Angustia - Renata Salecl - E-Book

Angustia E-Book

Renata Salecl

0,0

Beschreibung

Este libro analiza la cuestión del rol del discurso político y mediático en las angustias existenciales de los seres humanos. En tiempos del capitalismo post industrial, estamos frente a una ideología que, por un lado, alienta constantemente la toma de riesgos y hace que muchos se sientan totalmente responsables de su propio bienestar, mientras por otro muchos se sienten cada vez más impotentes frente al deseo de tener un impacto en la sociedad que los rodea. Por desgracia, el aumento de la Angustia contribuye al statu quo porque quienes están constantemente preocupados por su propio bienestar no suelen desafiar los mecanismos del poder.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 307

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Tapa de 'Angustia'. Por Renata Salecl. Ediciones Godot (2018).

Información de Accesibilidad

PARA TODOS

Información de Accesibilidad

Declaración

Ediciones Godot está comprometida en hacer libros digitales accesibles para la mayor cantidad de consumidores posible, sin importar sus capacidades físicas o tecnológicas. Realizamos todo el esfuerzo necesario para ofrecer libros accesibles para personas con necesidades particulares, como por ejemplo: dificultades visuales, auditivas, cognitivas y/o motoras.

Con este fín, trabajamos para mejorar el uso general de nuestros libros, usando guías como la especificación EPUB Accessibility 1.0, WCAG (Web Content Accessibility Guidelines) 2.0Level A y Level AA.

Si tenés alguna pregunta o sugerencia acerca del uso de nuestro libro, por favor contactanos.

Funciones de Accesibilidad en este libro

Hemos trabajado con varias organizaciones, como por ejemplo: PUBLISHING@W3C, Inclusive Publishing y BISG (Book IndustryStudy Group) para verificar la usabilidad de nuestro contenido y así poder optimizarlo y mejorar tu experiencia. A continuación encontrarás una lista que te recomendamos leer.

Este libro ha sido mejorado para ser accesible y que funcione con, por ejemplo, JAWS Screen Readers. Tené en cuenta que se hace un esfuerzo continuo para mejorar el soporte para otros tipos de lectores de pantalla.

Funcionalidades

Colores y contrastes

Los colores de primer plano y fondo contrastan adecuadamente y la mayoría del contenido aparece en negro sobre blanco. Además, la información nunca se transmite a través del color solamente. Si cambiaras el color de fondo los contenidos responderán adecuadamente.

Paginación

Este libro oferce la paginación equivalente a su versión en papel para una mejor ubicación.

Navegación

Todas las funcionalidades son utilizables sin necesidad de utilizar el dedo en un dispositivo táctil o un mouse.

Imágenes

Las imágenes (e imágenes de texto) tienen una adecuada descripción de texto alternativo, ya sea en el atributo "alt" o ARIA. Las imágenes estrictamente decorativas tienen atributos "alt" vacíos.

Encabezados

Los encabezados se usan, mayormente, para describir el contenido de una manera significativa. No solo el contenido principal de cada sección de este libro está marcado usando encabezados, sino también todas las demás áreas de una página (encabezado, navegación, pies de página, etc.).

Enlaces (links)

Los nombres de los enlaces son únicos y significativos fuera de contexto. Cuando un enlace abre o apunta a un formato de archivo diferente (una imagen por ejemplo), se agrega una sugerencia apropiada al texto del enlace (siempre que la misma tenga valor significativo).

Puntos de referencia (landmarks)

Los puntos de referencia se utilizan para marcar los diferentes elementos de un capítulo o sección (encabezado, texto principal, pies de página, etc.).

Uso de ARIA

Siempre que sea posible, y no solo mediante las soluciones tradicionales (HTML simple) se hace uso de Aplicaciones de Internet Enriquecidas Accesibles (en inglés, ARIA). Destacando secciones, capítulos, índices, y demás elementos, esto garantiza una mejor compatibilidad con softwares de asistencia.

Errores conocidos

A pesar del esfuerzo para optimizar la accesibilidad de este libro, tené en cuenta que el lector de pantalla JAWS puede bloquearse después de un uso prolongado. Si esto sucede, refresca el programa (presioná la tecla "Jaws key" (generalmente INSERT + ESC) para resolver el problema.

Dedicatoria

Para Tim

Página de legales

Salecl, Renata, Angustia / Renata Salecl. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : EGodot Argentina, 2018. Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga y online Traducción de: Márgara Averbach. ISBN 978-987-4086-52-5 1. Ensayo Psicológico. 2. Psicoanálisis. I. Averbach, Márgara, trad. II. Título. 150.195

Título original On anxiety publicado por primera vez en inglés en el 2004 por Routledge, miembro del grupo Taylor & Francis. Todos los derechos reservados

© Angustia Renata Salecl

Traducción directa del inglés Márgara Averbach

Corrección Hernán López Winne

Diseño de tapa e interioresVíctor Malumián

©Ediciones [email protected]/EdicionesGodotTwitter.com/EdicionesGodot

Digitalizado en EPUB3/KF8 por DigitalBe©

Palabras preliminares

“…una aplicación hábil de conceptos e ideas del psicoanálisis a situaciones humanas muy cotidianas y bastante familiares… una forma reveladora y esclarecedora de entender el mundo contemporáneo en el que esas situaciones se ven a través de la lente de la angustia”.

Juliet Flower MacCannell,

U

niversidad de

C

alifornia

Índice

Prólogo a la edición en español. La angustia en tiempos de la tiranía de las opciones

Uno

Introducción

Dos

Angustia en tiempos de guerra

Angustia y miedo

Angustia y fantasía

La angustia y el deseo del otro

Duelo y suicidio

Fantasía: matar con bayoneta

Guerras libres de angustia

Artes y muerte

Tres

Éxito en el fracaso: el hipercapitalismo se apoya en los sentimientos de inadecuación 

La angustia entre el deseo y la jouissance

Angustia y el nuevo imaginario

El horror de la pobreza

Contra la contingencia

Cuatro

Angustias del amor 

Love Letters:

Deseo histérico

Cyrano de Bergerac:

deseo obsesivo

La ley del deseo:

La trampa del perverso

Cinco

Angustia de la maternidad

Psicoanálisis y crimen

El infanticidio como una forma de descubrir a la mujer que hay detrás de una madre

Religión y psicosis

Amor psicótico

Madres y padres paranoicos

Contarlo todo

Seis

¿El testimonio puede ofrecer una cura para la angustia? 

¿No me oyes, padre?

La liberación del hijo a través del sacrificio del padre

Siete

Conclusión

Índice temático

Guía

Tapa

Inicio de lectura

Índice

Paginación equivalente a la edición en papel (978-987-1489-24-4):

3

6

7

9

10

11

12

13

14

15

16

17

18

19

20

21

22

23

24

25

26

27

28

29

30

31

32

33

34

35

36

37

38

39

40

41

42

43

44

45

46

47

48

49

50

51

52

53

54

55

56

57

58

59

60

61

62

63

64

65

66

67

68

69

70

71

72

73

74

75

76

77

78

79

81

82

83

84

85

86

87

88

89

90

91

92

93

94

95

96

97

98

99

100

101

102

103

104

105

106

107

108

109

111

112

113

114

115

116

117

118

119

120

121

122

123

124

125

126

127

128

129

130

131

132

133

134

135

136

137

138

139

140

141

142

143

144

145

146

147

148

149

150

151

152

153

154

155

156

157

158

159

160

161

162

163

164

165

166

167

168

169

170

171

172

173

174

175

176

177

178

179

180

181

182

183

184

185

186

187

188

189

190

191

192

193

194

195

197

198

199

200

201

202

203

204

205

206

207

208

209

211

212

214

PRÓLOGO A LA EDICIÓN EN ESPAÑOL

La angustia en tiempos de la tiranía de las opciones

Las últimas décadas de nuestro tiempo suelen recibir el nombre de “nueva era de la angustia”. En estos años, hemos tenido que enfrentar ataques terroristas, nuevos virus y enfermedades, catástrofes ecológicas, incertidumbres económicas y el surgimiento del autoritarismo. La política internacional pone el foco en el peligro terrorista, como resultado de lo cual estamos viviendo con muchas más medidas de seguridad que antes. ¿Pero es verdad que todos están tan asustados por los peligros de los que habla la política? Los debates en la televisión estadounidense revelaron que la angustia de la gente tiene razones muy diferentes de las que se ofrecen en los medios dominantes. Cuando se le pide a alguien que haga una lista de las angustias más importantes que le impiden vivir plenamente la vida, sería lógico esperar que aparecieran el terrorismo, las enfermedades, las catástrofes naturales y la crisis económica. Pero no. En lugar de eso, ahora sabemos que muchos están angustiados más bien por lo siguiente:

No hay suficiente (dinero, amor, etc.)

Nadie me quiere (miedo al rechazo)

Esto es demasiado bueno para durar

Me van a descubrir (es decir, otros van a darse cuenta de que estoy fingiendo)

Mi vida no tiene ninguna importancia (es decir, cómo crear un legado de mi vida)

Para calmar esos miedos, muchos buscaron la ayuda de un gurú de la autoayuda que hizo una lista de todo, desde la necesidad de ser más generosos y centrarnos menos en la fortuna de cada uno hasta la de revelar el yo, incluso los defectos, pasando por “Me merezco la felicidad” escrito sobre un espejo o un escritorio y la creación de una carpeta de Hechos Positivos con los elogios que recibiera cada uno y el fortalecimiento de los lazos con amigos y parientes, etc.

Tanto la lista de angustias como los consejos que se dan para superarlas demuestran que la preocupación primordial del sujeto está siempre en relación con su propio lugar en el mundo y la interacción con otros. La teoría lacaniana de psicoanálisis sugiere que lo que provoca más angustia al sujeto es la relación entre él o ella y el Gran Otro (es decir, los demás y la red simbólica de la sociedad). El Otro es siempre “ansiógeno” para el sujeto porque lo obliga constantemente a preguntarse: “¿Quién soy?” y sobre todo, “¿Qué soy yo para el Otro?”. Sin embargo, en las sociedades post industriales, se percibe al sujeto como inventor de sí mismo y como alguien que hoy en día está más libre que nuestros antepasados frente a los límites que le ponen otras personas. Así que, si por un lado el sujeto sigue preocupado por la cuestión del deseo del Otro (es decir, la forma en que lo miran los demás y la forma en que lo considera la sociedad en general), por otro, ese mismo sujeto está bajo presión para elegir su vida independientemente de los límites impuestos por la sociedad. Muchas veces, los psicoanalistas se encuentran con pacientes que vienen al análisis con la siguiente exigencia: “Necesito decidir lo que quiero hacer con mi vida”. Ya no es verdad que el sujeto lucha contra sus padres porque ellos le impiden hacer algo en la vida; ahora, el sujeto lucha con el peso de convertirse en una persona que le guste. Paradójicamente, esa libertad de elección aumenta la sensación de ansiedad y angustia y culpa que se sufre en la sociedad de hoy.

No es sorprendente: hay experiencias simples de consumo que, para algunos, se convierten en momentos de mucha ansiedad. Como vivimos en tiempos en los que hay una pérdida de poder de las autoridades tradicionales (en la familia y también en la sociedad en general), la persona que lucha con el problema de qué ponerse en contextos particulares, de qué ropa le va a ofrecer el equilibrio correcto entre el cumplimiento de las normas y su propia individualidad, puede sentirse muy sola y rodeada de ansiedad. A veces, espera que alguien intervenga y le imponga algún límite a la opción; otras veces, busca consejo de quienes tal vez hayan experimentado una situación similar o parezcan personas con más sentido común, mejor gusto o algún tipo de conocimiento interno. En particular, las mujeres suelen experimentar ansiedad en cuanto a la elección de un vestido porque la relación de las mujeres con la ropa está muy ligada al dilema en cuanto a si quieren o no que las noten los demás. Muchas mujeres sienten ansiedad frente a la idea de estar “en la vidriera” o la de que alguien vaya a juzgarlas.

Para las mujeres, uno de los momentos que provocan mayor angustia con respecto a la elección de un vestido tiene que ver con el casamiento. El matrimonio, al que una expresión en inglés llama “atar el nudo”, cambia el estatus simbólico, desata lazos familiares anteriores y establece lazos nuevos entre los dos miembros de la pareja. La creación de ese nuevo lazo en la forma tradicional involucra vestirse de una manera especial. Hoy en día, incluso mujeres que no se identifican con los ideales del patriarcado suelen darle un valor romántico al casamiento.

Paradójicamente, con los cambios en la relación con las autoridades, la Internet se está convirtiendo en un nuevo espacio simbólico que muchas veces funciona como un espacio de terapia ad hoc. En muchos foros de Internet, hay futuras novias que escriben sobre la ansiedad que les causa la elección del vestido que van a usar en el casamiento y se dan consejos mutuos del estilo de “siempre que el vestido te haga sentir bien y te quede bien es el ‘vestido correcto’, no tengas dudas”. Las mujeres también se dicen unas a otras que deben preguntarse si realmente les gusta el vestido, si se sienten bien cuando lo tienen puesto, si el vestido las hace felices, etc. Muchas se quejan de haber hecho la elección a la luz de la opinión de otras. Una mujer anónima dijo: “Creo que elegí un vestido hermoso pero sigo peleándome con la idea de lo que podría haber sido”.

A partir de ese tipo de debates, se puede tener la impresión de que el vestido es una especie de sustituto de todas las otras ansiedades que está atravesando la novia antes del casamiento. Tal vez lo lógico es pensar que mientras la mujer se pregunta si ha elegido bien el vestido, en el inconsciente también se está preguntando si eligió al marido correcto y tal vez esos “otros vestidos posibles” estén relacionados también con la decisión de casarse o de casarse con ese hombre en particular.

Las mujeres que no se calman fácilmente con los consejos de otras mujeres en Internet, pueden acudir a las nuevas autoridades especializadas en curar las ansiedades en cuanto a la ropa. Hay una institución llamada Calm Clinic (Clínica de la Calma), que afirma que, entre los muchos tratamientos para la angustia que ellos ofrecen, hay uno que se dedica especialmente a las mujeres que tienen problemas con su vestido de novia. En el aviso de Internet, la clínica afirma que el tipo de vestido que usa cada mujer afecta los niveles de estrés y que es posible “vestirse para el estrés”. Se ofrece un test de ansiedad para ayudar a determinar si una mujer está ansiosa porque se viste para otros (amigos controladores, los padres, la pareja) o si ellas están saboteando su propio bienestar con una actitud tipo “No me importa”. También es posible que algunos estén estresados porque “están vistiendo su propia baja estima”; en ese caso, tal vez se vistan para “encajar” o para que otros les presten atención. Y hasta hay una cura para los que se visten con ropa que los hace sentir incómodos. Los consejos del sitio web de la clínica también nos dicen cómo vestirnos para tener éxito. La idea es que hay que vestirse para uno mismo, para ninguna otra persona; pensar cuidadosamente qué ropa usar, mostrar claramente las buenas cualidades que se tengan y especialmente evitar vestirse con lo que hace daño.

En tiempos de tanta abundancia de opciones, esta dimensión social de la vestimenta invoca la ansiedad por la ropa de dos maneras: por un lado, tenemos los viejos dilemas que se relacionan con la cuestión de encajar en un medio dado (es decir, seguir los códigos sociales en situaciones particulares); por el otro, la presión del “sé tú mismo” y de tomarse a uno mismo como objeto de su propia creación. Ese último imperativo contribuye a sensaciones de culpa y angustia, de falta de adecuación, efectos colaterales de la ideología de las opciones infinitas.

Hay que estudiar el hecho de que hoy en día surja tanta angustia frente a opciones bastante banales de consumo pero hay que estudiarlo en un contexto más amplio de cambios ideológicos relacionados con el neoliberalismo. Aunque la angustia es parte de la subjetividad humana y todo el mundo la experimenta de una manera individual, no debe olvidarse el hecho de que la ideología afecta el sufrimiento humano. Sigmund Freud señaló que la inquietud (malaise) de la civilización afecta la inquietud individual y viceversa.

Este libro analiza la cuestión del rol del discurso político y mediático en las angustias existenciales de los seres humanos. En tiempos del capitalismo post industrial, estamos frente a una ideología que, por un lado, alienta constantemente la toma de riesgos y hace que muchos se sientan totalmente responsables de su propio bienestar, mientras por otro muchos se sienten cada vez más impotentes frente al deseo de tener un impacto en la sociedad que los rodea. Por desgracia, el aumento de la angustia contribuye al statu quo porque quienes están constantemente preocupados por su propio bienestar no suelen desafiar los mecanismos del poder.

UNO

Introducción

Se suele decir que vivimos en una era de angustia. Con el cambio de milenio, es como si la investigación científica, el desarrollo económico, las intervenciones militares y el poder de los nuevos medios estuvieran cada vez más fuera del control de los pueblos; y también como si se previera ya todo tipo de catástrofes para el futuro1. En los últimos meses del milenio anterior, ya se experimentó esa angustia cuando se bombardeó a todos con el peligro del “virus del milenio” en las computadoras. Mientras los políticos advertían a todos que se prepararan para el posible colapso de los sistemas informáticos, parecía que, en la sociedad de hoy, ya nadie estaba a cargo de lo que pasaba. Sin embargo, el miedo a posibles catástrofes futuras se convirtió rápidamente en una búsqueda de conspiradores: cuando quedó claro que no existía el “virus del milenio”, apareció una teoría según la cual todo el escándalo alrededor del virus era obra de las compañías de computación para vender más computadoras avanzadas.

Cuando hablamos de la nueva era de angustia, no deberíamos olvidar que, en el siglo que acaba de terminar, después de una crisis social importante siempre hubo una era de la angustia. Eso pasó varias veces, especialmente después de las Guerras. Tuvimos una primera era de angustia después de la Primera Guerra Mundial, cuando el uso de las nuevas armas de destrucción que llegó con la Segunda Revolución Industrial terminó en un cuestionamiento radical de los valores de la civilización moderna. En The Crisis of the Mind (La crisis de la mente),2 Paul Valéry afirma que, en la época moderna, parecen coexistir con libertad las ideas más disímiles y ya no parece haber ninguna referencia fija que nos ayude a vivir y aprender. Así, aunque había terminado la crisis militar, quedaron en pie crisis económicas y, sobre todo, la “crisis de la mente”, que contribuía muchísimo a la angustia. Así, sobre todo los europeos, sintieron angustia en relación con la existencia misma, ya que algunos percibían que las épocas que estaban empezando eran tiempos en los que nada tendría significado. Algunos consideraban también que la causa principal de esa abrumadora sensación de angustia era la muerte de todos los ídolos modernos: como si el ser humano estuviera demasiado solo después de perder la fe en Dios. De la misma importancia fue la pérdida de la fe en la ciencia, el progreso y la razón. En Europa, eso también se pareció a la muerte. Esos tiempos de angustia europea abrieron la puerta a nuevos líderes totalitarios. El fascismo italiano y la llegada de Hitler al poder en Alemania fueron intentos particulares de encontrar una solución a la era de angustia pero las políticas de esos líderes contribuyeron en gran medida a la emergencia de una segunda era de angustia. Así, después de la Segunda Guerra Mundial tuvimos esa segunda era, causada especialmente por las experiencias del Holocausto y la bomba de Hiroshima. Otra vez, las armas de destrucción masiva, cuyo resultado fue la violencia más brutal, aumentaron la sensación de angustia que surgió después del fin de la Guerra. Y la crisis económica acompañó también la crisis del ser humano que trataba de entender la idea de futuro. Sin embargo, esa charla de angustia disminuyó en la década de 1960, que fue el comienzo de la “era de la abundancia”.

No hace falta aclarar que la última era de angustia tiene que ver con el hecho de que, en la década de 1990, fuimos testigos de las formas de violencia más brutales y de que, en los últimos años, aparecieron nuevas guerras y males del siglo xxi: los ataques terroristas y la amenaza del uso de virus mortales como armas. Esos peligros parecen especialmente horrendos porque son particularmente terroríficos: se diría que no hay soluciones médicas ni militares rápidas para erradicarlos y que, aunque se multiplican todo el tiempo, siguen siendo invisibles. Cuando los estadounidenses percibían a Bin Laden como la mayor representación del Mal, un comerciante chino en las calles de Nueva York describió muy bien el carácter misterioso del personaje y así, entre las muchas remeras que imitaban los carteles de “Buscado” de los viejos westerns con inscripciones como “Bin Laden. Vivo o muerto”, apareció un conjunto de remeras que decían “Bin Laden. Vivo y muerto”.

Aunque actualmente pareciera que la nueva era de angustia está ligada sobre todo al peligro de ataques terroristas y de nuevas enfermedades, no deberíamos olvidar que la angustia surge de la percepción cambiada que tiene el sujeto de sí mismo y también de los cambios en su propia posición en la sociedad. En los últimos años, los medios informan constantemente sobre nuevos desórdenes psicológicos. Algunos de ellos son muy peculiares: aparentemente, en la década de 1990, una cantidad de estadounidenses ricos sufrió un llamado “síndrome de riqueza súbita”, al que también se lo llamó “afluenza”3; los chicos cuyos padres eran demasiado protectores corrían el riesgo de desarrollar el “desorden de déficit de aventura”; y las revistas para mujeres presentaban artículos sobre “desórdenes dismórficos del cuerpo”, desórdenes que aparecían en quienes estaban demasiado preocupados por su propio aspecto. Por otra parte, la lista de esos desórdenes parece estar creciendo con rapidez. Se considera “desorden” a cualquier cosa que se percibe como un impedimento para el sujeto —y se supone que el sujeto debe estar en control total de sí mismo, ser constantemente productivo y al mismo tiempo no perturbar a la sociedad en general—. Mientras tanto, el remolino y los dilemas internos del sujeto en cuanto a las expectativas sociales se clasifican como “angustias”. Incluso antes del 11 de septiembre, la idea de angustia se usaba ya de la manera más expansiva posible. Por ejemplo, desde su suplemento “The New York Fashion Week” (un suplemento de moda), el New York Times4 informaba que los editores de las revistas de moda experimentaban una “angustia de zapatos” cuando empezaban los desfiles. El artículo no aclaraba si los editores sentían angustia por lo que veían en la pasarela o porque ellos se habían puesto zapatos de mala calidad o porque no sabían qué par de zapatos elegir entre los que tenían en las enormes colecciones que guardaban en sus casas.

En su estudio sobre la angustia en el siglo xx, Rollo May5 señala que antes de 1945 había una “angustia encubierta” y después de ese año lo que hubo fue una “angustia abierta”. Pero ambas actitudes públicas con respecto a la angustia apuntan a una dirección similar: acentúan la soledad del sujeto, su inhabilidad para amar o recibir amor, la presión hacia la conformidad y también una sensación particular de “desarraigo”. May señala que los signos de la “angustia encubierta” giran con frecuencia alrededor del tema simbólico expresado por la novela de Thomas Wolfe, You Can’t Go Home Again.6 Se supone que el significado de la falta de capacidad para volver a casa está relacionado con la dificultad del sujeto para aceptar la autonomía psicológica. Unidos a eso, aparecen también los intentos desesperados de los sujetos para divertirse con actividades excesivas tanto en el trabajo como en el tiempo de ocio. Por supuesto, la angustia que surgió a fines de la década de 1920 estaba ligada a la Depresión Económica, pero esa inseguridad económica estaba interrelacionada a su vez con la inseguridad que empezaban a sentir todos en cuanto a la vida privada; parecía haber una confusión en los roles que se suponía que adoptara el individuo. El famoso estudio de la vida de los blancos de una ciudad de Indiana, escrito por los Lynd,7 señala que, a fines de la década de 1920, los individuos estaban particularmente alienados: por un lado, sometidos a la necesidad compulsiva de trabajo, la lucha constante para adaptarse a la norma y la decisión frenética de llenar el tiempo de ocio con actividades constantes, y por otro, atrapados en un caos de esquemas en conflicto en lo que se refería a requerimientos culturales. Desde el punto de vista de Lynd, manejar el cambio y la incertidumbre en todos los sectores de la vida al mismo tiempo se convirtió en algo tan intolerable que los individuos empezaron a adoptar ideologías rígidas y conservadoras en cuanto a lo social y lo económico.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la angustia se volvió abierta porque los individuos no solamente sintieron un miedo franco a cualquier tipo de nuevas catástrofes (por ejemplo, las relacionadas con una guerra atómica) sino que también se percibieron como personas mucho más inseguras con respecto a sus roles sociales. Robert Jay Lifton vio un problema particular en la multiplicidad de posibilidades abiertas para el individuo en ese momento: el sujeto estaba horrorizado ante la idea de nuevas guerras y bajo una presión constante para cambiar de identidad continuamente, lo cual también provocaba una sensación particular de angustia. La angustia relacionada con el carácter difuso de la identidad contribuyó a una búsqueda particular de certeza que se expresó en “sectas religiosas fundamentalistas y movimientos espirituales totalitarios”.8

Podría decirse que, hoy en día, la nueva era de angustia es muy similar a las dos anteriores. Nuevamente, en la cultura de hoy, da la sensación de que la incertidumbre económica ya no es la causa primaria de angustia; al contrario, esta última angustia tiene una conexión mayor con los problemas que experimentan los individuos con respecto a sus roles sociales, al deseo constante de cambiar de identidad y a la imposibilidad de encontrar guía para sus acciones. Esas incertidumbres dan como resultado la elección individual de un fundamentalismo religioso o distintas restricciones sociales, lo cual abre posibilidades para que aparezcan nuevas formas de totalitarismo.

Antes del 11 de septiembre, los occidentales podrían haber adoptado la idea de que vivían en un mundo de simulacros en el que todo estaba cambiando y en el que la vida se parecía a un juego de computadora. Así, los individuos tenían la esperanza de que, con el código correcto y la invención de nuevas drogas, los asuntos de vida o muerte serían más predecibles y controlables en el futuro. Pero el 11 de septiembre dio un duro golpe a ese optimismo: de pronto, tanto el cuerpo humano como la sociedad nos parecieron mucho más vulnerables. Lo que ayudó a que emergiera una angustia intolerable fue el colapso de las estructuras de fantasía que organizaban las percepciones de los individuos en cuanto al mundo y también la emergencia de dos agentes misteriosos: el terrorismo y el virus.

En las secuelas de la Segunda Guerra Mundial, tuvimos actitudes semejantes frente al peligro. Si volvemos a examinar los tiempos de las grandes tensiones entre los estados comunistas y los Estados Unidos, queda claro que ambas partes percibían a la angustia como relacionada con un peligro que venía desde fuera; una respuesta a ese tipo de sentimiento fueron las muchas teorías conspirativas de esa época.9 En los Estados Unidos de la década de 1950, hubo un gran temor a una conspiración comunista, particularmente reflejada en las películas de terror del período. Se percibía al comunismo como un parásito capaz de invadir el cuerpo social o una bacteria mortal capaz de entrar a través todos los poros abiertos de la sociedad. Las películas de terror imaginaban que el peligro entraba en la sociedad desde el exterior como una cultura extraterrestre o como un fenómeno externo que capturaba a los seres humanos y los reemplazaba por dobles, como en Invasión de los Body Snatchers (Don Siegel, 1956). La paranoia social de la época se centraba también en la angustia de sufrir un lavado de cerebro comunista a través del adoctrinamiento ideológico, que, según se creía, involucraba varias formas de control psicológico. Al mismo tiempo, el Este Comunista tenía miedo de sufrir la infiltración de espías extranjeros y suponía que el control ideológico vendría desde Occidente en forma de consumismo y entretenimiento burgueses.

A fines de la década de 1970 y principios de la de 1980, hubo un cambio radical en la percepción de la angustia porque el objeto de horror se localizó cada vez más en el interior de la sociedad y en el interior del cuerpo humano. Así, los comunistas empezaron a tener miedo del enemigo que representaban los disidentes y el movimiento de la juventud. En Occidente, la emergencia del virus HIV cambió radicalmente la percepción del peligro: el cuerpo humano se convirtió en el lugar último pasible de sufrir un ataque del enemigo. Así, en la última década, pareció que el virus había reemplazado a la bomba como peligro último y se percibía el cuerpo como víctima posible y al mismo tiempo como gran guerrero en lucha contra ese peligro interno. En ese momento, la inmunología adquirió un poder enorme y los estudios sobre amenazas bacterianas y virales contra el cuerpo humano utilizaban y siguen utilizando con frecuencia la jerga militar; se habla de “guerras interiores”. De la misma forma, se observa un cambio claro en las películas de terror de Hollywood: por ejemplo, They Came From Within (David Cronenberg, 1975, “Vinieron desde dentro”) reemplazó a películas como It Came from Outer Space (Jack Arnold, 1953, “Llegaron desde el espacio exterior”).

Pero después del 11 de septiembre pareció que el virus y la bomba empezaban a actuar juntos y seguían un esquema bastante similar. Los terroristas se parecen mucho a los virus y las bacterias porque al principio son invisibles, después hacen erupción en un lugar u otro; más tarde, vuelven a esconderse y uno nunca sabe cómo se multiplicaron o qué mutaciones hicieron después de haber sufrido ataques. A medida que las bacterias se volvieron resistentes a los antibióticos, también los terroristas parecieron volverse resistentes a la guerra que, según se suponía, iba a aniquilarlos.10

Después del 11 de septiembre, el gobierno estadounidense mantuvo vivo el temor a posibles nuevos ataques recordando constantemente al pueblo el peligro impredecible que proviene de los grupos terroristas escondidos dentro del país. Algunos ven un esquema fijo en la forma en que el gobierno informa sobre posibles nuevos ataques. En los primeros meses después del 11 de septiembre, aparecían nuevas amenazas cada tres semanas, siempre justo antes del fin de semana. Uno termina pensando que tal vez hubo psicólogos que aconsejaron este tipo de actos al gobierno para mantener al pueblo en alerta frente a un peligro posible y así alargar el apoyo patriótico a la política exterior. También puede discernirse un esquema en la forma en que especularon los medios sobre los blancos probables de los nuevos ataques: casi parecía una competencia para ver cuál de los grandes medios era el primero en sugerir un nuevo lugar posible. Un ejemplo temprano de esa idea fue que se dijo que tal vez ese blanco simbólico fuera Disneylandia; como Disneylandia es la última fantasía estadounidense, no es sorprendente que los estadounidenses pensaran que un ataque contra ese lugar sería una herida particularmente simbólica en la imagen que los Estados Unidos tienen de sí mismos. En cambio, otros lugares previstos de ataque se centraban en el cuerpo como blanco de la violencia y se decía que los ataques se harían con agua contaminada, aire contaminado que llegaría a través de la ventilación, envenenamiento de comida, etc.

En esas especulaciones sobre posibles fuentes de peligro, tenemos otra vez una conexión interesante entre el interior y el exterior. Cada vez parece más claro que los ataques con ántrax fueron trabajo de un enemigo interno. Y hay otros puntos de peligro interno que surgen como una erupción al mismo tiempo que otros peligros posibles que provienen del exterior: por ejemplo, las llamadas “bombas sucias”, que pueden fabricarse con materiales radioactivos de uso muy amplio en dispositivos médicos e industriales. Después del 11 de septiembre, los científicos empezaron a informar a la sociedad (y también a cualquier posible terrorista) sobre la forma de fabricar esas bombas mientras que, para aminorar los miedos de los ciudadanos, afirmaban al mismo tiempo que era poco probable que alguien quisiera fabricar esas bombas porque la preparación de un dispositivo de ese tipo podía ser letal para el que lo producía. (Aquí, parece que se olvidaron de que, el 11 de septiembre, el sacrificio de la vida en pos de una causa tuvo un rol muy importante). Sin embargo, cuando los científicos describían el tipo de daño que eran capaces de causar esas bombas, invocaban una comparación particular con la ex Unión Soviética: “El doctor Kelly describe un estudio de caso de lo que podría pasar si explotara una bomba sucia fabricada con una barra de irradiación de cobalto en la punta sur de Manhattan en un día de viento leve hacia el nordeste. Calculaba que, en ese caso, se contaminaría toda Manhattan, incluso hasta el Central Park, y que los niveles de radiación en la zona serían similares a los que existen en la zona permanentemente cerrada alrededor de la planta de Chernobyl. Habría que abandonar Manhattan durante décadas”.11 ¿Qué tipo de consuelo nos ofrecen estas ciencias cuando tratan de calcular la próxima catástrofe posible? Casi da la sensación de que el doctor Kelly está escribiendo un nuevo guion para una película tanque al estilo de Día de la Independencia o Armagedón. Y el hecho de que la posible catástrofe futura en los Estados Unidos se pueda parecer a lo que pasó en la ex Unión Soviética invoca recuerdos perturbadores de viejas grietas políticas.

La forma en que se percibe al terrorista como miembro de una célula particular dentro de la cual cada uno conoce solamente a un número muy chico de contactos, y no tiene una visión general de la estructura completa de la organización ni conoce a los líderes, se parece mucho a la lógica que opera en los servicios secretos. Se consideraba que sobre todo los espías de la Unión Soviética funcionaban dentro de una estructura de células que dependía siempre del compromiso claro de los miembros con la causa y de su obediencia ciega a los comandantes. Y aunque, en el caso de esos espías, se volvió cada vez más fácil para Occidente cooptarlos y convencerlos de que trabajaran para los poderes occidentales porque estaban insatisfechos con el régimen comunista o por pura avaricia material, en el caso de los terroristas del presente eso no es así. Estos terroristas son más horrorosos que aquellos para los observadores occidentales porque no es posible “comprarlos” ni convencerlos de cambiar de bando. Para una sociedad con una desconfianza firme de las grandes ideologías, el terrorista presenta la horrenda realidad de una persona que sigue creyendo en una causa por la cual está dispuesta a sacrificar su propia vida. Además, como esa causa superior no involucra ninguna búsqueda de satisfacción material —al contrario de lo que pasaba con los espías comunistas—, no se puede percibir al terrorista como alguien dispuesto a ceder frente a viejos tipos de seducción o alguien que podría cambiar de creencias ideológicas con facilidad.

Si, en el pasado, el espía era una persona implantada por un poder hostil para obtener información crucial, hoy en día, con el colapso de las grandes divisiones políticas anteriores, la implantación tiene otras formas. La famosa serie de televisión expedientes secretos X provee un buen ejemplo dentro de la ficción: el implante se convierte en el último peligro, que primero se impone desde fuera pero después pone en movimiento una mutación peligrosa en el interior del implantado. En uno de los capítulos, la agente Scully se da cuenta de que tiene un chip implantado en la cabeza, trabajo que seguramente llevaron a cabo los extraterrestres. Sin embargo, cuando le sacan el chip, el cuerpo de ella responde con una metástasis feroz de una clase viral de cáncer y solamente es