¿Te quieres casar conmigo? - Jennie Adams - E-Book
SONDERANGEBOT

¿Te quieres casar conmigo? E-Book

JENNIE ADAMS

0,0
2,99 €
Niedrigster Preis in 30 Tagen: 2,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Recordatorio: ¡Estoy enamorada del jefe! Cuando Lily Kellaway aceptó ser la secretaria de Zach Swift esperaba encontrarse con un jefe exigente y arrogante… pero Zach era guapo y generoso. Desde el accidente Lily no había querido trabajar en oficinas por su mala memoria, pero con Zach todo era diferente. ¡Y entonces le pidió que lo acompañara en un viaje de negocios! Ya le resultaba difícil esconder sus sentimientos de nueve a cinco… Zach no tardaría en descubrir que no era tan perfecta como él parecía creer. Además, había mencionado que quería hacerle una proposición esa misma noche… durante la cena.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 187

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2007 Jennie Adams

© 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

¿te quieres casar conmigo?, n.º 2135 - mayo 2018

Título original: Memo: Marry Me?

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-9188-188-9

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

ES USTED Zachary Swift?

Lily se quedó en la puerta del enorme despacho y soltó las palabras con cierta aprensión, aunque esperando parecer tranquila, racional y no muy preocupada.

–Soy Lily Kellaway –siguió ella–, propietaria y directora de la agencia de secretarias. Estoy aquí por… el asunto de mi empleada.

Él podría negarse a hablar con ella; podría ponerlas a ella y a su agencia en la lista negra y acabar con su negocio de un plumazo. Lily lo sabía y lo temía, pero si quería arreglar esa situación tenía que parecer segura de sí misma, una mujer que podía mejorar las cosas y que lo haría.

–Sí, soy Zach Swift. Y la acusación contra Rochelle Farrer no es gratuita.

Se sentó en la butaca de cuero detrás de la mesa con una sensación de seguridad en sí mismo que le brotaba de cada poro.

Por los ventanales podía verse el plomizo cielo de Sidney. La fina rejilla que había encima de los ventanales permitía que se oyeran los incesantes ruidos de la ciudad, que enfatizaron sus tajantes palabras. Eran unos sonidos firmes y rotundos cuando ella sólo quería que su voz se suavizara y la invitara a comentar el asunto tranquilamente.

–No discuto su acusación –a ella le habría encantado demostrarle que estaba equivocado pero, desgraciadamente, era verdad–. Sin embargo, todo puede enmendarse. La situación puede corregirse.

–¿Para eso ha venido? ¿Para intentar arreglar lo sucedido? No hay marcha atrás –él frunció el ceño y su rostro delgado y bronceado expresó irritación–. Creo que dejé muy claros mis sentimientos cuando hace una hora hablamos por teléfono.

A Lily le había impresionado mucho aquella llamada. El bochorno y la consternación le habían impedido razonar con él. Se había quedado aturdida y él le había dicho que no quería saber nada más de la agencia ni de ella.

–Usted habló de ciertos asuntos cuando llamó –la mesa vacía de la secretaria en la recepción era como una burla, pero ella rezó para que él la escuchara–. He tenido tiempo para asimilar lo que ha pasado y me gustaría tratar esos asuntos.

–¿Qué hay que tratar? He despedido a su empleada. He despedido a su agencia. Punto final.

Él gruñó algo, se levantó y dio cuatro zancadas hasta ponerse delante de ella. Eran casi dos metros de hombre enfadado y agraviado y su agencia era la responsable de tanta ira. Lily tembló, pero también sintió otra cosa. Fue algo fugaz e inesperado cuando su mirada se posó en aquellos ojos de color avellana con tupidas pestañas. Sintió una mezcla de curiosidad e interés que la dejó sin aliento. Volvió a sentir consternación. No podía sentirse atraída por él; tenía que ser algún tipo de reacción nerviosa. Además, al margen de cualquier otra cosa, estaba demasiado ocupada para tener una relación con un hombre. Ocupada era decir poco. Sólo tenía que fijarse en la relación con sus padres.

–Sólo le pido unos minutos. Si me escucha, habrá invertido bien esos minutos.

–¿De verdad, señora Kellaway? Parece muy segura.

Lily se colocó bien el bolso que llevaba colgado del hombro, se alisó la falda verde y se estiró la chaqueta a juego.

–Tengo una solución.

–¿De verdad? Durante toda la semana pasada me han perseguido sexualmente mientras su secretaria incumplía sus obligaciones –él entrecerró los ojos con disgusto–. Mi vida laboral ha sufrido un perjuicio muy considerable que ha culminado con el episodio de esta mañana. Su agencia es la responsable y ¿quiere solucionar mi problema?

Lily tomó aire. Algo suave y masculino se adueñó de sus sentidos. Madera de cedro y cítricos con la calidez de un hombre.

–Le pido disculpas…

Balbució las palabras mientras su mirada se dirigía, como si tuviera voluntad propia, hacia el sofá de cuero negro que había en un rincón.

Él siguió su mirada y apretó los labios.

–¿Podía usted imaginarse que hoy me encontraría con esa escena? A lo mejor su agencia perdona ese comportamiento a sus secretarias temporales.

–Naturalmente, no podía imaginarme que Rochelle se hubiera comportado de esa forma ni que pudiera hacerlo –Lily sabía que esa conversación se pegaría como una lapa al interior de su cabeza–. Si lo hubiera sabido, no la habría contratado. Hasta el momento, no había tenido las más mínima queja de ninguno de mis empleados.

–Entonces, ¿qué ha pasado, señora Kellaway? –él se alejó, apoyó la manos en la mesa y la miró fijamente–. ¿Por qué me he encontrado a Rochelle Farrer desnuda en el sofá cuando he entrado esta mañana en mi despacho?

Lily se apartó unos mechones de la frente con una mano temblorosa. Rochelle había creído que así conseguiría que ese hombre se abalanzara sobre ella y que luego él la conservaría. Ella no vaciló en decírselo a Lily cuando la llamó por teléfono mientras se dirigía hacia allí a toda prisa.

–Rochelle… parecía tener la idea equivocada de que podría….

–Casarse con un hombre rico y vivir de las rentas toda la vida –él terminó la frase con una inexpresividad gélida–. ¿Creía que sólo tenía que lanzarse sobre su víctima para conseguirlo?

–Sí… –él estaría furioso, pero su conversación con Rochelle tampoco había sido muy agradable–. No sabía que Rochelle haría algo así para intentar casarse con un hombre rico. Cuando la entrevisté, me pareció muy sincera y metódica.

Él se quedó en silencio y ella quiso salir corriendo. También quiso usar su bloc de notas para apuntar todo lo que habían dicho. Tenía que quedarse el tiempo suficiente para que él aceptara contratar a Deborah. Luego, ella podría volver a la tranquilidad de su pequeño piso para seguir dirigiendo la agencia; a los días rutinarios que la mantenían alejada del peligro, donde sus imperfecciones no le causaban problemas y de donde sólo se aventuraba a salir cuando se encontraba con fuerza para afrontar un desafío.

Él la analizó con un detenimiento desconcertante. Al final, inclinó un poco la cabeza.

–Aunque parezca increíble, la creo.

–Gracias –a ella le flaquearon las rodillas–. Me alegro de oírle decir…

–Eso no cambia nada –él le chafó las esperanzas sin andarse por las ramas–. Rochelle no se ajustaba a lo que su agencia prometía como «una secretaria digna de confianza y con experiencia en trabajos arduos en condiciones difíciles», ¿verdad?

–No.

Mientras se quedara en la puerta intentando encontrar una explicación, estaría en clara desventaja.

–Entiendo su enfado y el disgusto por todo lo que ha tenido que aguantar, pero tengo una oferta que puede hacer que la situación sea mucho más positiva –añadió Lily–. Creo que debería oírla por el bien de su empresa.

Al cabo de un rato, él suspiró y le indicó la silla que había enfrente de su mesa.

–Muy bien, creo que puedo dedicarle unos minutos.

Zach no dijo que esos minutos le servirían para zanjar definitivamente aquello antes de contratar a otra agencia más seria, pero ella estaba segura de que lo pensó.

–Gracias –Lily fue hacia la silla–. Sólo quiero que me conceda tiempo suficiente para arreglar este asunto.

–Por mi parte, el asunto está…

Se quedó callado y con la mirada fija en el movimiento de sus caderas. Él cerró los ojos, pero Lily pudo captar la mezcla de curiosidad y valoración que indicaba interés por ella, lo quisiera o no.

Si ella también sintió cierto hormigueo, fue porque estar allí la alteraba. Los nervios hacían que sintiera descargas en la espina dorsal, no era una reacción por él. Aunque se negó cualquier interés por él, una pequeña parte de ella observó esa cara arisca con el ceño fruncido, una mandíbula firme y un pelo castaño oscuro y abundante.

Lily sacudió la cabeza y volvió a pensar en su empresa. Acabaría con aquello y se marcharía con un apretón de manos impersonal y digno. Pronto olvidaría ese interés o lo que fuera.

–Espero que no pretenderá que le pague por la semana que Rochelle ha pasado persiguiéndome por la oficina, desatendiendo su trabajo y poniendo todo patas arriba.

–Claro que no –esa pérdida de ingresos sólo era una más de sus preocupaciones–. Nunca le pediría tal cosa a un cliente.

–Pero ha venido para pedirme algo…

–Sí y, por favor, créame cuando le digo que me doy cuenta de la gravedad del asunto –ésa era la parte más importante del discurso para convencerlo de que tenía que dar otra oportunidad a su agencia–. Tiene perfecto derecho a sentirse ofendido, incluso, asqueado.

Su lápiz volaba sobre el bloc de notas y apuntaba lo esencial de la conversación con unos signos que había aprendido gracias a repetirlos infinidad de veces.

Su tutor le había insistido en que siempre apuntara lo que era importante, pero ella ya lo hacía antes de que él se lo dijera. Lo hacía sistemáticamente desde que salió del hospital; desde que se alejó de la vergüenza de sus padres y de sus sueños rotos.

Zach ladeó la cabeza.

–Fue una conmoción entrar en mi despacho y encontrarme… eso. Si hubiera estado acompañado…

–Habría sido mucho peor. No quería decir que le hubiera asqueado en el sentido literal de la palabra. Quiero decir, estoy segura de que lo que dice la prensa sobre su interés por las mujeres es verdad.

¡Se había metido en un berenjenal! ¡Tenía que concentrarse!

–Me alivia saber que el cuarto poder reconoce mi saludable heterosexualidad.

Las palabras destilaban sarcasmo en cada letra, pero su mirada revelaba que algo de esa virilidad estaba concentrada en ella.

Lily volvió de golpe a la realidad cuando él dijo algo y se quedó callado para que contestara. Lily rebobinó. Inútil. No podía acordarse de lo que él había dicho. Una sensación gélida se adueñó de ella. ¡Tenía que estar atenta! Tenía que sacar algo positivo de aquello.

–Sí, claro… Le pido las disculpas más sinceras en nombre de la agencia. He despedido a Rochelle.

–No creo que vaya a ser una gran pérdida.

–No, seguramente, no –también podía ser sincera en eso. El lápiz seguía volando–. Sin embargo, permítame que le haga mi oferta.

Él se inclinó hacia delante con una expresión muy poco condescendiente.

–Le agradecería que fuera breve.

–Necesita otra secretaria. Estoy dispuesta a facilitarle una y puedo hacerlo –todo quedaba anotado en el bloc–. Para garantizar que no pueda pasar nada más, quiero mandarle a Deborah Martyn. Deb es mi mano derecha, una mujer madura, digna de confianza y con mucha experiencia. Puedo hacer que venga dentro de… –Lily ojeó una agenda–. Dentro de una hora. Además, como incentivo extra, me gustaría ofrecerle otras dos semanas de trabajo, sin coste alguno, cuando acabe el contrato actual. No es fácil encontrar una buena secretaria de un día para otro. Así le ahorraré el tiempo y el esfuerzo de tener que buscarla –contuvo la respiración–. Supongo que todavía no habrá tomado ninguna medida…

–No he tenido tiempo –Zach dejó escapar una risa sin ganas–. Digamos que he aceptado considerar la posibilidad de que me mande una sustitución, aunque no lo he decidido…

Ella había contado con alguna resistencia y se inclinó hacia delante.

–Sí…

–No creo que fuera muy prudente aceptar a otra mujer desconocida, después de la experiencia… Si en vez de Deborah Martyn pudiera ofrecerme a un secretario varón, preparado, con experiencia y, a ser posible, con mujer e hijos… –Zach daba un golpecito en la mesa con cada condición–, alguien que pueda garantizarme que vendrá a trabajar y a nada más, entonces, podría pensármelo. Sólo podría.

No tenía empleados varones disponibles, ni casados ni de ningún otro tipo. Sólo podía ofrecerle a Deborah, una trabajadora excepcional, pero mujer de los pies a la cabeza.

–No tengo ningún hombre en este momento, pero le aseguro que Deborah está felizmente casada…

–Es mujer –Zach se pasó la mano por el cuello como si esa palabra fuera la peste.

–Una mujer muy responsable.

Él levantó una mano para que no siguiera, pero no le quitó los ojos de encima.

–Desde mi posición, sería más seguro intentarlo con otra agencia. Con una más consolidada, quizá, con una que tenga una reputación sólida.

–Por favor. Me gustaría contar con la confianza de su empresa.

Ella se había prometido no suplicar, pero estaba a punto de hacerlo. Sus chicas confiaban en ella para tener un trabajo. Las cinco eran mujeres excepcionales y todas necesitaban el dinero que se ganaban con su esfuerzo. Eran un equipo muy unido que se había formado durante el primer mes de existencia de la agencia, hacía nueve meses. Rochelle llegó más tarde y nunca encajó del todo. Lily debió haberse preguntado el motivo, debió haber comprobado minuciosamente sus referencias y, quizá, debió habérselo pensado mucho antes de aceptarla.

En ese momento, tenía que arreglar ese problema por las chicas, se lo debía. Además, también tenía que hacerlo por sí misma. ¿Qué le quedaría si se hundía la agencia?

–Haré lo que sea necesario para recuperar su confianza.

–No. Lo siento –él se levantó–. Agradezco su oferta, pero no puedo aceptarla.

–Aumentaré el servicio gratuito a un mes…

Lily también se levantó. No sabía si su presupuesto podía permitírselo, pero tenía que convencerlo.

–La noto muy decidida –la miró fijamente a los ojos y, otra vez, con cierto interés masculino que no disimuló–. Seguramente, también estará preocupada por que vaya a denunciar a su agencia.

Ella notó que se le aceleraba el pulso por aquella mirada, pero los latidos se le pararon en seco cuando asimiló lo que él había dicho.

–No, en absoluto –fingió ella–. Yo…

Naturalmente, lo había pensado. Si él tomaba medidas legales, su agencia podría ser declarada culpable de las cosas más espantosas y hundirse en un mar de ignominia. Si él desprestigiaba a su agencia entre sus colegas, el resultado sería el mismo.

–¿Es lo que está pensando? –preguntó Lily.

–No –contestó él tajantemente–. Sin embargo, me impresionan la devoción que tiene por su agencia y sus recursos. He decidido que, efectivamente, puede apaciguarme de una forma.

–Lo que sea. Una frase de agradecimiento en la lápida de mi tumba. El primer gatito que tenga Jemina. Todos los huevos de Betty durante un año… –parecía desesperada y le abrasaban las mejillas–. Todo eso le dará igual, claro, pero ¿qué es lo que ha pensado? Si está a mi alcance, cuente con ello.

–¿Jemina? ¿Betty? –él susurró los nombres y una sombra burlona se reflejó en sus ojos.

Un hombre que podía sonreír era tan atractivo… Él, sin embargo, sacudió la cabeza.

–Al principio pensé que necesitaba a alguien que mantuviera las cosas en un orden aceptable hasta que mi secretaria volviera de su baja –concluyó Zach.

–Claro –Lily agitó la cabeza y el pelo le tapó las mejillas–. Eso fue lo que entendí cuando me llamó.

Él dio un paso, alargó la mano hacia la mejilla de ella, se paró y se metió las dos manos en los bolsillos.

–Las cosas han cambiado.

–Creo que no lo entiendo del todo.

Ella agarró el lápiz con todas sus fuerzas. ¿Realmente había estado a punto de acariciarle la cara? Todo su cuerpo lo anheló.

–Una mujer como usted tiene que conocer bien todo los entresijos de una oficina –afirmó él.

–Bueno, sí…

Ella siguió anotándolo todo, pero no entendió por qué hablaba de ella.

–¿Ha hecho trabajos temporales? –Zach apretó las mandíbulas y sus ojos se clavaron fugazmente en la boca de ella–. ¿Sigue aceptándolos?

Ella tuvo que hacer un esfuerzo para no llevarse los dedos a los labios. Sintió la necesidad de tocárselos, como si él hubiera cambiado su forma al mirarlos.

–Acepto trabajos cortos que no me mantienen mucho tiempo alejada de mis otras responsabilidades. Mi dedicación a la agencia no me permite mucho más.

Eso era verdad, aunque no era toda la verdad.

–Si las circunstancias lo exigiesen, podría hacer más. Se adaptaría. Creo que lo haría bien –afirmó Zach.

Lo dijo con un tono áspero que hizo que ella se preguntara a qué adaptación se refería, pero asintió levemente con la cabeza.

–Ésta es mi propuesta: quiero que venga usted a mi oficina para solucionar los problemas y ocuparse del trabajo acumulado.

Lily fue abriendo cada vez más los ojos. Se sintió dominada por una mezcla de ansiedad, incredulidad y miedo. ¿Quería que fuera ella? Podría ir un par de semanas, pero ni siquiera eso entraba en sus planes.

–No puedo abandonar mi trabajo…

–Te sorprendería lo que puedes hacer, Lily Kellaway, si hay una motivación y una necesidad –la interrumpió Zach, tuteándola–. Quiero que consigas que mi oficina funcione como lo ha hecho durante los últimos once años, sin que me moleste ni un estornudo. Cuando vuelva Maddie, quiero que todo esté tan impecable que ella no note que se ha ido.

–Lo siento, de verdad.

Lily había querido otra oportunidad, pero no ésa. Haría el ridículo y mostraría su debilidad delante de él. Era imposible. Como lo era explicar su negativa a aceptar lo que él consideraría una oferta aceptable.

–No podría… –balbució Lily.

–Sí puedes y lo harás. Eres la persona indicada porque el resultado te importa tanto que harás lo imposible para que todo funcione.

Él no se movió, pero ella pudo notar cómo se sacudía las manos mentalmente al presentarle ese hecho consumado. Si tenía la más mínima preocupación por sentirse atraído por ella, debería estar enterrada muy profundamente. Quizá se hubiera limitado a sofocar esa atracción. Ella podía hacer lo mismo. La tensión de la situación le había limitado su clarividencia, pero podía hacerlo.

–Estoy seguro de que tu capacidad organizativa está a la altura del trabajo y sólo serán unos cuantos meses.

–Unos cuantos… meses…

Estaba empeñado en que ella hiciera ese trabajo y no iba a aceptar nada más. En cuanto a su capacidad organizativa, tuvo que contener una carcajada. Se sintió atada de pies y manos. El bloc de notas se le cayó al suelo. Su mundo cuidadosamente organizado se cayó al mismo tiempo. Contando con el mes que le había ofrecido estúpidamente, serían tres meses y tres semanas. No podía permitírselo ni remotamente. Tendría que engañarlo. Aceptaría el ultimátum, pero más adelante lo convencería para que aceptara a Deb.

–No tienes elección –Zach recogió el bloc y se lo dio.

Ese bloc era un símbolo de su debilidad. Intentaba mantener el control de su vida entre esas páginas. Allí entraba todo, desde la lista de la compra a las citas, las demandas de trabajo y los nombres de las personas a las que quizá tuviera que volver a llamar.

–Lo tengo decidido. Pon a la maravillosa Deborah al frente de tu agencia. Que ella se ocupe de lo que normalmente haces tú –bajó el tono para resultar más convincente–. Y tú, Lily Kellaway, vente conmigo.

Capítulo 2

 

ZACHARY Swift había dado quince minutos a Lily para que organizara los asuntos de su agencia. Su conversación telefónica con Deborah era insuficiente y tampoco ayudaba ver a Zachary sentado en su despacho, con la puerta abierta y trabajando con mucha atención entre dos montañas de papeles. Hasta eso le gustaba de él, ¡era un hombre muy trabajador!

–Me ocuparé de todo, Lily, no te preocupes.

Casi ni se enteró de lo que le dijo Deb. Era muy difícil atender a algo que no fuera aquel hombre. Él levantó la vista como si hubiera notado la mirada de ella y Lily se sonrojó mientras giraba la cabeza.

–Gracias, Deb. Tienes las llaves de mi despacho y las cintas… –¿dónde había dejado las cintas?–. Deberían estar al lado del ordenador. Si no, a lo mejor las he dejado en el primer cajón de la mesa. Desvía el teléfono a tu casa. Te llamaré esta noche para ponerme al día.

En cuanto colgó, Lily empezó a pegar notas con instrucciones por todos lados. En el teléfono, en el archivador, en el dictáfono… También le habría gustado poder poner notas que le recordaran que no podía tener tan presente a su jefe. Además, estaba perdiendo mucha energía mental cuando casi habían pasado los quince minutos. Tenía que hacerse una idea y parecer competente durante esa fase de adaptación al territorio desconocido. Sin embargo, ¿aceptaría Zachary a Deborah cuando las cosas se hubieran asentado un poco?

–¿Has arreglado las cosas con tu ayudante para que de ahora en adelante sólo te dediques a tu trabajo aquí?

Él estaba en la puerta del despacho con la camisa remangada y el nudo de la corbata suelto. ¿Qué pasaría si ella no podía dejar de alterarse al verlo como le pasaba en ese momento?

–Sí. Todo está arreglado, aunque ha habido que reorganizar bastantes cosas.

Ella preferiría que Zach se peinara ese pelo rebelde y volviera a ponerse la chaqueta que se había quitado en cuanto ella aceptó.

–Me alegro, porque tienes mucho trabajo aquí –él esbozó media sonrisa.

¿Por qué la atraía? No era su tipo. Si alguna vez volvía a meter a un hombre en su vida, algo muy improbable, sería un hombre afable, quizá un estudioso o un poeta. Un hombre que llevara jerséis gastados y pantalones deformados, no impecables trajes grises que resaltaban cada músculo.

–Haré todo lo que pueda, señor Swift.