Amor italiano - Jennie Adams - E-Book
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Amor italiano E-Book

JENNIE ADAMS

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Beschreibung

Bella Gable no quería volver a ver al rico y guapo Luchino Montichelli nunca más. Habían tenido un breve romance en Italia cuando ella no era más que una joven ingenua, pero Bella había descubierto poco después que Luc la había traicionado y eso le había roto el corazón. Ahora, años después, Luc estaba en Australia con su hija. Aquel hombre que miraba a su pequeña con tanto cariño parecía el mismo del que Bella se había enamorado locamente. Pero, ¿podría confiar tanto en él como para darle una segunda oportunidad?

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2007 Jennie Adams

© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Amor italiano, n.º 2148 - agosto 2018

Título original: The Italian Single Dad

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-9188-626-6

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Índice

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

 

 

 

 

ARABELLA Gable, de veinte años, se sentó entre otras dos modelos y esperó a que el avión despegara. Mientras se alejaban cada vez más de Italia, respiró. Su segunda visita a aquel país había terminado y ya tenía depositado en el banco el salario por su actuación como modelo. Ella y sus hermanas podrían beneficiarse de ello. Pero desde aquel momento en adelante sólo iba a trabajar en Australia. No tenía ningún deseo de regresar a Italia. El país era precioso, pero los recuerdos de Luchino, del error que había cometido, eran demasiado fuertes incluso tras casi un año.

–No me puedo creer que lo vieras, Karen –dijo Lareen, una de las modelos que estaba sentada delante de ella–. Estoy tan celosa. Parece ser que ahora viaja por toda Europa. ¿Cómo es que te lo encontraste en Nápoles?

Pero a Bella no le interesaba aquello. Miró por la ventana y deseó estar en casa con sus hermanas, en su agradable piso de Melbourne.

–Sí, ¡vi al «señor Diamante» en persona! No al hermano mayor. ¿Quién lo querría? Pero Luc Montichelli… Oh, sí –Karen se rió tontamente.

–¿El «señor Diamante»? ¿Luc Montichelli?

Bella se quedó sin aliento. ¿Luchino había estado en Nápoles? Había pensado que había estado segura de él, lo había creído en Milán, donde vivía normalmente. Si no, no hubiese ido. Se puso enferma al pensar que se podía haber encontrado con Luchino, con su mujer e hija.

Luchino era una mancha en su vida; nunca más volvería a ser tan crédula con ningún hombre.

–Tengo que decir que no sé si querría tener algo con él –dijo Lareen.

–¿Por qué no? –preguntó Karen.

–Porque creo que debe de ser muy inflexible, cariño –prosiguió Lareen–. He oído que se divorció de su mujer y que obtuvo la custodia de su hija, para luego mandar a la pequeña a un pueblo remoto con la sola compañía de una niñera. Y nunca va a verla. Tienes que admitir que eso implica tener sangre fría.

–¿De verdad? –Karen dio un grito ahogado–. ¿Cuándo se divorciaron?

–No estoy segura, pero han estado separados por lo menos un par de meses –Lareen hizo una pausa–. Ahora él no parece la misma persona. Eso fue lo que me impresionó cuando lo vi. Tiene como una especie de enfado reflejado en los ojos…

Bella se quedó rígida. Se le aceleró el corazón. Apenas podía creer lo que había oído. Le impresionó que el matrimonio de Luc hubiese terminado, aunque quizá debía haberlo esperado. Después de todo, él no había sido precisamente fiel. Pero arrebatar a la niña de los brazos de su madre para luego abandonar a la pequeña era imperdonable. Le desgarró el corazón… porque ella sabía cómo dolía aquello.

–Debe de haberse llevado el bebé para castigar a su esposa o algo parecido –continuó diciendo Lareen, que no se había dado cuenta de lo impresionada que estaba Bella–. Los divorcios pueden llegar a ser horrorosos.

–¿Estás segura de que todo eso es verdad, Lareen? –preguntó Karen, vacilante.

Bella apretó las manos; todavía se sentía muy herida por el rechazo de sus padres hacia sus hermanas y ella hacía dos años. A pesar del engaño de Luchino hacía un año, cuando la había perseguido, ocultándole su matrimonio, una parte de su mente no quería creer que él hubiera abandonado a su hija. No quería creer que nadie hiciera eso.

Pero el enfado que había sentido hacia sus padres durante los últimos dos años comenzó a dirigirse también hacia Luchino. Él la había perseguido, habiendo tenido mujer e hija, y ella se había enamorado perdidamente de él. Cuando apareció su esposa y ella se dio cuenta de que Luc había estado simplemente jugando con ella, se quedó destrozada.

Había aprendido de aquello y había construido una coraza a su alrededor para proteger su corazón. Pero ni aun sabiendo todo aquello podía haberse imaginado que Luc pudiera abandonar a su hija.

–Es cierto –dijo Lareen con una profunda voz–. Mi prima, la que estuvo viajando por Europa, obtuvo un trabajo en ese mismo pueblo. Salió con el chico que repartía comestibles, que le contó todo. Un día que fue a llevar un reparto a la casa donde vivía la niña con la niñera, ésta estaba con una amiga a la que le estaba contando que Luc simplemente se mantenía apartado. Pagaba las facturas, pero no quería saber nada de la pequeña.

Las muchachas comenzaron a hablar de cómo se sentirían si las abandonaran. ¡Como si supieran algo sobre ello!

Con las manos temblorosas, Bella se puso los auriculares para dejar de oír a sus compañeras. Pero ni siquiera oyó la música que ofrecían éstos. Simplemente podía pensar en el asco que le daba aquel hombre, al que había pensado no poder despreciar más…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

SE ACERCÓ al Maria’s, en Melbourne, un minuto antes de que cerraran, en una cálida tarde de verano. Era un hombre mediterráneo, alto, que sobresalía entre los demás.

–Buenas tardes y bienvenido a Maria’s. ¿Puedo ayudarle en algo? –dijo Arabella Gable de manera profesional y educada.

Pero cuando el hombre se volvió hacia ella, una ráfaga de memorias se apoderó de su mente; hacía seis años, aquel hombre había tenido su corazón en sus manos.

Se le hizo un nudo en la garganta mientras la furia, el dolor y la desilusión le recorrían el cuerpo. Se preguntó por qué estaría él allí.

–Cuando te explique lo que ocurre, no te va a quedar más remedio que ayudarme.

El profundo acento italiano de Luc provocó que Bella se estremeciera…

–Luchino –susurró ella, que lo había creído fuera de su vida para siempre.

Lo miró como lo había hecho en Milán hacía tantos años; analizó su oscuro pelo, sus ojos marrón chocolate y aquella boca hecha para seducir. Luchino Montichelli desprendía sensualidad y poder.

–Sí, soy Luc, el único e irremplazable. Ha pasado mucho tiempo, Arabella –dijo, analizándola con la mirada–. Parece que los años te han favorecido.

A Bella le dio un vuelco el corazón y se preguntó cómo se atrevía él a mirarla de aquella manera. Nerviosa, se pasó una mano por su rubio moño.

–A ti también te han favorecido –admitió–. Tienes… buen aspecto.

Entonces recordó que él le había arrebatado su hija a su madre, para después abandonarla.

–¿Qué haces aquí, Luchino? ¿Cómo puedo ayudarte?

–Nunca planeé volverte a ver, Arabella –Luc esbozó una dura mueca–. Te aseguro que preferiría no estar aquí.

–¿Preferirías no verme? Me temo que el sentimiento es mutuo –espetó ella.

Pero entonces vio reflejada en los ojos de Luc una dulce expresión y recordó algo que había parecido muy especial y correcto. Una leve vulnerabilidad se apoderó de ella. ¡Pero todo aquello era una ilusión!

–Estoy apunto de cerrar la tienda, así que sea lo que sea a por lo que has venido…

Maria, su jefa, la mataría por tratar de echar a un cliente, pero ella estaba fuera y Luc no estaba allí en calidad de cliente.

–Cierra la tienda –Luc señaló hacia la puerta principal–. Mejor aún, dame la llave y yo lo haré por ti mientras tú haces caja. Lo que te tengo que decir es mejor que te lo diga en privado.

–¡Qué sabrás tú de hacer caja!

Pero la familia de él era propietaria de joyerías a lo largo de toda Europa y otras partes del mundo. Y seguro que seguían el mismo procedimiento de hacer caja.

–De todas maneras, no sé si quiero hablar contigo a solas. Por si se te ha olvidado, no quedamos precisamente como amigos.

–No me he olvidado de nada –dijo él, mirándola–. Tengo una tienda a un par de manzanas de aquí –entonces dirigió la mirada hacia la ropa de la tienda–. Creo que sé cómo asegurar este lugar.

Bella sabía que una tienda de Diamantes Montichelli había abierto hacía dos semanas cerca de allí, pero lo había apartado de su mente.

–Pensaba que la tienda era una filial de la tienda de Sidney y que habría un gerente local. Pensaba que tú te dedicabas al diseño.

Cada vez que las hermanas de Bella habían sufrido durante los últimos años, ella había encontrado un nexo con Luchino, ya que él también había abandonado a su hija. Con ella misma había jugado, engañándola y divirtiéndose a su costa.

–¿Ahora te encargas de la administración? ¿Estás aquí para dejarlo todo preparado y después dejar la tienda a cargo de alguien? La tienda de Sidney tiene un encargado local…

Bella deseó que así fuera y que Luchino se fuese a marchar.

–Ya no trabajo con mi familia. Diamantes Montichelli es mi tienda, una entidad separada de todas las demás. Quizá comparta el nombre familiar, pero la tienda tendrá éxito por mi trabajo, por mis diseños y por mi reputación.

Luc esbozó una dolorosa expresión y bajó la mirada.

–Tengo muchas funciones que desempeñar aquí… propietario, diseñador jefe, encargado, vendedor. Haré todo lo que se necesite hacer. Estoy aquí para quedarme.

Luchino, tomando la llave de la puerta principal, se dirigió a cerrar.

–Termina lo que estuvieras haciendo, Arabella, para que así podamos hablar.

–Me marcho en un minuto –dijo Bella, tratando de controlar el temblor de sus manos mientras vaciaba la caja registradora.

Luc miró entonces los maniquíes vestidos con ropas que ella había diseñado, y Bella, a pesar de su enfado, contuvo la respiración, esperando a ver cuál era el veredicto de él.

–Eres una mujer de talentos ocultos, Arabella. Son buenos. Por lo menos tu destreza con los diseños y con las creaciones deja claro que hay una posibilidad de que arregles el lío que has creado.

–¿Lío? ¿Qué lío?

–Has pasado de modelar a obligar a mujeres de mediana edad a gastarse enormes cantidades de dinero en negocios que no tienen garantía de éxito. Debes de estar muy orgullosa de ti misma.

–Modelé para poder poner dinero sobre la mesa para mis her… –se detuvo al darse cuenta de que estaba tratando de explicarse ante él–. ¿Qué quieres decir? Yo no he obligado a nadie y, de todas maneras, ¿qué tiene eso que ver contigo?

Bella había conseguido un contrato con Maria Rocco, por el cual llevaba a la tienda de ésta en exclusiva sus diseños durante un plazo de cinco años.

–Maria Rocco es mi tía –dijo Luchino–. Y eso hace que esto sea también mi negocio.

Bella se quedó impresionada. Maria era milanesa, pero había vivido en Australia durante casi toda su vida adulta.

–Maria es una Rocco, no una Montichelli, y ella misma me dijo que no tenía familia.

–Mi tía se marchó de Milán, dejó a la familia y se cambió el apellido hace mucho tiempo. Sin duda, ella consideraba que estaba sola –dijo él, enfadado–. Estoy seguro de que pensaste que eso era una ventaja cuando decidiste robarle una gran cantidad de dinero.

–¡Yo no hice eso! ¿Cómo sabes siquiera nada del acuerdo que hice con ella?

Pero estaba claro que él sabía algo. Bella observó cómo Luc se llevaba una mano al pecho, como para asegurarse de que todavía tenía algo en el bolsillo de la camisa. ¿Quizá una foto?

–Le dije a mi nuevo asesor de negocios que quería conocer a Maria. Él había oído que Maria tenía una protegida. Cuando mencionó tu nombre, le pedí que averiguara detalles sobre ti.

–Eso es una invasión de la privacidad de Maria, ¡y de la mía!

–Ha sido una intervención muy oportuna. Aunque estemos distanciados, no voy a dejar que Maria tenga problemas financieros por tu culpa. De alguna manera la forzaste a que te contratara para trabajar diseñando para ella, a un precio astronómico y sin ninguna garantía de que los vestidos se venderían.

Bella frunció el ceño. No era un acuerdo injusto, porque Maria sabía que su objetivo era que ambas tuvieran éxito.

–En realidad es un acuerdo, no un contrato –aclaró ella, que no había querido pagar a un abogado.

Henry Montbank, antiguo jefe de Chrissy, le había ayudado a realizar el acuerdo sin lagunas.

–Es un robo disfrazado de acuerdo de negocios.

–¿Me estás llamando ladrona? ¿Cómo… te atreves? Has investigado mi vida a mis espaldas, como si tuvieras todo el derecho a hacerlo. ¿Qué has averiguado de mis hermanas y de mí? ¿Hasta dónde has excavado, exponiéndonos…?

–He investigado tus finanzas, Arabella, el trabajo que has realizado en los años desde la última vez que te vi. Y me enteré de todo sobre el acuerdo al que llegaste con mi tía. No me voy a disculpar por ello –dijo, con una dura expresión reflejada en los ojos.

Entonces prosiguió hablando.

–Pretendo reclamar a Maria como tía mía –dijo Luc, suavizando un poco su expresión–. Es de la familia y… si es posible, quiero tener ese vínculo con ella. Hubiera quedado para verla antes si no hubiera estado fuera de la ciudad.

Aquel amor por la familia, teniendo en cuenta su historial, era extraño.

–A pesar de lo que dices, no debes de haber investigado muy bien, Luchino, porque Maria no está en peligro financiero por culpa mía.

–Al contrario; la adquisición de tu colección casi la deja en bancarrota.

–Tu tía es muy rica, Luchino. Tiene un ático en la mejor zona de la ciudad, conduce el último modelo de coche deportivo y se marcha de vacaciones al extranjero frecuentemente. No dudó en acceder a mis condiciones y puede mantenerse seguir adelante hasta que mis modelos reporten beneficios.

–Maria se ha gastado más de lo que debía durante años. El ático es alquilado, así como el coche, y todos esos viajes le han hecho estar en deuda. No estaba en condiciones de meterse en una aventura especulativa como la tuya.

–Mis vestidos se venderán. Maria ha hecho una buena inversión y pretendo probarlo.

A Bella le dio un vuelco el estómago. No le había preguntado a Maria su situación económica, simplemente la había asumido por lo que había tenido delante de ella. Pero si realmente Maria no tenía dinero…

–No puedo fallar –afirmó severamente.

La palabra fracaso ya no era una opción para ella. No lo era desde que sus padres habían abandonado a Chrissy, a Sophia y a ella.

–A medida que vaya creando una cartera de clientes, se venderán más vestidos y Maria recibirá un gran beneficio por la inversión que hizo.

Pero nada de eso funcionaría si Maria entraba en bancarrota…

–Voy a telefonear a Maria para averiguar cómo están las cosas.

Maria podía disipar el miedo que se estaba apoderando de Bella. Todo estaría bien de nuevo, salvo por la intención de Luc de ser parte de la vida de su tía, lo que provocaría que tuviera contacto con Bella.

–No puedo permitir que telefonees a mi tía. No quiero que sepa que compré… que la investigué. Quiero una oportunidad de poder conocerla sin que se interpongan asuntos comerciales.

Bella sintió la necesidad de hablar con sus hermanas, de oír sus voces para que la reconfortaran, pero si les telefoneaba, hablaría demasiado. Y sabía que no debía hacerlo. Ellas sabían que había tenido un problema en Milán con un hombre, pero no les había contado los detalles de aquella devastadora experiencia. Ella sólo había tenido diecinueve años por aquel entonces…

–La prevaricación es una pérdida de tiempo, Arabella. El acuerdo te favorece. Maria tiene problemas financieros porque tú ejerciste presión para conseguir diseñar tus vestidos. Conocieras sus problemas económicos o no, tus exigencias eran inaceptables y espero ver que lo remedias. Éstos son los hechos. Ahora, te voy a dar dos opciones para reparar el daño.

La expresión de la cara de Luc se endureció mientras se quedaba mirando a Bella.

–La primera opción es que pagues cada céntimo de lo que ella te ha prestado y que entonces te marches.

–Esto no es sólo cuestión de dinero, Luchino. Maria ha accedido a lanzar mi marca, mi nombre. Si pidiera un préstamo para pagar lo que ella me dio, no podría reestablecerme en otra parte. Ya no tengo dinero. Lo he invertido en tejidos e ideas para nuevos vestidos.

–Supongo que eso nos lleva a la segunda opción –dijo él, dando un paso adelante.

–¿Oh? ¿Y cuál es? –preguntó Bella, tratando de no pensar en lo cerca que estaban el uno del otro, tratando de no sentirse intimidada ni confundida.

–Es bastante simple, Arabella. Tienes que asegurarte de que cada vestido que mi tía te compró se venda rápido y a buen precio.

–Claro. Haré que eso ocurra –dijo, pensando que buscaría una madrina en las páginas amarillas para que agitara su varita mágica por ella–. La rapidez no es el ingrediente principal en mi plan de trabajo. Maria lo sabía. Es por lo que estuvimos de acuerdo en un plazo de cinco años.

–Esos cinco años ya no son válidos. Debes salir y atraer clientes de las altas esferas para vender hasta el último de esos vestidos… y rápido.

–Siento decepcionarte, Luchino, pero no tengo acceso a ese tipo de gente.

–Estando a mi lado, se te abrirán esas puertas –dijo él, esbozando una nefasta sonrisa–. Te pasearás entre ellos hasta que las finanzas de Maria se arreglen. Me pegaré a ti para conseguirlo.

–No. Ni siquiera sé si estás diciendo la verdad.

Bella se enfureció; todo el enfado que había guardado en su alma explotó.

–Después de todo, esconder la verdad es lo que haces, ¿verdad, Luchino? Fingiste no tener esposa. Dime, ¿te dolió perderla? ¿O simplemente te alegraste de librarte de ella para así continuar con tus romances sin que te pesara la conciencia?

Capítulo 2

 

 

 

 

 

ME SORPRENDE que sepas lo de mi divorcio –dijo Luc sin poder apartar su vista de Arabella.

Le enfureció el renacer de la vieja atracción hacia ella. Bella era tan mala como Natalie, decidida a conseguir lo que quería fuese como fuese, y él no se iba a dejar embaucar por segunda vez. Pero no entendía aquel repentino interés que se había despertado en él por Arabella.

Acarició de nuevo la foto de su hija que llevaba en el pecho, y la culpabilidad se apoderó de él.

–Hace cinco años fui a Italia para un pase de modelos –dijo Bella, deseando que fuera él el que regresara a Italia en aquel mismo momento… pero para quedarse–. Alguien habló de ti. Yo no fui tratando de sacar información, créeme.

–Desafortunadamente, Bella mia, ya no confío en nadie y, desde luego, tampoco en ti.

La capacidad de confiar en las personas le había sido arrebatada a Luc irrevocablemente, y no una, sino tres veces. Por Bella, por su hermano y por su ex esposa.

Quizá Bella, con aquel maravilloso pelo rubio ceniza y aquellos ojos marrones, no sintiera ningún remordimiento. Su ex esposa no lo había sentido. Y ante las preguntas de Luc, su hermano tampoco lo había mostrado.

Luc se dijo a sí mismo que no debía permitir que la amargura del pasado interfiriera en su nueva vida. Había elegido ir a Australia deliberadamente. Por… su hija. Por Grace. Para empezar de nuevo en un lugar donde la traición pudiera ser, si no olvidada, por lo menos apartada a un lado. Había elegido Melbourne porque quería conocer a la escurridiza tía de la que su familia siempre había hablado susurrando.

–Tengo aparcado el coche a unas pocas manzanas. Las pruebas de la situación de Maria están en él –gruñó Luc, luchando contra los recuerdos de Arabella que todavía le conmovían, aún sabiendo que eran falsos. Se dirigió hacia la puerta principal–. Marchémonos.

–Estoy más que preparada para ver esas pruebas –Bella salió de la tienda y cerró la puerta, activando la alarma–. Cuanto antes terminemos con esto, mejor.

–Estoy de acuerdo –concedió él, tomándola por el brazo y dirigiéndola hacia su coche–. Pero esto es sólo el principio.

Cuando llegaron al coche de Luc, éste lo abrió con el mando a distancia.

–Bien. Enséñame los documentos.

Luc sacó su maletín del coche.

–El restaurante Brique’s estará tranquilo. Está aquí al lado. Miraremos juntos los documentos.

–¿Por qué no los miramos aquí? ¿Y qué ocurre si quiero comprobar que esos documentos son auténticos?

–Si necesitas comprobarlo una vez los hayas mirado, puedes quedártelos. Tengo copias –entonces señaló hacia el coche–. Si prefieres sentarte en medio de esta calle tan ajetreada…

–Supongo que será mejor ir a Brique’s.

Cuando entraron al restaurante, Luc pidió bebidas y un plato de queso y fruta.

–Está bien, ahora estamos en un entorno civilizado –dijo Bella, bebiendo un sorbo de agua.

–Me gustan las cosas buenas. No me avergüenzo de ello.

–Mmm, quizá no sea Pont l’ Eveque, pero está igual de bueno –dijo, probando el queso.

Luc abrió su cartera, tratando de desviar su atención del movimiento de la boca de Bella, y sacó los documentos para que ella los viera.

Bella leyó algunos de ellos durante un par de minutos en silencio. Entonces lo miró, frunciendo el ceño.

–¿Dijiste que tu asesor financiero obtuvo esto?

–Son auténticos, Arabella. La información nos ha llegado de una respetable empresa de investigación. Como puedes ver, la compra de tus vestidos por parte de Maria fue una operación financiera más que arriesgada para ella.

Indicó el papel que había adjunto al documento.

–Si quieres, puedes telefonear a la empresa ahora mismo. Te confirmarán todo lo que has leído.