A favor y en contra - Debbie Newman - E-Book

A favor y en contra E-Book

Debbie Newman

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Beschreibung

A favor y en contra. El libro del debate es una guía indispensable para disputar sobre 134 temas controvertidos, de actualidad y de interés general.Sus 19 ediciones en todo el ámbito angloparlante lo consolida como el libro más usado en el arte del debate. En constante actualización, esta edición recoge asuntos como el derecho a poseer armas nucleares, el rescate de empresas en quiebra, la protección de las lenguas indígenas y la tortura a presuntos terroristas. Cada tema concede la misma extensión a las dos partes en liza, siguiendo un formato de doble columna que permite compararlas fácilmente. Se añade en cada caso una lista de asuntos relacionados, y posibles puntos de partida. El libro proporciona al lector los consejos más frecuentes sobre la técnica del debate, sus reglas y su estructura, y le ofrece recomendaciones para defender el propio punto de vista y convencer con éxito. Es una lectura recomendada para interlocutores de cualquier nivel.

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DEBBIE NEWMAN Y BEN WOOLGAR (ED.)

A FAVOR Y EN CONTRA

Manual de debate

Presentación a la edición española, traducción, e introducción a las secciones, a cargo de José María Garrido

EDICIONES RIALP, S. A.

MADRID

Título original: Pros and Cons. A debater’s handbook. 19.ª ed. (Routledge, Taylor & Francis Group)

1.ª edición inglesa en 1896, by J. B. Askew

© 2014 by The English Speaking Union

© 2018 de la versión española realizada por José María Garrido,

by EDICIONES RIALP, S. A.,

Colombia, 63, 8.º A - 28016 Madrid

(www.rialp.com)

Realización ePub: produccioneditorial.com

ISBN (versión impresa): 978-84-321-5003-6

ISBN (versión digital): 978-84-321-5004-3

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

NOTA DEL EDITOR (edición española)

PRÓLOGO a la 19.ª edición inglesa

PREFACIO

PRÓLOGO a la edición en castellano

INTRODUCCIÓN

(A) Filosofía / teoría política

Anarquismo

Capitalismo vs. Socialismo

Censura por parte del Estado

Contrato social, existencia de un

Democracia

Desobediencia civil

Estado de Bienestar

Leyes proteccionistas vs. Libertades individuales

Marxismo

Pacifismo

Privatización

Utilitarismo

(B) Representación política / gobierno

Candidatos políticos, edad de los

Edad para votar, reducción de la

Financiación estatal de los partidos políticos

Iglesias y política

Intereses marginales de los políticos, prohibición de los

Limitación de mandatos para los políticos

Monarquía, abolición de la

Movimientos sociales: tribunales vs. asambleas legislativas

Partidos políticos extremistas, prohibición de

Referéndums, recurrencia mayor a los

Representación proporcional

Votar, obligación de

(C) Relaciones internacionales

Armamento convencional, limitación del

Armas nucleares, derecho a poseer

Commonwealth, abolición de la

Democracia, imposición de la

Dictadores, asesinato de

Drones militares, prohibición de los

Empresas militares privadas, prohibición de

Estados Unidos de Europa

Intervención militar no aprobada por la ONU

ONU: ejército permanente

ONU, fracaso de la

Sanciones, uso de las

Terrorismo, justificación del

Terroristas, negociación con

Unión Europea, expansión de la

(D) Economía

Alianzas comerciales regionales frente al libre comercio global

Comercio justo, debemos o no apoyar a

Derecho a la huelga en el sector público

Edad de jubilación obligatoria

Empresas en quiebra, rescate de las

Euro, abolición del

Impuesto de sucesiones al 100%

Limitar los salarios, obligación de

Pensiones estatales, terminar con el sistema de

Primas, prohibición de las

Trabajo infantil justificable

(E) Social, moral, religioso

Aborto libre

Alcohol, prohibición del

Castigo físico, quitar a los padres el derecho al

Control de la población

Corrección política

Derechos de los animales

Dios, existencia de

Discriminación positiva

Documento Nacional de Identidad

Drogas, legalización de las

Esclavitud, reparación por la

Experimentación con animales y vivisección, prohibición de la

Eutanasia, legalización de la

Fumar, prohibición de

Holocausto, criminalizar la negación del

Homosexuales, ordenación de

Homosexualidad, divulgación no deseada de la

Inmigración, limitación de la

Matrimonio

Matrimonio homosexual, legalización del

Mujeres en el frente de combate

Poligamia, legalización de la

Pornografía

Prostitución, legalización de la

Prestación social obligatoria, (re)introducción de la

Velo, prohibición del

(F) Cultura, educación y deporte

Boxeo, prohibición del

Castigo a clubes deportivos por el mal comportamiento de su afición

Coeducación

Concursos de belleza, prohibición de los

Deporte, igualar el estatuto de hombres y mujeres en el

Deporte, rechazar la mercantilización del

Deporte en la escuela, obligatoriedad del

Deportes cruentos, prohibición de los

Dopaje deportivo

Guarderías pagadas por el Estado

Educación sexual

Educación universitaria gratuita

Enseñanza de religión en las escuelas

Escuela privada

Exámenes, prohibición de los

Financiación estatal del arte, prohibición de la

Juego, prohibición del

Lenguas indígenas, protección de las

Letra de las canciones, censura de la

Patrimonio cultural, devolución del

Prensa, regulación estatal de la

Privacidad de las personas públicas

Modelos con talla cero, prohibición de las

Uniforme escolar

Videojuegos violentos, prohibición de los

Zoos, cierre de los

(G) Crimen y castigo

Castración química de delincuentes sexuales

Corte Penal Internacional, abolición de la

Derecho al voto de personas encarceladas, rechazo del

Derecho a poseer armas

Jueces, elección de los

Juicios con jurado, supresión de los

Juicios televisados

Padres, responsabilidad por delitos de sus hijos

Pena de muerte

Penas de cárcel de cumplimiento obligatorio

Perfiles raciales

Prisión vs. reinserción

Sentencias populares

Tolerancia cero

Toques de queda nocturnos para menores

Tortura a presuntos terroristas

(H) Salud, ciencia y tecnología

ADN: formar una base de datos universal

Anticoncepción para niñas

Calentamiento global, imponer límites de emisión por

Coches en el casco urbano, prohibición de los

Cirugía estética, prohibición de la

Donación de órganos: priorizar a personas con pautas de vida saludables

Energía nuclear

Eugenesia: fecundación in vitro y cribaje genético

Exploración del espacio

Ingeniería genética

Las redes sociales han mejorado nuestra vida

Madres de alquiler, pago a

Obesidad infantil, asistencia obligatoria a campamentos de adelgazamiento

Órganos, venta legal de

Responsabilidad medioambiental exigible a países desarrollados

Vegetarianismo

Apéndices

APÉNDICE A 327

APÉNDICE B 329

APÉNDICE C 331

APÉNDICE D 333

APÉNDICE E 334

NOTA DEL EDITOR (edición española)

Ofrecemos a nuestros lectores esta amplia selección de temas de debate, conscientes de que van dirigidos especialmente a jóvenes. Muchos de los contenidos salen o saldrán a menudo en sus conversaciones, si no en clase, en redes sociales, en una conversación de bar o en familia. Conocer la argumentación contraria les ayudará, en esta sociedad global, a robustecer su propio punto de vista, a difundirlo con argumentos sólidos, a buscar incansablemente la realidad de las cosas y a evitar la fuerza y la imposición, y también la manipulación.

En ocasiones, ejercitándose así, cambiarán de opinión.

Y en muchas otras, tendrán que difundir lo que parece obvio, y que suele exigir mucho más trabajo intelectual.

En definitiva, pensar, construir, escuchar, convivir. Verbos que mejoran nuestro futuro.

PRÓLOGO a la 19.ª edición inglesa

En el prólogo de la última edición de A favor y en contra, Will Hunton escribió que «la esencia de la democracia es… la argumentación razonada». Estoy de acuerdo, y la ESU (English-Speaking Union) ha estado desde 1918 ayudando y promoviendo los debates razonados en todo el mundo.

Este libro pertrecha tanto al tertuliano experimentado como al novel con el instrumental necesario para implicarse en el núcleo de la democracia, y también para divertirse con el simple placer de discutir. Pero es una diversión dotada de un propósito. Al margen de lo clara u oscura que sea una cuestión, los debates amplían la mente y desarrollan la inteligencia: quienes discuten ganan en confianza y seguridad en sí mismos, y cultivan el pensamiento crítico y las habilidades sociales. El arte de hablar y —no menos importante— el de escuchar, apuntalan la sociedad civil y cívica.

Esta es la decimonovena edición de A favor y en contra, cosa que ya es prueba de su utilidad. Algunos temas tratados son completamente distintos de los que aparecieron en ediciones anteriores; otros se parecen, aunque las cuestiones que están implicadas en cada asunto habrán evolucionado y cambiado para acomodarse a los nuevos tiempos y realidades. Nosotros, en la European-Speaking Union, sentimos el orgullo de seguir asociados con Routledge y de hacerlo con esta publicación. Recomiendo encarecidamente leer A favor y en contra para ponerse a debatir: es muy estimulante.

Peter Kyle, OBE (Oficial de la Orden del Imperio Británico)

Director General, The English Speaking Union

PREFACIO

Esta es la 19.ª edición de A favor y en contra, que reemplaza la anterior, de 1999. En estos años, el mundo ha cambiado mucho: el 11-S ha reconfigurado el debate en el ámbito de las relaciones internacionales, y el crecimiento de internet ha modificado la estructura de muchas cuestiones sociales. Un tercio de los temas del libro, aproximadamente, han cambiado. Por ejemplo, “limitar las compras dominicales”, “facilitar el divorcio” y “modernización de los sindicatos” han sido sustituidos por “las redes sociales han mejorado nuestras vidas”, “prohibición de videojuegos violentos” y “tortura a presuntos terroristas”. En el resto de temas, algunos han necesitado solo una pequeña revisión, pero muchos han tenido que ser reescritos para reflejar el mundo en que vivimos hoy. La edición inglesa también ha procurado tener una perspectiva más internacional, con un capítulo específico para las cuestiones inglesas, que, sin embargo, se omite en esta edición en castellano. Esperamos que la mayor parte de las cuestiones sigan siendo relevantes e invariables durante largo tiempo, al menos durante algunos años. Por este motivo no se han incluido graves conflictos como los de Israel y Palestina o Afganistán.

PRÓLOGO a la edición en castellano

Pensar con los demás

No vivimos una época, al menos en Occidente, cómoda para las convicciones firmes. Tanto que a veces preferimos esconderlas al debate, porque la firmeza se confunde con la intolerancia y, en ocasiones, la firmeza no da en el clavo. Con buenas intenciones optamos por forjarnos una identidad dúctil y, en conjunto, parece que nos va mejor. Sin embargo, por mucho que se licúe nuestra mentalidad personal y social, saltan a la vista algunas tendencias fosilizadas con tanto filo que al rozarlas sangramos. Algunas ideas e ideologías —aderezadas por el gusto del poder o el miedo a sucumbir— siguen amenazando la integridad física o moral de las personas y la vida en nuestra Tierra común. Ni la democracia ni la tolerancia nos han librado de las injusticias ni de las guerras (ni nucleares, ni económicas, ni religiosas), como traslucen muchas de las temáticas de este manual. La Palabra se hizo carne, y sangró entre nosotros.

Otra suerte correríamos si pudiéramos confiar en que las peores verba volant y luego desaparecen sin dejar rastro, si hubiese un Relojero armonizando los tiempos entre los hombres (y entre nosotros y la naturaleza), o si todas las personas fuésemos quimeras transhumanas sin deseos ni iniciativa. No somos así, claro. Sentimos dolores y urgencias; pensamos y elegimos; acertamos y nos equivocamos, también al hablar. Ni somos máquinas ni queremos serlo. Nuestras palabras significan algo consistente, más o menos pretendido, y su peculiar vuelo termina guiándolo Cupido a algún corazón, o alguna de nuestras serpientes lo escupe a la cara de otros, por desgracia.

De ahí que estemos necesitados de inspiración para pensar bien, expresarnos con trasparencia, y mejorar lo presente. Estas posibilidades no se improvisan y, si todas se originan en las potencias de nuestra irrenunciable humanidad, siempre requieren actividad y aprendizaje, un modo de hacer que no es tanto arte retórica, cuanto disposición a la conversación, a pensar con los demás, a juzgar con ellos, no contra ellos.

Si nos vamos formando el juicio y somos honrados, nuestras ideas harán justicia a la realidad. Veremos unido lo que en la realidad está unido, y viceversa. Sin embargo, a nuestros lapsus de honradez se suma una carretada indeseable: para empezar la ignorancia, las infiltraciones de noticias falsas, la parcialidad arraigada en nuestra finitud, la prisa impuesta por la acción y nuestra cultural insistencia en el individualismo. Como consecuencia, nos equivocamos hasta límites casi irracionales, y en esta circunstancia —más si pensamos solos—, nos instalamos claudicantes en ideas obcecadas o miopes. Es humano abrir el pensamiento, hacia donde pueda hacernos eco. Ya que aún no entendemos a las plantas, no sabemos contemplar, ni interpretemos los sueños a derechas, precisamos ante todo de la inspiración de otras personas, con o sin redes sociales. Si perdemos la razón con los demás, también con ellos la recuperaremos. Por tanto, un libro de debate, uno como este —más atento a represar contenidos argumentales que a su belleza formal— también puede ser una fuente de inspiración: las voces distintas de sus autores que, por cierto, no son ni pretenden ser el oráculo de Delfos.

Prueba de que no quieren imponer su estilo de mirar el mundo, es una advertencia de la Introducción: «Hemos intentado formular argumentos amplios que resistan el paso del tiempo, pero el mundo cambia. ¡No te creas todo lo que leas aquí, si sabes o sospechas que no es verdad! Que algo sea legal o ilegal en un determinado país, es un asunto que cambia muy rápido, así que, por favor, investígalo».

El consejo —parece una cerilla arrimada a estas inflamables páginas— podría entenderse como una llamada a documentarse sobre aspectos con fecha de caducidad inevitable (¡”el mundo cambia”!). Desde luego, documentarse es una precaución necesaria, pero sin duda insuficiente, como sugieren los autores en otro lugar. El consejo fundamental es no creerse todo, ni a favor ni en contra. Y es lógica esta recomendación, pues un manual de argumentos no sustituye el uso de la razón. Como no podría ser de otra manera, en cada tema de debate de los aquí tratados, ni los argumentos que se aducen son todos los posibles ni siempre son los mejores posibles.

Esperemos que siga siendo útil a muchos a este manual, aparecido en 1986 y desde entonces reeditado cada menos de diez años. Sus páginas las han recorrido manos y ojos de tonos y colores distintos. Más que otros, ingleses y angloparlantes. Ahora Rialp lo ofrece a los lectores de lengua castellana.

JOSÉ MARÍA GARRIDO BERMÚDEZ

INTRODUCCIÓN

¿Cómo puede A favor y en contra ayudar a debatir?

Para disputar bien es necesario:

1. Poseer un arsenal de buenos argumentos y refutaciones.

2. Desarrollarlos de modo claro, detallado y analítico.

3. Exponerlos con persuasión.

A favor y en contra puede servir para el primero de los tres puntos, y solo para ese. Pero ni siquiera se llegaría a preparar bien el más pequeño de los debates, si nos limitáramos a leer en voz alta una de las posturas de un artículo del manual. Cada punto está pensado para expresar una idea, pero es preciso desarrollarla. Si conoces con antelación el tema de discusión, podrás usar estos puntos como lanzadera para tu propia investigación. Si inesperadamente te encuentras en medio de una discusión, tendrás que confiar en tus propios conocimientos e ideas para ilustrar tu argumentación con ejemplos actuales, análisis detallados y analogías expresivas. Pero las ideas pueden ser útiles como tales. Es difícil saber algo acerca de cualquier cosa y, sin embargo, los torneos de debate suelen suponer esto. Es importante leer mucho y estar al día de los acontecimientos, lo cual no garantiza que no nos vayan a sorprender con un debate sobre las lenguas indígenas, la energía nuclear o los impuestos. A favor y en contra puede ser una buena red de seguridad para esas situaciones.

Al consultar un artículo es interesante considerar lo siguiente:

A. ¿Constituye cada idea en cuestión un argumento constructivo por derecho propio, o solo es verdaderamente fuerte como refutación de la posición contraria? Cuando hay ideas clave opuestas entre sí, se presentan una frente a otra, pero algunas de ellas se han usado más para contradecir un argumento que para aportar una razón positiva a favor de una cuestión.

B. ¿Se pueden mezclar o dividir las ideas? Las distintas formas de los debates favorecen una cantidad distinta de argumentos. Comprueba si dos ideas podrían en su caso unirse en una sola. O bien, si lo que necesitas es cantidad, las ideas secundarias podrían reformularse como argumentos separados. Si estás hablando en un debate de tipo universitario a nivel mundial (o en el estilo del Parlamento británico), vale la pena dar cuenta de cada idea menor. Podría ser que la primera mitad de la lista permitiese de suyo un razonamiento económico, pero, ¿se tocan las tres ideas secundarias de tipo económico? Si no es así, entonces puede que una de ellas, bien dispuesta, pueda convertirse en el núcleo de tu propia argumentación.

C. Consulta este manual al final de tu preparación, no antes. Intenta proponer primero tus propios argumentos y después mira el capítulo para ver si hay algo que no has tenido en cuenta. Los artículos no agotan el tema y rara vez lograrán sorprender (¡sobre todo si los otros equipos también tienen este libro!), así que es mejor no fiarse demasiado de él. Además, si no intentas encontrar las ideas por ti mismo, ¿qué harás cuando el tema de discusión que se anuncie no esté aquí incluido?

D. Adapta estos argumentos al contexto en que se debate. El libro está pensado para ser más internacional que su anterior edición, pero los autores son británicos y ese sesgo se notará. Un debate en tu país puede tener sus propias peculiaridades, que no aparezcan en un debate global. Algunos razonamientos se apoyan en los supuestos de la democracia liberal y de otros valores y sistemas que podrían sencillamente estar mal donde tú vives.

E. ¿Se ha quedado obsoleto un razonamiento o un ejemplo? Hemos intentado formular argumentos amplios que resistan el paso del tiempo, pero el mundo cambia. ¡No te creas todo lo que leas aquí, si sabes o sospechas que no es verdad! Que algo sea legal o ilegal en un determinado país, es un asunto que cambia muy rápido, así que, por favor, investígalo.

F. ¿Qué orden de argumentos es el más eficaz? Este libro enumera ideas, pero eso no es lo mismo que un debate real. Tendrás que pensar cómo ordenar los argumentos, cómo repartirlos entre participantes, cómo presentarlos y cuánto tiempo dar a cada uno. En concreto, en lo referido a las réplicas, algunos de los puntos más significativos podría venir bien presentarlos al final.

Formatos de debates

Repartidos en todo el mundo, hay una variedad casi abrumadora de formas de debate distintas. Cambia todo: el número de personas que hablan, el orden y la duración de las intervenciones, el papel del público, las posibilidades de interrupción y los turnos de preguntas. Pasa lo mismo con los criterios de los jueces. En un lado, están los formatos que enfatizan los contenidos y la estrategia de tal modo que quienes debaten hablan más rápido de lo que la mayoría es capaz de seguir. En el otro, se valora más la retórica persuasiva y el discurso ingenioso que el análisis lógico y los ejemplos. La mayoría de las formas de debate se sitúan entre esos dos extremos y tienen en cuenta el contenido, el estilo y la estrategia. Presentamos a continuación algunos formatos utilizados en los programas de la English-Speaking Union.

Formato de cetro

Hay dos equipos de dos personas cada uno. Primero hablan durante siete minutos cada uno de los participantes y luego se produce el debate abierto, en el que los miembros del público pueden hacer comentarios breves. Luego, un representante de cada equipo hace un resumen de cuatro minutos, empezando por el equipo de la oposición. El orden sería así:

Primer representante proponente

Primer representante opositor

Segundo representante proponente

Segundo representante opositor

Debate abierto

Resumen del representante opositor

Resumen del representante proponente

El primer representante proponente debe definir el debate. Esto no implica dar definiciones de diccionario de cada palabra, sino explicar los términos de modo que todos sepan claramente de qué trata el debate. Por ejemplo, quizás tenga que aclarar si la ley que se va a discutir debería ser aprobada solo en su país o en todo el mundo, y especificar cualquier excepción o límite. Este representante debe así bosquejar los argumentos de su parte y abordar luego en detalle normalmente las dos o tres primeras ideas.

El primer representante opositor debe aclarar la postura de la Oposición en el debate: por ejemplo, ¿van a plantear una propuesta contraria o a defender la situación vigente? Entonces debe presentar a grandes rasgos su planteamiento de la cuestión, rebatir los argumentos que haya planteado el primer representante proponente, y explicar unos pocos argumentos de su propio equipo.

Los segundos que intervienen por ambas partes deben rebatir los argumentos presentados por el otro equipo, defender las ideas sugeridas por el primero de su equipo, si han sido atacadas, y luego añadir al menos un nuevo elemento al debate. No basta solo con desarrollar los argumentos del primero del equipo.

En los resúmenes finales, cada representante tiene que recordar a la audiencia las ideas principales del debate e intentar convencerla de que su equipo ha sido más convincente en ese terreno que el equipo contrario. Quienes resumen deben responder a las observaciones planteadas en el debate abierto (y, en el caso del equipo proponente, a la segunda intervención de la oposición), pero en este momento no deben añadir ningún argumento nuevo al debate.

Aportaciones de información

Este formato permite contar con aportaciones de información (ADI) durante las primeras cuatro intervenciones, pero no en la fase sumaria. Tampoco se admiten en el primer y último minuto del discurso, y un cronometrador debe hacer sonar alguna señal, como una campana o un golpe, cuando ha pasado un minuto y a los seis minutos del inicio, y también hará dos señales al final de la intervención indicando que se ha agotado el tiempo. Para ofrecer un aporte informativo al otro equipo, uno de los participantes debe ponerse de pie y decir “una observación al respecto” o “a propósito del tema”. Luego tiene que esperar y ver si quien está hablando responde “aceptada” o “rechazada”. Si la rechazan, quien la ha ofrecido debe sentarse e intentarlo más adelante. Si la aceptan, hace su aportación breve y luego se sienta de nuevo y deja que el participante principal responda a esa idea y continúe su discurso. Todos los participantes deben proponer información, pero han de estar atentos para no ofrecerla tantas veces que pueda ser tomada como una obstrucción a quien habla en su turno de palabra. Se recomienda a quien está hablando que acepte dos aportes informativos en cada intervención de siete minutos, y se le premiará si los acepta y responde a esas ideas.

Réplica

Con excepción de la primera intervención de todas, se espera que todos los siguientes oradores refuten las ideas que han expuesto antes los del equipo contrario. Esto implica escuchar lo que dice cada uno y luego explicar en el propio discurso por qué sus ideas son erróneas, irrelevantes, insignificantes, peligrosas, inmorales, contradictorias, o si aducen algún otro principio que permite desacreditarlas. No se trata simplemente de presentar argumentos contra el tema propuesto —que es el material constructivo—, sino de contrarrestar los argumentos concretos que se han usado. Cuando uno va a hablar, puede pensar antes del debate las ideas que podrían aparecer, y preparar réplicas contra ellas, pero es necesario ser precavido para no adelantar argumentos a los del otro equipo (puede que ni siquiera se les hayan ocurrido), y asegurarse de que uno escucha con atención y rechaza lo que realmente dice quien habla, no lo que uno pensaba que iba a decir. Por mucho que uno se prepare, va a tener que pensar sobre la marcha.

El formato de cetro reparte los puntos por igual en cuatro categorías: razonamiento y pruebas, escucha y respuestas, expresión y transmisión oral, organización y prioridades.

Formato LDC

Este formato fue concebido por la London Debate Challenge y se ha difundido mucho su uso entre estudiantes jóvenes en debates organizados en las aulas de todos los niveles. Se compone con dos equipos de tres oradores, que hablan cinco minutos cada uno (o tres o cuatro si son más jóvenes o noveles en debates).

Se puede consultar, en el apartado Formato de cetro, el orden de intervenciones, las reglas sobre las aportaciones informativas y los criterios del jurado. Las únicas diferencias son que los discursos son más cortos (e iguales en duración) y que el resumen final lo realiza un tercer orador, en vez de uno de los que ya intervenido en los discursos principales. Esto permite involucrar a más personas.

El estilo de los Campeonatos Mundiales de Debate entre Escuelas (WSDC)

Este formato se usa en competiciones mundiales y también es frecuente en las competiciones nacionales de muchos países. Se forma con dos equipos de tres oradores, cada uno de los cuales sostiene un argumento principal durante ocho minutos. Un orador de cada equipo también sostiene una réplica de cuatro minutos. No hay debate abierto. Se sigue este orden:

Primer orador proponente

Primer orador opositor

Segundo orador proponente

Segundo orador opositor

Tercer orador proponente

Tercer orador opositor

Réplica del opositor

Réplica del proponente

Se puede consultar arriba, en el apartado Formato de cetro, las reglas de los primeros dos oradores. El formato WSDC también cuenta con un tercer orador principal:

Los terceros oradores

En los dos grupos, los terceros oradores deben abordar los argumentos y refutaciones presentados por el equipo oponente. Su objetivo debe ser reforzar los argumentos empleados por los miembros de su propio equipo, mostrar por qué siguen en pie sus razones al final del debate, y debilitar a la Oposición. Las reglas permiten al tercer proponente, pero no al tercer opositor, añadir alguna consideración sencilla de su cosecha; sin embargo, en la práctica, muchos equipos prefieren dedicar el tiempo a las refutaciones. Los dos oradores intentarán, sin duda, añadir una nueva valoración, y quizás también ejemplos nuevos para reforzar su argumentación.

Intervenciones de réplica

Los discursos de réplica son una oportunidad para pensar sobre el debate, aunque sea indirectamente. El orador tiene que sintetizar lo que ha sucedido en el debate a fin de convencer al público y al jurado de que, en los tres discursos principales, los más persuasivos fueron los de su facción. No debe incluir nuevos datos, salvo la réplica del proponente, que podría tener que hacer alguna refutación nueva después del tercer discurso opositor.

En este formato se permiten los aportes de información durante los tres discursos principales, pero no durante las réplicas. No obstante, también están excluidas en el primer y el último minuto de los discursos principales. Otras particularidades sobre los aportes de información se pueden ver en el apartado Formato de cetro.

Los criterios del jurado en el formato WSDC se reparten dando un 40% al contenido, otro 40% al estilo y el 20% a la estrategia.

Los rasgos principales del formato que se practica en los Campeonatos Mundiales de Debate entre Escuelas son:

Es necesario enfocar el debate con una perspectiva mundial. Los términos del debate deben ser transculturales, salvo las necesarias excepciones. Los ejemplos han de ser globales. Los argumentos deben tener en cuenta cómo puede variar el debate en países que, por ejemplo, tienen distinto nivel de desarrollo económico o democrático.Los temas a debatir deben discutirse en el contexto universal en que se han formulado. En algunos formatos se acepta reducir el tema a un ejemplo concreto del caso, pero en los WSDC se espera que los participantes aporten ejemplos variados de una cuestión general, si es que se ha planteado así.El formato WSDC reserva el 40% de la calificación final al estilo, más de lo que suele darse en los torneos locales. Esto implica que los oradores deban ralentizar el discurso (si están acostumbrados a correr), pensar en el lenguaje que usan y esforzarse por cautivar al público con sus palabras.

El estilo de las Universidades a nivel mundial o del Parlamento británico

Este formato es muy distinto de los tres descritos hasta ahora. Es uno de los más usados en el ámbito universitario (se sigue en los Campeonatos Mundiales de Debate Universitario), y se emplea mucho en los torneos escolares apadrinados por las universidades de Reino Unido.

Se compone con cuatro equipos de dos personas: dos equipos en cada bando del tema en discusión. Los equipos del mismo bando tienen que ponerse de acuerdo entre ellos, pero también cada uno debe debatir, si quieren ganar, mejor que el otro equipo del mismo lado. Los equipos no se preparan juntos. En el nivel universitario, los discursos suelen durar siete minutos, mientras que en el ámbito escolar, por lo general son cinco minutos. Se permiten los aportes informativos en todas las intervenciones (ocho), aunque el primer y el último minuto de cada discurso se protege, evitando esas aportaciones (se puede consultar más acerca de las aportaciones informativas en el apartado Formato de cetro). Es corriente denominar los discursos con términos parlamentarios, y el orden de las intervenciones es como sigue:

Orden de intervenciones en el formato universitario mundial o del Parlamento británico.

Miembros del gobierno (los terceros oradores de cada lado)

El tercer orador debe rebatir sustancialmente todo lo que sea necesario de lo dicho antes que él durante el debate. También se le exige animar el debate aportando al menos un nuevo argumento, que algunas veces se denomina “ampliación”. El equipo que concluye no debe contradecir al que comenzó, pero tampoco puede simplemente repetir sus argumentos, pues han dispuesto de más tiempo para pensar cómo expresarlos con persuasión.

Jefes de grupos parlamentarios (los cuartos oradores de ambos lados)

Los jefes de grupo hacen los discursos sumarios. No deben aportar argumentos nuevos, pero pueden (y deben) presentar réplicas distintas y análisis mientras sintetizan el debate. Es preciso que resuman todas las ideas clave de su equipo e intenten avalorar por qué la contribución de sus colegas ha sido particularmente relevante.

Debate en el aula

Los profesores han de usar o inventar cualquier formato que encaje con la materia que explican. La duración de los discursos y el número de oradores puede variar, siempre que sean los mismos en cada lado. A menudo resulta eficaz en el aula el formato LDC. Las aportaciones de información pueden añadirse o evitarse a voluntad, y el debate abierto se puede reemplazar con una sesión de preguntas y respuestas. Dos alumnos pueden hacer las veces de moderador y cronometrador, y el resto de la clase puede implicarse en el debate abierto y con la votación del público. Si es necesario que participen más personas de la clase, se puede repartir a los alumnos una hoja de valoraciones a modo de jurado para que vayan completándola durante el debate, o algunos pueden hacer de periodistas que deberán escribir en casa un artículo sobre el debate.

En las clases de Lengua o con alumnos más jóvenes, los profesores pueden tener más libertad para elegir tema, pues lo importante del ejercicio es desarrollar la capacidad oral y comprensiva de los estudiantes. No obstante, los debates pueden ser también una herramienta para transmitir conocimientos y saberes propios del plan de estudios. En las clases de Ciencias se pueden organizar debates sobre genética o sobre la energía nuclear; las de Literatura pueden animarse con debates sobre textos; los profesores de Geografía podrían elegir temas como el medioambiente y la globalización. A la hora de evaluar el debate, el profesor deberá decidir qué importancia dará —si quiere darle alguna— a la habilidad para debatir de los alumnos, y cuánto contará el conocimiento y la comprensión del tema en cuestión.

Los temas tratados en este libro (y otros que ellos mismos piensen) pueden servir a los profesores no solo para organizar debates completos, sino también para los improvisados por sorteo. Se pueden escribir temas y ponerlos dentro de un sombrero. Se pide a dos alumnos que saquen un tema, sobre el que hablarán durante un minuto cada uno. O, como variante, se les puede dejar “jugar al tenis” sacando y devolviendo argumentos entre ellos. Este puede ser un buen modo de conseguir que muchos alumnos hablen, y podría ser una actividad interesante para iniciar y presentar un tema nuevo de clase o para verificar lo que han aprendido.

SECCIÓN A

Filosofía / teoría política

Nuestra versatilidad racional para originar formas sociopolíticas diversas, muestra con elocuencia que el hombre, a la vez que cuenta con su condición biológica, la trasciende. Pero la versatilidad de la razón llega al límite de contradecir cada una de sus propias elaboraciones. Algunos dirán que el espíritu de contradicción es propio de la libertad de la razón del individuo, mientras que otros, con Hegel, atribuyen al Espíritu una dialéctica donde lo individual solo es un momento necesario de la contradicción. No somos libres de escapar a ese proceso. Al margen de la explicación que nos convenza más, el hecho es que un hombre que no está dispuesto a supeditar su libertad a nadie, es decir, un anarquista, se opondrá a toda reducción de su autonomía por parte de quienes persiguen una mayor organización social. Las modulaciones históricas de los distintos modelos sociopolíticos, entre las cuales se tocan los extremos del capitalismo y el marxismo, se discuten abajo. En el fondo, siempre, permanece la tensión entre libertad y seguridad, entre las leyes “proteccionistas” y las libertades “individuales”.

Anarquismo

Como en muchos casos de este capítulo, el anarquismo no representa una posición ideológica única y comprensiva de todas, sino una familia de opiniones que rivalizan entre ellas. El hilo común que une las teorías anarquistas es la creencia en el carácter injustificable del Estado y de su autoridad sobre nosotros. Por ejemplo, algunos anarquistas se oponen al Estado fundándose en que su autoridad no ha sido aprobada, o en que produce peores resultados para los ciudadanos, o en que impone de modo inaceptable los valores o intereses de un determinado grupo a todos los ciudadanos del Estado. En particular, el anarquismo puede coexistir con muchas otras posiciones filosóficas. Así, existen “anarco-capitalistas”, que creen que la ausencia de Estado asegura un funcionamiento más puro del sistema capitalista con un mercado verdaderamente libre. Por otro lado están los “anarco-socialistas”, para quienes la cooperación mutua es el resultado natural emergente de un mundo sin Estados, y producirá, de hecho, más igualdad que la que podría proveer cualquier mecanismo estatal.

A favor

[1] La tesis central de muchos anarquistas es esta: no todos los que se ven obligados a vivir dentro un Estado han dado su consentimiento y, por tanto, se produce un recorte inaceptable de su autonomía natural individual. La autonomía natural importa, porque los individuos tienen que tomar sus propias decisiones morales, o porque tienen derecho a seguir su propio interés. El Estado no es más que un grupo de personas seleccionado al azar que pretende tener derecho a tomar esas decisiones por los demás, cuando, de hecho, no lo tienen. Al imponer sus valores, el Estado viola nuestra autonomía natural.

En contra

[1] Es indudable que no todos dan su consentimiento al Estado, pero es porque pedirles que lo hicieran sería un requisito absurdo para la legitimidad del Estado. Más aún, es necesario que todos se guíen por un conjunto de reglas común para asegurar que se consigan algunos resultados básicos, como el cumplimiento de la ley y la distribución justa de los bienes. Todos deben optar por actuar siguiendo el principio del juego limpio. Si los anarquistas afirman ser morales, entonces deberían favorecer el resultado de la mutua cooperación benéfica. Si afirman que no les importan bienes morales como la justicia o la imparcialidad, entonces simplemente desprecian la argumentación moral en conjunto. Esta sería de suyo una postura muy deficiente.

[2] Los anarquistas reconocen que incluso las democracias son instituciones esencialmente represivas en las que una elite instruida y privilegiada de políticos y funcionarios impone su voluntad a los ciudadanos corrientes. Los anarquistas desean vivir en un mundo sin jerarquía, con asociación libre, en el que la expresión individual sea primordial y se eliminen todos los recursos del poder estatal, como el gobierno, los impuestos, la ley y la policía. El derecho de voto y la separación de poder son mecanismos insuficientes para combatir el poder del Estado. Y la democracia, como sistema político, es incompatible con la anarquía pura.

[2] La solución al problema de las democracias no democráticas es la reforma, no la anarquía. Las democracias pueden volverse más representativas mediante la descentralización de las competencias, la representación proporcional y el mayor uso de los referendos. Las relaciones de poder que suelen ser objeto de queja se manifiestan también inevitablemente en un estado anárquico. Las élites ricas se comprarán ejércitos privados, o amasarán todos los medios de producción. Pero en este caso no habrá, sin embargo, ninguna forma de atemperar esas fuerzas usando la fuerza benéfica del Estado. Se perderá por completo el equilibrio de poder. En vez de eliminar por completo el Estado, disponemos de soluciones menos radicales para contener el poder estatal.

[3] El anarquismo puede producir situaciones políticas estables en las que la gente sea capaz de realizarse preservando su autonomía. A pequeña escala, se sabe que las cooperativas anarquistas, normalmente combinadas con un elemento distributivo de la riqueza, pueden crecer bien y tener éxito. En general, el Estado nos anima a pensar solo siguiendo nuestro seco interés privado, mientras que, en realidad, los hombres somos capaces de una cooperación mucho mayor, y notamos una predilección natural por ella. La independencia de la gente no se manifiesta porque el Estado genera la impresión de que todos pueden confiar en su presencia estructural y sus servicios.

[3] La “libre asociación” de personas (véase, la cooperación local en la agricultura, la enseñanza o el comercio), allá donde triunfa, tendrá continuidad y, al final, adquirirá su configuración óptima. Un “estado de naturaleza” anárquico evolucionará inevitablemente mediante la formalización de la cooperación a mayor escala llegando a sociedades como las que ahora tenemos. Serán necesarios sin excepción los administradores, los jueces que medien en conflictos, y las instituciones que aseguren el cumplimiento de la ley. El anarquismo es, por tanto, un acto retrógrado sin sentido: un estado de anarquía no puede durar, porque nunca será estable.

[4] Incluso si el anarquismo fuese básicamente erróneo, constituye una presencia positiva dentro del discurso político. Al aceptar que el Estado es, por lo general, legítimo, también aceptamos sin problema las imposiciones que nos marca en la vida. Por ejemplo, el movimiento “Ocupa Wall Street” supuso un valioso contrapeso al dominio de los grandes bancos ante las consecuencias de la crisis financiera global posterior a 2008. El planteamiento anarquista hizo evidente a la gente el abuso de poder y la presión legal que, en última instancia, se dirigía a proteger a los poderosos.

[4] El anarquismo se emplea a menudo como una racionalización de actos de terrorismo y desobediencia civil en nombre de los “derechos de los animales” o de la “ecología”. Aunque estos son ideales nobles, los hechos hay que verlos como tales: actos caprichosos y antisociales que se hacen pasar por expresión de una moral “anarquista”. Un auténtico anarquista no comería, vestiría o usaría nada creado por quienes forman parte de un Estado organizado. En la medida en que estos terroristas y guerrilleros ecologistas aprovechan los frutos del trabajo de los miembros de una sociedad jerárquica que están intentando subvertir, están actuando hipócritamente.

Posibles debates

Estamos a favor del anarquismo.

No existe ningún Estado que sea legítimo.

Los ciudadanos de una democracia no están obligados a obedecer las leyes que consideran injustas.

Cada generación debe votar para refrendar los tratados que les vinculan.

Es lamentable que la palabra “anarquismo” se haya convertido en un insulto.

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Capitalismo vs. Socialismo

En 1999, cuando se publicó la edición anterior de A favor y en contra, quizás parecía que la caída del muro de Berlín había dejado esta cuestión clara a la mayoría de la gente sensata. Pero desde entonces muchos cambios han hecho revivir el interés por investigar la plausibilidad fundamental de capitalismo como sistema económico: los nuevos índices de “Felicidad Interior Bruta” que miden el bienestar social más que el económico; una preocupación creciente ante el impacto del capitalismo sobre el medioambiente, y, por supuesto, la crisis económica mundial. Es importante recordar que entre los dos polos opuestos que aquí se presentan, hay una gama de sistemas distintos que implican una regulación parcial del mercado por parte del Estado y el uso de las fuerzas del mercado para cumplir ciertas funciones del gobierno.

A favor

[1] La fuerza rectora fundamental de la vida humana y del mundo natural en su conjunto es la competencia. La naturaleza humana es egoísta y competitiva, y permitiendo el dominio de este instinto hemos sobrevivido como especie. El capitalismo reconoce esto al dejar que los individuos más exitosos prosperen con el trabajo duro y el éxito en un mercado de libre competencia. El capitalismo es una versión económica y social de la “supervivencia de los mejor adaptados”.

En contra

[1] El mundo de la naturaleza y el mundo humano se caracterizan por la cooperación tanto como por la competencia. En la naturaleza, las especies medran gracias a la práctica de un “recíproco altruismo”: una conducta de ayuda mutua. La unidad de selección es el grupo, más que el individuo. El socialismo tiene en cuenta estos hechos y propone una sociedad igualmente cooperativa, en lugar de una competitiva, individualista y antinaturalmente dura.

[2] El capitalismo reconoce que los recursos fundamentales de la riqueza y el crecimiento económico son los individuos, y no la sociedad como totalidad. El esfuerzo de la gente transforma los bienes de la naturaleza en proyectos comerciales o permite ofrecer servicios valiosos. Hay que recompensar el trabajo afanoso de las personas con los frutos de su esfuerzo, en lugar de penalizarlos con impuestos punitivos.

[2] La creencia capitalista en la autonomía del individuo es un mito. Todos dependemos, en primer lugar, de nuestros padres, familia y círculos sociales y, más en general, de la educación, los recursos, los servicios, la industria, la tecnología y la agricultura del resto de miembros que nos acompañan en la sociedad. Un “individuo independiente” por completo no sobreviviría más de unos pocos días. Todos dependemos y somos responsables de los demás. Promover el interés individual y la competencia destruye la red natural y la capacidad de desarrollarnos y desarrollar nuestros proyectos.

[3] Los esfuerzos emprendedores del empresario, del terrateniente o del capitalista benefician de hecho no solo a ellos mismos, sino a los millones de personas que trabajan a su cargo, o a los que consiguen un trabajo gracias a sus esfuerzos, a las así llamadas economías dependientes. Las personas que traen del exterior una inversión y crean empresas de éxito ya están beneficiando al conjunto de la comunidad creando riqueza, empleo, mejores condiciones laborales y una mejor calidad de vida: no hay que pedirles que lo hagan una segunda vez redistribuyendo su propia riqueza.

[3] Los ricos no son ricos simplemente porque han tomado decisiones más beneficiosas para sí mismos y para otros, sino porque se les han dado muchas ventajas que no tienen nada que ver con sus decisiones. La posición social (y, consecuentemente, la educación, los contratos en la industria y la buena salud) y los atributos naturales (como la fuerza, la inteligencia y la valentía) de hecho son dones arbitrarios dados por nacimiento: ciertamente, la propensión al trabajo duro no es en su raíz algo elegido, sino algo con lo que nacemos. No son ventajas que la gente merezca.

[4] El sistema socialista promociona la mentalidad de tener derechos y el sentido de la dependencia para lograr el bienestar. El sistema capitalista promociona la iniciativa y el progreso. La gente ve que el trabajo exigente y el ingenio se premian, y eso les motiva. En el sistema socialista, donde el Estado provee a todos, no hay motivación para trabajar duro, y la supresión del mercado bloquea los procesos de competencia y selección.

[4] El socialismo es perfectamente compatible con el trabajo riguroso, la creatividad y el progreso. En un sistema socialista en que el paradigma de la cooperación se proyecte convenientemente, nadie buscará ser perezoso y aprovecharse de los logros de los demás. Además, al dar a la gente una red de seguridad básica, el socialismo permite asumir el tipo de riesgos que conducen a los grandes avances científicos y artísticos, y así mejora la sociedad.

[5] El términos puramente económicos, el único modo de evitar los monopolios es la libre competencia. Los monopolios del Estado u organizados por el Estado, a falta de competencia, se tornan ineficientes, derrochadores y burocráticos, ofreciendo al consumidor malos servicios a mal precio.

[5] Los sectores de gran escala (como la salud o la educación de carácter público) son más eficientes que los más pequeños mediante economías de escala. También hay una “tercera vía” compatible con la ideología socialista, en la que se permite que haya algo de competencia pero se deja al Estado el control final de servicios importantes.

Posibles debates

El capitalismo es una fuerza benéfica para el mundo.

Ha llegado el momento de que los obreros del mundo se unan.

El capitalismo es el mejor sistema económico.

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Censura por parte del Estado

Este tema rara vez se plantea a las claras como la pregunta directa de si debe o no existir algún tipo de censura. Sin embargo, aparece como una cuestión subyacente en multitud de debates sobre cuándo y dónde debe interferir el Estado en la libertad de expresión. Es importante adaptar los argumentos a cada situación. Por ejemplo, la censura de la pornografía es un asunto muy distinto de si es necesario aplicar la censura a partidos políticos racistas. Con todo, esta omnipresente problemática viene de antiguo —se remonta por lo menos hasta Platón— y sigue siendo muy importante.

A favor

[1] La libertad de expresión nunca es un derecho absoluto, sino una aspiración. Deja de ser un derecho cuando daña algo que todos consideramos valioso. Por ejemplo, se legisla contra la incitación al odio racial. Por consiguiente, no es cierto que la censura sea mala por principio.

En contra

[1] La censura está mal por principio. Por muy duramente que discrepemos del punto de vista o el modo de expresarse de una persona, esta debe ser libre de manifestarse en una sociedad civilizada y libre. Las leyes que castigan las provocaciones son distintas en tanto que la conexión causal entre el acto de expresarse y el daño físico es grande, mientras que en la mayoría de los actos de censura es mucho más distante.

[2] Algunas formas de narración escrita o representaciones de imágenes se han considerado definitivamente vinculadas a actos delictivos. Se ha demostrado (concretamente por estudios en Estados Unidos), que el exceso de sexo y violencia en las películas y la televisión incitan a tendencias similares en la conducta del público. Existe una conexión causal directa entre tales imágenes y el daño físico.

[2] De hecho, la conexión entre el sexo y la violencia de las pantallas y los de la vida real está muy lejos de ser concluyente. Decir que quienes ven películas violentas son más propensos a cometer crímenes no demuestra una función causal de los filmes. Igualmente podría suceder que quienes deciden ver este tipo de material ya tengan esas tendencias, que se manifiestan a la vez en su elección de lo que ven y en su conducta. Además, la censura podría de hecho empeorar su comportamiento en el mundo real, puesto que ya no disponen de ningún alivio de tipo imaginario.

[3] La censura actúa para preservar la libertad de expresión, pero la pone en igualdad de condiciones. Quienes apoyan la libre expresión sin reglas olvidan que no solo puede silenciar a las minorías el poder del Estado, sino también el descrédito social promovido por racistas, sexista, homófobos u otros fanáticos. De este modo, podría resultar necesario, por ejemplo, ilegalizar epítetos raciales a fin de asegurar que la gente negra es tratada con justicia en el ámbito público y así tienen la posibilidad de expresar sus opiniones.

[3] No se puede confiar sin más al Estado el poder de controlar lo que la gente pueda decir, porque esto es en sí mismo una discriminación de las minorías. Si concedemos al Estado, por ejemplo, el poder de controlar los medios de comunicación, podría fácilmente usarlo mal para prohibir a las minorías expresarse contra los diversos abusos recibidos por parte del gobierno.

[4] Con la censura de los discursos somos capaces de evitar que haya nuevos seguidores del “lado oscuro” que forman el racismo y otros grupos discriminatorios. Siempre que se pueda, nos interesa “sacarlos de la circulación”, de este modo son incapaces de conseguir nuevos seguidores, y ya no pueden difundirse sus perniciosas opiniones. Aunque esto podría servir de parapeto a la opinión de algunos, es poco probable que estos mismos se convenzan de ninguna otra forma, así que el mejor método son las prohibiciones rotundas.

[4] Censuras tales como la prohibición legal de la incitación al odio racial proscriben socialmente a los racistas y similares, formando guetos y grupos marginales en un sector social, en lugar de dirigir a las personas al debate abierto y racional. Así resulta más difícil rebatir sus opiniones y convencer a los dubitativos de esos grupos de que sus líderes están equivocados.

Posibles debates

En una sociedad libre no cabe la censura.

Habría que permitir a todo el mundo expresar lo que quiera cuando quiera.

La libertad de expresión es un derecho absoluto.

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Contrato social, existencia de un

El contrato social es, obviamente, una metáfora; pero recurrimos a ella con asombrosa constancia, como si fuese algo obvio que existe y vincula a todos los miembros de la sociedad. Es una mala opinión, y es falsa. Sin embargo, hay otras formas de defender el contrato social que resisten mejor a la crítica. No obstante, hay que tener cuidado para precisar qué quiere decir exactamente que ese “contrato” podría incluirnos a todos, pues muchas discusiones sobre el contrato social solo pretenden legitimar cualquier forma de Estado, no un conjunto específico de políticas gubernamentales.

A favor

[1] Sin un Estado que nos gobierne, viviríamos todos en un “estado de naturaleza” violento, no-cooperativo e improductivo: al final no se beneficiaría nadie. De manera que, si estuviésemos en ese “estado de naturaleza”, todos estaríamos de acuerdo en incorporarnos a un Estado, porque claramente nos interesaría hacerlo.

En contra

[1] Incluso si fuese verdad todo eso, no está claro para qué sirve la idea de un “contrato”. Realmente nadie se ha puesto de acuerdo en nada. Simplemente se dice que lo habrían hecho porque la existencia del Estado protege algunos bienes e intereses que de otro modo no estarían protegidos. Pero en ese caso no sería necesario apelar a la idea de un acuerdo: podemos simplemente apoyar la idea de Estado fundándonos directamente en esos bienes. De hecho, el intento de introducir de contrabando la idea del contrato tiende a dar al Estado un aire de legitimidad que no merece.

[2] Los seres humanos hemos dado nuestro consentimiento, en el pasado, a vivir en Estados. No todo el que está hoy vivo ha dado su consentimiento al Estado, pero es porque resulta totalmente impracticable empezar un nuevo proceso de consenso para la formación del Estado cada vez que aparece una nueva persona en el mundo. Más bien estamos ligados por el consentimiento de nuestros antepasados. Eso es lo que legitimó al Estado en primer término.

[2] Esto es simplemente una ficción histórica absurda. Los Estados se forman porque la gente poderosa desea poseer la tierra y ejercer la violencia para defender esa posesión. No hubo un “momento contractual” en la historia de nuestros Estados. Y si este se hubiera producido, ¿por qué debería obligarnos hoy? El tema de discusión sobre un contrato social es, en realidad, el consentimiento. Puede decirse, por tanto, que requiere nuestro consentimiento, y no el de otros.

[3] Los ciudadanos, de hecho, dan su conformidad con el Estado a diario. Pagan impuestos, votan en las elecciones, y usan los servicios del Estado. Todas estas decisiones prueban que están de acuerdo con el Estado, porque le proveen de medios para funcionar.

[3] Votar no significa estar de acuerdo con el Estado, por dos razones: la primera, porque podemos pensar que el Estado es totalmente ilegítimo mientras se desea ejercitar algún control sobre el voto; la segunda, porque mucha gente da su voto a los perdedores, así que, ¿cómo pueden “estar de acuerdo” entonces? De modo similar, el beneficio de los servicios públicos es, en muchos casos, algo en lo que no hay opción (limpieza del aire, defensa nacional); y en otros casos (como la sanidad pública) puede ser incluso que los queramos, aunque nos gustaría que no los prestase el Estado.

[4] Los ciudadanos no abandonan sus estados; esto viene a ser como darles un “consentimiento tácito”. Hay muchos lugares en el mundo que se parecen bastante al estado de naturaleza (zonas en conflicto, o países como Somalia, donde el Estado ha colapsado casi por completo). Si tan terrible es el Estado, los anarquistas podrían ir a vivir allí, pero prefieren no hacerlo.

[4] No escapar de una fuerza impuesta no significa aceptarla. Primero, porque para mucha gente el coste de emigrar tiene un precio prohibitivo y, para ellos, la exigencia de abandonar sus estados no es razonable, porque tienen familia y han construido allí sus vidas. En segundo lugar, el mundo entero está lleno de estados soberanos. Incluso en los peores casos cuentan con gobiernos nacionales, policía y tribunales para imponerse. Lo único que podemos hacer es saltar de estado en estado, pero no podemos ir a vivir a un lugar donde no haya estado, que es la condición que haría falta para hablar de un consentimiento tácito.

Posibles debates

No existe un contrato social.

No estamos a favor de un contrato social y no hay planes de apoyarlo.

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Democracia

Quienes han crecido y vivido en democracia tienden a dar por supuesto que es el único sistema de gobierno viable. Es importante cuestionar esta premisa, y poner a prueba el marco en el que muchos de nosotros vivimos. Puede que haya muchas circunstancias en las que nos gustaría limitar la democracia, o quizás deberíamos buscar honestamente otro sistema de gobierno que deje atrás todo eso y dé paso al gobierno de una élite experta.

A favor

[1] Un país debe ser gobernado por representantes —elegidos por cada miembro (adulto) de la sociedad—, que sean responsables ante la gente y puedan ser renovados por ella. Así no se dará un poder desproporcionado a una minoría adinerada, de propietarios, militares o una élite más instruida. Este ideal de la sociedad democrática liberal se estableció primero con las Revoluciones francesa y americana, y fue recibido en todo el mundo como el método ideal de gobierno.

En contra

[1] Las “democracias” modernas son una farsa. Este sistema solo es posible a pequeña escala. Para un país grande, el gobierno y el liderazgo efectivo son incompatibles con la verdadera democracia. De ahí que tengamos sistemas supuestamente democráticos en los que la gente tiene la palabra cada cuatro o cinco años, pero no tiene influencia real en las decisiones importantes. Por tanto, la democracia no es de ningún modo un principio en el que crea realmente todo el mundo.

[2] Ciertamente, las democracias moderadas pueden tornarse más auténticamente democráticas. Esto está sucediendo gracias al aumento de los referendos (por ejemplo, el francés y holandés sobre el Tratado de Lisboa en 2005, el referéndum en Reino Unido sobre el Voto alternativo, en 2011, y los referendos en los Estados de EE.UU. sobre el matrimonio de personas homosexuales) y a la representación proporcional (como el Parlamento escocés y la Cámara de Representantes de Gales). La democracia se acerca a la gente al devolver el poder a los gobiernos locales. Las personas también tienen voz directa accediendo a los representantes durante todo el periodo de su mandato (en Gran Bretaña, mediante las “consultas” semanales a los diputados). Un sistema democrático genuino resulta muy asequible, no es algo que haya que descartar solo porque no puede llegar a la altura de una forma antigua idealizada.

[2] Estas medidas son meros símbolos: gestos retóricos necesarios para que la gente esté contenta y para contentar a los defensores de la democracia. Pero la verdad es que todavía el poder real está confinado en una élite de políticos y funcionarios. Son los partidos políticos los que deciden quién será candidato en unas elecciones o quién tendrá el “sillón asegurado”, determinando así de modo efectivo, y no democrático, la constitución de los parlamentos. Hay pocas opciones de “recusar” a los políticos elegidos si no cumplen sus promesas.

[3] Es innegable que la democracia no ofrece a la gente el control absoluto de todas las decisiones que se toman en una sociedad; pero es que esto es un ideal imposible. El valor de la democracia, más bien, radica en que el pueblo es capaz de cambiar el gobierno cada cuatro o cinco años. Esto cumple dos funciones. La primera, limita los peores excesos de la política de un gobierno; si el gobierno ejecuta algo verdaderamente inaceptable, se verá bloqueado (por ejemplo, la política exterior de George W. Bush, incluyendo el uso de la tortura, fue un factor decisivo en el cambio de voto americano, a favor de los Demócratas, en 2008). En segundo lugar, significa que, en términos generales, las políticas públicas reflejarán la voluntad popular, incluso si se trata simplemente de una elección genérica entre izquierda y derecha.

[3] La política moderna es demasiado compleja como para que la democracia permita a los individuos tomar decisiones significativas. No podemos tomar decisiones en asuntos particulares, sino escoger de un “paquete” de medidas precocinado que ofrece un partido o candidato, lo cual implica que casi no realizamos ninguna elección respecto una determinada política. Esto provoca, en su lugar, una distorsión retórica, pues los políticos compiten para asentar su “ideología” en la mente de los votantes, en lugar de comprometerse realmente en un debate honrado. Nos convendría buscar métodos alternativos de contabilidad, en lugar de engañarnos diciendo que una campaña electoral moderna con grandes gastos es sinónimo de dinero sucio.

[4] Las transiciones democráticas son, sin duda, dolorosas; pero siempre es una buena idea adentrarse en la senda de la democracia. Las democracias imperfectas siempre deben compararse con las violaciones de los derechos humanos de los autoritarios fuertes: no es cierto que el pueblo keniano esté peor ahora, incluso con la violencia de 2008, que en el inicio de la década de 1990, con un régimen de partido único. Conviene señalar también que solo unos pocos problemas de ese tipo radican en la propia democracia, pues están más bien relacionados con configuraciones específicas de las instituciones incorporadas, que pueden cambiar convenientemente en cada contexto a fin de contener esos problemas. Así, por ejemplo, Sudáfrica, después de que terminara el apartheid en 1994, adoptó una Constitución bien definida que ha impedido que las luchas políticas hayan resucitado la violencia.

[4] En un nivel más práctico, las transiciones democráticas no son a menudo una buena idea en países que tienen en la actividad otros sistemas atractivos de gobierno. La democracia dispara la competencia política, y puede suceder que una sociedad, simplemente, no esté preparada para ello. Allí donde instituciones como la policía o los juzgados son débiles, el resultado puede ser la violencia. El caso de las seis personalidades kenianas condenadas en 2011 por el juez Ocampo, de la Corte Penal Internacional, por ejercer la violencia electoral en Kenya, representa los peores excesos de esta tendencia. Además, donde los partidos políticos y los medios de comunicación son débiles, los políticos se sirven de los grupos étnicos tribales, que pueden desencadenar espirales de violencia y opresión. Por ejemplo, Malasia, país formalmente democrático, todavía oprime enormemente a sus minorías.

Posibles debates

La democracia es el mejor sistema de gobierno para cualquier país.

Es preferible un dictador benigno que una democracia enferma.

“La democracia es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás que hemos probado” (Winston Churchill).

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Desobediencia civil

La desobediencia civil se produce de múltiples maneras. Su núcleo central consiste en negarse a obedecer ciertas leyes por sostener un asunto político importante. Esta desobediencia puede ser fundamentalmente pasiva (por ejemplo, negarse a pagar impuestos), puede también activamente intentar trastornar un sistema de gobierno (mediante sentadas o daños a la propiedad), y puede ser violenta (como tal vez lo fueron, por ejemplo, las manifestaciones de Londres en 2011) o no violenta (el movimiento Ocupa Wall Street). El objetivo común, no obstante, es cambiar la ley. Una perspectiva interesante del debate es cuestionar algunos de los clásicos ejemplos de “éxito” en la desobediencia civil; por ejemplo, ¿realmente las protestas de Gandhi fueron tan importantes como sostienen los cánones históricos para lograr la independencia de la India, o tuvieron un impacto mayor las presiones violentas más organizadas?

A favor

[1] Los gobiernos democráticos, que se eligen solo cada cuatro o cinco años, no son una representación auténtica o adecuada de los intereses públicos. En cuanto un gobierno resulta elegido, puede desentenderse por completo de la voluntad del electorado hasta que acaba su mandato. Por tanto, incluso en los países democráticos es necesaria la desobediencia civil como un método efectivo, y como el último recurso, para que la gente haga oír su voz. Por ejemplo, las protestas sobre las tasas académicas que hubo en Reino Unido después de las elecciones de 2010 pretendían remachar la idea de que el gobierno Liberal Demócrata había “traicionado” a los que le votaron al cambiar su posición en este tema.

En contra