestra el N. T.

¿Cuántos dioses hay? Para responder a esta pregunta debemos diferenciar entre dioses imaginarios y el único Dios verdadero. Hay miles de dioses imaginarios que han surgido en la literatura y el folklore desde muy temprano en la historia de la humanidad. Son dioses con forma de hombre, de diversos animales, así como de híbridos entre hombres y animales. Son el producto de la imaginación humana que, al rechazar al único Dios verdadero, crea estos dioses ficticios para responder a las grandes incógnitas de la vida (vea Romanos 1:18-23). Sin embargo, ninguno de estos seres imaginarios goza de estatus ontológico, es decir NO EXISTEN en un mundo real. Es bastante obvio que los panteones egipcios, griegos y romanos son enteramente mitológicos. No son reales. Al despedir a los dioses imaginarios como inexistentes, podemos enfocarnos en el único Dios verdadero.27